Bueno, buenas tardes, presentes y ausentes. Los del otro lado ven, Jesús. Empezamos la jornada de tarde de la segunda jornada de la tercera edición. Le estoy pillando yo gusto esto de la jornada y las ediciones. Y esta parte vespertina vamos a hablar de literatura toda la tarde, primero con Javier Fonseca, que ya está preparado, nuestro responsable de adiós cultural de las páginas de literatura infantil y responsable presidente del concurso de cuentos infantiles que organizamos todos los años, profesor de la Escuela de Escritores y últimamente, que me lo acaba de comentar, profesor de talleres de poesía en Segovia, en la Biblioteca de Segovia, ¿no, Javier? Sí, sí, hemos estado este mes de octubre dando un taller de poesía en la Escuela, en la Biblioteca de Segovia, muy a gusto. Muy bien, pues entonces ya os dejo con Javier, que nos va a hablar de la memoria, la literatura infantil y la importancia que tiene en los niños de todo lo que hablamos en la revista de adiós cultural y de todo lo que habla el sector. Muy bien. Pues muchas gracias, Jesús, y buenas tardes a todos y a todas. Y lo primero, agradecer a la UNED, a FUNESPAÑA, a todos los organizadores de estas jornadas que me hayan dado la oportunidad de venir aquí a hablar de algo que realmente me apasiona, que es el tema de la literatura infantil y juvenil, y más en concreto el tema de cómo se trata la muerte y el duelo y la memoria y todos estos asuntos en la literatura infantil y un poco en la juvenil, Hablaremos un poquito de refilón, pero sí que también hablaremos un poco, ¿no?, en estas jornadas. Bueno, ya me ha presentado Jesús, entonces tampoco voy a decir mucho más, ya lo ha hecho él. Y sí que quería un poco primero contaros cuál es la idea que tengo para esta horita que vamos a compartir alrededor de los libros infantiles relacionados con el tema de la muerte, la memoria y el misterio, el misterio en general. Deciros que la idea es dar una vueltecita. Sí, claro. Y que la idea es dar una vueltecita a la literatura infantil, que se adentra en estos temas. Intentaremos compartir o intentaré compartir experiencias y reflexiones sobre esto y, por supuesto, todo apoyado en algunos textos y para ver al final cómo la literatura infantil y juvenil puede ayudarnos también a preservar la memoria y a gestionar el duelo, pues evidentemente con los niños, pero no solo con ellos. Y para empezar me gustaría empezar primero casi por el final, por la conclusión a la que yo quiero llegar esta tarde. Y la conclusión a la que yo quiero llegar esta tarde es que al tratar el tema de la muerte y la memoria con los niños hay una clave muy básica, que voy a decir algunas cosas posiblemente a lo largo de toda mi exposición que pueden resultar obvias, pero que por experiencia creo que no está de más el recordarlas porque, como digo, mi experiencia me dice que por obvias incluso se olvidan o se obvian, valga la redundancia. Y la primera es que la clave a la hora de tratar estos temas con los niños es acompañar, lo primero, y acompañar con la verdad. Y puede que esta conclusión, que es a la que yo quiero llegar esta tarde, resulte un poco paradójica de primeras para los que estéis escuchando, porque vamos a estar hablando de cuentos. Y entonces eso de hablar de cuentos es como hablar de cuentos no es hablar de verdad, y lo pongo así como entre comillas. Pero es que a mí me gustan los retos y yo lo que quiero demostrar también hoy es que la fantasía, la ficción, es una fantástica herramienta para acercarse a la verdad, para llegar a ella y para contar la verdad también. Y eso es un poco lo que me planteo. Así como punto de partida, ¿no? ¿Qué vamos a hacer para ello? Pues lo primero es partir de algunas experiencias infantiles. Si esto fuera un taller de los que yo suelo dar por librerías, bibliotecas y colegios y demás, pues nos juntaríamos todos y compartiríamos experiencias infantiles alrededor de la muerte y demás. Pero bueno, aquí lo haremos de una forma un poco más formal, por decirlo de alguna forma. No podremos a lo mejor eso te echar tiempo a pensar o a reflexionar sobre esto o a compartir esas experiencias, pero sí yo os cantaré algunas, ¿no? También de manera general cómo la literatura nos ayuda en la vida cotidiana, pues viendo ejemplos muy sencillos de las herramientas o del secreto de la receta mágica que tiene para tratar temas delicados, la literatura, en concreto la infantil, evidentemente. Y terminaremos al final poniendo ejemplos con libros en la mano. He traído unos cuantos que por aquí podremos pasar para los que estéis aquí presentes y que, bueno, se comentarán también y los veremos en la presentación. Ahí tenéis una pequeña selección aquí en la primera transparencia, ¿no? De cómo, de las herramientas que nos ofrece la literatura para poder gestionar, para poder trabajar el tema del duelo, la muerte y la memoria con los niños, ¿no? A mí me gusta siempre decir que lo que se trata, y yo creo que también es un tema que va a salir recurrente a lo largo de mi exposición, espero, es de, por lo que hemos dicho, acompañar, ¿no? Y de intentar mostrar o acompañar en el misterio que es este tema de la muerte, ¿no? No explicar, sino acompañar en el misterio, que es muy diferente, ¿no? Y, bueno, vamos a entrar en esos temas más adelante. Pero, bueno, antes de entrar en todo el tema de la literatura infantil, sí que quiero pediros que me permitáis dedicar nada, una primera introducción para entrar en calor a una pregunta que a mí me cuestiona o que me cuestionó en su momento y que, bueno, he buscado y he preguntado y me he planteado yo y he comentado con más gente, ¿no? El por qué. Por qué en nuestra sociedad la muerte es un tema tabú especialmente para la infancia. Bueno, si nos retrotraemos, yo creo que hay una frase que a mí me encanta de una compañera, Ana Cristina Herrero, es escritora, narradora oral y, bueno, que dice que dejamos de preocuparnos o dejamos o hicimos esto, lo convertimos en ocultación este tema de la muerte cuando la gente cambió la vida sobre la tierra por la vida sobre el asfalto. Voy a volver sobre eso en algún momento ahora mismo, pero antes sí quería deciros que, a ver, si pensamos un poco nosotros en el pasado, en la historia y no tan lejos, pues podemos recordar que igual que los niños pequeños en nuestra cultura tenían, o cuando uno nace un niño, una de las cosas primeras que se hacía o que todavía se hace también, en muchas familias, es eso de buscar el traje de cristianar, ¿no? Pues también existía la tradición de tener el traje de muerto. Y la gente se cuidaba muy mucho de tener un traje muy concreto, muy específico, guardado para cuando muriera, para ponerlo, para estar guapo a la hora de morir. ¿Por qué no decirlo así, no? En los funerales, en los entierros, en los duelos, siempre se hablaba de acompañar a las personas. El que acompaña el sentimiento es eso, es acompañar en la muerte a esa persona y a su familia, ¿no? Y todo eso es lo que es más, en esos funerales, sobre todo en esos duelos, en esos funerales, muchas veces las mujeres, las viejas, porque era así además, contaban historias que no siempre tenían que ser historias tristes. También había historias de risa en esos momentos, ¿no? Y todo eso es lo que hacía que la muerte fuera parte de la vida cotidiana hasta un momento concreto en el que eso dejó de hacerse, que es justo cuando, como decía yo mi amiga Ana Cristina, dice que es cuando cambiamos el asfalto o la tierra por el asfalto. Porque la tierra nos recuerda permanentemente que la muerte es parte de la vida y que para vivir primero hay que morir. ¿No? Y esto es lo que han aprovechado algunos para llenarnos la imaginación con muertes terribles, con muertes horrendas, que nos llenan de culpa, muertes que nos asustan. Con miedo a la muerte, literalmente. Y claro, el miedo a la muerte este que se nos inocula tiene otra cara, que es que el miedo a la muerte nos provoca miedo a la vida. Y vivir con miedo es no vivir. Porque además el que tiene miedo a la vida suele permitir que otros controlen su vida. Fijaos que estamos hablando, vamos a hablar de literatura infantil. Entonces pensad, trasladad todo esto al tema de la infancia. De controlar la vida de la infancia y demás, ¿no? Pero fijaos, contra esto, es verdad que ya estamos en ese momento del asfalto frente a la tierra como decíamos, están las historias, están los cuentos que nos han acompañado durante todo, vamos, desde el origen de los tiempos. Y esos cuentos siempre nos han rescatado de este olvido, o han rescatado muchas veces a la muerte de este olvido, ¿no? Y nos han enseñado sobre todo que... El rey, y estoy hablando de los cuentos tradicionales, el que es el rey de su vida, el que se pone en camino para superar las dificultades se convierte en el rey, en el soberano de su vida. El que no tiene miedo acaba siendo eso, rey, soberano de su propia vida. Eso es lo que nos enseñan los cuentos populares, ¿no? Que fueron el origen de las tradiciones y de las historias que luego, pues, nos conocemos y se han vertido en otros muchos formatos y en otras muchas historias. Lo que está en el fondo de muchas historias, ¿no? Seguro que si todos pensamos tendremos recuerdos de las veces que, igual que nosotros nos hemos reunido aquí hoy, pues, al calor de un fueguecito, al calor de una cocina, al calor de una sobremesa, se han juntado familias, vecinos, pueblos enteros también, ¿no? Para contar historias. Para contar historias que además escuchaban todos. Escuchaban adultos, ancianos, niños, todos juntos. Y eran historias de todo tipo. Yo recuerdo en este sentido, en el orden de estos temas relacionados con el tema de la muerte y demás, recuerdo una historia que se contaba en mi pueblo, que nos contaban, pues, para el día de hoy, de todos los santos. Y era una historia que no por haberla escuchado todos los años, no la esperábamos todos los años. Y yo la escuchaba desde pequeño. Y es la historia de una mujer que llegó un día, llegó el día de todos los santos y se fue como todas las demás mujeres del pueblo, previamente, antes de todas las actividades que se hacían en el cementerio, la misa y demás, se fue a sanear, a limpiar la tumba de su marido. Y de repente estaba ahí limpiando la tumba de su marido y se encontró y vio que llegaba a otra vecina, a la tumba de al lado también, que era la tumba de su marido. Y se fue a limpiarla. Y esta, en vez de ponerse a limpiarla, lo que hizo fue subirse encima de la lápida, levantarse las faldas, bajarse las bragas y ponerse a mear encima de la lápida de su marido. Y claro, la primera mujer se la quedó mirando y le dijo, pero bueno, ¿cómo se te ocurre hacer esto aquí y delante de todo el mundo? Y la mujer, después de volverse a subir sus bragas y bajarse las faldas, le dijo, mira, cada una llora por donde lo siente. Yo esto lo llevo escuchando desde que tengo uso de razón, ¿no? Pero quiero decir con esto que las historias nos han acompañado toda la vida. Y que las historias nos sirven para desdramatizar, para contar, para, no me gusta decir dulcificar, sino para contar de otra manera, y por eso os decía al principio lo de la ficción, para contar de otra manera la realidad y para mostrar cada uno cómo vive esa realidad también. Y eso es un poco lo que voy a intentar yo mostraros a lo largo de este rato con las historias que traigo que comentaremos. No contaremos porque no nos dará tiempo, pero comentaremos. Y para empezar con esto, deciros un poco que los cuentos rescatan, nos rescatan del olvido en ese sentido, ¿no? Y nos ayudan a confiar y nos ayudan a vivir. Y eso es lo que vamos a intentar, como os decía, celebrar las dos caras de la vida, de nuestra existencia, que son la vida y la muerte, a través de la literatura. Y en concreto a través de la literatura infantil. Y por eso mismo vamos a empezar por el principio de todas las cosas. Y el principio de todas las cosas es el sexo. Así que vamos a contar un cuento de sexo. Y esto lo voy a hacer con una doble finalidad. La primera es para captar vuestra atención, porque esto es como cuando yo estaba en el instituto, bueno, en la universidad, que cada vez que queríamos poner algo en los tablones de la universidad se ponía muy grande un cartel que ponía sexo y luego ponía debajo. Ahora que he captado tu atención, te quiero decir que tenemos una reunión de no sé qué o que vamos a hacer una fiesta en no sé dónde, tal. Bueno, pues eso yo creo que ya está conseguido. Y lo segundo vamos a verlo después de contar esta historia, ¿vale? No está ahí. No, no está ahí. ¿Es esto? Debe estar en aquí. Debe estar en él. Bueno, la ponemos y luego la enviamos a ir a hablar. Yo la voy a ir leyendo, ¿vale? Pero de todas formas es... Espera un momento. Dije que está compartido todavía. ¿Pero lo voy a poner otra vez? No, ese no es. No, no, no. Ahí está. Es que está... La voy a parar. Yo lo voy a poner otra vez. Vale, ya te puedes poner cuando quieras. ¿Ya está? Sí. Vale, pues vamos a hacer grande y la vemos. Bueno, esta historia es la historia de mamá puso un huevo o cómo se hacen los niños. Y vamos a ir viendo que... Bien, dijeron mamá y papá. Nos parece que ya es hora de que os expliquemos cómo se hacen los niños. Vale, dijimos nosotros. Las niñas están hechas de azúcar, vainilla y cosas bonitas, dijo mamá. Los niños están hechos de caracoles babosas y rabos de cachorros, dijo papá. A algunos niños los traen los dinosaurios. Pueden hacerse de mazapán, dijo mamá. A veces simplemente te los encuentras debajo de las piedras, dijo papá. Otras veces pueden conseguirse plantando semillas en macetas en el invernadero, dijo mamá. O salen exprimiendo tubos de pasta. Fijaos, mamá puso un huevo en el sofá, dijo papá. El huevo explotó y vosotros salisteis disparados. Pero cuántas tonterías. ¿Qué tonterías nos reímos nosotros? Pero casi acertasteis con lo de las semillas, el tubo y el huevo. Veréis, nos parece que no tenéis ni idea de cómo se hacen realmente los niños. Así que os haremos unos dibujos para que lo entendáis. Mamá tiene huevos y los tiene dentro de su barriga. Y papá tiene semillas en una bolsa fuera de su cuerpo. Papá también tiene un tubo. Las semillas salen de las bolsas por ese tubo. El tubo entra en la barriguita de mamá por un agujerito. Y entonces las semillas suben nadando, moviendo sus colas. Aquí tenéis algunos ejemplos de cómo se juntan los papás y las mamás. Cuando las semillas están dentro de la barriga de mamá, empieza la gran carrera del huevo. El vencedor atrapa el huevo y éste empieza a transformarse en un bebé muy pero que muy pequeño. El bebé crece y crece y crece. Y mamá se pone gorda, cada vez más gorda. ¡Gordísima! Cuando está listo, el bebé sale afuera. Así que ahora vosotros ya lo sabéis. Y todos los demás también. Bueno. Vamos a ver. No sé si está abierta. Me morí de pérdida. ¿Qué diapositiva era? La segunda. Eso es. Tenemos por ahí. Un minuto. Ahí. Muy bien, ¿veis? Bueno, ¿qué quiero contar con esto, vale? Que parece que nos hemos alejado un poco del tema, pero vamos rápidamente otra vez a centrarnos. Creo que es un cuento que refleja muy bien algo que también se ve al tratar un tema como el tema de la muerte para explicárselo a los niños. Lo primero, a ver, ahí está. Lo primero es que cuando hablamos a los niños de cualquier tema delicado tenemos la tentación del eufemismo. De suavizarlo, de dulcificarlo, de ocultarlo. Y ojo que estoy hablando de eufemismo, no estoy hablando de otra cosa que luego trataremos otra vez un poquito más sobre este tema, ¿vale? Saldrá otra vez a colación en otro momento de la charla el tema de los eufemismos, ¿vale? Eso es lo primero. Lo segundo, que los niños cuando se ponen explican la realidad con un lenguaje propio. Y es un lenguaje que cuenta la verdad, que no oculta nada. Lo que pasa es que cuenta su verdad. O cuenta la verdad. Y como ellos la ven. Y eso también es importante tenerlo en cuenta. Y en eso se basan las buenas historias infantiles que tratan estos temas. Y lo tercero es que en muchas ocasiones somos los adultos los que ponemos la venda antes de la herida. Y hablamos desde el miedo. Y eso puede ocurrir por dos razones totalmente normales. Porque somos humanos y porque nos pasa. Y a todos nos ha pasado alguna vez. Una por falta de recursos, pero ahí hay una buena noticia. Que es que vale decir que no se sabe. Y posponer el tema. O buscar por otro lado. O reconocer efectivamente que no sabemos delante del niño. O acudir a los cuentos. Y otra, por una necesidad de sobreprotección. Que también solemos tener muchas veces cuando estamos hablando de la infancia. Es muy fácil que todos los que hemos tratado, nos hemos relacionado con niños en algún momento, nos hayamos encontrado con preguntas un poco delicadas sobre sexo o también sobre la muerte. ¿Qué pasa cuando nos morimos? ¿Si te mueres no te voy a volver a ver? ¿Dónde vamos cuando nos morimos? Etcétera. Todo este tipo de preguntas, ¿no? Y seguro que también hemos escuchado respuestas infantiles que nos sorprenden sobre estas preguntas o sobre otras. A mí me gusta siempre contar que mi hija, porque creo que es una muestra muy clara de la lógica infantil, que un poco demuestra esas cosas que decíamos antes de que cada uno, que los niños lo explican con su lenguaje propio. Recuerdo que un día yo les estaba contando un cuento y en un momento determinado yo dije que el sol se puso. Por la tarde el sol se ponía y entonces llegaba la noche y no sé qué. Y entonces mi hija pequeña, Raquel, me dijo, no papá, por la noche el sol no se pone. Y digo, ¿cómo que el sol no se pone? El sol se pone y entonces llega la tarde, la noche y tal. Y me dijo ella muy seriana, no papá, por la noche el sol se quita. Cosa que me parece de una lógica aplastante. ¿Veis? Es su lógica. Nos rompe los esquemas todo lo que queramos. Pero es lógico, tiene sentido. Bueno, quiero seguir ahondando. O sea, me parece interesante el mostrar eso, ¿no? Entonces muchas veces los niños tienen sus propias... Las propias respuestas. La cuestión es que nosotros tengamos también que, bueno, pues aceptar esas respuestas y como que adaptarnos también a ello y hablar su mismo idioma, ¿no? Para poder comunicarnos con ellos. Me gustaría que todos dedicásemos ahora unos segunditos a pensar cuál es nuestra primera experiencia con la muerte desde la infancia. Si estuviéramos en un taller, como digo, podríamos compartirlas y demás. Pero bueno, simplemente lo primero que os venga a la cabeza, a los que estáis aquí y a los que estáis también en casa viéndonos, por online, ¿cuál es vuestra primera experiencia infantil con la muerte? Conectad con ella, ¿vale? Puede ser cualquier cosa. Puede ser, bueno, pues una experiencia de un familiar. Puede ser una experiencia de una mascota. Puede ser lo que queráis, ¿no? Pensad un poco dónde estabais, con quién, qué es lo que os dijeron, qué es lo que había a vuestro alrededor. Hacer una rápida visualización de eso. ¿Qué sensación corporal os viene al recordarlo? Yo puedo deciros que la primera mía es una experiencia relacionada con los animales. Mi abuelo. Tenía la costumbre de comprarme en Navidad. Yo cumplo los años en marzo. Y tenía la costumbre de comprarme en Navidad un cordero, un cabrito. Y en marzo, cuando llegaba mi cumpleaños, pues nos lo comíamos. Que claro, dicho esto ahora puede sonar como Dios mío, pero que... Pues esa es mi experiencia primera de relación con la muerte. Y eso me ha ayudado también a naturalizarlo y a normalizarlo. Y no voy a entrar, no quiero abrir un debate sobre temas de carnívoros, vegetarianos. No estoy hablando de eso. Estoy hablando del contacto con la muerte, de naturalizarlo y de normalizarlo. Esa es la mía. Sin embargo, la de mis hijas, por ejemplo, fue cuando murió su abuela. Y cuando murió su abuela, realmente... Ella es... Bueno, mi suegra tuvo una embolia y estuvo como cuatro días, creo, en el hospital ingresada. Lo que nos permitió poder hablar con ellas, las niñas, que eran muy pequeñas, y decirles que la abuela no sabíamos si se iba a recuperar o no al principio. Y a los dos días decirle que no se iba a recuperar. Y recuerdo que cuando fuimos a buscarlas al cole, el día que murió, pues coincidió que la niña, la mayor, había estado hablando con su profesora, sintiendo que decía que su abuela no se iba a poner buena, que se iba a morir, y estaba bastante triste. Bueno, pues la recogimos. Y lo que quiero destacar sobre todo es cómo vivieron ellas esto. Porque cuando la abuela murió, pues nada, nos fuimos al tanatorio. Ellas quisieron estar allí, fueron. Les hicieron unos dibujos, que los pusimos allí en el féretro. Y la gente veía las guirnalas de peces que habían puesto y no sé qué. Y yo las descubrí de repente delante del féretro de su abuela, discutiendo entre ellas. Sé que puede sonar a que me lo estoy inventando, ya que soy escritor y demás, pero os prometo que no, que esto es real, que son mis hijas y de verdad doy fe de ello. Discutiendo entre ellas si la abuela estaba más guapa así o estaba más guapa cuando estaba viva. Porque la habían maquillado, porque estaba muy guapa, porque decían que parecía una sirena, porque claro, el féretro como tienes, estás protegido, no le veían las piernas. Y se le veían como medio cuerpo y para ellas era como una sirena. Y lo decían así, y estaban hablando con mucha naturalidad de ese tema. Hasta que se aburrieron y decidieron irse a jugar con sus amigos. Y se fueron a casa de unos primos allí a pasar la tarde y a merendar. Con el tiempo luego le preguntaba yo a mi hija pequeña y ella me decía que a ella le había gustado, le había gustado mucho el haber estado allí y haber visto a la abuela, porque se puso mucho más triste, ella dice, cuando la abuela se puso enferma, que cuando la abuela se murió, porque cuando se murió pudo verla y pudo estar con ella. A ver, la otra cara de esto es que nosotros como buenos padres, padres estupendos y maravillosos, dijimos, uy, qué maravillosas son nuestras hijas y al poco tiempo murió una amiga y decidimos repetir la misma experiencia y las llevamos al tanatorio. Y las niñas se agobiaron, se asustaron, lloraron, se fueron, no quisieron estar allí. ¿Por qué? Porque no las escuchamos. Porque lo que hicimos ahí fue intentar repetir algo sin tener en cuenta, pues eso, las propias personas que tenían que hacerlo. Digamos que se lo impusimos y hay que reconocerlo así. Lo digo como aviso a navegantes también, cuando tratamos con niños. Pero bueno, a ver, con todo esto quiero decir que lo que me interesa de estas experiencias son varias cosas, ¿vale? Varias cuestiones. La primera es que las historias siempre han estado ahí para contarnos y para hablarnos de estos temas y de otros muchos delicados. Y es una forma de afrontar, como decíamos al principio, la realidad, ¿no? Y nos han contado historias alrededor de la muerte de todo tipo, trascendentes, laicas, religiosas, de todo tipo, de todos los colones, ¿vale? Y siempre han estado ahí. Lo siguiente es que los niños, los niños ante estas situaciones expresan sentimientos y emociones de maneras muy diversas, siempre con su lenguaje, siempre desde su experiencia, ¿no? Y a pesar de que los hemos alejado de estos temas, ellos están ahí y lo han expresado de una forma u otra, con dibujos, con acercamientos, con huidas, me da lo mismo, pero siempre han tenido una manera de expresarse o de manifestarlo. Claro, también es verdad que ante estas realidades muchas veces se quedan sin argumentos y entonces lo que hacen es, desde su realidad, crear sus propias preguntas y sus propias respuestas. Como digo antes, pues como he dicho hace un momento, más de dibujos y demás, ¿no? Y que se quedan sobre todo con detalles que nosotros como adultos a lo mejor no nos hemos planteado. Nos hacen ver estos temas desde otra perspectiva, ¿no? Y lo último es que también creo que también nos sale de esta conclusión es que es imposible explicar el misterio y tenemos que asumir eso también y que a veces no se trata, como decíamos al principio, de contar o de explicar, sino de acompañar y de estar ahí. Y en ese sentido, siempre como decíamos al principio, como os he dicho al empezar esta intervención, está el decir que no sabemos o simplemente el explicar los hechos. A mí yo me acuerdo mucho de, en Tres Hombros de Copa, de Miguel Miura, cuando don Rosario habla de su pobre hijo que se ahogó en un pozo y que lo único que dice de ese hijo es que se cayó en el pozo, hizo pin y se acabó todo. Bueno, pues a veces hay que decir que es eso, que la abuela hizo pin y se acabó todo, permitidme un poco parafrasearlo, ¿no? Es decir, ante una pregunta como por qué nos morimos, pues a lo mejor tenemos que decir simplemente porque se nos para el corazón, porque dejamos de respirar. No hace falta buscar más cosas, ¿no? Porque a veces intentamos eso, explicar lo inexplicable y mejor es acudir a los hechos y a la realidad para poder acercar estos temas también a la infancia. Bueno, pues consciente de todo esto, la literatura infantil y juvenil desde siempre ha intentado tratar estos temas. Es cierto que ha habido momentos en los que los ha tratado más y momentos en los que los ha tratado menos. Ciertamente desde, digamos, el último cuarto del siglo pasado se ha vuelto a retomar esto, ¿no? Poco a poco y de distintas maneras, con un poquito más de... A veces con más metáforas, a veces con más eufemismos, ¿vale? Pero ya se está tratando. Pero es verdad que en los inicios del siglo XX el exceso de protección hizo que aquello se frenara un poco, ¿no? Que no quisiéramos acercar estos temas a los niños, ¿no? Pero bueno, como os digo, ya os digo, a finales del siglo pasado ya volvió otra vez en las obras de literatura infantil a tratarse estos temas de una forma más explícita o al menos a reflexionar sobre ellos y a presentar modelos que pudieran a los niños acercarse a través de la ficción, ¿no? Y de esta forma tenemos textos de los que podemos comentar algunos hoy pues muy sugerentes, llenos de... Muy poéticos, otros muy realistas y muy crudos, otros más metafóricos, otros más cercanos con los pies en la tierra, depende ahí de todo tipo. Hay toda variedad. Fantásticos, con animales, con personas, etc. Vamos a ver unos cuantos a lo largo de esta tarde. Lo que sí que me gustaría que quedara claro desde el principio de ahora es que la literatura lo que hace es contar estas historias o contar estos temas y tratarlos con un lenguaje desde una perspectiva mucho más cercana a los niños a través de la fantasía, a través de imágenes, etc. que hacen que se pueda acercar este misterio a los niños y ponérselo además en lenguaje y en palabras y símbolos muy cercanos a ellos porque el lenguaje de la fantasía, de la imaginación es un lenguaje muy cercano a la infancia. Tenemos que tener en cuenta además, claro, que estamos hablando de temas muy trascendentes pero es que el sentido de la trascendencia está muy vivo en la infancia y eso no se nos puede olvidar tampoco. A veces pensamos que no, pero está ahí. Y que además está tan vivo, está vivo y además es virgen. No está contaminado, no está oculto, no tiene ningún prejuicio. Eso hace que haga, pues que a veces sea, pues que eso, como mis hijas se acerquen a ver el féretro de su abuela y digan lo guapa que está o que se parece a una sirena y otras veces hace lo contrario, que vean a un cadáver y se asusten y se echen para atrás. Tenemos que ser conscientes de las dos cosas, ¿vale? Pero está ahí. Y que además este sentido de la trascendencia, que esto también es otra de las obviedades que vamos a tratar esta tarde, lo tenemos todos, aunque permanezca oculto. Y cuando digo trascendencia, olvidaos de temas religiosos y demás. Estoy hablando del misterio, ¿vale? De lo misterio, el sentido del misterio. Y eso lo tenemos todos. Queramos o no, está ahí. Cada uno lo canaliza por un lado, por otro, religioso o no religioso, pero el sentido del misterio, la inquietud, la preocupación por el misterio está. Cuando alguien escribe un libro y llega a los niños tratando estos temas es porque habla desde... O sea, porque lo que busca es conectar y habla desde una idea de conexión que tiene estos tres temas. Estos tres vértices que vamos a ver. El vértice del respeto, el vértice de la empatía y el vértice del reconocimiento. Solo desde aquí se puede llegar a los niños y solo desde aquí es desde donde llegan las buenas obras literarias a los niños para tratar estos temas. Del duelo, del recuerdo y demás. Fundamental ante esto, que para transmitir emociones y para explicar emociones tenemos que emocionarnos nosotros también. Entonces el autor que llega a los niños, a los lectores en general, con cualquiera de estos temas es porque lo ha vivido, lo ha emocionado, lo ha sentido. No tiene por qué haber tenido esa experiencia pero se ha emocionado con ella. Y ojo, cuidado. Yo también quiero trascender al tema, al papel, al rol autor porque también nosotros cuando estamos con un niño y estamos contando un cuento de este estilo, estamos trabajando con ellos estos temas a través de la literatura, también tenemos que partir de ahí, de este triángulo de respeto, empatía y reconocimiento, del reconocimiento del dolor, de la pérdida, del tiempo que se necesite para gestionarlo y demás. Y por eso tenemos también que partir de nuestra experiencia y de vivirlo también. No solo lo que digo, que tenemos que emocionarnos, no solamente para emocionar, tenemos que emocionarnos. Y en ese sentido, la clave está en hablar desde el lugar común, entendido como el lugar que todos sentimos ante una situación así. Ir a lo básico que todos sentimos y aceptarlo como viene, eso que se siente ante una pérdida. Desde ahí es de donde hablo del lugar común. Y teniendo en cuenta, por supuesto, que no se nos olvide que el cuento es solamente una herramienta que no nos va a dar la solución a todo. Luego entraremos un poquito más sobre esto, ¿vale? Pero es simplemente una herramienta que nos puede servir a gestionar para gestionar todo esto. Y en ese sentido, vamos a empezar ya a ver algunas de las obras que yo quería comentar con vosotros en esta charla. Y la primera es esta, La isla del abuelo. La isla del abuelo es la historia de un niño que viaja con su abuelo a una isla. Una isla que crean ellos dos. Una isla en la que todo está muy bien, está creada al gusto del abuelo y del niño. Y en un momento de la historia, el que vuelve de la isla es el niño. No el abuelo. Y entonces, bueno, el abuelo se queda ahí y el niño lo que aprende es que, bueno, lo primero, todo parte de una relación muy cariñosa, evidentemente, y muy afectiva del abuelo y del niño. El niño Leo quiere al abuelo y el abuelo quiere a Leo. Y esto no va a cambiar nunca a pesar de que el abuelo no vuelva de ese viaje, ¿no? Cuando vuelve el niño a casa, evidentemente le echa de menos hasta que descubre que el abuelo no se ha ido del todo porque todavía hay cosas que ya no están ahí pero hay otras cosas que sí que le recuerdan a él, ¿no? Y ese es el principal mensaje que sacamos de esta historia. Es una historia muy sencilla, muy tierna, ¿eh? Que, bueno, los que estáis por aquí luego si queréis podéis ojearla que está por aquí también. Y que nos dice que la vida continúa cuando se va alguien que queremos. Que, por supuesto, tenemos todo el derecho a estar tristes, que podemos tener esos momentos, pero también tenemos todo el derecho a volver a alegrarnos. Esas dos caras son muy importantes y este cuento lo refleja muy bien. Y que, además, el hecho de podernos despedir con serenidad, de hacer ese viaje a esa isla fantástica que nos cuenta esta historia con el abuelo, nos va a permitir, además, que esa despedida o que ese duelo se haga menos puesta arriba y que el recuerdo quede mucho más vivo, más coloreado, digamos, ¿no? Por decirlo de alguna manera. Y eso es lo que le ocurre a Leo porque ha tenido esa experiencia, ha viajado con el abuelo previamente, su despedida y su duelo es mucho más llevadero. Claro, me diréis, esto es la historia, esta historia es, claro, la obra de un poeta, de un escritor, ¿no? Pero es que esta poesía, esta forma de entender las cosas la tenemos en el día a día nosotros, en la vida. Y os voy a poner un ejemplo muy práctico, no sé si hay algún neuropsiquiatra por aquí en la sala, no lo sé, pero bueno, lo digo porque quiero hablar un poco de neuronas y de la flexibilidad y la neuroplasticidad, ¿vale? Y claro, para hablar de la neuroplasticidad tendría que hablar, pues eso, de las neuronas, de conexiones neuronales, de las partes del cerebro y demás, o también tengo otra opción, tengo la opción de hablaros de la plastilina porque las últimas investigaciones o las investigaciones de hace bastante tiempo ya han demostrado que nuestro cerebro es un cerebro que se puede mover, o sea, se puede cambiar, es maleable como la plastilina. Esto tiene la buena o mala noticia según se mire de que ya no tenemos excusa. Cualquiera puede dejar de fumar, cualquiera puede aprender a conducir y ya no nos vale decir que no, yo soy así, yo no cambio, es que esto es mi carácter y demás, no, no, no, todo cambia. Vale. Claro, si yo estoy hablando de esto, posiblemente la palabra, si os pregunto qué palabra es la que os ha metido en esta historia, la que os ha enganchado, la que os ha hecho abrir un poco más los ojos o entrar en esto que os estoy contando, posiblemente la mayoría diréis que la palabra de la plastilina, porque es una palabra muy cercana, porque nos está llevando, nos está introduciendo en un tema más técnico, que no hemos desarrollado técnicamente, pero podríamos, pero desde otro sitio, ¿no? Bueno, esto es una metáfora, igual que pasa con las historias, o como si yo os digo, pues no sé, cualquier cosa de, no sé, si os digo una frase como, que seguro que todos entendemos, de, no sé, a ver, Pedro Sánchez ha arrojado el guante a Casado en no sé qué tema, ¿no? Y luego decir, y Casado ha arrojado la toalla porque no ha querido desarrollarlo. Estamos utilizando metáforas, que es lo que utiliza la literatura, y la literatura infantil además utiliza esas metáforas y esos símbolos muy bien por eso, porque tiene en cuenta cuál es la experiencia vital de los niños y desde ahí las cuelga. Tiene en cuenta. Esos ejemplos, como os digo, son ejemplos de la vida cotidiana, pero que en la literatura se utilizan muchísimo. Y además es que con ellos la literatura explica, ¿no? Explica la vida de una forma que adapta el lenguaje, como os digo, al público al que se dirige. Y esto la buena literatura infantil lo tiene muy en cuenta, porque no se puede contar a los niños las cosas como se cuentan a los adultos. Se les puede contar todo, ¿eh? Por favor, eso que quede muy claro. Se puede hablar de cualquier tema con los niños, pero adaptado a su experiencia vital y a su edad, por supuesto. Y cuando hablo de esto estoy hablando de metáforas y símbolos, no de eufemismos. Y retomo la idea que teníamos antes, porque el eufemismo, como decíamos, lo que hace es esconder. Sin embargo, la metáfora lo que nos hace es conectar dos realidades que parecen diferentes, pero para explicar una a través de la otra. Nos está mostrando la realidad con una imagen, con un símbolo, ¿vale? Y eso es lo que hace, como digo, la buena literatura. En ese sentido hay muchas historias. Hay una, por ejemplo, El ángel del abuelo, es una historia de Jutta Bauer también en la que vemos cómo es la historia de un personaje que va contando su vida, está en su lecho de muerte y va contando su vida. Y durante su vida vemos cómo hay un personaje, que se ve ahí en la portada como veis, que es como un ángel de la guarda, podemos entender que es un ángel de la guarda, que le acompaña durante todo el tiempo. Y que es el que evita que le atropelle un coche en un momento, que le caiga una caca de un pájaro, etcétera, etcétera. Pero también se puede interpretar de otra forma, no tan explícita o tan explicativa. También se puede entender como que lo maravilloso de la vida es que siempre estamos al filo. Y que justo además la vida se hace de esos pequeños momentos en los que casi hemos conseguido una cosa, en los que han ocurrido cuestiones que si las sabemos gestionar bien las podemos ver desde una perspectiva positiva, en las que efectivamente algo ha pasado que nos ha hecho irnos por un sitio o por otro, un poco utilizando esa metáfora del ángel. Y además lo que nos lleva en esta historia en concreto, en este libro, nos transmite una idea muy positiva y muy interesante creo, que es que nos lleva sobre todo a agradecer la vida y la suerte de haber vivido una vida, una vida compuesta de esas pequeñas cosas que no siempre han sido agradables, que pueden ser de otro estilo también, pero que están ahí y que forman parte de nuestra vida. Y eso lo refleja muy bien esta historia. Y que el mejor legado que podemos dejar a los nuestros es esa fe y esa seguridad en que, con confianza y con esfuerzo y con un poquito de ayuda, podemos hacer que nuestra vida sea estupenda y que esté bien, a pesar de todos los hándicaps que encontremos. Eso se refleja muy bien en este libro, en este cuento de Jutta Bauer. La buena literatura entonces, como os digo, parte de dos... parte de dos premisas y llega a una conclusión, la buena literatura infantil. La primera es una obviedad, como os decía, que el niño es un niño, la niña es una niña, ¿vale? Y eso significa que tenemos que hablarle en el tono, en el lenguaje, en el estilo, adaptado, como decíamos, a su experiencia y a su edad. Y la segunda, que es casi, me parece más obvia, aunque está más olvidada, es que el hecho de que el niño sea niño no significa que el niño sea tonto. Y eso nos lleva a hablarle en un lenguaje, tono, adecuado a su edad y a su experiencia. Y de esto yo sacaría una conclusión relacionada con la literatura, que es que la buena literatura infantil debe partir del respeto al lector y a la lectora y al tema que trate, las dos cosas. Recordad que hemos hablado antes del respeto en ese triángulo, esos vértices del triángulo que hablábamos de cómo enfrentarnos desde la literatura a estos temas con los niños, ¿no? Vale, y a partir de aquí es cuando yo sí que quiero dedicar este rato que nos queda todavía de charla a comentar algunas historias y ver a través de ellas qué es lo que nos ofrece la literatura infantil. ¿Qué es lo que nos ofrece la literatura infantil para tratar un tema como el duelo, la memoria, el recuerdo y demás? Y lo primero que nos ofrece la literatura infantil es un espacio seguro. El tiempo del cuento. El espacio, el momento del cuento, que tiene que ser un momento de tiempo no apurado, tiempo de jugar, como decía Marielena Walls, tiempo suelto y no enjaulado dentro de un despertador. Ese tiempo en el que podemos recrearnos con una historia, en el que escuchamos al niño que está con nosotros y en el que nos ofrece la literatura infantil. Y no le damos más de lo que pida. Cuidado, que también eso es importante. Porque seguro que al menos, como mínimo, se va a quedar con una buena historia que luego ya cuajará, ya dará su fruto más adelante o no. Pero hay que estar muy atentos sobre todo eso, a lo que pida el niño en ese espacio. Y hacer de ese espacio un espacio tranquilo, un espacio de paz, un espacio de calma, ¿no? Que es lo que nos va a ofrecer el cuento para comunicarnos. Es un espacio sobre todo de comunicación, el espacio del cuento con el niño. Lo siguiente que nos puede ofrecer o que nos ofrece la literatura infantil ¿eh? Tratar estos temas es un espacio en el que, bueno, la literatura infantil como adultos nos permite que podamos leer como niños que hemos sido, pero también como adultos. Porque las buenas historias tienen varias lecturas. Y cuando nos enfrentamos a ellas, pues normalmente podemos verlas simplemente desde la forma más simple o podemos verlas con un poquito más de profundidad. Y nosotros como adultos podemos sacar eso que podamos también aportar o ofrecer a los niños a través de las historias que nos están dando. Quedarnos solamente con la superficie. Hay una frase que nos gusta mucho a los autores de literatura infantil y juvenil que es que solo hay dos clases de literatura, la buena y la mala. O dicho de otra manera también, ¿eh? Michel Tournier dice que la literatura infantil y juvenil es la que también pueden leer los niños. Con esto quiero decir que todos estos cuentos de los que vamos a estar hablando esta tarde, toda la historia, las buenas historias de literatura infantil y juvenil, como dice Luis también, el autor de las crónicas de Narnia, pues solo vale la pena, ¿eh? Solo vale la pena. Aquellos libros que cuando los leemos a los diez años vale la pena también releerlos a los cincuenta, si no, no, ¿no? Entonces desde ahí nosotros como adultos podemos elegir, seleccionar esas obras que también a nosotros nos interpelan, nos inquietan, nos llaman, nos dicen cosas para poderlas contar también a los niños. Vale, otra de las cosas que nos ofrece la literatura infantil para tratar estos temas es modelos adaptados a la experiencia infantil. Y en ese sentido hay muchísimas historias. Yo aquí os conté, os traía... Bueno, la referencia de este en concreto, el Árbol de los Recuerdos, de ahorita Tec-Kempur, en el que, fijaos, a veces lo que ocurre es que cuando contamos estos temas a los niños queremos como contarles solo el cuento, no contarles la verdad. Y ante estas situaciones, como hemos visto en el cuento de Mamá puso un huevo, los niños se rebelan y muestran su verdad. Porque el lector infantil al final encuentra siempre modelos o situaciones que le explican lo que él vive o se las inventa. Entonces para eso también están los cuentos, para intentar darles esos modelos. Y que no tengan que llevar a modelos confusos por su cuenta solo. A veces, por ejemplo, en el tema del duelo, hay ocasiones en las que el niño externaliza su duelo y su dolor. Otras veces somos nosotros los que tenemos que ayudarle a externalizarlo. Para hacer más suave, por ejemplo, el contacto con ello. Y en ese sentido, y por eso traigo a colación este libro, los niños, sobre todo los más pequeños, se sienten mucho más a gusto ante situaciones delicadas cuando las viven desde otras experiencias, desde otros espacios. Por ejemplo, desde la escuela. Desde la prosopopeya, desde los animales, por ejemplo. En las historias infantiles, historias sobre todo para niños bastante pequeños, aquellas protagonizadas por los animales, les ayudan mucho más a acercarse a estos temas. ¿Por qué? Porque marcan una distancia. Una pequeña distancia suficiente para poder afrontar estos temas con un poquito más de tranquilidad. Lo que le pase a una cerdita, como vamos a ver después, o lo que le pase a un zorro, vale, sí, me puede recordar lo que le pasó a la abuela, pero le está pasando a un zorro. Entonces esa pequeña distancia le permite eso. Los temas con muchísimo más calma, por decirlo de alguna forma. Y eso es lo que pasa en esta historia, en esta historia del árbol de los recuerdos. Aquí, por ejemplo, aquí hay una cosa que me gusta mucho en este libro, que es cómo trata el tema del duelo. Hay un momento en el que, bueno, la historia es de un zorro que muere, que cuando siente que se va a morir, se va al bosque, se tumba debajo de un árbol y muere. Y cuando muere, todos sus amigos animales van allí, le recuerdan, recuerdan las cosas que han hecho, todo lo que han vivido con él y demás. Y luego está la metáfora de donde ha caído, donde ha muerto ese zorro. El zorro sube y crece un árbol, que es el que le recuerda y demás. Pero hay una cosa muy interesante en esta historia. Y es que hay un momento en el que el texto dice que los animales pasaron sus lenciosos mucho tiempo. Y de esta forma tan poco concreta, tan genérica, lo que nos está transmitiendo esta historia es que cada uno necesita su tiempo para vivir y para pasar ese duelo. Que no es cuestión de acotarlo temporalmente ni de dejar que pase, sino de pasarlo. Y por eso cada uno está mucho tiempo, porque cada uno necesita el tiempo que necesita. Y los animales que aparecen en esta historia lo van demostrando. En paralelo, además, la imagen o el texto lo que nos cuenta es que pasa de la primavera al invierno también, con que nos están dando una metáfora a través de las estaciones de que se necesita un tiempo también para gestionar todo esto. Yo creo que ese es uno de los valores más interesantes de esta historia. Y como digo, ha adoptado a la experiencia infantil porque está contado desde ahí. Desde el respeto que decíamos antes también a la gente. Al lector infantil. Otra de las cosas que la literatura infantil nos ofrece para tratar estos temas es la identificación de los sentimientos. Y creo que esto es algo fundamental. Lo que está claro es que cuando perdemos a un ser querido, esto evidentemente despierta sentimientos, despierta emociones, ¿no? Que antes se habían vivido de manera muy distinta, desde la distancia. Pero cuando se tienen cerca, pues evidentemente es mucho más intenso, ¿no? La clave aquí evidentemente está en no negarlos. Y porque reconocerlos nos puede ayudar también a explicar nuestro comportamiento, a entender al otro. Y por eso es lo que decíamos antes, que antes de explicar casi es mejor escuchar y quedarse y acompañar. Y este libro que yo os traigo aquí, que se llama No es fácil, pequeña ardilla, lo hace muy bien en ese sentido. Esta es la historia de una ardilla en la que muere su madre. Y bueno, pues la niña evidentemente entra en un proceso de duelo que va a pasar por todas las fases. Está muy triste. Y está acompañada durante toda la historia de su padre. Y otro personaje adulto, que es un búho, que está ahí simplemente, que acompaña. Y que lo fantástico que hacen estos dos personajes adultos es que sostienen el dolor de la niña. No intentan explicarlo, no intentan minimizarlo, no intentan reducirlo. Para nada. Respetan perfectamente el ritmo del dolor de esta ardilla. Por eso el título de No es fácil, pequeña ardilla. No intentan que todo esto desaparezca. De hecho, el padre, cuando se acerca a su hija, a esta hija ardilla, lo hace desde su propio dolor. Y esto provoca... Además, la maravilla de que a través del dolor de cada uno y del ritmo que cada uno lleva en su duelo, por separado cada uno va viviendo su duelo a su ritmo, pero paradójicamente también lo llevan en conjunto. O sea, se da esa doble parte de respeto del ritmo de cada uno, pero al mismo tiempo los dos van de la mano en ese duelo. Eso es una de las cosas más interesantes de esta historia, que por cierto es muy emotiva. Y que además, bueno, no responde. O sea, la ardilla sigue sin saber por qué, que sigue sintiendo, sí que siente que su madre sigue cerca. No sabe por qué se ha ido, pero ahí lo siente. Como digo, no responde a las preguntas que no tienen respuesta. Ahora vamos a entrar un poquito más en eso, ¿no? Otra de las cosas que enseña este libro es que la paciencia y la escucha son muy importantes en estos temas, ¿no? Y a la hora de tratarlos con los niños. Incluso más fuertes y más potentes y más útiles que la necesidad, como decíamos o como se está repitiendo durante todo este tiempo, de explicar lo inexplicable. Otra cuestión también es, como decimos ahora en relación a esto último que he dicho, es que la literatura infantil y juvenil nos ayuda también a explicar lo explicable. En ese sentido, esta historia también a través de dos personajes, una abuela cerdita y su nieta, nos cuenta en esta historia dos historias por el precio de una. Que es la historia de la abuela que se está preparando para morir y de la nieta que está asistiendo a ese proceso y está acompañando a un proceso de prepararse para morir. Con toda esa, con la riqueza que tiene todo eso para el niño. Claro, todo esto, insisto, visto, con un lenguaje y desde una experiencia muy infantil. No podemos entrar en profundidad en las historias, pero quiero que quede eso claro. Estamos hablando de temas que pueden parecer como muy adultos, pero que se pueden tratar desde una perspectiva infantil y todas estas historias lo hacen. Y nos explican lo explicable porque está muy bien. Lo que se puede explicar, saberlo antes de que ocurra, nos va a ayudar después a gestionar cuando ocurra esto. Y en esta historia se ve muy claramente. Y como decíamos antes con el árbol de los recuerdos, el hecho de que sean animales también marca esa distancia que les permite a los niños entrar mucho más. Más y con más intensidad en estos temas. Pero igual que la literatura infantil y juvenil nos permite explicar lo explicable, también nos permite aceptar el misterio. Y en ese sentido este es uno de mis libros favoritos. ¿Cómo es posible? Este grito de cómo es posible creo que resume muy bien esa pregunta que nos podemos hacer todos ante una situación que nos puede parecer injusta, inexplicable y demás como es la muerte de alguien. Y sobre todo cuando uno es niño. Aquí es una niña que se llama... que se acerca a un parque con un bolso rojo arrastrándolo y en el que ese bolso rojo pues esconde o oculta o guarda todo su dolor y su tristeza. Y esta niña está acompañada de una serie de personajes bastante oníricos, un personaje con alas, una mujer con unas gafas muy curiosas, otro señor muy alto, etcétera, que vienen a representar un poco como las distintas etapas de su vida. Son los únicos que tienen colores en esa historia. Esos personajes y la niña. Porque el resto ya entra en un parque, se ven en el fondo casi como marcas de agua, imágenes de gente pues remando, sentados en el césped y demás, hasta que de repente la niña en tres momentos en la historia grita y dice ¿cómo es posible? Y entonces en ese momento es como si todo el mundo despertara, se colorea y se miran. Hasta que uno de los personajes estos fantásticos que digo que van apareciendo y que van acompañando a la niña como si fueran sus amigos invisibles, le pregunta que qué es lo que ha pasado y entonces ella abre el bolso que lleva rojo y ahí está su canario que ha muerto, que se llama Elvis. Y a partir de ahí, esos personajes fantásticos empiezan a recordar todo lo que ha hecho Elvis, lo bien que se lo pasaban y demás. Y Elvis, este canario, pasa a formar parte de las experiencias de esta niña y pasa a formar parte de esa procesión que va con ella, que forma pues una experiencia más, un paso más en su crecimiento y la sensación que te quedas al final es que le va a estar acompañando toda su vida, igual que le acompañan todos esos otros personajes que han marcado momentos importantes de su vida hasta ese momento. Insisto, la pregunta sigue estando ahí, ¿cómo es posible? No se responde a esa pregunta, simplemente se acepta y se ve hasta dónde se puede llegar. Relacionado con esto, la literatura infantil y juvenil también nos ayuda a normalizar las situaciones y eso lo hace también muchas veces tratando la muerte de una forma muy directa, muy normal. En esta historia que es un clásico, es la historia de un pato que la muerte viene a verle y el pato lo primero que intenta es escabullirse y luego intenta, pues como se hace un poco el distraído o camelarse a la muerte. Y la muerte no hace nada, literalmente. Esta historia es un personaje pasivo totalmente hasta que le toca actuar. Simplemente está ahí, porque le toca, escucha, incluso a veces hasta muestra una pequeña emoción y solamente actúa cuando ya el pato muere. El pato sigue por ahí y de repente cuando muere aparece un río a través del que ella, la muerte, se lleva el alma de este pato en forma de una flor y demás. Y sobre todo esta historia nos muestra una muerte como veis en la ilustración pues bastante descarnada. Es una calavera que puede incluso resultar casi un poco impactante, ¿no? Pero sin embargo el ilustrador, que también es el autor, sabe manejar muy bien esas imágenes. Es una muerte risueña, una muerte muy cercana, un personaje más. Y que sobre todo lo que nos está mostrando en esta historia es que lo importante en la vida es vivir. Y que vivir puede ser tranquilamente pasarse las horas sentadas charlando con alguien o mirando unas flores y no preocuparse por que venga la muerte o no venga la muerte, sino preocuparse por el momento que estamos viviendo en cada instante. Y eso queda muy claro y de una forma como muy directa en esta historia, tanto en lo gráfico como en el texto. Y muy relacionado con esto de normalizar la situación, otra de las cosas que nos ofrece la literatura infantil para tratar estos temas es entender la muerte como parte de la vida. Y aquí me quiero referir un poco al tema de la enfermedad como algo previo a la muerte. En este libro de La abuela durmiente, la historia la cuenta un niño a partir de sus recuerdos de una abuela que de repente se quedó dormida y estaba dormida y estaba dormida y dormida y dormida y contaba, bueno, pues el niño cuenta todo lo que pasaba antes de que durmiera y demás. Y en un momento determinado, simplemente con un cambio de tiempo verbal, ya no está la abuela dormida, sino que pasamos al pasado y en vez de decir que la abuela duerme, nos dice que la abuela dormía. Por lo tanto, ya con eso, simplemente con ese cambio sutil, ya sabemos que algo ha ocurrido, que ya no está la abuela y que ha fallecido. En el momento en que ocurre eso, el nieto sigue conviviendo con la abuela. Y lo que ocurre en esta historia, como dice su título, es que el nieto hace un paralelismo con lo que él conoce, con su experiencia. Y piensa que la abuela es como la bella durmiente, que está durmiendo esperando a que un príncipe azul venga y la despierte y la lleve al sitio donde ella quiere estar y donde ella es feliz. Y el sitio donde ella es feliz es un sitio donde se come chocolate con picatostes o se toma limonada, me da igual. Pero es el sitio en el que ella va a ser feliz. Y solamente esa sensación de que va a llegar a un sitio donde ella es feliz también le deja al nieto. El niño, con una sensación un poco, pues sí, la tristeza que tiene de que ya no está, pero, digamos que tamizada por esa cosa de que la abuela va a estar feliz. Y para eso se sirve de ese cuento que él conoce de la bella durmiente. Otra cosa que nos muestra también la literatura infantil y juvenil es ver la muerte como maestra de la vida. Es decir, como esa otra parte que hemos dicho antes. Y sobre todo, en ese sentido, nos muestra, y en estas dos historias ocurre, esta historia es una historia juvenil, que ya se ha llevado al cine también, de dos chavales enfermos de cáncer que tienen, bueno, pues, se conocen y con mucha ironía, con mucha retranca, con mucho dolor también, y con mucha intensidad deciden vivir su vida y vivir su relación y viajan a Ámsterdam a conocer a una persona porque es lo que quieren. Bueno, y están todo el rato hablando del momento, de vivir el momento presente y de los infinitos. Hay un momento en que dicen que hay infinitos que duran más que otros, ¿no? Un poco hablando de eso, de la intensidad de los momentos, sentido a la vida, ¿no? Y en esta otra ocurre algo parecido. Esta es una historia de Roald Dahl en la que ocurre algo parecido a esto que os estoy diciendo, pero para niños más pequeños. Y a mí sí que me gustaría aquí leeros un trozo porque creo que refleja muy bien, muy claramente. Y en la última versión que se ha hecho de este libro en película se ve muy bien, así como en la primera. Bueno, la historia es que es un niño que descubre que hay un montón de brujas en una convención e intentan, bueno, pues, eliminarla porque las brujas lo que quieren es eliminar a todos los niños del mundo. Le convierten en ratón y, bueno, pues, convertido en ratón consigue al final, pues, eliminar a todas las brujas. Pero lo bueno de este libro es que al final no termina, no tiene un final feliz al uso, sino que al final el niño sigue convertido en ratón. Y en ese momento, al final de la historia, cuando está con su abuela, que es con quien vive el niño, el niño dice en un momento determinado ¿Puedo preguntarte algo, abuela? Pregúntame lo que quieras, cariño. ¿Cuántos años vive un ratón? Ah, dijo ella, esperaba que me lo preguntaras. Se hizo el silencio. Ella fumaba y contemplaba el fuego. Bueno, insistí, ¿cuánto vivimos los ratones? He estado leyendo libros sobre ratones, dijo. He intentado averiguar todo lo que he podido acerca de ellos. Sigue, abuela, ¿por qué no me lo dices? Si de verdad quieres saberlo, contestó, me temo que los ratones no viven mucho. Un ratón corriente solo vive unos tres años, pero tú no eres un ratón corriente, tú eres un ratón persona, y eso es muy distinto. ¿Hasta qué punto? pregunté. ¿Cuánto vive un ratón persona? Dijo la abuela, más, mucho más. ¿Cuánto más? Un ratón persona vive casi seguro tres veces más que un ratón corriente, unos nueve años. Pero eso es estupendo, grité. Es magnífico, es la mejor noticia que he tenido. ¿Por qué dices eso? Porque no quisiera vivir más que tú, dije. No soportaría que me cuidase otra persona. Bueno, ¿por qué quiero traer a colación esto? Porque a veces también la muerte nos ayuda o este tipo de texto nos ayuda a pensar y a reflexionar sobre esto, sobre que a veces la muerte no es una cuestión, o sea, la vida no es una cuestión de tiempo, sino de intensidad. Y en este ejemplo de este libro se ve muy claro eso. Como este niño lo que quiere es estar viviendo intensa y plenamente con las personas con las que quiere. Le da lo mismo tener que su vida sea nueve años en vez de ochenta, como ha tenido su abuela, siempre que sea con esas personas. Si nos fijamos con la simbología de todo esto, creo que es muy intensa y que ayuda mucho a entender esto y a transmitir esta idea también a la gente. Y luego también, evidentemente, todo esto que estamos viendo nos lo cuenta la literatura infantil y juvenil desde diferentes perspectivas. De una perspectiva muy realista, muy cruda, como un libro con un título como este, Cuando la muerte vino a vernos a nuestra casa. De una perspectiva mucho más poética, como este libro de Pablo Albo y de Pablo Auladel que se llama Inés Azul, que es una historia muy, muy poética. O de una perspectiva más simbólica, como este libro Paraíso, que a través de iconos, de señales de tráfico y demás nos está contando cómo la muerte del abuelo y lo que el niño siente a través de a través de eso, cuando ha ocurrido. Vale. Dicho todo esto, como os decía antes y ya para terminar, todo esto que estamos diciendo está muy bien, ahí están los cuentos, están los libros para contar todas estas cosas, pero nosotros somos los que vamos a conectar y a comunicarnos con los niños para poder contar esto. Y en ese sentido, quiero rescatar algo que he dicho antes, y es que a la hora de tratar todos estos temas no se trata solo de dar el libro al niño o de contarle el libro al niño. Sino que estamos hablando de contar con el niño. Esto es una herramienta, pero si no lo hacemos bien, digamos, nos va a salir todo fatal, nos va a salir al revés. Y eso lo que implica es eso, contar con, implicarnos también. Bueno, más que implicarnos, ahora vamos a ver por qué. Porque más que implicarse en este sentido lo que se necesita es comprometerse. O si me permitís decirlo de una forma mucho más callejera, ser más cerdos que gallinas. No sé si conocéis ese dicho. Si pensamos en un desayuno, ¿vale? Un desayuno continental, de esos que se dice. Un desayuno británico, vamos a decir, más bien. De huevos con bacon, ¿vale? La gallina que tenemos aquí se implica poniendo los huevos. ¿Vale? Pero el buen cerdo no se implica, se compromete, porque lo que pone es el bacon. Bueno, pues al final en estos temas lo que tenemos que hacer es eso, comprometernos. Y siempre, desde saber eso, que los cuentos son solamente una herramienta. Y todos estos cuentos que yo os he presentado hasta ahora tienen dos características. Creo que importantes. La primera es que cuentan una historia, que parece una obviedad, pero es que es eso, cuentan una historia. Hay muchas historias en este sentido, que también está bien tenerlo en cuenta y saberlo, que buscan más el mensaje, buscan más el explicar, ¿no? Que el contar. Y eso a los niños al final acaba aburriéndose. Os lo aseguro. No es lo que buscan, ¿no? Y sin embargo, eso es como os digo, cuentan historias con calidad literaria. Y otra cosa que es muy importante, que tiene mucho que ver con esto, y la otra cosa que también tienen estas historias, es que no buscan ser manuales de autoayuda, de autoayuda disfrazados. Se quedan con eso, con contar una historia, y tampoco buscan suavizar un tema. No quieren en ningún momento, porque saben que es imposible dulcificar el dolor. Pero sí quieren ser unas herramientas para gestionar el sufrimiento, que es diferente. Y ese es el valor principal que tienen todas estas historias y otras muchas infantiles para tratar estos temas con los niños. Y por último ya simplemente dos conclusiones que quiero presentaros. Una que ya le hemos dicho al principio, pero bueno, como este itinerario que yo he querido desarrollar, lo he empezado con el final para volver de nuevo a este final, es que la fantasía es un lenguaje con el que en muchas ocasiones los niños y las niñas entienden la vida. Y que muy lejos de pensar que la fantasía no nos cuenta la realidad, simplemente hay que mirar bien y acostumbrar el ojo a esa luz para que aparezca detrás la verdad. Y si no, si no queréis que pongamos ejemplos de historias infantiles, pensad en cualquier historia de adultos. Pensad en el Quijote y todo lo que representa el Quijote, por encima de la fantasía y de la ficción de un loco que quiere ser caballero andante, todas las pasiones, deseos, pensamientos, sensaciones, emociones humanas que encierra ese Quijote y el resto de los personajes, por supuesto. Y la otra, esta sería una conclusión digamos literaria y otra digamos que podríamos decir que sería como trascendente, es que la muerte es lo que llena la vida de sentido y significado. Si no nos muriéramos y fuéramos eternos, no podríamos seguro disfrutar del sabor de los tomates, por ejemplo. Nos convertiríamos en zombies. La vida no tendría mucho sentido, sería muy aburrida. La literatura, el arte, muchos de ellos también han trabajado sobre estos temas y nos lo ha intentado mostrar. Y la literatura infantil y juvenil también lo hace. Hay grandes obras que tratan sobre esto. Al final, volviendo otra vez a Ana Cristina Herreros que os citaba antes, me gusta mucho esta cita como conclusión, decir que la muerte no es eso tan definitivo que nos han contado, que la verdadera guadaña que nos ciega la vida es el miedo a morir. Y que ese miedo es el que hoy nos conduce a negar la muerte, a que escondamos a los muertos, a que nos neguemos el duelo. Y que ese miedo también nos conduce a negar la vida. En fin, creo que el dilema principal, y los libros de literatura infantil y juvenil nos ayudan a cuestionarlo y a plantearlo y a trabajarlo desde el primer momento, desde la infancia, el dilema principal es que la vida es una elección. ¿Y me preguntaréis una elección entre qué? Pues yo creo que la vida es una elección entre ser muerto viviente o vivo muriente. Y yo lo tengo muy claro. Y espero que con esto que hemos contado y con eventos y situaciones como este congreso y demás, pues nos ayuden también a clarificar esto y a ir por el camino que nos lleve a disfrutar de la vida y para eso darnos cuenta de que no podemos olvidarnos de la muerte desde la infancia o hasta nuestro último momento. Muchas gracias. Bueno, enhorabuena, Javier. No sé si va a haber alguna pregunta por el chat. No sé si queréis preguntar algo al resto. Mientras, hay una persona aquí que comenta que él está releyendo libros de otras épocas. Pero no hacen más comentarios. Una cita de Carlos diciendo que no hay un libro con diez años que no puede leer con cincuenta. ¿Cuál es el otro libro con diez años que hayas podido leer después? ¿Cuál te comentaría? Sobre este tema, por ejemplo. Sobre este tema hay un libro. Yo lo he leído más adelante porque salió hace muy poco tiempo, no mucho tiempo. Pero sé que... Pero lo he leído con cincuenta y lo he disfrutado y tengo gente cerca de diez, doce, catorce años que lo han leído y lo han disfrutado y estoy convencido que lo disfrutarán también con cincuenta. Hay una novela que se ha hecho película que se llama Un monstruo viene a verme que además la película es bastante fiel dentro de un orden. Se salta algunas cosas del libro pero es bastante fiel que me parece maravillosa sobre estos temas sobre temas de muerte, duelo y cómo gestionar todo esto desde la perspectiva de la infancia que vamos, yo lo recomiendo totalmente que se puede leer con diez años y con cincuenta y con noventa. O sea, me da exactamente igual. Eso es lo primero que se me viene a la cabeza. Pero hay más. O sea, cualquiera de estos álbumes que yo os estoy que os estaba presentando también. Yo creo que tienen enseñanzas para todos o que nos pueden ayudar. Es verdad que cuentan situaciones muy del primer momento a lo mejor esa primera muerte con la que se encuentra un niño, que es lo que buscan, intentar explicar todo eso. Pero lo que os decía leyéndola con ojos de adultos podemos sacar también muchas enseñanzas nosotros. ¿Y algún ejemplo de literatura juvenil un poco más avanzada? Me viene a la cabeza, por ejemplo, no sé si nos has leído los libros dos son Scott Card, que luego hicieron una película. Sí, los Juegos de Ender. Exactamente, los Juegos de Ender. Sí, los Juegos de Ender. La verdad es que es una obra maravillosa. Quizá a lo mejor, a ver, es verdad, se trata de temas muy trascendentes. A lo mejor no tan explícitamente el tema de la muerte y el duelo y demás, pero sí. Pero mira, literatura juvenil hay muchísimas cosas y muchísimas formas de afrontar este tema. Por ejemplo, hay libros que tratan un tema tan delicado como el suicidio de una forma a mi juicio, y esto me parece y lo digo como piropo, muy descarnada y muy sencilla, muy natural. Como por ejemplo Violet y Finch que es una novela de dos chicos adolescentes que empieza la novela intentando suicidarse uno de ellos y otro le intenta salvar pero que también se quiere suicidar. Entonces, bueno, va todo alrededor de eso, del deseo de suicidio y demás, contado de una forma pues eso, muy natural, muy cercana. La propia novela, por trece razones que se hizo serie en Netflix y fue muy polémica y demás. Yo creo que la novela es maravillosa también para cómo trata estos temas y puede ayudar también a normalizar estas cosas y a tratarlo con bastante, con respeto y con naturalidad. Luego hay una novela de Miguel Ángel, ya me he metido en líos por intentar decir el nombre Miguel Ángel Mendo, es Miguel Ángel Mendo creo que es, sí que se llama Aeternum que habla un poco sobre la sensación esta de eternidad, de un inmortal que está harto de ser inmortal y que quiere morir y bueno, eso te hace reflexionar mucho y hay una trilogía que a mí me fascina que se llama El arco de la guadaña, que la primera novela se llama Siedad, de un autor norteamericano que se llama Neil Shusterman que plantea una sociedad en la que la muerte no existe. Nos hemos curado de la muerte. Entonces, claro, lo que se necesita es una serie de personas, unos funcionarios que se dedican a cegar las vidas de la gente, porque si no el mundo estaría lleno de gente. Entonces, bueno, pues tienen un cupo anual para eliminar. Y ese planteamiento que parece como muy terrible bueno, pues nos hace también cuestionar un poco sobre el sentido este de la inmortalidad y demás, que es algo que está muy también en la en el espíritu juvenil, esto de sentirse eternamente joven, ¿no? Y que a mí no me va a pasar nunca nada. Bueno, pues esta historia lo cuestiona, cuestiona desde ahí y la verdad es que está muy bien contada, porque aparte de la historia y la peripecia de dos chavales que quieren ser cegadores y demás, ¿no? Y cada uno tiene una filosofía para verlo y ves como cada cegador decide eliminar a la gente. Unos son más piadosos, otros son más crueles y demás, ¿no? Se va intercalando los diarios de estos cegadores en los que se va reflexionando sobre este tema de la inmortalidad y demás de una forma, pues eso, como muy como digo, como muy cercana también y que hace, pues eso, cuestionarse el sentido de la vida y el sentido de la muerte, ¿no? Y todo esto lleno de una peripecia pues eso, apasionante, trepidante, que engancha desde el primer momento y que no quieres dejar de leer la aventura también, ¿no? Entonces, bueno, hay muchísimas cosas o sea, podríamos pasarnos la tira. Yo tengo he dejado ahí mi correo por si alguien quiere tiene cualquier duda o quiere alguna recomendación o lo que sea, pues yo encantado de poderles mandar algunas si me dicen. Muy bien. Pues muchas gracias a todos.