Buenas tardes, bienvenidos, bienvenidas a la conferencia que nos reúne esta tarde, cuyo título es muy sugestivo. He de decir que además hay 165 personas matriculadas y esperemos que… Buenas tardes, bienvenidos, bienvenidas a la conferencia. Disculpad. Bueno, volvemos un momento que había ido un problema técnico. Bien, como decía, bienvenidos y bienvenidas a la conferencia. No, ahora no. Es que tenía virtudes por el ordenador y ya está pausado ya. Bueno, volvemos otra vez, disculpen la interrupción. Repito, bienvenidos y bienvenidas a la conferencia El auge de la distopía y la crisis de la utopía, causas e implicaciones. El título es más que suficiente. Sugerente, pues tenemos matriculados a 165 personas. Aquí en el público tenemos también personas que nos acompañan esta tarde y voy a presentar al ponente Francisco Martorell Campos. Francisco Martorell Campos es doctor en filosofía por la Universidad de Valencia. Su larga trayectoria investigadora en torno al fenómeno utópico, plasmada en decenas de artículos y participaciones en congresos. Antologías y proyectos de investigación cristalizó en 2015 con la tesis doctoral transformaciones de la utopía y la distopía en la posmodernidad. Una tesis que fue galardonada en 2017 con el premio extraordinario de doctorado. En 2019 publicó Soñar de otro modo, cómo perdimos la utopía y de qué forma recuperarla. La utopía y la distopía son dos aspectos fundamentales de la filosofía. Una de ellas es la distopía, la cara B de un género de masas. Este segundo libro, mucho más amplio que el primero sobre la utopía, es sobre la distopía. La cara B de un género de masas. La cara B de la distopía es uno de los mayores referentes españoles en el ámbito de los estudios utópicos, disciplina que ejerce con una clara vocación activista Francisco que se apoya en el análisis riguroso de los textos y de los contextos. Voy a pasar la palabra a Francisco, pero vamos a tener una intervención que culminará luego en un turno de palabras tanto en el directo como en el online, para que el público, por favor, lance todas las preguntas. Así que, primero, le doy las buenas notas que quiere al conferenciante y que podamos entablar una charla-coloquio sobre el tema que nos reúne. Buenas tardes, Francisco. Bienvenido a la UNED. Gracias por haber aceptado la invitación porque sé que eres un hombre muy ocupado. Estás constantemente dando entrevistas sobre el tema de la utopía, pero mejor dicho, de la distopía. Y bueno, estamos muy contentos de que hayas aceptado la invitación para compartir con todos los alumnos de la UNED y los interesados esta conferencia. Y me gustaría, pues no sé, lanzarte una pregunta muy obvia, ¿no? ¿Qué es la utopía y qué es la distopía, Francisco? Sí. Bueno, en primer lugar, gracias a todos los matriculados que se han interesado por el tema y muy agradecido de que estéis aquí o en la otra parte. El concepto peyorativo, que es el más difundido, precisamente. El concepto peyorativo de utopía asegura que esta, la utopía, hace referencia a proyectos políticos totalitarios, ingenuos, infantiles. Utopía nominaría a las ideas que no tienen los pies en el suelo. A las elucubraciones imposibles que en la práctica tienen los efectos más nefastos. Esta concepción peyorativa de utopía no es nueva, está muy difundida cuando cualquier persona de la calle escucha utopía, a la mente le viene esto. Una especie de quijotada, en el peor sentido de la palabra. Ya en el siglo XIX. Maniobraba y circulaba en el entorno cultural esta concepción. No hace falta ser ningún sociólogo de las creencias para adivinar qué hay detrás de este concepto y qué intereses oculta esta noción. El segundo significado de utopía... Hoy día probablemente el más estudiado es el que identifica la utopía con un tipo especial de deseo, el deseo utópico. Este deseo surgiría en cualquier persona, cualquiera puede experimentarlo, cuando el individuo experimenta malestar o experimenta indignación ante el curso del presente. Cuando el presente, cuando la realidad se muestra intolerable o dolorosa. Eh... Es... Es cuando el deseo utópico puede activarse y fomentar en el individuo que lo experimenta el deseo de un mundo distinto y mejor. Donde no ocurriera el mal que le ha hecho sentirse desgraciado o lo que sea, ¿no? Vamos a un ejemplo, si estamos viendo el telediario y vemos a niños ahogándose en el Mediterráneo, a refugiados, pues de manera... Diríamos que automática, cualquier persona decente piensa, no hay derecho a eso. Eso no debería ocurrir. En el mundo no debería ocurrir eso. Ahí está el deseo utópico. Hay un montón de estudios hoy día que tratan de delimitar y de desmenuzar el deseo utópico y descubrir cuáles son sus características, aspectos diferenciales, etc. El tercer referente del concepto de utopía... Tenemos el peyorativo, tenemos el deseo. El tercer referente hace referencia a la textualidad, a los textos, a los textos que produce el deseo utópico. El deseo utópico se puede quedar en nada. Simplemente en un acto de indignación, simplemente en el... Eso no debería ocurrir. O ojalá me tocara la lotería. Puede quedarse simplemente ahí. Pero el deseo utópico a veces también se manifiesta. Se manifiesta y también incentiva la escritura de novelas, ensayos, ¿de acuerdo? Y da lugar al texto utópico, que es el tercer referente. Dentro del texto utópico o de la textualidad utópica encontraríamos la literatura utópica, que empieza en 1516 con Tomás Moro y que llega hasta hoy con sus altibajos. Y también encontraríamos otra serie de manifestaciones formales. Textuales como la teoría utópica o el pensamiento utópico que se manifiestan en ensayos. Encontraríamos la arquitectura utópica, el urbanismo utópico. Todos los textos inspirados por el deseo utópico forman la textualidad utópica, que es el segundo referente de utopía. En ese sentido, la utopía... Utopía significa un género de escritura. Y el cuarto y último referente, tenemos el primero, recordamos que es la concepción peyorativa, la utopía como lo imposible, como lo anacrónico. El segundo concepto, la utopía como deseo, el tercer significado, la utopía como un texto, y el cuarto significado principal de utopía sería el de la política utópica. Aquí la utopía hace referencia a una tipología especial de práctica política que incluiría desde las comunidades experimentales que intentan vivir al margen del sistema dominante y según pautas alternativas, eso es fruto de la política utópica, hasta los grandes movimientos de emancipación, pues como lo fue en su día el socialismo, el feminismo hoy, son también manifestaciones de la política. La utopía sería la política utópica y, digámoslo así, sería el reflejo práctico del deseo utópico, el impacto en la praxis del deseo utópico. Como veis, la utopía no es una cosa simplemente, son varias, la utopía es varias cosas a la vez y esto daría para mucho más. La distopía es más fácil de definir, la distopía aparece mucho después que la utopía, mediados del siglo XIX. Como tal, hubieron protodistopías en el siglo XVIII, pero como género literario bien asentado, definitivamente irrumpe mediados del siglo XIX. Y la distopía, grosso modo, designa a un género literario y cinematográfico, televisivo también últimamente, especializado en describir civilizaciones del futuro peores que la actualidad. En ese sentido, no hay que confundir la distopía con las películas o novelas del género postapocalíptico, tipo La carretera, Mad Max, en fin, hay muchísimas. Una cosa son las narraciones sobre civilizaciones del futuro, eso es la distopía, civilizaciones peores que la nuestra, y otra cosa muy diferente son los relatos sobre futuros postapocalípticos. Futuros civilizatorios, futuros que recrean lo que viene después de una catástrofe que ha acabado con la civilización. Una guerra nuclear, una pandemia zombie, un ataque extraterrestre, un meteorito o el factor que sea. Son, por tanto, dos géneros distintos que la gente suele confundir, pero que deben diferenciarse para un poco saber de qué estamos hablando y no caer en un totum revolutum en el que llamamos distopía a cualquier historia. No es una historia del futuro que sea negativa, no. En toda distopía el futuro es peor que el presente, pero no todo futuro peor que el presente es distopía, puede ser postapocalíptico, más o menos. Muy bien, muy bien. Y Francisco... ¿Cuándo se inicia el auge de la distopía y la crisis de la utopía? Sí. Bueno, entramos en el tema que nos congrega a todos hoy. Se habla mucho últimamente en los medios de que estamos asistiendo a una especie de exceso o de saturación de distopías que corre paralela a una ausencia de utopías. Hay muchas distopías, pocas utopías. Y es verdad, eso está ocurriendo. Es muy visible. Todo el mundo lo puede percibir. Pero, desde luego, el fenómeno no es nuevo. El fenómeno no es nuevo. Y ni mucho menos surge de la nada. Es el resultado de un proceso que viene desarrollándose desde finales del siglo XIX. El siglo XIX es el gran siglo de las utopías literarias y políticas. Pero, como comentaba antes, es también la época en la que aparece la distopía. Y la distopía aparece dentro de un contexto cultural habitado por filósofos, por artistas, escritores, que se caracterizó por oponerse a la modernización. La modernización. Prometida por la ilustración, esa modernización que iba a emancipar a la especie humana empezó a mostrar sus contradicciones, sus límites y sus peligros. Y muchos poetas, escritores, filósofos empezaron a dar la voz de alarma de que la modernización de la existencia iba a tener impactos... ...muy negativos sobre la vida de las personas. Es la época de la industrialización, de la marcha del campo hacia la ciudad. Las ciudades crecen en número de habitantes de una manera increíble y se quedan todo tipo de suburbios muy pobres, muy míseros, con esta gente que iba a trabajar a la ciudad. Bueno, este rechazo o esta sospecha hacia la modernización... ...y hacia el programa ilustrado, se planteó en términos de una oposición entre los partidarios de la civilización, partidarios de la modernización, de la tecnología, de la razón, de la industrialización y los partidarios de la cultura. Esta gente eran nostálgicos de las comunidades más sencillas. ...previas a la industrialización. Echaban de menos las formas de vida próxima. Entre las personas, un modo de vida más orgánico, artesanal, un capitalismo de negocios, de pequeños negocios familiares, con unos lazos sociales sólidos. Echaban de menos ese tipo de sociedad que tenía mucho de idealizada también y culpaban a la modernización de estar arrasando con esa forma de vida. Y bueno, la idea de que Occidente está enfermo, de que la civilización sufre todo tipo de patologías muy graves, entre ellas la alienación de los individuos, la despersonalización, etc., surge en ese contexto. Y es ahí donde aparece la distopía. La distopía aparece como una expresión más de este bloque de la culture. De este bloque de la cultura. De este bloque antimoderno. Y bueno, hay un ejemplo bastante célebre de este choque entre los partidarios de la culture y los partidarios de la civilización dentro del tema que nos ocupa, que es el de la utopía y la distopía. Y tuvo lugar, a partir de 1851, la exposición universal en Londres. Y allí se presentó... Se presentó el Palacio de Cristal, que es un edificio que luego fue muy comentado. Y bueno, el Palacio de Cristal inspiró todo tipo de utopías y distopías en su día. Esta dialéctica utopía-distopía ya estaba funcionando ahí. La utopía ya no estaba sola. Ya tenía una contrincante, tenía como una especie de elemento compensatorio, que era la distopía. A nivel utópico. Bueno, a nivel utópico os enseño la imagen del Palacio de Cristal que inspiró a Chernyshevsky. Chernyshevsky fue un autor ruso que escribió una utopía muy famosa en 1863 que se llamaba ¿Qué hacer? Fue un bestseller en la Unión Soviética de su tiempo. Y esta obra... Fue realmente la que comenzó a divulgar el socialismo en Rusia. No fue el manifiesto comunista. Fue ¿Qué hacer? Tal fue la influencia de este libro, para que os hagáis una idea, que era, esto es conocido, la novela preferida de Lenin. Lenin aseguró haberla leído decenas de veces. Y el propio Lenin publicó un libro con el mismo título, un ensayo, ¿Qué hacer? Y en esta utopía... Se nos describe un futuro, en la parte final, es una novela muy amplia, al final de la novela se describe un futuro en el que la gente vive dentro de palacios de cristal. El palacio de cristal, que es algo así como un símbolo del progreso tecnológico y de la civilización, acoge el deseo utópico. Sin embargo, un año después, Dostoyevsky publica Memorias del subsuelo, en 1864, que es una respuesta a la novela Qué hacer?, y es una respuesta que gira precisamente en torno al palacio de cristal, que a Dostoyevsky le parece fue a visitarlo personalmente, luego apareció en exposiciones universales de años posteriores, el palacio se volvió a montar después. Y Dostoyevsky fue a verlo en persona y le pareció algo horroroso, un símbolo de la civilización que va a arrasar con el individuo y va a crear rebaños en lugar de personas. Bueno, después de esta primera comparecencia de utopía y distopía alrededor del palacio de cristal, siglo XIX, segunda mitad, empiezan a aparecer los primeros relatos, los primeros relatos distópicos, las primeras novelas distópicas. En 1846, antes de lo que os he comentado, apareció Lo que será el mundo en el año 3000, de Emile Souvestre, un autor francés, el creador del personaje Fantomás, que puede ser considerada con toda justicia como la primera distopía de la historia. Es una distopía anticapitalista, pero es una distopía anticapitalista de derechas, porque lo que se está expresando... Lo que se está expresando ahí es la nostalgia por un capitalismo anterior y un rechazo del capitalismo industrial. Nada que ver con el socialismo ni nada por el estilo. La primera distopía de la historia es una obra conservadora. Además, está llena de párrafos racistas, antifeministas... Es una delicia realmente el libro. Empezamos el siglo XX y empezamos fuerte con la Primera Guerra Mundial. Empezamos de la Primera Guerra Mundial, bueno, lo hacemos como si se tratara de un acontecimiento histórico más, pero supuso un shock y un trauma colectivo de una magnitud colosal. El impacto que tuvo la Primera Guerra Mundial sobre el estado de ánimo de Europa y de Occidente en general, y sobre todo el impacto que tuvo entre los intelectuales, los escritores, etc., fue absolutamente demoledor. La fe en el progreso, la fe en la razón, la fe en la tecnología empezó a verse seriamente afectada. La tecnología había sido utilizada para arrasar a seres humanos. ¿De qué progreso estamos hablando? ¿Esto era del progreso? Esta guerra es fruto del progreso tecnológico. La fe en el progreso empieza a erosionarse, al menos en la alta cultura. Y empieza a ponerse en cuestión. A partir de la Primera Guerra Mundial se puede comprobar empíricamente cómo el número de utopías literarias empieza a descender. El número de utopías literarias publicadas empieza a descender de una manera muy acusada y, sin embargo, el número de distopías se dispara. Esta tendencia se verá fortalecida con la Gran Depresión de 1929. Tenemos la Segunda Guerra Mundial, los totalitarismos, los campos de concentración, la bomba atómica, la amenaza nuclear, todos los temores, todos los miedos que se generaron a partir de entonces. Y es verdad que durante la primera mitad del siglo XX aparecieron algunas utopías, pero cuantitativamente... ...eran mucho menos que las que se publicaron en el siglo XIX, infinitamente menos. Y cualitativamente ninguna tuvo la influencia de las utopías del XIX de Edward Bellamy, William Morris y compañía. La utopía empezó a convertirse en un género marginal a nivel literario. El número de utopías empezó a descender. En 1950 tenemos Walden II de Skinner. Probablemente... ...una gran utopía que apareció ahí en medio, pero como una isla muy solitaria. Y las distopías ya empezaban a dominar el mercado editorial. En el plano de la literatura y en el plano del pensamiento, pues qué vamos a decir... ...en el plano del pensamiento cada vez más fueron más los pensadores que se posicionaban de una manera muy escéptica, muy pesimista ante las ideas de progreso, racionalidad, tecnología, etcétera. También... ...la filosofía, la sociología, la historia empezó a distopizarse. Bueno, prueba de esto que estoy diciendo... ...es este libro que tenemos en pantalla. Es de 1953. La imagen del futuro. Está escrito por el sociólogo Fred Pollack. Y es increíble, es increíble que este libro no se haya traducido y se haya reeditado... ...y se le dé más... ...más cancha, porque si lo lees sin saber el año en el que se publicó, parece que esté hablando de nuestra situación actual. En este libro Pollack advierte que los imaginarios colectivos de Occidente se están desutopizando. Que la utopía está en retirada. Y que, sin embargo, estos imaginarios están empezando a ser colonizados por la distopía. Por todo tipo de pronósticos agoreros y funestos del futuro. Las imágenes tremendistas del futuro están sustituyendo, dice Pollack, ya entonces, 1953, a las imágenes esperanzadoras. Pero no fue el único. Para comprobar que nuestra situación no es nueva, voy a citaros una serie de libros que aparecieron a partir de 1953 que todos tenían como tema la crisis de la utopía y el auge de la distopía. Tenemos en 1960 nuevos mapas del infierno de Kingsley Amis, que plantea a partir de las guerras mundiales, los totalitarismos, la amenaza atómica, etc., y a partir de esas variables da la cuenta de esta desutopización de la cultura. En 1962 tenemos el libro de Charles Walsh de la utopía. A la pesadilla. Es que el título ya es muy significativo, de que están hablando ya de algo muy parecido a lo que tenemos hoy. En 1967, Mark Hillegas, el futuro como pesadilla, que lo tenemos ahora en las imágenes. En 1972, tenemos aquí John Maddox, el síndrome del fin del mundo. Donde realiza un estudio de todas las predicciones catastrofistas sobre finales del mundo, sobre la llegada de totalitarismos atroces que existían por doquier a finales de los 60. No hemos de olvidar que finales de los 60 es la época donde todo tipo de bestsellers sensacionalistas, catastrofistas inundaban las estanterías. Los temores eran la amenaza atómica, la superpoblación, el número de distopías literarias y cinematográficas publicadas desde mediados de los 60. En adelante es descomunal. De 1965 a 1975 hay una época dorada de la distopía ya. Hay clásicos del género ahí. Y bueno, es verdad que... En 1970 se publicaron tres distopías muy importantes a propósito o como efecto de los movimientos contraculturales de finales de los 60. Esos movimientos contraculturales que protagonizaron los movimientos 68istas dejaron su impacto en la ciencia ficción y provocaron que la utopía viviera una especie de revival. Y aparecieron ecotopía de Skalemeyer. Un clásico del género utópico que merece ser tomado en consideración no solo por su actualidad, quizá ahora es más actual que cuando se publicó a mediados de los 70, sino porque ya plantea... Un modelo de utopía diferente al clásico. Aquí, en este libro, ya no encontramos una sociedad perfecta como las utopías clásicas. La idea de perfección, la idea de armonía absoluta, empieza a cuestionarse dentro de la utopía, de la poca utopía superviviente desde principios de los 70. Tenemos ecotopía, tenemos el hombre-hembra de Johanna Rusch, un clásico de la ciencia ficción feminista. Tenemos aquí la portada del hombre-hembra de Johanna Rusch, La mano izquierda en la oscuridad de Ursula Le Guin. Y bueno, es la época en la que se publica, para mí, la gran utopía, probablemente desde mi punto de vista, de toda la historia. Habrán habido utopías. Habrán habido utopías que habrán vendido más o que serán más citadas o más conocidas. Pero esta es probablemente el punto de partida, en mi opinión, de todo intento por recuperar la utopía. Y me estoy refiriendo a Los desposeídos de Ursula K. Le Guin, que aparece también a mediados de los 70 y que ya plantea una utopía en la que no hay perfección alguna. Hay todo tipo de injusticias también, de imperfecciones. La utopía está cambiando. ¿De acuerdo? En medio de un absolutismo distópico. Esto es lo que sucedió a mediados de los 70. Y desde entonces, a nivel literario, la utopía prácticamente desaparece. A partir de esas novelas que hemos comentado ahora, prácticamente desaparece. Y bueno, ese trayecto histórico que hemos hecho aquí encuentra un espaldarazo definitivo. Un espaldarazo definitivo con la aparición del neoliberalismo a lo largo de los 70, a partir de la crisis del petróleo en 1972. El capitalismo keynesiano que se había instalado después de la Segunda Guerra Mundial, que era un capitalismo de corte social demócrata, entra en crisis, una crisis mundial, y es sustituido por el capitalismo neoliberal globalizado, mundializado, del que disfrutamos hoy. Fue puesto en práctica muy pronto. Fue puesto en práctica muy pronto por Margaret Thatcher, Pinochet, Ronald Reagan. Y poco después tendríamos un evento crucial, ¿no? Para entender este proceso de auge de la distopía y crisis de la utopía, que sería la caída del Muro de Berlín, en 1989. Este acontecimiento, el impacto que tuvo sobre los imaginarios prospectivos del futuro, y sobre la conciencia política de la gente, fue tan brutal como la Primera Guerra Mundial, inclusive más. Porque tuvo lugar en un momento donde el statu quo neoliberal ya estaba muy bien asentado, y fue vendido por el establishment como la prueba... La prueba empírica, no la prueba teórica, la prueba empírica de que la utopía había fracasado, de que había terminado la utopía, de que la utopía había muerto. Y algo más, que debíamos alegrarnos porque los intentos por llevar la utopía a la práctica habían acabado creando infiernos sobre la tierra, totalitarismos salvajes que dinamitaban la dignidad de las personas. Dentro del propio activismo, este evento también tuvo consecuencias demoledoras porque lo que propició la caída del muro de Berlín fue aglutinar todos los fracasos y todos los fracasos previos. Fracasos que ya habían minado la esperanza de los activistas. La represión... La represión soviética de la primavera de Praga. La revolución cultural de Mao Tse Tung, con millones de muertos. Los gemeles rojos en Camboya. El carácter totalitario de la Unión Soviética. Hechos así, habían erosionado la ilusión de los militantes por crear un mundo mejor, por poner en práctica la utopía. Habían erosionado la esperanza. Y supusieron unas decepciones enormes, unos desengaños terribles entre la gente. Y el muro de Berlín aglutinó todas esas decepciones que ya venían de antaño en un único acontecimiento y eso se hizo muy difícil de digerir. Desde entonces, la política utópica se encuentra en franca retirada, en el sentido amplio de la acepción de política utópica. Los activistas todavía siguen en estado de shock, una especie de duelo. Me da la sensación de que no se ha sido capaz de superar esto, este acontecimiento que dio alas ya de manera definitiva a la utopía. En tanto en cuanto, la lección que se extrajo de eso, lección que todos hemos interiorizado, no se salva nadie, fueron dos lecciones en realidad. La primera, el famoso tiroteo. No hay alternativa. Que era la frase con la que respondía Margaret Thatcher cuando le preguntaban por qué quitaba la leche de los comedores escolares o diabluras por el estilo. Ella contestaba, no hay alternativa. There is no alternative. Y se ha instalado dentro de nuestras neuronas este dictamen de que más sea del capitalismo, no hay nada. No hay nada. No es el mejor de los mundos posibles en el que habitamos. Ni muchísimo menos, pero es el menos malo. Es el menos malo porque los intentos que han habido por sustituirlo han salido más. Y que más y que menos piensan estos temas. Y esa sería un poco la historia que nos ha traído hasta aquí. En el 2001 los atentados de las Torres Gemelas, en el 2008 la crisis financiera internacional y son ese tipo de eventos y este proceso de distopización el que hoy día se manifiesta de una manera muy intensa, más intensa que nunca. Pero no es como hemos visto un fenómeno nuevo. Francisco, has hecho ahí un recorrido histórico que malos tiempos para la utopía, ¿no? Sí. Qué triste, ¿no? Luego en el coloquio hablaremos. Pero podrías un poquito comentar este auge de la distopía en este recorrido histórico que verdaderamente nos ha aclarado mucho cómo ha sido pasando de una etapa a otra, marcando muy bien la relación con los hechos históricos. El auge hoy actualmente de la distopía, ¿qué aspectos diferenciales…? ¿Qué aspectos diferenciales has visto tú en tus análisis tan profundos? Sí. Bueno, siendo verdad que el superávit de distopías y el déficit de utopías no es nuevo, lo acabamos de ver, siendo verdad eso, no menos cierto es que nuestra situación actual tiene elementos diferenciales y únicos, ¿de acuerdo? ¿De acuerdo? Es un resultado de un proceso, pero la dialéctica utopía-distopía tal cual se encuentra hoy posee aspectos que antes no existían. Hay muchos, pero me centraré en tres. Del más obvio al menos. Bueno, el más obvio es que pese a que en los años sesenta, como comentaba antes, y setenta, la distopía ya era muy célebre. En la literatura y en el cine jamás, jamás tuvo el éxito mainstream, el éxito popular que tiene hoy. Hoy estamos hablando de un género de masas, de una moda masiva, que cuenta con infinidad de blockbusters, bestsellers, de las series más vistas cada año hay distopías, de las novelas más vendidas hay distopías. La película Los Juegos del Hambre… Aquí tenemos la portada de la novela. Recaudó mil millones de dólares. Se han vendido centenares de millones. Eso jamás ocurría antes. Podía existir alguna distopía más famosa en el cine, pero la distopía siempre fue un género de la ciencia ficción salpicado con éxitos muy puntuales. Sí que pasaban pronto, pasaban, se olvidaban pronto. Pero hoy es una industria. Hoy es una fábrica de producir éxitos. Por tanto, ese sería el primer elemento diferencial. La cantidad de distopías, la cantidad de distopías y el éxito que éstas tienen no tiene precedentes en la historia. El segundo aspecto diferencial es que, desde mi punto de vista, la distopía hoy ya no es sólo un género literario o un género cinematográfico o incluso un género ensayístico, porque hay muchos pensadores que piensan en términos distópicos. Yo diría que es la manera común. La manera cotidiana de ser y de estar en el mundo. La mentalidad se ha distopizado, la mentalidad de las personas se ha distopizado. El espíritu de los tiempos, el imaginario colectivo se ha distopizado. Y eso lo vemos, sólo hay que echar un vistazo a las noticias. Las noticias son un aluvión de amenazas sobre el futuro, de catástrofes que van a llegar. De... De todo tipo de peligros, de amenazas, de riesgos. Ya en los años 80 apareció el concepto de sociedad del riesgo. Una sociedad dominada por el miedo. Una sociedad en la que el elemento esperanzador se esfuma y el temor lo embarga todo. Años 80. Bauman habla de época... De vivir en una época de absoluta incertidumbre. Ya no hay sólidos a los que cogernos. No hay esperanzas. Cuando se mira al futuro, se plantea siempre en términos muy agoreros. Y las previsiones son siempre muy catastrofistas. El futuro se ha convertido en el hábitat de todas nuestras pesadillas. No se proyectan imágenes positivas del... Del futuro. Será por hecho, ya, que nuestros hijos van a vivir peor que nosotros. Se ha convertido eso en un eslogan. Se está ya sentenciando a los pobres niños. Vais a vivir peor que nosotros. Tiene toda la pinta de una profecía autocumplida. Estaría muy bien que algún niño dijera... ¿Y por qué vamos a vivir peor que vosotros? ¿Dónde está escrito eso? Si seguen las tendencias, sí. Pero es que las tendencias pueden cambiar. Se pueden alterar. No estamos delante de ninguna fatalidad. De un destino... Absolutamente ciego que nos determina. Y en tercer lugar, el elemento diferencial del auge de la distopía hoy... Respecto a los auges anteriores... El más importante probablemente de los tres... Es que por primera vez en la historia... La distopía no sólo gana a la utopía... Porque eso ya había pasado en el plano literario... Sino que... La distopía tiene lugar en un contexto en el que no existen alternativas al capitalismo. En los años 60, cuando la distopía ya dominaba el mercado editorial, existía una alternativa oficial al capitalismo, todo lo decepcionante que queramos, pero existía una alternativa al capitalismo. Y luego, en movimientos más pequeños, en colectivos más minoritarios, existían todo tipo de alternativas hipotéticas al capitalismo. Hoy no. Por las razones que comentábamos antes, no tenemos una alternativa. De momento no la tenemos. Eso no significa que no la vaya a haber. Algún día habrán alternativas al capitalismo, pero hoy la verdad es que no las tenemos. Lo reconocen ya hasta los autores más radicales dan por bueno. Claro, es que hay que asumir de dónde estamos partiendo para intentar hacerse eco de la situación. Y el caso es que los años 60... Los años 60, por ejemplo, cuando las distopías en la literatura triunfaban y las utopías en literatura ni estaban ni se las esperaban, no habían prácticamente, la utopía seguía en marcha. Fuera de la literatura, la utopía seguía su camino. En el ámbito de la política teníamos el movimiento hippie, teníamos los movimientos contraculturales, teníamos los kibbutz israelíes, teníamos los movimientos... Como los Pantera Negra en Estados Unidos. Teníamos los movimientos de decolonización. A nivel político, la utopía, el deseo de un sueño más justo, seguía manifestándose y seguía teniendo una importancia muy importante en el día a día de la cultura. Y a nivel teórico, a nivel filosófico, pues teníamos el situacionismo, el fraudomarsismo, las corrientes tardías del existencialismo... En los años 60, la utopía todavía vivía. No en literatura. Literatura ya prácticamente que no... Lo que pasaba en la literatura era una avanzadilla de lo que iba a pasar después en la política y en la filosofía. Pero hoy día no. Hoy día es verdad que en los últimos años, en los últimos tres o cuatro años se está viendo como signos de que se está reutopizando un poco el ambiente. Porque se ha tomado conciencia de esta... De que este déficit de utopías y este superávit de distopías tiene aspectos muy negativos a la hora de gestionar políticamente la realidad. Y que no es conveniente. Dentro de la propia ciencia ficción hay un montón de autores que ya están advirtiendo que hay que intentar equilibrar las distopías con utopías, que es necesario recuperar la utopía. Y dentro del activismo también está habiendo una conciencia de que... Además de criticar el sistema, además de decir lo mal que estamos, lo mal que va todo, hemos de no ceder a la tentación de pintar futuros catastróficos únicamente y de que también es necesario volver a la utopía. Es algo que está empezando ahora a mostrarse a niveles muy pequeños todavía, pero lo cierto es que el escenario en el que se ha producido este éxito sin parangón de la distopía es el de un escenario dominado completamente a nivel material y a nivel ideológico por el capitalismo. Y hasta aquí, hasta aquí llego. Ya quiero que me pregunten si quieren. Francisco, que tenías más fotos, ¿eh? Tenías más fotos, ¿eh? Hombre, el cuento de la criada, algo de Black Mirror, ¿no? Nada más por esto lo digo porque como tú has hablado en la actualidad y toda la ficción que tenemos... Sí, he guardado el cuento de la criada conscientemente. No, no, no. Para cuando salga un tema que seguro va a salir. Vale, pues bueno, como muy bien... Bueno, ya tenemos una pregunta aquí, ¿eh? En el chat. Ahora, yo le voy a lanzar una pregunta... Bueno, yo te lo voy pasando. Francisco, ¿es más fácil escribir una distopía que una utopía? No lo sé. La verdad es que no lo sé. ¿Por lo que tú has leído? A día de hoy sí. Pero bueno, no estoy acostumbrado a esto de... A día de hoy no cabe ninguna duda que es más fácil escribir una distopía que una utopía. Por la sencilla razón de que nuestra imaginación se ha distopizado. Entonces, yo podría escribir en una hora, si me dejarais, un manual para escribir todas las distopías que queráis. Aunque no hayáis leído ninguna. Los tópicos que tenéis que... ¿Qué? Tener en marcha. Porque cualquier persona que haya visto o leído varias distopías podría pillar algunos de esos tópicos. Si no todos, algunos de los que aparecen. Pero ni tan siquiera posiblemente haría falta. Porque solo con ver el telediario y exagerando un poco ya tienes una distopía. Es lo que hace Gears and Gears, la serie Gears and Gears, que tuvo tanto éxito, si no me equivoco, en el 2019. Es el telediario con un poquito de picante. Ya tienes una distopía montada. El problema es la utopía. Porque el problema del que estamos hablando aquí, y al que yo me he estado refiriendo todo el rato sin aludirlo, es el del colapso de la imaginación utópica. La imposibilidad de imaginar futuros distintos y mejores que el capitalismo. Que no sean esos futuros de antaño, ¿no? Del Palacio de Cristal de Chernyshevsky, cosas así. Eh... De ahí la famosa frase que todo el mundo cita hoy día, de Freddy Jameson, que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Bueno, es más fácil imaginar cualquier cosa. Es más fácil imaginar la inmortalidad de los seres humanos. De hecho, oye, resulta más factible. Que en el futuro los seres humanos puedan vivir 300 años gracias a la biotecnología, por ejemplo, eso al común de los mortales nos parece más factible a que dentro de 300 años la humanidad viva en una sociedad poscapitalista, próspera, avanzada y justa. Lo primero que lo segundo. Ha habido como un cortocircuito ontológico ahí, porque lo que antaño parecía imposible, la eterna juventud, por ejemplo, se ha vuelto posible. Y lo antaño posible, la creación de una sociedad poscapitalista por medio de la acción colectiva, se ha vuelto imposible o bastante imposible. Me refiero en cuanto a los imaginarios populares. Imaginarios colectivos, etcétera. Entonces, desde luego, escribir una utopía hoy es francamente difícil, muy difícil porque ya hemos sido educados en una sociedad donde el concepto mismo de utopía, el único concepto de utopía que pervive es el peyorativo y el futuro está colonizado absolutamente por el sistema, el futuro ya está habitado por el sistema y por mucho que tú intentes a nivel individual, imaginar un futuro poscapitalista no te va a salir nada porque el sistema ya está allí en el futuro, ya está allí, ya ha colonizado las representaciones del futuro. Aparte de que no es un problema individual de ponernos a pensar individualmente en el futuro porque la raíz de ese cierre de la imaginación, la raíz de ese colapso de la imaginación utópica es de tipo estructural, es de tipo social, no es de tipo individual. Francisco, es que al hilo de lo que estás comentando, bueno, están animadísimos en el chat. Te voy preguntando. ¿Considera que el fracaso de las utopías, la crisis de confianza en el progreso de la humanidad, el hundimiento de las ideologías, en general la pérdida de la esperanza de un futuro mejor, encuentran a la distopía una escapada del presente pero también una forma de conformismo con la realidad? Sí, aquí. Sí, seguramente. En mi primer libro, Soñar de otro modo, para que no se me acuse de partidista de por sí, yo realicé una crítica creo que bastante radical a la utopía. La utopía clásica acabó de muy mala manera, se echó a perder y yo realizo un análisis ahí. ¿Qué es lo que fallaba en la utopía? ¿Qué es lo que a mi juicio fallaba? Yo acudí a los textos a ver qué es lo que pasaba en el texto utópico para desembocar en este tipo de totalitarismos, etc. Quiero decir que el fracaso o la crisis de la utopía... La tiene bien merecida porque la utopía clásica era un aparato discursivo que estaba montado con conceptos y con dualismos muy peligrosos, muy peligrosos. Las críticas que las distopías realizaron y realizan de las utopías a veces están bien lanzadas y son merecidas. En ese sentido, no voy a ser yo quien lamente el haber perdido la utopía. Bueno, sí, lo lamento, pero nos hacen falta utopías, pero desde luego tienen que ser nuevas. Tenemos que crear utopías nuevas y construidas a partir de otros conceptos, utopías antiautoritarias, que no descansen sobre dualismos, disyunciones falsas. Las utopías de antaño no nos sirven y en ese sentido no me provoca ninguna tristeza que hayan caído en el descrédito en absoluto. La distopía, preguntaba el asistente o la asistente... Una escapada. Una escapada del presente, pero también una forma de conformismo con la realidad. Claro. Tomadas a nivel global, las distopías de manera inevitable acaban justificando, legitimando el presente. Hay muchas distopías, lo sé, y últimamente bastantes, que tienen la sana y la loable pretensión de cuestionarse. Otras no. Otras lo fomentan de manera voluntaria. Pero a veces las distopías más progresistas fomentan también de manera involuntaria el sentir de que el futuro es peor y de que el presente, bueno, aunque sea horrible el presente, al fin y al cabo no está tan mal. Peor sería vivir en el mundo de la película que acabo de ver. todavía podemos ir a peor. Dentro de lo que cabe, a nosotros no nos obligan a participar en concursos donde nos tenemos que matar unos a otros. Dentro de lo que cabe, a las mujeres no nos obligan a vestir de rojo y a ser violadas por generales del ejército. El mundo en el que vivimos es muy injusto, pero oye, esto es un peligro muy grave que va asociado al consumo de distopías, que es lo que en mi libro le dedico un capítulo a este tema, llamo blanquear el presente. A veces se hace de una manera voluntaria, porque si tú escribes una distopía, por ejemplo en el siglo XIX aparecieron centenares, centenares de distopías antisocialistas que se repartían gratuitamente en las fábricas para que los trabajadores comprobaran qué pasaría si el socialismo alguna vez triunfaba. Entonces eran novelitas bastante malas, puramente propagandísticas, que describían futuros donde el socialismo había triunfado y sucedían cosas tan horribles como que las mujeres no se distinguían de los hombres, que las mujeres ya no criaban a los hijos sino que trabajaban. Que no habían empresas, que no existía el amor, porque el socialismo no solo acaba con la propiedad privada, acaba con el amor. Donde no habían lugares de ocio, donde se ejecutaba a las personas que expresaban que tenían un intelecto superior a la media. Bueno, cosas así. Obviamente esas distopías tenían la explícita intención de justificar. Justificar el presente suyo. Vivimos en una sociedad capitalista y yo escribo esta novela para defender el capitalismo. Pero aunque no lo hagas así, aunque tú quieras atacar al capitalismo, al final vas a tener que comparar el presente con un futuro peor. Y al hacerlo caes en la trampa que hemos comentado. Francisco, mira, al hilo de lo que has comentado voy a introducir dos cositas. Por ir reordenando las preguntas. Por favor. Dice, ¿no cree que...? Dice, ¿piensa que la utopía de Tomás Moro está ahora más que nunca en ninguna parte? ¿Utopías y distopías como medio de control dentro de cada agenda política? Y como también preguntan, ¿dónde podría situar un mundo feliz de Hasley? Entonces, un poco luego te lanzo otras preguntas, pero un poco al hilo de lo que has ido comentando. Creo que ya algunas están contestadas. Bueno. Todas las preguntas muy interesantes dan para mucho. ¿La utopía de Tomás Moro en ninguna parte? Bueno, la utopía de Tomás Moro oficialmente fue la primera como tal. Hubieron precedentes, pioneros, precursores y tal, pero el género se abre... Con su utopía de 1516, él fue el creador del propio concepto de utopía, que fue un neologismo que le inventó a los humanistas del Renacimiento. Les gustaba jugar con los términos clásicos, como todos sabemos, y mezcló ahí. Bueno, desde luego la utopía de Tomás Moro es una de esas utopías que decía que mejor que hayan pasado de historia. ¿Qué nos interesa de la utopía de Tomás Moro y de las utopías clásicas o incluso de las utopías del siglo XIX? ¿Qué podemos rescatar de ahí? Pues simplemente el deseo. Lo único, desde mi punto de vista, salvable de esas obras es el deseo de un mundo mejor. Pero el contenido de esas novelas, desde luego que no. O sea, ese deseo utópico está hoy en ninguna parte. Yo creo que está. ¿Dónde está el deseo utópico hoy? ¿Ha desaparecido? Desde luego que no. El deseo utópico no ha desaparecido de repente. El deseo utópico sigue estando ahí. Lo que sucede es que ha abandonado el ámbito de la política transformadora y se ha ido hacia otros lugares. Por ejemplo, sabéis que la tecnología siempre ha sido un receptáculo de deseos utópicos. Pues bien, hoy la tecnología ha sustituido a la política como sede del deseo utópico, como sede principal. Habitualmente, lo político y lo tecnológico están fusionados en la utopía estándar. Son elementos que se fusionan. La política usa la tecnología, etcétera, y al contrario. Pero hoy día, la gran utopía actual no es política. La gran utopía actual es tecnológica y es el transhumanismo. El transhumanismo es el que está absorbiendo el deseo de un mundo mejor. Desde luego no es un deseo político porque es un deseo individual, individualista, pero es el que está absorbiendo esas energías, esos deseos. El descontento del individuo de clase media occidental que se ve envejecer y le produce angustia porque se ve incapaz de procesar el envejecimiento. Porque necesitamos estar siempre bien, con buena imagen, tener relaciones, estar activos. Son las exigencias que se nos lanzan y delante del envejecimiento aparece este programa, este proyecto que promete un futuro en el que, gracias a diferentes tecnologías, depende del autor, pues se pone el acento. Una tecnología u otra, el envejecimiento se detendrá, nuestras capacidades cognitivas mejorarán, nuestras capacidades morales mejorarán también, porque se supone que con la ingesta de pastillas o modificaciones de ADN se podrá eliminar la agresividad del ser humano. Él es el receptáculo utópico principal hoy. La utopía y la distopía son mecanismos de control. Desde luego, la utopía lo ha sido también, no solo la distopía. Yo por eso decía que en mi anterior libro critico básicamente a la utopía. La utopía también ha sido un mecanismo de control, no solo la distopía. La distopía, lógicamente y obviamente hoy lo es. Porque aunque la distopía en cuestión critique al capitalismo, al capitalismo no le produce ningún tipo de temor ni de inquietud. El capitalismo convive muy bien, el capitalismo actual convive muy bien con las críticas y es el propio capitalismo el que produce, financia y divulga las distopías anticapitalistas. Esto puede parecer una paradoja, pero bueno, una multinacional como Pi. Pixar te saca Wall-E, por ejemplo. Y una multinacional como Netflix, pues saca El Juego del Calamar. El Juego del Calamar no es una distopía tal cual, pero tiene elementos distópicos y tal. Es así, el capitalismo hoy saca beneficio de los relatos anticapitalistas. La distopía es un género que le viene muy bien porque es crítica sin alternativa. La distopía es una crítica del presente, a veces, porque a veces... A veces no critican el presente. A veces la distopía... Hoy día hay distopías que critican sistemas que parecen salidos de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, películas como Equilibrium o sagas como Divergente o los propios Los Juegos del Hambre están criticando sistemas políticos que no tienen nada que ver con el actual. Quien crea que Los Juegos del Hambre están criticando el presente, yo no sé qué película o qué novela ha visto porque ese mundo no tiene nada que ver con el presente. Nada. Puedes hacer alguna comparación odiosa, muy baladí, pero no es una obra anticapitalista Los Juegos del Hambre. Todo lo contrario. Lo que se está demonizando ahí es la planificación social, el colectivismo, que se pintan con los colores cénebres y siniestros de costumbre dentro del género distópico. Pero aunque las distopías sí que critiquen, aunque algunas distopías como El Juego del Calamar... Y productos parecidos, 3%, El Corredor del Laberinto, es que hay un montón. Aunque algunas distopías sí que critiquen el capitalismo, es el propio capitalismo quien las produce. Es que el capitalismo está muy cómodo con la distopía porque tiene a los posibles adversarios enfurruñados todo el día desenmascarando las injusticias del mundo, pero sin proponer ninguna alternativa. Que es lo que de verdad... El sistema, por pura lógica, le intrancalizaría algo, le daría algo de temor al sistema ver que la gente está empezando a gestar alternativas mejores que lo que hay. Pero no, la distopía, en tanto que no propone ninguna alternativa, pues al sistema le viene perfecto. También la utopía... Fue un mecanismo de control en su día en los países totalitarios y hoy día en Corea del Norte se vende a la población que está viviendo en el mejor de los mundos posibles. Y en la utopía es un uso, desde luego, mezquino, absolutamente mezquino del término utopía, pero la verdad es que también puede servir a esos fines de control. Y no olvidemos algo, la utopía que está en crisis es la utopía transformadora, la utopía de emancipación, pero además del transhumanismo hay una utopía que goza de muy buena salud, que es la utopía neoliberal del mercado, dueño del mundo y sin Estado. La utopía del fin del Estado, la utopía anarcocapitalista, que es muy... Muy célebre en Estados Unidos, entre los seguidores de Ayn Rand, Robert Nozick, es muy célebre allí. La utopía anarcocapitalista del fin del Estado y de una civilización en la que todo el poder cae en manos del libre mercado y de las empresas. Esa utopía, esa sigue vigente, tiene muchos seguidores, hay un montón de filósofos del derecho en Estados Unidos que la trabajan, hay mucha ciencia ficción. Porque se mueve alrededor de esa utopía política que mantiene buenas relaciones, por otra parte, con el transhumanismo. Más o menos hay una venencia ahí, una especie de sintonía. Aunque el transhumanismo puede adquirir, y de hecho adquirió en el pasado, el proto-transhumanismo adquirió en el pasado contenidos de izquierdas, pero hoy día sintoniza bien con esta utopía neoliberal. Y la última pregunta... ¿Un mundo feliz es una utopía o una distopía? Bueno, de manera oficial es una distopía, todo el mundo lo sabemos. Pero puede darse el caso que haya gente que la considere una utopía, y de hecho se ha dado. Ahora lo explicaré. Todos sabemos que la utopía de uno puede ser la distopía de otro. Que yo puedo tener una propuesta utópica... ...te la presento, la lees y a ti parecerte un infierno. Y decirme yo no quiero vivir en ese mundo que a ti tanto te gusta, por favor no me invites a ir ni un fin de semana. La utopía de uno puede ser la distopía de otro. Pero de lo que se ha hablado menos es que también puede ocurrir que la distopía de alguien puede ser la utopía de otro. Se da menos, pero puede suceder. Sobre todo en un tipo de distopías... ...que yo llamo en el libro distopías puritanas. Son distopías que recrean futuros en los que la gente no trabaja... ...porque las máquinas y la tecnología realizan todas las labores o trabajan muy poquito. Y se pasa todo el día en fiestas, orgías, drogándose, disfrutando. Son futuros de placer desorbitado. Y un mundo feliz entra ahí. Un mundo feliz, hay más, como por ejemplo la fuga de Logan también, que esa fue muy famosa a principios de los 70. Un mundo feliz, el año pasado hicieron una adaptación en serie televisiva muy mala, pero tenía este discurso puritano detrás. Hay que trabajar, si no trabajamos mira cómo acabaremos, en orgías, oh Dios mío, qué es esto. Bueno, yo personalmente si me invitaran a esa distopía yo sí iría a pasar al menos algún fin de semana esporádico allí, harían mis escapadas. Y esas distopías sí pueden ser consideradas... Utopías por algunas personas. Por ejemplo, en este canon también entraría Farenheit 451, de cierta manera. También es una sociedad muy hedonista, donde la gente no hace esfuerzos laborales de ningún tipo, se pasa el día viendo la televisión, charlando con los amigos, de reuniones y tal. Bueno, yo puse a unos alumnos de bachillerato la película de De Truffaut, que fue la primera distopía. Que yo vi en mi vida, la vi desde muy pequeñito. Y bueno, el tiempo no pasa en balde, pero bueno, les puse la película de Truffaut, la adaptación que hizo Truffaut de la novela de Bradbury. A mis alumnos, todos sabemos que Farenheit 451 habla de un futuro en el que la lectura está prohibida, toda la cultura se basa en la imagen y quienes leen y son descubiertos son detenidos, incluso justiciados. Los rebeldes guardan libros. Los rebeldes guardan libros en sitios escondidos en las casas y los bomberos de ese futuro se dedican a perseguirlos y a quemar esos libros. Y bueno, los insurgentes habitan los bosques, escondidos en los bosques, y cada uno sabe de memoria un libro. Y están esperando a que esa civilización de la imagen tecnológica se autodestruya para poder volver e imprimir esos libros que ellos han memorizado y que transmiten a sus hijos. Es una obra que nunca se olviden. Es una obra excepcional, una de las mejores distopías, en mi opinión, jamás escrita, muy bonita. Puse la película a los alumnos y bueno, a los alumnos les parecía una utopía. ¿Por qué? Un mundo sin libros. ¿Dónde puedes estar todo el día delante del televisor y de la pantalla sin ser acusado por tu padre de vago? De que te vas a volver loco, de que las neuronas se están quemando, de que te apartes de ahí. Un mundo donde el consumo de la pantalla no solo está bien visto, sino que está incluso fomentado por el propio sistema. Para ellos los libros son una cosa de mayores y los asocian a los deberes, a las clases. Ellos forman parte ya de una generación posliteraria y absolutamente digitalizada. Yo, desde luego, no soy nada catastrofista al respecto porque tengo que predicar con el ejemplo y no me quiero poner distópico en este tema, aunque tengo mis dudas, obviamente, pero bueno, no necesariamente va a tener que salir mal esto, ¿no? Ya veremos qué sale de toda esta generación de gente que no vea. Pero a ellos les pareció una utopía. Farenheit 451, algunos más, algunos menos, pero me llamó la atención y me inspiró para escribir uno de los capítulos del libro también ese incidente. Y un mundo feliz mucho más. Un personaje de las partículas elementales de Michel Houllebecq, que es un profesor de secundaria, lo dice tal cual. Dice, un mundo feliz... Nos vende como una distopía, pero parémonos a pensar un poco. Es una sociedad donde no se trabaja, donde todo el día lo tienes de fiesta, donde vives con una salud plena y en un estado físico de adolescente veinteañero hasta que cumple los 60 años. Después, a los 60 años, te tomas una pastillita y en medio del placer te mueres y ya está. Entonces dice, es la sociedad a la que aspiramos, una sociedad de eterna juventud, de placer, de confort. Y en el 2020, creo, Luis G. Martí publicó en Anagrama un ensayo que se llama El mundo feliz, un pequeño ensayo donde él defiende que la distopía, un mundo feliz, debe convertirse en nuestra utopía. Es el tipo de sociedad que debemos de perseguir. A la pregunta, ¿puede ser un mundo feliz una utopía? Sí. Bueno, pues mira, te van lanzando, te van lanzando. La obra de Orwell... ¿La obra de Orwell es distópica o crítica? No sé muy bien a qué se refiere con esa diferenciación. Con la idea de que la obra de Orwell es distópica o crítica. Sí. Te añado un poquito mientras vas ordenando, porque hay otras preguntas aquí que pueden encajar en cuestiones que ha sido lanzando. ¿Cree que la juventud actual es infinitamente más utópica que sus padres? ¿De qué forma un aumento cuantitativo de materiales...? ¿Qué material literario utópico podría cambiar o qué movimientos podría aportar a la sociedad actual? Que enlaza con la siguiente. ¿Piensa que la falta de valores o la anomía explican la falta de utopías? Bueno, Francisco, tienes ahí... Luego, el público, por favor, anímense, ¿eh? Ay, sí, disculpen. Nada, vuelvo, vuelvo, vuelvo. Perdone, perdone, vuelvo. Bueno, vamos a escuchar... Ah, no, ya está apagado. ...de Orwell. ¿Distopía o crítica? Bueno, estaba comentando que hay analistas que defienden que 1984 es una novela conservadora, antisocialista, un panfleto. Y hay otros analistas que sostienen que no es para nada una novela conservadora. Es verdad que la CIA desde el principio estuvo merodeando alrededor de la obra de Orwell y que le propusieron hacer el guión para la adaptación cinematográfica que finalmente se rodó en 1952. Orwell se negó y la primera adaptación cinematográfica de la película es una lectura de Orwell de aquella manera. Pobre Orwell, yo creo que no estaría contento con las lecturas conservadoras y con la utilización conservadora que se ha hecho de su obra a lo largo de la historia hasta hoy mismo. Se ha tergiversado, en mi opinión. Pero claro, bueno, hay algo en la distopía, incluso la de Orwell, que la hace asumible por los conservadores. Eso es así y es el método del que hablábamos antes que te hace sí o sí caer en ese círculo vicioso de justificar lo que hay. La juventud más utópica hoy que sus padres. Yo creo que no, sinceramente. Yo creo que todo lo contrario. Mi experiencia, y es una experiencia personal, no se puede extrapolar. Pero mi experiencia es que los jóvenes son más conservadores que los padres en muchas ocasiones y que el discurso neoconservador que, bueno, está asediándonos por todos los lados, está calando en los jóvenes. Está calando. En todo caso, este discurso conservador no va a proponerles ninguna utopía a los jóvenes. Va a proponerles retrotopías. Retrotopías, que no son lo mismo. ¿Qué es una retrotopía? Una retrotopía es un proyecto de sociedad basado en la nostalgia de un pasado idealizado. Cuando, oh qué tiempos aquellos en los que en España podías dejar la puerta de casa abierta. No te robaban. Y con que trabajara uno en la familia ya había suficiente. No solo llegabas al final de mes, sino que te podías comprar un apartamento. O, qué época aquella en la que los jóvenes respetaban al profesorado. Hoy les insultan, hoy les escupen. Y los padres, que hablaban de usted a los padres. Esa es la utopía que propone el nuevo pensamiento conservador a los jóvenes. Estoy simplificando, pero bueno, ya me entendéis. Pero esto no es una utopía, esto es una retrotopía. Esto es una vuelta al pasado. No es la construcción. Es un futuro mejor. Es el intento por volver al pasado. Es algo puramente reaccionario. No creo que la juventud, ojalá, sea más utópica que sus padres. Ya los padres ya no lo eran mucho tampoco. Porque ya hemos visto que la desutopización viene ya... Yo creo que el último gran periodo utópico fueron finales de los sesenta. Hemos tenido comparecencias utópicas después, algunas recientes. Hemos tenido el Occupy Wall Street. Eso fue un movimiento utópico, de política utópica. Duró lo que duró, se desvaneció. Tuvimos el 15M, con la plaza de Madrid. Allí veías la utopía circular. Pero como no tenemos alternativas a lo que hay, el entusiasmo desaparece. A las semanas va desapareciendo el entusiasmo. Aparecen propuestas muy concretas, una por aquí y otra por allá, pero no hay ningún tipo de programa. Hay programas mínimamente coherentes que puedan persistir en el tiempo y al final se esfuman. De vez en cuando, de manera imprevista, puede aparecer la utopía y puede plasmarse en la calle. Pero no se dan las condiciones para que perdure en el tiempo. La falta de valores... Ah, no, esta es muy interesante. ¿De qué forma la utopía mejoraría el mundo? Vamos a imaginar que empiezan a publicarse de repente algún tipo de milagro. ¿De qué forma? Empiezan a publicarse de repente un montón de utopías de ciencia ficción. Algunas tienen incluso éxito. Y Netflix, en lugar de distopías, empieza a decir, oye, pues vamos a hacer utopías también que se están vendiendo muy bien. Vamos a hacer una sobre un Londres de finales del siglo XXI en el que está la renta básica universal y se ha descarbonizado la energía. Vamos a hacer una comedia con eso. Y les va muy bien y dicen, oye, pues vamos a hacer más utopías en Netflix. ¿Eso ayudaría a mejorar el mundo? Bueno... No lo sé. Tampoco hay que hacerse muchas ilusiones. Pero lo que sí que es verdad es que al menos habría un cambio en el tono de la conversación. Habría un cambio de paradigma. Además de criticar lo que no funciona, estaríamos imaginando formas de solucionar lo que no funciona. Y estaríamos imaginando nuevos derechos que conquistar. Porque hoy nos pasamos el día intentando defender los derechos que consiguieron los antepasados. La sanidad pública... Que no la privaticen, las pensiones que no las quiten... Pero no estamos luchando por nuevos derechos. Como estamos desutopizados, no luchamos por nuevos derechos. Luchamos por defender los viejos. Es un poco patética nuestra situación y nuestro papel en la historia. Se nos recordará bastante mal, creo yo, en el porvenir. No sé si la multiplicación de utopías ayudaría a mejorar, pero se podría probar a ver qué pasa. Si podría contribuir a salir de este impasse, de esta parálisis política e imaginativa en la que estamos. La falta de valores, falta de utopías, pues probablemente sean dos fenómenos relacionados. Porque la anomia, la secuela principal es la individualización de la sociedad y la fragmentación. En ese sentido, se hace muy difícil que puedan aparecer utopías en una sociedad narcisista donde cada uno va a la suya e intenta sobrevivir como buenamente puede. Ya tenemos bastantes problemas en el día a día como para ponerse a pensar uno en el futuro. El futuro, hay dos actitudes, o es el desinterés hacia el futuro o el miedo al futuro. Ya está, ahí se acaba todo. La sociedad necesita de un pozo comunitario en el que la gente se relacione, en el que hayan identidades compartidas y se hace difícil que pueda aparecer en una sociedad tan individualista como la nuestra. Así y todo, yo personalmente no condeno ni mucho menos el individualismo. Ni muchísimo menos, pero es el tipo de individualismo que hoy rige es bastante tóxico. Pero yo creo que, de hecho mi utopía personal sería bastante individualista, pero había que ver cómo puede surgir la utopía en un mundo tan fragmentado como el actual. Francisco, esto está muy animado y vamos a ver el público aquí que quiere preguntar. Mira, esto yo creo que sí que merece que contestes. Pero ya, dice, en sociología estudiamos una característica de las utopías y es que ninguna señala cómo se implementa la idea que se describe como ideal a conseguir. Claro, ese es uno de los puntos ciegos de la utopía, ¿no? Es uno de los aspectos recurrentes del tiempo. El texto utópico. Vale, bien, tenemos esta sociedad que desde el punto de vista del autor es mejor que la nuestra. Incluso casi que perfecta, ideal. Muy bien, trabajan tres horas al día. Perfecto, yo me apunto también a eso. Pero ¿cómo llegaron ahí? ¿Cuál fue el proceso que les llevó de aquí allí? No se suele contar, es verdad. William Morris sí intentó hacerlo. En noticias de ninguna parte. William Morris intentó relatar cómo se había pasado del capitalismo a esa sociedad anarco-rural que describe en la novela. Y, bueno, es un capítulo donde básicamente te hablas de una revolución. De una revolución socialista. Pero, bueno, no aporta mucho. Es un capítulo este, explicativo, bastante previsible. ¿Vale? El paso de una cosa a otra, desde luego. Siempre sería mucho más complejo. En la utopía tal cual se entiende hoy, que no es lo mismo que se entendía antes, como ya he dicho alguna vez, los autores sí están intentando cubrir ese hueco. Y, por ejemplo, en las novelas de Kim Stanley Robinson, que es el autor de ciencia ficción utópico por antonomasia hoy, Si no habéis leído El Ministerio del Futuro, estáis tardando. Es una obra magnífica, se editó el año pasado. Bueno, no, es de este año. El Minotauro, una novela magnífica sobre el cambio climático, sobre lo horrible que es el cambio climático y sobre cómo a pesar de eso la humanidad puede aprovechar las circunstancias para crear una sociedad mejor que esta. Y en las novelas de Kim Stanley Robinson sí se explica cómo se pasa de la sociedad A a la sociedad B. De hecho, sus novelas, que son bastante gordas, narran ese paso. Más que describirte cómo es A o cómo es B, te describe la transformación, el momento de la transformación. Por lo tanto, sería muy recomendable para los alumnos de sociología. Sí, yo creo que sí. Y para todos. Hay que tener utopías diferentes de las neoliberales que usted comentó. Vale. Prácticamente esto. ¿El micrófono? Bien. No, no, para nada. No creo que las distopías afecten a la salud mental. Yo creo, bueno, he escrito un libro para intentar explicarlo y mostrarlo. Lo que sí creo es que afectan negativamente en nuestras actividades. Actitudes y creencias políticas. Y que cumple hoy día un papel colaboracionista. Y que contribuye a la estática. Y que dificulta el cambio. A nivel político, yo considero que actualmente, y diría casi que históricamente, la distopía ha tenido un papel mayoritario. Hay excepciones, obras puntuales que se pueden excluir. Pero a nivel general ha cumplido un papel conservador. Voluntaria o involuntariamente. Por muchas razones. No solo por la que hemos comentado hoy, sino por muchas razones más. Pero no afecta a la salud mental. Lo que afecta a la salud mental yo creo que es esta gola neoconservadora de la que hablábamos. Y cosas como las condiciones laborales cada vez más denigrantes que se le están ofreciendo a las personas. Eso sí que afecta a la salud mental. Y está muy bien. Que hayan distopías, que las hay. Que denuncien el neoliberalismo. Hay un montón de distopías como Jennifer Gobierno, por ejemplo. Hay un montón que plantean futuros neoliberales absolutamente salvajes. Donde la gente tiene por apellido el nombre de la empresa para la que trabaja 15 horas al día sin ningún tipo de derecho. Esa denuncia es necesaria, pero esa denuncia se queda ahí. Y esa denuncia no nos aporta una solución a ese problema, no nos aporta ninguna idea para poder hacer frente a ese problema. Y, bueno... El respeto escrupuloso de los derechos individuales con un proyecto colectivo, que parece que son dos términos que como mínimo chocan. ¿Cómo compatibilizar eso? Bueno, si algún día los escritores de ciencia ficción y las escritoras de ciencia ficción y los filósofos y los sociólogos deciden abandonar la zona de confort distópica de la queja, la denuncia, el desastre... El desmascaramiento y se atreven a entrar en una actitud más propositiva, pues yo creo que encontraríamos fórmulas, al menos hipotéticas, para que fuera posible. Bueno, Francisco, qué gusto, ¿no? Y sobre todo, bueno, vamos a pasar a las preguntas del público, pero yo sí que recomiendo que se lean los libros de Francisco, porque aparte de que es un excelente lector de distopías y utopías, tenemos ahí un... una fuente de información sobre novelas, ficciones, etcétera, y lo bien que están escritos los dos libros, ¿no? Es una gozada para el lector. Bueno, pasamos ahora a las preguntas del público presente. Hoy hemos empezado por el chat porque están más lejos, ¿no? ¿Alguna pregunta, por favor? Porque si no, no se va a oír del otro lado. ¿Ah, sí? ¿Por favor? Señorita. Hola, Francisco. Lo mío no es... A ver, quizá no sea una pregunta, sino simplemente una reflexión a partir de las cosas tan interesantes que has contado. Me da la sensación de que la distopía surge bastante a partir del pesimismo, ¿no? Por ejemplo, cuando surgió con más fuerza, por ejemplo, a partir de la Primera Guerra Mundial, ¿no? La sensación que ese sentimiento de pesimismo es lo que nos lleva a pensar en el futuro poco esperanzador, ¿no? Pensando un poquito más o ciñéndolo un poco más a los textos... ...textos literarios que probablemente surgen como respuesta a ese pesimismo, ¿podría ser que dentro de las distopías que se describen tanto en obras cinematográficas como en literarias... en esa distopía siempre haya también un rinconcito de utopía que permita que sea respirable, que permita no la complacencia de decir cuando se acaba la película, cuando se acaba el libro, qué bien estamos en esta realidad, sino que incluso pasando por el filtro de esa realidad poco atractiva, al otro lado hay todavía un rincón para la esperanza. ¿Podría ser? Gracias. Gracias. Bueno, es la pregunta del millón. Sí, sí que es posible. A ver, es que esto nos daría para un máster, para un máster esta pregunta solo. La palabra que se utilizaba para designar a lo que hoy denominamos, a lo que hoy denominamos... ...distopía. Aquí no sé si se ve. Hasta hace poco la palabra que más se utilizaba para designar lo que hoy llamamos distopía era el término antiutopía. Este libro de Mark Gilegas es del 67. ¿Vale? En esa época el término distopía no existía. Bueno, no se utilizaba. Empieza a utilizarse en los años 90 del siglo XX. Y empieza a utilizarse precisamente porque los analistas empiezan a descubrir lo que tú has comentado. Empiezan a descubrir obras, tanto antiguas como actuales. Empiezan a descubrir obras donde lo antiutópico o pesimista, no acapara todo el relato. Obras antiutópicas en las que hay elementos utópicos. Por ejemplo, algún tipo de espacio liberado donde el sistema no llega. Algún colectivo rebelde. Y para evitar caer en malentendidos, poco a poco se fue sustituyendo el concepto de... ...antiutopía por el de distopía. Que es como más ambiguo. Y, claro, hay... A ver, por ejemplo, en el cuento de la criada, eso es distopía de ese tipo. ¿Vale? Porque tenemos el espacio liberado de Canadá. Que actuaría como referente, si no utópico, sino... Si, al menos, relativamente liberado. Y luego tenemos la revolución silenciosa de las criadas. Las criadas... Están organizadas, están compinchadas con las sirvientas y están llevando a cabo pequeños actos de sabotaje. Eso no ocurre, por ejemplo, en 1984, de la que hablábamos antes. En 1984 no hay ningún espacio liberado, porque donde viven los proles, en las afueras de Londres, está todo lleno de cámaras. Además, ahí el sistema está monitorizando cada palabra que se dice ahí. Y no hay ningún tipo de colectivo rebelde ni nada. Hay un rumor de una resistencia que al final es una invención del propio gran hermano para pillarte. Pero a partir de los años 90 ya habían algunas antes como mercaderes del espacio o la máquina separa, que son dos distopías, una a principios de siglo y otra a mitad de siglo. Pero realmente estas distopías con elementos utópicos empiezan a producirse en los años 80, con la llegada del neoliberalismo, Margaret Thatcher, Ronald Reagan, la caída del muro de Berlín. Son obras casi siempre críticas con el capitalismo, que presentan un colectivo de resistencia, de oposición, que resiste al sistema y que posee un espacio liberado. Y son obras con un final abierto. Bueno, aquí podríamos reflexionar si los Juegos del Hambre, por ejemplo, es también una distopía de este tipo. Incluso al respecto, Matrix, por ejemplo. En Matrix hay un colectivo de resistencia. En fin, ese tipo de tópicos nos hacen ver que sí que hay distopías que guardan un rincón a la esperanza. Pero en estas distopías el final es el mismo. Aunque el final sea abierto, cuando los rebeldes vencen, cuando los rebeldes logran derrotar al sistema, la historia termina. Lo que viene después no se nos enseña, ni tan siquiera se nos sugiere en ningún momento. Se nos ha dicho, sí, va a haber un cambio, vale, va a haber un cambio, perfecto. Mejor esto que las distopías clásicas estas donde el disidente moría aplastado por el Estado. Al menos va a haber un cambio y se nos dice, bien, resistir es posible, vale, pero ¿qué cambio va a haber? ¿Cómo van a organizarse los rebeldes? ¿Qué tipo de sociedad van a crear? De eso ya no se nos dice nada. Justo lo que necesitamos. Sisek, en un artículo decía de manera muy acertada que vendería a su madre en un mercado de esclavos por ver V de Vendetta 2. V de Vendetta acaba con toda la población de Londres manifestándose enfrente del edificio del Parlamento que el héroe ha dinamitado. El fascismo ha sido derrotado. Y van a cambiar las cosas. Pero es que termina la película ahí, con todo el pueblo londinense en frente del Parlamento que parece que se vayan a poner a cantar We are the world, we are the children. No hay ningún tipo de bandera política, nada. Está todo muy despolitizado y termina la película ahí. Hay más trampa de la que parece también en las distopías que tienen elementos esperanzadores. Bueno, ya estamos un poquito ya en la hora. Pero Francisco, agradecerte muchísimo todo lo que has compartido con nosotros. Desde luego yo insisto que son complementarios los dos libros. Soñar de otro modo, es precioso el título, ¿no? Un poco es lo que hemos estado hablando esta tarde. La posibilidad de soñar de otro modo y contra la distopía. Y bueno, simplemente... No nos enrollamos, yo solo te lanzo lo que constantemente te han preguntado los medios en radio, en las entrevistas que has ido concediendo aquí y allá. Y es que siempre ha salido el tema del juego del calamar. ¿Cómo lo has visto tú? Sobre todo, Francisco, por lo que has comentado de tus alumnos y porque al final, tanto lo que has comentado de cada época, de cada autor, cómo recibe el lector esos productos, ¿no? Sí, eh... Bueno, eh... Breve, breve. Sí. El juego del calamar es un ejemplo de lo que cuento en contra de la distopía. En mi último libro, que obviamente recomiendo a todo el mundo, se está vendiendo muy bien. Y a todo el que le interese la distopía, solo por la bibliografía. Ojalá hubiera tenido yo la bibliografía que hay al final y la filmografía y en fin, ojalá. Y de soñar de otro modo quedan pocos. Va a haber una segunda edición pronto. Sí. Pero bueno, yo con que a alguien le incite a reflexionar un poco, ya me río por satisfecho. Pero me río porque el juego del calamar es un ejemplo de que no voy desencaminado del todo. Me sabe mal decirlo, pero... Antes de aparecer contra la distopía, que fue el mes pasado, en El País, en Babelia, sacaron dos capítulos. Del libro. Como un anticipo, ¿no? Y titularon... Bueno, habían dos cosas graciosas ahí. La primera es que titularon al invento Vivimos en una distopía. Que es justo lo que yo niego en el libro. Es la tesis que yo niego en el libro. Es mentira que estemos viviendo en una distopía. Porque una distopía, por definición, es algo peor que el presente. Entonces, ¿no? Y dimos a distopía. Por pura lógica. Que se ha puesto de moda decirlo y uno queda muy moderno si lo dice. Vale, pero eso es otro asunto. Bueno, pues... Claro, me hizo gracia porque digo... Es que esta gente no se ha leído ni la solapa. Porque si se hubiera leído la solapa, no pone Vivimos en una distopía. Y la segunda es que pusieron una imagen del juego del calamar. Que el juego del calamar no es una distopía. Porque el juego del calamar... No presenta una civilización futura. Presenta un espacio acotado, pequeño, en una isla de la actualidad. ¿Que tiene elementos distópicos? Sí. ¿Que se aprovecha de esos elementos distópicos para tener el éxito que ha tenido? Desde luego. Pero, estrictamente hablando, no es una distopía. Pero nos sirve como termómetro de cosas que digo en el libro. Y es un poco lo que hemos hablado antes. Cómo el mensaje anticapitalista que emiten ese tipo de productos no tienen ningún resultado en la práctica. No movilizan a nadie. No conciencian a nadie que no estuviera concienciado ya de antemano. No estimulan el compromiso social. ¿Qué queda al final del Juego del Calamar? ¿Que las zapatillas Vans se han agotado? Porque son las que salen en la serie. ¿No quedan zapatillas Vans en todo el mundo? ¿Que los niños juegan en los recreos al Juego del Calamar? Que me parece muy divertido que lo hagan. Y al final queda el disfraz. Un poco como le sucede al Cuento de la Criada también. El Cuento de la Criada, menor me dice. Mira, es un producto muy superior el Cuento de la Criada al Cuento del Calamar. El Cuento de la Criada, bueno, vemos el disfraz en las manifestaciones feministas. El disfraz de la criada. Y el otro día hubo una manifestación en Corea del Sur para protestar por los salarios de miseria que está cobrando mucha gente allí. Por una reforma laboral que hubo hace unos años. Iban vestidos del Juego del Calamar. Bueno, está bien. Quiero decir... Pero la distopía no es... Está bien para que nos centremos y sepamos dónde estamos. No es la distopía la que estimula esa manifestación, sino simplemente llega después y uno se pone el disfraz. Más allá de eso... Y todo esto contra quién va. Todo este diagnóstico mío, bueno, va contra la gente que cree que la distopía es un buen mecanismo para hacer política o para politizar a la gente. Yo creo que no. Al menos en el presente. No lo es. Bueno, Francisco, podríamos continuar, no sé, horas y horas. Y bueno, esperamos el tercero que será retro. Uy, el tercero no lo sé. ¿Será retro o no? No lo sé. Bueno, pues muchísimas gracias. Un fuerte abrazo y un aplauso para Francisco. Gracias a Carlos, nuestro informático que ha estado ahí detrás ayudándonos. Y al público directo. Directo, presencial, online. Y todos os esperamos en la UNED para nuevos eventos que están programados y que podéis consultar en la página web. Y esperamos, pues bueno, volver a encontrarnos aquí con Francisco para que siga delictándonos con esta conversación y con estos fundamentos y esta sustancia que tiene todo lo que ha compartido este tema. Este tema da para un curso de diez o veinte horas, por lo menos. y 50 y 100 bueno pues ahí estaremos a ver si programamos un curso y claro les invitaremos a todos a que participen bueno pues hasta la próxima muchas gracias gracias a todos