Voy a leer algunos poemas de los cuatro libros publicados en la colección El Bardo y que forman una tetralogía, ya que estos dos libros y los poemas que contienen, como afirmó Giuseppe Bellini al presentarlos en Milán el 23 de mayo, son un continuum. Antes, el día 12 de mayo, se habían presentado ya estos cuatro libros en el centro de la UNED de Barcelona, en un acto de presentación de los mismos que estuvo a cargo de Mercebo Xareu. A continuación leeré algunos poemas de cada uno de estos libros. De la poesía es un fondo de agua marina. La poesía inunda los pasillos, las aulas, las calles, las alcobas. La poesía es tan libre como un pájaro y no se resiste a dejar de ser misterio. La poesía nos puebla, nos inunda, nos penetra. Percenecemos a la poesía. La tierra es poesía. Pero está también la noche y el miedo, y las fauces del tiempo y el olvido. También la poesía es su signo. Se abandonó la poesía del hombre abdico, aún en el silencio en ella vivo. El amor es libre y es entero. El amor te ata y te exige su camino, pero en él la libertad fatal se cumple. La libertad del aire y de la vida. La libertad de ser como más finalmente. El amor es espera, es torquente, es silencio. El amor es labio apretado sobre el día y un mar muy lejano al fondo de los sueños. Sólo por amor me he perdido. Sólo en el amor me he anegado, me he oscurecido. Y fiera ha sido en él la vida, pero a la vez muy pura y de modo completo y único sentido. En el amor me he consumido, pero el amor es siempre la conciencia. La conciencia de cumplir con un destino. El tiempo, el día, el olvido, la memoria, el mundo, el roto vacío. El amor les da forma, nombre. Les da rostro. Sólo el amor les da sentido y siembra el alma. Por orden de aparición. Así estaría bien poner los poemas que estos días escribo. Seguidos y al hilo de como me salen. De la rueca de la poesía de su luz. La rueca antigua que de nuevo las palabras hila. Al empezar a desatarse ésta y los poemas secuantiosos, he comenzado también a numerarlos, para que ese orden de aparición no se pierda. Porque quizás sea una indicación, un signo. Quizás sí, estaría bien juntar las palabras en el orden en que han surgido, según la sucesión en que han brotado, agua oscura y clara. Así lo haré. Así los poemas van seguidos, se suceden en sus motivos y en sus ritmos. Se completan y persiguen en su música. De un poema nace otro. A veces son poemas por un mismo latido hermanados. Y el orden de aparición permitiría ver cuánto tienen de música que se entreteje y se anuda —he utilizado ya estos verbos, pero son precisos— y se entrelaza y vuelve en sus motivos. Al fondo de esta música está la poesía. La poesía es un fondo de agua marina. La poesía es también una bruta en la que sin señales ni linternas ni equipo yo me adentro. La poesía es marguera, fuente que emana, latido que puede seguirse tal y como va saliendo. Ya lo he dicho, pero quiero repetirlo. La poesía es un fondo de agua marina. En él me adentro, navego y crezco. Sobre sus pasos, besando el tiempo, y también, avanzo. Respira el mundo y se cifra la vida. En este fondo me sucedo, me hallo. Sí, la poesía es un fondo de agua marina. Llegará un día en que todos los nombres serán distintos y nada nos recuerde a donde vivimos. Nada dirá la infancia, ni el patio del colegio, ni el amor de los parques, ni las aventuras, ni los juegos, los hermanos. No quedará nada. Porque las cosas son sus nombres. La vida es siempre la forma en que se la nombra. En esa forma se la congrega y se recuerda. Pero llegará ese día en que todos los nombres serán otros y nuestro tiempo se habrá roto como un juguete viejo que en el desván acumula polvo y nuestra vida será nada más un pozo cegado, seco. La ligera mañana también empieza. También alienta. Está bajo las cosas. Aunque escondida. Aunque pequeña. Debajo de las cosas hay una mañana y tú tienes que encontrarla. Pero no es fácil. No siempre se encuentra. A veces una vida no basta para encontrar en ella una mañana. Una biblioteca tiene alma. Los libros siempre son vidas. O la vida en ellos impresa, repartida. La biblioteca la va haciendo uno mismo con los días y se queda luego dentro, como un calor o una compañía. También como un olvido sobre el que con el tiempo como en un cartón infantil nos recortamos. No importan los libros, las ediciones, las colecciones suntuosas, el criterio avaro y extraño del bibliófilo. Sólo importa la vida. Y es por ello que valen y los necesitamos. Los queremos. La vida tiene sus formas. Pero esta es una en que queda libre y apresada. Del tiempo libre, sin tiempo de recatada. Fuera del tiempo la vida ellos vuelve y en ellos prosigue. Como si el tiempo fuera un sueño e hiciera un momento que el hombre que los hizo acabara de escribirlos. Esa es su magia. Su misterio. Y por esto los queremos. Las manos que recortan el paso de las nubes y también lo configuran, compases que en el cielo dibujan. Las manos que son un racimo de uvas y las espinas de las rosas. Las manos que lo cogen de la parga y con el que se pinchan. Las manos que su perfume encierran. Las manos que abrazan, que acarician. Las manos de la guerra. Las manos que se alzan hacia la libertad y buscan el aire. Las manos de la guitarra y los sonidos. Las manos de la música. Las manos sobre un olvidado violín o un piano en la noche que apenas se oye y todo el mundo ha olvidado. Las manos de la azada y del arado. Las manos del campo. Las manos que son cuenco que recoge la lluvia y las manos antiguas que ponen sanguijuelas. Las manos de cubiertas con guantes de piel, guantes de lana y las manos de los gángsters que en la noche no quieren dejar huellas. Las manos que aman. Las manos que son música y tacto del amor. Las manos que en la noche se posan por enésima vez en el vaso de whisky o del rono de ginebra, en un bar perdido. Las manos que salgan. Las manos que curan. Las manos que cierran los ojos y cubren por última vez un cuerpo. Las manos que son amor y son mortaja. Las manos que son la forma de la vida, la música que la redondea y también la cava. Las manos del amor, de la muerte, de la música. Las manos que acarician como lluvia. Las manos que son agua sobre el tacto, piel de agua entre su aliento. Las manos de las que siguen una sombra sobre un muro y cifran así la vida. Las manos que se tienden hacia el alma. Las manos, fruto maduro, acorde preciso, también cuchillo. Las manos del que odia y del que ama. Las manos que se estrechan, que palmean la espalda o baten palmas y arrancan al aire los sones que escondía. Las manos que para pedir silencio posan un dedo sobre un labio y las manos que son calor, son compañía. Las manos que pintan y dibujan, que relajan ciudades, modelan lo que somos, pobre arcilla y esculpen como quien edifica sueños sobre el aire ya esos sueños e impulsos en el arte le dan cuerpo. Se asoma la luna por los tejados y en ella el hombre se asoma. También es viento que la transporta y a sí mismo lleva hasta el fin de la tierra. Donde la palabra termina o empieza y bate palmas en la sombra y con la luz se hermana. En una extraña música que al hombre cifra, que del hombre es patria. Como esa luz o esa sombra o como el aire. Aire por el espíritu trascendido y en la luz traspasado. Hombre que busca su fondo y su naturaleza y sus contornos en procesiones de poemas que en la verdad palpitan. En la verdad incomprensible y última de esta existencia absurda. De este tiempo herido y fiero que se graba como una cruz en las frentes y no nos deja. El hombre es siempre último, es siempre canto, es siempre abismo. Los poemas son el modo de bordear su precipicio. De los soles por las noches esparcidos escribo sobre este acantilado de tu recuerdo o sobre el último mar de mi nostalgia. Escribo hacia ti con la sombra a cuestas o escribo triste o escribo libre y sin dirección precisa pero hacia la vida y hacia ti y hacia la única vida que eres tú para mí. Una vida secreta y última, la más verdadera, la más honda, la más fresca. Escribo. Escribo de nuevo. Y no escribo igual, soy yo en eso. Me miento y no te alcanzo y nada logro sino sufrimiento y sueños. Escribo sobre la larguota de una gaviota y no estás tú. Escribo pero no escribo porque no te alcanzo, ya te lo digo. No te cumplo aquí en el papel y por eso sólo el silencio reina o existe de veras. Un silencio que te cubre y que me anega y sobre el que la vida se traspasa y en el que quizá podría decir que ya estoy muerto. Escribo y he escrito las pasadas líneas y acaso son un poema, o tienen de poema y recuerdan a cómo era mi escribir cuando escribía. Esto quizá es inevitable. Esto quizá también demuestra su inutilidad o su mentira o al menos su fragilidad tan íntima. No lo sé y me da igual saberlo. Rompo el silencio y aún así no se rompe, no estar roto. Estoy atado a mí mismo, a mi yo antiguo y a la vez soy otro. Hacia tu amor soy otro y lo inundo todo. El amor mueve la tierra y persigue el aire. El amor es plena fruta, un riquedondo sueño y sólo por amor puede volver el arte y hacerse hecho, ser presencia. Pero el amor y el arte se escapan tal agua entre los dedos. El arte ya no es nada, el amor inmunda y no se marcha pero no se alcanza. El silencio es un muro por el que no trepo o su izquierda que en él se agarra y queda allí atrapada, dormida. Silencio sobre la vida y sobre el mundo y nada que decir sobre él. Silencio sobre el silencio que cura todo, esta vida seca que en este anegarse se cumple y se marchiza, se queda en nada. Silencio, tiempo y nada. Sobre él el olvido me recubra y una soledad inmensa diga su nombre al final de mi vida. Detrás de todo, detrás de nada, sobre mi rostro último, sin papel ni calle. En el aire existe. La vida te sorprende siempre al final de un miedo o de un silencio. La vida no regresa pero también vuelve a su cauce. Es arroyo secreto y misterioso, lago subterráneo que de pronto aflora, isla que otra vez nace, luz perdida y que de nuevo restalla sobre el día. La vida, la poesía, el amor, el mar, la noche, la sombra, el frío, el dolor, la dicha. Nada sorprende más que el cercado sentido que oculta a veces estar vivo. Todos los caminos y todos los extravíos. Como madura la naranja, el limonero, como el campo se cumple en su destino. Así ha crecido mi amor, así ha germinado desde dentro y ha tenido su tiempo y su espera y sus días benignos y también sus lluvias. Las últimas siempre arquecian, las últimas lo han echado a perder. Es una lástima. Vida ya madura y derrochada, el amor malgastado hace girar el mundo. Sólo entiendo este motivo. Otra cosa, si cierta, sería horquible e injusta. La luz de la vida ha de tener algún destino. Un corazón entregado ha de ser tierra abierta a la semilla. Así lo siento y así en el poema lo concluyo. El poema exige un final limpio. Siempre la luz se esconde en algún sitio. Yo la busco. Palpita en lo oscuro. Tiene forma de anillo o de árbol partido que cruza el camino. Es un rayo, un grito. Aún negra ha de estar de algún secreto modo en las palabras. Negra o secreta o dormida ha de estar acaso como música. Yo la busco o más exactamente me la encuentro. Desde ella también canto. En ella también navego. También ella tiene lugar en mis poemas. Adivinadla tras ellos, cifrada y secreta. Los soles por las noches esparcidos. Las lluvias impensadas. Los compases que marca el alma y en los que la vida se encuadra y se descansa. También asalta. Con fino pulso lo registro. Escribo un cuaderno a su dictado en el que me digo a mí mismo y ausculto al mundo. Tomo el pulso a esa noche con soles esparcidos. A las lluvias impensadas. Y el alma es puerta que se abre, también puerta acercada. Llave que a nadie jamás confía. Sólo acaso una música que en el arte la busca. La puerta se abre a mi paso y adentro llego. No sé deciros nada más acerca de ella. Veo el perchero del aula y no sé por qué lo recuerdo que un profesor de la infancia colgó allí a un compañero. Era un profesor de la vieja escuela, autoritario y algo bestia, claro. Y el niño quedó un rato allí colgado. Veo el perchero y lo recuerdo y de pronto siento que la infancia es también triste, que está llena de miedos y tristezas, de temblores, timideces y susurros. Y quizá es así porque hasta en la inocencia santa y la vida que por primera vez alienta quiere la tierra dejar su oscura huella. También hay en el alma oscuridad como en la infancia. Hay viento triste y oquedades y muros largos en los que nuestro nombre no se acaba. No llegamos, quiero decir, a decirlo nunca completo mientras al pie de ese muro recorremos y sentimos que hay una noche que nos cerca y dentro del pozo nos caemos. No hay aire para respirar de verdad puro en esta tierra para el hombre. No otra cosa quería decir este poema y he de dejarlo aquí en el último abandonado compás de su aire triste y en su aire consumido. De hasta el final camina el canto La noche se aleja y es verano No me digas adiós Dame la mano La berenjena estalla La tierra duerme y de pronto en el paladar toma su verdadera esencia La berenjena El calabacín La calabaza Los tomates, las patatas No es una lección de cocina de poema sino sólo un canto a la naturaleza a sus elementos y las fuerzas que en ellos se congregan El sol y el aceite son hermanos y en el Mediterráneo quiero tenderme en una parga en el verano en Sicilia o en Mallorca en Ampurias y sentir cómo canta un Grecia entre las venas Los dioses se olvidaron pero dejaron todavía algunos sitios privilegiados El paladar estalla el tomate pleno Aceite y sol que los cabellos dore sobre la virisa que en el alma el mar esparce Continúe la vida en su temblor en su misterio Y sobre algún poema alguna vez como un fruto o una semilla yo la engarce En las soledades me despido y soy olvido Allí vivo También en el poema habito Soy arco y flecha de palabras que en él tenso y con los que hacia la noche me disparo Los poemas son un camino y son un pozo Todo es hondo Me encamino hacia una luz que hay en el fondo Los niños van desnudos como los recuerdos perdidos Es verano y de pronto el tiempo se ha ido Para la esperanza en él ya no hay sitio y descalza Otra niña desnuda sobre una playa en que rompe el mar de la nada Así la vida pasa Anda Sin olor de mañana El tiempo del poema no lo mide un reloj sino un desierto de arena El viento maldice sobre ella los recuerdos Y adentro te sueño o te invento Y soy tic tac que cuenta los latidos de una noche antigua El corazón en ella escondido El tiempo del poema no es ya tiempo Es cielo y fuego Pájaro, beso Desierto Abrazo con el que en las palabras te aprieto Y vivo Y miento Y aliento Todo suceso en el poema es verdadero Metiendo a la sombra de la tarde o del alma Y con el mar al fondo de la mirada enhebro las palabras Quiero vivir y amar Aun la vida y el amor que me han quedado por tantas heridas penetrados Quiero esta tarde y largama en que el sol se inclina También acaso de palabras como el mar o como el alma Horizonte y agua al final del corazón además de la mirada La poesía es esta agua que nos salva De sobre el cielo imposible El agua se desliza por la nada El agua fértil que recorre la tierra de las palabras Agua oscura Agua fresca Agua brava En su música atientas anda la sombra Y a través de los poemas avanza En sus sombras se anuda y es agua que corre y alimenta la tierra y a veces la nega La inunda con esas sombras y una noche fiera y sin fronteras El agua es oscura y fresca y a veces está helada Como helado resulta el sentido del poema El cifrado enigma en cuyo corazón está vivo El viento que no sabe del estío Vuelo interrumpido Oxidado olvido y amor que ha hundido el mundo El agua de las palabras puede esconderla el olvido y quebrar el amor con que se funda ese mundo El amor del agua del río del frío que canta en las manos del campesino El poema arrastra las palabras como el agua y pule los versos cual guijardos Ese río que adentro camina es muy sombría En ella se cumple mi destino En esta agua soy el canto arrodado sobre el que digo que estoy vivo Tem, espera Aún me queda soledad y alma alerta para ir por los caminos Aún soy poeta y en mi verso el vivir respira y tiembla El silencio prometo si es preciso Años de silencio y también de olvido Prometo entregarme hasta el final a mi mismo llegar hasta mi extremo y darme por entero del todo seria entrega En el arte prometo empeñar la vida y que de ésta sea el motivo Me doy a mi mismo en sus caminos Quizá alguien me parta como pan y alimente con él su espíritu No lo sé El arte es inseguro Pero también un modo de estar vivo Tiemblo y lo digo En el viento conozco que no puedo ser perjuro Cayo y aún en el silencio digo el mundo También se habla con olvido Y yo canto, amo, labro escribo Hasta el fin me digo El misterio del tiempo y del vivir son siempre motivos Y Dios que se pierde como mendigo en los caminos Así en el arte canto Vivo No sé si para la soledad lo digo O para el viento y el mendigo que también yo soy o con los que me encuentro en el camino Digo y digo adiós En el arte vivo y me despido Fuego, precipicio Y esta frágil madera de los sueños descendidos donde los versos grabo y muerdo o quizás simplemente los escribo Y me voy también yo como un mendigo por seguir a Dios o el más indescifrable de mis ritmos Adentro tiembla oscuro y como puedo lo transcribo Como un derramado amor por el futuro el enigma por venir del tiempo herido Canto, amo, me digo Fuego, precipicio Así escribo y me despido Aparece a veces la vida con sosiego Tenemos una ventana limpia desde la que mirarla ¿O acaso somos nosotros esa ventana? Hay mar y hay pinos o nieve que ya cubre los caminos y un sol primero que esa vida ya despierta y acaricia Somos ventana abierta al aire claro y la luz que la traspasa Pero otras veces todo es pozo de honda noche Una densa negrura que apretamos entre los dientes Daga, sombra y del dolor las otras formas que angustia y descurar le vuelven el vivir Los días, los pasos de los días Cada instante y todo el tiempo en el que el corazón sigue sus latidos Es terrible a veces estar vivo Y así alentamos Así vivimos Respiramos aire o sombra La claridad o la noche oscura Fiera terrible La vida pasa Pasa No hagáis caso de una cosa ni de otra La vida pasa y luego acaba en nada Hay engaño en la mañana y una ardientiza de luz se abrirá después No lo dudéis En esa fiera de la noche oscura Nada vale nada Todo pasa Pero mientras tanto en el arte vivir late Y en esos latidos la vida se desangra Tengo un lirio o soy un lirio Ya que en la libertad del aire Con pureza si lo siento Y se corrompe Porque el lirio se corrompe como la hierba mala Como tan bello y hondo Cantó Cernuda Para luego acordarse del poeta Y dejar como sobre mármol grabado su retrato En aquel precioso poema Dedicado a Keats Que yo transcribí de mi puño y ley En la primera página de la edición mexicana De su poesía Y que le regalé a mi hermano hace tantos años Una de las veces que fui a su casa A Madrid A la buhardilla de la plaza mayor Donde vivía Al poco de sacarse la oposición Pero el amor por Cernuda me despista Y ensancha mi discurso Yo estaba con el lirio El lirio blanco y limpio O preciosamente morado Y en su belleza esplendente O el lirio de agua De los viejos veranos Y decía y pienso Que el alma es este lirio El espíritu libre de servidumbres Y falsías La conciencia blanca como una mañana Que empieza y ya no tiene mancha El lirio sigue blanco Sigue firme Ahora pienso Pero la vida en que vivir debe Si se corrompe Y para él de pronto todo es cerco Y es peligro Es la presa sobre la que la noche Y el dolor se ciernen La pieza que la maldad o el pesar Pero aunque sea un milagro Aunque no pueda en pura lógica esperarse Quiero y voto porque este lirio Como tal lirio permanezca Intocado, libre, puro Y que pueda pervivir Aún en el desierto Y las agresiones feroces de la vida El lirio ha de ser mañana Y esperanza El hombre ha de ser lirio Si no vivir no tiene sentido Es el mundo un desatino Así en verdad Es y al decirlo me corrijo Pero aún en ese absurdo Ese sin sentido Ese desatino Hemos de ser viento Y el lirio que como espíritu En él esplende La blancura que nace de la tierra Ha de lograr pervivir sin mancha Ten cuidado con el perro O con el miedo O con el viento Debería haber más lecheros Así ya fabricados Porque hay que tener cuidado con muchos perros Fuerzas o elementos El hombre es junco que se quiebra Aunque piense Se quiebra El mundo lo pisa Lo borra Y no sirven los lecheros Aunque hubiera muchos Así que el principio de este poema Era un absurdo El hombre perece, perece siempre Acaba en nada su aventura A pesar de los cuidados Los avisos Pero el hombre es maravilloso En su temblor En su frío En su extravío En la frágil materia de los sueños Con que está hecho En el amor que lo alienta En el amor que espera Tenía razón pascal Y de aún más amplio modo Porque el hombre es junco maravilloso Aunque lo hallase el mundo Lo llegue el tiempo O acabe en nada Y sea sólo olvido Viento y olvido Sobre ese junco