Bienvenidos a la tutoría de esta tarde de Historia de las Ideas Políticas II. Como comentamos el último día, pues vamos a continuar siguiendo el temario con el tema del conservadurismo y el tradicionalismo y para ello vamos a dar una pequeña introducción. Básicamente, estos dos movimientos, en cierta forma hermanos, responden al efecto de un mismo fenómeno que es la Revolución Francesa entre 1789 y 1799. La Revolución Francesa, ahora, a todo lo pasado, con un poco de perspectiva histórica, pues somos capaces de entenderla en el contexto de una serie de cambios que llevan hasta la Edad Contemporánea, como el fin del Antiguo Régimen, el cambio de una sociedad estamental a una sociedad basada en diferencias económicas, una sociedad de clases, la implantación de una serie de principios que había defendido la Ilustración, como por ejemplo los derechos civiles, los derechos... la libertad individual... toda una serie de cuestiones que van a formar parte de ese proceso que, en cierta forma, va a iniciar, va a servir de espita de catalizador de la Revolución Francesa. Pero esto, en cierta forma, como digo, es una visión a todo lo pasado. Realmente, la percepción que se tuvo en la época de este gran shock que fue la Revolución Francesa fue bastante distinta al que podemos tener actualmente. De hecho, fue un cambio tan brusco, una ruptura tan radical, que, de hecho, fue visto en la época casi como una especie de catástrofe de proporciones prácticamente apocalípticas. Y, de hecho, esa visión un poco apocalíptica, o por lo menos catastrófica, de la Revolución Francesa es la que van a representar precisamente tanto Burke como representante de ese conservadurismo, ese conservadurismo creado a partir de la ideología liberal, pero que va frente a los excesos de un liberalismo radical que se van a hacer evidentes en la Revolución Francesa va a plantear una versión más moderada, más... conservadora, valga la redundancia pretende una reforma, un cambio de la sociedad pero manteniendo una serie de elementos de la sociedad anterior y por otro lado va a ser visto de una forma un poco más catastrófica en el sentido ya plenamente apocalíptico por el tradicionalismo que por la contra verá el peligro de la revolución francesa pero no ya en el sentido que le dan los conservadores de exceso excesos un exceso de cambio, un exceso demasiado, lleva a los cambios más allá donde se debía de ser como en la defensa de un orden tradicional que se ha pues visto puesto en cuestión los nacionalistas básicamente lo que pretenderán simplificando y no armando este ver en general que se está armando básicamente es mantener el antiguo régimen mientras que los conservadores de cierta forma entienden que puede haber una evolución pero siempre tienen que es una evolución y una reforma en base a elementos previos, en base a la sociedad previa, en base a la legislación previa en base al sistema previo que puede ir cambiando históricamente los tradicionalistas no obstante van a entender que el orden del antiguo régimen esa sociedad estática basada en estamentos basada en un principio de desigualdad jurídica debe de mantenerse porque de cierta forma es incluso una versión teológica de una sociedad querida por Dios y van a ver la revolución francesa y cualquiera asomo de cambio y transformación de la sociedad peligro que puede llevar a la disgregación de la propia sociedad y del propio orden social en sí este miedo a la revolución por lo tanto va a tener dos versiones Burke va a ser en principio el que va a definir los elementos de este conservadurismo, Burke se sitúa dentro del contexto de los liberales de esa ilustración pero dentro de una ilustración moderada que se identifica más bien con unas ideas reformistas sin cambiar demasiado el sistema y básicamente vamos a adentrar un poco ahora en los elementos un poco comunes son comunes tanto al conservadurismo como al tradicionalismo, a estados corrientes tanto la defensa de la desigualdad, los dos entienden que hay una desigualdad que es natural, las sociedades humanas ninguna en principio sería igualitaria, todas tienen ciertos grados de desigualdad, todas tienen clases sociales, todas están divididas en distintos grupos sociales y por lo tanto es de cierta forma utópico plantear un concepto de igualdad que haga tabula rasa de esta desigualdad que es en cierta forma natural. Luego, con matices, el conservadurismo va a entender esta desigualdad de una manera y el tradicionalismo va a entender esta desigualdad de otra manera, como una carrera teológica dependiendo de esa visión un poco medieval de la sociedad estamental dividida entre estos dos. Ambos van a tener una crítica a la democracia y con crítica a la democracia van a tener una crítica a la democracia. La democracia que va a ser de cierta forma común a bastantes de los liberales conservadores no radicales de esta época porque van a entender de cierta forma que el pueblo no se puede gobernar a sí mismo, hay un cierto miedo a las masas y que a las masas déjense ver su acción en la política porque las masas no están según ellos capacitadas para gobernar y tienen que ser gobernadas por unas mismas personas. La democracia que va a ser de cierta forma común a bastantes de los liberales conservadores no radicales de esta época porque van a tener una crítica a la democracia y con crítica a la democracia. Y por otro lado, de Mestre y de Bonal, pues entenderán que las clases altas que de cierta forma están ocupadas del gobierno velan por los intereses de la nación, pero, como solía decir el lema del asuntismo, todo para el pueblo, todos los bienes para el pueblo, pero sin contar con el pueblo. El pueblo no puede intervenir, el pueblo no puede tener la razón, el pueblo no puede gobernar porque eso llevaría, según ambos, al caos. Y todos van a hacer, por lo tanto, una crítica al concepto de democracia que tenía Rousseau basado en esa idea de que el pueblo ejerza directamente la soberanía, cosa que ambos consideran irreal, de forma utópica. También van a hacer una crítica al racionalismo ilustrado y no tanto porque sean contrarios a la razón, sino que entienden por qué el racionalismo, el racionalismo de la ilustración, ha llevado a la razón más allá de los propios límites que ésta tiene. En el caso de Burke, y ello va a ser de luego adoptado como argumento por los tradicionalistas, entiende que la razón en cierta forma es algo que guía la acción humana, pero que siempre, en cierta forma, moderada por la propia experiencia. La razón puede hacer construcciones abstractas e irreales, en cierta forma las utopías surgen de eso, de abstracciones de la razón, pero ello debe estar moderado por la presencia en las decisiones políticas de la experiencia. El conocimiento de la realidad social, económica, política, de la tradición y de cómo ha evolucionado la historia de un pueblo que sirve de guía para adoptar decisiones en el mundo real. Y entienden, por tanto, que la razón dejada abstractamente a su propio juicio, una razón totalmente autónoma, sin ninguna atadura a la experiencia que tiene, en cierta forma, un conocimiento de lo real puede llevar a auténticas monstruosidades. Esa es la idea. La idea, tal vez que estaba en ese grabado de Goya, que la razón como sueño, como sueño ilustrado, que termina produciendo monstruos, que en este caso estarían ejemplificados por la Revolución Francesa. Y, no obstante, planteando esta idea de una crítica racional y enfatizándole el papel de la experiencia, van a hacer un énfasis también en la tradición, porque la tradición, ellos entienden, que es la condensación de la experiencia histórica de los pueblos. Los pueblos a lo largo de su historia han tenido una serie de circunstancias, de condiciones, de cierta forma experimentación de unas formas sociales u otras formas políticas u otras que han llevado a que se vayan seleccionando unas ciertas costumbres, unas ciertas normas, unas ciertas leyes que se han probado como eficaces para conservar, para mantener ese orden social. Y por lo tanto, esa experiencia se refleja en esa traición, en esos usos tradicionales, en esas leyes tradicionales, en ese orden tradicional, incluso social, que ha llegado hasta el presente. Y van a poner en este sentido esa traición basada en la experiencia que de cierta forma ellos entienden casi como una razón aplicada al contesto histórico y da resultado unas conclusiones que sirven como punto de partida. ¿Va la van? Y contraponer, de nuevo, como digo, a la extracción. La extracción de una razón autónoma que, en cierta forma, crea sus propias construcciones hipotéticas y utópicas sin tener en cuenta la realidad y que cuando intentan aplicarse a la realidad, como en el caso de los periodos más convulsos de la Revolución Francesa, llevarían a la disolución social, el caos y el desorden político. Ello lleva al cuarto elemento, bueno, al quinto elemento, que es común a ambos. La contraposición. La contraposición entre un orden social, fruto de esa tradición, fruto de esa experiencia comprobada, en cierta forma, por la historia y que da lugar a esa necesidad de conservar esos elementos que se han mostrado como útiles para conservar el orden social, versus el caos. El caos revolucionario resultado de aplicar unos principios sin tener en cuenta esa experiencia, esa tradición previa de la historia del pueblo. Divergencias. Pues obviamente, el conservadurismo se va a encuadrar, en el caso de Urk, en el caso inglés, en un sistema como es el que sale de la Revolución Gloriosa, de esa revolución en la cual ya hablamos a lo largo de la figura de Locke. En la cual lo que surge realmente de esa revolución es la consolidación de un sistema de monarquía parlamentaria, un sistema de monarquía parlamentaria en el que progresivamente, todavía en estos momentos tiene el rey bastante poder de decisión en esta monarquía parlamentaria, pero poco a poco lo va a ir cediendo, es un sistema de monarquía parlamentaria, de cierta forma que va a dar lugar poco a poco, va a evolucionar poco a poco hacia un sistema democrático. No todavía en este momento, todavía no es un sistema democrático, es un sistema representativo pero de carácter, como le explicamos en su día censitario. Por contrario, los tradicionalistas van a defender el antiguo régimen, la monarquía absoluta, por lo tanto están en cierta forma estos dos elementos en contraposición. Por un lado, una monarquía parlamentaria en la cual el parlamento modera el poder del rey y el parlamento tiene cada vez más poder con la existencia de partidos políticos, en el caso inglés el partido Tory, el partido conservador. Y el partido Wynne al que va a pertenecer Burke y, por otro lado, el tradicionalismo que debe defender el antiguo régimen, las instituciones tradicionales de la Francia pre-revolucionaria y de Europa pre-revolucionaria. También se entiende esto bien, el segundo motivo de divergencia que es su idea, ellos defienden por lados conservadores esa idea parlamentarista y, por lo tanto, van a defender la participación del pueblo en las elecciones. Las elecciones, pero que no van a ser unas elecciones democráticas con sufragio universal, sino limitadas, de tal forma, a una élite que es el sistema de sufragio francitario. Solo los que tienen un determinado nivel de renta pueden votar y los que tienen un nivel de renta todavía más elevado pueden ser elegidos como representantes. Frente a esto, lo que defienden de Bonal y de Mestre es la sociedad del antiguo régimen basada en esos tres elementos. Pueblo llano, iglesia y clero. Por lo tanto, que llegue desde época medieval y que recorre toda la época moderna y que ellos consideran que en cierto momento está puesta en peligro y que es a donde hay que retornar. Obviamente estas dos ideas muestran un poco también la visión muy distinta que tienen de la dinámica social. Mientras que los conservadores entienden que hay un cambio social y que el cambio social no solo es posible y no solo es beneficioso sino que es evidente, pero que siempre debe mantenerse unos ciertos límites, es un cambio progresivo que debe partir siempre de los elementos previos que acumulan esa experiencia a través de la tradición. Mientras que los tradicionalistas son partidarios de ese orden inmutable del antiguo régimen e incluso le dan esa justificación teológica que es un orden querido por Dios y que por lo tanto no puede ser alterado por los seres humanos porque de cierta forma casi se corresponde con un orden natural. Por lo tanto van a tener dos visiones en este totalmente distintas. No obstante, Durkhe en cuanto teórico con su obra Reflexiones sobre la Revolución Francesa que tenéis... ... traducida al castellano en esta edición de Alianza, se va a convertir no obstante en una influencia muy importante que va a aportar parte de los fundamentos teóricos al conservadurismo continental. Y ahora vamos a ver un poco la figura de estos autores poco significativos de este periodo. Durkhe como veréis está en un periodo de finales del siglo XVIII y principios del... ... y casi principios del siglo XIX, que no llega a haber el siglo XIX, de hecho no llega a haber el final de la Revolución Francesa. Muere dos años antes de que el sistema de la Revolución Francesa por fin colapse. Pero no obstante va en cierta forma a ser bastante profético en algunos elementos que él ve en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa que ya podían darse. Como por ejemplo el hecho de que termina todo un golpe militar como de hecho ocurrió con Napoleón Bonaparte que dio un golpe militar. Y se convirtió en un dictador y después adoptó el cargo de emperador. Básicamente las dos obras principales de Durkhe, que tiene una obra bastante intensa con cuestiones como por ejemplo filosofía de la estética. Las obras que nos interesan fundamentalmente. Teoría política son, por un lado, la vindicación de la sociedad natural que se nos traduce al castellano en 1756 en el cual hace una parodia, en cierta forma una crítica de esas concepciones ilustradas sobre el buen salvaje, sobre la sociedad natural, sobre el estado de naturaleza defendiendo la idea de que ese estado de naturaleza es realmente un absurdo. Y que el hombre es siempre un hombre con una cultura, cuando surge el ser humano siempre surge con la naturaleza que le proporciona la cultura. La naturaleza del ser humano está determinada por la cultura, la sociedad, el pasado de su pueblo, todos esos elementos. Un poco igual a lo que comentamos el otro día de la visión que tenía de la naturaleza del ser humano Hegel, que entendía siempre que el ser humano surgía a partir de unos elementos de un cierto magma cultural y social. Pues Burke va a entender lo mismo. No es extraño que tengan ideas parecidas. Porque, en cierta forma, están circulando en esa misma época. Son, en cierta forma, ambas hijas de ese principio primitivo, incipiente romanticismo que va a dejar cierto oposo en todos los autores de esta época y va a hacer que hay una serie de ideas que nos van a sonar interconectadas. No siempre porque haya una influencia directa entre unos u otros, sino porque responden, en cierta forma, a un espíritu del tiempo, como diría Hegel, un zeitgeist, unas ciertas ideas comunes que están circulando en esa época. El contexto concreto de Burke es, por un lado, ese gran shock, ese gran algodonazo que va a suponer para toda Europa la Revolución Francesa y que preocupa especialmente a Burke desde la perspectiva inglesa. No tanto por los propios efectos que tiene en Francia, sino sobre el peligro que ve Burke de que ese modelo de reformas radicales, de romper con todo el sistema anterior y crear una sociedad, una organización política, económica totalmente nueva, etc., se trasplante a Inglaterra. Porque él ve, y de hecho alude constantemente en sus reflexiones sobre la Revolución en Francia, a la existencia de liberales británicos que son partidarios de la Revolución Francesa y que defienden las políticas que están llevando a cabo dentro de la Revolución Francesa. Es la dicotomía que va a existir en esos momentos dentro del partido liberal entre los All Wings y los New Wings. Los New Wings, los nuevos liberales, son esos liberales que defienden esas ideas revolucionarias y que defienden un cambio radical de la sociedad, y de los Old Wings, el cual va a ser uno de los representantes, porque, de hecho, el que le va a dar profundidad teórica a esta postura, van a ser partidarios de que sí, es necesario el cambio, pero el cambio siempre debe expresarse a través de una reforma progresiva de elementos previos. Y, por lo tanto, en su obra va a hacer una contraposición muy abierta y muy directa siempre, haciendo casi esta visión pareada entre la revolución gloriosa, la revolución inglesa, y la revolución francesa, contrastando los elementos que hay en una y otra, y viendo cómo representan dos modelos de cambio totalmente distintos. Una que supone, de cierta forma, profundizar en el estado de libertades inglés previo, en la conquista de nuevos niveles de representación y de poder para el Parlamento, de una serie de derechos personales y civiles que son profundizados, y, por otro lado, la revolución francesa en la cual hay una ruptura total, hay una anulación del orden de cosas anterior y crear desde la nada un sistema político nuevo. Lo cual, para Burke, es, de cierta forma, utópico y que, al intentar realizarse en la práctica, como han intentado hacer las revoluciones francesas, va a dar lugar a una gran instabilidad y un desorden social. Por lo tanto, esos elementos que guían... Tienen un poco esta obra, la Reflexión de la Revolución en Francia. El contraste, constantemente, es el argumento básico. El contraste revolución inglesa-revolución francesa, como dos formas totalmente antitécnicas. Elementos que también están en esta obra. La defensa de la desigualdad. La idea de desigualdad por contraposición a aquellas corrientes radicales de la Revolución francesa que defendían el principio de igualdad y que, durante el periodo de preponderancia de los jacobinos, el llamado periodo del terror, llevarán incluso a la extensión del sufragio censitario... Perdón. La extensión del sufragio universal. El sufragio en el que cualquier ciudadano, por el hecho de ser ciudadano, puede votar. Por contraposición al sufragio limitado censitario, que es el que está presente en la Revolución francesa. inglés en el contexto en que nace y en que, de cierta forma, se brega políticamente Burke. Y por otro lado, la concepción distinta que tiene Burke con respecto a la ilustración de la naturaleza humana. Cree, considera, en cierta forma, a esa idea de una naturaleza humana ajena a la sociedad como un fantasma, un fantasma metafísico, y entiende que el ser humano es siempre de una historia, de unas costumbres, de una, en resumen, tradición, en la cual, de cierta forma, le da forma al ser humano como persona social. Y, de nuevo, un último elemento que es esa contraposición constante entre la experiencia, la experiencia y que en la historia de los pueblos se refleja a través de la tradición, de los usos tradicionales, versus la razón abstracta que actúa autónimamente sin... sin hacer caso de la experiencia y que, por lo tanto, da resultado a construcciones utópicas que son difícilmente realizables. Y ahora vamos a ver un poco cómo se desarrollan estos elementos en esta obra de Burke, en estas reflexiones sobre la revolución francesa que, como digo, como dije antes, pues tenéis traducido en esta edición de Alianza Editorial. El contraste entre la revolución francesa, básicamente, es lo que os comentaba antes. Mientras que Burke entiende que la revolución inglesa ha sido una revolución que ha sido un partido de un pozo previo, que no es más que profundizar en el conjunto de libertades que estaban ya presentes en el Common Law, en la ley común, y en el sistema de derechos y el parlamentarismo anterior, que venía prácticamente desde la Carta Magna en época medieval y que se había desarrollado a lo largo de toda la época moderna, y que, de cierta forma, la revolución inglesa no había hecho más que profundizar en el sistema y hacer que evolucionara hacia una forma de parlamentarismo monárquico, con la existencia de partidos políticos. Por lo tanto, era una revolución, una reforma a partir de lo previo. Mientras que la revolución francesa era una ruptura total con el estado de cosas anterior, intentando crear, en base a construcciones racionales, a las ideas de los ilustrados, una sociedad, un orden político y económico totalmente. Tal vez habría que hacer una pequeña introducción incluso a la Revolución Francesa y todos los procesos que se dieron durante la Revolución Francesa para entender lo radical que fue el cambio que supuso la Revolución Francesa. Supuso un cambio, por ejemplo, en la propiedad de la tierra, en la cual pasamos de una sociedad feudal en que los principales propietarios eran la nobleza y el clero a una sociedad en la que la propiedad termina cayendo en manos de la alta burguesía. Supone el cambio una sociedad basada en la desigualdad, una sociedad estamental, una sociedad basada en la igualdad política y legal y toda una serie de cambios que van incluso en la relación entre la Iglesia y el Estado que van a dar lugar a un orden de cosas totalmente distintas. De cierta forma, va a ser el primer experimento de cambio, el primer asomo del cambio que nos va a llevar a la edad contemporánea. De hecho, va a tener un cierto efecto a posteriori que va a marcar un poco el fin del antiguo régimen. El fin. Y de acuerdo con este contraste, Burke hace constantemente un contraste entre, como ya os comenté antes, esa idea de tradición versus abstracciones metafísicas de la razón. Y este término, abstracciones metafísicas de la razón, abstracciones metafísicas, metafísica de la razón, está constantemente repetido literalmente a lo largo de todo este libro. Argumentando que esas concepciones de la sociedad democrática, el igualitarismo, pues son eso, abstracciones, utopías. Están planteadas y que funcionan muy bien en la lógica, en la cabeza de los ilustrados, pero cuando las intentas aplicar al contexto real, político, económico y social, pues dan lugar a, en cierta forma, un caos porque no están planteadas pragmáticamente para transformar la realidad, sino que son, de cierta forma, construcciones al margen de la realidad que solo se guían por deducciones racionales. No por la experiencia palmable. Y Burke entiende que, como ya comentamos, la tradición es resultado de la experiencia histórica de un pueblo. Idea que luego transmitirá Burke a su vez a los tradicionalistas, que van a entender también que a lo largo de la historia en cierta forma un pueblo va haciendo ensayo-horror de una serie de sistemas políticos, económicos y sociales y que el resultado de eso es quedarse con una serie de soluciones que funcionan y que así en cierta forma están comprobadas por enfrentarse casi como ensayo-horror contra la realidad y que dan lugar a una acumulación de una experiencia que es recogida por la tradición. En cierta forma, esa tradición es la memoria de los éxitos en estos ensayos sociales que ha realizado una sociedad a un pueblo a lo largo de la historia. Y también tiene una visión peculiar del término prejuicios. Mientras que la ilustración va a criticar constantemente los dogmas que no tienen ninguna fundamentación racional, lo que ya comentamos un poco al hablar de la ilustración, siempre hacen esa contraproducción entre dogma, las verdades, en cierta forma, sostenidas a priori y, por otro lado, la crítica racional. Y uno de esos términos un poco anatemizados por la ilustración siempre era el término de los prejuicios, que la religiosidad, toda la serie de costumbres se basaban en prejuicios que no estaban sometidos, no estaban comprobados por la razón, no habían sido sometidos a la crítica de la razón. Por el contrario, Burke va a defender el valor positivo de los prejuicios porque le entiende un poco a la manera que luego lo harán filósofos de... de la lenguaje, como por ejemplo Gadamer, que los prejuicios realmente deben entenderse en su sentido etimológico como juicios previos. Y para actuar, para llevar en cierta forma a orientarnos en el mundo, tanto los hombres como las sociedades necesitan una serie de juicios previos sobre la realidad. Por lo tanto, le entiende que estos juicios previos, antes de que reflexionemos sobre la realidad, que en cierta forma nos sirve como primera coyatura para enfrentarnos a las circunstancias, son, en cierta forma, una recopilación, igualmente, de la experiencia. La tradición, en cierta forma, no es más que un conjunto de prejuicios, de juicios previos que se han ido acumulando a lo largo de la historia, a lo largo de la... la evolución y vida de un pueblo. Y por lo tanto sirven para actuar, sirven para actuar tanto al individuo que cuando se enfrenta a una situación siempre tiene una idea preconcebida que va en cierta forma a enfrentar luego a esa situación, luego puede hacer su elaboración racional, pero eso no, según porque no es el principio. El principio siempre tenemos que partir de una base previa que va a ser los prejuicios. Y a partir de los prejuicios podemos tomar decisiones racionales sobre la realidad. Tenemos que partir primero de la experiencia y después podemos aplicar la razón. Pero no podemos partir abstractamente de la razón e intentar aplicarla a la realidad sin contar con una experiencia previa que nos guíe. Por lo tanto, los prejuicios, según Burke, tendrían un valor positivo en contraposición a esa idea y esa visión un poco oscurantista que daba el prejuicio la ilustración. Por lo tanto, la concepción que tiene Burke de estos elementos, de la tradición, de la experiencia, es una concepción que se basa, y de la propia noción de sociedad y de curso, fundamentalmente pragmática e histórica. A Burke lo que le interesa cuando hay una reforma, cuando se actúa en política, cuando se intenta realizar una reforma política o social, es que esas reformas estén de acuerdo con elementos de la realidad pragmática, unos elementos que estén presentes y que puedan servir como base para reformas previas. Cuando un hombre político, según Burke, se enfrenta al... al plantear una determinada reforma legal, lo que se enfrenta básicamente es a solucionar una situación que se da en la realidad de acuerdo con unos condicionantes que hay en la realidad, de acuerdo con una experiencia de la realidad y no basando únicamente en unos principios abstractos que intenta luego calzar en esa realidad y que va a resultar que la realidad va a desbordar esas abstracciones. Por lo tanto, entiende que los sistemas políticos se van adaptando progresivamente a los contextos históricos y fruto de esa abstracción son... esa adaptación, perdón, una abstracción, es la tradición y toda una serie de normas y prejuicios previos que van llegando hasta nosotros. Por lo tanto, lo que comentábamos antes, cualquier cambio, cualquier cambio para ser realmente efectivo tiene que partir de esos elementos recogidos, de esos estudios por esa experiencia, por esa tradición. Por lo tanto, lo que plantea en el plano político es, y que ejemplifica a través de la revolución gloriosa, la revolución inglesa, es un sistema de cambio social y político, pero sin rupturas, un sistema de cambio progresivo, en el cual, de cierta forma, se va superponiendo el cambio sobre lo que se mantiene como estable, como continua. Hay que ver con ciertas, casi al palafranzo un poco, esa novela de Lampedusa, El gato pardo, para que todo cambie, algo tiene que permanecer igual. Por lo tanto, tiene que haber siempre una base, algo que no cambie para que luego se den cambios, incluso de forma radical, como había supuesto la revolución gloriosa. Y, por lo tanto, hay un peligro de aplicar, de plantear rupturas radicales sin tener en cuenta esos elementos. Hay que tener en cuenta esos elementos previos que están en el contexto. Si no tenemos en cuenta el contexto y aplicamos simplemente ideas abstractas, utópicas, que no se basan en la experiencia, lo que va a dar resultado es una inadecuación de esas medidas, de esas teorías políticas, de esa praxis política en la realidad, y por lo tanto, desorden social, crisis económica... De cierta forma, es un argumento que, en el contexto de Burke, tiene su relación con las circunstancias de su época y que, en el argumentario conservador posterior, pues va a ser... ...de ser recibido. Esa idea que siempre defienden los políticos conservadores es que estos de Podemos radican esto y solo son ideas utópicas que, si aplicamos en la realidad, van a dar lugar al paro, que la inestabilidad política se va a romper España... Pues esas mismas ideas, siempre, de que si aplicamos ideas utópicas, abstractas, no basadas en esa experiencia pragmática del real, pues van a dar lugar a una disolución casi cataclísmica de la sociedad. Pues, de cierta forma, va a continuar, aunque no exactamente con las mismas... ...definiciones y la misma teoría que Burke, va a continuar, de cierta forma, en el argumentario y pensamiento político conservador posterior. La crítica a la soberanía popular. Burke considera y desconfía profundamente de las masas. Esto no es algo que esté únicamente en Burke, ya Locke cuando hablamos de Locke vimos que Locke tenía una visión un poco negativa en ocasiones del papel del pueblo si se le dejaba simplemente gobernar a sí mismo. Entendía no sólo que el pueblo no había forma de que fuera representada su voluntad en el parlamento, porque realmente lo que está representado en el parlamento son una serie de representantes que realmente representan intereses de una élite, pero entendía también que si el pueblo realmente pudiera ejercer esa función de gobierno, de cierta forma sería una masa irracional que no podía adoptar relaciones racionalmente políticas. Y por lo tanto... Burke va a hacer una contraposición bastante peculiar entre lo que él llama la voluntad general, término que podíamos ver en Rousseau pero con otro sentido, versus la razón general. Él entiende que lo que hay representado en un parlamento no debe ser la voluntad general, porque no hay forma de representar en el parlamento la voluntad general, sino la razón general. ¿Y qué es la razón general? Pues básicamente la razón general que aflora en medio del debate parlamentario, en la oposición entre lo que dice un partido y lo que dice otro partido. La discusión de las leyes en un parlamento y en ese contexto aflora la razón general. ¿Y cuál es la base, cuál es el sustrato de esa razón nacional? Pues básicamente son los intereses generales del reino. Y el pueblo, en el argumento de Burke, no conoce ni puede conocer los intereses generales del reino. Porque ¿cuáles son los intereses generales del reino? Pues son intereses económicos, políticos, y por lo tanto no se corresponden a los intereses de la mayoría del pueblo, en lo que fundamentalmente no tiene una conciencia clara de esos intereses. ¿Quiénes pueden representar esos intereses generales del reino? Pues básicamente los propietarios, los grandes latifundistas que tienen el control de la agricultura, los industriales y los comerciantes. Por lo tanto, los intereses económicos de los comerciantes ingleses, de los industriales ingleses o de los grandes productores latifundiarios ingleses son los intereses del reino de Inglaterra, del reino de la Gran Bretaña. Por lo tanto, los intereses generales del reino se corresponden con esos intereses económicos. generales del reino que están representados por aquellos grupos que de cierta forma tienen el control político y económico del reino y que por lo tanto también tienen que ser los que dirijan la política ya que conocen fundamentalmente cuáles son las necesidades, cuál es la necesidad de declarar la guerra a determinado país, la necesidad de atacar la India, hacerse con el control para crear un mercado colonial, toda una serie de elementos que a la mayoría del pueblo, al conjunto de la población, pues les son totalmente desconocidos. Por lo tanto, tienen una visión bastante negativa de la opinión pública. La masa es manipulable, la masa no actúa racionalmente y los únicos que tienen capacidad para actuar racionalmente son esos grupos de la élite que conocen los intereses, sus intereses particulares que confluyen en el interés general del país. De cierta forma, es una visión similar a la de Adam Smith cuando aplica esa teoría de la mano invisible. Los intereses particulares de cada uno de los empresarios ingleses al final redundan, Y en general, a través de esa transmisión, a través de esa misteriosa mano invisible. Y por lo tanto, el bienestar particular se refleja en el bienestar general. Pero el bienestar particular no de cualquiera, sino de aquellos partes de la sociedad que reflejan esos intereses cruciales, económicos, agrícolas, industriales. Por lo tanto, defiende el papel de una élite versus el conjunto de la población. En una determinada élite, que él denomina incluso como una aristocracia natural, y que, obviamente, tiene que ser seleccionada entre aquellos grupos que forman parte de la élite de la sociedad. La aristocracia natural, básicamente, tal y como Urklo entiende, es aquella élite que se ocupa del gobierno del país, que se ocupa de la política. Los representantes en el Parlamento, tanto en la Cámara de los Comunes, representantes de las altas urbes y las plazas altas no privilegiadas, como los representantes de la nobleza en la Cámara de los Lores. Entonces, podemos comparar un poco. Y, por lo tanto, entiende en este sentido que esta clase dirigente representada en el Parlamento no son representantes ni del pueblo ni de la voluntad popular, sino de esos intereses generales del reino. Y el único papel que tienen las elecciones, las cuales no va a negar Burke, es la de realizar una selección de aquellos, en cierta forma, miembros de esta élite política más aptos, que, en cierta forma, demuestran un poco sus habilidades en la campaña política que son, como decimos. Por lo tanto, ayuda un poco a seleccionar dentro de esa élite económica y social aquellos miembros de esta élite más restringida, de esta aristocracia natural formada por los que se dedican propiamente a la política. Por lo tanto, los parlamentarios no son representantes, son fideicomisarios, son administradores de los intereses de la nación, los intereses del pueblo, pero no representan, por lo tanto, no son responsables de sus acciones delante del pueblo. Ello es interesante porque Burke considera... considera que ello es inherente a la política. Considera que las decisiones de los políticos no se pueden guiar por la opinión general del pueblo, no se pueden guiar por la opinión política, sino por esos intereses estratégicos que tiene el Estado. Y que esa libertad de decisión, por lo tanto, del parlamentario con respecto a sus electores es necesaria para que se dé el gobierno. Si no, si el político de turno estuviera constantemente fijándose en la opinión pública y dándole un poco de espacio a la política, dando bandazos de una postura u otra en base a lo que opinara el pueblo, no tomaría determinadas decisiones críticas en momentos que tienen que ser tomadas. Eso es un elemento que, por ejemplo, en el debate político actual todavía está vigente. El hecho de si el político debe guiarse por la opinión pública siempre o determinadas circunstancias que debe actuar incluso por el bien general contra la opinión pública, contra la opinión mayoritaria. Con los problemas que genera todo esto en nuestro sistema político. Y que, de cierta forma, ya empezó a ver un poco Burke. Desde su postura, obviamente, conservadora y, obviamente, de tipo elitista. Además, considera Burke que la soberanía popular en sí, el concepto de soberanía popular, el hecho de que el pueblo tenga la soberanía, la capacidad de gobernarse, es un asuro, es un imposible. Y ello lo va a plantear de varias formas. Por un lado, considera que va a hacer un ataque a la teoría del contrato social, porque considera que la sociedad, un país, un pueblo, no es resultado de un pacto entre individuos que racionalmente deciden juntarse para formar un pueblo, como había objetado Hobbes o como había objetado el propio Locke, sino que es resultado de la traición. Sin tener en cuenta la voluntad individual de los individuos en un momento pasado utópico que realmente nunca se ha dado. Porque, en primer lugar, el individuo no, nunca, nunca es algo totalmente ajeno a una sociedad, a un grupo, a una cultura, a un pueblo y a una época histórica. El individuo siempre es resultado de una sociedad. El individuo no adquiere carta de naturaleza más que a través de la educación que le da una serie de creencias, de prejuicios y de valores que ha recibido del pasado. Por lo tanto, no existe ese individuo autónomo totalmente alejado de cualquier fenómeno, elemento cultural o social. Por lo tanto, niega de plano esa idea del individuo primitivo que se agrega con otros individuos primigenios para crear esa sociedad. A él le parece realmente un absurdo que no, en cierta forma, no es realista. Y, por lo tanto, la propia idea del pacto social a él le parece directamente absurda. Y esto niega, obviamente, también ese principio voluntarista de la soberanía. Sí. La sociedad no es resultado de un pacto, de una decisión voluntaria de los individuos, sino de una tradición, de una serie de circunstancias históricas, de una experiencia previa de un pueblo. Por lo tanto, queda, en cierta forma, privada esta idea de la soberanía popular de unos puntales que es la idea de que cada uno de los individuos que forman un pueblo son depositarios, en cierta forma, de una cierta parte alícuota de esa soberanía. Por lo tanto, no hay contenido en el pueblo, en el conjunto de la población, esa soberanía que se tenga que exponer. La soberanía siempre va a estar formada por unas élites que han sido seleccionadas, en cierta forma, a partir de la historia y a partir de una serie de, unas tradiciones previas. Por lo tanto, considera que esa idea, tanto la idea del pacto social, la soberanía popular y la idea de un individuo autónomo desgajado de la cultura y de la sociedad, son meras abstracciones que ha creado el racionalismo ilustrado, pero que no tienen ninguna base en la experiencia histórica. Esta es la primera parte, la primera pata, en cierta forma, de la crítica que hace Burke a esta idea de la soberanía popular. La segunda parte es plantearse si realmente esta sociedad, esta idea de soberanía popular, esta idea de pacto social, son ideas absurdas, son ideas metafísicas, qué es lo que realmente se esconde tras estas ideas absurdas, porque él empieza a considerar incluso que es un poco peculiar que haya intelectuales, haya políticos, haya gente formada con una cierta capacidad intelectual que defienda estas ideas a priori absurdas. Y de hecho entiende que ese no es el interés realmente de establecer una soberanía popular lo que está detrás de los cambios que se dan en la Revolución Francesa. Lo que entiende Burke que está detrás es el interés de un grupo determinado, una oligarquía, en este caso de la alta burguesía francesa, que en estos momentos, a través de la Revolución Francesa, a través de la manipulación de las masas, ha alcanzado el poder y ha desplazado a la élite política tradicional que era la aristocracia y el clero. Pero además entiende que hay otro segundo elemento que vuelve un poco al principio de soberanía popular, porque entiende que el propio principio de soberanía popular, en cuanto que no se corresponde con ese orden real de la sociedad, es en sí mismo peligroso. Es en sí mismo peligroso porque, va a obligar a los que están ejerciendo el poder, a esa minoría, a esa oligarquía que ahora se ha hecho con el control del poder en Francia, va a obligarlos cada vez a recurrir más a una deriva autoritaria. Utilizar el poder, la cohesión, en concreto el ejército, para defender las políticas que quieren llevar a cabo. Porque esto va a generar inmediatamente conflictos. Los planes de reforma agraria van a crear problemas en las provincias, en la relación entre la autoridad de París y los departamentos, se han creado ahora en forma de provincias, pues va a generar conflictos y todo esto va a hacer que cada vez más esa élite que está en el gobierno tenga que recurrir a una deriva autoritaria. Una deriva autoritaria que va a afectar gravemente a la propia seguridad de los derechos, de los derechos básicos. que están en la base de la ideología teóricamente revolucionaria. El derecho a la vida, que obviamente con el paso de cuellos y testas coronadas y nobles por la guillotina se va bastante conculcado, el derecho a la propiedad, en el cual la expropiación a los nobles, la expropiación a la iglesia de sus bienes para salvar un poco el presupuesto del Estado francés, pues también va a ser un ataque a la propiedad privada y por toda la libertad con esa deriva autoritaria que se basa cada vez más en la imposición de las políticas que esta élite quiere aplicar. Y una necesidad creciente, por tanto, en esta deriva autoritaria de recurrir a la coacción, de recurrir al ejército. El ejército que, por lo tanto, cada vez tendrá a tener más poder en la sociedad francesa y en la política francesa. Y además entienden que este principio de soberanía popular aplicado al ejército, como de hecho había ocurrido en la época en que empezaba, a plantearse incluso que el propio ejército se organizara de una forma democrática con respecto a unos principios en el cual los propios soldados eligieran a sus oficiales y se planteara tomar unas decisiones u otras en asamblea, pues empieza a socavar incluso la fidelidad y el propio principio de obediencia que tiene que estar en la base del ejército. Cualquier ejército, cualquier militar de cualquier Estado europeo contemporáneo tiene, de cierta forma, su capacidad de acción limitada. O sea, la Guardia Civil hasta hace poco no tenía, por ejemplo, derecho de sindicación porque era todavía considerada parte del ejército. Y, por lo tanto, en el Código Militar no podías tener una serie de derechos de sindicación que, no obstante, otros miembros de las fuerzas de seguridad, como por ejemplo la Policía Nacional, a no ser militares sí que tenían, sí que podían recurrir. Por lo tanto, esos principios de obediencia y disciplina que tienen que estar en la base para que el gobierno controle al ejército y que el ejército cumpla esa función de salvaguarda, de el orden público y de la seguridad del país, pues se ven un poco socavados por tener esta capacidad de decisión democrática de los soldados. Y, por lo tanto, ve la posibilidad de que cada vez más haya determinados militares con cierto prestigio entre las propias tropas que adquieran un papel más preponderante en la vida política de Francia. Y que todo esto puede llevar a que finalmente la propia revolución sucumba bajo un golpe militar. Que, en cierta forma, fue lo que ocurrió, porque finalmente la Revolución Francesa termina con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, que convierte el Estado francés en una dictadura militar bajo sus manos, que luego incluso se dota del título de emperador. Por lo tanto, se convierte en un monarca, en cierta forma, absolutista dentro de un gobierno de signo paradójicamente liberal. La tercera pata del banco, la defensa de desigualdad. Las mismas capacidades intelectuales, la misma capacidad para los negocios, todo eso crea una cierta desigualdad en este argumentario natural. Esto se combina, en el caso de Burke, con una concepción elitista de la sociedad. Burke no va a criticar y no va a cuestionar las divisiones sociales, por ejemplo, de la sociedad inglesa, que hoy siguen existiendo grandes títulos noberiarios, que siguen existiendo lores, que siguen existiendo caballeros, que siguen existiendo una alta burguesía. No lo va a cuestionar. Simplemente va a plantear la necesidad, no obstante, incluso va a plantear que es necesario un reflejo de esa desigualdad en el orden político para mantener la estabilidad social y política. Pero va a plantear como correctivo la necesidad de una movilidad social. Movilidad social que en su época en Inglaterra se daba. De hecho, una de las características peculiares de la sociedad inglesa, de la política inglesa, del sistema inglés en esos momentos, es la movilidad que existe, por ejemplo, entre la antigua altitud. La alta nobleza, la nobleza de sangre, los lores y la alta burguesía. Esa sociedad que conocemos a través de las novelas de Jane Austen, toda esa nueva sociedad decimonónica, es un reflejo ya de lo que empezaba a perfilarse en esta época. Los intereses y... de la nobleza y de la burguesía empiezan cada vez a estar más implicados y los propios miembros de la nobleza y de la burguesía empiezan a estar cada vez más implicados hijos e hijas de la burguesía se casan con nobles y lo mismo sucede en este momento y llega un momento en que realmente hay una clase alta diferenciada, formada por nobles y burgueses aunque siguen conservando el título de lord, conde de no sé qué o duque de no sé qué o simplemente el de pequeño noble, caballero, sir o sin ningún título pero cada vez formarán más una clase en cierta forma económicamente y socialmente incluso sus formas y sus maneras más uniformes. Si pensamos en esa imagen decimonónica de esos clubes de caballeros ingleses, en ella podíamos encontrar tanto lores que formaban parte del parlamento, de la cámara de los lores ingleses como empresarios, industriales grandes comerciantes o incluso otro tipo de profesionales liberales de alto estatus social. Por lo tanto, en estos momentos hay en el caso inglés una movilidad social que no se da en otros lugares de Europa, sin que se lleguen a abolir nunca las diferencias sociales pero la diferencia económica y la diferencia en la participación en la vida política y social tiene que ser cada vez más uniforme en este estrato alto. Y ello es precisamente una de las diferencias que ve Burke con la sociedad francesa, en la cual entiende que el problema no es tanto que haya una desigualdad real negada por ese principio de división entre estamentos, el clero, la nobleza y el pueblo llano, sino lo que hay es una escasa movilidad social. En Francia, los estamentos el clero, la nobleza y el tercer estado son, en cierta forma son cajones estancos. Hay mucha dificultad, por ejemplo, que un miembro de la nobleza se... perdón, un miembro de la alta burguesía, un gran industrial, un gran comerciante, se integre plenamente en la nobleza y se llega a convertir en un miembro más de esa clase social. Y hay una diferencia y hay una, en cierta forma, sentido de identidad distintiva de cada uno de estos grupos. Lo cual, según Burke, es lo que genera precisamente ese rechazo de la alta burguesía francesa a la nobleza y esa necesidad de dinamitar el sistema político y social anterior. Por lo tanto, de cierta forma, entiende que hay un cierto resentimiento de esa alta burguesía a la cual no se le da la posibilidad de integrarse en la nobleza y, por lo tanto, esa ausencia de movilidad, esa cerrazón, esa rigidez del sistema social es lo que da lugar a ese estallido que es la Revolución Francesa. En la cual está el descontento del pueblo, pero está sobre todo capitalizado por una élite burguesa a la cual no se le ha permitido, no se le han dado las herramientas para poder integrarse de forma un poco más móvil y más incardinada. Con esa alta nobleza francesa, por lo tanto, esa cerrazón de los nobles a admitir a los burgueses y aceptar las formas de vida de los burgueses, pues va a generar ese resentimiento que va a ser aprovechado por la burguesía para liquidar a ese competidor que es sentido en la nobleza y el clero. Y, por lo tanto, lo que está, según Burke, detrás de la Revolución Francesa y de esta ideología de la igualdad, igualdad, fraternidad y... Libertad, igualdad y fraternidad no es tanto la igualdad real, la igualdad legal del real, sino la defensa de los intereses de un grupo concreto, de una élite concreta, que lo que defiende no es esa igualdad, sino realmente hacerse con el control del poder político que hasta ese momento tenían. Y a partir del poder político cambiar, de cierta forma, la filosofía del Estado francés. Los que van a recibir, básicamente, las tierras de esas expropiaciones de tierras de la nobleza y el clero, pues fundamentalmente van a ser miembros de esa alta... de esa burguesía que tiene a sus, de cierta forma, a sus representantes colocados en el gobierno revolucionario. Por lo tanto, vemos esos elementos que están en Burke. Burke plantea esto desde la mirada inglesa, desde el sistema inglés, desde la perspectiva inglesa, y ello va a ser recibido en el continente, va a ser recibido en Francia y en regiones paralelas. Pero, en cierta forma, va a haber una recensión peculiar de Burke que, en cierta forma, va a transformar, va a malinterpretar muchos de los elementos de lo que dice Burke. Va, por ejemplo, a mostrarse mucho la influencia de Burke entre estos tres elementos que tengo aquí, en ese concepto de prejuicios como juicio previo necesario, en esa idea de dicotomía entre la experiencia y la extracción de la razón, y esa idea de la tradición como una especie de cristalización de la experiencia y una cierta razón heredada a través del ensayo histórico de distintas soluciones registradas en el estudio de un pueblo. Pero ello no va a servir para defender esa visión que tenía Burke de una sociedad basada en ese parlamentarismo monárquico moderado, una monarquía moderada. Una monarquía parlamentaria de signo moderado, en la cual hay un cierto papel del rey y hay un cierto papel muy importante, cada vez más importante, del parlamento y que, en cierta forma, actúan como contrapesos mutuos. Sino que se va a utilizar esos elementos, esa crítica, elementos concretos de la revolución de Burke para defender la vuelta y defender el sistema político, social y económico previo a la Revolución Francesa. Es decir, la sociedad estamental y el antiguo rey. Y es lo que van a hacer, básicamente, los que vamos a introducir ahora, que van a ser Josep de Mestre y Luis de Bonal. Luis de Bonal y de Mestre como representantes, cada uno con sus matices, de esa corriente tradicionalista. Que va a traducir ese tradicionalismo, que se desarrolla fundamentalmente en el continente, no en Inglaterra, que va a traducir esos elementos que estaban en el conservadurismo liberal de Burke, porque lo va a traducir en una ideología que, curiosamente, es, por un lado, antiliberal y partidaria de una visión estatal. La práctica de la sociedad y de la historia. Otros elementos que están en Burke, que van a ser también reinterpretados de su manera por estos tradicionalistas, la desigualdad natural, pero que ellos van a entender en el sentido de esa división en compartimentos estancos de la sociedad del antiguo régimen, inalterables y, por lo tanto, negando un poco este principio de fluctuación entre élites sociales de uno y otro estrato. Y otros elementos, pues la necesidad de la desigualdad porque eso de cierta forma da un poco de estabilidad a la sociedad y una sociedad que se plantee llevar a cabo una igualdad total lo que va a dar lugar es una inestabilidad social. Igualmente la idea, que también está en Burke, de que lo que se esconde entre la Revolución Francesa son los intereses de una oligarquía burguesa, la cual se van a oponer directamente de Mestre y de Bonal como miembros de otra oligarquía, que había sido, pues fundamentalmente, la nobleza. La nobleza de la cual de Bonal y de Mestre forman parte. Son nobles, nobles de viejo cuño y de rancio abolengo que, en cierta forma, están un poco alarmados por esa ruptura social que supone para su propia clase la Revolución Francesa. Otro elemento interesante es que tanto de Bonal como de Mestre habían sido inicialmente partidarios y próximos a una ilustración reformadora. Habían planteado incluso, en el caso de Bonal, una ciudad... Habían planteado una cierta colaboración cuando era alcalde de un pueblo francés, zona en la que estaba radicado. Habían planteado una cierta colaboración con la Revolución. Pero, progresivamente, la deriva un poco más radical de la Revolución y va, en cierta forma, a afianzar los convicciones un poco más tradicionales y va a llevar que, especularmente, se separen de esa primera vinculación a las ideas reformadoras de la Ilustración. Una cierta refugión que plantea una reforma... Formas moderadas, un poco de la mano casi de ese despotismo ilustrado, pero que el gran aldabonazo que va a suponer, el gran shock, la gran bomba de relojería que va a suponer la Revolución Francesa, pues va a hacer que se decanten pendularmente por un retorno, una vuelta a todo el orden previo y de una defensa acérrima de ese orden previo. El orden previo, tanto en el plano político-social como en el plano religioso. La idea de que la monarquía se basa en una unidad entre... Entre la Iglesia y el Estado y que la Iglesia debe tener un papel en la vida política. Por lo tanto, contra esa idea de secularización que está en la base de la Revolución Francesa y que también estaba planteada, en cierta manera, por el parlamentarismo y la gran sociedad inglesa. Y un elemento interesante en el cual de Mestre se independiza un poco más de la visión que tiene Burke es su carácter providencialista. Él entiende que la historia, la sociedad, es resultado de la acción directa de Dios, de la providencia divina. Dios es un poco el que define cómo está organizada la sociedad, Dios decide cómo ha evolucionado a lo largo de la historia los distintos pueblos y, en cierta forma, la experiencia que se ha realizado históricamente no es mal que resultado de la voluntad implícita de Dios a través, que actúa misteriosamente a través de la providencia. Es un elemento que nos puede recordar un poco esa visión histórica que tenía Hegel y que no se debe, fundamentalmente, a que haya una influencia directa de Hegel o en de Mestre o en de Mestre en Hegel. Lo que está detrás de esto es básicamente lo que decía Andrés un poco. Son ideas que circulan un poco en el clima de esta época y que a las cuales, como contra esa revolución que es de Mestre, También va a ser Hegel, pues van a tener como elementos comunes. Y el resultado de esta providencia, el orden político, pues también es resultado de la quiesencia y la voluntad divina. El orden político que existe en la sociedad del antiguo régimen es así porque Dios quiere que sea así. Y, por lo tanto, ir contra ese orden político refrendado por la historia y por que, a fin de cuentas, es la manifestación de la voluntad de Dios, de la providencia, a través de la historia de un pueblo, en cierta forma, es ir contra la propia voluntad divina, sin ciertamente contra Dios. Incluso van a ver un poco la vinculación, tanto de Bonal como de este, que hay entre el liberalismo político radical, la revolución francesa y el ateísmo. Incidiendo, por ejemplo, en pensadores de la Ilustración que eran de signo ateo, como por ejemplo Voltaire. Como ya comentamos en su día, que en la distracción, en ese proceso de secularización que representa, hay dos posturas. Por un lado, una cierta postura deísta, que plantea la existencia de una religión natural, básica, al margen de los credos concretos, y por otro lado, una postura que directamente es atea y materialista, incluso anticlerical, como puede estar ejemplificado en la figura de Voltaire, que va a ser objeto de los dardos, tanto de Demestre como de De Bonal. Y por lo tanto, esa idea, bueno, vamos a ver un poco ahora en detalle, la idea de prejuicios, y vamos a cerrar un poco aquí la tutoría. La idea de prejuicios, que obviamente Demestre toma de Burke, que de nuevo plantea esa dicotomía entre la experiencia versus las abstracciones de la razón, que son literalmente los términos que va a usar también Demestre, o sea, eso está cogido, cortado y pegado directamente de Burke. Y la tradición como esa cristalización de la experiencia. Y de hecho, considera que, en cierta forma, la tradición, lo que viene, lo que arrastra a un pueblo hasta el momento actual, a lo largo de su historia, es resultado de esa razonabilidad. De cierta forma, casi lo podíamos comparar un poco con esa idea de Hegel de desarrollo del espíritu, con sentido racional a lo largo de la historia. No quiere decir, como digo, que hay una relación directa entre estos autores, sino que forman parte de esas ideas, en cierta forma, del caldo. El cultivo de la época, de ese incipiente romanticismo que está ahí. Y ello es planteado, en el caso de Demestre, a través de una segunda dicotomía, que es la dicotomía entre la razón individual y la razón nacional. La razón nacional, peculiarmente, es algo que, según Demestre, está formado precisamente por esa tradición, por ese conjunto de prejuicios que hemos heredado a través de nuestra historia, nuestro contexto social, nuestra propia educación, que nos ha dado... ...una cierta forma de pensar, de ver la realidad. Un conjunto de dogmas y prejuicios útiles adoptados por la razón nacional. De cierta forma, un pueblo se ha ido cargando con una serie de dogmas políticos, religiosos, prejuicios, ideas, creencias, una cierta mentalidad... que da lugar a esa razón nacional. Y él entiende que incluso es necesario la existencia de esos prejuicios, de esa razón nacional, que de cierta forma condiciona nuestra falta para poder pensar, para la propia capacidad de actuar. Este texto lo simplifica bastante bien. El hombre, para conducirse bien, para actuar en la realidad, no necesita problemas, no necesita romperse la cabeza con teorías y guirribisloques lógicos de la razón, sino que necesita creencias, creencias que le sirvan de base y en base a las cuales puede actuar. Prejuicios. Su cuna debe estar rodeada de dogmas y cuando la razón despierta no está negando la razón. El hombre tiene que tomar decisiones relacionalmente. Pero cuando aplica la razón tiene que tener ya un bagaje de prejuicios, de dogmas, y el término dogma no es inocente porque la idea de Bonal fundamentalmente basada en ese principio de equivalencia entre la tradición y casi la teología, pues está ahí. Es necesario que encuentre opiniones ya formadas, cualquiera que sean, para adoptarlas antes de todo examen. Luego puede haber un examen relacional de lo que debemos hacer, pero eso tiene que partir siempre de esos prejuicios, de esos dogmas religiosos políticos adquiridos previamente, casi desde la vida. Por lo tanto, de cierta forma, una evolución, esta idea, esta oposición entre razón individual, y razón nacional de esa idea de experiencia versus abstracciones. La razón individual, la razón de cada individuo concreto que se crea sus propias elucubraciones sobre cómo debe ser la sociedad, sus utopías de cómo debe estar construida la sociedad, es únicamente una razón que está únicamente centrada en el propio individuo. Pero, en cierta forma, la razón nacional es ese conjunto de decisiones relacionales que un pueblo ha adoptado en la historia, de cual debe tener debe ser tenida en cuenta como experiencia para actuar. Por lo tanto, esa idea está un poco, de cierta forma, extendida a este concepto de razón individual, razón autónoma, en cierta forma, versus razón nacional. Lo que entiende Demestre es que tiene que haber una convergencia de la razón individual con esos prejuicios que surgen de la razón individual para actuar racionalmente y no aplicar utopías absurdas a la realidad. Su idea de desigualdad, desigualdad natural, entiende que hay una, igual que Burke, que hay una desigualdad en la naturaleza y ello le lleva a concluir algo que no concluye Burke, que la aristocracia sea inevitable y por lo tanto ese orden dividido entre estamentos es de cierta forma inevitable. Y una sociedad que tienda a establecer un principio de igualdad total entre los individuos, pues va a chocar contra esa realidad y por lo tanto va a ser una sociedad que va a estar constantemente sometida a una inestabilidad social y política. Y de nuevo la idea de lo que se esconde casi maquiavélicamente tras esta búsqueda de la igualdad legal y total de los individuos es fundamentalmente los intereses de una clase, de una élite concreta como es la urbesía. Y al igual que Burke considera... Que hay dos extremos. Por un lado, una sociedad demasiado cerrada en la cual no haya movilidad, lo cual es un problema, o una sociedad que tienda a buscar la igualdad, lo cual también es un problema. Esos dos extremos, una sociedad rígidamente cerrada en que no haya ninguna movilidad entre estamentos, da lugar a la inestabilidad y eso es lo que ha ocurrido en la Revolución Francesa. Pero una sociedad como la que intenta implantar la propia Revolución Francesa basada en ese principio de igualdad utópico, lleva igualmente a la inestabilidad. Por lo tanto, lo que plantea es, siguiendo un poco a Burke, aunque de forma un poco menos decidida, es que decide haber una cierta movilidad entre las clases altas del pueblo yari y entre la alta urbesía y la nobleza. Pero se inicia demasiado porque él entiende que el orden debe ser rígido, que es un orden querido por Dios, que es un orden definido por la propia voluntad de Dios, que es la providencia. Y la providencia niega cualquier voluntarismo del individuo. Aunque el individuo tome sus decisiones... ...que la historia esté compuesta en cierta forma por decisiones de los individuos, soterradamente actúa a la voluntad de Dios que lleva la historia en una dirección u otra. Un poco la idea que tenía también, basada en esta idea cristiana de providencia, Hegel con respecto a la evolución de la historia. Y este provincialismo también le lleva a plantear una crítica al contrato social. La sociedad, según él, no es creada racionalmente por los individuos, cosa con la cual estaría de acuerdo Burke... Pero entiende, y entiende igualmente, que la sociedad es creada no por una decisión voluntaria de los individuos, sino por un conjunto de experiencias que dan lugar a una traición. La diferencia es que de Bonal piensa que esta evolución histórica, que esta traición está definida, está decidida finalizadamente por la voluntad de Dios en último término a través de la providencia. Y que, por lo tanto, que Francia tenga una serie de leyes, que Francia tenga una serie de clases sociales, en último extremo lo que está representando es la voluntad de Dios, que quiere que la realidad sea esa. De cierta forma, es un cierto esquema tipo agustiniano, es el agustinismo político retornado y, de cierta forma, reactualizado a través de este pensamiento tradicionalista. Y otro elemento un poco más interesante, y no tan peculiar, es... Es su crítica del estado de naturaleza. De cierta forma, la crítica que hace de Mestre al estado de naturaleza refleja un poco esa idea estática que tiene la sociedad y del propio orden social. Él entiende que no existe ese estado de naturaleza en el que el hombre tiene una serie de características alejadas de cualquier tipo de elementos sociales o culturales, al igual que Burke. Pero entiende que la naturaleza, la naturaleza humana, es propiamente la que tiene actualmente. La naturaleza humana no ha cambiado. Por lo tanto, al contrario que el argumento de Burke, que era en cierta forma un argumento histórico, en el que admitía que había un cierto progreso del ser humano y de la humanidad, la visión de Mestre es un poco más estática. Él lo que entiende es, de cierta forma, volviendo a un argumento just naturalista, es que hay una naturaleza del ser humano, pero que esta naturaleza del ser humano siempre es, por su propia definición, una naturaleza social. Y, de cierta forma, volviendo un poco a esa idea providencialista, esa idea de sociedad, de estructura social, de jerarquía social, es, en cierta forma, ya de principio, porque, de cierta forma, ha sido creada y ha sido concebida por la propia voluntad de Dios. Que actúa casi como un legislador de los pueblos. Esa idea nueva que teníamos también en just naturalismo, de que hay leyes particulares de los pueblos, pero también hay una ley natural. Todas las leyes particulares de los pueblos están creadas por la providencia que da lugar a que la ley que se aplica y que se crea en determinado pueblo en determinado momento sea de cierta forma también un reflejo de esa ley natural inmanente que ha sido definida por la voluntad de Dios. Bueno, también da importancia en este texto que tenéis aquí a la propiedad de costumbre, la propiedad de costumbre de lo constitucionario, tema que también veíamos al hablar de Hegel, que de nuevo es otro elemento de convergencia que está en esas ideas comunes que circulan por toda Europa en esta época en la que está empezando a aparecer el romanticismo. Y por lo tanto, como decíamos, una visión del poder político y de la sociedad como resultado de una voluntad inconstitucional. Un poder subconsciente que los humanos no conocen pero que de cierta forma lleva a que se realice de cierta forma la obra de Dios en la sociedad. Bueno, aquí hay un texto que lo tiene bastante bien. Si el orden social procede de la naturaleza, si el orden social que tenemos actualmente es natural y definido de cierta forma por la providencia, no hay de ninguna manera tacto social. Por lo tanto, no es resultado de la capacidad del individuo. El individuo no tiene capacidad de... El individuo actúa en la historia. Pero al mismo tiempo... Al mismo tiempo que el individuo actúa en la historia, por debajo de él, superstitiamente, subconscientemente, actúa la voluntad divina. De hecho, de Mestre entenderá su tratado sobre la soberanía que tenéis aquí citado. Estudio sobre la soberanía. En el primer capítulo dirá directamente que no hay incoherencia entre la idea de que las sociedades son el resultado de la acción de los hombres y, por otro lado, resultado de la acción de Dios. Porque, de cierta forma, una cosa es lo que el hombre hace. Y otra cosa es lo que Dios hace a través del hombre sin que él lo sepa a través de la providencia. Y que, por lo tanto, el poder procede del acuerdo de los hombres, pero al mismo tiempo ello no es definitorio. Lo que es definitorio es que Dios quiere que eso sea así o no sea así. Es un pensamiento, como digo, profundamente agustiniano, es un agustinismo político en estado puro y reformulado. Y dejamos para el próximo día a Luis de Bonal, que será un autor que también tendrá estos elementos comunes con Demestre, pero que sea, de cierta forma, un poco más interesante por su propia visión sobre la sociedad y su propia visión un poco más, podríamos decir, que recupera elementos como, por ejemplo, la necesidad de conservación social que teníamos, por ejemplo, en Hobbes. Y va a plantear una serie de elementos entre la relación entre la organización social y política y la ideología, en este caso la religión, para sustentar un poco el orden social que van a tener un poco de predicamento posterior, sobre todo en las sociologías francesas. Autores, por ejemplo, como Emile Durkheim, y tienen, curiosamente, un cierto pozo de ideas que ya están planteadas en de Bonal. No tanto porque Durkheim sea tradicionalista, de hecho está antagónicamente situado en las antípodas políticas de de Bonal, pero, de cierta forma, estas ideas sobre la sociedad que van a plantear de Bonal van a tener su influencia en los pensadores franceses posteriores, incluso van a estar presentes en los padres de la sociología, como son, por ejemplo, Auguste Comte o Emile Durkheim. Pero eso lo veremos un poco más. Detalle último día, terminaremos este tema y, a ser posible, empezaremos ya con el liberalismo y otros pensadores un poco más adelantados ya en el siglo XIX. Continuamos el próximo día.