La Edad del Hierro A lo largo de este extenso tema vamos a abordar el tránsito que hubo entre la caída de los grandes imperios que vimos en la casa anterior, el surgimiento de nuevos imperios, así como todas las transformaciones que tuvieron lugar en esos años de transición, los grandes imperios de la época del primer milenio, tanto el Neo Asirio como el Neo Babilónico, así como la llegada de nuevos pueblos y nuevos reinos a esta zona del Próximo Oriente y terminaremos abordando el estudio del Imperio Persa Aquemenida. El año 1200 se ha tomado tradicionalmente como la fecha convencional en la que se produce una transición entre la Edad del Bronce Tardío y el Hierro. Sin embargo, los cambios que conllevó dicha transición solo pueden ser percibidos a lo largo de un periodo mucho más amplio y que cabría situar en los últimos dos siglos del segundo milenio a.C. Aunque la llegada de los destructivos pueblos del mar precipitó la caída del Imperio Tita y transfiguró el mapa político del Próximo Oriente, fue la crisis productiva, ligada a la lenta e irreversible erosión del sistema económico de las grandes potencias, al progresivo desgaste ocasionado por las continuas guerras y a la consiguiente inestabilidad social y demográfica, la que provocó la ruina definitiva del modelo diseñado por los grandes imperios de la Edad del Bronce. Ni siquiera los estados vasallos, asfixiados por los gravosos tributos y las deportaciones, así como por las hambrunas y las ocasiones, ocasionales epidemias de peste, pudieron evitar el colapso, arrastrando consigo a los imperios hegemónicos con los que mantenían una relación de subordinación. La degradación del sistema organizativo centrado en el palacio generó contraproducentes cambios sociales y económicos, como por ejemplo, podemos citar, la reducción de los centros comerciales y de la actividad artesanal de lujo, o la progresiva pérdida del prestigio asociado a las escuelas de escriba de las que dependía la propia administración. Habrá que esperar, por tanto, a la recuperación de las aspiraciones imperialistas de Asiria para volver a encontrar una artesanía capaz de desarrollar auténticas obras de arte con las que recuperar el comercio internacional de lujo y una administración renovada con el fortalecimiento del sistema creado por las escuelas de escribas en aras de una mayor eficacia burocrática. Estos mismos escribas impulsaron la creación de archivos y bibliotecas destinadas a conservar en tabletas uniformes copias no sólo de las documentaciones. No solo de la documentación oficial, sino de la tradición literaria, tanto escrita como oral, que había sobrevivido hasta entonces. Un ejemplo significativo fue la inmensa biblioteca de Asurbinanipal en Nínive. Gracias al descubrimiento en la Asiria septentrional y en Anatolia de documentos escritos en penicio, sabemos que entre los siglos X y VIII a.C. esta lengua era utilizada por las poblaciones neotitas y adquirirá un carácter indiscutiblemente internacional. ¿Qué es lo que se puede decir de la lengua? Su difusión geográfica originaría con el tiempo algunas ramas filiales que darían lugar, entre otros, a los alfabetos arameo, hebreo, púnico y griego. Por la inscripción bilingüe aramea asiria de Tel Fekirije, tenemos constancia de que el arameo presentó en el área de la escritura con informe mesopotamia hacia finales del siglo IX, estableciendo las bases para su aceptación posterior como lenguaje oral y escrito de la administración asiriana. Como elemento innovador, podemos obviar la importancia decisiva de la metalurgia del hierro, que presta además nombre a esta novedad. Los yacimientos de este mineral localizados en las regiones montañosas del Tauro, es decir, ubicadas entre Siria y Anatolia, irán sustituyendo de forma palotina a los del cobre y estaño. que habían sido empleados tradicionalmente en los talleres palaciegos de las aleaciones de Bronte con las que se fabricaban no solo todo tipo de utensilios y objetos bellos, sino también armas. El avance tecnológico en la instrumentalización del hierro ayudó de forma extraordinaria al desarrollo de explotaciones agrícolas, las cuales ganaron en extensión y productividad respecto de las épocas pasadas. Además, el aterrazamiento de los terrenos montañosos de su heladera abrió espacios para arboricultura, especialmente en lo que se refiere a los olivos. Mediante la deforestación y la mejora de las técnicas de riego de las tierras semiáridas y marginales del norte de Arabia, Transjordania, Negev y Sinaí, se lograron recuperar algunos terrenos pobres para pasto durante la temporada estival. Por otro lado, las herramientas de hierro facilitaron la excavación de pozos de aguas profundas y permitieron también aumentar la reserva de agua de lluvia acumulándola en grandes depósitos que aumentaba la duración de su conservación en beneficio, de las ciudades y fortalezas localizadas en zonas periféricas. La domesticación del caballo y el dromedario ofrecieron nuevas posibilidades para el tráfico comercial en caravanas que atravesaban regiones desérticas haciendo escala en los distintos oasis. Todas estas innovaciones, que contribuyeron de forma extraordinaria al avance de la civilización de las sociedades próximo orientales, fundamentan el nacimiento y desarrollo de los estados nacionales, que caracterizan a la Edad del Hierro. Por otro lado, las tecnologías de la civilización han contribuido a la creación de nuevos modelos políticos diseñados por las potencias heredadas de la tradición mesopotámica como Asiria y Babilonia. Tras un prolongado periodo de serias dificultades, ambas salieron indemnes del colapso político que puso fin a la del bronce, aunque en menor medida que en las áreas del litoral mediterráneo. La llegada de los pueblos del mar afectó también al estado asirio. Sin embargo, casi durante dos siglos logró subsistir y mantener su autonomía respecto a Babilonia y al reino de Mitanni. Si bien es cierto que la pérdida de sus dominios centrales supuso la infiltración aramea en el norte y el avance de Lam y Babilonia en el sur, La reacción a tiempo de Tiglás Piles el I permitió a Siria la restauración momentánea del núcleo territorial de su viejo imperio que vimos en la clase anterior. A pesar de que a finales del siglo X a.C., bajo Adán Minari II, Siria perdería otra vez el control de sus posiciones perispéricas. Fue capaz al menos de sostener políticamente como estado independiente hasta que un siglo después pudo recuperar su condición de potencia hegemónica gracias a Azurna Zipal II. Aunque con desarrollo diferente, Babilonia también experimentó cambios importantísimos a finales del segundo milenio a.C. Esta región estaba más alejada del Mediterráneo, por lo cual la incidencia de los cambios geopolíticos producidos en su entorno con la llegada agresiva de los pueblos del mar fue mucho menor. Sin embargo, no estuvo exenta de amenazas, especialmente de las que procedían de las virulentas tribus de Elam a este reunidas y organizadas en un reino con pretensiones imperialistas, así como de los semitas caldeos que habían conseguido igualmente fundar un reino en la zona meridional en torno a la ciudad de Ur. Por otro lado, en su pretensión de mantener el control sobre los territorios subtencionales, Babilonia nunca dejó de entrar en conflicto con la Siria, cuyos impulsos expansionistas hacia el sur colisionaban inevitablemente con los intereses del poder babiloniano. Babilonia fue una ciudad central y septentrional y estuvo ocupada por tribus arameas autónomas respecto a las que se hallaban asentadas en la Baja Mesopotamia, donde resultaba imposible formar unidades políticas independientes debido al ablastante poder tanto de Asiria como de Babilonia. Empezaremos por tanto con el nuevo imperio asirio que abarcó los años 883-612 a.C. Como ya ha sido indicado, la recuperación del protagonismo político de Asiria dio comienzo con el reinado de Asunasirpal II, quien reanudó la tendencia expansionista emprendida por sus predecesores. Su objetivo fue reconstruir el viejo imperio con la implantación de nuevas bases económicas, aprovechando la posición estratégica de Asiria en el eje de las numerosas rutas comerciales que unían el Golfo Pérsico con el Mediterráneo. Reforzada por un implacable empleo de la fuerza militar, ahondando en el protagonismo concedido al ejército por sus antecesores, la guerra de conquista, cada vez más despiadada y destructiva, se convertirá en el principal objetivo de una monarquía sustentada por un dios asurdo. El rey de Asur será sumo sacerdote y fiel delegado a la tierra, que como denominador del universo se mostraba insaciable en la apropiación de tierras y gentes a las que someter a su poder. Durante su reinado, Asunasirpal II centró su atención fundamentalmente en la región septentrional con un doble objetivo. Por un lado, subyugar a las poblaciones sirias que controlaban el comercio en esta región, y por otro, contener el avance de los pueblos del país de Nairi al noreste confederados en el nuevo. Estado Durartu En cuanto a la administración interna del nuevo imperio, su empresa más grandiosa fue la reestructuración y ampliación de la capital Calak, actual Nimrud. Asunasirpal II trasladó allí la corte, ofreciendo a sus sucesores un modelo emblemático de decoración para ciegas en bajo relieve que servía como reflejo propagandístico de la ideología del terror que inspiraba su poder político y militar. La fuerza narrativa empleada en el estilo epigráfico cuniforme ensalza la perfección. Y con gran eficacia, las proclamas hazañas militares y bélicas del monarca. Aquí podemos ver un relieve que se encuentra en el Museo de Cambridge del propio rey Asunasirpal II. A su muerte subió al trono su hijo Salmanasar III, cuyo famoso obelisco negro, erigido al final de su reinado, o probablemente tras su muerte, representa magníficamente, tanto en su relieve superior como en su inscripción monumental inferior, los tributos recibidos de al menos 28 reyes y cerca de 90 ciudades, regiones y países, desde el litoral mediterráneo hasta el Irán. Con la ayuda de otras inscripciones del periodo, se conocen más de 30 exitosas campañas militares emprendidas por este monarca en sus 34 años de reinado. Puede afirmarse, sin lugar a dudas, que con él se inicia el expansionismo imperial que convertirá en estos momentos a Siria en la única potencia hegemónica del Próximo Oriente. Es cierto que el control político de tan amplios territorios debió ser más efectivo en las regiones próximas a la capital, es decir, en Asur, que en la zona fronteriza de la periferia, y más intenso en los enclaves comerciales que en otros países cercanos que simplemente estaban obligados a pagar tributos como reconocimiento a la hegemonía del soberano asirio. En un estado sustentado principalmente por sus demiles fuerzas militares, el impuesto anual se convirtió en un mecanismo por el medio del cual se conseguía el sometimiento en condición de vasallaje de los países vecinos. Aquí también debemos destacar... ...como en lo que atañe a Babilonia, el rey asirio tomó parte en su política interna dando respuesta a la solicitud de ayuda de su amigo, el rey Marduk Saqid Shumi I, cuya autoridad fue amenazada por la revuelta encapensada por su hermano, quien con el apoyo de los arameos había logrado apoderarse prácticamente de la mitad del reino. Esta rebelión, descrita perfectamente en la crónica sincrónica, fue definitivamente aplastada en los años 850-851 a.C. Gracias a la intervención militar asiria, dando lugar a una nueva alianza conmemorada que se basaba en el trono de Ekal Masarti, donde aparecen representados ambos monarcas estrechando su mano después de haber acordado la paz y fijado su frontera. La larga soledad que los años después de este mismo rey babilónico habría de ayudar a su hijo, sucesor de Salmanasar III, Shamsi Adad V, en una guerra provocada por su hermano Asur Danipli para arrebatarle el poder. Es innegable que la política de expansión imperialista había fortalecido de forma extraordinaria la economía siria incorporando a su dominio regiones predominantemente ganaderas y agrícolas que favorecían aún más el desarrollo de la tradicional economía comercial de carácter urbano. Sin embargo, el sistema imperial asirio estuvo sostenido por un fuerte ejército y por una compleja administración formada por un nutrido grupo de funcionarios que a su vez constituía una poderosa aristocracia entornalizada. La llamada crónica sincrónica termina con el reinado del nieto de Salmanasar III, Adad Ninari III, quien retoma la política expansionista de su abuelo, penetrando con su ejército en Siria, llegando hasta el Mediterráneo con puntuales expediciones militares dirigidas contra Ben-Hadad III de Damasco e imponiendo tributos al rey Joás de Israel. Ahora bien, el segundo infinitivo fortalecimiento del poder. El segundo infinitivo fortalecimiento del poder asirio en Oriente Próximo no se percibirá con la claridad hasta unos años más tarde, cuando, a mediados del siglo VIII a.C., suba al trono el esgenérgico y probablemente usurpador Tiglax Pileser III. Su renovada política de conquista permitirá ampliar considerablemente su hegemonía política y extender aún más el terror que inspiraba sus ejércitos, tras someter a las tribus vecinas de caldeos y arameos que habían sido deportados a Babilonia por los anteriores reyes asirios. entre las que se encontraba el rebelde rey gobernador de Arpab, con el fin de librarse del yugo asirio. Dice alianza quedó totalmente rescindida después de la derrota sufrida en la batalla de Kiztán en el año 743, y ya en la nueva configuración administrativa e imperial, las dinastías locales fueron sustituidas por gobernadores asirios nombrados directamente por el rey, con el fin de eliminar el peligro que suponía la concentración de poder en manos de reyes suelos, con ansia de rebeldía. Naturalmente Tiglas Pileser III exigió tributo a todas las ciudades sirias, incluidas Damasco, tanto Fenicias, Tiro y Gidón, como a las israelitas. Poniendo en práctica una vez más su programa de anexión territorial a través de la conquista militar, Tiglas Pileser III dirigió su ejército hasta Gaza, hasta el territorio de los filisteos, y con la ayuda de Judas... En su enfrentamiento con la alianza de Israel y Damasco, el rey asirio se aseguró el control político de todo el corredor sirio-palestino, despertando así la desconfianza de los egipcios, cuyos intereses en la zona nunca habían desaparecido. En cuanto a los estados neo-hititas, su autonomía política se mantenía por el momento gracias a la sumisión fiscal. Por último, a finales de su reinado, en concreto en el año 799, el rey asirio logró reducir definitivamente Babilonia. Aunque en un principio su hijo y su sucesor, Salmanasar V, prolongó la regencia de la monarquía babilónica, no pudo evitar que esa nación volviese a recuperar su autonomía, al tiempo que tuvo que afrontar la pertinente resistencia de Tiro e Israel. Tras la arbitraria retirada de los antiguos privilegios de que gozaba las ciudades santas de Asur y Carrán, la subvención de una parte considerable de la aristocracia asiria, privada igualmente de sus tradicionales beneficios fiscales, precipitó su caída. Su sucesor y usurpador, Sargón II, no tardó en reconciliarse con la poderosa nobleza asiria y en restituir las antiguas prebendas que, por derecho propio, correspondían a las ciudades santas del imperio. Durante su gobierno consolidó el sistema de la administración centralizada de las provincias a través del impulso de nuevas campañas militares En su primer año, completó la decisión de Israel con la toma de Samaria para posteriormente hacerse con Ama, reino atravesado por el río Orontes. Las principales ciudades penitentes consiguieron conservar cierta autonomía pero la expedición dirigida por Sargón II contra Chipre puso bajo su control aunque más bien nominal que real, el territorio colonial fenicio, pues el rey asirio permitió a estos centros comerciales costeros que siguiesen ejerciendo su tradicional dominio sobre el mar superior Los planes previstos para extender su hegemonía hasta los territorios septentrionales de Siria condujeron a Sargón II a las regiones montañosas del Tauro La narración de su enfrentamiento con el rey Urartú o Rusa I de Musadir constituye uno de los documentos históricos más significativos referidos a esta campaña victoriosa. El escrito altamente propagandístico recibe el elocuente título de carta al dios Azur y se inserta en una larga tradición epistolar mantenida por el dios y el monarca como prueba de la estrecha relación existente entre la voluntad divina y su programación en el ejercicio del poder monárquico Mientras que el dios garantizaba el orden cósmico, el rey asirio procuraba la estabilidad política y social en sus dominios Sin embargo, en el último año de su reinado Sargón II tuvo que sofocar las rebeliones de Babilonia que ayudada por Elam recuperó con éxito la tendencia a las coaliciones entre Estados vasallos que condicionaría la política siria de contención territorial durante las décadas siguientes Así sucedió primero con Sennacherib y después con su hijo Acharhadón, los cuales intentaron por vía diplomática evitar a toda costa los enfrentamientos bélicos con las poblaciones periféricas sometidas que sucesivamente se coligarían contra el poder asirio No obstante, la reconciliación con la orientada casta sacerdotal de Babilonia, el principal elemento que había provocado los más peligrosos levantamientos contra el poder establecido, facilitó un nuevo clima de estabilidad política de la región que a su vez permitió contrarrestar la amenaza de otros poderes, como el egipcio, que volvían a emerger con fuerza. De esta forma, tras conseguir el apoyo de Siria, Fenicia, Chipre e Israel, las tropas asirias fueron capaces de tomar la ciudad de Memphis en el año 671 a.C., derrocando al faraón etíope Tarca, penúltimo de la XXV Dinastía. Sin embargo, Egipto era un país lejano y muy difícil de controlar políticamente, de ahí que una vez que las tropas de Ashardahón regresaron a Siria, estos territorios superficialmente conquistados volvieron a la situación política. Bajo el reinado de Asurbanipal, las disensiones internas de la familia real anticiparon un problema sucesorio entre hermanos que debilitó el poder imperial y asumió a Siria en una terrible guerra civil. La situación caótica sería aprovechada primero por una coalición del sur oriental encabezada por el rey babilónico Nabopo Al-Azhar y más tarde por el reino medos de Siajase, que en su avance hacia occidente destruyó el año 614. La propia ciudad de Asur, la famosa capital del imperio, que construido y reconstruido varias veces durante 12 siglos, desapareció del escenario geopolítico próximo oriental en apenas una poca década. Para poder controlar todo este territorio necesitaba un poderoso ejército, de tal forma que el progresivo fortalecimiento del poder asirio estuvo estresamente vinculado con la recuperación demográfica y la difusión de la metalurgia. Al mismo tiempo, se fueron imponiendo nuevas tácticas de combate, más acordes con las exigencias impuestas por su política expansiva, como el empleo masivo de arqueros, el abandono del papel predominante ofensivo de los carros, que fueron sustituidos por la calavería y la revitalización de la guerra de asedio, a la que Poliorcética adquirió un destacado protagonismo. Los reyes asirios fomentaron el prestigio del amplísimo cuerpo social formado por combatientes profesionales al servicio del imperio. La composición del ejército asirio respondía a tres cuerpos, por un lado las tropas permanentes a disposición de los gobernadores, que tenían la responsabilidad de reunir los efectivos en el territorio que se encontraba bajo su jurisdicción, y siempre siguiendo las órdenes del rey, ellos mismos podían ponerse al frente de estos contingentes, bien en situaciones bélicas de gravedad defensiva. En segundo lugar, cuerpos y destacamentos especiales integrantes del ejército real, que se encontraba apostado en las fronteras y dispersos por todo el imperio, con el fin de reducir rápidamente a un posible enemigo. Y por último, la guardia real a caballo, auténtico cuerpo de élite que era utilizado para las misiones que requerían una mayor destreza operativa. En cuanto a la economía, Asiria, en consonancia con la política expansionista impulsada por los monarcas asirios, los recursos tributarios del imperio estaban destinados al sostenimiento de las guerras de combate y del enorme aparato político y militar requerido por una potencia imperialista como era el imperio asirio. La economía continuaba siendo básicamente agrícola, con un artesanado de lujo poco desarrollado y dependiente de los pequeños talleres instalados en los palacios de los gobernadores, y en los principales templos también. La mayoría de las tierras seguía estando en manos del rey, que la asedía para su prestación a nobles, dinatarios palatinos, altos funcionarios y gobernadores locales. Cada vez era menos el número de pequeños agricultores que cultivaban sus propias parcelas. Mucha de la gente que trabajaba en los campos, entre las que podían encontrarse no solo asirios caídos en desgracia, sino también arameos y deportados. procedentes de los distintos lugares del imperio, permanecían vinculadas a la tierra y podían ser vendidas con ella. Otros eran los esclavos, los urdani, y el resto pequeños colonos que dependían de las autoridades locales o de algún propietario asentista que eran reconocidos por el derecho constitucionario como aldeanos de palacio. Dado que lo más importante era las rutas comerciales del próximo oriente y estas cruzaban los territorios del imperio sirio, muchas de las campañas militares emprendidas por sus monarcas tenían como objeto situar bajo su control la llamada ruta al estaño y a del hierro, que partía desde Diyabekir, junto al país de Nairi, enlazada por el norte con Siria, el medio Éufrates y la alta Mesopotamia, mientras un ramal alcanzaba incluso Damasco. Amparados por el poder militar desplegado por los monarcas que gobernaban con mano de hierro el imperio, los Tancaru, esos comerciantes asirios de los que ya hemos hablado en más de una ocasión, dominaban también las otras campañas militares. Las rutas importantes que llegaban al norte de Siria, a las fronteras de Asia Menor, a las puertas de Cilicia y a las regiones habitadas antiguamente por los hititas. Sobre todas ellas destaca sin embargo la gran ruta caravanera que salía del territorio sirio hacia Palmira y continuaba más allá en dirección a Damasco. Bien pues una vez que hemos visto el imperio neo asirio, que aquí tenemos lo que abarcaría en extensión, pues pasamos a detallar las características de las características del imperio neo babilónico que abarcó en los años 612 al 539 a.C. A comienzo de la edad del hierro, Babilonia se encontraba incluida dentro de la órbita como hemos visto anteriormente del imperio asirio en calidad de reino vasallo, lo que le permitió mantener, aunque fuese de una forma subordinada, sus propias instituciones políticas al frente de las cuales seguía situándose la figura del monarca. Sin embargo, la mayor amenaza de la integridad territorial de Babilonia a inicio del primer milenio a.C. procedió del sur, de las tribus arameas y caldeas establecidas desde hace tiempo en la baja Mesopotamia. Esta precaria situación política se agudizó con la inestabilidad monárquica provocada por las continuas disputas internas entre los miembros de la familia real en su afán por alcanzar el trono y, de hecho, podemos destacar que algunos usurpadores de origen arameo o caldeo aprovecharon el desorden que reinaba en la corte babilónica para hacerse con el poder, como por ejemplo los casos de Marduk Abla Usur y de Nabushuma Iskun, último rey de la octava dinastía. Como hemos referido anteriormente, la llamada Dinastía E de Babilonia. Aunque durante más de un siglo este reino vasallo estuvo sometido a la dominación asiria, el sacerdocio babilónico de Marduk mantuvo, al igual que la aristocracia comercial de Asur, una posición privilegiada reconocida por los más importantes reyes asirios que no dudaron en utilizar su capacidad legitimadora para incluir formalmente en su nomenclatura oficial el prestigioso título de reyes de Babilonia. Aprovechando la discusión, en las difíciles circunstancias por las que atravesaba el imperio asirio, tras la muerte del gran Asur Banipal en el año 631 a.C., un dirigente caldeo llamado Nabopolazar, que en el 626 a.C. se había hecho proclamar rey del País del Mar, pudo obtener el título de dominio de Babilonia y de otras importantes ciudades de la región mesopotámica. De hecho, en pocos años logró controlar el antiguo reino babilónico con total autonomía, llegando incluso a atacar el reino de Babilonia, y atacar la propia ciudad de Asur. El pacto que en el año 614 a.C. suscribió con Ciazares, soberano de los Medos, le ayudó a consolidar definitivamente su autoridad, hasta el punto de que con la valiosa incorporación de caldeos y escitas a esta alianza, pudo apoderarse la ciudad santa de Nínive dos años después. Junto al ejército Medo, las tropas de Nabopolazar, a quien acompañaba su hijo Nabucodonosor, se dirigieron entonces al norte con la intención de ocupar los territorios de Urartu y de Anatolia Oriental, Gracias al descubrimiento de una serie de tablillas que contienen la crónica de los hechos históricos narrados anualmente desde el año 626 al 594 a.C., es posible conocer el renovado proceso de expansión imperialista de Babilonia, la valiosa información proporcionada por 16 tablillas completadas por las inscripciones reales que evocan la actividad edilicia de carácter sagrado promovidas por esta dinastía caldea, la Décima de Babilonia. Permite conocer, por tanto, los fundamentos ideológicos de una nueva realeza que derivaban de la antigua imagen del rey justo y pastor de su pueblo, que había sido elegido por Marduk, cuyo culto era atendido por el propio monarca de manera preferencial. Una vez adquirida la experiencia militar necesaria, acompañado a su padre Nabucodonosor, en el campo de batalla, Nabucodonosor asumió el mando de las tropas que habían de enfrentarse a los poderosos hechizos. Por el control del corredor sirio-palestino, sustituyendo al agotado poder asilio en la zona, Egipto se había hecho presente en Karkemish con una simbólica, aunque muy amenazante, guarnición militar instalada allí desde el año 616 a.C. Tras diversos encuentros bélicos que no habían decantado la palanza a favor de ninguno de los contendientes, Nabucodonosor logró finalmente derrotar a los egipcios y hacerse con el rey. Sin embargo, la muerte de su padre al año siguiente irrumpió momentáneamente la campaña de sometimiento al poder babilónico del resto de los territorios, cuyo control político se completaría a lo largo del decenio siguiente, superando la tenaz resistencia ofrecida por Tiro y, sobre todo, por el reino de Judá, cuyo rey, Jaconías, fue deportado a Babilonia en el año 597 a.C., hecho que se repetirá unos días después. Tres años más tarde, en el año 576 a.C., con el exilio de toda la población judaíta a Babilonia y la destrucción de Jerusalén a consecuencia de la negativa a pagar tributos, al reino de juda pese a los consejos contrarios del profeta jeremías teniendo en cuenta que el control efectivo de la región sirio-palestina revestía de una gran importancia quizás más económica que desde el punto de vista político en lo que respeta la posesión de la madera del cedro libanés nabucodonosor segundo convertido en el segundo de los reyes de la décima y última dinastía de babilonia consiguió construir un imperio cuya capital milenaria fue entonces envejecida con una suntucidad que se hizo proverbial en todo el mundo antiguo construcciones monumentales como la famosa puerta de ishtar sus potentes murallas y los numerosos templos levantados en honor de marduk el gran señor que actuaba como dios patrono de la ciudad ofrece una prueba evidente de las riquezas acumuladas por este reino en tan sólo unas pocas décadas los enormes recursos económicos que los ejércitos militares del nabucodonosor segundo habían puesto a disposición del imperio babilónico se sirvieron tanto para legitimidad la incontestable autoridad del rey como para fortalecer por otro lado el poder del sacerdocio de un renovado estado babilónico que siguiendo la tradición milenaria volvió a ponerse bajo la protección del todopoderoso marduk la institución del templo resurgió con una fuerza inusitada a ella pertenecían como antaño las enormes posesiones de tierra explotadas en régimen de arrendamiento por la aprobación libre a cambio de un diezmo anual impuesto que estaban obligados a satisfacer incluso los funcionarios y sacerdotes el templo asumió también el monopolio de las operaciones financieras derivadas del presente desarrollo de las actividades comerciales gracias al control ejercido por sobre los principales enclaves situado la costa mediterránea babilonia se convirtió en el primer centro comercial del mundo próximo oriental del que dependía en gran parte el abastecimiento de la propiedad y la economía de los árabes y persas sin embargo tras las muertes de nabucodonosor segundo las disputas internas por el trono resurgieron con enorme virulencia y las revueltas palaciegas llevan a la muerte a sus inmediatos sucesores Su hijo, Awil Marduk, que había liberado a los reyes deportados entre los que se hallaba Joaquín de Judá, apenas se pudo mantener en el poder unos pocos años. Después de un tiempo de incertidumbre política, un nuevo usurpador, Nabonido, logró instalarse en el trono venciendo las resistencias de sus rivales. A pesar de que este personaje no tenía sangre real, era miembro de una destacada familia de la nobleza babilónica procedente de Aram. Gracias a la inscripción funeraria de su madre, una sacerdotisa del dios lunar Sin, podemos seguir la vida de Nabonido como si se tratase de una crónica oficial. Debido a la predilección que, por influencia materna, mostró tener desde los primeros inicios de su reinado hasta el culto universalista de Sin, común a todas las poblaciones semitas, perdió el imprescindible apoyo del poderoso sacerdocio de Marduk. La necesidad de legitimación de su autoridad regia le indujo a reconocer el papel de Nabonido. Sin embargo, también introdujo en el panteón de Babilonia a su particular triada astral, formada, entre otros, por Shamash, Sin e Istar. Al tiempo que va a situar una estatua de Sin en el interior del templo de Marduk, decisión que ocasionó unos pocos enfrentamientos con su clero encabezado por el sumo sacerdote, ya que de por sí muy descontento con la progresiva centralización en el palacio de la gestión de los bienes pertenecientes a los principales templos babilónicos. Después de haber delegado el poder ejecutivo en su hijo Belcha Usur, Baltasar, Nabonido se trasladó al oasis de Telma, en el Iyaz Arabigo, donde permaneció retirado cerca de diez años. Las razones que le llevaron a tomar esta decisión no están claras del todo. Es posible que obedeciera. Parece a unas vacaciones personales de orden religioso, es decir, una especie de huida espiritual. Estrategia estratégica para asegurar el control de esta zona importante desde el punto de vista geográfico y comercial, o incluso puramente política. La creciente inseguridad recibida en el escenario político internacional tras el paso de la hegemonía iraní de mano del rey Medo Astiages a la del persa Silo II, empujaría a Nabonido a depositar toda su confianza en el componente étnico-cultural de regambre árabe-aramea frente al origen caldeo, que se había mostrado especialmente hostil con el nombre de Aram. Ahora bien, el desplazamiento del centro de gravedad. Los monarcas del periodo neobabilónico gobernaban asistidos por un consejo privado en el que destacaba su escriba personal, el administrador y un secretario de estado. La administración central dependía de los altos dinatarios del palacio, el canciller, el ejército arsenal, el mayordomo y el vigilante palacio, seguido de otros cargos superalternos como el jefe de la guardia real y el jefe de correos. Salvo alguna excepción poco significativa, todos estos cargos eran ocupados por miembros de la aristocracia caldea que se había hecho con el poder en Babilonia. A la luz de las fuentes disponibles, cabe advertir que la administración provincial era considerablemente compleja. Los dinatarios que ocupaban los puestos de mayor responsabilidad pertenecían igualmente a la nobleza caldea y recibían el prestigioso título de grandes dacates. Al frente de la administración provincial se encontraba el gobernador del país del mar. Cuna de la dinastía gobernante. Estos gobernadores provinciales solían llevar el título de sacnú o belpitati y de ello dependían los alcaldes, asistidos a su vez por asamblea de notables locales. En cuanto a la economía y las sociedades neobabilónicas, pues tal y como dejan traslucir nuestras fuentes, llama la atención que el coste de la vida en la Babilonia de este periodo parece haber sido menor que en épocas pasadas y que en consecuencia los precios en general experimentaron una apreciación. En cuanto a los precios económicos muy estables, solo podemos considerar que nos hallamos ante un periodo caracterizado por la expansión económica si lo comparamos con los tiempos precedentes en los que Babilonia sufrió las nefastas consecuencias de las frecuentes guerras. evidencias en el descuido de los canales de riego, el abandono y destrozo de los cultivos y la ruina de las estructuras urbanas. Frente a la dramática realidad registrada en los siglos pasados, Babilonia disfrutaba ahora de una situación económica favorable, por primera vez desde los inicios de la Edad del Hierro. En lo que atañe a su estratificación social, las fuentes hacen referencia con mucha frecuencia a un grupo superior que destaca entre la población libre y que recibía el nombre de gente de bien, marbani, por lo general funcionario de los palacios y los templos. En las ciudades, comerciantes y artesanos formaban un grupo influyente cuyo consejo poseía cierta autoridad a escala municipal. La población rural se dividía en pequeños propietarios, unos eran arrendatarios, llamados ikaru, sobre todo de la propiedad de los templos, y otros aparceros, reshu y jonaleros, sabe, que trabajaban a su vez para los colonos y los grandes propietarios. El último escalón social estaba ocupado por los esclavos, cuyo origen seguía siendo el mismo que en épocas anteriores, deudores insolventes, niños que eran venidos por sus padres, extranjeros comparados a los mercaderes y prisioneros de guerra. Su precio siguió siendo elevado, fundamentalmente eran empleados en los palacios, los templos, las grandes propiedades pertenecientes a la nobleza, y debido a su alto valor económico, la manumisión era infrecuente. Los documentos que han llegado hasta nosotros reflejan cierta diversidad, respecto a la situación jurídica en la que se encontraban muchos de los esclavos que habían gozado de la libertad antes de caer en desgracia. Sabemos que podían poseer bienes muebles e inmuebles, así como promover acciones legales, controlar deudas y efectuar préstamos, e incluso tener su propia familia y casarse con una persona libre. Sin embargo, los prisioneros de guerra constituían un caso aparte, ya que no gozaban de estatuto jurídico alguno. Su situación era muchísimo más precaria de la que los esclavos domésticos habituales, y a menudo eran empleados bajo duras condiciones de trabajo en los grandes proyectos de construcción promovidos por los monarcas. Bien, a continuación daremos paso, como decíamos al principio del vídeo, en la explicación de los nuevos pueblos y los reinos en el próximo oriente. Bien, en primer lugar hablaremos de los fenicios que tras la destrucción causada por los llamados pueblos del mar, las ciudades-estados de la costa mediterránea cananea, heredera de la fragmentación política producida en la amplia región sirio-palestina a finales de la Edad del Bronte, configurarán una cultura definida por una serie de rasgos comunes entre los que destaca la utilización de una misma lengua, el fenicio, y el desarrollo de una identidad idéntica a actividad comercial orientada hacia el tráfico marítimo. En su mismo entorno geográfico también surgieron de forma cotánea algunas realidades nacionales, tanto al norte, como a estados arameos y no hititas, como el sur, israelitas, ciristeos, amonitas, moabitas, edomitas, etc., dando lugar a un nuevo escenario político-cultural en esta estratégica región occidental del próximo oriente. Nuestra dependencia a las fuentes externas a esta civilización, fundamentalmente la Biblia hebrea y los autores griegos, y en menor medida ciertas referencias a Siria y Egipcia, justifican el enfoque de la historia de los pueblos de la costa mediterránea. Desde época ancestral, la principal riqueza de esta región procedía de la flotación y comercialización de la madera extraída de sus abundantes bosques de cedro. Biblos, antigua angubla y actual en Gebeil, destaca especialmente por su importante industria maderera y por la exportación a gran escala de esta materia prima a países vecinos que, como es cierto, carecían de ella. Al igual que Biblos, las ciudades fenicias más activas están ubicadas en puertos naturales e islotes de fácil defensa y a la vez accesibles a las naves de cabotaje, como en el caso, por ejemplo, de Tiro. Estos puertos daban salida a todo tipo de productos procedentes tanto a las rutas caravaneras que venían de Oriente como el tráfico comercial del Mediterráneo a través de Chipre y el Egeo. Al contar con un desarrollo económico autónomo, las ciudades fenicias no necesitaban constituirse en una nación gobernada por la figura de un rey que dominaba. En algunos de estos centros urbanos como Sidón y Tiro, aunque es posible que se tratase tan solo de príncipes locales que, en un momento determinado, pudiesen haber adquirido un cierto grado de hegemonía sobre otras urbes vecinas. Desde el punto de vista de su organización política, las mismas fuentes nos informan acerca del sistema de gobierno. De hecho, los comerciantes fenicios crearon toda una red capilar de centros de intercambio que funcionaban como escalas marítimas situadas en posiciones estratégicamente importantes respecto a las rutas. más transitadas o cerca de los mercados potenciales. Estos lugares de posta fueron transformándose gradualmente en puertos fijos provistos de almacenes que en tiempos dieron origen a auténticas colonias. Según la tradición, Gadir, actual Cádiz, fue una fundación fenicia en torno al 1100 a.C., aunque la arqueología no ha encontrado aquí materiales fenicia anteriores al siglo VIII a.C. Es seguro, sin embargo, que a finales del siglo IX, en el año 814 a.C., un grupo de tiros huidos de la ciudad natal fundó Villanueva, que también sería más tarde llamado Cartago, que a la larga sería un océano occidental en contacto más exceso con los fenicios orientales y occidentales. Desde un punto de vista cultural, la innovación más significativamente producida por los fenicios fue el alfabeto fonético, el cual no recurría a imágenes como los pictogramas o los jeroglíficos, sino a símbolos gráficos convencionales, indicativos de un triángulo. Los métodos utilizados hasta entonces por otros pueblos requerían el uso de miles de signos. En la práctica, a cada uno le correspondía una palabra. Basándose en un procedimiento más abstracto, esta innovación permitió reducir considerablemente el número de símbolos y simplificar la propia escritura. Debe hacerse notar que el alfabeto fenicio representa sólo las consonantes. Después los griegos retomarían este alfabeto y lo completarían con los sonidos vocálicos, usando algunos signos fenicios para indicar que el alfabeto fonético era un alfabeto. Se trata sin duda del alfabeto que, con ulteriores transformaciones, ha llegado hasta nosotros. Y aquí podemos ver las zonas donde se asentaba el territorio fenicio, así como las principales ciudades. Y aquí un mapa que representa las principales rutas comerciales de las principales ciudades fenicias. Y por último, acabaríamos con lo que sería una representación, una representación gráfica del alfabeto fenicio. Otro de los pueblos que vamos a destacar son Israel y Judá. Con el deslocamiento del orden político que ha accionado por los pueblos del mar, la región sirio-palestina aparece a inicio del primer milenio ante Cristo, desmembrada en una serie de ciudades-estados y naciones independientes de extensión territorial muy reducida. Por una parte, en la costa del grupo descendiente de los pueblos del mar, conocido con el nombre de Peleset, creó una confederación de cinco ciudades-estados filisteas y en las zonas transjordanas surgieron diversas entidades nacionales como Amón, Adán, al este del curso medio del Jordán, Moab, al este del Mar Muerto o Edom en la parte meridional. Por otro lado, en las zonas montañosas de Palestina sobrevivieron pequeños reductos estatales de origen cananeo, cuya organización tribal está basada en el agrupamiento de clanes que compartían un mismo componente étnico y lingüístico y una fuerte tendencia al culto a los antepasados y a los dioses asociados a los propios clanes. En la época formativa de entidad política conocida posteriormente como Israel, sobresale el grupo étnico de Peleset. La tradición bíblica sobre los patriarcas, la promesa divina de la posesión de una tierra propia, la estancia de los doce hijos de Jacob y sus descendientes en Egipto, el éxodo bajo la guía de Moisés, la asombrosa travesía del Mar Rojo, la revelación del dios nacional Yahvé en el monte Sinaí y la consiguiente promulgación de la ley, la ocupación de los pueblos de Israel, de Palestina, la tierra que emana leche y miel bajo el mando de Josué y la fulgurante conquista de la tierra prometida constituye la expresión literaria de un sentimiento religioso que apenas sirve como fiable testimonio histórico. Ahora bien, dado que las fuentes escritas relativas a los inicios de la presencia israelita en Palestina son realmente escasas, la Estela de David reviste por ejemplo una especial importancia pues en ella el faraón Mernepat menciona entre las ciudades-estados conquistadas en estos territorios a una población identificada con nombre de Israel cuyo carácter tribal, ajeno todavía al sedentarismo, era sugerido por la autorización de determinado gente en otra posición de región. referido al dominio de otros enemigos vencidos, como por ejemplo los países de Canaán y Carú. La transición hacia una nueva realidad sociopolítica se situaría entre los siglos XII y XI a.C. Y si nos atendemos a la relación bíblica, una vez despojada de sus elementos irreales, podemos vislumbrar la aparición en esta época de una incipiente ideología dinástica vinculada al supuesto fundador David, quien emerge como artífice de una entidad nacional, ciertamente aún marginal, con centro en la ciudad de Jerusalén. Siguiendo el modelo próximo oriental, allí se localiza el palacio y la corte, con su funcionario administrativo y su sacerdocio. Si bien es cierto que no existen dudas sobre la existencia real de David y Salomón, sobre todo por allá, con 1923, de una inscripción en Teltán en la que aparece la mención a la casa de David, no menos cierto es que la información arqueológica ofrece pruebas irrefutables sobre la reducida extensión de la creación de la iglesia. A pesar de la incómoda presencia de Damasco en los límites excepcionales del reino, con Salomón, Israel parece despuntar con fuerza. Más allá de su carácter como soberano sabio, justo y elocuente, promovido a cero después por los redactores bíblicos de la historia deuteronomista cercanos a Josías para acomodarlo al modelo ideal de monarca oriental, Salomón emprende todo un programa de reformas, dependiente a fortalecer la base institucional del reino. Además de levantar un palacio digno de su realeza, construyó un factuoso templo destinado a acoger las arcas de la alianza y a convertirse en la monada de David, que pasó así hacia la divinidad dinástica por excelencia. Siguiendo la tradición caranea, dicho templo era todavía dependiente del palacio, a pesar que los escritos bíblicos se presentaban como el elemento emblemático de una unidad cultural italita, una función que adquirirá solamente en una época muy posterior, cuando el resto de los cultos disecríticos, dominados por el territorio del reino, se han definitivamente prohibido. La consolidación de un estado de cierta entidad requeriría para su sostenimiento buena cantidad de ingresos fiscales, los cuales habían de ser satisfechos no solo por la comunidad israelita, sino también por la población residual cananea. Es por esta razón que el reino fue dividido en 12 distritos, a pesar del descontento que esa medida despertó en el elemento tribal, especialmente arraigado en las regiones septentrionales, no habituado a ningún tipo de control territorial ni fiscal. Sin embargo, con la muerte de Salomón se perdió la unidad territorial y política del reino, dando lugar a dos realidades nacionales diferentes, que se mantuvieron separadas hasta la conquista asiria. Israel al norte, al principio no tendría ninguna capital, y Judá al sur con la capital en Jerusalén. Respecto a la configuración geopolítica del entorno más próximo, al oeste de Judá volvió a reproducirse la autonomía de la pentápolis filistea, que progresivamente sufrió una culturación cananea favorecida de una cierta continuidad cultural y lingüística. y al oeste recuperaron también su autonomía los amronitas, moabitas y hedonitas, lo que significaba para el reino de Judá, Israel la piedra de control de las caravanas transjordanas. Aparte de su celebrado prestigio como aglutinador de la religión imperante de la región, el reino de Judá no pasaría a ser durante los siglos IX y VIII un pequeño estado en continua búsqueda de la protección de las grandes potencias vecinas. Aunque económicamente Israel era mucho más rico, adolecía de una inestabilidad política atemperada solo con la llegada del reino. el reino de Israel durante su gobierno permite a este reino enfrentarse militarmente a Damasco por el control del territorio de Galad, a la vez que establece ventajas alianzas con Tiro y Judá mediante matrimonio interdinástico con el fin de afrontar con mayores garantías. la amenaza que suponía para la región, especialmente para Israel por sus posicionamientos geográficos dentro de las franjas sirio-palestinas, a la política expansiva del imperio asirio. Solo después de la decadencia de la floreciente dinastía Omrita y la conquista siria del reino norteño de Israel y de su capital Samaria en el año 720 a.C., Judá adquirió una posición privilegiada que le permitió alcanzar sus aspiraciones de dominio sobre el derrocado reino septentrional. En apenas una generación, la ciudad real de Jerusalén se transformó en la sede o centro neurálgico político religioso de la región. A finales del siglo VIII a.C., esta ciudad y todo Judá experimentaron una explosión demográfica y un desarrollo socioeconómico sin precedentes. A partir de entonces, el reino se debatiría entre la guerra y la supervivencia, siempre a la sombra de los grandes imperios. Ahora bien, las asociaciones políticas de los diferentes reinados a partir de sequías serían interpretadas, por el círculo intelectual que dio forma al relato bíblico bajo una óptica exclusivamente teológica. Una vez desaparecido el imperio asirio, este círculo elitista partidario del monoteísmo yahuista había cedido al nuevo poder en la época de Josías. Esta circunstancia no constituyó sino un episodio más dentro de un proceso de rivalidad que enfrentaba a este grupo nacionalista y radical con el movimiento moderado pro-asirio y sincretista. Pero con la peculiaridad de que en esta ocasión quedó conservado el legado ideológico de Josías. Y su entorno en la colección de textos hebreos que le dio lugar a la historia sagrada, cuyos cimientos divirtúan la propia realidad histórica. La catástrofe que sufrió Judá a manos del rey babilónico Námucodonosor II, y especialmente la destrucción de Jerusalén y de su templo en el año 567 a.C., con la consiguiente deportación de su clase dirigente a Babilonia, obligó a impulsar un revisionismo ideológico cuyas huellas han quedado indelebles en la historia deuteronomista. Mientras que su primera fase de redacción de la historia de Jerusalén era la de los monoteístas. se situaba en los días de Josías y estaba destinada a reforzar los objetivos de este monarca, su segunda fase surgió de la necesidad de ofrecer una interpretación coherente de las desdichas sufridas por Judá. En ello se ofrece de una forma sorprendente un guido teológico importante y la nueva redacción de la historia de Deuteronomista subordinó con gran inteligencia el pacto con David al cumplimiento de la alianza entre Dios y el pueblo de Israel en Sinaí. Tras el regreso del exilio babilónico, el devenir histórico del pueblo elegido bajo la elegida del imperio persa se interpretaría siguiendo la misma línea ideológica pero con un cambio de orientación en vez de desaparecida la familia dinástica davídica. Al faltar la institución de la monarquía, el templo cuya construcción se construyó en torno al 516 a.C. se convertirá en el centro de identidad del pueblo judío. Y por último pasaríamos, al imperio persa aqueménida que tendría lugar entre el 559 a.C. y el 330 a.C. Durante el largo periodo comprendido entre los siglos IX y VIII a.C., la información sobre los pueblos adentrados en la meseta iraní, procedente sobre todo de Asiria, prestando atención especialmente a la franja suroccidental próxima a la cadena montañosa de los Sagros, región que fue ocupada principalmente por las tribus medas, los oráculos asirios atribuyen la creación de una primera formación política, unitaria, aunque aún descentralizada a un mítico rey que los medas llamaron Kastirutu, el fraorte de Rodoto quien aprovechando la ausencia del rey asirio Senaquerib, logró apoderarse de la fértil región de Ban, expulsando de allí a las poblaciones asirias. Tras la unión de su pueblo con los Maneos y Cimerios y el sometimiento de los persas gobernados por Teíspes, el nuevo país resultante se extendía desde el lago Urmia hasta Pérsida y desde los Sagros hasta Damamén. Al atacar Asiria, Cactaritu fue derrotado por Asurbanipal, que le dio muerte a la campaña de Nínive. Su sucesor fue su hijo Ciazares, quien tras vencer a los escitas, acabando así con sus continuas incursiones, anexionó Bactriana a su reino. La caída del Imperio Asirio, a la que contribuyó por medio de una alianza con el rey babilónico Nabopalasar, afianzó su poder en la región, aunque tanto los persas de Ciro I como los magneos y urartuos maniobraron para distanciarse del Reino de Media. Ciazares fue capaz de reutilizar estos intentos de digregación de su dominio y, de hecho, un nuevo intento de emancipación de los persas en época de Cambices I fue aplastado sin miramientos hacia el año 600 a.C. Poco después, sometería también a los armenios y se enfrentaría al Reino de Libia. Aunque la muerte de Ciazares señala el fin del españolismo medo, su hijo y su sucesor, Astiages, fue capaz de mantener su reino dentro de un equilibrado sistema de alianzas matrimoniales, políticas y culturales que condujeron a un periodo de paz de 30 años en Oriente Próximo. Su capital, Exibatana, actual Amadán, estaba situada estratégicamente en el punto central de la ruta comercial que comunicaba. Estaba en las boscosas montañas Los Agros, con la meseta iraní Arida y Esteparia, y no cabe duda de que la prosperidad económica que vivió la zona durante la época de tranquilidad fue favorecida por escasa presión política y ejercida por los medos en las diferentes regiones que formaban parte de sus dominios. Respetando la central costumbre del autogobierno de las naciones iráneas, la hegemonía meda se basaba en relaciones personales establecidas conforme a un diverso grado de subordinación respecto a los gobiernos. Pársua, una tierra de persas, aparece mencionada por primera vez sobre el obelisco negro del asirio Salmanazar III en memoria de su campaña del año 843 a.C. En la tradición asiria los persas son recordados en estrecha conexión con los mada o medos, aunque son estos segundos los que se citan con mayor frecuencia en los sanales reales hasta convertirse a principios del siglo VII a.C. en el poder dominante del borde oriental asirio. Probablemente tanto persas como medos habían sido empujados en estos momentos por el desplazamiento de pueblos escitas coincidiendo con la época en la que el imperio asirio se encontraba ya de clara desintegración, fenómeno que culminaría con la destrucción de Nínive en el año 612 a.C. a mano de los reyes caldeos con ayuda elamita que formarían el llamado Imperio Neobabilónico. En torno al año 700 a.C. las tribus persas que procedían de Pársua se instalaron con el consentimiento y bajo la soberanía del rey elamita en proximidades de Parmushat, Asán o Azán, amplia zona montañosa en la actual Irán. En general se admite que estas primeras tribus fueron conducidas y organizadas por un jefe tribal del clan parsagada llamado Akemenes o Hakamanish, antepasado epónimo de los reyes persas. La expansión persa continuó bajo el rey Teispes, quien ocupó el noreste de Parmumash y aprovechando el declive del amita también Farsa, actual Fars, y según afirma la tradición a finales de su reinado dividió el reino entre sus dos hijos. Pársuas, la parte central para Ariamenes y Anshan, la parte central para Ciro I. Sin embargo esta edición parece ser bastante inverosímil por su inviabilidad. En cualquier caso... En Ciro I los persas se encontraban ahora bajo el poder asidio, ya que poco después del año 639 este monarca juró adhesión al rey Azurbanipal. Se admitió a la teoría de la división del reino, el sucesor de Ciro I, Cambices I, consiguió unir de nuevo las dos partes separadas. A continuación se casó con la princesa Mandane, hija de Astiages, último soberano de media, reino al que como ha sido ya mencionado, los persas estaban sujetos. Sin embargo, el regente que estableció la base definitiva del imperio persa será Ciro II, también conocido como Ciro el Grande. Era hijo de Cambices I, por tanto nieto del último rey Medo, Astiages, y estableció su capital en Parsagada, en persona política activa de conquista. En primer lugar sometió a las dispersas tribus iráneas y asiáticas que se llevaban al este, sureste y noreste de su reino, contando con el consentimiento del monarca babilónico. Nabonido, por ello y ante una posible y amenazante alianza entre este último rey y Ciro II, el anciano Astiages hizo un llamamiento al persa para que siguiese supeditado a su poder. Su negativa condujo al enfrentamiento entre ambos en dos importantes batallas, y esa es la segunda de las cuales el rey Medo fue apresado y muchos de sus señores rivales se pasaron al lado de Ciro II, quien les equiparó a los persas. En efecto, el soberano persa llegaría a conquistar el reino Medo con la ayuda de Ciro. Medo se unió a Ciro II, el propio Medos, y después trasladó su capital a Exbatana, mejor situada, y de esta manera se unió en único estado a Medos y Persa. Debido a que eso de Lidia había ayudado a Astiages cumpliendo un acuerdo de amistad que ligaba a Media desde el 575 a.C., Ciro II marchó contra él. La decisiva batalla se libró en el río Ali en el año 547. Los lidios se rebelaron huyendo despavoridos a su capital, Sardes, ciudad que no tardaría en ser conquistada por los persas. Cayendo prisionero el propio Creso. Una vez nacionada Lidia, el general persa Arpaso permitió a la región con el fin de someter también a la ciudad de Jonias, que hasta entonces se llevaba en una situación cómoda bajo el poco opresivo poder lidio. El año después caerían en manos de los persas. El año 539 a.C. Ciro II incorporó a Babilonia a su imperio, su conquista fue favorecida por el enfrentamiento que venían manteniendo desde hacía tiempo el influyente clero de Marduk y el monarca babilónico Nabonido, y de hecho la intervención de Ciro II fue acogida como una verdadera liberación y además supo ganarse la confianza de sus nuevos súbditos mostrando gran tolerancia y respeto al pueblo y a los dioses babilónicos, llegando incluso a liberar a los judíos de su cautiverio y permitiendo la reconstrucción del templo de Yahvé en Jerusalén. Una inscripción en un cilindro del rey persa muestra su política tolerante y conciliadora basada en un adecuado equilibrio político-religioso y alimentada por el mantenimiento de la paz en Babilonia. Junto a esa emblemática ciudad, los distritos del norte de Siria fueron también anexionados a un imperio que contaba ya con enormes dimensiones. Ciro II emprendió además operaciones militares en la plantilla. El rey persa se dirigió a varias campañas militares contra los invasores nómadas de Asia Central, los mazaguetas, en una de las cuales es probable que se encontrara la muerte, no sin antes haber convertido a Dragania, Aracosia, Mariana y Bactriana en unas nuevas provincias de su vasto imperio. Todo esto, toda esta política expansiva de Ciro II perseguía dos objetivos principales. Por un lado, pretendía monopolizar el rico comercio del litoral oriental del Mediterráneo, que era el destino natural de las caravanas asiáticas, y por otro, asegurar la frontera oriental del imperio. Para llevar a la práctica estos propósitos, este monarca guerrero practicó, después de las conquistas, una política de conciliación y tolerancia entre los distintos pueblos sometidos. Como haría Darío I después de él, pues, su interés en ganarse la amistad de las castas sacerdotales de los países conquistados, y donde la evidencia puede ser contrastada. Esta política conservadora, que implica los mínimos cambios posibles en las condiciones del gobierno, hizo que la transición al estatus provincial en el imperio persa fuese relativamente fácil. Por ello, a menudo se ha considerado que esta época del imperio disfrutó de una auténtica Pax Achaemenida. Cambice II fue hijo y sucesor de Ciro II y había sido introducido por éste en los círculos de poder como rey de Babilonia durante ocho años. Su hermano menor, Bardilla, del que se sospechaba que había participado en la conspiración, fue prematuramente mandado a asesinar en secreto por su propio hermano. La extensión de este rumor y el reforzamiento autoritario de su poder justifican que las fuentes griegas califiquen a Cambice II como déspota, imagen que podría haber respondido a la realidad o haber surgido por comparación con la ecumenidad demostrada por su padre. En cualquier caso, parece cierto que el nuevo soberano intentó situar a la monarquía muy por encima de la nobleza y esto le granjeó la enemistad de sus aliados naturales. El hecho es que el nuevo soberano no se ha convertido en un hombre, y el hecho más importante de su reinado fue la conquista de Egipto entre los años 525 y 522 a.C. Las fuentes principales por las que se conocen estas hañas son, por un lado, las narraciones de Herodoto y, por otro, las noticias que aporta la estela de Udjahorrensne. El faraón Amasis, que había contado con tropas prometidas por el tirano Polícrates de Samos, fue abandonado por éste después de la victoria persa en Gaza y entonces Cambice cruzó el Mediterráneo. Cambice se fue a la capital del peligroso desierto del Sinaí con la ayuda de las tribus árabes y logró ocupar Pelisium. De aquí se dirigió San Menfis, capital que conquistó pronto, y desde donde fue deportando a Susa al nuevo faraón San Métrico III. Tras esta conquista, Egipto fue incluido en la asertoría de Mudraya con la capital en Menfis. Desde Egipto, Cambice se planteó la ocupación de Cartago, pero este proyecto no pudo llevarlo a cabo debido a la negativa de la marina fenicia a luchar contra sus hermanos de raza. Sin embargo, la expedición planteada a la asertoría en el año 524 a.C. parece que sí llegó a realizarse. Pues, como consecuencia de la misma, se fundó Meroe. Poco después, Cambyses estableció guarniciones por todo Egipto y, en especial, en Dafne, Memphis, Elefantina. Las fuentes griegas manifiestan cierta tendenciosidad acerca del reinado de Cambyses II en Egipto. Según su visión, el rey persa abandonó la política religiosa consideradora de su padre, destruyendo templos y matando a un wey apis. Sin embargo, y de acuerdo con la mayoría de los historiadores, estas noticias quedan desmentidas ante el análisis de las inscripciones descubiertas en las tumbas de Serapeum en Memphis. Sin duda, parte de esta tradición de descrédito hacia Cambyses provino del sello de la casta sacerdotal egipcia, que se vio afectada muy despavorablemente por algunas de sus medidas fiscales. El estallido de una rebelión en Persia, fomentada por un tal Gaumata, que se hizo pasar, o que puede que no fuera en verdad, por otro hijo del rey Silo II, aparentemente asesinado en su deseo por su propio hermano, hizo que Cambyses tuviera que abandonar inmediatamente Egipto, sobreviviéndole la muerte de camino al regreso a la capital persa en el año 522 a.C. La principal fuente que tenemos sobre la subida al trono de Darío I es la inscripción levantada por él mismo en Vestum. La información que ésta aporta coincide básicamente con las noticias transmitidas por los historiadores griegos Herodotos y Tertius. Decías Deseoso de aprovechar el trono, Gaumata, que se hacía pasar por el hermano de Cambyses, pues encabezó, logró obtener ese trono durante siete meses como resultado de la sublevación que encabezó contra Cambyses, quien había encontrado la muerte en el camino de regreso desde Egipto, precisamente con la intención de sofocarla. Los sublevados subieron a ganarse a gran parte del pueblo prometiendo la supresión de los reclutamientos y de los impuestos durante tres años. A su vez, pretendieron provocar una reforma religiosa destruyendo los santuarios locales. Por el contrario, parece que el ejército permaneció fiel a la dinastía aqueménida y hubo varias revueltas, una de las cuales encabezada por el noble Darío, hijo del sátrapa Istazpe. Finalizado con el ajusticiamiento de Gaumata en la programación de Darío I como rey, pero para justificar este nuevo orden implantado, Darío tuvo que resaltar mediante las inscripciones reales que la acción rebelde de Gautama no era más que un intento de usurpación, mientras que su acceso al trono estaba legitimado por su estirpe, que aunque colateral poseía sin duda una rama a que menida. Aun así, algunos historiadores piensan que esta versión de Darío enmascara una flagrante usurpación. Para estos autores, la revuelta pudo haber sido protagonizada por el verdadero hermano de Cambises, es decir, por Bardilla. Sin embargo, para la mayoría de los estudiosos no hay razón para dudar de las noticias que transmite la inscripción de Begistún, al menos en tanto que no se encuentren pruebas seguras que obliguen a pensar lo contrario. Másime, teniendo en cuenta que esa inscripción estaba a la vista del pueblo y que por tanto podía ser objeto de críticas psicotrópicas, En cualquier caso, parece que Darío conquistó el trono no por su ascendencia, sino porque era un noble más destacado de los que se opusieron a la revuelta encabezada por Kaomata, quien controlaba a gran parte del ejército. Lo que es innegable es que una vez conseguido su objetivo, no quiso correr riesgos y a la derrota de los rebeldes siguió una dura represión contra los magos. Estos últimos parecen confirmados por Flavio Josefo y por Herodoto. Al principio de su mandato, en torno al año 518 a.C., Darío I visitó Egipto y atenuó ciertas tensiones suscitadas por varias medidas que había impuesto Cambices II, devolviendo algunos templos y usufructos de sus recursos, aunque no su administración, y construyendo un gran santuario en el oasis de El Cargat. Su autoridad quedó reflejada claramente en la adquisición propagandística de Nax y Rustán. A lo largo de su reinado, Darío I emprendió también una serie de conquistas. Herodoto cuenta su expedición del año 514. En el año 514, contra las tribus tracias, guetas y esitas asentadas en el sur de la actual Rusia. Esta información coincide con un fragmento de tablilla de arcilla en cuniforme persa hallado en Rumanía. Esta campaña perseguía hacerse con el control de las rutas comerciales de oro extraído en los Urales o Siberia. y del tráfico de cereales en el Mar Negro. Así pues, Darío llegó a tomar Tracia y a cruzar el Danubio, pero la táctica de la tierra quemada adoptada por los sesitas le obligó a retirarse, aunque sin gran desperdicia. La campaña no fue como se pudiera pensar un fracaso, ya que se logró que Amintas, el rey de Macedonia, reconociese la soberanía del gran rey. También por intereses principalmente económicos, Darío I conquistó el valle del Kabul, Gadara y buena parte del Punjab. Su intención era conectar comercialmente el valle del Indo con Egipto a través de una ruta marítima índica, deseo que parece ser que se realizó. Sin embargo, su política con respecto a los griegos no fue muy afortunada, ya que al final de su reinado experimentó un fracaso que perduraría la futura inseguridad del imperio. En los años 499-494 estalló una revuelta entre las ciudades jonias que con grandes dificultades fue... ...sofocada con la toma de Mileto en el año 494 a.C., y a continuación Darío I se embarcó en la invasión de Grecia, que llevaba planeando desde hacía tiempo. Pero después de sus dos primeras campañas griegas, la derrota del persa de Maratón no solo implicó que los planes del gran rey se realizaran, sino que además el fracaso generó esperanza en otras zonas del imperio, produciendo así el primer movimiento digregatorio dentro del mismo. La subrogación egipcia del año 476 a.C. Pero el fracaso sobrevino de nuevo, y tras lograr incendiar Atenas, la invasión fue detenida en la batalla naval de Salamina. Entonces Gerger I regresó a Persia y dejó a Abardonio como encargado de las operaciones militares en Tierra Elena. Al final, con las derrotas en Platea y Micale, acabaron todas las pretensiones persas. Sin embargo, sería erróneo pensar que el imperio que ha venido entra en este momento en un periodo de declive. Esta interpretación, influida sin duda por la visión helenocentrista procedente de las fuentes griegas, entra en contradicción con la información sobre su fortaleza que se descubre en la documentación en la mitad de Persepolis, en la Acadia de Babilonia o en el Tamia de Egipto, además de con las pruebas aportadas por las fuentes numismáticas, arqueológicas e iconográficas de la época. Cuando Jerjes fue asesinado como resultado de una conspiración palaciega, varios de sus hijos disfrutaron el poder biológico. Lentamente, hasta que uno de ellos, Artajerjes I, consiguió finalmente alcanzar el trono. Con esto, nueve monarcas volvieron a suscitarse problemas en Egipto. Tras una sublevación en el año 460 a.C., Inaros, hijo de un tal Samético, fue programado rey de los sublevados. Sin embargo, no se trataba de una revuelta más. En esta ocasión, los egipcios contaban con la ayuda de 310 remes de Atenas. En el mismo año del comienzo de su reacción, los persas sufrieron sus primeras derrotas. No obstante, tras seis años de lucha, lograron sitiar a los griegos en la isla de Prosopitis y dominar la situación en la mayor parte de Egipto. A su vez, se capturó a Inaros y fue ejecutado un tiempo después. La tensión entre Persia y Atenas terminó en la paz de Calias, en el año 449 a.C., que constituyó un éxito sobre todo para Artajerjes I. A partir de estos momentos, la política exterior persa cambió radicalmente. Los gastos y los fracasos de anteriores campañas bélicas para la conquista de Grecia llevaron a... Artajerjes a buscar otras tácticas. La nueva estrategia fue desarrollada vía diplomática. El rey Achaemenida sacó beneficio de los conflictos entre los estados griegos para mantener seguras al menos sus posiciones en Anatolia. En este sentido, Persia apoyó a Esparta a la guerra de Peloponeso, ya que ésta, al contrario de Atenas, nunca había sentido atracción alguna por las ciudades jónicas. En los años finales del reinado de Aria II... No sin antes haber sido expuesto por las fuerzas a otros pretendientes de la misma familia, se produjo la pérdida de Egipto y se sabe que el jefe de la facción nacionalista, Amirteo, comenzó la guerra de liberación poco antes del año 410, siendo los judíos de Elefantina, patriarca del poder persa, fuertemente perseguidos. Al final, Amirteo acabaría por controlar todo el país de Nilo y que recuperó así una independencia que duraría hasta el 343. Además de las sublevaciones, Darío II tuvo que hacer frente a una importante revuelta producida un año antes de su muerte en el interior de Media. Tras el fallecimiento se produjeron una vez más disputas por la sucesión al trono. Mientras el hijo mayor, Altajerge II, era coronado en Parzagada, su hermano Ciro el Joven iniciaba una conspiración logrando reunir un ejército en el que había tropas espartanas. Pero en la batalla final de Cunasa fue vencido y los griegos que lo apoyaron tuvieron que sufrir verdaderas penalidades en su retirada. Altajerge II hizo un intento por recuperar Egipto. En el año 373, Parnabases, sátrapa de Siria, invadió el delta con 200.000 hombres y avanzó hacia Memphis. Pero la crecida del Nilo le obligó a retirarse y a raíz de este nuevo fracaso se produjeron en la natalidad más sublevaciones del poder persa. Con Altajerge III asistimos acaso al último y efímero resplandor del imperio persa Aquemenida. El primer objetivo que este rey se propuso cuando asumió el trono fue acabar con todos los sátrapas rebeldes, mostrándose extremadamente severo con ellos. Al final consiguió la fidelidad, si bien a veces insincera de la mayor parte. Este monarca llevó a cabo también una primera tentativa de recuperación de Egipto en el año 351 a.C., pero debido al apoyo prestado por Atenas y Esparta, el país del Nilo fracasó. En una segunda campaña militar, las tropas del Gran Rey, que contaban esta vez con la ayuda de Rodas y Madero en el Delta obligando al faraón Nextanebo II a retirarse hacia el sur, entonces a Trajerges III devastó el país consiguiendo un gran botín y dejando a Ferendares como sátrapa. Es probable que en el año 341 a.C. otra campaña persa completase la submisión egipcia con la anexión de la zona meridional, pero ahora bien, antes de la llegada de Alejandro Magno a Egipto en el año 332, se produciría una nueva insurrección dirigida esta vez por un príncipe del Delta, que asumió el título de faraón bajo el nombre de Kababash, tal y como se relata en la llamada Estrela del Sátrapa. A pesar de la demostración de su poder, el faraón Nextanebo II se convirtió en un gran botín y dejó a Ferendares como sátrapa. A pesar de la fuerza que hizo Gala a Trajerges III, el proceso de descomposición y de corrupción dentro del imperio persa estaba demasiado avanzado como para que la obra de un solo monarca pudiera detenerlo. En el año 338 a.C. el rey fue asesinado por Elenuco Bagoas, quien tras aniquilar también a casi toda la familia real terminó por entregar el poder a un miembro lejano de la misma, Darío III Codomano, cuyo reinado duró poquísimo tiempo. Pues la conquista de Alejandro I no puso fin a la época aquemenida. En efecto, la batalla de Gránico en mayo de 334 a.C. supuso el primer gran paso que llevó a la destrucción de este gran imperio. En abril del año 330, Alejandro tomaba Persepolis. El poder máximo del imperio persa descansaba en la persona del soberano o gran rey. Entre los diferentes apelativos que conformaban su onomástica es el de rey de reyes, aparecía envuelto en una especie de auréola divina. A pesar de su gran autoridad y de los sacerdotes, el rey de reyes se convirtió en un rey de reyes. A pesar de los acentuados rasgos despóticos que le acompañaban, el monarca no se asimilaba a un dios. Sin embargo, la legitimidad de su supremacía se basaba en la idea de su incuestionable procedencia divina. Solamente en él residía la fuerza de Ahura Mazda, la divinidad suprema de los iranios, para mantener el buen orden del mundo. La misma inaccesibilidad que había caracterizado a los soberanos asirios rodeó también a los reyes Akemenida, los cuales apenas se mostraban en persona ante el pueblo y mantenían un rígido ceremonial cortesano. Bueno, este concepto de monarquía no se alejaba mucho de la tradición oriental. La corte persa no siempre estuvo fija, de hecho existieron a lo largo del tiempo cinco capitales del imperio. Susa y Babilonia eran ciudades de una gran tradición histórica y habían sido ya sedes regias de civilizaciones anteriores a la persa. Exbatana y Parsagada fueron capitales en determinados momentos, al igual que Persépolis. A partir de Darío I, el centro de administración imperial fue Susa, y Exbatana pasó a ser la residencia de verano del monarca. Persépolis funcionó como un santuario nacional donde se encontraban los archivos religiosos. Babilonia fue también un centro importante para el gobierno akemenida, pero a partir del año 462 a.C., con su aplastamiento por parte de Jerjes I, perdió su vieja gloria, y por su parte, Parsagada pasó a ser la capital símbolo de la monarquía persa, donde se llevaba a cabo los rituales de coronación de los soberanos. El imperio persa no conoció ningún primer ministro o vizir, al menos bajo los primeros reyes. Aún así, uno de los principales funcionarios del ejército, el Azaparabati, cuyo significado es comandante de un millar, fue adquiriendo progresivamente algunas competencias de cierta relevancia, además de la dirección por delegación del soberano, del ejército y de la guardia real. Con el tiempo y en la práctica se asemejó a un primer ministro o a un quillarca griego. El historiador griego Rodoto menciona el Orozangas o Bienhechor, a su vez, otras muestras fuentes aluden a los oídos del rey que actuarían como emisarios o representantes del mismo en ciertas misiones. Los papiros lameos citan al ojo del rey con un término liberado del iranio, que sería probablemente un representante del gobierno central para asuntos legales, una especie de abogado de estado. Y también se constata la presencia de un término, Pajax, en el que se designaría a un virrey o un autodignatario que controlaría a otros miembros de la administración central. Finalmente existían los siempre innecesarios contables y tesoreros reales. El Estado persa aspiró a un sistema de gobierno centralizado y en parte lo consiguió gracias a una estructura de comunicaciones directas y a una coordinación jerarquizada de mantos que permitió la ejecución y transmisión puntual y rápida de las órdenes y edictos que emanaban del propio monarca. En este sentido fue de suma importancia la creación de los caminos reales que seguían las rutas más importantes del imperio que partían de la capital. Entre estas comunicaciones terrestres se acababan las vías secundarias que unían la ciudad. Así por ejemplo resulta la ruta que desde Exbatana conducía a Babilonia y después al Valle de Villala, y sobre todo lo que le llevaba a Sardes presente en la capital Susa. Esta última ruta era esencial pues Sardes constituía por su posición estratégica el principal punto de control de la parte occidental del imperio. En su estrecho contacto con el mundo griego existe además un testimonio del itinerario seguido por el camino real entre Susa y Exbatana que confirma el hecho de que cuando el gran rey venía, desde esta última ciudad con la intención de instalarse en sus cuarteles de invierno en Susa, ordenaba realizar una recaudación de suministros en torno a la ciudad de Ur para cubrir las necesidades de su palacio. De igual forma los textos procedentes del archivo de Murasu mencionan la agrupación del ejército real en torno a Uruk, lo que induce a pensar que las tropas que venían podían alcanzar fácilmente Susa a través del camino real. Por otro lado, para que estas comunicaciones fuesen eficientes existía según el duto un servicio postal imperial a través del que viajaba en la noticia. La administración provincial se basa en circuncriciones territoriales o satrapías cuyos límites se ajustaban normalmente a las fronteras nacionales o políticas anteriores a la dominación persa. Con el fin de respetar las tradiciones, particularismos autóctonos. Según la fuente, este sistema de provincias o satrapías fue producto de una reorganización llevada a cabo por Dario I, que dividió el imperio en 23 o 24 satrapías, tal y como aparecen enumeradas en las inscripciones de Beistún, de Naxx, Rustán y de Suez, así como por el historiador Erdoto. Los sátrapas eran gobernadores nombrados directamente por el gran rey. Solían ser miembros de la familia imperial por nacimiento, es decir, príncipe y sagra real, o por unión matrimonial, o incluso antiguos reyes sueros de estas regiones o sus descendientes. Estos sátrapas debían residir en las capitales de las satrapías que gobernaban, y por ello aquellas debían estar bien equipadas de estructuras gubernamentales y edificios administrativos, tal y como se ha detectado, por ejemplo, con la excavación arqueológica en Sardes. Las principales funciones asumidas por los sátrapas tenían que ver con la administración. La administración de justicia y la seguridad de la provincia, así como la organización del reclutamiento militar y arquebrimiento del rey, y la recaudación de los impuestos imperiales. En cuanto a este último cometido, las satrapías debían aportar a las arcas del imperio un tributo anual cuya cantidad variaba dependiendo de la riqueza, situación o privilegio de cada provincia. Erdoto ofrece una lista de contribuciones de cada una de las distintas satrapías. Por ejemplo, Arcosia contribuía con cientos de talentos de plata. Siria con mil. Por ejemplo, en cuanto al ejército, para la seguridad del estado, tanto interna como externa, existía un ejército formado por una gran cantidad de efectivos, cuya base era la caballería y los arqueros. El marino se encargaba de los penicios. A principio, el grueso de las tropas estaba compuesto por los contingentes persas y medos, pero no era estable. En época de Río Grande, es probable que fuera ya permanente y que estuviera reforzado con reclutamiento de los pueblos sometidos. En época tardía, se contrató a mercenarios. El mando de las tropas siempre recaía en comandantes persas, reservando a los satrapas o la autoridad sobre las milicias locales. En los primeros reinados, se retribuían a los soldados con carne, vino o graneros similares. Además, el sátrapa debía pagar a las tropas estacionadas en sus satrapías. Se sabe poco del derecho persa, pero es evidente que tuvo que existir una regulación de acuerdo con las costumbres y normas de las distintas provincias del imperio. Por ejemplo, hay noticias referentes al respecto por parte de Darío I a ciertos decretos promulgados por Ciro en relación a los judíos. A su vez, Diodoro de Sicilia nos informa acerca de las reformas jurídicas llevadas a cabo también por Darío I en Egipto. Este rey impulsó además otras iniciativas legales, adaptando a su necesidad el gran cuerpo de la causística legal babilónica codificado tiempo atrás por Hammurabi y aplicado por los asirios. La palabra iraní adad, utilizada en el sátrapa. El sentido de decisión legal aparece ya al principio de su reinado en un documento jurídico babilónico y será reproducido más tarde en hebreo. De lo indicado hasta ahora, podemos deducir que la ley emanaba del propio monarca, quien a la vez era el juez supremo del imperio. La justicia era aplicada en los tribunales, que las provincias podían ser de dos clases. Por un lado, aquel que atendía los juicios personales o familiares conforme a las leyes locales, o bien el que se ocupaba de los juicios relacionados con la justicia. En los testimonios se admitía el juramento y se aplicaba todavía como prueba confirmatoria una vieja costumbre indoeuropea, la ordalia. Finalmente, las penas pueden llegar a ser extremadamente duras, incluyendo el empalamiento, la mutilación y el destierro perpetuo. Sobre la institución del matrimonio, se sabe que el propio rey a veces intervenía directamente en las ceremonias dentro del círculo legítimo de la nobleza. Respecto al divorcio, no hay una información específica. Existen, por supuesto, ejemplos de desacuerdos matrimoniales. Como el caso famoso de Megavizo, que sufrió pacientemente el descaro adulterio de su mujer, Amitis, hija de Jerjes, ante esta desvergonzada situación. El marido terminó por quejarse ante su real suegro. Reprendida duramente por sus padres, la princesa prometió un comportamiento intachable en el futuro. De este episodio cabe deducir que la separación matrimonial solo podría llevarse a efecto con el consentimiento del rey. El único texto que hace referencia expresa la ruptura entre esposos es el ejemplo narrado en el libro de Esther sobre el divorcio del rey Asuero y la reina Basti. A su vez, los terrenos o feudos otorgados a la aristocracia, a los gobernantes provinciales, los sátrapas o locales, o bien a los oficiales más destacados, eran también controlados por el rey. Por otra parte, el asentamiento de colonias con sus correspondientes lotes de tierra era también dirigido por el soberano, que las promovía para ejercer un extenso control sobre ciertas zonas del imperio, sobre todo aquellas que habían sido conquistadas recientemente. Las propiedades del rey eran administradas por sus tesoreros e incluían grandes y lujosos parques. No descansarían. No descansaba frecuentemente el monarca. Aunque existía la pequeña propiedad, ésta no podía compararse con los grandes fundos de la aristocracia que eran trabajados en arriendo por la población local, que se encontraba, en estos casos, adquirida la tierra. De igual modo, se aplicó el sistema de ilcum, término que hace referencia a la entrega de una tierra a cambio de ciertos servicios personales, de larga tradición oriental, y el castum, porción de tierra para un arquero. En ambos casos, las prestaciones debidas al estado eran principalmente de carácter ministerial. Debido a la apertura de mercados y crecimiento de las más importantes ciudades, la industria artesanal conoció un considerable momento de auge. Destacaron las manufacturas textiles y las de los objetos de lujo para la aristocracia. Por su parte, las industrias metalúrgicas y las papelerías se desarrollaron extraordinariamente. En parte debido a que el imperio persa estaba muy bien abastecido de metales. El cobre y la plata venían de Asia Menor y Palestina, y el hierro del Líbano y de los altos valles del Tigris y Éufrates. Muy a menudo, para instalar una industria privada se necesitaba la inversión de capital que no estaba al alcance de un pequeño artesano. Para personalizar dicho capital, a través de préstamos surgieron bancos públicos y privados. La banca pública era los templos y los tesoros reales. La banca privada corría cargo de individuos enriquecidos por el comercio. Hemos tenido acceso a la cifra financiera de estos bancos a través de las tablillas con informes conservadas. Se sabe, por ejemplo, que el banco de Egyvi, en Babilonia, fue fundado en el siglo VIII a.C. y recibía depósitos de dinero y realizaban operaciones por medio del sistema de cheques. Los documentos que más detalle han proporcionado sobre esta cifra son los siguientes. Las operaciones son las que la casa bancaria Marashu, en Nipur, datan de los años 455 a 403 a.C. Con la conciliación del imperio, el comercio experimentó también un gran desarrollo. Los intercambios marítimos llegaron hasta regiones realmente lejanas y las rutas terrestres alcanzaron incluso al extremo oriente, penetrando hasta China, a través de Afganistán, la India y Turkestán. El volumen de mercancía era muy diverso, pero también estaba constituido sobre todo por productos de lujo. Vidrio egipcio, ambas nórdicos, tejidos corintios y púnicos, etc. Aunque no era usada en todas las operaciones mercantiles, la moneda adquirió gran importancia en determinadas transacciones económicas, contribuyendo de una forma extraordinaria al auge del comercio persa a partir del siglo VI a.C. La potestad de emitir monedas en oro era exclusiva del rey. Sin embargo, se permitió reizar acuñaciones autónomas en plata y en cobre. La moneda de mayor valor era el lárico de oro. De continuación venía el séquel o ciclu y la primera equivalía a 20 unidades de la segunda. No obstante, sería erróneo pensar que la economía persa era eminentemente monetaria. Por un lado, porque no se iba a utilizar la moneda en todas las regiones con la misma ciudad. Y por otro, porque había que matizar... que la economía del imperio persa fue sobre todo de tipo natural, razón por la que el uso de moneda estaba restringido a ciertas operaciones y lugares. La distinción social primaria procedía en la sociedad de la condición de libertad. Los esclavos tenían personalidad jurídica, pero su estado social era ínfimo. Dentro de los que gozaban, el libre albedrío destacaba por su creciente prosperidad, los artesanos y los comerciantes. Sin embargo, entre los libres y esclavos aparecía un grupo intermedio que era por otra parte mayotario, aquellos trabajadores que estaban adquiridos a la tierra. Los nobles ocupaban por su ascendencia el escalón más alto de la sociedad persa. Ahora bien, cabe destacar que no toda la aristocracia estaba formada por la antigua estirpe indo-iranía, ni tampoco todos los miembros de estos viejos linajes pertenecían al grupo de élite. Dentro del que, sin embargo, hubo también miembros de las antiguas noblezas locales. La aristocracia se centraba en actividades no productivas, ya que su sustento estaba ganchado. Los nobles ocupaban por los excedentes acumulados de sus grandes propiedades, y además gozaban de ciertas prerrogativas como la de impartir justicia dentro de su dominio o la de gozar de selecciones fiscales, libertad de obligaciones. No salíamos, pues, ante una estructura social que no presenta sustanciales diferencias con respecto a otras sociedades antiguas. Por un lado aparece el grupo de los dominadores y por otro la masa poblacional de los dominados, dentro de la cual pueden escribirse diferentes grados de jerarquía social, cada uno de los cuales viene definido por un estatus jurídico y económico. Consideración social de la mujer resulta, en cualquier caso, bastante peculiar. Es cierto que en las tablillas de la fortificación de Persepolis aparecen algunas mujeres como dirigentes de los diversos grupos de operaciones, recibiendo sueldos iguales o incluso superiores a los que se concedían a trabajadores varones. Según esto, aparentemente, algunas mujeres podían ocupar puestos de mayor rango que los hombres. Sin embargo, se puede descubrir otras tablillas mucho más acordes con las nociones asumidas. Sobre la minusvaloración a la que estaba sometida la mujer en las sociedades proximorientales, en las que descubrimos que después de concebir un hijo o varón, la mujer podía recibir una ración extra dos veces mayor que la que recibía si daba luz una niña. 3. La inestabilidad política, tanto a nivel interior como exterior, perceptible a partir del reino de Artajerge II, provocó en el imperio una acusada e irreversible decadencia económica. 4. La inestabilidad en las rutas comerciales, debido a la degradación cuando no desaparición de la paz aqueménida, hizo que disminuyeran de forma alarmante no solo los justíferos acuerdos económicos con países lejanos, sino también el volumen de mercancía y su valor intrínseco. 5. Si se observa, por ejemplo, la situación en la que se halla una región tradicionalmente presente como Mesopotamia, podrá constatarse con facilidad cómo, durante el siglo IV a.C., 6. La crisis económica aparece verificada por la crisis económica. 7. La crisis económica es una grave infracción y una destrucción final del imperio persa, ocasionada por las fuerzas militares del invasor macedónico, supuso de alguna forma una vía de escape ante la situación crítica del viejo sistema imperialista. 8. De hecho, la desaparición del imperio persa no vino determinada solo por los fracasos militares, sino también por los cada vez más frecuentes movimientos sociales desestabilizadores y las reiteradas revueltas disegregadoras que minaban los fundamentos mismos del Estado, 9. al tiempo de la profunda crisis económica de la que se han sintonizado. 12. A principios del siglo VI a.C., las enseñanzas de un profeta ético llamado Zoroastro o Zaratrusta introdujeron profundos cambios en la tradición religiosa imperante en la región iraní. Aunque no se sabe ni la época concreta ni el lugar exacto donde predicó este profeta, es probable que no fuese un producto de la imaginación. Santos de Lidia, la fuente más antigua del siglo V a.C., que lo menciona, le sitúa en el 600 o incluso algunos autores hablan del 6000 años antes de Jerjes, y la fuente árabe de Al-Binuri ofrece la fecha precisa del año 253 a.C., mientras que algunos historiadores sitúan su predicción en el siglo VII a.C., y otros lo retrotraen al periodo divisorio entre el II y el I milenio a.C. Lo cierto es que apenas se sabe nada de Zaratrusta, siendo la información más cercana la aportada por los Gatas del Yasna, uno de los libros que compone él en la Vesta. Según se puede deducir de esta fuente, partiendo de formas politeístas de base animista propia del mundo iraní o más antiguo, el zoroastrismo se convirtió en una doctrina monoteísta asentada en las ideas abstractas, de la integridad, la verdad y la justicia. Toma como base el dualismo entre la verdad, Arta, y la mentira, Drukh, considerando a Ahura Mazda como el dios supremo del que emana la luz del bien, simbolizado por un disco alado. El más poderoso y el más sabio, Mazda, significa en antiguo persa, sabiduría. El hombre se hallaría entre la verdad o el bien, y la mentira o el mal, debatiéndose de forma permanente entre los misterios contrapuestos que envolvían a estas dos realidades antagónicas. Las enseñanzas del zoroastro se transmitieron en su mediante a discípulos, y esto hicieron otro tanto con los suyos. Se dieron de existir sin duda explicaciones, en prosa, de los concisos versos que se conservan del zoroastro, pero desgraciadamente no nos han llegado, y estas circunstancias dificultan enormemente la comprensión de algunos de los mensajes que esconden. Con todo, todavía puede apreciarse en ellos la hontura e intensidad del sentimiento de búsqueda incansable de la verdad y del bien. Los principios religiosos inspirados por el zoroastrismo, terminaron por imponerse en el imperio persa, modificando incluso algunos elementos espirituales de otras religiones. Tal fue el caso del extendido culto de Mitras, divinidad aria aceptada. por adoradores de Aura Mazda, pero también puede constatarse el camino inverso según el cual el zoroastrismo asumió el influjo mitraico de algunas fiestas como la de Macragán. En todas las descripciones, Darío I se dirige piedosamente a la divinidad de la acción de gracias. La filosofía empleada de los textos puede dar pie a considerar que se mostraba como un convencido adorador de Aura Mazda, pero se han admitido exageradamente los preceptos propios del zoroastrismo estricto. Parece que el conocimiento de la doctrina más profunda y enigmática del zoroastrismo estuvo reservado únicamente a los magos, y que la derrota de esta caza religiosa en la revuelta de Bardilla pudo haber provocado una considerable pérdida de influencia sobre los monarcas, de ahí la calculada ambigüedad de Darío. En las descripciones de Artajerges II se invoca a la vez a Anaíta, a Mitras, a Aura Mazda. Se va a asumir con cierta seguridad que en tiempo de este rey persa, y aún sin descartar, la existencia de otros cultos, la fusión de elementos religiosos zoroástricos con algunos pensamientos especulativos elaborados por las etas de los magos y de los mitraicos, junto con ciertas huellas de rituales propiamente aquemenidas, constituyó el punto culminante del sincretismo religioso persa. La relajación del monoteísmo estricto y la recuperación de elementos politeístas a partir de un proceso de sincretismo asumido por los sacerdotes avésticos y luego por los magos medos, fueron motivadas por la necesidad de reconciliar entre sí antiguas religiones, religiones religiosas y por el contacto directo entre otras civilizaciones del Próximo Oriente que practicaban el politismo. Sin duda, esto no habría sido posible sin que los aquemenidas no hubiesen respetado de otro lado las creencias religiosas propias de distintos pueblos conquistados. Hasta aquí el capítulo de hoy, es el capítulo más largo de lo que hemos dado y en las siguientes sesiones ya empezaremos con el mundo antiguo más clásico, en concreto con la Grecia arcaica. Muchas gracias y os espero... ...en la próxima sesión. Un saludo.