Se está grabando la clase. Vale. Bueno, lo primero para quien escuche esta clase es pedir disculpas por el retraso en las notas que muchos de vosotros y vosotras habéis sufrido. El caso es que sigo solo y lejos de casa como Lucky Luke, como un buen cowboy. No me ponen ayudantes y sois mucha gente. Y encima me han nombrado, como algunos sabréis, director de la unidad abierta y es un follón. Pues eso, follón. Primera cosa, disculpas. Segunda cosa, no tengáis miedo si hay alguien por ahí asustado del tema de la corrección entre pares, que introduje hace un par de clases. Es solo una propuesta para irnos orientando. A lo mejor no es corrección sino una evaluación o unas orientaciones que podáis dar a vuestras propias compañeras y compañeros voluntariamente. Vale. Y después. No se metáis una mano a mí para que yo me sienta mejor. Porque cuando ya tengo tantas correcciones apenas llego a dar la nota y mandar dos palabras a quien me las pide. Y claro, es un poco... me parece mal. Vale. Pero vamos a ver si lo logramos jaretar estos días y le perdemos el miedo y lo vemos. Sobre todo, más allá de que hagamos mejor las cosas porque es el inicio, yo creo. O no el inicio porque ya hemos dado algún paso en ese sentido. Pero es un buen avance en la dirección de otra manera. De entender la enseñanza universitaria. Y bueno, yo me siento comprometido con eso y vosotros pues también os vais a sentir comprometidos con ello. Pero lo iré explicando con calma. El mensaje es no fear, no os preocupéis y iremos avanzando. Bueno, pues dicho lo cual, si no tenéis ninguna pregunta o sugerencia letal, empezamos con la clase de hoy que hoy sí la tengo bastante tramada porque es la continuación de la de la semana pasada. ¿Vale? ¿Alguien queréis plantear algo antes de que me suelte la melena y me líe con el tema de hoy? Que es complejo donde los haya. ¿Alguien? ¿Nadie dice ni mu? Pues vamos a empezar. No espero más. Bien. A ver. La semana pasada empezamos hablando de héroes y sabe Dios cómo fuimos derivando por la pendiente que nos llevó hacia el tema de los valores. En parte porque uno de los compañeros preguntó por el tema de estratos, categorías, valores... Entonces empezamos a hablar. Y una cosa nos llevó a otra. Yo recuerdo que acabamos la clase con cierta contienda, con cierto conflicto, que de hecho está bien, como veréis ahora, que suceda y que se reitere y que se mantenga abierto entre lo que llamábamos la matriz socrática del pensamiento ético y la matriz, por así decirle, cristiana. Si recordáis la discusión... Bueno, esto lo ha sabido mucho Schopenhauer, si queréis buscar un filósofo así de referencia, ¿no? La matriz cristiana. Si os acordáis, la base del conflicto estaba en que para sobrevivir... Sócrates. No existían los malos, sino sólo los tontos, por así decir... Y para mucho pensamiento cristiano, para Calvino, por ejemplo, en parte para Lutero, solamente existen los malos. O sea, de tontos no entra, ¿no? Pero, por así decir, los hombrecillos, las mujeres, pueden ser estúpidos y si son estúpidos comportarse de un modo vil, de un modo que llamaríamos malo, esa es la hipótesis griega, socrática, mejor dicho, porque os decía muchas cosas, y los hombres y las mujeres no pueden sino ser viles, no pueden sino ser malos. Esa es la hipótesis calvinista. Sólo la inmensa gracia de Dios nos puede salvar. Evidentemente cuando encontréis posturas tan agudizadas como estas, pues seguramente las dos tengan algo de erróneo, las dos estén exagerando algo que de fondo es cierto pero que exagera y que lo llevan a un extremo difícilmente defendible. Pero bueno, el caso es que ahí nos enganchamos a discutir un poco aquí porque evidentemente había muchos de entre nosotros, de entre vosotros, yo decía de socrático, porque como veía que perdía al bando de los socráticos, me hice socrático para mantener el conflicto abierto. Para muchos de nosotros, evidentemente, parece obvio que hay gente malvada como Bárcenas, por ejemplo, o Esperanza Aguirre, pero vamos, en cambio para otros de esos mismos quizá no sean malvados. Entonces ya entramos en una cosa difícil de aquilatar, sobre todo en términos éticos porque nos pizcan. De manera que voy a llevar el tema a terreno estético y creo que ahí nos entenderemos y podremos luego extenderlo quizá al terreno de la ética, por ejemplo, o de otros campos. ¿De qué va esto? Pues bien, vamos a empezar a definir lo que es un valor, un valor estético, porque vamos a mantenernos, a intentar mantenernos en el ámbito de lo estético. Un valor, dice aquí la pantalla que ha escrito mi compañero Jordi, un valor es una pluralidad mediante la que organizamos nuestra acción. Es decir, un valor es algo que vale, es algo que nos vale, es algo que nos permite orientarnos, es algo que buscamos y que establecemos como fin. Solamente podemos perseguir como fin algo que percibimos como valioso, algo que de hecho pensamos que vale. A eso que vale le llamamos valor y hacemos bien porque es bastante claro, ¿verdad? Eso es bastante obvio, eso está muy bien explicado en Harman, ya os dije, en la ética de Harman, que es uno de los mejores tratados de axiología, o sea, de teoría de los valores. ¿Por qué es importante esto en estética? Hombre, es fundamental. Cualquier artista que hace cualquier cosa persigue determinados valores, quiere hacer valer su obra en un sentido, o en otro, o en otro, o en otro. Y ahí nos vamos metiendo en la harina. ¿Por qué? Porque no hay nunca un único valor, ni ético, aunque no es el tema de la clase de hoy, ni estético. Hay siempre multitud de valores. Y esos valores, a menudo, son valiosos. A menudo no, siempre están en conflicto entre sí. Por ejemplo, imaginaros que yo quiero escribir un cuento, y quiero escribir un cuento o un poema de amor. Como es un poema de amor tiene que ser muy dulce y tiene que ser pues muy sentimental y tiene que ser muy lo que llamamos romántico. Vale, si solamente busco ese valor y persevero en él y no considero ningún otro valor, por ejemplo, no considero la creatividad, o no considero el hecho de que constituya una forma rítmica o estrófica, o sea, poética reconocida o con una eficiencia clara, puedo caer en el kitsch más horroroso. Es decir, puedo caer en algo que sería lo que estaremos dispuestos a llamar un arte malo. Para eso existen las poéticas. ¿Por qué? Porque un valor estético es algo que buscamos, algo con lo que nos orientamos, pero que está dentro ya de un juego de tensiones. A eso le llamamos poética o modo de relación. Es decir, un conjunto de valores que no armoniza, sino que organiza el conflicto entre diferentes valores. Así, por ejemplo, un poeta romántico como Becker o como Góngora o Garcilaso pone sentimientos, pero pone técnica. Para entendernos, la pericia técnica es un valor, la claridad, la contundencia de la emoción es otro valor y cualquier poética, y ahí volveremos a uno de nuestros atractores de Lorenz, evidentemente tiene que hacer encajar dentro de un esquema operativo, dentro de un planteamiento de trabajo artístico, tiene que hacer encajar como poco estas dos tensiones. La tensión hacia la limpieza técnica y la tensión hacia la, por así decir, expresividad emocional. Toda poética se define por eso. Se define por los equilibrios, por los inestables equilibrios que logra componer con esas tensiones. Pero no solamente es la tensión entre lo técnico y lo emocional. Evidentemente está la tensión entre, como hemos visto en otras clases, entre lo mimético, entre lo que refleja lo que hay y lo poético en el sentido de Poyen, en el sentido de imaginar, de crear algo que no es. Entonces tenemos que jugar entre, de nuevo, lo conocido y lo desconocido. Tenemos que jugar entre lo ordenado y lo caótico, ¿verdad? Todos esos son valores estéticos. Pero el punto es, insisto en ello, que nunca hay en juego un único valor estético, sino siempre una multitud de ellos y hay formas de intentar, insisto, no poner orden, sino al menos generar un estado inestable de equilibrio entre todos esos valores múltiples y contrapuestos. ¿Me seguís, verdad? Bien. De hecho, si esto es así, estoy siguiendo de alguna manera el esquema de Hartmann en ética llevándolo a la estética, ¿vale? Si esto es así, podríamos hablar también de disvalores estéticos, que es donde entramos con dudas. Estoy yendo rápido, Hernández, no te preocupes. En cuanto quieras, se te ocurra una formulación de pregunta, me la planteas y volvemos adelante o atrás y lo vamos haciendo, ¿vale? Si no, yo voy tirando de hilo y luego rehacemos el recorrido. Si un valor estético es algo que nos vale, que nos orienta, que nos permite decantar nuestra acción y es algo que nos permite decantarla pero siempre en contraposición con otros porque no podemos perseguir uno solo, vamos a verlo ahora. ¿Por qué no podemos perseguirlo? Porque precisamente esa sería la definición de un disvalor estético. O sea, vamos a abordar en esta clase, fijaros, el gran problema de la belleza y el gran problema de la fealdad. Cuando algo es arte malo, es una cosa que os preocupa mucho de vosotros, sobre todo vosotros de haber ido a Arco, cuando algo es arte malo, muy a menudo algo es un arte malo simplemente porque ignora la importancia del conflicto entre diferentes valores, entre diferentes tensiones y no es capaz de ponerla en juego. De tal manera que coge un único valor, por ejemplo, pensad en ejemplos de arte malo a lo largo de la historia, pues todo el arte academicista que está lleno, pues buena parte de los museos del mundo, arte que es meramente correcto, arte que replicaba las convenciones de su tiempo sin un ápice de creatividad, eso estaríamos dispuestos a llamarlo arte mediocre o arte malo seguramente. Pero a su vez alguien, por ejemplo mi ex-suegra, le daba por pintar y carecía absolutamente de técnica y carecía de convenciones e intentaba forzar, es como si yo intento cantar en la ducha, pues evidentemente si solamente pongo en juego el valor de mi emoción matutina al cantar en la ducha, pues seguramente mi arte sea una pifia y estaremos de acuerdo en que mi arte musical en la ducha es malo. Ahí tenemos ejemplos de a qué me refiero con una especie de valor despolarizado, lo he borrado. Vale, un valor estético como un valor despolarizado. Despolarizado quiere decir desgajado de su pareja, por así decir, de baile, que le haría mantener la tensión. Es como un norte al que se le ha quitado un sur. Eso no puede ser en física, como sabéis, los polos magnéticos siempre tienen que estar en tensión. Pues esto, el pensamiento que estoy aplicando aquí es muy electromagnético. Una cosa interesante es que cuando es un valor ancho el que se despolariza obtenemos vileza ética, toma que toma. Esa es la definición del kitsch que da Hermann Bloch. ¿De qué va esto? Pues muy simple. Si yo escojo cantar en la ducha, simplemente porque estoy a mi bola y canto en la ducha, pues se puede decir que soy un tío más o menos patético o un mal cantante en todo caso, pero no se me puede acusar de vil, no se me puede acusar de bajo. Ahora bien, cuando yo utilizo, por ejemplo, todos los recursos más almibarados de la poética para caerle bien a alguien o para gustarle a todo el mundo, entonces, dice Hermann Bloch, que es muy aristócrata, es cuando se cae en la vileza ética, es decir, en la bajeza. Al contrario, si yo persigo un valor, solo uno, y por mi torpeza, que es donde vamos, por mi falta de criterio o de conocimiento o de pericia, soy incapaz de tramar ese valor en tensión con otros y persigo solamente ese, pues puedo generar un arte inefectivo. Es como si intentara hacer una obra de arte dificilísima, superabstrusa, matemática o lo que sea, que nadie entendiera. Pues ahí estaríamos, nos llevaría a la inefectividad o a la aniquilación, pero no a la vileza. El arte nudo está en lo relacional. Es así, ciertamente, Hernández. Yo, de hecho, por eso siempre hablo de modos de relación, porque, de hecho, la categoría de relación, ya lo decía Diderot, es la categoría fundamental que va a estructurar toda producción artística y toda sensibilidad estética. ¿Por qué? Pues porque siempre, insisto en ello, y ahora veremos más ejemplos, va a haber una multiplicidad de elementos, de valores, también de estratos, en juego. Y esa pregunta de Muñoz es muy interesante. ¿Esto es siempre binario o podemos hablar de multipodos? A mí me gustaría pintarlo, aunque no lo he conseguido aún, pero podríamos representarlo. No sé si habéis visto la clase de la teoría de diamantes en que se intenta hacer una geometría oposicional. Unos multipodos que podrían ser, como el dibujito del átomo este, que generaría esta especie de flor o de juego. Algo así. Digamos que podemos captar una posición de polaridades, por ejemplo, lo técnico y lo emotivo, o lo emocionado, ¿verdad que sí? Otra que podría ser lo correcto y lo gamberro, por ejemplo. Y todos esos multipodos, todas esas polaridades agregadas generarían un multipodo. Pues bien, esto es súper interesante, Muñoz, porque de hecho, la definición, como decía Hernández, del buen arte es que es siempre un juego de fuerzas. Un conflicto, más o menos abierto, en el que nos la jugamos. En el que nos tenemos que decantar. Cuando un artista es un gran artista, lo es, compañeras y compañeros, porque es capaz de proponer un modo de relación. Es capaz de proponer una concreta fórmula para organizar esas tensiones. Y nos dejamos llevar al baile por ese gran artista, lo mismo pasa con los grandes filósofos. Claro que lo que hacemos es proponer un modo de relación, un juego de baraja. ¿Vale? Baraja, como sabéis, significa bronca, pelea. Pues un artista propone un juego de barajas. No es que por proponer un juego de barajas el artista sepa ya cuál va a ser el final de la partida. Sepa cuál va a ser el resultado final y cuántos puntos tendrá cada uno. No tiene ni idea. No lo puede saber. Lo que sabe es que vamos a jugar al mus o vamos a jugar al tute o vamos a jugar al juego que se invente él, al que él plantee. Eso es lo que constituye un buen artista. Y el buen arte es siempre ese juego de barajas. Puede haber cosas que nos parezcan un mal arte si alguien no se ha preocupado en explicarnos las reglas. Yo no sé jugar al mus. Vergüenza para mí por no saber jugar al mus. Si me acerco a una mesa donde hay gente jugando al mus, lo más normal es que no pille nada y digo esto es una tomadura de pelo. Estos tíos me están vendiendo... Claro, error. Debería aprender las reglas internas de ese juego. ¿Vale? Eso es fundamental. Lo ves en el bar cuando ves jugar al mus, y lo es en el museo si quieres ver arte contemporáneo cuya regla de juego, cuyas poéticas nadie te ha explicado. Por eso estudiamos entre otras cosas la historia del arte. Y entonces es ahí donde llegamos. La misión de una buena crítica, y ahí va de los multipolos, podría ser justamente mostrar, como hemos visto alguna vez en las clases sobre estratos, el choque de diferentes estratos. Como en una obra de arte aparecen elementos materiales, matéricos, inorgánicos, aparece tierra, aparecen elementos que puedan... que puedan ser de orden metálico, de orden mineral, yo qué sé. Elementos que nos llaman la atención en ese plano tremendamente material, pero que a su vez se cruzan con elementos orgánicos. Como pueda ser el ritmo, como puede ser la presencia de elementos más o menos animales. A su vez aparecen elementos psíquicos, recuerdos, manías, formas de emocionalidad, y a su vez aparecen distinciones conceptuales o culturales. Todos esos estratos metidos en una obra de arte interactúan, chocan, de alguna manera chirrían entre sí. La misión de un buen crítico podría ser, dice Hartmann en su estética en este caso, mostrarnos ese juego de estratos. Pero claro, también a la vez aparecen diferentes categorías, diferentes maneras de conocer aquello que tenemos delante. Y ahí se genera una tensión entre esas categorías. ¿Cuál es más pertinente para entender esta obra? ¿Aplicar criterios emocionales, criterios eruditos de la historia del arte o de las teorías estéticas o de lo que sea? ¿Cómo chocan? Y por supuesto entre valores. Cuando generamos esa multipolaridad que estábamos viendo acá, el multipolo del que hablaba Muñoz, este dibujito, pues efectivamente este es el juego que nos plantea el artista. Este es el modo de relación que está en la obra. Pero cada uno de nosotros y nosotros al acercarnos priorizaremos una polaridad social, una sobre otra, o estaremos de un lado o del otro de esta especie de juego de multipolos y eso de alguna manera, inevitablemente, condicionará nuestra experiencia de esa obra. ¿Verdad que sí? Digo ahí abajo que por eso me gusta Sostakovich porque me parece para los que tengáis aficiones musicales de este estilo que en las sinfonías de Sostakovich, por ejemplo, todo esto, yo lo veo hasta las entrañillas, es que sientes como hay cachos de música de cabaret que se mezclan con cachos de música de Tchaikovsky, que se mezclan con cosas súper raras que está trajinando el hombre y están todos esos ahí metidos en conflicto literalmente y es ese conflicto el que nos emociona estéticamente. A ver Hernández, que estás hoy incisivo, incisiva. El problema de los estratos es que siempre estamos en un mundo indeterminado, un juego de porcentajes en un mundo entero. Efectivamente. Pero ese no es el problema. El problema es de quien considera que el mundo es algo acabado, es algo estable. No lo es. El mundo es un maldito follón. El mundo es un conflicto, ya lo decía Heráclito. Es un fluir. Cuando asumes esto con naturalidad, cuando asumes que esta es la condición misma de la materia y de nuestros cuerpos y de la historia, entonces el problema no es que desaparezca, es que es la condición misma de estar vivo y te alegras de saberlo y de poder jugar con eso. Los estratos son como una especie de magma y van saliendo unas rocas, van saliendo otras. Y en una obra de arte lo que nos sorprende y nos llama a eso es que cuando menos nos lo esperamos nos salta al cuello un elemento con el que no habíamos contado y que tiene que ver con lo psíquico, tiene que ver con lo animal o que tiene que ver con la materialidad de la misma obra y eso no podemos preverlo. Si lo pudiéramos prever y organizar como quien organiza un desfile de moda infantil, pues no sería una obra de arte respetable. Sería una vagatela. Lo grandioso de las grandes obras de arte es precisamente que no es un juego de números enteros, no es una especie de combinatoria previsible. Por eso camaradas, con esto llegaríamos a algo que veíamos hablando de ética la semana pasada y aquí me demuestro a mí mismo que soy un gran socrático, un pequeño hombrecillo socrático. Solo hay arte malo en la medida en que hay arte tonto o arte simple que no logra precisamente, no logra el objetivo de configurar un modo de relación. Por definición, dice Hartmann, nadie puede querer algo que no es valioso. Si algo no vale, no lo podemos desear, no lo podemos querer. Esa es la gran cuestión. Lo que pasa es que hay muchas cosas que valen, claro, y esas cosas que valen a menudo o casi siempre son antitéticas. Por ejemplo, y ahí nos metemos en un terreno claramente ético, aunque no quería entrar en eso, si pongo la mesa a mis hijos, tengo dos solamente, pero si tuviera ocho hijos y les pongo un plato y hubiera uno de ellos que se comiera la comida de los demás a toda prisa, puede decir, hijo, eres malvado, no te comas la comida de los demás. Bueno, Sócrates diría que es malvado, ciertamente, pero ¿es malvado por qué? Porque es simple, porque no entiende que tiene que compartir la comida de la mesa con sus hermanos, y tiene que hacerlo por muchas razones, pero una gran razón sería el hecho, o sea, o una gran manera de analizar su modo de relación o su precaria conciencia moral sería el hecho de que se está orientando por un valor que es el de la subsistencia. La subsistencia es un gran valor, es algo que definitivamente es valioso, pero no es el único valor. Si solamente todos y cada uno de nosotros, si solamente nos orientáramos por el valor de la subsistencia, seríamos unos verdaderos monstruos. No es que la subsistencia sea mala, no es que queramos algo malo. Subsistir no es malo, ¿verdad que no? Lo que es malo es coger ese valor y separarlo de otros valores. Y ahí entramos en el tema del juego de tensiones, del conflicto. La subsistencia sólo es mala cuando la despolarizamos y la arrancamos del altruismo, por ejemplo. La tensión entre altruismo y subsistencia, entre persistencia de mi yo y mi entrega a los demás, es lo que hace preciosa la vida ética. Yo creo que eso deberíamos discutirlo mejor. Hannah Arendt, de hecho, es una grandísima socrática también en ética, así que no creo que... Y yo no entiendo que se pare tanto a la esfera privada de la esfera pública. Pero vamos, no vamos a entrar ahora en Hannah Arendt. Si quieres hacemos una clase sobre Hannah Arendt y hablamos de la condición humana. Reléelo y lo discutimos. Y si hace falta, hacemos una clase que yo insisto. ¿Vale? A lo que yo quería llevaros en este tramo final de la clase es a que entendáis que cuando alguien persigue un único valor, como por ejemplo la subsistencia o el mejorar la vida, por ejemplo alguien que quiere aspirar a una posición más abogada, pues no le convierte en malvado. Lo que le hace malo es que solamente persiga ese valor y ese valor esté... despolarizado, como decíamos antes, desgajado de otros valores que lo contrapesan y lo traman. ¿Verdad? Uno puede ser... estar muy interesado en su propio progreso laboral, pero a su vez tienes que ser un buen compañero, un compañero leal de los demás. Si no es cuando entramos en ese ámbito que los cristianos llaman maldad y que Sócrates llamaría simpleza. Porque efectivamente a la larga... A la larga... Tan a la larga que para Kant, el castigo del malvado solamente sucedía en la vida eterna. Pero bueno, yo creo que en una vida social organizada el castigo del simple, para empezar es su propia simpleza, su falta de inteligencia moral y de sensibilidad, pero definitivamente... se está perdiendo muchas cosas. Pero bueno, no vamos a meternos siempre en género estético. En lo estético podríamos asumir que sólo hay arte malo en la medida en que hay arte tonto, en la medida en que hay un arte que no ha sido capaz de componer un modo de relación donde todas esas tensiones estén vivas. El modelo electromagnético para mí es cada vez más importante. No puedes pensar en un polo norte fuerte sin un polo sur que lo contrapese. No hay nada fuera de esa correlación magnética, ¿verdad que no? Pues aquí pasaría lo mismo. Sólo que como decía antes Muñoz, con multipolos, con múltiples juegos de valores. ¿Vale? Pues yo lo dejaría ahí, como lo habéis visto. No sé si estabais ya en la sesión de la semana pasada y si es esto os ha aclarado algo o os lo he acabado de liar, pero ahora tenéis la ocasión de meterme caña. Ahora bien, mejor. Se trata, insisto en ello, de todo un cambio de paradigma. ¡Ojo! Todas las estéticas clásicas creen que han descubierto aquello que es la belleza y tienen su propia definición de la belleza. Y vamos a ver, aquello que estaríamos dispuestos a llamar belleza no es más que una manera de la vida, de las formas, de la vigencia de nuestra sensibilidad, de la potencia de nuestra sensibilidad que siempre adopta diferentes formas. Por eso nos rayamos y decimos joder, es imposible definir la belleza porque cada cual... Claro que es imposible definir la belleza en el sentido que es imposible también saber cuál va a ser el resultado final de la partida de Muñoz. Dependerá. Dependerá del juego. Pero eso no quiere decir que no podamos plantear cuáles son las reglas del Muñoz y las del Tute y las de la brisca. Y sabemos qué es ganar una partida, ya que sí, sea el juego que sea. Pues de eso va nuestro conocimiento, compañeros. Lo que pasa es que tenemos que tramarlo. Tenemos que ver cuáles son esos multipolos. Tenemos que acercarnos a las obras de arte no pensando en encontrar una única belleza o una belleza predeterminada que nos sirve quizá para otra. Es como si intentásemos ver quién ha ganado al Muñoz aplicando las reglas del ajedrez. Sería bastante estúpido, ¿vale? Entonces ahí es donde tenemos que afinar. Por eso mi planteamiento en estética, cuando hablo de estética modal, evidentemente le doy todo el peso a los modos de relación que es como quien dice las reglas del Muñoz o las del ajedrez o las del Tute. Ahí es donde nos la jugamos. En componernos, en articularnos y en saber bien cuáles son esas reglas. Ese es nuestro trabajo como expertos en sensibilidad. Aunque parece mentira, es lo que somos. De nuevo, Hernández, eso es jodido. Lo jodido de esto es que siempre estás jugando sin saber quién gana. Eso es jodido si piensas que el objeto del juego es ganar. Es llegar a un punto final estable. A lo mejor, a los que nos gusta jugar asumimos que el objeto del juego es jugar. Y entonces no es lo jodido, es lo maravilloso. Es maravilloso que podamos jugar una y otra y otra vez al ajedrez y que nunca nos aburra precisamente porque nos gusta jugar. Ahora bien, el cambio de paradigma viene justo ahí. Porque durante muchos siglos lo interesante era ganar. ¿Sabes? Llegar al final y decir ¡He ganado! Como mi santo padre que si perdía el parche se pillaba unos rebotes de la muerte. Bueno, bueno, papá, tienes que aprender a jugar jugando, a estar ahí. Ahí está la cosa. A ver, Muñoz, yo sabía que querías provocar. Ni las propuestas de Dios simples que hacen multimillonarios creadores. Pues efectivamente, simples son los que compran y no sé si son simples los que lo traman. Pero bueno, el mundo está lleno de engaños. Efectivamente. No, habría que ver. O sea, la habileza ética de quien compone una obra de arte solo para ser vendida, pues de nuevo nos permite poner en juego el análisis que acabamos de hacer. Evidentemente que una obra de arte guste a la gente que la va a recibir es un valor. Si yo compongo un poema voy a aspirar a que la gente que le guste a mis hijos o a mi mujer o a mi gente en general, porque digo yo que es humano querer que mi trabajo sea apreciado. Ahora, si solamente tomo en consideración ese valor, es decir, el hecho de que sea apreciado y en este caso no por mis hijos o mi mujer sino por el mercado, entonces hago arte malo, hago arte simple y hago arte vil. Efectivamente. ¿Hay que comer? Claro que sí. Pero de nuevo Hernández nos meteríamos en el mismo planteamiento que estábamos antes. Hay que comer pero no sólo hay que comer. Ahí el gran maestro es Hamlet cuando se pregunta si alguien lo único que hace es comer y dormir no es un hombre, es una bestia nada más. ¿Verdad? Ahí es donde lo tenemos. ¿Hay que comer? Sí, pero hay que pensar, hay que soñar, hay que colaborar con los demás, hay que cocinar. Imaginaos a alguien que suele pensar en comer y cuando se pone a cocinar fuera incapaz de aplazar el goce de comer una vez ha cocinado y se comiera todo crudo y a escondidas. Pues sería simple, sería una vida un tanto animal. ¿Hacer arte malo también puede ser arte? Pinilla, puede ser arte cuando tiene una voluntad de estilo por así decirlo. Ahí es muy interesante la distinción que hace Susan Sontag entre el kitsch y el camp. El kitsch es el arte malo de alguien que no quiere hacer arte malo que quiere hacer arte súper bonito y súper dulce y súper correcto y tan súper lo quiere hacer y tan desgajado lo hace y tan enfatizado es como si yo me quiero cantar bien y pongo la voz engolada lo, lo, lo, lo pues lo voy a hacer fatal y será kitsch. Ahora bien si alguien me quiere imitar a mí cantando mal y entonces ya está haciendo camp es decir está haciendo un kitsch deliberado está haciendo un kitsch buscado está convirtiendo la concreta forma de exceso del artista kitsch involuntario está convirtiendo esa concreta forma de exceso en una poética en un modo de relación y entonces lo juzgamos bajo otra regla entonces sí es arte ¿verdad? Es como si alguien corre por la habitación dando botes y tal igual y no sabemos qué hace esto no, no es un juego ahora si ese que corre o otro le pone unas reglas a ese juego o estipula unos tiempos o unos hitos o unos logros entonces sí es un juego esa diferencia entre el kitsch y el camp el kitsch es malo simplemente como os he explicado antes porque no logra componer una tensión de valores sino que coge un determinado valor la corrección la dulzura lo que sea y se queda solo con ese valor y lo sobredimensiona lo sobreenfatiza y acaba haciendo algo horroroso Jeff Koons definitivamente nos toma el pelo no, quiero decir que ahí es donde tenéis que poner en juego vuestras capacidades críticas o sea en la obra de Jeff Koons o en la de Damien Hirst o en la que sea hay un choque de estratos hay una tensión entre categorías hay diferentes valores diferentes polaridades axiológicas que se cruzan en una especie de multipolo o meramente es una operación de marketing pues si es una operación de marketing podemos apreciarla como tal pero entonces ya no entramos en el campo de lo estético porque lo estético recordad lo decíamos al principio de esta clase y hemos pasado muy rápido el buen arte es siempre un juego de fuerzas un conflicto más o menos abierto si no hay un juego de fuerzas si no hay conflicto entonces no es arte puede ser una buena documentación por ejemplo yo hago una descripción de una silla pues será una buena descripción de una silla y valdrá para un diccionario o para un manual de muebles pero no es arte porque no tiene ese juego de fuerzas esa tensión ese conflicto si yo hago una buena operación de marketing será una buena operación de marketing joder felicidades pero no puedo pedirle un estatuto artístico si no conlleva precisamente ese choque esas tensiones ese juego de conflictos y ese juego de conflictos específicamente formulado para que sea replicable para que sea generativo es lo que constituye un modo de relación eso es lo que nos lleva está aquí en letra pequeña era cuestionarnos si esto también vale para el buen sexo la buena política la buena cocina en fin sería el componente estético que de hecho está presente en todos estos elementos en el sexo la política la cocina evidentemente en el elemento estético pero que a lo mejor no tiene que ver con el replicado de formas más o menos aceptadas sino precisamente en el introducir en ellos ese juego de tensiones ese conflicto lo veis bueno pues son las 8 y 33 hemos pasado tres minutos esto no puede ser vamos a dejar aquí como decía antes marga esto hay que digerirlo está bien que lo vayamos pensando y por supuesto que no hemos evité seguir discutiendo porque como en el buen arte el buen pensamiento es siempre un juego de fuerzas un conflicto más o menos abierto vale así que nada a seguirle dando conflicto camaradas aquí os dejo