Ahora sí estamos grabando. Había empezado la clase del tirón sin darle al botón rojo. Estaba diciendo, la clase se titula, como habéis visto los que entráis en diferido, la clase se titula sobre el papel o el papelón de la estética. Y nos va a servir para entender qué análisis estamos estudiando en esta asignatura y que vamos a ir viendo los tiempos que estáis trabajando conmigo. Llamado el papel o el papelón de la estética, pero como había empezado a explicar, hay una compañera, compañero vuestro en Gerona, que está metido en un taller que en principio va sobre filosofía o pensamiento político y que en ese seminario, en ese taller han empezado a tratar de autores que curiosamente veremos aquí también nosotros como Lukács, pero con la particularidad de que eran autores que según decían eran importantes para lo político pero que por alguna razón no habían sido tomados en consideración prácticamente en la historia del pensamiento político y sí en cambio en la estética. Claro, como si en la estética fuera una cosa así sin demasiada importancia donde uno puede más o menos elucubrar o puede hacer teorías más o menos vanas sin demasiada trascendencia. Y entonces por eso esos pensadores, grandes pensadores, han sido utilizados en la estética y no han sido utilizados, no han sido aplicados por si decida al campo de la política. Lo cual no deja de ser algo peculiar. Entonces, estábamos en estas y precisamente... precisamente por ella me apetecía hablaros de papel, estética. De alguna manera lo que vamos a ver nosotros es un concepto de lo estético, un concepto de la teoría del arte que va mucho más allá de esta disciplina vana que se limitaría a elucubrar sobre obras de arte o a elucubrar sobre el concepto de la belleza y que en realidad está yendo bastante más lejos. A un sitio más lejos que tiene mucho de estético, que lo tiene todo de estético y que a la vez... tiene mucho de político y de social. ¿En qué sentido? Pues bien, la estética, camaradas, compañeros, compañeras, si habéis visto alguna de las otras clases que hay por ahí grabadas, la estética se dirige, se entiende como teoría de la sensibilidad. Y la sensibilidad, pues no es una cosa que algunos tenemos en menor medida, otros en mayor medida, pero es algo que nos define como especie, es algo que nos define como proyecto. Es decir, los humanos, las personillas, somos lo que somos y no somos patatas, como las de mi tortilla de esta noche, piedras de río o leones, porque tenemos una forma de estar en el mundo particular. Unas potencias, unas capacidades que tienen que ver con nuestro desarrollo evolutivo, que son específicas y que no compartimos con otras especies. Ojo, esto no quiere decir que otras especies no sean sensibles. Los perrillos y los delfines pues tienen formas de expresión y capacidades auditivas diferentes a las nuestras. Hay frecuencias que nosotros no oímos. Pero nosotros tenemos... Como las que tenemos. Y esas que tenemos nos definen. Y nos definen como especie. Por supuesto también nos definen como cultura, porque eso que como especie podemos hacer se va aterrizando, se va decantando o concretando en diferentes culturas estéticas. Pero si nos ponemos con una visión de campo lo más amplia posible, vemos que lo estético nos constituye y nos define como especie. ¿Por qué es importante esto? Porque así dicho suena un poco a obviedad. Pues es importante porque de alguna manera... Si somos capaces de algo, de alguna manera estamos obligados a dar cuenta de ello. Estamos obligados a vivir, por así decir, en el más alto de los estándares que somos capaces de alcanzar. ¿Me seguís? ¿No te quiero decir? Los teólogos medievales cuando hablaban de la Virgen María y del misterio de la concepción, de la virginidad... Voy a un ejemplo. Me llamo Miguel, mi poeta preferido. Hablaban de la Virgen y decían... Otus decuit erga facit. Apunto en latín. En latín, otus decuit erga facit, más o menos. Si te acuerdas mi latín del instituto venía a decir... Podía hacerlo, debía hacerlo, luego lo hizo. ¿Vale? Es decir, si yo soy capaz de captar la complejidad de una pieza musical, de una sinfonía, por ejemplo, o de emocionarme con un poema, puedo... Puedo vivir durante un tiempo ignorando que puedo hacer esto, que puedo captar esta complejidad o esta riqueza. Pero en gran medida estoy obligado a vivir de acuerdo con esa especie de... Por así decir, de logro, con esa especie de nivel. Porque vivir por debajo de ese nivel o aceptar una vida en la que sistemáticamente no tenga acceso a ese nivel de logro, a ese nivel de complejidad, es de hecho renunciar a aquello. Que soy. Es vivir como una bestia, como dice Hamlet. Si lo único que hacemos es comer y dormir, somos una bestia, nada más. Y evidentemente, por la cuenta que nos trae, deberíamos evitar eso. ¿Se entiende mejor lo que quiero decir? Nadie dice nada. Ah, muy bien, sí que se entiende. Perfecto. En ese sentido... Están mis hijos comentando cosas de sus deberes y les tengo que vender también. Vale. En ese sentido, la estética, como imagináis, va más allá del mero comunitario de las obras de arte o de la mera disputa entre escuelas que entienden la belleza más para acá, o más para allá, sino que tiene muchísimo que ver con un proyecto de conquista, de definición de nuestra propia dignidad como especie y de conquista de esa plena dignidad. Y por ende, de organización de todas y todos para que podamos dar rienda suelta a esas cotas de máxima dignidad, inteligencia y sensibilidad que de alguna manera nos caracterizan como especie. Esa sería la gran cuestión. Por eso, la estética ha sido, desde el siglo XVIII, seguramente, desde que se fundó como disciplina. Sabéis que la palabra estética, como tal, fue acuñada por Baumgarten. No lo habréis creído por ahí. Wikipedia, supongo. Baumgarten en el siglo XVIII. Y venía justo de la raíz griega aíscesis, que significaba percibir, sentir. Pues bien, la estética sería la ciencia, la disciplina... Más que ciencia, la reflexión. En la filosofía hay cosas susceptibles de ciencia y cosas susceptibles de reflexión. Pues, de todas trabajamos. Manuela no entiende qué tiene que ver la estética con la organización. Es que la estética fundamentalmente es organización. La sensibilidad solamente comparece organizada, Manuela. La sensibilidad absolutamente en estado salvaje. Seguramente tenga momentos, todos ya hemos tenido momentos de sensibilidad salvaje, pero la sensibilidad fundamentalmente comparece organizada, comparece distribuida. ¿Cómo? Es justo lo que vamos a estudiar en este curso. Esta asignatura comparece organizada o distribuida en forma de valores estéticos, en forma de poéticas, ¿verdad? Y esas poéticas, esos valores estéticos van a permitirnos organizar nuestra propia percepción. O sea, tú ves un cuadro y no lo ves salvajemente, sino que lo ves ya siempre desde determinadas categorías, determinadas formas que te permiten captar algunas cosas después de otras o vinculadas con otras. Pues bien, la estética en tanto... La teoría de la distribución de nuestra sensibilidad nos permite organizar nuestra experiencia, experiencia estética, experiencia del mundo cotidiano, y nos permite organizar la producción misma de ese mundo. De hecho, cuando construimos nuestra propia casa o decidimos qué ropa llevamos o cómo organizamos el espacio en el que vivimos, estamos haciendo patente un modo de organización. Pues bien, ese modo de organización, ese modo de construcción, esa multiplicidad, de modos de organización, porque hay muchos, ¿verdad? O hay varios, son lo que constituyen la estética. Y cuando llevamos eso a un plano social, entonces ya estamos de lleno con todas esas implicaciones que han sido fundamentales para entender la estética desde la ilustración. Que era justamente una teoría de la sensibilidad, pero era una manera... Hablaremos en estas clases de Schiller, no sé si os suena. Schiller era un escritor que era discípulo o discípulo, seguidor más o menos de nuestro queridísimo Kant. Y Schiller, lo tenéis aquí, lo tenéis en la república de los fines, que para eso tenéis a Schiller y yo por ahí. La república, de alguna manera, va introduciendo todas estas ideas. Un poco tirando el hilo de la autonomía, de la autonomía de lo estético. Pues la autonomía de lo estético, al fin y al cabo, es siempre la autonomía de los modos de organización de nuestra sensibilidad, de nuestra percepción, y a su vez del mundo. Cómo construimos el mundo en función de esa sensibilidad que nos es característica y que, de alguna manera, nos exigimos, ¿verdad? Está más claro, ¿me seguís bien? Lo organiza Manuela nuestro sentimiento y de hecho, claro, nuestro sentimiento nos salta, nos salta como una alarma cuando hay algo que de alguna manera nos rechina, ¿verdad? Cuando algo que nos inquieta o que nos resulta perturbador, cuando hay una cosa absolutamente fea en una rotonda o en una mesa o en un museo y queremos trastocarlo, queremos reorganizarlo, queremos acomodarlo. Hablaremos, no me va a dar tiempo en esta clase, hablaremos en la siguiente clase de los criterios clásicos de belleza, ¿vale? Hablaremos de los criterios antiguos de belleza. Si recordáis, por tenerlos presentes, eran los tres que definía Santo Tomás, eran las íntegritas, la conveniencia y las claritas. Integridad, conveniencia y claridad. Esto requiere elucidación, requiere una clase específica. Y además no son los únicos criterios, aparte de estos criterios de belleza clásica, la belleza tradicional, va a haber unos criterios de la belleza más bien moderna que entrarán en contraste con esto, seguramente. ¿Vale? Pero de eso hablaremos en la siguiente clase. En esta quería simplemente introducir esta pequeña cuestión, pequeña gran cuestión, que nos lleva de hecho de lleno a publicar los cines para los que estéis leyéndola, que es el papel, el papelón de la estética, porque de alguna manera, y en eso Kant fue muy importante, la estética se va a situar justamente entre lo que sabemos que es, entre lo que el conocimiento nos permite averiguar del mundo, el mundo es así, como dirían los castizos, y lo que entendemos que el mundo debería ser. ¿Cómo podríamos hacerlo si, obedeciendo a los valores éticos, por ejemplo, esperamos poner en boca? La estética es justo lo que acerca. Lo que debe ser a lo que de hecho es. Las obras de arte son cachos de mundo, tal y como quizás deberían ser, porque ponen de manifiesto formas de orden, formas de sensibilidad, que no siempre están presentes en el mundo, pero que podrían constituir el mundo. ¿Vale? Yo cojo lo que será para ti, Roger. Hola. Bueno, compañeros, compañeras, dile que estoy dando una clase que ya me lo... Hola. Un segundo. Cambio de plan. Bueno, estábamos hablando de la medida en que estas ideas que estábamos comentando, de alguna manera influían en la orientación intelectual en la que estamos y, de hecho, en el trayecto que estudiamos en la República. Decía que Kant había definido precisamente esta especie de encuentro de tensión entre lo que hay en el mundo, lo que la ciencia nos permite entender y lo que entendemos nosotros que debería ser. Y en ese choque, en esa especie de tensión es donde lo estético aparece. Claro, para Kant aparecía como una especie de reconciliación, pero también tiene un elemento de fuerza, un elemento de plantearnos nosotros cómo podríamos vivir nuestra vida de un modo mucho más potente, de un modo mucho más intenso. Ahí entraremos en otro concepto que veréis también, que veremos en alguna clase, que es la diferenciación entre el hombre entero y el hombre enteramente. ¿Os suena esto? ¿Alguien ha visto la clase dedicada a Lukács? Sí, muy bien ahí, Hernández. No pasa nada. Hay una clase grabada en la que se explica esto, pero lo puedo comentar muy rápido porque de hecho viene muy a huevo para lo que estamos hablando. Para Lukács, que era un marxista, todos nosotros, nosotros compañeros y yo, como es notorio con la escena del fuego, los niños dando guerra y tal, todos nosotros somos hombres, mujeres enteros. Es decir, que somos personillas con un montón de dimensiones porque a la vez que somos estudiantes de estética, somos padres o madres de familia, somos vecinos de un país que se está deshaciendo, en fin, tenemos un montón de dimensiones. Eso hace que de modo natural estemos un tanto dispersos porque tenemos que estar viendo 25 cosas. Eso es un hombre o una mujer entero. Pero, dice Lukács, esto no es la última palabra. Cuando nos metemos en una experiencia estética, nos convertimos, aunque sea por un rato, en hombres o mujeres enteramente. Es decir, somos enteramente aquello que podemos ser. Lo somos de un modo mucho más agudizado, más intenso. Y somos personas, vamos a decir, para no decir hombres o mujeres, somos personas enteramente en ese momento. Por supuesto nadie se queda siendo hombre enteramente, indefinidamente o todo el tiempo, sino que en algún momento tienes que volver a hacer la cena o tienes que acostar a los chavales o tienes que irte a currar. En ese momento dejamos de ser hombres enteramente y volvemos a ser hombres enteros, pero ya no es lo mismo porque hemos estado en otro sitio y hemos visto lo que podemos ser y nos acordamos, ¿verdad? Y en cuanto podamos volveremos a ello. Esa es la noción fuerte de estética y es el sentido en el que la estética puede ser, entre comillas, revolucionaria porque nos recuerda a nosotros mismos aquello que podemos ser. Nos recuerda a nosotros mismos la inteligencia, la fineza de la vida que podemos llegar a vivir, aunque sea a ratos, de momento. Y nos recuerda la importancia de organizarnos para que esos momentos en que estamos plenamente vivos, en que somos hombres y mujeres enteramente, en vez de ser tristes excepciones que suceden de uvas a peras, sean parte integrante de nuestra vida. Al menos lo intentemos o nos lo planteemos. ¿De acuerdo? La estética nos puede hacer mejores entonces. La estética nos puede recordar que podemos ser mejores de lo que habitualmente somos. Entendiendo por mejores, más intensos, más completos, más finos, más especificados. No finos en el sentido de calamardo, de finolis, de tiquismiquis. Finos en el sentido en que nuestra propia sensibilidad puede captar más matices. Porque normalmente la forma de vida cotidiana que tenemos al ser hombres y mujeres enteros, pues no vamos por las calles fijándonos en todos los matices de color de las paredes, en el brillo de las losas, de las aceras cuando están mojadas, en las plantitas, en la gente con la que nos cruzamos. Como dice Harman, nuestro deambular por el mundo es un deambular embotado. Es un deambular apresurado, es un deambular poco amoroso, que no nos damos cuenta de lo que vemos. Y en cambio, cuando hacemos turismo, yo lo veo aquí en Madrid con los turistas que vienen, que van con sus cámaras y se paran ante cualquier cosa y fotografían cualquier cosa como si fuera la pera limonera. Claro, ellos están de alguna manera en ese momento en que han dejado un poco en suspenso su ser hombres enteros, están entrando en otra dimensión de sí mismos, en los cuales son más potentes. La estética te hace más humano. Efectivamente, más que hacerte más humano, insisto, igual que le he dicho a Ruiz, nos recuerda que ser humano puede ser algo mucho más rico, diversificado, potente que aquello que normalmente asumimos que es lo humano. Y de hecho ese es el papel, te define más muy bien Manuela, te define más como humano. Y de hecho ese es el papel, el gran papel que tienen las obras de arte. Porque las obras de arte son... Yo soy de Valencia o de por ahí cerca de Castellón y hay muchas riadas. Cuando el agua sube del río y llega a un sitio, inunda una calle en la ciudad, pues siempre alguien se acuerda y pinta una rayita y dice hasta aquí llegó la riada del año tal y de cual. Pues bien, las obras de arte son justo eso. Si escucháis los cuartetos de Beethoven, por ejemplo, es como si alguien hubiera marcado una rayita y dice hasta aquí llegó la capacidad de conceptuar y de experimentar la melancolía o lo terrible de hacerse mayor y de quedarse sordo y de estar amargado. Ese modo de nuestra sensibilidad en algún momento se plasmó en algo y lo hizo de modo tan potente que nos sirve como un souvenir, un recuerdo si queréis, de hasta dónde podemos llegar, de cuán potentes podemos ser. Ese es el papel de las obras de arte. Cada gran obra de arte nos recuerda a un grado determinado de una potencia, una modalidad, por así decir, de esa potencia. Por eso mi trabajo en estética y muchos otros se puede entender, le llamo yo estética modal, porque fundamentalmente en estética vamos a ir viendo todos y cada uno de los modos de esa potencia. No es que lo perciba cada uno de una forma. Hernández, es que de alguna manera los bueno, esto va a requerir clarificación. Esto Hernández, te voy a dedicar otra clase para hablar de esto. No es que sean la sensibilidad estética de grandes cuestiones, no es una cosa que vaya a variar con cada individuo. Por supuesto que hay cambios como los hay en un mismo individuo de un día a otro, pero igual que las variaciones de la sensibilidad de un individuo de un día a otro, que hay días que te emocionas más con una cosa y días en que a lo mejor pues no llega a afectarte tanto, igual que hay esas variaciones dentro de un individuo, hay entre los individuos, esas variaciones se pueden agrupar siguiendo algunos patrones. Esos patrones, esas regularidades, esas, por así decir, constelaciones que tienen un cierto aire de familia, es lo que estudiaremos aquí como modos de relación, veremos como poético y aprender a reconocerlas. Es en gran medida nuestro trabajo. Claro, el hombre, el hombre enteramente poveda acontece, el hombre enteramente se nos manifiesta cuando tenemos una experiencia estética. Esa sería la definición de la experiencia estética. No tienes una experiencia estética simplemente porque pagues una entrada a un museo o porque alguien recita un poema delante tuyo. Puede suceder que entres a un museo y tengas una experiencia estética y lo sabrás, precisamente lo sabrás en la medida en que hayas, te veas a ti mismo siendo hombre enteramente, te veas a ti mismo pues como cuando, cuando haces flexiones o cuando te estiras haciendo gimnasia, cuando ves que te estiras, que te extiendes hasta alcanzar los límites de tu cuerpecillo y que ya no puedes estirarte más sin romperte. Ahí estás siendo realmente algo. Si se pudiera coger nuestra sensibilidad, nuestra capacidad de apreciar detalles, nuestra capacidad de explorar los matices de nuestros sentimientos y llevarlos a su límite, en ese sentido estaríamos siendo personas enteramente. Claro, para hacerlo tiene sus trucos. Otras cosas tenemos que ser capaces de poner entre paréntesis la dispersión, de poner entre paréntesis los ruidillos, las molestias, las llamadas de atención que llegan de otros lados, igual que yo para poder explicar lo que es un hombre enteramente, por un segundo, aunque sea, tengo que ser capaz de dejar de oír a mis hijos liándola aquí al lado o de pensar en la cena y tengo que centrarme en lo que estoy. Ese centrarnos en lo que estamos es lo que define de hecho lo que es una obra de arte, tanto medio mujer. A ver, Fernando dice, el artista produce estética. Le agarra Manuela, contesta, creo que crea la sensibilidad que nosotros después entendemos como estética. Creo, muy bien, muy bien Manuela, no vas desencaminada. Los artistas, igual que nosotros, podemos inventar relativamente muy pocas cosas. De hecho, esto es un gran tema que requerirá elucidación. Pero como dice Manuela, lo que lo que el artista de alguna manera más que crear vuelve a poner de manifiesto es un determinado matiz de nuestra sensibilidad, una determinada modalidad de esa sensibilidad con la cual nos acoplamos, que podemos no acoplarnos efectivamente porque podemos estar a otra. Pero el artista nos hace una propuesta como quien nos plantea un viaje. ¿Verdad? Si nos acoplamos con esa, con esa, con esa propuesta, pues flipamos y nos estiramos. Somos personas enteramente. Nos acoplamos, pues nos pasan altas y decimos que no entendemos o simplemente nos aburrimos y tal. Otro de los objetivos de esta asignatura será entender por qué pasa eso. Porque hay obras con las que nos acoplamos y hay obras con las que no nos acoplamos. Veremos Aristóteles. Estudiaremos categorías y iremos. Tiene 35 y tengo que estar la clase para hacer la cena. Vale, ha sido una clase un tanto caótica, pero prometo que la semana que viene genera un medio homogéneo para poder trabajar con él. Nuestro umbral de sensibilidad se va elevando. No, entonces el recoplamiento. Bueno, yo no sé si es una mera cuestión de elevación. En todas estas cosas siempre hay algo de altura, como hay algo, por así decir, de anchura, es decir, de diversidad, de modos y a veces pues hay que saber combinar estas otras dimensiones. Y ver hasta dónde ir. La tortilla se me va a pasar. Bueno, lo dejamos aquí. Que sirva esta clase para que le vayáis dando vueltas a uno de estos conceptos, que vayáis entendiendo por qué la República de los Fines, aparte de ser un libro maravilloso, he dicho yo, es recomendable que vayáis entendiendo por donde va y sobre todo lo que os sirva para irnos planteando cuestiones para las siguientes clases y para esos trabajos que tenéis que hacer, ¿vale? Y disculpad por todo el ruidillo y trajín ajeno a esta... A lo que debería ser una clase pura de estética. Lo que tiene esta clase, ¿vale? Sí, la clase está colgada. Venga, cortamos. Luego, camaradas.