Un saludo para los alumnos de la asignatura de Historia América Moderna correspondiente al grado de Geografía e Historia. Mi nombre es Marta García Garralón y soy la profesora tutora que trabaja dentro de esta asignatura el periodo correspondiente al reformismo, es decir, al siglo XVIII. A continuación vais a asistir al videotutorial perteneciente al quinto apartado del bloque temático V sobre el reformismo. Este apartado V trata sobre la reconquista de la carrera de indias en el siglo XVIII. Antes de comenzar con el primer epígrafe, llamo la atención sobre la importancia de la lectura y estudio de los documentos albergados en los apartados pertenecientes a la asignatura virtual denominados recursos de apoyo al estudio, comprensivos de artículos académicos, de presentaciones, de entrevistas radiofónicas y que, como ya digo, están en la página virtual de la asignatura. Además, existe la posibilidad de complementar esa lectura con la de otros, con la de los manuales que se contienen también en la página de la asignatura. La bibliografía de consulta recomendada para este apartado son los documentos que se encuentran en la página de la asignatura. El apartado V sobre la reconquista de la carrera de indias está especificada en el documento denominado temario y en el mismo podréis encontrar hasta seis monografías que profundizan en las cuestiones relacionadas con la carrera de indias en el siglo XVIII. Cabe añadir una obviedad y es que este apartado es la continuación cronológica del apartado VI del bloque temático III sobre colonización dedicado a la carrera de indias y que aparece en el citado temario. Las ideas que voy a desarrollar en este videotutorial expresan las cuestiones principales que atañen a la reconquista de la carrera de indias, ideas que van a poder ser complementadas con la consulta y estudio del resto del material bibliográfico indicado. Los contenidos de esta sección se desglosan en los siguientes puntos. El primero, el impacto del tratado de Utrecht, el traslado de la cabecera a Cádiz, las compañías privilegiadas, el sistema de registros sueltos, el libre comercio de Barlovento y sus ampliaciones y, por último, el decreto de libre comercio de 1778. Y vamos a comenzar con el impacto del tratado de Utrecht. Este tratado firmado en los años 1713 y 1714 va a dar lugar a un nuevo escenario europeo. Podríamos decir que la paz de Utrecht es al siglo XVIII lo que fue la paz de Vesfalia para el siglo XVII, ambas por abrirse a un nuevo orden internacional que se va a consolidar en los siguientes años. Para ser más específicos, la genéricamente denominada paz de Utrecht, que comprende el tratado de Utrecht de 1713 y el tratado de Rastaf de 1714, pone fin al conflicto internacional de Utrecht. El tratado de Utrecht de 1713 y el tratado de Rastaf de 1714 de la guerra de sucesión española, en la que se dirimió el acceso al trono español de dos candidatos. Por un lado, Felipe V de Borbón, duque de Anjou, y por otro, el de un segundo pretendiente a la corona, el archiduque Carlos de Austria, perteneciente al linaje austracista. La victoria del candidato francés va a traer la paz a los territorios europeos, pero con graves contrapartidas para la monarquía española, que va a sufrir una merma territorial muy considerable como vamos a ver a continuación. En primer lugar, Utrecht significa la pérdida de importantísimos territorios europeos de la monarquía hispana. Milán, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, junto con los Países Bajos Meridionales. Además, España va a tener que ceder a Inglaterra la estratégica isla de Menorca en el escenario mediterráneo. La isla permanecerá en manos inglesas hasta 1782, tras ser invadida una segunda vez por Inglaterra en el año 1798, durante las guerras contra la Francia de la Revolución Francesa, y revertirá a España ya de forma definitiva en 1802 tras el Tratado de Amiens. En tercer lugar, un territorio minúsculo pero también de importancia estratégica enorme es el de la península de Gibraltar, que pasa después de Utrecht al poder de los ingleses, y que todavía hoy pertenece a la corona británica. En cuarto lugar, el territorio de Utrecht va a ser invadido una segunda vez por Inglaterra, y en tercer lugar, además de las pérdidas citadas, España se va a ver obligada a conceder una serie de privilegios comerciales en América como son. Por un lado, el denominado asiento de negros o monopolio para la introducción de esclavos en favor de la compañía británica de la South Sea Company. Esto quiere decir que, a partir de entonces, la compañía británica contó con la exclusiva para la introducción de esclavos africanos en las pérdidas territoriales de los ingleses. Además, una segunda concesión consistió en la autorización por parte de la monarquía española de un navío de permiso anual en favor de los ingleses. El navío de permiso consistía en el envío de un barco cargado con 500 toneladas de mercancías a los puertos americanos considerados como cabeceras de las flotas, es decir, a Veracruz, a Portobelo y a Cartagena de Indias. En quinto lugar, los ingleses se vieron beneficiados con el acceso a nuevos territorios ultramarinos. Francia cede a Inglaterra Acadia, ahora llamada New Scotland, y también el territorio de Terranova, ahora llamado Newfoundland, que provocó de facto la expulsión de los pescadores españoles de los bancos de pesca del bacalao, si bien en el tratado existía una gran ambigüedad al respecto. En realidad, la licencia incluía a Francia y a España en la utilización de estos caladeros, pero España fue expulsada por la vía de los hechos consumados pese a las protestas diplomáticas que se llevaron al efecto a lo largo de todo el siglo. Un tratado con consecuencias tan lesivas para los intereses españoles como fue el Tratado de Inglaterra Acadia, el Tratado de Utrecht, provocó una voluntad persistente de revisión de sus cláusulas y llevó al ejercicio de una política territorial de carácter reivindicatorio que tuvo sus efectos materiales desde bien pronto. España intentará recuperar sus posesiones italianas, lo que se ha venido a llamar la política del irredentismo mediterráneo, por ejemplo intentando recuperar Sicilia y Cerdeña, pero con resultados negativos, o Gibraltar, también a través de varios asedios militares, lo que no logró culminar con éxito. Pero en su lucha contra las consecuencias comerciales de Utrecht, la monarquía fue más exitosa denunciando el asiento de negros y el navío de permiso que acabaron por desaparecer a mediados de siglo. En grandes líneas las consecuencias de la paz de Utrecht a nivel general supusieron, por un lado, la consolidación de una nueva frontera en la Europa occidental que en general permanecerá estable, salvo en lo que se refiere al escenario italiano. Como hemos dicho, la monarquía española intentará recuperar sus antiguas posesiones italianas perdidas. La solución vendrá en el año 1748 a través de la paz de Aquisgrán con la instauración en los reinos de Nápoles y Sicilia y en los ducados de Parma, Piacenza y Guastalla de dos dinastías borbónicas, asociadas, respectivamente, en los infantes Carlos y Felipe, hijos de Felipe V e Isabel de Farnesio. Además, las consecuencias de la paz de Utrecht se manifiestan en la pérdida definitiva de peso de España en Europa. Por otra parte, se va a producir un retroceso en las pretensiones hegemónicas y expansivas de nuestra vecina Francia y, asimismo, una preponderancia de Inglaterra como gran parte de la frontera. Por otro lado, se va a producir un retroceso en las pretensiones hegemónicas y expansivas de la frontera. Por último, en Alemania se va a consolidar la rivalidad entre Austria y Prusia, así como el ascenso en Italia del ducado de Saboya. Pero, ¿cómo afecta este nuevo orden internacional a la carrera de Indias? Tras la guerra de sucesión y del tratado de Utrecht, las líneas de la política ultramarina española en el siglo XVIII se van a centrar en el reforzamiento de la defensa militar, también se van a centrar en la introducción de nuevas novedades administrativas, en la expansión territorial en América y en el Pacífico utilizando la base de Manila y también finalmente en la reorganización de la carrera de Indias. Ya desde el reinado del primer volvón de Felipe V se van a poner las bases para la consolidación de lo que se ha venido en llamar el reformismo ilustrado. Para poder ahondar en las causas del traslado de la cabecera de las flotas de Sevilla a Cádiz es preciso que se ponga en marcha la reforma de la frontera de la Fuerza Aérea. La carrera de Indias representa el sistema comercial que regulaba los intercambios entre la metrópoli y sus colonias. España enviaba una serie de productos para los colonos instalados en el otro lado del Atlántico y recibía de vuelta remesas de metales preciosos junto a otros géneros extraídos de la explotación de los territorios conquistados. Recordamos que la articulación de la carrera de Indias se produjo en el siglo XVI con la creación de dos instituciones. Por un lado, la Casa de la Contratación, en 1503, una institución técnica y administrativa encargada de la ordenación del tráfico. Y por otro, la creación del Consejo de Indias en el año 1511 como órgano decisor más importante de la administración indiana, el cual disfrutaba de competencias judiciales, competencias legislativas y competencias ejecutivas. Por otro lado, en el ámbito privado operó el Consulado o también denominado Universidad de Cargadores, que se trataba de un cuerpo que ejercía como órgano representativo de los mercaderes dedicado a los intercambios coloniales. Un punto más fundamental para el funcionamiento del sistema de la carrera, de la carrera de Indias, fue la designación del puerto de Sevilla como puerto de salida y llegada de las flotas americanas. En Sevilla tenían su sede la Casa de la Contratación y el Consulado de Cargadores, y en esta ciudad además floreció un rico comercio por eso, gracias al cual Sevilla recibió el calificativo de Puerto y Puerta de Indias. Los intercambios mercantiles se ejercían por medio de los miembros del Consulado de Sevilla, que debían ser españoles o bien podían ser españoles. que debían ser extranjeros pero naturalizados, siempre católicos y originarios de países amigos. Los comerciantes extranjeros obtenían su carta de naturaleza cuando se avecindaban o mantenían estancias continuadas en España o bien cuando contraían matrimonio con españolas. También podían comerciar los llamados genízaros, es decir, aquellos hijos de extranjeros nacidos en España. Por tanto, en resumen, la carrera de Indias supuso por un lado la reserva, del monopolio del comercio con las Indias a los súbditos españoles, concretamente en virtud de las mulas alejandrinas del año 1593 y mediante el Tratado de Tordesillas de 1594, que declaraban los derechos de la monarquía hispánica a la explotación del nuevo mundo. En segundo lugar, se produce la constitución de un organismo de control, la Casa de la Contratación, para la regulación del tráfico indiano y de otro para la Asociación de Comerciantes, el Consulado de Comercio. Finalmente, la designación de Puerto Único como única cabecera para la salida y la llegada de las flotas. Recordemos también que el tráfico marítimo comercial estaba articulado en dos convoyes que zarpaban desde Sevilla y que se dirigían, uno, al puerto mexicano de Veracruz, llamado La Flota, después de recalar en Santo Domingo y La Habana, y el otro, denominado Los Galeones, que se dirigía al área de tierra fiel, recalando en los puertos de nombre de Dios, que más tarde se denominó Porto Velo, con un ramal a Cartagena de Indias y otros puertos cercanos del litoral caribeño. Además de las flotas y los galeones, es decir, de los convoyes, existió una navegación denominada Navíos de Aviso. Estos navíos estaban destinados a llevar noticias, a llevar correo oficial, a dar documentación mercantil y a anunciar la llegada y salida de los convoyes. Estas embarcaciones navegaban separadamente de los convoyes. Y, por último, existía un tercer tipo de navegación. El sistema de comunicaciones marítimas imperial también contaba con la línea regular del Galeón de Manila, que partía desde Acapulco hasta llegar a las Islas Filipinas, en donde se intercambiaba la plata americana contra las sederías y otros productos asiáticos. A lo largo del siglo XVII se van a producir toda una serie de cuestiones que afectan al transporte comercial, a la construcción naval y al negocio de los fletes, que van determinando cambios en la estructura de las flotas de la Carrera de Indias. Esos cambios consisten, por ejemplo, en el arrinconamiento progresivo de los pequeños armadores y dueños de naos de la Carrera de Indias en favor de los grandes propietarios. A finales del siglo XVII, el comercio de la Carrera de Indias muestra una preocupante decadencia. Las remesas de metales preciosos menguan, los efectivos navales son insuficientes, las flotas ya no salen de forma anual y aumenta la presión fiscal y el contrabando. La Casa de la Contratación ha perdido parte de sus funciones de control y el monopolio sevillano no es operativo. Ya de facto, a finales del siglo XVII se ha producido el traslado de la cabecera de las flotas desde Sevilla a Cádiz. Los navíos son cada vez más grandes y su aumento de tonelaje es la causa de las dificultades operativas en la navegación por el río Guadalquivir hasta llegar al puerto del Arenal en Sevilla. En algunos pasajes de este río Guadalquivir no existe suficiente profundidad y la barra del río ocasiona muchos problemas. Por tanto, los naufragios son frecuentes. Por otro lado, durante los años de la Guerra de Sucesión Española, la corona, debido a su debilidad, se va a ver obligada a confiar el envío de sus remesas de metales preciosos a los barcos franceses. El comercio queda así pues más que nunca en manos de fabricantes y mercaderes extranjeros. Francia, que apoya la causa borbónica, va a disfrutar de los beneficios obtenidos por el asiento de negros ejercitado por la Compagnie de Vigny y además va a aprovechar este privilegio para introducir a los comerciantes franceses en el Pacífico español, concretamente en las áreas del Virreinato del Perú, en las que los armadores galos y los comerciantes de Saint-Malo, también llamados Capokniers, ejercitarán el comercio y generarán grandes beneficios. Pero esta situación va a cambiar radicalmente, como hemos visto con la firma del Tratado de Utrecht, por la que a partir de 1713 y 1714, serán los ingleses y la South Sea Company los que pasen a disfrutar de este privilegio en exclusiva de la introducción de mano de obra esclava en la América hispana. El otro importante privilegio que ya hemos mencionado con anterioridad lo disfrutarán también los ingleses con el llamado navío de permiso, que les permitirá introducir 500 toneladas anuales de mercancías en las ferias de Veracruz y de Portobelo. Para más información sobre estas cuestiones, podéis consultar el artículo de Marina Alfonso Mola sobre el tráfico marítimo y el comercio de indias en el siglo XVIII, que está colgado en la página de la asignatura. En este complejo contexto en el que el comercio indiano muestra una decadencia, se determina un cambio de timón por parte de las autoridades y que se va a encaminar hacia una política revisionista en el siglo XVIII de aspectos muy importantes que afectan a la carrera de indias y que se resumen en los siguientes puntos. Por un lado, en el traslado de la cabecera de las flotas de Sevilla a Cádiz, en la introducción de mejoras administrativas, en la denuncia de las cláusulas del Tratado de Utrecht, en la creación de compañías privilegiadas de comercio, en la abolición del sistema de flotas y galeones en favor de la navegación mediante registros sueltos y finalmente en la instauración del libre comercio en la segunda mitad del siglo XVIII. En 1717 se ordena el traslado oficial del puerto único de salida y llegada de las flotas indianas desde la ciudad de Sevilla a la ciudad de Cádiz. A esta decisión va a acompañar también el traslado de la Casa de Administración a Cádiz. Esta decisión, como ya hemos dicho antes, no hacía más que confirmar unos hechos consumados que reconocían que ya la mayoría del cuerpo de comerciantes estaba operando en Cádiz desde hacía décadas. El puerto gaditano ofrecía una amplia bahía en la que los barcos de gran calado no tenían ningún problema para fondear. Al efecto, el puerto se reforzó con toda una serie de fortalezas, de murallas y estructuras complementadas con una serie de vigías costeras que aseguraron la defensa del puerto. Junto al traslado de Sevilla a Cádiz, a partir de 1717, la presidencia de la Casa de la Contratación va a quedar unida a la titularidad de otro órgano fundamental en la carrera india, que es la Intendencia General de la Marina. Ambos empleos, que son muy complementarios, operarán unidos entre los años 1717 y 1754, lo cual va a permitir una gestión más eficaz en los asuntos del tráfico indiano. Un segundo conjunto de reformas vino de la mano de la introducción de mejoras de carácter administrativo, siguiendo los principios inspiradores del mercantilismo. Al efecto, en 1720 se publica el proyecto de flotas y galeones cuya finalidad persigue la revitalización de la carrera de indias. El proyecto ratifica en líneas generales el original proyecto de flotas y galeones de nada más y nada menos que el año 1564. Pero introduce mejoras como son una más eficaz reglamentación de las expediciones, por ejemplo, que afectó a la organización de las flotas, a los navíos, a los cargamentos, a las fechas para la navegación o a las habilitaciones para el comercio y a la lucha contra el fraude. Las reformas fueron beneficiosas y consiguieron una mayor rapidez en la tramitación de los registros. También consiguieron una simplificación contable y una mayor prevención del fraude. Sobre todo, para impedir esto último, el proyecto estableció un nuevo sistema arancelario por el que determinados impuestos sobre los frutos fueron rebajados e se introdujeron nuevos gravámenes sobre las manufacturas. A pesar de que estas reformas fiscales perseguían incentivar el tráfico indiano, no fueron todo lo efectivas que se deseó, porque en primer lugar eran insuficientes y además durante esos años también se aprobaron nuevos derechos sobre el tráfico en una demostración de la necesidad de incrementar los ingresos por parte de la hacienda pública. Todas estas mejoras fueron acompañadas de una campaña en varios frentes, sobre todo diplomática y política, con el objetivo de poner en fin un fin a las concesiones que la monarquía hispana se había visto obligada a hacer después de la guerra de sucesión. Los franceses fueron finalmente expulsados del Mar del Sur durante el periodo del virreinato del marqués de Castelfuerte. A partir del año 1724, se van restringiendo los privilegios de los navíos franceses que habían estado operando bajo la actitud condescendiente del antecesor, el virrey marqués de Casteldorríus. Hacia 1730, la ruta de los Cap-Augniers es clausurada. El otro frente de batalla estaba en la denuncia de las cláusulas del Tratado d'Utrecht favorables a los comerciantes ingleses. El navío de permiso inglés hizo mucho daño a los intereses españoles y los ensayos por restringir este privilegio terminaron por conducir a un conflicto bélico entre España e Inglaterra. La larga guerra del asiento entre los años 1739 y 1740 y 1848 concluyó con la paz de Aquiles Gran, que permitió finalmente al gobierno español la liquidación del navío de permiso sancionada con el Tratado Comercial de Madrid de 1750. Los derechos de la South Sea Company quedaron liquidados mediante el pago de 100.000 libras esterlinas. Siguiendo los principios inspiradores de un mercantilismo en pleno vigor, se van a aplicar medidas para la promoción del tráfico ultramarino a través del control del tráfico por funcionarios de la corona, pero también a través de la participación de agentes españoles en el comercio de exportación. Agentes representados en los cargadores, en los cosecheros y en los fabricantes. Pero la medida en la que la corona puso un gran esfuerzo fue en la creación de las compañías privilegiadas de comercio a las que se otorgó el privilegio del tráfico exclusivo con determinados territorios ultramarinos. Con este mecanismo se conseguía incorporar a agentes españoles a estas sociedades privilegiadas de comercio y además se potenciaban áreas deprimidas de los territorios americanos que habían quedado relegadas a un segundo plano en los grandes circuitos en los que operaban las flotas. Las compañías españolas no eran una novedad en este escenario europeo. De hecho, habían sido Holanda e Inglaterra los países pioneros en la creación de este tipo de compañías que operaban con carta de privilegio de exclusividad, pero con capital privado. Estamos hablando, por ejemplo, de las compañías de las Indias Orientales, la EIC, la Compañía Británica de las Indias Orientales, es decir, la East India Company o la FOC, la Compañía neerlandesa de las Indias Orientales, es decir, la Paraiknik de Oostindische Company, que actuaron como grandes empresas colonizadoras en áreas como la India e Indonesia. Por otra parte, en Francia también destacaron, por ejemplo, la ya mencionada Compañía de Guinea o la Compañía de Guyane, más tarde reconvertida en la Compañía du Sénégal. Otros países como Portugal, Suecia, Dinamarca o el mismo imperio con la Compañía de Ostende tuvieron también sus respectivas compañías de comercio. Para el caso español destacaron en primer lugar la Compañía guipuzkoana de Caracas, creada en el año 1720, que reforzó los lazos comerciales entre San Sebastián y Venezuela, gracias al privilegio obtenido para comerciar hierro de los territorios vascongados contra el cacao venezolano. La Compañía guipuzkoana cumplió un importante cometido en el área venezolana, como fue el de mantener a raya el contrabando ejercido tanto por holandeses desde las islas de Aruba y Curaçao, como por los ingleses desde la isla de Jamaica. La compañía operó durante décadas hasta que la instauración del libre comercio dificultó y prácticamente dejó sin posibilidades la obtención de beneficios. La Compañía guipuzkoana terminó fusionándose en 1785 con la Compañía de Filipinas. En segundo lugar destaca la Real Compañía de La Habana, nacida en el año 1730 y especializada en la compra y envío de tabaco y azúcar desde la isla de Cuba a España, aunque amplió sus negocios con la introducción de esclavos. Y con la exportación de tabaco a las colonias británicas. La compañía presentó importantes irregularidades en la gestión y manipulación de balances, junto a la práctica irregular de una doble contabilidad. La Compañía de La Habana fabricó navíos para la corona en el arsenal de La Habana, un negocio que no le reportó de beneficios. Pero a pesar de ello, y sorprendentemente, la Compañía de La Habana sobrevivió a la instauración del libre comercio gracias a la autorización para la introducción legal de esclavos y gracias a la adquisición de ingenios azucareros que le abrieron el comercio con productos de su propiedad. En tercer lugar destaca la Real Compañía de Barcelona, que inició sus actividades en el año 1756 como consecuencia de la progresiva incorporación de Cataluña a la carrera de Indias desde la década de los años 40. Esta compañía enfocó su actividad en las islas de Santo Domingo, Puerto Rico y Margarita, y sus actividades englobaban una factoría en Santo Domingo, el envío de añil a Honduras y sobre todo la exportación de cacao de Cumaná. Al igual que ocurrió con la Compañía Guipuzcoana de Caracas, las medidas legislativas aperturistas de instauración del libre comercio a partir de 1765 llevaron a la decodencia de la Compañía de Barcelona. Las compañías como la Real Compañía de Granada y la Real Compañía de Comercio y Fábricas de San Fernando de Sevilla operaron en América. Pero un caso especial fue el de la Real Compañía de Filipinas, que se creó para fomentar el tráfico directo entre la metrópoli y las islas filipinas. Pronto las compañías privilegiadas se vuelven obsoletas en un mercado en el que cada vez resonaban más voces que demandaban la libertad de comercio como forma principal para el progreso del tráfico colonial. Van a hacer una literatura de la mano de proyectistas e intelectuales en la que se demanda la abolición del sistema tradicional de flotas y galeones como causa del enquistamiento de la marina de mercante, como causa del exceso de poder del consulado que protege a poderosos comerciantes o del aumento del comercio ilícito. Para estos intelectuales, que denunciaban que las flotas no salían regularmente y que no existía una poderosa construcción naval nacional que impidiera el dominio de los extranjeros y que en medio del desorden se hacían necesarias nuevas reformas, no existía otra posibilidad que adelantarse y abrirse camino con una nueva serie de medidas legislativas. El sistema de navegación de registros sueltos, es decir, mediante embarcaciones que navegaban de forma independiente sin detenerse a las regulaciones exigidas a las flotas, termina imponiéndose debido a una circunstancia coyuntural. El estallido de la Guerra del Asiento entre España e Inglaterra en los años 1739 a 1748 va a forzar a las autoridades españolas a permitir este tipo de navegación para evitar la captura de las flotas por el enemigo y como única solución de abastecimiento de unos mercados coloniales y, por otra parte, de aseguramiento de la llegada de las remesas de plata a la península. La solución de los registros sueltos proporcionaba flexibilidad al sistema marítimo comercial y los resultados positivos pronto se dejaron sentir, el tráfico comercial se incrementó y otras regiones peninsulares pudieron acceder a nuevos mercados americanos. El caso más claro es el de Cataluña, que se vio muy beneficiada con esta medida y que sirvió de impulso para el desarrollo de una poderosa burguesía comerciante, la cual se empleó en una parte en el comercio ultramarino, fomentando la construcción naval y una incipiente industria textil. La finalización de la Guerra del Asiento en 1748 planteó a las autoridades el dilema del retorno al tradicional sistema de flotas y galeones vigente hasta el año 1739. Así lo exigieron los poderosos consulados de Cádiz, de México y de Lima. Y en su atención el ministro de Marina e Indias, Julián de Arriaga, decretó en el año 1754 el restablecimiento de las flotas destinadas a Veracruz. Sin embargo, el resto de los puertos fueron atendidos gracias a la navegación mediante registros sueltos que ya supuso un aumento muy considerable del comercio global entre la metrópoli y las colonias. Asistimos, por tanto, a un proceso en el que de forma paulatina se van asumiendo innovaciones en el sistema marítimo mercantil que se encaminan hacia el libre comercio. La disolución del monopolio gaditano conlleva la necesidad de una profunda transformación y simplificación del tráfico colonial a través de una completa reforma de la carrera de Indias. La primera medida descentralizadora adoptada en este sentido se centra en la creación de medios marítimos en la ciudad de La Coruña en el año 1764. Esta medida no va a perdurar durante muchos años, solamente 14, pero va a suponer por vez primera la designación de un segundo puerto en el sistema de la carrera de Indias. Esta nueva ruta ofreció la posibilidad a las regiones litorales del Cantábrico de unirse a la exportación ultramarina. Los destinos de los correos más frecuentados fueron los de Buenos Aires y el complejo de las islas de Barlovento, Virme y Nueva España. Podemos decir que el servicio de correos marítimos de La Coruña sirvió de experimentación práctica en la liberalización comercial que habría de producirse en los años venideros. El sistema de puerto único dejó de tener vigor para dar lugar a un sistema de contactos multilaterales entre diversos puertos metropolitanos y americanos. A esta primera medida de creación de los correos marítimos se unieron otras disposiciones legislativas. En 1765 se promulga el decreto de comercio libre de Barlovento, en virtud del cual se autoriza el tráfico directo a nueve puertos peninsulares Barcelona, Alicante, Cartagena, Málaga, Cádiz, Sevilla, Gijón, Santander y La Coruña con algunas islas de las Antillas, Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad, a las que se van a ir uniendo en otras ampliaciones diversos territorios como el de La Luisiana en 1768, Campeche y Yucatán en 1770, Canarias en 1772 y Santa Marta y Riohacha en 1776. Si bien estos territorios consistían en áreas poco desarrolladas, incluso áreas deprimidas, el comercio de los registros de Barlovento se incrementa enormemente. La legislación permitió la visita de diversos puertos caribeños en el transcurso de una misma expedición, lo que también fomentó el comercio intercolonial que también se estaba liberalizando por aquellos años. Unos años más tarde, el 2 de febrero de 1778, se incorporaron al libre comercio las regiones de Perú, Chile y Río de la Plata. A los pocos meses se publica el decreto del libre comercio del 12 de octubre de 1778, que permitió el tráfico directo entre 13 puertos españoles, los nueve citados anteriormente, más los de Palma de Mallorca, los alfaques de Tortosa, Almería y Santa Cruz de Tenerife, a los que se sumarían otros más en los años siguientes. Y ello con otros numerosos puertos de toda América, es decir, los nueve puertos mayores de La Habana, Cartagena de Indias, Buenos Aires, Montevideo, Valparaíso, Concepción, Arica, El Callao y Guayaquil, más los 13 puertos menores de Puerto Rico, Santo Domingo, Montecristi en Española, Santiago de Cuba, Trinidad, Margarita, Campeche, Santo Tomás de Castilla, Omoa, Río Hacha, Portobelo, Chagres y Santa Marta. Con la excepción de las áreas de Nueva España y de Venezuela que habían de esperar hasta el año 1789 para su incorporación al libre comercio. Otras novedades del decreto de libre comercio de octubre de 1778 se centraron en la introducción de un sistema arancelario menos gravoso y más flexible en la discriminación también proteccionista a favor de los productos nacionales, en medidas para la nacionalización del transporte y en la creación de toda una serie de nuevos consulados para defender los intereses de los agentes que habían deberían de participar en el comercio colonial. Además, el reglamento suprimió la casa de la contratación y creó una serie de juzgados de arribadas responsables del despacho de los buques en los puertos habilitados. El periodo del libre comercio se prolongó hasta la década de 1820, en la que se produce el derrumbamiento del sistema colonial, con las consideraciones precisas de que en el siglo XIX los preliminares de la crisis colonial ya arrancaban desde 1808, cuando representantes americanos de las Cortes de Bayona formularon diversas peticiones que ponían en entredicho el pacto colonial. También ha de tenerse en cuenta que entre los años 1810 y 1814 las juntas americanas iniciaron relaciones con Gran Bretaña y Estados Unidos y que entre 1818 y 1821 se produjo toda una serie de declaraciones independentistas en cadena. Todas estas reformas no solo van a afectar al comercio transatlántico, sino también a los circuitos mercantiles interregionales americanos. La ruptura de los espacios coloniales, como expresa el profesor Carlos Malamud, dará frutos en Venezuela y Cuba, unas regiones que lograron expandir su economía al margen de las exportaciones de minerales. Las medidas liberalizadoras acercaron los mercados americanos a la producción europea, especialmente a la industria, a la inglesa y a la francesa, con un abaratamiento de los precios de las manufacturas importadas y un aumento del volumen de las importaciones. En resumen y para terminar, las líneas principales que apuntan a la política reformista ilustrada de la carrera de Indias pasan por la continuidad de las bases mercantilistas en las que se fundamentó el funcionamiento de este sistema. A través de la aplicación de los principios de racionalización y sistematización, se va a lograr un crecimiento en el tráfico mercantil y en la nacionalización de las exportaciones. Todo ello siempre bajo el control estatal y la reserva del espacio americano para los súbditos de la monarquía hispánica. El decreto de 21 de febrero de 1828 extinguió el libre comercio y por ende la carrera de Indias, un sistema de gran longevidad que sobrepasó los tres siglos de vigencia. Con estos comentarios damos por finalizada esta web conferencia sobre la reconquista de la carrera de Indias.