Vamos a ver, si sale, bien, ya parece que la tenemos aquí. Bueno, pues entonces, Pedro, si te parece, vamos a continuar. Estamos en la clase de filosofía en Madrid Sur, en la clase de filosofía del curso de acceso, y estábamos viendo la filosofía de Hume, que para nosotros, en este curso, lo estamos utilizando como representante de una escuela filosófica muy importante de la edad moderna, que se llama empirismo, contrapuesto a otra que también lo fue, muy importante, contrapuesto al racionalismo. Bueno, habíamos visto ya bastantes asuntos de la filosofía de Hume, habíamos visto, a modo de resumen, como él estaba muy preocupado por la fundamentación de la filosofía, le parecía que estaba en crisis, un poco a la manera también de lo que le ocurrió a Descartes, que también detectó este mismo problema e intentó una nueva fundamentación del pensamiento filosófico. Para Hume parece que el empeño de Descartes no fue muy bueno, fracasó, y a él le parecía, a Hume, que era necesario empezar otra vez, casi como de nuevo, a crear una filosofía que descanse en unos fundamentos más firmes. ¿En qué fundamento debería descansar la filosofía? Según Hume. En la investigación de la naturaleza humana. Porque, directa o indirectamente, todo lo que nosotros hacemos y todo lo que nosotros podemos pensar depende de nuestro ser, de nuestra propia naturaleza. Y aquí, por naturaleza, en caso de Hume, no tenemos que entender, no tenemos que entender tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, las peculiaridades de nuestra mente. Entonces se trata de investigar cómo somos nosotros en nuestras capacidades mentales, cognitivas, de pensamiento, de conocimiento, quiero decir. Y también en nuestras capacidades que tienen que ver con el mundo moral. Esas dos áreas, la teoría del conocimiento y el área de la ética, son las áreas fundamentales de investigación que tenemos en Hume. Luego también se investiga el tema de la religión y de la vida política, pero fundamentalmente lo que llamaríamos teoría del conocimiento y ética. Bien, ¿y en qué tenemos que apoyarnos? ¿Nos tenemos que investigar la naturaleza humana y cómo lo tenemos que hacer o en qué nos tenemos que apoyar? Pues fundamentalmente en la experiencia, que es el criterio fundamental que nos propone el empirismo para decidir si un discurso, una teoría, una pretensión de conocimiento de la realidad, pues tiene fundamento. Tendrá fundamento cuando se apoya en la experiencia. ¿Vale? Bien. Esto le llevó también a investigar qué hay en nuestra mente y vimos cómo... Tiro un poquito para atrás en el esquema para que lo veamos un momentito. Vimos cómo él propone que hagamos una distinción de todo lo que encontramos en nuestra mente para dividir lo que encontramos en nuestra mente en distintos géneros y especies. A lo que encontramos en nuestra mente dijimos que Hume le da el nombre de percepción, con una palabra demasiado vaga e imprecisa, pero bueno, que es la que él empleaba. Y las percepciones, o todo lo que hay en nuestra mente, pues se divide de distintas maneras, aunque la división más importante que tenemos que recordar, Pedro, es la que separa las impresiones de las ideas. Las percepciones, cuando aparecen por primera vez y con fuerza en nuestra mente, y con fuerza y vivacidad, reciben el nombre de impresiones. Y cuando dan lugar a percepciones derivadas, que ya no se viven con tanta fuerza y vivacidad, reciben el nombre de impresiones. El nombre de ideas. Ejemplos muy fáciles de lo que sería para Hume impresiones, pues la sensación de color blanco cuando yo miro a la pared, por ejemplo, o una sensación auditiva si yo estoy escuchando, o una sensación táctil si yo estoy tocando este objeto. Bueno, y luego también las que son de reflexión que tienen que ver con la propia vida psíquica, de carácter más bien como emocional. Un enfado que me viene ante la percepción de algo que está en el mundo. Un sentimiento de amor o de odio, una pasión o deseo. Pero bueno, si queréis verlo, pues como más sencillo sería poner el ejemplo de impresiones de sensación. Lo que solemos llamar en psicología las sensaciones como ingrediente de la percepción. Bueno, ¿y qué sería ejemplo de idea? Pues los conceptos, los pensamientos. Ahora yo tengo sensaciones que tienen que ver con esta taza, pero tengo también el concepto de taza. Las sensaciones que corresponden a lo que estoy percibiendo serían impresiones en la jerga de Hume y el concepto de taza serían ideas. ¿Vale? Bien, según Hume, el fundamento de toda la vida cognoscitiva, de conocimiento que encontramos en nosotros, lo encontramos en el nivel de las impresiones, en el nivel de la sensualidad. Naturalmente esto corresponde al punto de vista empilista. Los racionalistas ya recordarás igual, que no hablan así, ¿no? Para los racionalistas el contenido mental más importante en el conocimiento era lo que Descartes llamaba ideas innatas. Los empiristas, eso para los racionalistas. Los empiristas niegan las ideas innatas, creen que la mente es como un papel en blanco. Atención, esta es una frase importante, pero para los empiristas la mente es como un papel en blanco y se va escribiendo en ese papel a partir de la experiencia. Es la experiencia la que escribe nuestra mente, ¿no? Y el primer contacto que tiene la experiencia en nuestra mente o nuestra mente con la experiencia, como quieras decirlo, pues son las sensaciones. Todas las ideas simples en su primera aparición se derivan de impresiones simples, ¿vale? El nivel sensorial como el nivel más básico en la escala del conocimiento. Mucho más que los conceptos, los pensamientos y los razonamientos. ¿Vale? Bien. Después habíamos visto, bueno, habíamos leído también unos cuantos textos, Pedro, ¿no? Que eran también importantes en donde presentaba estas tesis que ahora estoy yo resumiendo. Y también habíamos visto como Hume consideraba fundamental entender cómo se combinan las ideas en nuestra mente. Las ideas simples en nuestra mente para dar lugar a ideas complejas. Y él encuentra que entre las ideas de nuestra mente hay fuerzas atractivas. De la misma manera que Newton, bueno, pues defenderá que en el mundo físico hay fuerzas atractivas que unen un cuerpo con otro. La fuerza de la gravedad es eso. Lo que hace, ¿verdad? Hume considera que lo mismo pasa con nuestras ideas. Que hay unas ideas que resultan atraídas por otras. De tal manera que nuestra mente están como pegadas. Entonces la idea de día está pegada a la idea de noche, la idea de vida, la idea de muerte, la idea de verano, la idea de sol o de calor, ¿no? Bueno, ¿no? La idea de examen, la idea del dolor, tal vez, o de preocupación, ¿verdad? Tenemos en nosotros que las ideas están pegadas unas a otras. Bien, y a las leyes que describen cómo están pegadas unas ideas con otras y que por tanto harán que vayan apareciendo unas ideas tras otras en nuestra mente, les da el nombre de leyes de la asociación. ¿Vale? Por favor, este concepto no es muy difícil y hay que recordarlo, ¿no? Leyes de la asociación. ¿Vale? Él encuentra que estas fuerzas suaves, porque no son fuerzas con carácter determinista, estrictas, podríamos decir, que llevara a que dada una idea necesariamente va a venir otra pegada a ella, eso no ocurre así. Cuando yo pienso en verano, no necesariamente tengo que pensar en sol. En sol puedo pensar en muchas otras cosas. Puedo hacer razonamientos que pongan al sol, al verano, perdón, al verano como sujeto y predicados de muy distintas formas. Caíndole. Puedo decir cantidades de cosas del verano. ¿Vale? Y esto quiere decir que la idea del verano no está pegada unívoca y necesariamente de modo inevitable a la idea de calor o a la idea de sol. ¿De acuerdo? Son simples fuerzas suaves. Y describe tres principales, ¿no? La ley de las semejanzas, según la cual aquellas ideas que son semejantes tienden a aparecer juntas y él ponía el ejemplo y lo leímos en el texto que dice que la ley de las semejanzas que le dimos la semana pasada, el ejemplo de un retrato, una pintura de alguien, entonces la pintura se asemeja a la persona correspondiente y cuando vemos la pintura, pues nuestra mente va a la persona correspondiente. O la ley de contiguidad, aquellas ideas que, bueno, se han vivido juntas tienden a aparecer juntas, ¿no? Como el verano viene acompañado por el calor, pues entonces calor y verano, como se han experimentado juntos en el tiempo y en el espacio, pues tienden también a aparecer. A aparecer juntas en nosotros, ¿vale? Y luego la más importante es la ley de causa y defecto. Aquellas ideas que se refieren a causas tienden a estar juntas a aquellas ideas que se refieren a efectos, ¿no? De tal manera que si yo tengo ahora este bolígrafo, este bolígrafo es la causa de que aparezcan trazos, ¿verdad? Como los que tengo en cualquier papel, ¿no? Yo tengo este papel y en este papel encuentro trazos, no se distinguen bien, ¿no? Pero ahí hay trazos, ¿verdad? Y los trazos que hay aquí, yo entiendo que están aquí porque los he pintado con este rotulador, con este bolígrafo, ¿no? Y el bolígrafo es la causa de esto, ¿no? Yo, como dicen algunos ejemplos, Jung, la noción de pan la relaciono con salud. La noción de agua la relaciono también con, bueno, saciar la sed, ¿no? ¿Verdad? Porque el agua es la causa de que se sacie la sed. El pan es la causa de que me pueda alimentar, ¿no? Y en la medida en que esto es así, pues voy uniendo causas con efectos, ¿vale? Bien, esta es la más importante, ¿no? No sé si hace falta insistir más. Leímos el otro día el texto de la página 206. Bueno, no lo voy a leer otra vez porque andamos muy justos de tiempo y entonces corresponde más bien ahora continuar porque vamos a seguir leyendo también otros textos, ¿no? Bien, el siguiente apartado que se explica en el libro, en la página 207, Pedro, es lo que tiene que ver con la distinción entre lo que Jung llamaba cuestiones de hecho y lo que denominaba relaciones entre ideas, ¿no? Yo en este esquema lo tengo en otro lado. Vamos a ver un momentito. Lo voy a poner aquí, ¿no? Lo tenemos aquí. Voy a utilizar esto también un poco como guía. Lo puedes emplear también, ¿eh? Pero como guía para lo que tienes en este apartado de la página 207, 208 y 209. ¿Vale? Todo este esquema, este esquema cortito que no es mucho, te puede servir para entender toda esta sección. ¿Vale? Bien. Pues, ¿qué tenemos aquí? Pues tenemos la preocupación de Jung por comprender los tipos de conocimiento que podemos alcanzar los seres humanos. Y él encuentra que hay dos grandes géneros de conocimiento. Dos grandes géneros. Por un lado, lo que denomina conocimiento de relaciones entre ideas y por otro lo que denomina conocimiento de cuestiones de hecho. Vamos a ver cuál es la diferencia y características de cada una de estas, entre estas dos formas de conocimiento, de cada una de estas dos formas de conocimiento. ¿Vale? Primero, relaciones entre ideas. ¿Qué es el conocimiento de las relaciones entre ideas? Pues el que encontramos en matemáticas, por ejemplo, o en lógica. Estas disciplinas no se refieren al mundo exactamente. La matemática no habla exactamente del mundo, lo que podemos llamar mundo empírico, del mundo que se ofrece a los sentidos. No habla directamente del bolígrafo, del sol, lo de la Tierra. Habla de lo que llamaba Hume nuestras ideas, nuestras representaciones de las cosas, pensaba él. Platón no diría tampoco esto, porque para Platón hablaba de entidades independientes de la mente, que Platón consideraba que estaban en el mundo inteligible. Recordarás, ¿no? Pero Hume no entiende así los objetos de la matemática. Para él, en realidad, la matemática no hace más que manejar símbolos. Símbolos que suplienen a ser, por ejemplo, los números o las figuras geométricas a los que se aplica determinadas reglas que muestran cómo se deben combinar unos símbolos con otros. Entonces uno tiene el símbolo 2, el símbolo 3 y luego el símbolo más. Entonces hay una regla que te dice que tienes que poner después del igual tienes el símbolo 2, el símbolo más, el símbolo 3 y el símbolo igual. Y tienes una regla que te dice cómo tienes que actuar cuando se dan esos símbolos. Y te dice que tienes que poner 5 después del igual, ¿verdad? La matemática hace eso. Maneja reglas que nos enseñan cómo movernos con símbolos. Es el objeto no el mundo, sino nuestras ideas. Pensaba Hume en una afirmación, repito, bastante distinta a la de Platón. ¿Qué método emplea para hacer ciencia el matemático? Pues no necesita ir a la experiencia, no necesita el recurso de la experiencia. Es pura razón. Hace un ejercicio de pura racionalidad y a partir de su simple razón, sin apoyarse en la experiencia, va estableciendo las verdades matemáticas que nos ofrecen. Si recuerdas la película Una mente maravillosa en la que se cuenta cómo en el siglo XX hubo un matemático en Estados Unidos buenísimo, que tuvo el equivalente al premio Nobel en matemáticas, pero tenía también una enfermedad mental. Tenía esquizofrenia, tenía alucinaciones, ¿verdad? Un personaje muy curioso. Y en algunos planos se ve cómo trabaja, en algunas secuencias. Y en una oportunidad se ve que él trabaja haciendo cálculos en la ventana, en el cristal de la ventana. El matemático no necesita ir a ningún laboratorio, ni necesita mirar el mundo. Puede mirar su propia imaginación. En el panel, en la pizarra de su imaginación podría hacer cálculos. O lo puedes hacer en la pizarra, o lo puedes hacer en el cuaderno, o como este personaje que te decía, también en el cristal. ¿Vale? Porque no necesita del recurso de la experiencia y es una consecuencia de la pura razón. Este conocimiento es muy bueno. No tiene excepciones, tiene carácter demostrativo, es verdadero. Y lo contrario a lo que dicen los matemáticos, pues la mente lo capta como siendo absurdo. ¿Vale? Tiene en este conocimiento muchísima calidad. Muchísima calidad. Aunque tiene como dificultad que en realidad no nos informa acerca de la realidad, acerca del mundo. La matemática no habla del comportamiento de las cosas. Puede ser una herramienta para entender el comportamiento de las cosas y esto resulta un poco sorprendente desde el punto de vista de Hume, puesto que para él en realidad parece que es un asunto simplemente casi metal, ¿no? Psíquico. Pero parece que la matemática funciona en el mundo. Repito, aquí hay cierta dificultad en el planteamiento de Hume, ¿verdad? Pero aunque esto sea así, nos ayude la matemática a comprender cómo es el mundo, en realidad no habla acerca de perros, de soles, de ríos. No te va a poder decir si va a venir un perro a hacerte compañía cuando estás paseando, si te vas a encontrar una persona u otra, si va a llover mañana o no va a llover mañana, ¿no? Eso no. ¿Vale? Porque no habla acerca del mundo. ¿Qué disciplinas hablan acerca del mundo? Aquellas que se refieren a los hechos. Las que se refieren a los hechos. Son aquellas que se basan en la experiencia, que en último término no es otra cosa que la percepción. ¿Vale? En último término, la experiencia en sentido de Hume y del empirismo no es otra cosa que la percepción. Bien. Este tipo de conocimiento, ¿en dónde lo encontramos? Lo encontramos en las ciencias naturales, en química, geología, física. Lo encontramos también en las llamadas ahora ciencias sociales, como la psicología, la antropología, la sociología. Lo encontramos, en general, en lo que llamamos conocimiento empírico. Bien esta palabra del término griego empeiría, que significa experiencia. Las ciencias empíricas son las ciencias que se basan en la experiencia. No es necesariamente cuidado con esto, pero en los experimentos. Todas las ciencias que se basan en experimentos son ciencias empíricas, porque los experimentos son una forma sofisticada de experiencia, de percepción. ¿Vale? Pero no todas las ciencias empíricas son ciencias experimentales, porque uno se puede apoyar en la experiencia sin hacer experimentos. Haciendo observaciones cuidadosas, siguiendo los protocolos científicos, como es el caso de los etólogos, por ejemplo, que estudian el comportamiento animal, de los antropólogos, que no hacen tampoco experimentos, pero miran con mucho cuidado las tribus y urbanas y no urbanas, ¿verdad? Las distintas, distintas culturas de las que se ocupan, etcétera, etcétera. Conocimiento empírico es aquel que se basa en la experiencia. ¿De acuerdo? Y este tipo de conocimiento, pues, se refiere al mundo empírico. ¿Y qué tenemos que entender por mundo empírico? Esto es muy importante, ¿eh? Que ya lo señalé también en la introducción a Hume. Para Hume el mundo no consta exactamente de sustancias, de entidades así independientes, autónomas, autosuficientes, ¿no? El mundo consta más bien de hechos. Es el conjunto de hechos, el mundo. Es el conjunto de todo aquello que se da en el tiempo. El estar la taza en mi mano, el tener este color azul grisáceo a la taza que yo tengo aquí, el yo tener gafas, el estar ahora hablando, el estar presentando la filosofía de Hume, el estar escuchando por tu parte o tal vez ya un poco aburrido y cansado viendo otra cosa. No sé, ¿no? ¿No? Esos son los hechos. Hechos físicos o hechos psicológicos, ¿vale? Y el mundo consta de este tipo de realidad. Las ciencias empíricas muestran los hechos que hay en el mundo y las combinaciones de esos hechos y cómo unos hechos se vinculan unos con otros. Cómo se vincula el hecho de que uno tenga el COVID dentro, el bicho dentro, el virus dentro y el hecho de tener perjudicados los pulmones. Por ejemplo, ¿verdad? Se vinculan en la forma de causalidad. El bicho es la causa del daño en los pulmones, por poner un ejemplo de actualidad, ¿vale? Bien. ¿Qué calidad tiene este conocimiento? Pues su calidad es inferior al de las matemáticas. No tiene carácter demostrativo y además no nos presenta las cosas con necesidad en el sentido filosófico, ¿eh? Cuidado con esto, ¿eh, Pedro? Porque en el sentido vulgar, cuando hablamos de lo necesario nos referimos a lo que es útil para una cosa. Entonces, yo puedo decir que es necesario este bolígrafo, que me es necesario este bolígrafo porque me es útil para escribir, ¿no? Me es necesario el tener dedos aquí porque es que mi mano necesita los dedos para coger cosas, ¿verdad? Pero en el sentido filosófico no es eso. En el sentido filosófico este bolígrafo no es necesario ni mis dedos tampoco. Lo necesario es lo que no puede ser de otro modo, ¿eh? Por favor, Pedro y los que vayan a escuchar también, los que puedan escuchar este vídeo, ¿no? Esta grabación, quiero decir. En filosofía llamamos necesario a lo que es así y no puede ser de otro modo. Y se contrapone a lo contingente. Esto ya lo vimos con Sergio Tomás. Lo contingente es lo que es así y puede ser de otro modo. Esta taza es contingente porque puede ser así, puede ser de otro modo. Yo la puedo pintar de otro color, podría tener otro tamaño. Existe y puede no existir. Se me puede caer y se me puede romper. Es una muestra de que no es necesario en este sentido, ¿no? Sino contingente. Su existencia es contingente. Existe pero puede no existir. Su color es contingente. Es este pero puede ser otro. Lo mismo pasa con los dedos de mi mano. Son contingentes. Y eso quiere decir que son así pero podrían ser de otro modo. Yo puedo tener un accidente y perder alguna falange o perder todos los dedos. Ocurrirá con esta mano que dentro, yo qué sé, espero que treinta años más esté conmigo, pero tal vez dentro de treinta años esté ya en pobredumbre y descompuesta y me haya muerto ¿no? Porque mi cuerpo es contingente. Para Hume, y esto es una afirmación muy, muy, muy importante, por favor, Pedro. Para Hume, el mundo, en el mundo no hay nada necesario en este sentido filosófico. En el mundo todo es contingente. Es así pero puede ser de otro modo. Y esto se debe a el hecho de que él niega las esencias. Cree que no existen las esencias. Solo existen los vínculos contingentes entre las cosas. ¿Vale? Esto quiere decir también algo un poco paradójico, ¿no? Que lo que está pasando ahora podría perfectamente no pasar e incluso pasar lo contrario. Entonces cuando yo suelto este bolígrafo, el bolígrafo cae. Pero esto de que caiga el bolígrafo no es necesario en el sentido filosófico. Podría ocurrir que cuando yo soltara el bolígrafo, el bolígrafo se quedara flotando. O fuera para arriba. O explotara. Esto suena raro, ¿eh? Suena cierto. Suena raro pero tendríamos que decir que no es que no sea posible. Es posible pero extraño. No es absurdo que este bolígrafo se quede flotando vaya para arriba. Pero así sería extraño porque iría en contra de toda nuestra experiencia anterior. ¿Vale? Lo que pasa que nuestra experiencia anterior, toda nuestra experiencia anterior, no puede ser un fundamento para afirmar de modo absoluto y rotundo que las cosas van a seguir siendo en el mundo como han sido hasta ahora. Por favor, esto también lo tenemos que recordar. Insistiré un poco más cuando veamos la noción de causalidad científica de Aporquín. Pero ya lo adelanto, ¿eh? Aporquín nos va a decir que la experiencia anterior no sirve de fundamento pleno y absoluto para garantizar que el mundo va a seguir siendo como nosotros lo hemos experimentado. Podríamos decir que, bueno, en todo caso pues será probable que cuando yo suelto ahora mismo el bolígrafo pues caiga, vaya hacia abajo y no vaya hacia arriba, ¿no? Y de hecho si fuera hacia arriba nos íbamos a quedar como muy sorprendidos, ¿no? Pero no tenemos una garantía plena o absoluta de que vaya a caer hacia abajo, que se vaya a mover hacia abajo, que vaya a caer en vez de ir hacia arriba. A diferencia de lo que ocurre con el conocimiento matemático, ¿no? Pensar que un triángulo tiene cuatro ángulos eso no es que sea raro, es que es absurdo. Eso sí sería absurdo. Va contra la noción de triangularidad, ¿verdad? Ahí sí, en el ámbito de lo matemático, en el ámbito de las relaciones entre ideas, sí podríamos hablar del absurdo. Pero en el ámbito de las cuestiones de hecho, no. Tendríamos que hablar simplemente en todo caso de lo probable, ¿no? O en todo caso de lo extraño, si va en contra de nuestra experiencia anterior. ¿Vale? Esta es una idea muy distinta a la de los filósofos anteriores, pero también interesante. Hay un punto aunque uno esté en contra del empirismo por distintas razones hay un punto aquí que merece mucho la pena, ¿no? Pedro recordar del empirismo, ¿no? Porque favorece el cuidado que debemos tener en nuestras afirmaciones acerca de la realidad. Favorece la idea de que tienes que tener la mente abierta a que las cosas sean muy a como tú pienses. A como han sido hasta ese momento hacia ti. En ti o para ti. Como han sido para ti. Por el hecho de que hayas visto a una persona siendo de una determinada manera, o estés acostumbrado a unos usos sociales en relación, por ejemplo, al tema del género que ahora está pegando así tan fuerte, ¿no? Y con mucha razón, ¿no? Pues no tendrías por qué pensar que siempre va a ser así. Esto tiene una consecuencia por ejemplo moral. Si una persona tradicional y machista de hace 40 años tuviera estas ideas, nunca podría decir que las mujeres no pueden ser pilotos de un avión. O que las mujeres no pueden gobernar una nación. Por el hecho de que las mujeres en la época de esta persona, de nuestro abuelo tal vez, apenas o nunca llevaban aviones o apenas habían dominado las naciones, excepto si fueran reinas, claro. Eso era otra cosa, ¿verdad? Apenas tenían intervención en la vida pública. Eso no quiere decir que no puedan hacerlo y mucho menos que estén incapacitadas para ello, ¿no? Hume, y esta perspectiva de Hume, nos invita a ser prudentes con la experiencia pasada y no creer que la experiencia que hemos tenido de las cosas, de cómo funcionan las cosas, las personas, las instituciones, etcétera, etcétera, los países también, ¿no? No nos vayamos a confundir y creamos que van a seguir comportándose de la misma manera por siempre. ¿No? Esto no es así. Siempre cabe, esta es una idea bonita, ¿no?, de este punto de vista, ¿no? Siempre cabe la posibilidad de la sorpresa y que las cosas se muestren de un modo muy distinto a como lo han hecho hasta ahora. ¿Vale? Y como las ciencias empíricas hablan de estas realidades que pueden ser distintas a los que son, a las que son, y se basan además también en la experiencia y la experiencia no puede utilizar certezas absolutas del comportamiento de las cosas, entonces, bueno, pues tenemos una concepción un tanto humilde, ¿verdad? Podremos decirlo así. Una concepción un tanto humilde del conocimiento del mundo empírico. Por tanto, también del valor de las ciencias. ¿Vale? Bien, pues con esto yo creo que ya es suficiente. En todo caso, voy a leer el texto, pero el texto que tenemos en la página, página 209. Es un texto muy importante de la obra titulada Investigación sobre el conocimiento humano. Una de las obras fundamentales de Hume, en donde ya bueno, así tendréis que empezar a hacer el comentario de textos, ¿no? Hablar un poco de Hume y del empirismo y del significado de la obra de la que se saca el texto que tenéis que comentar. Por ejemplo, en este caso, con este título, Investigación sobre el conocimiento humano. Le da este título para señalar que este asunto, el estudio del conocimiento humano, es uno de los asuntos que le preocuparon fundamentales en su proyecto de hacer filosofía, ¿no? De una filosofía sensata, de una filosofía desarrollada, ¿no? Debería examinar esa parte de la vida humana tan fundamental que es el conocimiento. He dicho antes que la otra sería la vida moral. ¿Vale? Un examen de la naturaleza humana para fundamentar la investigación filosófica y principalmente en este libro, al menos, pues lo que tiene que ver con el conocimiento. Y en esta obra tan importante nos dice, todos los objetos de la razón e investigación humanas pueden naturalmente dividirse en dos grupos. Todo lo que nosotros podemos conocer, comento yo ahora, lo que nosotros podemos conocer se divide en dos grandes grupos. Dice él, a ver, relaciones de ideas lo que tenemos aquí, relaciones entre ideas, y cuestiones de hecho. ¿Vale? Y ahora pasa a contar algunas características de ambas, ¿no? Bien. A la primera clase, a las relaciones entre ideas, pertenecen las ciencias de la geometría, álgebra y aritmética, las matemáticas. Bueno, yo he añadido también aquí la lógica. Él pone los ejemplos de las matemáticas. Y en resumen toda afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta. Cuidado con la palabra intuitiva. No quiere decir conocimiento vago, ¿eh? En este sentido vulgar de la palabra intuición como cuando uno dice, tengo la intuición de que el número del gordo de la lotería, pues va a acabar en tres, o de que en el examen de filosofía va a caer descartes. No es ese sentido de la palabra intuición. Aquí se parece un poco a como manejaba este término también descartes mismo, ¿no? Intuir es el ver. Es el ver. La mente puede ver igual que mi ojo físico puede ver objetividades, objetos físicos. La mente también puede ver cosas, objetividades intelectuales podríamos decir. Cosas muy, muy, muy sencillas, ¿verdad? Por ejemplo, puede ver que un triángulo consta, una figura cerrada por tres líneas, consta de tres ángulos. Esto lo ve la mente de manera inmediata. Lo capta de manera inmediata. Otras cosas que capta la razón no se ven de manera inmediata y necesitan de una demostración. Como el teorema de Pitágoras, que no se ve inmediatamente que es cierto. El cuadrado del hipótenus es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. O sea, de manera intuitiva, directa, no se ve que es cierto y necesita de una demostración. Que el cuadrado del hipótenus es igual al cuadrado de los dos lados es una proposición que expresa la relación entre esas partes del triángulo. Que tres veces cinco es igual a la mitad de treinta expresa una relación entre estos números. Está aquí poniendo ejemplos de proposiciones que se refieren a la serie de proposiciones matemáticas y que muestran relaciones entre ideas. Las proposiciones de estas clases, de esta clase, pueden descubrirse por la mera operación del entendimiento. Independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del universo. ¿Vale? Esto es lo que quería decir antes, ¿no? Cuando señalaba que las matemáticas no hablan acerca del mundo. Las matemáticas hablan acerca de símbolos y de las ideas, ¿no? Está señalando aquí Jung, ¿no? Y con independencia de que si existen en el mundo triángulos o no, pues resulta que los ángulos internos de todo triángulo suman 180 grados. ¿Vale? Con independencia de si hay manzanas, o peras, o bolígrafos, o personas, dos más tres son cinco. Aunque uno luego pueda también poner ejemplos de esto diciendo que dos manzanas más tres manzanas son cinco manzanas. Personas más tres personas son cinco personas, ¿no? Pero en principio la matemática no habla de personas. No habla de manzanas. Nosotros podemos intentar utilizar estos objetos para ejemplificar las leyes de la matemática. Pero las leyes de la matemática no hablan de objetos. Ni de manzanas, ni de peras, ni de gafas, ni de sentimientos tampoco, etcétera, etcétera. ¿De acuerdo? Bien. Y continúa diciendo. No son averiguaciones de la misma manera las cuestiones de hecho. El segundo grupo de conocimientos de las ciencias empíricas como la física, la química, o la antropología y la psicología pues se refieren ya a cuestiones de hecho. No a asuntos de la propia mente. No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de hecho. Los segundos objetos de la razón humana. Así, nuestra evidencia de su verdad, por muy grande que sea, ¿eh? No es de la misma naturaleza que la precedente. Aquí le falta una no. Un no. Vaya, esto hay que decirle a los profesores que lo han escrito. Falta un no. No es de la misma naturaleza que la precedente. ¿Por qué? Porque, señala, continúa. Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es en cualquier caso posible, porque jamás puede implicar una contradicción. ¿Vale? Bueno, aquí hay varias cosas que ya he comentado antes, ¿no? Primero, que la manera de llegar a las verdades de las cuestiones de hecho es distinta a la manera de llegar a las verdades de las relaciones entre ideas. Llegamos a las verdades de las matemáticas mediante la razón. Llegamos a las verdades de las ciencias empíricas, de los conocimientos que se refieren a los hechos, mediante la experiencia. ¿Vale? La experiencia. Esa es una primera afirmación que tenemos aquí. Poco desarrollada, ¿eh? Porque aquí Kijun no lo está desarrollando a la cosa, ¿verdad? Y la segunda afirmación era esa afirmación que tiene carácter un poco paradójico, ¿verdad? Según el cual o la cual, ¿no? Entonces, lo que conocen estas ciencias, lo que nos cuentan que pasa en estas ciencias, es posible que pase de otro modo. Es posible que pase de otro modo, ¿no? Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier caso, posible, porque jamás puede implicar una contradicción. Es un hecho que es un ejemplo, el mismo Kijun. Es un hecho que sale el sol. Por las mañanas sale el sol. Pero mañana podría ocurrir que no saliera el sol. Y el que no salga el sol no es un absurdo. No es una contradicción de nada. Sería raro que no saliera el sol. Pero podría ocurrir que esta noche fuera el fin del sistema solar o algo así. Una gran hecatombe ocurriera, ¿no? Y ya, pues, el sol no saliera. O tuvieron comportamiento sorprendente por cuestiones igual de la física, los materiales que componen al sol, ¿no? Tuvieron comportamiento extraño y se marchara de nuestra órbita y ya no saliera, ¿no? O al contrario, que fuera la Tierra, ¿no? Porque en realidad ese aspecto del sol saliendo tiene que ver con el movimiento de la Tierra, ¿no? O que la Tierra se desplazara de un modo insólito, pero no absurdo. Porque es posible que eso pudiera ocurrir en la Tierra. Sería raro también y contrario a la experiencia anterior. ¿Vale? Esto es lo que tenemos aquí en este texto importante. ¿De acuerdo? Muy bien. Bueno, pues ahora vamos a ver también algo muy importante que en cierto modo es también continuación de este punto, ¿no? Porque tiene que ver con el uso del criterio empirista del conocimiento. Se trata ahora de examinar el valor de la filosofía. En definitiva se trata de eso. ¿Bien? Fijaros que aquí hemos dicho que hay en realidad dos géneros de conocimiento. El conocimiento matemático y el conocimiento de las ciencias empíricas. Pero, claro, podemos caer en la cuenta de que entonces hay algo que queda un poco en aprietos. ¿Qué es ese algo? La filosofía. ¿Dónde queda la filosofía? ¿Dónde queda la metafísica? La metafísica, al menos en el sentido tradicional, es decir, lo que hacía Platón, lo que hacía Aristóteles, lo que hacía Santo Tomás, lo que hacía Descartes, todo eso que hacían estos filósofos, ¿dónde queda? ¿Es algo que tiene que ver con las relaciones entre ideas? ¿Pertenece al ámbito como de lo matemático? Claro, obviamente no es así, ¿verdad? No es así. O entonces se da un conocimiento de hechos al modo de las ciencias empíricas, pero tampoco parece que sea el caso. Cuando los filósofos investigan la mente, pues que investigan no exactamente los hechos de la mente, sino la esencia de la mente, lo propio de la mente, lo más característico de la mente. Cuando estudian el mundo, no estudian el comportamiento de una piedra o del sol, o del estómago, o de los pulmones, o de un virus. En su realidad puramente empírica, podríamos decir. Estudian más bien otro tipo de asuntos, como lo que solemos llamar esencias de las cosas, lo más fundamental de la realidad. Pero claro, esto pone en aprietos a la filosofía. Porque respecto del mundo, fijaros qué afirmación, respecto del mundo, en un discurso legítimo, posible y legítimo, posible con sentido, quiero decir, y legítimo, es el de las ciencias empíricas. No el de la filosofía. Esto quiere decir que ya en Hume vemos que la filosofía se encuentra en una gravísima dificultad de comprensión de sí misma. Con Hume casi parece que la filosofía empieza como a hacerse daño a sí misma, a suicidarse casi, como se verá incluso en el empirismo del siglo XX, que supone ya una especie casi de negación de la propia filosofía como un saber sustantivo, como un saber importante que nos informe acerca del mundo y de la vida. Los filósofos tradicionales sí creían que la filosofía nos podía informar acerca del mundo y de la vida. Pero a partir de Hume, no. Es verdad que luego habrá, después de Hume, otros autores que también harán filosofía al estilo tradicional. Porque no todos para nada van a ser empiristas. Todo va a ser casi como una excepción lo que nos va a decir aquí Hume en relación al valor de la filosofía hasta el siglo XX con el llamado positivismo lógico, neopirismo, tiene distintos títulos y nosotros lo veremos al final del curso. Al final del curso. Pero, bueno, se trata de un planteamiento, repito, que ponen aprietos a la filosofía tradicional. Como lo podemos ver en un texto muy interesante, tremendo, de la página 2.0, 2.109, un texto bonito, muy famoso, que os pediría que miráreis también con cuidado. ¿Vale? Si procediéramos a revisar, lo estoy leyendo ya, pertenece también a la investigación sobre el conocimiento humano. Por tanto, en vuestro comentario valdría todo lo anterior que he dicho respecto de preparación del comentario de texto, respecto del texto anterior que he leído. Dice aquí, si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¿qué estragos no haríamos? Si cogemos cualquier volumen de teología o de metafísica escolástica, y voy a coger yo uno porque lo tengo aquí, un momentito. Yo tengo aquí parte de mi biblioteca, ¿no? En mi estudio. Entonces, dice Hume, oye, vamos a una biblioteca. Vamos a una biblioteca o a nuestra biblioteca. Yo voy a mi biblioteca. Y entonces, vamos con estos principios, ¿eh? Principios que estaba proponiendo Hume, de que sólo tenemos estos dos tipos de ciencias, de que incluso, además, el criterio último para decidir si un conocimiento tiene sentido o no es el apoyarse en la experiencia, ¿vale? Pero bueno, si queréis en general, la afirmación de que sólo hay estos dos tipos de conocimiento, unos hablan de ideas y otros hablan del mundo empírico. Y entonces, con estos principios, vamos a nuestra biblioteca y cogemos este libro que se llama Filosofía. Es de Santo Tomás. Es de la Suma Teológica, parte de la Suma Teológica, este Tomás. Son varios volúmenes así, ¿no? ¿Vale? Y dice, ¿no? ¿Qué estragos no haríamos en nuestras bibliotecas? Si cogemos cualquier volumen de teología o filosofía escolástica, como este de Santo Tomás, preguntamos ¿contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? Pues yo lo miro y veo que no. Esto no habla de cantidades y de números. Ningún razonamiento de ese estilo. No. Es un libro de matemáticas, ¿no? Bueno. ¿Contiene algún razonamiento experimental? Aquí quiere decir empírico, ¿eh? Tener un poquito cuidado. No quiere decir que se hagan experimentos con las cosas, ¿eh? Más bien empírico, basado en la percepción, en la observación. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia? No. En este libro, por ejemplo, en la parte que tiene que ver con el hombre, pues se habla acerca de la vida, ¿no? Del alma también. Si habla acerca de la vida, en realidad se está apoyando en la observación de qué consiste la alimentación, la reproducción, la sexualidad, de lo que nos hablan los biólogos, pues no, no es un libro de biología en lo que tiene que hablar acerca del hombre, ¿no? Ni tampoco es un libro de psicología en lo que tiene acerca de hablar acerca de la mente, ¿vale? Y por supuesto no es un libro de física en lo que tiene que hablar acerca del mundo cuando Descartes, perdón, Santo Tomás habla acerca del orden en el mundo y la reflexión sobre el orden y la finalidad en el mundo le lleva a demostrar la quinta vía, si recordáis, la existencia de Dios, ¿eh? En realidad, en esos textos no se habla de cuestiones de hecho o de existencia. De eso se ocupan las ciencias. La física, la química, la biología, la geología agotan todo lo que se puede decir sobre el mundo físico. Bueno, esas ciencias y otras análogas, quiero decir, ¿no? Agotan el discurso posible y con sentido de lo que se puede decir respecto del mundo físico. ¿Vale? Entonces, ¿qué tenemos que hacer con este libro? Fijaros qué afirmación más rotunda. Hay que tomárselo de manera literal, ¿no? Pero dice, no, porque no habla acerca de cuestiones de hecho. Tírese entonces a las llamas pues no puede contener más que sofistería e ilusión. Es tremendo. Esto es tremendo. Está diciendo como este libro no es de matemáticas ni tampoco es de ciencia empírica, sólo puede contener sofistería e ilusión. Es decir, aparentemente frases con sentido, pensamientos legítimos, pero en realidad sofismas. Que no nos van a decir nada sensato. Ilusiones, fantasías de una mente descuidada. Acabo de decir, eso de Santo Tomás es muy irreverente, ¿no? Irrespetuoso, desde luego. Es irrespetuoso porque es injusto, ¿no? Pero bueno, se está expresando aquí de una manera un poco bueno, literaria, ¿no? No se trata de que de manera literal vayamos a la biblioteca y quememos los libros, ¿no? Él no era, en fin, un nazi o algo así de la época, ¿no? Quisiera destruir los libros y quemarlos. Un fanático, quiero decir. Un nazi o un fanático. También otros pueblos lo hicieron, ¿no? Cuentan de los musulmanes cuando conquistaron Alejandría, que quemaron también los pergaminos que tenían los libros en la antigüedad, en aquella biblioteca gigantesca y maravillosa de la antigüedad, ¿no? En fin, no fue exclusivo de los nazis, ¿no?, quemar libros, ¿no? Es más bien peculiar a todo fanático, ¿no? Y aquí bueno, no se trata de eso, ¿eh? De tomárselo un poco de una manera un poco más relajada, ¿no? Pero sí hay como un descrédito. Hay un desacreditar, un esfuerzo intelectual de la metafísica tradicional. Y vamos a ver cómo lo aplica luego en concreto, ¿no?, ahora mismo. Pero, bueno, es muy ilustrativo, ¿verdad? Ilustra muy bien los planteamientos de Hume, las consecuencias de sus planteamientos y algo que vamos a encontrar ya en el siglo XX, ¿no? Sobre todo en las formas de empirismo radical en el siglo XX, que van a decir que el discurso de los metafísicos y de los filósofos es un discurso de sinsentidos, ¿no?, de palabras huecas fantásticas o algo así, ¿no? Pero que no dicen nada, en definitiva, sensato. ¿Vale? En realidad, Hume ahora se expresa en este fragmento de esta manera exagerada, ¿no? Pero bueno, no es tampoco tanto suposición, ¿no? Por ejemplo, cuando él examine, ¿eh? la noción de sustancia o la noción de yo, incluso el asunto de Dios, ¿no? Pues no se trata de que él diga que el hablar acerca de Dios es un hablar sinsentido. Esto lo encontramos en el siglo XX, ¿no? Él va a mantener ahí como incluso más prudencia en relación a la crítica a la religión, ¿no? Y una posición más bien escéptica. ¿Vale? Pero bueno, un texto muy interesante, tremendo, es un texto tremendo, ¿eh? Bastante, crítico, por lo menos escéptico en relación a la filosofía tradicional, a la filosofía de Descartes, de la escolástica, toda la filosofía anterior a él, pues es un autor que va a mantener el escepticismo, ¿no? Por cierto que después Kant, que leyó a Hume, no era empirista Kant, ¿no? Pero después de leer a Hume dice, me despertó Hume, la lectura de Hume me despertó del sueño dogmático. ¿No? Porque Kant en su juventud también era racionalista y creía que con la pura razón podríamos alcanzar un conocimiento de las cosas. Leyó a Hume y la lectura de Hume en textos como este, estos estilos, como los que vamos a ver a continuación, hicieron en Kant que tuviera al final, ya en el Kant maduro, una actitud, pues, también de dudas respecto de la posibilidad de la metafísica, ¿no? Y de afirmar que la metafísica nunca podrá hacerse podrá hacerse ciencia, nunca podrá ser una ciencia, porque las únicas ciencias son las que se refieren a los fenómenos, al mundo de lo empírico. Esta es una afirmación de Kant, que está en la línea también del planteamiento de Hume. ¿Vale? Bueno, lo único que Kant no es tan irrespetuoso, ¿no?, como esta última línea tan tremenda, ¿no?, en las afirmaciones. ¿Vale? Bien, bueno, pues vamos a ver ahora cómo Hume realiza una crítica ya más concreta a las ideas metafísicas fundamentales, a las ideas más importantes de la metafísica tradicional. ¿Vale? En el texto que he leído tenemos una crítica general al conocimiento filosófico tradicional, ¿eh?, pero que luego se concreta en críticas como ya más básicas, hay ciertos aspectos o áreas del pensamiento filosófico tradicional. ¿Vale? Por favor, Pedro, fíjate en este cuadro que tienes aquí, en esta página, la página 4 de mi esquema, porque sirve para, bueno, comprender todo lo que se explica en el libro a partir de la página 211. La página 211, sobre todo hasta la 221. ¿Vale? Yo no lo he puesto exactamente de la misma manera como lo tenéis aquí en el libro, pero en las cuestiones principales, sí. O sea, que os podría servir bastante bien, me parece, este cuadro para comprender las críticas de Hume a la filosofía tradicional. ¿Vale? Bien. ¿Qué es lo que va a hacer Hume? Bueno, pues va a coger los conceptos más importantes de la filosofía tradicional y los va a examinar para ver si son legítimos o no. Naturalmente, eso lo puede hacer porque dispone de un criterio de decisión. Un criterio que le permite decidir si son legítimos, legítimas o no nuestras ideas. ¿De acuerdo? Una especie de criterio de verdad. Hay distintos criterios para decidir qué tipo de afirmaciones es razonable creer que son ciertas y cuáles no. Y aquí los filósofos han disentido, ¿no? Incluso la gente que no es filósofa también utiliza. Por ejemplo, personas fundamentalistas en religión pues nos dirán que el criterio principal para decidir que es verdadero o no, que es conocimiento adecuado o no, pues es la fidelidad a un texto sagrado. Y así igual el fundamentalismo islámico te dirá que el criterio para decidir si un conocimiento es tal, es un conocimiento de verdad, es que sea compatible con el Corán, fiel al Corán. Si no es compatible, pues lo que diga esa persona no tiene fundamento, no será verdadero y será rechazable. ¿De acuerdo? Por ejemplo, ¿no? Naturalmente este no es el criterio que emplea que emplea Jim. El criterio es el que tenéis aquí. ¿No? El criterio consiste en lo siguiente. Tú examinas una idea y para saber si es legítima, simplemente tienes que intentar buscar una impresión que pueda corresponder a tal idea. Si resulta que no encuentras una impresión que corresponde a tal idea, entonces esa idea será producto de nuestra fantasía. Centauro. Centauro. Yo tengo un cuadro Botticelli, una lámina de un cuadro Botticelli, no la recordáis, ¿no? Es para la satanía deteniendo o parando a un centauro. Una imagen magnífica, una que a mí me gusta mucho. Bueno, centauro. Bien, tenemos la idea de centauro y nos preguntamos, ¿es legítima esa idea? De los centauros podríamos hacer ciencia que sea legítima, ¿qué quiere decir? Que podamos tener conocimiento legítimo y verdadero acerca de la realidad a la que se refiere la idea. Yo tengo la idea de centauro y se refiere a los centauros. ¿Puedo hacer ciencia? A los centauros. Bien, si resultara que los centauros se pudieran dar a mi experiencia, se mostraran a mi experiencia, aparecieran centauros, si yo pueda ver, diciéndolo de otro modo, si yo pueda ver, oír, tocar, detectar centauros en el mundo, entonces sería posible una ciencia de los centauros. Y la idea de centauro sería legítima. El concepto o representación de centauro sería legítimo. El problema es que no vemos centauros, ¿no? Ni vemos sirenas. Son seres fantásticos, ¿no? Producto de nuestra imaginación. Entonces no es legítima. Puede ser legítima en el sentido de adecuada para la fantasía. Y entonces, pues Botticelli puede pintar un cuadro en donde salen centauros, ¿no? Bien, eso sí. En el arte tiene su legitimidad, por decirlo de esa manera. En el contexto estético o artístico. Pero no en el contexto del conocimiento. Nosotros ahora estamos investigando la legitimidad, ¿no? De una idea en relación al conocimiento. ¿Vale? En relación al conocimiento. Y si se puede encontrar el objeto a que se refiere esa idea en la percepción, si se da a la percepción, a los sentidos, a la experiencia del objeto de esa idea, entonces será legítima y permite la ciencia. En caso contrario, no. ¿Vale? Bueno, pues con este criterio él examina pues los conceptos de la metafísica, ¿no? Yo os he puesto aquí varios. La crítica a la idea de sustancia, la crítica a la idea del yo como sustancia, la crítica a la idea de Dios. Todas estas las vamos a ver un poco con distinto nivel de detalle, podríamos decir, ¿no? La crítica a la idea de que hay un mundo exterior que afecta nuestros sentidos, ¿no? Pero tal vez la crítica más importante, casi por la que se le conoce más, es la crítica a la idea de causalidad, ¿de acuerdo? De causalidad. Esta crítica la tenéis en la página 211, de la 211 a la 213. 11, 12 y 13. Aquí en el libro se desarrolla en esta sección. Bien, pues vamos a verlo. Yo primero lo voy a contar apoyándome en este esquema que os sirve perfectamente para la explicación que viene en el libro. Y luego ya pasamos a algunos textos, para comentarlo a partir de textos. ¿Vale? Bueno, a ver, es un poquito difícil. A ver si me consigo explicarlo bien, me consigo explicar con cuidado y con claridad. Bueno, para ver las críticas de Hume, tenemos que comparar la visión que tiene Hume de la causalidad, no casualidad, sino causalidad, con el punto de vista tradicional. Por eso lo he puesto en dos columnas, ¿no? Punto de vista de Hume y punto de vista de la filosofía tradicional. ¿Vale? Bueno, pues si vamos a la filosofía tradicional y de un modo muy característico a Aristóteles, por ejemplo, o Santo Tomás, pongamos Aristóteles, la filosofía tradicional, sobre todo la aristotélico-tomista, la escolástica, en el caso de Santo Tomás, hablaba de cuatro causas, ¿no? Y esto se puede entender muy bien si recordamos un ejemplo de Aristóteles, ¿no? Aristóteles llamaba causa a todo aquel principio que nos permite entender una realidad. Y entonces tú vas por la plaza, estás en la plaza pública, paseas por la plaza y ahí te encuentras con una escultura de, pongamos que de bronce, por ejemplo, una escultura de bronce del dios Neptuno, hecha por un escultor para embellecer la ciudad, ¿no? Bueno. Y quieres comprenderla. Entonces tienes que referirte a cuatro causas. Lo que llamaba Aristóteles, cuatro causas. La causa material, que es de lo que está hecho, bronce. La causa formal, que es lo que es una escultura del dios Poseidón. La causa eficiente, que es el que la ha provocado, la ha causado, es aquel que real y positivamente ha provocado eso, el escultor, ¿no? Y la causa final es el motivo, el propósito, el fin de esa escultura, embellecer la ciudad. ¿Vale? Cuatro tipos de causalidad. Bien. Cuando encontramos que Fiume critica la causalidad, lo va a hacer principalmente de la causalidad eficiente, dejando de lado la causalidad material y la causalidad formal. Y también, bueno, va a hacer una crítica de la causa final, deja de lado la causalidad final. Él no tiene muy en consideración la causalidad final. Las críticas que vamos a ver son sobre todo de la causalidad eficiente. La causalidad que tiene que ver con la intervención de una cosa en el mundo. De lo que una cosa hace empujando al ser de la otra, a las características de la otra, ¿no? Entonces ahora mi mano es la causa del movimiento de la otra. Mi brazo, el movimiento de mi mano. Mi intención y mi voluntad, el movimiento de mi cuerpo, etcétera. El bicho es la causa, el virus de la enfermedad y muerte en España de más de 80.000 personas que han fallecido y cientos de miles han enfermado, ¿verdad? Y la causa de todo ello decimos que es el virus. La causa de que hierva el agua es que la calentamos a 100 grados, etcétera, etcétera, etcétera. Entonces nos vamos a referir a esta forma de causalidad. ¿Vale? Bien. Por tanto ya hay una limitación del concepto de causalidad y una diferencia entre el punto de vista de Hume respecto del punto de vista tradicional. Después, en relación a el llamado principio de causalidad. Este es un principio fundamental del pensamiento humano. A veces no es inconsciente, pero está actuando en nosotros de modo implícito en nuestros comportamientos con las cosas. Este principio nos dice que todo lo que ocurre tiene una causa. No puede pasar que algo ocurra sin que otra cosa la haya provocado. Entonces si resulta que esto está aquí destacado con este color, es porque algo lo ha provocado. ¿Qué? Yo con el puntero. Yo soy la causa, mi puntero, esto que estoy moviendo ahora, es la causa de la aparición de esta mancha o de este trazo o de este subrayado, para decirlo de un modo más benévolo. De este subrayado que tenemos aquí. ¿Vale? Y no puede ocurrir que venga como por arte de magia. La enfermedad que padecemos ahora no viene por arte de magia. Algo la ha provocado. Si hay una guerra, ese conflicto no viene por arte de magia y hay causas y condiciones que han provocado eso. Nuestra mente está diseñada de este modo, ¿verdad? Parece, ¿no? Que nos lleva a... a considerar que las cosas que ocurren ocurren porque tienen una causa. Cuidado con esto. No que tienen un propósito. No es lo mismo tener una causa que tener un propósito. No es lo mismo el por qué que el para qué. Todo tiene una causa, pero no todo tiene un propósito. Entonces, el que haya ahora la enfermedad del COVID no tiene ningún propósito. Excepto para los que tienen el pensamiento conspiranoide, ¿no? Pues que si creen que en realidad responde a los intereses de un grupo, tal vez de la industria farmacéutica para sacar vacunas o qué saber qué, ¿no? O un pensamiento religioso, por ejemplo, muy tradicional, diría, pues sí. El propósito del virus es que Dios nos quiere llamar la atención sobre la fragilidad de la vida y castigarnos también por ser pecadores, ¿no? En otras épocas de la peste se decía eso. Pero vamos, si nos olvidamos de esa mentalidad del pensamiento religioso mágico, podríamos decir, no todo lo que pasa pasa para algo, pero sí pasa para algo, ¿vale? Según este principio. Este principio está a la base de nuestro comportamiento en la vida cotidiana, ¿no? Si yo voy a coger el coche mañana y encuentro con la rueda pinchada, pues entonces no será... ¿Pedro? Pedro dice que ha entrado a pesar que seguías por aquí. No sé si ha habido un problema. Vale, vale, Pedro. Decía que este principio, el principio de causación, causalidad, lo tenemos ahí muy metido en nuestra mente y es el que me llevaría a mí, por ejemplo, mañana, si yo descubro que la rueda de mi coche está pinchada, vale, muy bien, Pedro, ¿no? Pues que está pasando por algo. Lo mismo que el que salgan aquí estas frases de Pedro, ¿no? Pues salen en mi pantalla estas frases porque ha pasado algo. Ha pasado que Pedro ha estado escribiendo una charla, ¿vale? Si las ruedas de mi coche están pinchadas, pues eso será por algo, ¿no? Algo ha ocurrido para que estén pinchadas. Esta idea influye en nuestro comportamiento y si queremos, por ejemplo, que pase algo, nosotros nos parece que tenemos poder causal, ¿no? Entonces intervenimos. Si queremos que pase a probar filosofía, entonces intervenimos y hacemos comentarios de texto, por ejemplo, ¿no? ¿Vale? Bien, ¿no? Para la filosofía tradicional este principio es objetivamente cierto y evidente. Totalmente cierto y tiene una evidencia plena. Ahora, si nos preguntamos cómo lo entiende Hume, él no nos va a decir eso. No dice que sea objetivamente cierto ni se puede demostrar. Para nada, ¿no? Es más bien una consecuencia de un hábito que se crea en nuestra mente. Igual hemos observado en el mundo natural que existen regularidades entre fenómenos y nuestra mente se dispone por una especie de inercia a considerar que esto va a ser así, ¿no? Bueno, Hume no da una demostración como muy firme de dónde nos viene a nosotros el principio de causalidad. A Kant le parecerá que es un requisito de nuestra mente, una condición necesaria del funcionamiento de nuestra mente. Una condición que está en nosotros como consecuencia de la naturaleza de la mente humana, ¿no? A veces parece que Hume también se inclina por esta concepción, ¿no? La concepción de que en realidad pues tiene que ver con estilos cognitivos, podremos decirlo así. Pero desde luego no porque en el mundo se pueda demostrar. Este principio no se puede demostrar. Porque la experiencia no puede garantizar de que esto sea así. En todo momento y siempre. La experiencia nos indica que hasta ahora ha ocurrido que si una cosa pasa, pasa acompañada por otra. Acompañada por otra. Eso sí. Pues vemos que tomamos pan y que nos alimentamos. Que tomamos agua y saciamos nuestra sed. Eso hasta ahora ha pasado, ¿no? Ese tipo de cosas sí nos muestra la experiencia. Que parece que hay cosas que ocurren porque otras las han provocado. Y que parece que hay cosas que pasan que provocan cambios en las demás, ¿no? Pero no eso, la experiencia como he indicado antes, para el empirismo, la experiencia no es una garantía completa de que las cosas vayan a seguir siendo así. Para nada. Y este principio podría, en un mundo posible, distinto al nuestro, no ser cierto. Suena raro, ¿no? No ser cierto. Bueno, por cierto, por decirlo así también, de hecho, hay algunos que reflexionan sobre la física cuántica y señalan, algunos, yo no creo del todo que sea así, ¿eh? Bueno, lo que pasa es que no quiero que nos hablamos del tema, ¿no? No estoy seguro de que acierten esas personas cuando toman datos de la física cuántica, ¿no? Pero en física cuántica, pues algunos sugieren que es verdad que las partículas atómicas pueden tener un comportamiento ajeno a la causalidad, ¿no? O muy distinto a nuestras concepciones tradicionales de la causalidad, ¿vale? Bueno, para darle un poquito más de complemento y de fundamento a esta afirmación de que podría ocurrir que en otros mundos posibles este principio no fuera legítimo, no fuera correcto, ¿no? Fuera correcto. ¿Vale? Bien. Después, la tradición creía que era posible el conocimiento a priori de las relaciones causales. ¿Qué era posible? Ese tipo de conocimiento. A priori quiere decir anterior a la experiencia. Que cuando uno comprendía muy bien la esencia de un objeto, la comprensión de la esencia de ese objeto llevaba a saber cómo se iba a comportar ese objeto con las cosas del mundo. De este modo, la comprensión de la esencia del agua, por ejemplo, pues permitiría saber a priori que en el agua los seres humanos nos íbamos a ahogar si cayéramos en ella. Nos íbamos a ahogar. La comprensión de la esencia del agua llevaría a comprender el comportamiento del agua. Porque para la tradición nuestras creencias en los nexos causales descansan en la razón. Descansan en esto, en la razón. En el ejercicio de la razón. ¿Vale? Es una visión racionalista, ¿no? Que cree, que es posible, que se puede saber algo acerca del mundo a partir de la comprensión de la esencia de un objeto. Bueno, un ejemplo tremendo y característico de esta concepción sería nada menos que el argumento ontológico para demostrar la existencia de Dios. Que va de la comprensión del concepto de Dios a la afirmación de su existencia, ¿no? Pero si vamos a Hume, esto no es así. Hume nos va a decir que no, ¿no? Para nada es de este modo, ¿no? No es posible el conocimiento a priori de las relaciones causales. El comportamiento de las cosas, en todo caso, del comportamiento de las cosas, podemos decir algo si tenemos experiencia de las cosas. Yo, a partir de la observación de los pinos, podré saber cómo se van a comportar los pinos. Si van a ser capaces o no de resistir nevadas como la filomena, ¿verdad? Muchos de ellos no lo han resistido. Claro, a priori, pues uno podría decir, pues sí, sí, sí. Árboles como estos que tengo yo aquí enfrente de la casa del campo, que son pinos, pero muy grandotes, esbeltos y de un cuerpo grandote que parece muy firme, pues pueden resistir toda la nieve que le pueda caer encima. A priori, igual lo podría decir así, ¿verdad? Pero Hume nos diría, no, no, no. Tienes que basarte en la experiencia. En la observación de un comportamiento de un pino cubierto de nieve y de otro cubierto de nieve y de otro cubierto de nieve. Eso al final, la observación y la experiencia te va a mostrar que, bueno, no todos los pinos resisten, como lo hemos visto ahora con esta tempestad de nieve en una filomena. ¿Vale? ¿En qué se basan nuestras afirmaciones legítimas acerca de los vínculos causales y a la experiencia? Y nada más. Y no el conocimiento puramente intelectual. Nuestras creencias, además, no son consecuencia de la razón, sino simplemente de la costumbre, como para muchas otras cosas. Hume le da una importancia extrema al hábito. A las disposiciones no racionales de la mente. En general así. A las disposiciones no racionales de la mente. ¿Qué es el hábito? Es una disposición como consecuencia, una disposición de la mente como consecuencia del ejercicio y de la repetición. Entonces, claro, incluso de comportamientos, ¿no? Si yo me acostumbro a limpiarme los dientes después de comer, ya de modo casi inercial, automático, termino de comer y voy a limpiarme los dientes. ¿No? Porque se ha creado en mí un hábito, una disposición. Las disposiciones pueden ser de conductas, pero también pueden ser de estados mentales. También nuestros estados mentales pueden estar como predispuestos. Entonces, si yo conozco a una persona que un día me saluda y otro también, y otro también, pues mi mente tendrá a habituarse a eso, ¿no? Y yo tendré a creer que la próxima vez que me lo encuentre pues me va a saludar. Esa será una afirmación que yo haga. Si me pregunta alguien, oye, fulanito, ¿tu vecino del segundo A te saluda la mañana si te lo encuentras en el acceso? Yo diré, sí, sí, claro. ¿Por qué diré eso? Porque se ha creado en mi mente una predisposición a esperar ese comportamiento como consecuencia de la experiencia reiterada de ese comportamiento de esa persona, ¿vale? Entonces, bueno, pues es el hábito que yo tengo de tomar pan y, bueno, yo vivo junto el tomar pan y el saciarme. El pan me sacia, es un ejemplo de Jung, ¿verdad? El agua calma mi sed entonces se crea en mí esa predisposición a que, claro, cuando yo tenga hambre, pues puedo coger pan porque me da la impresión a mí, ¿verdad? Bueno, me da la sensación, iba a decir otra vez, sensación e impresión no la vamos a utilizar para no emplear la jerga de Jung, ¿no? Tenderé yo a considerar que si tengo hambre, pues puedo saciar el hambre comiendo pan. Si tengo sed, puedo eliminar la sed bebiendo agua, ¿vale? Pero como una simple consecuencia del hábito, ¿eh? No se trata de que mi mente esté razonando o algo así, razonando sobre mi vecino, razonando sobre el pan o razonando sobre el agua y concluya con un razonamiento más o menos inconsciente de que mi vecino me va a saludar, ¿no? Es eso. O que el pan me va a saciar el hambre o el agua va a calmar la sed, ¿no? Es que es más bien algo como más automático, más arracional. La palabra irracional es un poco fuerte, ¿no? Tal vez. Pero es arracional. Jung nos pide que nos fijemos en facultades no racionales para dar cuenta, en este caso, de los vínculos causales que queremos conocer, del conocimiento. ¿Vale? Del conocimiento. Esto es muy importante, ¿no? Bueno, además también, ¿no? En la concepción tradicional, si A es causa de B, se pensaba que A es causa de B porque en A hay un poder o fuerza que provoca que cambie B, ¿verdad? Y que necesariamente vaya a cambiar. Si A es causa de B, en A debe existir un poder que impela, que empuja a cambiar a B y que además, dado A, necesariamente va a provocar B. Los vínculos que se establecen entre A y B, si son vínculos de causalidad, son vínculos necesarios. Pero claro, ya sabemos lo que va a decir Hume. Bueno, te pide, bueno, mira en el mundo, a ver si es así. Y él pone el ejemplo de la bola de billar. Un ejemplo muy, muy, muy famoso. Enseguida vamos a leer textos. ¿Verdad? Pero bueno, vamos, lo voy a decir ahora con palabras y luego ya veremos textos, ¿no? Él dice, bueno, fijémonos en lo que pasa cuando jugamos el billar. Entonces, bueno, no lo describe exactamente así, pero cogemos el taco, empujamos con el taco una bola, esta primera bola se pone en contacto con la segunda y la segunda se desplaza, ¿no? Y dice Hume, bueno, pues tomemos nota de qué es lo que vemos. Porque sólo es legítimo afirmar lo que vemos. La concepción tradicional decía que en A hay un poder para provocar el movimiento de B y que A necesariamente va a desplazar a B o va a mover, a cambiar a B. Entonces, bueno, vamos a ver en este caso. Yo tengo la bola A que se mueve después de haber sido empujada por el palo, se mueve, se pone en contacto con la bola B y entonces la bola A llega a la bola B y la bola B se mueve. Nosotros decimos, la causa del movimiento de la bola B es el movimiento de la bola A chocando sobre ella. El golpe que ha recibido la bola B, ¿verdad? La bola B por la bola A. Bueno, pero dice Hume, vamos a mirar y ¿qué encontramos? No encontramos ni dicho poder ni dicha necesidad. ¿Qué es lo que vemos? Pues simplemente que una bola se desplaza, se pone en contacto con otra y le sigue a ese contacto el movimiento de la B, de la bola B. Nada más. Encontramos su contacto entre dos fenómenos, el fenómeno de la bola A moviéndose, el fenómeno de la bola B desplazándose, el contacto entre ambos fenómenos y la sucesión de fenómenos. Contacto y sucesión de fenómenos. Pero nada más. No encontramos en la bola A ningún poder. Decimos que tiene poder, pero esto es lo que nuestra mente supone la bola A. Porque si atendemos y apuntamos sólo lo visto, lo único que vemos es que la bola A se mueve, se pone en contacto con la B y la otra bola se desplaza. Pero en la bola A, ahí, en esa bola primera que se ha movido, no vemos ningún poder. Sólo movimiento y contacto. Y el parásito. En todo caso. Y además tampoco vemos necesidad. Ya hemos dicho antes, he dicho en varias oportunidades, que el Hume niega la existencia de necesidad en el mundo y establece que las relaciones entre las cosas del mundo son relaciones contingentes. ¿Esto qué quiere decir? Pues que puesto que no es necesario que ocurra lo que ocurre, es posible que ocurra algo totalmente distinto. Y entonces podría ocurrir que cuando la bola A se pone en contacto con la bola B, la bola B no se mueva. O que la bola B explote. O que la bola B vaya para arriba. Esto es posible. Sería muy raro, ya lo hemos dicho antes. Sería extraño, pero es posible. Desde luego no es contradictorio. ¿Vale? Porque repito, para terminar esta parte, en el mundo, según Hume, no encontramos necesidad alguna. Sólo vínculos contingentes entre las cosas. Bien, avanzamos un poco más. Añade aquí, Hume, la idea siguiente. Bueno, la tradición creía que las relaciones causales describen relaciones reales entre las cosas. Relaciones reales de empuje de una de otra, pero no es así. Es nuestra mente. Fijaros este enfoque psicologista, ¿no? Psicologista quiere decir que se hace mención al dinamismo de la mente para explicar una objetividad de cosas. Una objetividad, una realidad ajena a la mente. Entonces, dice Hume, bueno, es que es nuestra mente la que supone la existencia de dichas relaciones causales. Pero en realidad, ¿qué es lo que tenemos? De verdad, de verdad, si apuntamos lo que ocurre en el ejemplo de la bola de billar, ¿qué tenemos? Pues que hay prioridad temporal de la causa. Primero está el movimiento de la primera bola, de la bola A. Luego hay contiguidad espaciotemporal de la causa y el efecto, claro. Es necesario eso como el contacto. No entendemos muy bien que a distancia y fueras de contacto ninguno, pues una cosa puede ser causa de otra. Hombre, uno podría decir, yo con el mando a distancia estoy provocando el cambio de canal. La causa del cambio del canal es el mando a distancia. O la causa de que aparezca aquí el nombre, bueno, letras, es que Pedro ha escrito, bueno, ¿no? Pero en realidad hay una intervención causal, ¿verdad? Cambios físicos que se van sucediendo desde el escribirlo, escribir Pedro en el teclado, hasta la aparición en mi pantalla de esto. Bueno, pues esa información llega de distintas maneras, ¿no? Puede venir por el cable que tengo conexión de internet, por satélite, si lo tuviera, o con el mando a distancia. Es que tú le das al botón y provocas ahí un cambio de energía, de microondas o de infrarrojos. Seguramente infrarrojos de tu mando. ¿Verdad? Que es un tipo de realidad. Entonces lanzas de tu mando una energía, unos infrarrojos, unas ondas, que van modificando, que afectan al televisor, ¿no? Y hace que cambie el canal. Entonces se tiene que dar la contiguidad espaciotemporal y la conjunción. Y cuando se da además una conjunción habitual, porque simplemente porque a una cosa le siga la otra, o que haya contiguidad espaciotemporal, eso no quiere decir que una sea para nuestra manera de entender las cosas causa de la otra, ¿verdad? Entonces, bueno, pues por ejemplo ahora con las vacunas, pues está ocurriendo que algunas personas que han recibido la vacuna tienen tales o cuales trastornos o enfermedades, ¿no? A alguno le puede dar una embolia o algo así. Pero el hecho de que esté al lado la vacuna de la embolia, que estas dos cosas hayan ido juntas, no quiere decir que una sea causa de otra. No quiere decir que la vacuna sea la caja de la embolia, ¿no? Para que pudiéramos afirmar eso desde un punto de vista legítimo, tendría que quedarse una conjunción constante entre ambas, ¿vale? Cosa que no parece ocurrir. También hay mucha gente que no ha recibido la vacuna y en un porcentaje mayor aún que los que sí la han recibido y que, pues, al final tienen también una embolia o algo semejante. ¿Vale? Entonces, cuando ocurren estas tres características que hay prioridad temporal de la causa, contiguidad y conjunción, que es constante en nuestra mente, entonces ya está predispuesta a establecer una relación entre A y B, entre vínculos, entre causas y efectos. ¿Vale? Bueno, y ya, finalmente, fijaros otra diferencia entre el punto de vista tradicional y el punto de vista legítimo. El punto de vista tradicional de Santo Tomás, de Descartes, afirmaba que se podían utilizar argumentos causales para llegar a lo metafísico. En particular en el tema de Dios. Recordar las cinco vías de Santo Tomás, también en cierto modo Descartes, pero de un modo muy característico, las cinco vías de Santo Tomás, que eran argumentos a posteriori. Una de las vías, la primera vía, pues habla de la causalidad, ¿no? En la vía de la causalidad, la vía del primer motor. Entonces, Santo Tomás sí creía que podíamos establecer relaciones causales entre este mundo y Dios que es su causa, ¿no? Bueno. Pero, este no es el punto de vista de Hume, ¿verdad? Hume dirá que en todo caso, si queremos seguir utilizando las referencias a la causalidad, y si hablamos de vínculos causales, tenemos que hablar de vínculos causales de las cosas del interior del mundo empírico. Los vínculos causales se aplican al mundo empírico, no a lo metafísico. Y así, desde el punto de vista de Hume, tendría sentido decir, pues, que una peste es consecuencia de tal o cual virus, ¿verdad? Como ahora que tenemos, en cierto modo, una peste, una pandemia, ¿no? La pandemia, una consecuencia del virus. El virus aparece por un descuido igual en una persona que no se ha puesto mascarilla cuando corresponde, bueno, ahí tú estableces vínculos causales, ¿verdad? Y lo que haces es relacionar un objeto empírico con otro objeto empírico. Relacionas el daño de los pulmones con la entrada en el cuerpo de esa persona de un virus, que es la causa del daño de los pulmones. Relacionas la transmisión de un virus con el descuido, igual en no haberte puesto mascarilla. ¿Vale? Entonces, en el ámbito de lo empírico, sí se puede hacer eso. Es legítimo el uso de los vínculos causales, la referencia a los vínculos causales. Pero no es legítimo intentar conectar algo empírico con lo metafísico desde el punto de vista causal. Entonces, desde la filosofía de Hume, carecería del sentido de decir que Dios es la causa de una peste. Unir la peste, que es algo del mundo, una enfermedad, que es algo del mundo, con Dios, que es algo metafísico, mediante el vínculo de la causalidad, sería un uso inadecuado de la noción de causalidad. ¿Vale? Si tú quieres hablar de causalidad, hazlo, pero enlazando objetos empíricos. ¿Bien? Entonces, Dios no es un objeto empírico. O si dices, pues, el alma es la causa del pensamiento. Ya te estás yendo a lo metafísico. No puedes unir lo empírico con lo metafísico utilizando la noción de causalidad. No sé si me estoy explicando. ¿Se entiende también, Pedro? ¿Puedes unir? No sé si estás ya allí. ¿Pedro? ¿Se entiende esta última crítica? ¿O has tenido que salir? Pues no sé si tal vez has tenido que salir otra vez por cambiar de dispositivo porque me decías que casi te tocaba trabajar, ¿no? Bueno, pues ya en resumen tenemos aquí la afirmación de que el ámbito de lo metafísico, no es posible de él un conocimiento estricto y en este caso en concreto, no es posible vincularlo causalmente con las cosas del mundo. Porque la noción de causalidad, si nosotros la empleamos de modo legítimo, lo hacemos al vincular objetos empíricos. Nada más que objetos empíricos. ¿Vale? Bien. Y tocaría leer algún texto. Por ejemplo, me parece que puede ser muy oportuno el texto de la página 212 para el asunto de la causalidad. ¿Vale? A ver. Los dos textos que tenemos, por ejemplo, el de la parte central de esta página. Se trata de textos tomados de la investigación sobre el conocimiento humano. Cuando miramos los objetos externos en nuestro entorno y examinamos la acción de las causas, nunca somos capaces de descubrir de una sola vez poder o conexión necesaria a algunos. Es lo que decía la abuela de Villar. Ahí tú miras el comportamiento de una abuela chocando sobre la otra y no encuentras en la primera ningún poder para provocar el cambio en la otra, ni tampoco una necesidad en ese comportamiento. ¿Vale? Lo que he explicado antes con el ejemplo de la abuela de Villar. Ninguna cualidad que ligue el efecto a la causa y la haga consecuencia indefectible, inevitable de aquella. Sólo encontramos que, de hecho, el uno sigue realmente a la otra. Y nada más que eso. Un hecho tras otro hecho. Ya está. El hecho de que el uno sigue realmente a la otra. Al impulso de una abuela de Villar y aquí ahora se refiere a este ejemplo, acompaña el movimiento de la segunda. Esto es todo lo que aparece a los sentidos externos, vista-oído, olfato, bueno, vista en este caso. La mente no tiene sentimiento o impresión interna alguna de esta sucesión de objetos. Por consiguiente, en cualquier caso determinado de causa y efecto, no hay nada que pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria. ¿Vale? Entonces, valen, para este texto, valen todos los comentarios, que he hecho en este punto, que enlaza estos dos cuadritos. ¿Vale? No hay experiencia de poder y necesidad alguna en los vínculos causales percibidos por nuestros sentidos. Más bien, simplemente, sucesión de hechos. O el texto de la página 212 del final de esta página. Estamos determinados sólo por la costumbre de suponer que el futuro es conformable al pasado. Pero eso es una costumbre. No es una opinión racional, solamente una costumbre el pensar que las cosas que van a venir mañana van a ser semejantes a las que han venido ayer, a las que vinieron ayer, que el mundo de mañana se va a parecer al mundo de ayer. Esto, bueno, pues es una costumbre. En cierto modo, un prejuicio, podríamos decir. Porque no es un juicio racional. No es la razón la que nos enseña eso. Cuando veo una bola de billar moviéndose hacia otra, mi mente es inmediatamente llevada por el hábito por favor, esto es muy importante, el hábito, aquí tenemos este punto, la costumbre y el hábito, lo que he comentado antes. Mi mente es inmediatamente llevada por el hábito al usual efecto y anticipa mi misión al concebir a la segunda bola en movimiento. Porque estoy acostumbrado a lo que pasa es, una bola se mueve, toca la otra y la siguiente se desplaza. Esto ha ocurrido una vez y otra y otra y se crea en mí una tendencia a pensar que va a seguir ocurriendo en el futuro. No hay nada en estos objetos abstractamente considerados e independiente de la experiencia que me lleve a formar una tal conclusión. Fuera de la experiencia no hay nada que lo pueda garantizar, nos dicen. Incluso, después de haber tenido experiencia de muchos efectos repetidos de este género, no hay argumento alguno que me determina suponer que el efecto será conformable a la pasada experiencia. Las fuerzas por las que operan los cuerpos son enteramente desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles. ¿Y qué razón tenemos para pensar que las mismas fuerzas hayan de estar siempre conectadas con las mismas cualidades sensibles? El mundo puede ser muy distinto a lo que ha sido hasta ahora. Y la percepción y la experiencia no garantiza afirmaciones categóricas acerca del comportamiento de las cosas. En este caso concreto, el comportamiento de las bolas de billar. Porque nuestras convicciones tienen como fundamento la experiencia y luego, bueno, desde el punto de vista de la mente, hábito, la predisposición, la costumbre de la mente a ver que una cosa viene tras otra y la predisposición de nuestra mente a considerar que va a ser así en el futuro. Pero nada más. No hay, podemos terminar con esta afirmación, ¿no? No hay un fundamento racional respecto de nuestras convicciones de cómo se van a comportar las cosas en el futuro. Es más bien algo consecuencia de facultades, capacidades o tendencias no racionales. De nuestra mente. ¿Vale? Bueno, pues lo dejamos aquí. Ya hemos visto esta crítica primera un poco rápido, pero no puede ser de otro modo. Y lo dejamos en esta parte. Veremos el próximo día la crítica a la noción de sustancia y a la noción de yo y algo también de lo relativo a Dios. Bueno, pues en fin, ya podemos dar la clase por terminada. La semana que viene no tenemos clase. Pero, ¿no? Y la siguiente tampoco. Hasta el 12 de abril Pedro, no hay clase porque tocan las vacaciones de Semana Santa. Y es mucho tiempo. Yo os convocaré a una clase ¿vale? Bien, así te puedes poner al día. Pero además me gustaría añadir una clase ¿vale? Voluntaria, por supuesto. Bueno, todas son voluntarias, ¿no? Que no está programada en principio. Pero voy a pedir ahí permiso a bueno, al centro asociado, como decimos antes de Navidad también, para dar alguna clase añadir alguna clase más. Dar alguna clase más. Porque se nos queda el tiempo un poco justo, ¿no? Y me gustaría avanzar más, ¿vale? Yo tampoco, Pedro. Lamentablemente Pedro, nos tenemos que recluir por aquí, ¿verdad? No podemos salir de Madrid. Bueno, no sé dónde estarás. Yo estoy en Madrid. ¿En dónde estás tú, Pedro? ¿En dónde estás? ¿Cuál es tu tierra en este momento? ¿Sí? ¿Pedro? Madrid. Ah, también. Vale. Pues mira, nos tenemos que quedar aquí. No podemos salir. Entonces, a ver si puedo... Este viernes no. Bueno, algún día de la semana que viene. A ver si es posible que tenga la posibilidad de grabarlo aquí o si no, por Teams por Microsoft Teams. Ya os convocaré. Os lo aviso de todos modos. ¿Vale, Pedro? Muy bien. Sí, sí, sí. Cuando lo sepa os lo aviso. ¿De acuerdo? Lo voy a poner aquí. Os avisaré para la clase extra, ¿no? Bien. Bueno, pues vamos a salir ya. Que tengas buenos... Buenas vacaciones. Y una semana estupenda. ¿Vale, Pedro? Buena semana. Voy a parar la grabación.