¿Empezamos? ¿Les parece bien que empecemos ya? Sí. Muy bien. A ver, Raúl, si me dice... Esperad que voy a por un... Empezad si queréis, voy a por un vaso de agua. Espera, no se preocupe. Sí. Entonces... Vamos a ver si está ok. Según esto lleva 49 minutos grabando. Vale. ¿Tiene 49 minutos grabando? Desde el principio. Ahí al principio pone el cronómetro. Pues habrá empezado desde el principio. Ah, pues cuando hemos hecho la prueba Lillo. Ahora vos aportalo. Vale, habrá que ponerlo para que se vea quien habla. Ah, pues como... No tiene el modo de quien habla. Bien, me ha enseñado antes. ¿Sí? ¿Así? Sí, me lo ha enseñado aquí ahora cuando he venido. Ahí en el grande sale el que habla y los otros dos lados, ¿lo veis? Allá atrás. Supongo, ¿eh? Sí, sí. En el ordenador también viene así, pero ahora en grande pone Raúl. Raúl. Ah, vale, vale, vale, vale. Perdón, es que al hablar de los bares y el hotelón me he dado cuenta que no... No tenía a la bebé. Vale, pues vamos adelante, ¿eh? ¿Vale, Raúl? Venga, gracias. Vale. Perdón. Bueno. ¿Vamos? Vamos. Bien. Bueno, pues buenas tardes y bienvenidos a una nueva conferencia de... Conferencias Blancas, Centro Asociado de la UNED de Vila Real. Bueno, dadas las circunstancias sociosanitarias, nos hemos visto obligados a tener que hacer esta conferencia a través de telemática. Así que lo primero, pues pedir disculpas a todos los que nos siguen porque no vamos a poder hacer la conferencia al uso como hemos estado haciendo durante estos diez años. Pero hemos creído conveniente los organizadores, tanto la directora como los miembros del centro asociado, que era mejor hacerlo de esta forma que dejar de hacerla. Y que la actividad dada, pues la demanda que hemos tenido, ¿no? Y sobre todo para no perder el hilo de lo que ha sido este año el tema que estamos abordando, que es el motivo por el cual tampoco podemos hacer la conferencia como hemos venido haciendo durante estos diez años, que es el COVID. Para hoy, la verdad es que tenemos una mesa muy entrañable, muy... Muy importante para nosotros, para los alumnos de Filosofía. Por un lado contamos con el que es nuestro decano de Filosofía, don Jesús Pedro Zamora Bonilla, al que le doy las buenas tardes. Buenas tardes, encantado. Bueno, lo primero dar las gracias por haber aceptado nuestra invitación y estar con nosotros compartiendo este espacio que al final hacemos sus alumnos desde el aula de Filosofía. Para los que no sean miembros de lo que sería el grupo académico o la familia académica de la UNED, el decano es nuestro jefe. Para que ustedes lo entiendan, es la máxima autoridad dentro de nuestra Facultad de Filosofía y la verdad es que además les tengo que decir que luego cuando les pase a presentar el currículum, pero bueno, trasladarle ya que es un profesor que nos ha ayudado muchísimo. Y nos ayuda mucho con su forma tan pedagógica de las asignaturas que le imparte. Por otro lado también tenemos y quiero dar la bienvenida a don Eduardo Pérez Arribas. Buenas tardes, don Eduardo. Don Eduardo, pues tenemos la gran suerte de ser profesor de aquí. También luego les pasaré a presentar su currículum. Pero bueno, también decirles que para mí es muy importante y para Conferencias Blancas porque ha sido un profesor que desde el primer día que abrimos este espacio, desde hace 10 años. Ha participado con nosotros tanto en las conferencias, como en los programas de radio, como en la revista. Además de estar en el Consejo de Reacción que permite que ustedes todos los años puedan leer el monográfico y la revista que nosotros sacamos. Así que darles la bienvenida y las gracias por haber aceptado también nuestra invitación. Gracias, don Eduardo. Y bueno, ¿cuál es la...? ¿Por qué le...? Entonces, ¿por qué les convocamos hoy? Pues esta tarde les hemos convocado para seguir hablando, como les he dicho, sobre el impacto del COVID que ha tenido. Y en esta ocasión vamos a abordar el tema del impacto del COVID en la política. Y sobre todo bajo un subtítulo que escogimos a través de un artículo que escribió el decano sobre si necesitamos un nuevo contrato social. Él establecía que sí en ese artículo. Luego veremos en su ponencia cómo lo desarrolla. Pero nos llamó poderosamente la atención porque lo que sí que estamos viendo, indudablemente, es que hay una polarización y una fractura posiblemente social entre los políticos y aquellos a quienes representan. Y por lo tanto ahí queríamos también ponerle acento porque no solamente son los políticos los que a lo mejor no están acertando. Y eso es lo que les está poniendo en situaciones bastante difíciles. Sino que a lo mejor también el ciudadano tampoco está cumpliendo con aquellas obligaciones o deberes que tiene. Es decir, es una pregunta que ahí dejamos y que vamos a tratar de ver. Pero vamos a ver dónde está eso todo insertado. Y estaría en ese contrato social en el cual la sociedad, los ciudadanos nos tejemos. Nosotros para esto, es decir, lo abordamos siempre desde la filosofía política. De modo que, al hacer la filosofía política, no perdemos de vista las circunstancias concretas de cada época. Y en esta ocasión sería sobre el COVID. Hoy en día no nos falta información sobre las decisiones y las consecuencias derivadas. que toman nuestros gobernantes y sus homólogos de otros países sobre las decisiones que toman. Y es que en nuestra época la política no se ciñe a un Estado tomando este individualmente, sino que puede hablarse de una política global o internacional. Nuestra misión, la misión del filósofo, consistiría en transformar dicha información en conocimiento. Esa sería la pretensión. Es decir, como se lee en la introducción de Jonathan Wolff, distinguiríamos lo que sería la política descriptiva de la política normativa. La primera, la descriptiva, se marcaría dentro de las disciplinas como las ciencias políticas, la historia o la sociología. Y nos dice cómo son las cosas. Eso es importante, ¿no? Pero la segunda, la normativa, propiamente de los filósofos, se ocuparía de cómo pueden ser y, en última instancia, cómo deberían de ser las cosas. Así pues. Sabemos que los seres humanos se organizan en Estados. Y que estos Estados presentan diversas organizaciones políticas. Parece ser que, como quería Aristóteles, el hombre es un animal político, un zón político. Ahora bien, ¿es posible vivir sin un Estado? Bueno, Hobbes expulsó y Locke, en un hipotético, como lo decía Jonathan Wolff, de vivir en un Estado de naturaleza, todos llegan a la conclusión de que el Estado es necesario. Y para vivir en un Estado necesito... Necesitamos de un contrato social, ¿no? ¿Cuál es ese contrato social? Es el que sí que marcaremos. Como nuestro decano defiende, estamos en un momento en el cual debemos de revaluar, debemos de repensar el contrato en el cual nos estamos enmarcando en estos momentos y si es válido para las necesidades y las exigencias que el COVID está poniendo encima de la mesa. También queremos saber, y por eso tenemos la... Hemos invitado a nuestro profesor de Historia, qué es el contrato social y cuál ha sido la evolución que ha tenido a lo largo de la historia, ¿no? Y sobre todo, en las últimas épocas, sobre todo siglo XX y siglo XXI, ¿no? De qué forma se ha insertado, ¿no? Les paso a presentar a los conferenciantes. En primer lugar, como les había adelantado, tenemos a don Jesús Zamora Bonilla, como les he dicho, es decano de nuestra Facultad de Filosofía. Es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia, director del Proso Grado en Periodismo y Comunicación Científica de la UNED y también es doctor en Ciencias Económicas. Su docencia se inserta dentro de las asignaturas de Historia General de la Ciencia, del Grado de Filosofía, Filosofía de la Mente, temas de Sociología y Economía también, del Máster de Filosofía, Teoría y Prática, la Investigación en las Ciencias Sociales, del Máster de Administración Pública, Metodología de la Ciencia Económica, del Máster de Investigación Económica y entre sus publicaciones podemos destacar, bueno, aquí les voy a hablar tanto de novelas como de publicaciones más científicas, pero estaría en busca del yoga, una filosofía del celebro, ensayos de metodología de la ciencia, ciencia pública, ciencia privada, reflexiones sobre la producción del saber científico, la lonja del saber, introducción de la economía del conocimiento científico, mentiras a medias, la caverna de Platón y los 40 ladrones, historia y filosofía de la ciencia, a bordo Dr. Neura, nosotros, los octogenéticos, decimos tu memoria. Y, además de ser un prolífico conferenciante, donde ha participado en infinidad de conferencias y charlas, ha participado en muchísimos libros con diferentes autores. También podemos encontrarlo dentro de la prensa escrita, en revistas como Cuadrivo, El País, Vox Populi, Infolibre, El Confidencial, y, además de su propio blog escrito sobre gustos. Y también les animo a que se unan a su cuenta de Twitter porque es muy interesante las reflexiones que nuestro decano pone. Por otro lado, tenemos a don Eduardo Pérez Arribas. Él es licenciado en Geografía e Historia. Es profesor en el Instituto Iberia. También es profesor tutor, como les he adelantado, del Centro Sociedad de UNED de Villarreal. Y en sus publicaciones podemos destacar Cambio Económico y Actitudes Políticas a Castellón, de ediciones Alfonso Ángel Magnániz, Política y Casixt a Castellón, Los Ayuntamientos de la Restauración, Una Sociedad Dual, Las Comarcas de Castellón entre la Vieja y la Nueva Política, y, además de ser un colaborador habitual, tanto de revistas... ...de conferencias blancas como de otros medios de prensa escrita a nivel local, comarcal y provincial. Bueno, estableceremos los tiempos de... Primero intervendrá el profesor Pérez Arribas y luego, a continuación, nuestro decano, don Jesús Pedro Zamora Bonilla. Una vez finalicen las dos ponencias, estableceremos un turno de preguntas. En este caso hemos habilitado un chat para poder trasladarle las preguntas a través de él. Sobre las ponencias que ustedes tendrán. Pues, sin más, profesor Pérez Arribas. Muy bien, buenas tardes y muchas gracias a la organización de las conferencias blancas, en especial a Juan Luis Sánchez por permitirme compartir esta conferencia con el profesor Zamora Bonilla. Es un honor. Y, bueno, pues esperemos que sea del agrado de todos los que os conectéis a verlo, ¿no? Bueno, como... Primero, de las dos conferencias antes en hablar, pues voy a centrar un poquito lo que es el contrato social. Un contrato social, como teoría política, lo que explica es el origen y el propósito del Estado y de los derechos humanos. No es un documento físico, sino yo más bien lo definiría como un clima de consenso entre los individuos de una sociedad en torno a cuáles han de ser sus derechos y sus deberes. Y la función del Estado en garantizarlos o imponerlos según el caso. Por tanto, creo que no es baladí que en este extraordinario foro de intercambio de ideas, que son las conferencias blancas, se debata sobre la conveniencia de un nuevo contrato social. En los últimos años, son muchas las autoridades, tanto políticas como económicas, que han hablado de la necesidad de un nuevo contrato social para atajar los peligros que acechan a nuestras sociedades, como la desigualdad creciente, la inseguridad sanitaria, sobre todo en estos... últimos meses con el tema del COVID o las consecuencias del cambio climático que Antonio Guterres, el secretario general de la ONU lo plantee, pues puede parecer incluso progresista pero cuando lo hacen presidentes de grandes compañías bancarias o de telecomunicaciones ya yo personalmente empiezo a dudar un poco de las intenciones y si me lo permiten voy a ser premeditadamente polémico en mi intervención pues para que haya más debate porque claro cuando desde ciertos sectores se plantea desde estos sectores económicos se plantea la necesidad de un nuevo contrato social yo me pregunto si es que nos plantean la creación de una cuarta generación de derechos, la primera fue los derechos civiles y políticos, la segunda los económicos, sociales y culturales la tercera los derechos de los pueblos nos están planteando una ampliación una nueva generación y si es así, ¿cuál será el coste a pagar por ese nuevo contrato social? porque ya advirtió Rousseau en el discurso sobre el origen de la desigualdad que los ricos son los mayores beneficiarios del orden social al gozar de una institución política que protege todos sus privilegios porque son los ricos precisamente los arquitectos de ese ordenamiento por eso me gustaría empezar con dos ideas de base, la primera es que siempre ha existido a lo largo de la historia un cierto pacto entre gobernantes y gobernados, pues el Estado es un producto de convenciones y acuerdos humanos y la segunda es que la naturaleza de ese pacto ha dependido de la relación estructural entre las partes es decir, entre mandatarios y pueblo, por tanto un contrato social es algo vivo, es algo que cambia con el contexto, que cambia y ha cambiado de hecho a lo largo de la historia vamos a acudir al clásico para sentar estos principios, que no es ni más ni menos que el ruso, que es un poquito el que se le considera el padre de este contractualismo contemporáneo a mediados del siglo XVIII en su obra El contrato social, que subtituló cortadamente Principios de Derecho Político decía quiero buscar si en el orden civil puede haber alguna regla de administración legítima y segura tomando a los hombres como son y a las leyes como pueden ser en estas líneas Rousseau nos da la clave para entender el significado intrínseco de un contrato social, se trata este de una regla de administración legítima y segura, pero que puede y debe cambiar con el tiempo pues aunque la naturaleza del hombre es invariable, no lo son sus circunstancias siempre cambiantes y que establecen una escala de prioridades y necesidades que el legislador debe tener en cuenta para dentro de lo posible satisfacerlas es decir, a la hora de plantearnos si es necesario cambiar el contrato social que ya ha quedado dicho no es un documento escrito tendremos que analizar si las relaciones socioeconómicas y políticas han cambiado lo suficiente como para establecer un nuevo paradigma de contrato social en realidad de manera táctica o expresa a lo largo de la historia de las civilizaciones como decía siempre ha existido un pacto o contrato social, pues los individuos siempre han buscado la protección y la seguridad, aceptando someterse a una autoridad superior en tiempos más remotos ellos se buscaba el amparo al más fuerte amparándose en el más fuerte pero como escribe Rousseau no se puede considerar como derecho el dominio del más fuerte porque la fuerza es un hecho, no es un derecho es difícil de legitimar El hombre en civilización no tardó, pues, en buscar la protección y la seguridad en el grupo. Así surjan las ciudades, en los estados hidráulicos desde Mesopotamia hasta Egipto, en la antigüedad, que necesitaban de un poder soberano que impusiese unas reglas de funcionamiento, que dotasen de orden a la colectividad, y cuya legitimidad se buscó en el mandato divino. El código de Hammurabi, escrito en el siglo XVIII a.C. en Babilonia, relata cómo los dioses eligen a Hammurabi para que ilumine al país para asegurar el bienestar de la gente. De manera implícita y por mandato divino, el gobernante impone el derecho, asegurado por el uso de la fuerza de la que el Estado tiene el monopolio, para la felicidad de los súbditos. Avanzando en el tiempo, llegamos a la polis griega, que fue un paso adelante. En este sentido, al dotarse los individuos, el conjunto de los individuos, esa más o menos es la definición de polis, conjunto de individuos, de unas normas iguales, una isonomía, que han sido consideradas el origen de nuestras actuales democracias. Platón, en su obra La República, ya apuntaba que la justicia es un pacto entre egoístas racionales. El pacto social, por tanto, matizaba nuestro egoísmo, porque como seres racionales entendemos que sólo con el acuerdo podemos evitar los conflictos a los que nos llevaría la búsqueda egoísta del bienestar. Si llegamos al Imperio Romano, vemos que diseñó una arquitectura política formidable, que abarcó una extensión superficial nunca antes conocida, y que se alargó muchos siglos en la historia, y que buscó la legitimidad en la fórmula del Senado y el pueblo romano. Cicerón, en el siglo I a.C., puso las bases teóricas de lo que vendría a llamarse después el republicanismo clásico. Fiementado en la idea de un gobierno legítimo y benéfico sobre unos gobernados honrados e implicados en el bien común. Aunque el Imperio Romano, bien es sabido, acabó conjugando un cesarismo en el que el emperador acabó siendo divinizado para sustentar su legitimidad, el derecho romano, base de nuestro derecho occidental, dejó de ser, no dejó de ser nunca una expresión de un pacto o contrato social en el que el ciudadano romano, podía sentirse seguro y protegido de alguna manera. Ello sin contar con la existencia en Roma de instituciones como la del Tribuno de la Plebe que defendía los derechos de los menos privilegiados, origen remoto de nuestros defensores del pueblo o ombudsman. Con la feudalización de Europa, tras la caída del Imperio Romano, el poder se disgregó y las unidades políticas se atomizaron. El señor feudal pactaba con sus vasallos el grado de protección y sus contraprestaciones. Las relaciones de vasallaje fueron propias en el mundo más rural, pero para los habitantes de las ciudades existieron también las cartas pueblas como un buen ejemplo de pacto o contrato social medieval aunque no dejaban de ser ejercicios de donación graciosas de los monarcas. Los reyes durante la Larga Edad Media buscaron la legitimidad en el orden divino y organizaron la sociedad en base a unos criterios supuestamente religiosos como ejemplifican las partidas alfonsinas o, decimos, el sabio, donde se define el vicariato divino del soberano. Pero también en la Edad Media encontramos casos de limitación al poder real, como ejemplifica el pactismo araonés, donde los grupos sociales representados en cortes constituían una limitación al poder real. Conocida esa frase dedicada por Francisco de Vinatea, ciudad en cap de la Ciudad de Valencia, al rey Pedro el Ceremonioso, y que se considera expresión del pactismo valenciano, y que decía Cada uno de nos somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos. No será hasta los albores del Renacimiento cuando se rescate la idea del republicanismo clásico ciceroniano. Maquiavelo, en su Príncipe, da prioridad al interés público frente al privado, y conecta con los contractualistas ingleses del siglo XVII al admitir que la maldad de los hombres podía ser corregida por medio de instituciones políticas. En la propia Inglaterra, Tomás Moro recuperará también el republicanismo clásico para poner la semilla de lo que luego será utilizado por los revolucionarios ingleses del siglo XIX. La revolución liberal construyó con las ideas anteriores un contractualismo de base burguesa que dejó insatisfechas a las clases más bajas de la sociedad, que amparadas en las distintas ideologías obreristas que surgieron en el siglo XIX, intentarán participar de los índices del contrato social buscando que las cuestiones sociales precisamente se incluyeran en aquel. No será hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando se vislumbre la necesidad imperiosa de incluir en el pacto social las garantías de protección social, precisamente, dando lugar a lo que ha venido a denominarse el estado de bienestar, que ha llegado con mejor o peor fortuna hasta nuestros días, en las sociedades de Occidente sobre todo. ¿Cómo podemos definir el estado de bienestar? Bueno, sociedades donde existen gobiernos legitimados por su elección democrática, que dan seguridad física y jurídica a sus ciudadanos, y aunque con distintos grados de beneficio de la riqueza, se puede vivir dignamente amparados por una protección social que, además, da una cierta esperanza de ascender socialmente si te dedicas, si tienes esfuerzo, y gracias a una educación pública que genera igualdad de oportunidades como garantía de un progreso indefinido. De esta manera, podemos apreciar que el contrato social, desde la antigüedad hasta nuestros días, ha tenido diferentes formas de expresarse, tiene una capacidad de evolución para adaptarse a los contextos diferentes. Y llegados al presente, nos preguntamos, como es el título de esta conferencia, ¿necesitamos de un nuevo contrato social? Bueno, algunas voces argumentan que sí, y yo me puedo situar entre ellas, pero no voy a dejar de ser un poco crítico. Vamos a ver. Argumentamos que sí, o se argumenta que sí, que es necesario, basándose en que la actual no es capaz de asegurar el recambio generacional del bienestar adquirido en décadas pasadas. Nos encontramos ante un proceso de oligarquización sin precedentes en nuestro tiempo globalizado, que ha dado lugar a lo que se ha desplazado. Lo denominado la era de la desigualdad, en la que se da más al que más tiene. El famoso efecto Mateo, como lo ha llamado el sociólogo Robert Merton. Así, ante la precarización social y laboral, especialmente de los jóvenes, ante la desprotección ambiental sin precedentes y ante los peligros de la desinformación, agravada por la perversa utilización de las redes sociales, sólo un nuevo contrato social intergeneracional con dimensiones globales y medioambientales pueden sustentar un futuro en el que una administración legítima nos dé seguridad para todos, no sólo ante el uso de la fuerza de individuos u organizaciones, o ante la vigilancia indiscriminada, sino ante las situaciones cambiantes de la vida, para tener un horizonte de prosperidad y dignidad para hombres y mujeres, sea cual sea su edad o procedencia. Pero, me pregunto, ¿es que acaso no podemos enfrentarnos a tales desafíos a través del contrato social que surgió de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial? En el fondo, lo que estamos admitiendo es nuestra incapacidad para desarrollar en su integridad los principios que iluminan nuestras declaraciones de derechos o nuestras constituciones, para lograr una mayor justicia, igualdad, dignidad o respeto por la naturaleza. Y el caso es que casi todo está ya allí, en nuestras constituciones y declaraciones de derechos. Y es más, lo que realmente ocurre es que nos enfrentamos desde hace décadas a un proceso reaccionario de desmontaje del Estado de Venezuela. Estar nacido al amparo de la Guerra Fría. Es por esto que me siento algo crítico con la idea de alumbrar un nuevo contrato social cuando no hemos sido capaces de desarrollar los principios inherentes a los que supuestamente hemos heredado y cuando no es seguro que el nuevo surja de un consenso como el habido entre demócratas después de 1945. Este es el gran desafío al que se enfrentan nuestras democracias hoy en día, demostrar que los principios que iluminaron el más largo periodo de prosperidad y paz siguen vivos y con capacidad de expansión. El peligro procede de dos hechos coetáneos. El primero es de que se han frustrado las expectativas de toda una generación cuyo horizonte de prosperidad es peor que el de sus padres, algo casi inconcebible hace unos años. Y el segundo es de que las nuevas tecnologías y su uso perverso por parte de poderes opacos tienen la capacidad de cambiar la opinión y las decisiones de las masas, llevándolas hacia territorios propensos a la manipulación. Bueno. La solución, por tanto, desde mi punto de vista ha de venir por otras dos vías. Una, por el reconocimiento pleno de la ciudadanía social que unida a la política y civil corrija la desafección por la democracia y ahuyente el peligro del recurso al populismo, antesala de los autoritarismos de los que el siglo XX guarda amarga memoria. La democracia ha de ser instrumental, ha de servir para corregir los fallos del mercado capitalista o no ha de ser. Y dos, por el control de la tecnología que facilita la manipulación. Tiene el control de las masas, de manera que los individuos puedan dejar de sentirse vigilados por quienes utilizan la información que tienen sobre nosotros para alterar nuestras conductas con fines espurios o perversos. Si esto no es entendido por la clase gobernante y por quienes la elegimos, seguiremos existiendo ocipláticos espectáculos como el del 6 de enero en el Capitolio, quedándonos más en el análisis de la superficie que en el del fondo de una fuerza subterránea que amenaza con provocar un tsunami que se lleve por el camino. De nuestra respuesta a esta crisis, de fe en el sistema, dependerá su evolución futura. Ciudadanos comprometidos y gobernantes menos arrogantes e indiferentes ante los problemas de la sociedad serán la mejor receta para asentar el fiduciario power, la esencia de todo contrato social, en el que el gobernante es el fiduciario que asume las reglas del comportamiento que fija la ciudadanía. Para acabar, qué mejor que volver al clásico, a Rousseau. Que animaba a encontrar el verdadero fundamento social en una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndonos a todos, no obedezca sin embargo más que a sí mismo, y se quede tan libre como al comienzo. Esperemos, pues, que con el viejo o con un nuevo contrato social, hombres y mujeres puedan vivir en el futuro con mayor dignidad, igualdad y libertad en sociedades más sostenibles que realmente. Muchas gracias. de nuestro primer ponente yo aprovecho también para que se me haya pasado antes en la presentación para decir que nuestro profesor Pérez Arribas también ha tenido cargos en nuestro ayuntamiento y por lo tanto la praxis de la política también la conoce y de sus dificultades así que también se ha notado mucho en ese recorrido y en esa exposición como está impregnado de mucho pragmatismo bueno pues sin más profesor Zamora Bonilla el senador de carne tiene usted la palabra Muy bien, muchísimas gracias bueno antes de nada sobre todo agradecer a Juan Luis por la organización de las conferencias blancas y todo el equipo que hay detrás en el centro de Vila Real que la verdad es una iniciativa de las que en la UNED nos sentimos muy honrados y es todo un ejemplo para lo que creo que debería ser el funcionamiento de nuestra universidad en toda España es una pena que lo tengamos que hacer así a través de internet dada la situación esperemos que esto pase pues relativamente pronto aunque ya la palabra pronto pues está perdiendo significado me temo y que dentro de unos meses pues podamos retomar y con un mayor impulso las actividades de la UNED en todos los centros asociados que en el fondo es lo que nos mantiene vivos ¿no? Muchas gracias también a Eduardo por su charla en la primera parte de la conferencia la verdad que casi me daban ganas de decir que mira yo firmo punto por punto todo lo que ha dicho porque además estaba tomando notas y estaba pensando si es lo que iba a decir yo o sea que casi esto haya dicho sobre todo porque la idea principal el artículo al que se refería Juan Luis que publiqué hace unos días en el blog se titulaba idealismo y realismo en el nuevo contrato social y el el acento principal está yo creo o esa era mi intención en la palabra realismo y es esta idea de que sí que se puede hablar mucho del contrato social de qué necesita la sociedad ahora mismo pero hay que ser realistas y ver qué es lo que podemos a lo que podemos aspirar razonablemente y en este sentido pues de hecho tenía anotado comentar que más que un nuevo contrato social teníamos que intentar recuperar el viejo no el viejo de de Hobbes y Rousseau sino el viejo del contrato social en el que creció la generación anterior a la nuestra y la nuestra la generación de la posguerra mundial porque ese fue el que sentó las bases de lo que hoy tenemos en el mundo como quizá posiblemente el mayor éxito de la humanidad en toda su historia que es la extensión de la democracia y el bienestar como nunca lo ha habido y es esta fusión de democracia y bienestar que creció muchísimo a partir de los años 50 y 60 gracias a este acuerdo o como Eduardo muy bien decía más que un contrato en el sentido de algo que se junta la gente y lo firma explícitamente se trata de un clima de consenso pues este clima de consenso posiblemente es el que nos ha traído a la mayor época tanto en su extensión como en su intensidad la mayor época de bienestar y paz que, naturalmente con excepciones que todos conocemos, que ha conocido la humanidad a lo largo de las últimas décadas y que en estas primeras décadas del siglo XXI estamos viendo amenazadas por un montón de factores entre los cuales uno de los más importantes quizás sea este avance del populismo al que se ha referido Eduardo. Entonces, en lo que yo quería insistir es en esta dialéctica entre el idealismo y el realismo. El idealismo, pues naturalmente juega un papel decisivo en todos estos debates porque se trata de que imaginemos cuál será la sociedad ideal y imaginemos los medios que tenemos para llegar a ella. Pero el realismo también es importante porque también conocemos por experiencia Es de los últimos dos o tres siglos que un exceso de idealismo nos lleva a la catástrofe con mucha facilidad. Lo de cúmplanse mis principios y perezca el mundo parece el eslogan favorito de cuantos tiranos ha habido en la superficie de la Tierra en los últimos siglos y que todos ellos estaban convencidísimos de que estaban haciendo... lo que era correcto para la humanidad y que liquidar y pasar por encima, pisotear los derechos de sus enemigos, pues era algo quizás desagradable pero era algo muy necesario para alcanzar los supremos ideales que les inspiraban. Entonces, yo tengo una cierta aversión al idealismo. A mí... El excesivo idealismo siempre me hace echarme las manos al pecho y decir ¡Uy! ¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy! Así que soy más partidario del realismo en estos temas. Pero sin ignorar, por supuesto, que el idealismo es lo que termina moviéndonos. Pero en este sentido también... Hace poco... Bueno, cuento aquí el mes... En el mes de febrero va a salir un nuevo libro mío que se llama Contra Apocalípticos del que ya hablaré en mis redes sociales seguramente. La cuenta de Twitter, sobre todo, que mencionaba Juan Luis que se llama La Nada Nadea, por si alguien la quiere buscar. Bueno, pues este libro, curiosamente, lo empecé a escribir antes... Bueno, lo terminé de escribir, de hecho, un par de meses antes... de que empezase la pandemia, ¿no? A finales del 2019, ¿no? Lo envié a una editorial que, bueno, aceptó publicarlo pero luego empezó la pandemia y como era un libro bastante optimista no hablaba para nada de la pandemia, por supuesto porque era algo en lo que nadie estaba pensando entonces, ¿no? Pero es un libro bastante optimista. Se refería sobre todo a los apocalípticos de los que habla, pues son sobre todo los que nos anuncian una catástrofe muy peliculera, muy hollywoodiense, digamos. Y bueno, intenta poner un poco de realismo en este, por supuesto sin negar la gravedad de la crisis climática en la que estamos, pero intenta poner un poco de realismo en estos debates y en otros temas más filosóficos de los que se habla en el libro, como son el animalismo, el posthumanismo, el transhumanismo, etc. Pero en fin, la cuestión es que, como era un libro optimista, pues cuando empezó, cuando nos tuvimos que confinar... ...en la primavera del año pasado, bueno, era todavía invierno, pues dije, mira, yo no me atrevo a publicar esto tan optimista en estas circunstancias. Le dije al editor, deja el libro de momento aparcado y ya veremos cómo evoluciona esto. Pero el caso es que según fue avanzando el tiempo, pues fui recuperando el optimismo, hice algunos cambios en el libro y al final se va a publicar. Y lo traigo a colación por una... ...por un hecho que tiene que ver con el capítulo que añadí al libro, que se refiere al futuro a muy largo plazo de la humanidad. Y cuando digo muy largo plazo, no me estoy refiriendo a siglos, ni siquiera a miles de años, sino a decenas de miles de años, o cien centenares de miles de años, o incluso millones de años. Y lo que hacía era invitar a que pensáramos en la evolución humana. O sea, en términos de tiempo geológico, ahora está muy de moda hablar del antropoceno, por cierto, que también se habla en el libro de él. Invitar a pensar en términos de tiempo geológico en lugar de tiempo histórico. El tiempo histórico, pues es el tiempo de los acontecimientos que los humanos recordamos, ¿no? Por supuesto podemos trasladarnos al origen de la historia, pero bueno, tendemos a pensar más en términos de décadas, siglos... O de unas pocas generaciones, ¿no? Y pensar en términos históricos, pues nos ha dado a los humanos, en los últimos siglos, o sobre todo desde la edad moderna, desde el siglo XVII, XVIII, nos ha dado a los humanos la responsabilidad de tener la historia en nuestras manos. Y este contrato social del que estamos hablando surge, en esta época, en los siglos XVII y XVIII, como la idea, casi por primera vez en la historia, precisamente, de que, bueno, la historia la tenemos que diseñar los humanos. La historia no es algo que obedezca unas leyes físicas inevitables, al modo como habían pensado, por ejemplo, los estoicos en la antigüedad, ¿no? Sino que nosotros tenemos que diseñar la historia. La historia es algo que nosotros tenemos que construir. Y en el pasado sí que había habido... Muchos esbozos de una sociedad ideal, que es lo que conocemos como las utopías... Empezando por la de Platón en la República hasta las de la Edad Moderna, quiero decir. Tomás Moro y en el siglo XVII y XVIII surgieron muchas. Y esta idea del contrato social es un poco la fusión del utopismo platónico, moriano, podríamos decir. La fusión de este utopismo clásico con el maquiavelismo político, en el sentido de la conciencia, la autoconciencia de que la política responde a nuestros resortes. Y a nuestras decisiones y estrategias. Y no es algo que viene impuesto por Dios o por la naturaleza, etcétera, etcétera. Cuando surgen estas dos, cuando se fusionan, perdón, estas dos corrientes, pues surge la idea de, bueno, la sociedad tenemos que diseñarla en función de nuestros ideales. Es lo que decían los utópicos. Pero tenemos que diseñarla de acuerdo con herramientas políticas, no con herramientas literarias o meramente filosóficas como habían intentado, ya digo, Platón o Tomás Moro. Es decir, como una especie de carta al príncipe para que diseñe la sociedad ideal, sino más bien como una herramienta del auténtico sujeto político que es el pueblo. El pueblo, al fin y al cabo, es el que decide si obedece o no al príncipe, al rey. O sea, el rey puede hacer lo que quiera, el príncipe puede hacer lo que quiera. Pero, al fin y al cabo, si el pueblo decide desobedecer, pues el príncipe, como muy bien en el ejemplo que decía... que decía Eduardo de las Cortes de Valencia, pues, bueno, el príncipe dirá lo que quiera, pero nosotros somos más. Y entre todos, pues, podemos darle de bofetadas y echarlo de aquí, ¿no? Entonces, el contrato social sería la utopía puesta, diseñada, implementada desde el auténtico sujeto político que es la ciudadanía. Y, de hecho, pues en este contexto es cuando surge el concepto moderno de ciudadanía. En fin, además... ¿A dónde quiero llegar? La idea es que, desde la época de Hobbes, Locke, Rousseau, Marx, posteriormente, y todos los filósofos políticos que han venido después, tenemos la idea de que la historia es nuestra responsabilidad. Tenemos la responsabilidad nuestra generación, o las generaciones que estamos vivos ahora mismo, somos los responsables de implementar... de la utopía en la sociedad, de traer el reino de los cielos al suelo, por así decir, ¿no? De asaltar los cielos, como dicen algunos, ¿no? Pero, si lo vemos desde una perspectiva de historia a largo plazo, lo que llaman los ingleses el futuro profundo, el deep future, es decir, si pensamos en decenas de miles de años, en centenares de miles de años, pues, a mí me da la sensación, es una sensación muy subjetiva, como pensamiento filosófico... quizás sea muy trivial, muy banal, pero a mí no deja de darme la sensación de que nuestros descendientes de dentro de miles de años tendrán una capacidad mucho mayor que la nuestra para implementar la utopía. Es decir, cuando ellos se fijen en nosotros, pensarán, ¿pero cómo estos imbéciles? con los escasos medios tecnológicos, científicos, intelectuales, cognitivos, culturales que tenían, con lo primitivos que eran, como si nosotros pensásemos en los neandertales, por ejemplo. ¿Pero cómo van a implementar la utopía ellos? Si son unos pringados, si son unos inútiles, si son unos ignorantes. La utopía la implementaremos nosotros, que tenemos un conocimiento infinitamente superior al que tienen ellos. Muchos. Tan infinitamente superior o tan ampliamente superior como nuestro conocimiento puede ser en comparación con el de los neandertales, por ejemplo. Entonces, visto desde esta perspectiva, pues el intento de implementar una utopía en nuestra generación, en nuestra vida, el hecho de que nosotros somos responsables de hacer una sociedad perfecta, pues la verdad es que se me antoja un poco ridículo. Dicho. Con un término un poco fuerte, quizás, ¿no? Estamos jugando, estamos haciendo, qué sé yo, con una expresión parecida que uso en el libro del que hablaba, de contra apocalípticos, estamos haciendo el contrato social de los Playmobil. Eso ni es contrato social, ni es nada, visto desde una posición mucho más avanzada que la nuestra, ¿no? Con lo cual, llego aquí a mi conclusión. Bueno, no quería... No quería decir al final de la charla, sino a la idea principal, ¿no? Y que ya he mencionado al principio. Seamos realistas. Lo que podemos conseguir en los próximos años, en las próximas décadas, pues es como mucho una pequeña mejora con respecto a lo que tenemos. Y es verdad que necesitamos un nuevo contrato social o posiblemente, como bien ha dicho Eduardo y acepto plenamente, una vuelta a poner en valor el contrato social. Digamos, de la democracia... Democracia liberal tiene un concepto muy demasiado a la derecha en nuestro contexto. Para lo que quiero decir, ¿no? Más bien sería un contrato social, socialdemócrata, en el sentido de la socialdemocracia clásica europea. Un equilibrio entre lo privado y lo público, ¿no? Quiero decir. Es decir, algo intermedio entre el... Estamos hablando, acordaos, de la época del telón de acero, ¿no? Pues algo intermedio entre los extremos, tres extremos de un triángulo, ¿no? Uno estaría, un vértice serían los totalitarismos comunistas. Otro vértice serían los totalitarismos fascistas. Totalitarismos hacia los cuales, por desgracia, pues hay en nuestro entorno político, en nuestro contexto político, fuerzas que ven... Con cierta añoranza, ¿no? En ambos casos. Y, por otro lado, el otro extremo del triángulo, pues serían los regímenes puramente neoliberales, en el que, sálvese quien pueda, disminuyamos el sector público todo lo posible, y aquí cada cual te haga con su dinero lo que buenamente pueda, ¿no? El contrato socialdemócrata, pues sería, digamos, un intento, el que hubo en los años 40, 50, 60, hasta los 70, y quizá 80, en los países de Europa Occidental y otras... entre sociedades occidentales, pues este contrato social fue, digamos, es el que a mí me gustaría intentar recuperar. Y ahora yendo un poco al contenido del artículo, la cuestión es, bueno, ¿y esta situación de intentar recuperar un poquito para mejorar un poquito y no para traer aquí la utopía, que ya digo, es algo para lo que quizá nuestra generación no esté lo suficientemente preparada, ni las generaciones que vengan en los próximos pocos siglos, pues volviendo a los detalles, o yendo a los detalles, la cuestión es, ¿y nuestro contexto qué nos sugiere sobre este tema? Nuestro contexto de la pandemia, que es de lo que da el paraguas a este ciclo de conferencias. Bien, pues yo creo que indudablemente lo que más ha puesto encima de la mesa la situación actual es que... el mercado por sí mismo no funciona para ciertas cosas. Dejar que todo lo arregle el mercado, pues requiere que no sucedan cosas que son difíciles de arreglar por el mercado. Y en este caso, pues tenemos un ejemplo muy claro. Es, perdón, lo que los economistas conocen desde hace un siglo como externalidades y bienes públicos. Pues son cierto tipo de procesos... o cierto tipo de bienes y servicios que, si se dejan al mercado, se producen en cantidades muy inferiores a las necesarias o, al contrario, muy superiores. Un ejemplo típico de externalidad es la contaminación. Pues si una fábrica contamina mucho, pues eso desde luego para ella no supone un coste y entonces puede vender sus productos a un precio que no refleja todo el coste que tiene. Y producirá más, al ser su coste menor, producirá muchas más de las que, desde el punto de vista social, sería óptimo producir si se tuviera en cuenta cuál es el coste medioambiental que tiene esta producción. Así que el mercado dejado a sí mismo funciona muy bien para ciertas cosas pero en ciertos contextos y en ciertos aspectos, pues no funciona lo necesariamente bien. Esto era parte fundamental del contexto... perdón, del consenso... teinesiano, digamos, de la política económica de los años 50, 60 y hasta los 70. Se rompió este consenso en los años 70 y 80 en parte debido a la crisis del petróleo pero... pero digamos que es algo que fue circunstancial. No han dejado de existir... no han dejado de existir externalidades ni la necesidad de los bienes públicos desde que la política económica hizo un giro hacia el neoliberalismo en los años 80. Y lo que nos pone de manifiesto la pandemia actual, como digo en el artículo, la COVIDIA, solo con una palabra que no suene a una sigla, pues lo que pone encima de la mesa la COVIDIA es la necesidad que tiene la sociedad de... depender muy fuertemente, depender de manera muy robusta de mecanismos económicos, institucionales, administrativos que no estén sometidos a las leyes del mercado por así decir, que no dependa su producción y su consumo únicamente de lo que cada uno pueda producir y consumir de manera privada ¿Y cuáles son estos bienes públicos? Pues evidentemente el más obvio en esta situación es la sanidad La sanidad es un caso obvio de un bien que tiene aspectos privados pero tiene aspectos públicos, por ejemplo si yo soy miope y necesito un tratamiento para curarme la miopía o incluso necesito unas gafas pues necesito un tratamiento para curarme la miopía pues esto es un asunto privado es verdad que hay gente que se beneficiará de que yo no sea miope pero en fin, la mayor parte del beneficio que se obtiene de la cura de mi miopía o del tratamiento de mi miopía es un beneficio que tengo yo de manera privada entonces en principio esto podría funcionar mediante un mercado pues que cada cual se pague sus tratamientos oculares como pueda pero hay tratamientos y situaciones médicas que el perjuicio de la sanidad que causan no lo causan únicamente a la persona que los está padeciendo sino que los puede causar a otras personas en el caso de los asintomáticos en la COVID pues es el más claro que tenemos hay personas para las que la enfermedad no supone ningún inconveniente desde el punto de vista privado porque ni siquiera se enteran de que padecen la enfermedad pero la transmiten a otras personas y estas personas pues algunas de ellas pueden enfermar y algunas de ellas por desgracia pues pueden incluso llegar a fallecer por la enfermedad si solo dependiera de las decisiones privadas de cada uno si prevenir el contagio o no si vacunarse o no, etcétera, etcétera pues llegaríamos a una situación que desde el punto de vista económico y social, claro pues es claramente no óptima no es, como dicen los economistas, no es eficiente y entonces se requiere la intervención la intervención del médico por supuesto también otro pilar del clima de consenso al que hacía referencia Eduardo es que la gente tenga la sensación de que la sociedad le está aportando si no lo que merece por lo menos lo que necesita lo que le permitiría vivir con un mínimo de dignidad por supuesto los youtubers estos que se están yendo a Andorra pues no creen que la sociedad les esté aportando la sociedad española les esté aportando todo lo que ellos merecen pero en fin pensando en gente que ni siquiera gana para comer o para tener encendida la calefacción pues seguramente estamos pensando mucho mejor pues bien, otro aspecto en el que el mercado Puede ser incapaz de satisfacer las necesidades sociales, pues es este en el que bien la producción aumenta mucho, pero la distribución de esa producción no solo es desigual, que tampoco hay nada intrínsecamente malo en que sea desigual, pues lo importante son las diferencias, la magnitud de las diferencias, no el hecho de que haya diferencias. Yo creo que a todos nos parece bien que un cirujano gane más que un vendedor de un supermercado. La cuestión es cuánto más es razonable y de qué depende que lo sea. Pues bien, si el mercado lleva... Perdón. Si el funcionamiento de la sociedad únicamente en base a las estructuras de mercado lleva a que una gran parte, una parte muy importante de la sociedad se vea sin recursos necesarios para tener una vida digna, pues esto naturalmente hace que el clima de consenso se rompa, porque la gente ve que esa sociedad no le aporta lo que ellos considerarían... No ellos. No ellos. Lo que, digamos, desde el punto de vista general se puede considerar como una... como la garantía de una vida digna, ¿no? Así que, por un lado, hay, digamos, los aspectos en los que el mercado no funciona porque es ineficiente, como en el caso de la pandemia o en el caso de la crisis climática, de nuevo, que tiene que ver con el ejemplo de la contaminación que ponía antes, ¿no? Digamos, sería el ejemplo paradigmático. El ejemplo paradigmático máximo de una externalidad producida por la contaminación, ¿no? Pues, por un lado, está este asunto de las externalidades y los bienes públicos, ¿no? Y, por otro lado, está el asunto de la desigualdad y de la precariedad creciente de muchas capas de la sociedad y, sobre todo, también de cómo afecta esto a la relación de solidaridad intergeneracional, ¿no? Porque la precariedad, pues sabemos que se hace especialmente con... con ciertas generaciones, ¿no? Aunque, en fin, también esto es matizable. Pues bien, ¿cuál sería el nuevo contrato social que de manera realista se necesitaría según teniendo en cuenta estos problemas, ¿no? Y voy a ir deminando porque decía Juan Luis que había muchas preguntas y tenemos que dejarles tiempo para verlas, ¿no? Pues, básicamente, yo creo que el... el eje principal del nuevo contrato social debería ser el primer mandamiento de todos el intentar alejarnos de algo que está envenenando nuestra vida política, que es la tendencia creciente a ver en el adversario político alguien que no tiene legitimidad para ocupar el puesto que ocupa, ¿no? Y esto, naturalmente, es una marca de la casta. O sea, de los populismos que consideran que todo lo que se oponga a ellos es ilegítimo. Pero, por desgracia, hace unos años, hace dos o tres décadas, era algo... típico de los extremos políticos tanto a la izquierda como a la derecha y en la última década pues se ha ido filtrando hacia el centro de la escala política y ahora pues no hace falta ser de extrema derecha para pensar que los gobernantes no de extrema izquierda sino de centro izquierda son ocupas ilegítimos del poder y tampoco hace falta ser de extrema izquierda para pensar que los gobernantes de derechas son o de centro derecha son simplemente esclavos del neoliberalismo que lo que quieren es explotar a la clase obrera y por lo tanto ocupan el poder de manera ilegítima y esta vía eléctrica de la ilegitimidad pues ya digo hace unas 20-30 años estaba concentrada en los extremos del espectro político se ha ido filtrando hacia el centro y yo creo que tenemos que dar un manotazo en el centro en la mesa e intentar pararla y decir bueno vamos a reconocernos todos como adversarios legítimos y no considerar que el rival por tener una sociedad diferente es alguien que es nuestro enemigo y no nuestro adversario ese digamos yo creo que sería el primer mandamiento del nuevo contrato social o incluso más un preámbulo que un punto del contrato el el resto del contrato yo creo básicamente que como todo contrato se trata de hacer una cesión uno tiene que entrar a un contrato con dos ideas que puedo yo sacar del otro pero también que estoy dispuesto a que el otro saque de mi es decir a que considero que el otro tiene legítimamente la pretensión de pedirme que renuncie yo a ello es decir a que quiero a que considero legítimo renunciar entonces yo creo que estaría bien que tanto a la izquierda como a la derecha nos planteásemos a que cosas estaría bien que renunciáramos y aquí va pues una sugerencia que posiblemente sea polémica porque siempre que se habla de renuncias pues hay alguien a quien no le gusta pero bien es lo que a mi me parece no lo fundamento en ninguna teoría de filosofía política ni nada es simplemente un juicio personal pues bien yo creo que la derecha o el las partes de la sociedad más seducidas por el neoliberalismo pues tiene que aceptar que el sector público tiene que ser mucho más potente el sector público tiene que ser robusto tiene que contar con una financiación mucho más sólida mucho más elevada mucho más constante mucho más solidaria es decir tienen que apechugar con la idea de que hay que subir los impuestos bastante de que se ha acabado el sueño de vamos a librarnos de los impuestos y reconocer que hay un montón de cosas que necesita la sociedad de manera perentoria y no se pueden pagar simplemente a través de mecanismos de mercado o simplemente con unos impuestos casi testimoniales, ¿no? Y entonces, pues los impuestos, el sacrificio que el sector privado haga para sostener el sector público pues debe ser, como digo, robusto, estable, debe ser eficiente también, por supuesto hay que intentar eliminar todas las ineficiencias posibles del sector público como no podía ser de otra manera. Y por otro lado, ¿a qué tiene que renunciar quien está en el otro, no en el otro extremo sino en el otro lado del espectro político, ¿no? Pues yo creo que a lo que tiene que renunciar es básicamente a la idea de que el mercado es el mal ¿no? De hecho, vivimos en la época de mayor prosperidad de la historia es verdad que el crecimiento de la prosperidad desde los años 80 y 70 en las economías más avanzadas no ha sido tan rápido como fue en lo que llaman los 30 gloriosos, ¿no? entre los 40 y los 70 después de la Segunda Guerra Mundial pero es que en el resto del mundo, en gran parte del resto del mundo el crecimiento desde los años 80 a esta parte ha sido brutal muchísimo. Mucho mayor, mucho más intenso que el que hubo en Europa Occidental entre los años 40 y 70 ha salido más millones de personas y más proporción de la población humana de la miseria en los últimos 30 o 40 años que en ninguna época de la historia y básicamente el motor que ha hecho que ha hecho eso posible ha sido lo que en la izquierda en gran parte de la izquierda se condena muy ideológicamente desde el punto de vista como la globalización liberal es decir, el hecho de que muchos países han decidido entrar en el mercado y abrir sus economías al sector privado abrir sus economías a la exportación y la importación y hacer que en países que hace 40 años tenían una cantidad de personas muriendo de hambre que se contaba por millones pues ahora en cambio estén con un nivel de vida pues en término medio quizá parecido al que teníamos en un país como España en los años 60 y en muchos sitios pues análogo casi al que tenemos ahora en Europa Occidental es decir que la izquierda tiene o parte de la izquierda tiene que renunciar a la idea de considerar que el mercado y la globalización son el mal absoluto porque al contrario la máquina más eficiente de producción de riqueza que ha creado la humanidad en toda su historia ha sido el mercado y el libre mercado es decir, la posibilidad de crear empresas la posibilidad de no estar sometido a las directrices digamos puntuales punto por punto de lo que uno tiene que hacer que vengan desde el Estado Y, por lo tanto, yendo al otro extremo, si queremos un sector público bien financiado, pues la única forma de conseguirlo es con un sector privado que genere los recursos suficientes para, de esos recursos, extraer la financiación que necesita el sector público. Es decir, no necesitamos un Estado fuerte, un sector público fuerte, a costa de un sector privado ultracontrolado y ultraordeñado, por así decir, ni necesitamos un sector privado potente a costa de un sector público casi inexistente que deje en la miseria a gran parte de la población o que no sea capaz de responder los desafíos globales. Lo que necesitamos son las cosas. Las dos cosas. Necesitamos un sector público muy robusto y un sector privado muy robusto. Y tenemos que dejar de pensar en ambos términos, en ambos elementos, como un ejemplo de tensión dialéctica. No es el sector público a costa del sector privado. No es el sector privado a costa del sector público. Lo que tenemos que hacer es que trabajen en tándem los dos y que los dos sean lo más robustos posibles. Naturalmente, siempre existe la, y con estos términos, siempre existe la posibilidad. De, en uno de los dos elementos, explotar al otro más de la cuenta. Pero eso es lo que tenemos que intentar vigilar. Y aquí va ya el último apartado que decía en el blog sobre los elementos del contrato social. Bueno, tenemos que intentar despolitizar gran parte del funcionamiento del sistema. Tanto en el sector público como en el sector privado. Es decir, tenemos que intentar que... Lo mismo como funcionan los hospitales, por ejemplo, el sistema sanitario. Porque no dependa tanto como depende ahora de quién es el partido que esté en el poder. Hay que hacer una especie de desarme bilateral. Y decir, bueno, yo no voy a utilizar, cuando esté en el poder, no voy a utilizar las instituciones para gestionar mi propia agenda política. Tenemos que dejar en manos de gestores profesionales, en la mayor medida posible, la mayor parte de las instituciones del sector público. Y entre ellas, pues aquellas instituciones del sector público que se encargan de, entre comillas, ordeñar al sector privado, o sea, a Hacienda. Pues también Hacienda debería estar un poquito más despolitizada. Tendríamos que ponernos de acuerdo en decir, bueno, pues... Es algo, por ejemplo, que muchos países tienen... El Reino Unido, por ejemplo, con la BBC. Durante muchos años, ahora ya no me atrevo a decirlo, pero durante muchos años, pues la BBC era la BBC... Era una institución relativamente imparcial, porque las derechas y las izquierdas, conservadores y laboristas, pues se habían puesto de acuerdo en decir, bueno, lo que queremos es una BBC que funcione bien. No una BBC que esté al mando de... No, perdón, de la que nosotros, cuando gobernemos, estemos al mando. Bueno, pues esto habría que intentar hacerlo en la mayor cantidad posible de instituciones públicas. En fin, así que esto sería... Las cuatro patas del contrato social, resumiendo. El abandono de la dialéctica de la deslegitimidad, el reforzamiento del sector privado, el reforzamiento del sector público y la institucionalización e imparcialificación de la administración pública en la mayor medida posible. En fin, pues esto sería todo. Muchas gracias. Pues muchísimas gracias, profesor Camaro Bonilla. La verdad es que ha sido, al igual que como lo había dicho el profesor Pérez de Arribas, muy didáctico, muy pedagógico, muy accesible para que todos nuestros amigos y toda la gente que nos sigue pueda acceder a estas reflexiones que han expuesto tanto desde un punto de vista más... ...más histórico como más desde un punto de vista más filosófico. No sé si lo primero es, si queréis, si ustedes quieren hacerse alguna pregunta entre ustedes, les puedo dar paso por si hay alguna aclaración o quiere el profesor Pérez de Arribas hacerle una pregunta al decano o el decano al profesor Pérez de Arribas por si hay alguna cosa. O si no, directamente voy a las preguntas que nos han pasado por el chat. Yo, por mi parte, estoy muy de acuerdo con lo que ha dicho. El profesor Zamora, la verdad es que... No sé cuál. Estoy muy identificado. No nos pasamos preguntas, ¿no? Bueno, pues entonces pasaríamos a las preguntas. Bueno, aquí sí que van... Hay que entender un poco también que, claro, la gente pregunta mucho al hilo de lo que está ocurriendo, más que a términos más generales, ¿no?, más particulares. Entonces, bueno, ustedes mójense lo que ustedes crean conveniente. Es decir, y yo también voy a tratar de apartar y ser lo más objetivo posible, ¿no? Bueno, pues tenemos a Rubén que nos pregunta, ¿qué queremos? Un gobierno que sin menoscabo de la iniciativa privada garantice los seis pilares. Y dice, ¿qué tenemos? Una salida precaria, una educación precaria y caldo de cultivo identitario. Una dependencia precaria. Una dependencia precaria o inexistente. Un medio arruinado, se refiere al medio ecológico, ¿no? Una ciencia con de I más D más I precaria e infravalorada. Y una gran desigualdad, ¿no? Él dice, y la pregunta es, ¿qué queremos eso? ¿Un gobierno que garantice eso? Claro, bueno, él está haciendo una crítica muy férrea, ¿no? Es decir, y desde luego... Pues no deja tampoco... Entre los seis pilares está basado un poco porque lo que hicimos fue pasar el artículo como hemos pasado también, para que la gente conocía también por dónde íbamos. Entonces, no sé si a lo mejor, porque va una pregunta... Es muy directa, profesor Zamora Bonilla, ¿no? Porque, claro, usted ha hablado de los pilares, pero bueno, luego le pasaríamos la palabra. Pero si quiere responder a esta primera... Bueno, yo estoy de acuerdo, pero no tendría mucho que responder. Lo que queremos es todo eso y porque no lo tenemos es la razón por la que lo queremos, ¿no? Claro, sí. El Parlamento lo ha elegido mejor y, bueno, pues que la gente estudie más también. Es una responsabilidad de la gente, ¿no? Se estudia. Estoy muy de acuerdo con el profesor porque realmente decir, bueno, todo lo tienen que solucionar como si fuera una casta política los que están ahí cuando cualquiera puede estar ahí. Es decir, esto no es como, no sé, en épocas pasadas en las que tenías que tener un estatuto de nobleza. Para participar en la política lo puede hacer cualquier persona. Entonces, realmente, lo que hay que volver es a esos principios de aquello que llamábamos el republicanismo clásico, ¿no? La idea de la res pública, de la cosa pública. Es decir, necesitamos unos gobernantes honrados y eficaces, pero también un pueblo, unos ciudadanos, que de los que esos gobernantes forman parte, que se impliquen en eso que llamamos el bien común. Y efectivamente, es que el ejemplo que nosotros usamos... Entonces, me parece perfecto. Es decir, la educación está fatal, ¿vale? Pero es que yo me dedico a ser profesor en secundaria desde los años 80 y realmente lo que me doy cuenta es que los propios estudiantes, las propias familias de los estudiantes, podrían hacer un poquito más también por darle a la educación su dignidad. Y esa dignidad se la tiene tomando en serio lo que estás haciendo, que es estudiar. Entonces, bueno, yo... Puede ser un poco polémico lo que he dicho, o impopular, pero... Bueno, pues si me permite Rubén, ya que yo les apuntaría que entonces estamos excediendo, es decir, la sociedad, o desde la política, ¿no?, se está de alguna manera facilitando o se está incitando a un exceso de paternalismo, de descompromiso, de lo que usted hablaba, profesor Zamora Bonilla, de la responsabilidad del ciudadano, apelando a que toda esa responsabilidad recae sobre el político, de alguna manera para que haya una excisión entre político y ciudadano, ¿no? Porque, bueno, si al final la responsabilidad es del padre, ¿no?, elevándolo, ¿no?, haciendo una analogía entre el padre e hijos, ¿no? Los hijos no tienen responsabilidad de nada, no es cierto, pero si de alguna manera siempre tiene que pagarlo el padre, parece como que no nos dejan salir lo que diría Khan, ¿no?, de esa minoría de edad. ¿Estaríamos ahí? Hay una cosa curiosa, es que desde la época de Khan ha ido rebajándose la edad, de la mayoría de edad, como todos sabemos. En España en el siglo XIX se era mayor de edad a los 25 años. Ahora a los 18 y hay quien pide que sea a los 16. Pero en cambio, aunque la gente desde el punto de vista legal es mayor de edad, cada vez más joven, parece que la vida consiste en intentar alargar la adolescencia todo lo que se pueda. Y uno es un irresponsable el mayor tiempo que pueda. Yo creo que sí, que tendríamos que tener un poco de conciencia ciudadana, como decía Eduardo en esto, e intentar... Bueno, esto ya era la famosa frase del Kennedy, ¿no? No preguntes qué pueden hacer los Estados Unidos por ti, pregunta qué puedes hacer tú por los Estados Unidos. Pues nosotros no vamos a hacer gran cosa por los Estados Unidos, pero por España, nuestra sociedad. Bueno, Enrique nos pregunta, creo que queremos ciudadanos educados para un consumo responsable, empresarios educados para no priorizar el beneficio económico y políticos educados en la prioridad de gestionar el bien común. Y él pregunta ahí, ¿cómo se hace esto? Claro. Eso es la... Aparte del realismo, ¿no? Es decir, seguro que dentro de cien mil años a lo mejor ya saben cómo responder a esta pregunta. Nosotros todavía no y por eso pues tenemos que intentar ser realistas y aspirar a poco. Yo quería... Me estaba acordando ahora de una frase... Bueno, en aquel documental que creo que ganó el Oscar de Al Gore, se titulaba Una verdad incómoda, en la que a muchos nos abrió los ojos sobre los problemas del cambio climático. Yo lo he puesto durante muchos años en clase, ese documental. Hay una frase que sale al final, ya cuando están los ciclos de crédito van saliendo frases. Y una dice, si quiere cambiar esto del cambio climático y quiere mejorar no sé qué, plante un árbol, haga no sé qué, consuma menos no sé cuántos, no sé cuántos, tal y cual. Y llega un momento en que dice, vote a partidos que defiendan esto del cambio climático. Y luego dice... Es que es esto. Es decir, es que ¿quiénes son los políticos? Los políticos son ciudadanos. Es decir, es gente que antes estaba haciendo otra cosa y ahora se dedica a la política. Por lo tanto, lo que hay que hacer es, si uno no está de acuerdo con lo que está viendo, dedícate tú a ello. No sé, corresponsabilidad. Es decir, hay demasiado peterpanismo, ¿no? El complejo de Peter Pan. De querer ser, no, a mí que no, dentro de eso tal... Para eso están los políticos, ¿no? Pero estos son los políticos... No es que estén para eso, están para lo que tú quieras que estén. Que eso es un contrato social. Es decir, ponerles las reglas del juego. Y eso tiene que hacer la voluntad general. Pero claro, si hacemos una alejación de funciones y ya lo harán aquellos, porque aquellos se supone que están preparados cuando lo que demuestra la clase política cada vez más en España y supongo que en el mundo, es que cada vez es más mediocre, pues entonces son más ineficaces. Y entonces puede ocurrir que realmente el poder... El poder se sitúe en lugares opacos que no están, a los que no votamos, a los que no están expuestos a la transparencia o a nuestra fiscalidad. Y eso es el peligro. Entonces, los ciudadanos tienen que tomar conciencia de que el poder está en sus manos y que son ellos los que tienen que solucionar las cosas. Y si no, pues eso, que se dediquen a la política. Es decir, que de alguna manera, y con permiso de Enrique, ese peterpanismo o síndrome de peterpan también estaría instalado dentro de lo que sería la política, ¿no? O los políticos, en este caso, no de la política como disciplina, sino de los políticos, ¿no? De los que hacen la acción. Como reflejo de la social, también, ¿no? Sí, la clase política suele ser reflejo de la sociedad, claro, no es... Y se podría entender, por ejemplo, pues esas tripulcas. Yo me he quedado con lo que el adversario político no está legitimado, ¿no? Y es una postura que usted hablaba que es muy común de los populismos y se da tanto a un lado como a otro espectro. Como yo he apuntado comunismo-fascismo, ¿no? Como para poder poner los dos puntos intermedios y que se ha dado antes y que ahora, de alguna manera, se ha instalado en el centro. De alguna manera, es decir... Lo que usted nos traslada, querido profesor, es que, bueno, esa manera de actuar, de deslegitimar, que también estaría acorde a lo que sería, pues, la forma en la que tenemos que conceptualizar, ¿no? Que en otro lado también lo he apuntado, ¿no? De que lo que... El negro es a condición del blanco, ¿no? La teoría de los contrarios de mar, que sería una forma de conformarnos cuando necesitamos. La cuestión, para poder, de alguna manera, a ver si consigo trasladar lo que quiere decir, es si los políticos se deslegitiman ellos a sí mismos, es un poco el reflejo de que luego los ciudadanos también deslegitimen la acción del político. ¿No? Bueno, es que, efectivamente, efectivamente, vamos, es que los... Los políticos, yo creo que tendrían... Si tienen una responsabilidad importante en estos momentos es el ponerse de acuerdo en algo. Esta trifulca permanente en la que llevamos instalados muchos años, pues, no conduce a nada. Pero ¿cuál es el problema? Que si... Me temo que si surge un político que dice, bueno, yo voy a ponerme de acuerdo con un partido... Que los que me votan y mis compañeros del partido llevan años considerando un enemigo. Bueno, pues un político que en un partido pretenda pactar con el partido enemigo, pues ese político no tiene futuro ahora mismo. No lo van a echar, o sea, lo van a echar del partido y si no lo echan, pues posiblemente su partido pierda voto. Porque los votantes no quieren que un político de su partido se ponga de acuerdo con el de otro. Quieren es que el del partido rival se ponga de acuerdo con ellos. Quieren que sea el partido rival el que... baje la cabeza, se humille y diga sí, yo voy a aceptar ahora pactar con vosotros pero no están dispuestos a que sea su propio representante el que ellos han votado, el partido que ellos han votado el que diga, bueno, reconocemos que no podemos hacer lo que hemos dicho nuestros votantes que íbamos a hacer y entonces estamos dispuestos a renunciar a esto para llegar a un pacto con nuestros adversarios políticos. Ese partido ya no lo van a votar, me temo. Así que yo pongo más responsabilidad realmente en los ciudadanos que en los políticos. Yo creo que, en el fondo los políticos actúan así porque saben que si actúan de otra manera no les van a votar. Entonces el problema es que los ciudadanos votan lo que votan. Si es que los mensajes políticos a veces tiran más a las entrañas que al cerebro, ¿no? Entonces, claro ese es el problema, que los políticos saben que ahí tienen una cancha y entonces juegan en ella y los ciudadanos nos dejamos caer en esa trampa que nos ponen los políticos. Porque realmente casos como no sé, por ejemplo, el tema catalán o no sé, en Cataluña pues siempre ha habido lo que ha habido, ¿no? Independentistas una cierta tensión ha habido, pero ha habido paz social es decir, había un acuerdo ciudadano pues sí, hay gente que piensa así, gente que piensa sao, pero que podemos convivir. Y ha sido la clase política la que para muchas veces ocultar sus vergüenzas, pues han ido a explotar lo que es de las entrañas y no del cerebro. Y hemos llegado pues a la situación que hemos llegado en Cataluña, que espero que tenga retorno. Pero es que así hay muchos casos. Cuando Trump dice Biden me ha robado las elecciones, como decía el profesor Zamora lo que va a hacer es que luego los ciudadanos no crean en lo que hace Biden, porque lo consideran ilegítimo. Y por tanto, ¿cómo vamos a creernos lo que dice un presidente ilegítimo? Pues no lo vamos a obedecer. Entonces, eso es peligrosísimo. Cuando Nixon perdió las elecciones por muy poco margen frente a Kennedy lo ganó por muy estrecho margen, no como ahora Biden que ha ganado por un margen bastante grande. Sus asesores le dijeron a Nixon, ¿lo llevamos esto al Supremo? ¿Vamos a por ellos? ¿Vamos a tal? Y Nixon dijo no. Ninguna presidencia vale el deshonrar la democracia como haríamos si esto lo llevásemos al Supremo. La democracia es más importante que cualquier presidencia. Si esto lo entendiesen los políticos españoles de hoy en día, desde luego tendríamos mucho menos problemas. Bueno. Yo les agradezco que se estén mojando de la forma que se están mojando, la verdad. Es que... Esto no se traba, ¿no? ¿Lo están viendo? Bueno, sí. Tenemos a bastantes amigos. Bueno, Judith nos pregunta ella es bióloga, nos dice y va más al tema del cambio climático y entonces lanza la pregunta de qué manera poder articular esa robustez de lo público y de lo privado sin que lo privado tenga esa, bueno pues de alguna manera lo que ella pregunta es que tenga pretensiones de no cumplir con el pacto táctico o con el pacto que es el contrato, ese contrato social y respete el medio ambiente y las normas. Ella hablaba de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ¿no? Que en ese nuevo contrato social que apelaba, le apelaba a usted también, por eso está por abonía y también a usted, por eso está por acá arriba, dice si la empresa privada no cumple con los RIF porque ella entiende de la manera que lo traslada la pregunta, entiende de que la pública sí que lo va a respetar porque es un marco que se ha establecido ya, pero ¿cómo hacer que la privada no se salte? Esa es mi pregunta. uno tiene una gran empresa, uno tiene el bar de la esquina es el sector privado y entonces lo que tiene que hacer el Estado es esas normas que nos ponemos entre todos, hacerlas cumplir porque en un Estado que no sea un Estado fallido el poder de coerción lo tiene lógicamente el Estado por tanto las normas las tiene que hacer cumplir el Estado por supuesto, pero el sector privado no tiene que ser simplemente el que asuma lo que le diga el sector público, sino que tiene que ser un consenso entre todos, porque al fin y al cabo eso es lo que hemos llamado el contrato social un consenso entre todos los individuos sean, estén en ese momento en el sector público o estén en el sector privado Muy bien, pues bueno, ya dirigiéndonos a esa parte de, nos viene muy bien al hilo porque Germán nos traslada una pregunta bueno, son varias preguntas hiladas voy a separarlas en dos partes, y una es, dice ¿no hay ya bastantes impuestos directos e indirectos? ¿cómo fortalecer a la empresa privada con impuestos altos? ¿qué ocurre con el gasto público en cosas prescindibles, como el Senado exceso de asesores puestos oficiales el palco del presidente etcétera dice, ¿no estamos viviendo bien perdón, ¿no estamos viendo en esta pandemia también el fracaso de un Estado autonómico? Es decir, el hilo es decir, habla de por lo que veo, es decir de alguna manera, lo que haría es adelgazar de alguna manera algunas instituciones una centralización, es decir, sobre todo porque él dice que si ya no hay bastantes impuestos directos e indirectos claro, de alguna manera apelaría a esa robustez de la que usted hablaba, profesor Zamora Bonilla, y sobre todo también a la parte en la que usted dice de que tenemos que acostumbrarnos los ciudadanos a que tenemos que pagar más impuestos, ¿no? Sí, bueno por un lado como he dicho siempre está bien que el gasto público sea lo más eficiente posible si hay gastos superfluos digamos, pues estaría bien eliminarlos, eso sí si uno echa las cuentas el tipo de gastos a los que se refería la pregunta pues son el chocolate del loro si lo sumamos es un 0,001% del gasto público total es decir, aunque cerrásemos el Senado aunque aparcásemos el Falcon aunque despidiéramos al 80% de los asesores que tienen ahora los políticos porque a algunos asesores les hará falta digo yo no me voy a despedirlos a todos pues aunque hiciéramos todo eso seguramente no llegábamos a rebajar el gasto público ni siquiera en un 1% con lo cual es una discusión totalmente vagadiza lo que hay que ir es al meollo gordo o sea, tenemos ahora mismo en España más o menos unos impuestos una presión fiscal del treinta y tantos el cuarenta y poco por ciento en Europa más o menos la media es el cuarenta y mucho casi ningún país llega ahora mismo al cincuenta yo estaría pensando en pasar a una a una presión fiscal no sé, entre cincuenta a sesenta por ciento, digamos aunque rebajáramos todas esas cosas pues no conseguíamos nada Hay que tener impuestos, creo yo, para lo que necesitamos. Una sanidad mucho mejor pagada, una educación mucho mejor financiada, una política contra el cambio climático mucho mejor financiada, etcétera, etcétera. Necesitamos más impuestos, creo yo. Unas pensiones mejor financiadas, posiblemente. La cuestión es, ¿esto, más impuestos, es incompatible con la empresa privada? No, pues no, en absoluto. Es más, yo sería partidario de eliminar los impuestos a la empresa. Es decir, de eliminar el impuesto de sociedades, que es básicamente el impuesto que paga ahora la empresa y que todo el impuesto lo cobre quien se lleva los beneficios de las empresas. Es decir, que el impuesto de sociedades grava los beneficios de las empresas. Y cuando la empresa tiene beneficios, se quita primero el impuesto de sociedades que se lo lleva Hacienda y los beneficios luego se los reparten. Bueno, una posibilidad sería que la empresa no pagara nada de impuestos y todo se le cobrase a los accionistas, no a la empresa. Esto, naturalmente, se hace así porque hay muchos problemas para hacerlo de otra manera y entonces no es realista suprimir el impuesto de sociedades. Pero, idealmente, la empresa no tendría ni siquiera por qué pagar impuestos. Podría pagarlos directamente los ciudadanos que obtienen los beneficios de las empresas. Dicho esto, de todas formas, lo de robustecer el sector privado no significa solo que no pague impuestos. Puede pagar muchísimos impuestos. Lo que quiere decir es que no esté atado de pies y manos a la hora de hacer sus negocios. Quiero decir, una cosa es controlar que los negocios que hace sean legítimos, legales, que no haya corrupción, básicamente, que no haya sobornos, ese tipo de cosas, para exaltarse la ley. Pero otra cosa es que una empresa tenga que gastar, a lo mejor, un 10% de sus ingresos en la gestión de todo lo que tiene que ver con la normativa pública. Si esa normativa pública fuera mucho más simple y transparente, pues quizá la empresa no necesitaría gastar esto, que esto, naturalmente, lo cobra a través de los precios de los productos que fabrica. Si no hicieran falta tantos permisos para hacer ciertas cosas, pues la empresa tendría más libertad. Incluso, bueno, temas de salarios y de despidos, etc. Si la gente tuviera más protección fuera del mercado, por ejemplo, si existiera una renta básica que a todo el mundo le garantizase un ingreso suficiente simplemente por ser un ciudadano, pues podría desaparecer el salario mínimo, podría desaparecer la legislación sobre despidos, en el sentido de que el mercado podría ser completamente flexible y que cada cual trabajara en lo que quisiera y cada empresa contrata, si alguien quisiera contratar, le pagase lo que se pusiera de acuerdo por pagar, aunque fuera poco, pero como la gente ya tiene un ingreso garantizado, pues lo que hace el salario es complementarle ese ingreso. Si cuando se cansa ese trabajador de las condiciones de esa empresa, pues se va porque como tiene una renta garantizada, pues el empresario ya no puede explotarle, por así decir, más que lo que él se deje explotar. Y al revés, el empresario tendría unos costes relativamente menores, tanto de gestión como incluso de salarios. En fin, esto ya es soñar por soñar. Quiero decir que no es incompatible fortalecer la empresa privada, robustecerla con tener unos impuestos muy altos. Muy bien. Esa es una reflexión muy buena, profesor. Yo quería decir sobre lo de los impuestos. A ver, un poco las que dice que os he sacado de la práctica. Normalmente ajustamos los impuestos siempre a gasto creciente. Es decir, cada año se gasta más que el anterior. Lo que hay que hacer es revisar las partidas de gasto y ver realmente en qué estamos gastando excesivamente y no es eficaz. En qué hay duplicidades, qué puede ser suprimible. El que ha hecho la pregunta, pues no se ha hablado del Senado o tal. Son cosas a valorar. Aunque, insisto, cuando se habla siempre de lo que cobran los políticos y tal es el chocolate de oro, como ha dicho el profesor Zamora. Lo que ocurre es que lo que sí que hay que hacer es sentarse y decir, bueno, vamos a ver. Estas partidas de gasto, ¿cuál no es eficaz? ¿En cuál realmente podemos, cómo ahorrar dinero? Y eso a escala de todo lo que son los presupuestos de un país. Porque, claro, si no, como el gasto es creciente, los impuestos tienen que ser crecientes. Y al final es como la manta que si te quieres cubrir los pies, pues descuidas la cabeza o viceversa. Y en cuanto a lo de las comunidades autónomas, yo es que aquí sí que no quiero dejar que esa idea haya quedado ahí sin contestar. Yo creo que las comunidades autónomas han sido buenas para el desarrollo. El desarrollo integral de España en las últimas décadas. Estoy convencido. Otra cosa es que puedan funcionar mejor, que no haya duplicidades y sobre todo que se reforme el título octavo de la Constitución para que quede claro cuáles son las funciones de las comunidades autónomas y cuáles son las funciones del Estado y cuáles son las de los ayuntamientos. Porque si no nos encontramos con que muchas veces están todos pagando lo mismo. Eso también lo he visto en mi política. Es decir, y ahí sí que se va mucho dinero. Entonces las comunidades autónomas yo soy defensor, de hecho me siento federalista. Es decir, yo soy partidario de Estados federales, pero también tengo que tener claro y todo el mundo tiene que tener claro que cada uno tiene que saber perfectamente cuáles son sus competencias. Y que esas competencias no se puedan adquirir en un mercado persa, donde como yo ahora tengo estos votos que te hacen falta tú me tienes que dar esto porque si no yo no te doy mis votos. Eso es lo que no puede ser. Bueno. Tenemos que ir concluyendo y voy a lanzar una batería de preguntas. ¿Vale? Ustedes se queden con... un poquito de... porque me sabe muy mal que después de haber cantado por el chat se quede alguna en el tintero, ¿no? Bueno nos pregunta Pablo, dice ¿qué opina de la gestión de lo público? que bueno, ya lo hemos estado hablando él hablaba y habla de que aún sigue en nuestras mentes la imagen del típico funcionario leyendo el periódico ¿cómo gestionar el despilfarro de los recursos? Ustedes ya lo han hablado es decir, sería una cuestión también muy de la ética personal de cada uno y sobre todo de que a partir de ahí uno haga todo lo que pueda también en su responsabilidad como funcionario y luego también entiendo que siguiendo el argumento que ustedes han expuesto de que esa gestión del despilfarro vendría cuando veríamos si hay un exceso de trabajadores realizando una misma función entonces habría que hacer una reestructuración ¿no? Entiendo yo de lo que sería la administración la segunda pregunta que nos dice ¿qué pasa si a través del libre mercado y la competencia de una empresa se convierte en monopolio? Bueno, eso parece que lo estamos viviendo un poco con los bancos ¿no? Y lo deja caer ¿sería justo expropiarla? Eso es otra Luego, dice, ante una economía tan globalizada, este nuevo contrato social o esa revalorización del contrato social como han mantenido ustedes dos, ¿no? Que a lo mejor sería una revisión y una adaptación no haría falta hacer uno nuevo sino una revisión del que teníamos después de la Segunda Guerra Mundial como él dice y en una economía globalizada, ¿se tendría que aplicar también a otros países? ¿Estarían dispuestos a aceptarlo? ¿Y de qué manera? Y luego, bajo su punto de vista ¿qué medios productivos tendrían que ser del Estado para que no estuvieran en manos de lo privado? De nuevo volvemos aquí a esa tensión, ¿no? Es decir aunque ustedes lo han dejado claro que no se trata pero bueno, insisten y luego como un ejemplo que lo han dejado, lo han dicho él también lo vuelve a poner dice, ¿la gente joven está dispuesta a pagar más impuestos? Es decir, cuando está viendo y está viviendo, es decir, cómo sobre todo está centrado aquí en España muchos están evadiendo de sus responsabilidades y dice, justamente esta semana un famoso youtuber, Rubius con 40 millones de seguidores se ha ido a Andorra para pagar menos impuestos, ¿no? Bueno, pues con esas ya daríamos por concluido el tema de las preguntas es decir, si quieren un poquito para contestarle a Pablo lo que ustedes vean que no se ha contestado y bueno estas serían las últimas preguntas Profesor Bueno, yo creo que gran parte de estas cosas ya las hemos hablado, ¿no? Las ineficiencias que haya en la administración, pues desde luego pues estaría bien corregirlas claro, y y, en parte, desde luego también hay que reconocer que se está intentando hacer, no quizá tanto como se debería, pero yo creo que la ineficiencia en realidad podría ser mucho peor de lo que es, ¿no? Que también hay un esfuerzo por mantenerla en ciertos límites, ¿no? Así que tampoco es tampoco vamos a polarizar en esta discusión, ¿no? O sea, no es correcto, me parece, pues hacer una caricatura del sector público para o del régimen para criticarlo, ¿no? respecto a los monopolios que sí que es un tema de los bancos con esas grandes fusiones que están abriendo yo creo que los monopolios lo natural es que el Estado vigile si la empresa que posee el monopolio se está aprovechando indebidamente injustamente o no si no se aprovecha injustamente es decir, si el Estado no podría hacerlo mejor para la sociedad de lo que está funcionando de cómo está funcionando la empresa pues quizás sea razonable dejar que lo siga haciendo la empresa si hay argumentos sólidos que dicen, bueno si esto estuviera gestionado por el Estado sería mejor para los ciudadanos que tal como está ahora pues entonces sí pero digamos, no es una cosa que haya un principio un axioma que se pueda aplicar a todos los casos o sea, hay hay empresas monopolísticas o sea, la mayor parte de las empresas monopolísticas en la práctica están reguladas por el Estado y de hecho hay leyes antimonopolio que dicen que cuando se da un monopolio en un mercado o en un sector que podría funcionar bien o mejor incluso si no hubiera el monopolio pues las leyes antimonopolio están ahí para aplicarlas pues se obliga a dividir esas empresas y venderlas por trozos para que completen cuando esto no se puede hacer porque tenemos lo que llaman los economistas un monopolio natural que es inevitable porque sería inviable económicamente y hubiese más de una empresa que lo hiciera pues bueno ahí entra la regulación normalmente la mayor parte de los monopolios en este sentido están regulados por el Estado y hay regulación internacional también para ello a mí me preocupa el tema de los bancos pero me preocupa más de hecho por ejemplo en el mercado informático pues sitios como Google Facebook prácticamente son monopolios en el tipo de bienes que producen no hay Amazon no hay no tienen un competidor que pueda competir con ellos digamos que pueda ofrecer un producto un servicio de la misma categoría con las mismas condiciones y con un precio competitivo y puede ser que llegue un momento en que sea razonable que estos monopolios sean que se les ponga una normativa encima que diga mire usted puede seguir con este negocio pero no puede hacer tales cosas no puede cargar tales precios por ejemplo o este negocio tiene que gestionarlo el Estado no sé Google funcionaría mejor si fuera una empresa pública pero una empresa pública de qué país eso es un problema así que no sé es una cuestión en la que yo creo que no no se puede dar una respuesta apriorística sino que hay que ir más bien caso por caso el tema de los monopolios acudiría al clásico Adam Smith que ya decía que el principio fundamental que de un Estado prácticamente su única función es garantizar la libre competencia por tanto los monopolios evidentemente no son buenos aunque es verdad como ha dicho el profesor que hay monopolios naturales que es que a ver es que yo hago esto y es que nadie más lo hace háganlo más pero es que solamente lo hago yo pero bueno estos no serán situaciones que lleguen normalmente a cosas que sean muy necesarias porque si no saldrían más competidores Y hay leyes, como ha dicho el profesor, hay leyes en la Unión Europea, en Estados Unidos, que es lo que más conozco, hay leyes antimonopolios y se imponen multas y sanciones cuando, y se toman acciones cuando se tienen tendencias monopolísticas. O sea que por ahí no hay. Y luego lo de qué medios productivos debería tener el Estado, yo creo que ninguno. O sea, me preocupa muchísimo que un Estado controle la producción. Pero que eso tiene que estar en el sector privado. Lo que tiene que hacer el sector público es garantizar lo que son los derechos. La educación es un derecho, tiene que estar garantizado por el Estado. La sanidad es un derecho, tiene que estar garantizado por el Estado, etc. Pero la, no sé, la fabricación de ordenadores o las minas de carbón, pues yo creo que no. Y en cuanto a los jóvenes que no quieren pagar impuestos, hombre, pues, a ver. Por un lado hay un sector de jóvenes. La mayoría, que no es que no quieran pagar impuestos, es que no pueden, porque están tan precarizados que no pueden. Y en cuanto a estos casos de los youtubers que ahora se ha hecho célebre, bueno, pues me parece que son unos niñatos egoístas, que te diga. Pero a lo mejor no es culpa de ellos. A lo mejor la culpa es de que el sistema no ha sabido ser pedagógico para que tengan una empatía respecto a sus conciudadanos y que les hagan ver que cuando se van a Andorra para no pagar impuestos, en España, pues que resulta que luego su madre igual no cobra la pensión, o su abuela no cobra la pensión, o a su padre no le operan de la cadera. Es decir, es que es así. Es que si no pagamos impuestos, luego esas cosas no las vamos a tener. Entonces, pues a lo mejor no es culpa de ellos, es culpa del sistema que no les ha metido en la cabeza la necesidad de pagar impuestos. Y al final, pues todo depende de la ética individual, pero también del poder educativo en ese sentido de la sociedad para servir a todo el mundo. Que los impuestos son los que después te permiten tener esas cosas, que si coges un cáncer y no es por lo público, te mueres, y ese tipo de cosas. Bueno, pues no sé si quieren añadir alguna cosa más para... No, no, no, totalmente de acuerdo. Muy bien. Pues nada, con esto damos concluido el debate. Yo, pues como coordinador de la actividad, darle las gracias tanto al profesor Pérez Arribas por estar aquí, y de nuevo, con nosotros. Bueno, tenemos mucha accesibilidad para verle. Y a usted, en sentido de caso, pues darle a usted las gracias también por haber participado. Porque, de nuevo, usted ya ha estado con nosotros en un curso de verano. Esperamos poder contar con usted también... A ver si es más pronto que tarde. Más pronto que tarde podemos volver a contar con usted. Y nada, y a todos nuestros amigos de Conferencias Blancas, pues nada, darle las gracias. Esperamos que este formato que nos hemos visto obligados, pues por lo menos les permita poder mantener con la asiduidad que teníamos de la periodicidad de un mes todas las conferencias que estamos haciendo desde hace diez años. Y nada, pues aquí les dejamos... Estas han sido las preguntas, como hace una gran periodista. Y las respuestas son de ustedes, ¿no? La filosofía, como ustedes saben muy bien, no se trata tanto de responder, aunque aquí ha habido muchas respuestas. Y han visto que nuestros comparecientes hoy, no sé si es porque no estaba el público o porque se han sentido... Pero de alguna manera se han mojado mucho y yo les agradezco su sinceridad. y bueno, pues ustedes de ahí saquen sus conclusiones y si alguien quiere compartirlas, tiene nuestra dirección web como ha dicho el profesor yo los animo a que entren en su Twitter, la nada navea y también a que sigan al profesor Pérez Arribas, porque la verdad es que son dos grandes profesores que tengo la suerte de contar en esta universidad nuestra y de ustedes, la UNED Muchas gracias y buenas tardes Hasta luego