Estimados alumnos, continúo el comentario sobre César Vallejo. Resumen y ámbito ideológico literario. Nuestro análisis no puede finalizar sin unas breves palabras en las que el resumen de lo dicho permite insertar el poema en el conjunto de la poesía de Vallejo. En el libro al que pertenece y en el ámbito literario ideológico en el que se escribe y que en última instancia delimita, explica y justifica los cauces expresivos y temáticos sobre los que el poeta opera y produce sus versos. Hemos aludido a la vanguardia, al verso libre y a la liberación de un lenguaje heredado y hemos podido verlo en nuestro recorrido, tal vez con excesiva prisa y sin dedicarle el apartado que merece. Pero también, implícitamente, de nuestra lectura puede inferirse la relación aristada, disidente, de Vallejo con su entorno vanguardista, pues nunca, ni siquiera en Trice, pudo aceptar que la poesía fuese autónoma de la vida, de la experiencia de vivir. Incluso el surrealismo le resultó artificial y próximo a las restantes tendencias que convertían el quehacer poético en un único juego de metáforas ensimismadas en lo extravagante y sin más fondo que lo sorprendente. Sé que las comparaciones son odiosas y, más aún, son muy desagradables. Si éstas badean la historia unificando diferencias de estirpe distinta. Pero si me diera obligado, creo que la mejor comparación, mera similitud, que un análisis riguroso debe desechar, podría retrotraernos a las polémicas entrabietadas y burlescas entre conceptistas, donde situaríamos a Vallejo, y culteranos, entre Gueredo, si personalizamos, y Góngora. De la métrica, nos hubiese gustado mostrar que de hecho se trata de una silba, sin rima, ni siquiera asomantada, tal como tras Gustavo Adón Joveque la extendieron Rubén Darío o Antonio Machado. Y también, consecuentemente, haber justificado para evitar las dudas que la irregularidad de algunos versos, de ritmo no obstante impecable, quedaría subsanada de atender a las posibilidades recurrentes de la sinalefa y de la dialefa. Y, especialmente, al particular valor silábico de las palabras esdrúculas y de las sílabas trabadas. Respecto al lenguaje y las figuras retóricas, junto a la interrogación y su opuesta afirmación categórica que estructuralmente rompen el poema en dos, y junto a la hipérbole y la gradación inevitables en cualquier definición del estilo de Vallejo, y de su arrebatada visión pensada y vivida de la existencia, ocupan un lugar singular en la historia de Vallejo. Y, por lo tanto, no se puede evitar las correlaciones y las antítesis en tantos casos de regambre barroca. Hemos desborzado algunas, pero sobre otras hemos pasado a prisa. Como sucede, no nos extenderemos con la oposición, escuadrón de la muerte frente a casco, un término, este último casco, que en otros poemas de Vallejo, al igual que Zapato remite, son los cascos delanteros del caballo al camino de la vida. La antítesis, la paradoja, el oxímoron y la síntesis, que la crítica suele asociar a la dialéctica marxista o hegeliana, o en su caso contraria y controvertidamente a las expisiones propias del pensamiento cristiano, nos han posibilitado definir la significación de una frase o de un término por su valor opositivo con otros. En realidad, no de forma distinta a los usuales mecanismos analíticos de la lingüística y semántica estructural. ¿Cómo comprender, si no, la relación voz-laringe o, más aún, retiro-pellejo? Si la relación semántica estructural en el sentido que exponemos permite acceder al significado de términos de difícil referente, en diversos casos es necesario recurrir a procedimientos intertextuales, tal como hemos podido constatar en las imágenes barroca analizadas o en aquellas otras, insuficientemente comentadas, que probablemente también habría que interpretar en el mismo sentido. Me refiero, por ejemplo, a la imagen de la vida como corchete, como párrafo o como llave, siendo los tres casos que parecen transcribir la idea de la vida como paréntesis entre la nada previa al nacimiento y la nada tras la muerte, como párrafo, simple fragmento de un escrito más amplio, o como llave que, siendo idéntica a la otra, parece añadir la idea de apertura hacia una trascendencia indeterminada. ¿Qué es lo que divide la forense diéresis? ¿Qué elementos separa? ¿Habría que percibir en el sintasma corchete-deísta el significado estricto de deísmo? Pero sería engañoso pensar que hemos, permítaseme, desnudado la arboleda. Tantas imágenes imposibles de descifrar o de durosos inventos, y tantas otras que sólo su posición intratextual o, en su caso, intertextual, hacen posible la aproximación, y sólo la aproximación a su sentido lógico, son el mejor testimonio de la aludida vocación vanguardista del poeta peruano, pero de igual modo de una disidencia combativa en sus escritos teóricos y en su propia práctica poética. Es cierto que algunos de sus pensamientos, planteamientos de sus angustias, tienen antecedentes en su primer libro Los heraldos negros, particularmente en poemas como Hay golpes en la vida tan fuertes o En la cena miserable. Pero en estos todavía Vallejo se mueve en el entorno de un cristianismo conflictivo, problemático, quejoso ante un Dios injusto e indiferente. Pobre barro pensativo, decía entonces Vallejo para referirse al hombre. La imagen subsistirá en sus poemas humanos, desdoblada en tantas otras que recogen la dualidad de la naturaleza humana, tal como hemos podido rastrear en el sermón sobre la muerte, y podemos hallar en versos que apelan al hombre como lóbrego mamífero que se peina, o como bestia dichosa y Dios desgraciado. Pero aquí estamos ya ante afirmaciones que erigen al hombre en el protagonista de la vida y de la historia, a sabiendas de sus grandezas y miserias, a sabiendas de su finitud y anhelos instintivos e imposibles de absoluto, a sabiendas de la contradictoria y dramática pugna entre su corporalidad y su alma, entre su barbarie animal y su dócil racionalidad, entre el sufrimiento... Perdón. Y una alegría entreverada siempre, inevitablemente, atrozmente, de tristeza. Pero precisamente ahí, en asumir la dualidad de su naturaleza y de su existencia, se halla la única salida liberadora. Obviamente, no me refiero a todo ese conjunto disperso de poemas que conforman poemas humanos, sino a aquellos en los que la solidaridad con el hombre delimita su sentido. Son poemas como Considerando el frío imparcialmente, Oye a tu masa, a tu cometa, escarnecido, aclimatado al bien, o Dos niños anhelantes. Por supuesto, la defensa de la vida y de lo humano, frente al sufrimiento y a la muerte como argumento para negarlos, no es una tarea fácil. Así lo hemos comprobado en nuestro poema, y podríamos verlo en aquellos otros en los que la conclusión parece quedarse en la idea más desolada y desesperanzada de la vida, como en los versos finales de Panteón, revisado el 31 de octubre de 1937. Ya que en suma la vida es implacablemente, imparcialmente horrible, estoy seguro. En otro poema, y si después de tantas palabras, la exclamación inicial parece clausudar, es negativamente con el estribillo, más vale que se lo coman todo y acabemos. Pero es una exclamación retórica e hipotética que no implica una respuesta positiva. Así lo vemos en otro poema cuyo verso inicial, Hoy me gusta la vida mucho menos, se completa después con un Pero siempre me gusta vivir, ya lo decía. Y más adelante, con una reflexión que nos desliza desde la abstracción, a la más sencilla vida cotidiana. Me gusta la vida enormemente, pero desde luego, con mi muerte querida y mi café, hirviendo los castaños frondosos de París. Afirmación entrañable de la vida, cuyo sentido no difiere, por decirlo así, de las elevadas contextualizaciones del sermón sobre la muerte. Y en fin, por agregar algún dato más, el poema queda ligado a aquellos otros en los que Vallejo incorpora su singular lemónica, lenguaje poético, estructura y modos expresivos de otros tipos de discurso, como el judicial, en considerando el frío, o como los extraídos del acervo de la tradición bíblica, evangélica o religiosa. La epístola, la oración, la piedra de entonanza, el responso fin, fúnebre y las letanías. Por supuesto, un sermón como el que hemos analizado entra en esa categoría de poemas que Vallejo replicó y que utiliza para impregnarlos de un nuevo sentido, de una nueva significación emanada de su específico y personal materialismo. Lamentamos disentir de las conclusiones de aquellos críticos que han visto en este singular sermón un ejemplo más irrebatible de un reverde derrotado. En estos casos, de forma diversa, se acepta que el poema viene a ser un desafío ideológico y poético ante un mundo y ante un lenguaje impunitario. Pero, y esto es lo discutible, de un modo u otro se concluye que se trataría de un reto inoperante y una rabiosa reverdía que se estrella y agota resignadamente ante el dolor de vivir y ante la muerte. Jim Franco, a quien ya hemos citado, no rechaza el tono desafiante del poema, pero el resultado de su argumentación acaba diluyendo el sentido de los versos finales. Este final indica En apariencia triunfal sólo se presta a una lectura irónica y añade Los últimos versos no rinden tributo a un yo glorioso sólo señalan un yo que llena un espacio vacío por ausencia. Fin de la cita. Esquematizo, lamentando también no poder detenerme en las justificaciones e implicaciones de tales planteamientos. Por supuesto que en Vallejo no puede hablarse de un yo glorioso ni de una reivindicación exultante de la vida al estilo Nietzscheano o al estilo del Ortega del racionalismo. Vallejo, más cauto que nuestros filósofos, percibe que la reivindicación de la vida y del humano no puede omitir la realidad de sus miserias ni confiar, como el entusiasta Zarathustra de Nietzsche o el elegante homo biológico de Ortega, en un futuro armonioso sin sufrimiento ni contradicciones una vez restañada la herida abierta en la vieja Grecia por la separación entre cultura y naturaleza, entre razón y vida, entre alma y cuerpo o incluso como se sostiene en el masismo en el que profesa Vallejo una vez superadas la injusticia y la desigualdad social. ¿Cómo va a ser posible si la muerte es real, si la finitud de la vida es real, si el cuerpo está sometido a los ultrajes del tiempo, si la injusticia y el dolor social serán siempre momentos nunca acabados de un proceso de transformación del mundo? El hombre de Vallejo no es nunca ni podrá ser un yo glorioso, triunfante, como inquiere Jean Franco, sino llanamente glorioso en cuanto que su grandeza, su auténtica gloria reside solo en la vida. Solo en asumir su ser y su vida como un comodo de liberación. Es formidable, como diría Vallejo. Ya lo hemos visto. Cupitre sí toda la vida, púlpito también toda la muerte, sermón de la barbarie estos papeles, esdrújulos de tiro este pellejo, aunando así la razón y las creencias, la vida y la muerte, la barbarie y su poesía, el espíritu y el cuerpo. Tampoco podemos conformarnos con el materialismo desangelado del que nos hablaba Gonzalo Sobejano en otro excelente estudio. Aunque la expresión sea atractiva por su concisión, eliminaría el profundo y reivindicativo sentido vitalista del poema. Dice así, literalmente, Gonzalo Sobejano. El poema titulado Sermón sobre la muerte es la inmanencia absoluta y plenificante del cuerpo como única base. Y ante la cenicienta pregunta ¿es para eso que morimos tanto? Para sólo morir tenemos que morir a cada instante de poco vale la desafiadora declaración final. ¿Por qué vale tampoco la desafiante declaración final? Es aquella que comenzaba diciendo esta suerte cojitabundo aurífero, brazudo. Gonzalo Sobejano la transcribe y no parece inmutarse ante su desgarro y ante la resolución de aquel que decía defender su presa en dos momentos para situarse tras desplazar si nuestra lectura es cierta al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo para situarse, digo, en todos los espacios posibles al centro, a la izquierda y a la derecha. Demasiado recurso retóricos demasiada conjunción de numeraciones de antítesis y de hipérboles demasiada fuerza expresiva en lo dicho demasiada irreverencia a un Dios suplantado por el hombre para que todo ya pueda reducirse a un mero materialismo desangelado inocuo. Gonzalo Sobejano indicará seguidamente que es en la poesía social y en los poemas de España, Parca, Niestecali dedicados al pueblo y a los milicianos republicanos donde Vallejo pudo trascender la derrota anímica y existencial de poemas como el sermón sobre la muerte y tantos otros, los más de sus poemas humanos. Y este paso al compromiso social habitualmente subrayado en la bibliografía es cierto y formidable aunque, como diríamos no excluye sino que complementa la apelativa llamada a comprender lo humano en todas sus dimensiones. Y siendo así en este poema que Vallejo ultima en diciembre de 1937 no podemos leer un mero diálogo con el vacío ni el inconsistente reto de quien se lamenta en una batalla perdida e inútil. No ha sido esta nuestra interpretación del sentido último del poema obviamente totalmente rebatible pero que modestamente nos suma de algún modo a otros críticos. Puede verse por citar ejemplos próximos en el manual de referencia de la asignatura de José Miguel Oviedo o en los planteamientos de Julio Vélez en su edición de cátedra. Me resulta difícil aceptar que este poema revisado, insisto en diciembre de 1937 sea menos comprometido que sus poemas sociales. Como los mineros o los de España aparta de mí este cambio. Cuyo unos y otros son de la misma época y unos y otros hablan de la solidaridad con lo humano solo que esa realidad la realidad de vivir no podía cernirse a la cuestión social y política. Tal vez por ello pudo cerrar uno de sus poemas recogido en poemas en prosa con un prosaico o verso definitivo. El momento más grave de mi vida no ha llegado todavía. Se refería a la muerte cuando ese momento ineludible obliga a reencontrarse con la vida y a enfrentarse con cualquier milismo que la desprecia nacen entonces versos y argumentos como los analizados en su sermón sobre la muerte. Y aquí doy fin a mis reflexiones. Les voy a añadir la breve bibliografía que he tenido en cuenta para este comentario. Carlos Busoño En torno a malestar y noche García Lorca Jim Franco César Vallejo La dialéctica de la poesía y el silencio se complementa con la temática de los heraldos negros a los poemas póstumos en César Vallejo. Obra poética edición de Américo Ferrari Morís Moló El realismo poético de César Vallejo Los mineros Roberto Paoli El lenguaje conceptista de César Vallejo José Miguel Oviedo Historia de la literatura hispanoamericana 3 Gonzalo Sobejano Poesía del cuerpo en poemas humanos Muchas gracias.