Me comentaba un compañero, antes de empezar, algo que iba a comentar yo cuando empezase la conferencia. Y me decía, hoy es un día grande para los encuentros. Bueno, es un día grande porque está Félix Grande, su apellido es Grande, pero es muy grande porque tenemos uno de los autores que consideramos más importantes del panorama de la narrativa en lengua española de la segunda mitad de este siglo. Un autor con una obra muy grande, con una obra muy varia y que toca, como lo vais a ver, muchísimos registros. Sabir y yo decidimos, cuando hicimos la selección de textos, centrarnos fundamentalmente en su poesía. Pero podíamos haber atendido el ensayo, la narrativa, el relato cósmico. El reporto, el artículo periodístico, etcétera, etcétera. Muchísimos géneros, ¿no? Creo que es una suerte que esté aquí hoy. Le damos las gracias a Félix Grande por venir, por estar con nosotros, por haberse comprometido con este proyecto que llevamos tantos años haciendo y con el que estamos tan contentos todos. Félix Grande nace en Mérida, aunque pasa gran parte de su infancia y juventud, en un pueblo de Tomelloso, se traslada a Madrid y en 1961, después de haber trabajado como guitarrista de flamenco, afición que comparte con otro autor que ha estado aquí con nosotros hace dos años, que lo recordaréis, que tiene además una novela entrañable que se titula El guitarrista, se traslada a Madrid y a partir de 1961 empieza a trabajar en una revista emblemática de los estudios literarios. que es Cuadernos hispanoamericanos. Allí trabaja y desempeña su labor durante muchísimo tiempo y en esta revista llega a ser director cuando se retira Luis Rosales. Ha dirigido asimismo otras revistas como Galería o la colección El puente literario de la editorial Edasa. Su carrera literaria empieza en 1963 cuando gana el premio Adonais de poesía con Las piedras, libro de talante existencial que recoge ya muchas de las claves que se pueden ver en sus obras posteriores. Tres años después publica Música amenazada que obtiene el premio Casa América de poesía y en 1978 aparece un libro que comentaremos aquí que se titula Las rubillatas de Horacio Martín que constituye una exploración de la experiencia erótica desde un punto de vista existencial. Félix Grande ha continuado publicando y revisando su obra sobre todo en diferentes publicaciones y ediciones que aparecen recogidas ahora en el libro. En el año 2010 en este título que tenéis aquí que es Biografía que recoge su poesía entre 1958 y 2010. Después de un silencio de más o menos 30 años prácticamente de poesía en el que sí que había seguido revisando su obra, en el 2010 aparece ya digo esta obra que recoge toda su poesía anterior pero que incluye un poemario que nos hacemos eco aquí en estas fotocopias que tenéis que es La cabellera de la Soa. Poemario maravilloso. Poemario maravilloso y fantástico que hoy en la comedia decíamos a Virillo que debería de publicar de forma independiente. En el 2011 aparece su último poemario que es Libro de familia. Tenemos mucha suerte porque acaba de salir hace dos meses, desde noviembre del 2011 lleva en las librerías. Libro que tenéis ahí en la entrada que es una maravilla de libro, por cierto. Pero Félix, aparte de este recorrido poético, es también un excelente narrador. En 1965 obtiene... El premio Eugenio II de novela corta por las calles. Al que continúan otras obras como pueden ser Lugar siniestro, este mundo caballeros, Parábolas, Fábula y la excelentísima La balada del abuelo Palancas. Como ensayista destacan obras tan significativas para todos los que estudiamos literatura como Apuntes sobre poesía española de posguerra, Música es para esta gente y un largo etcétera de obras. Pero como decíamos al principio él es también un gran aficionado a la música, guitarrista, letrista, flamencólogo y en este apartado ha escrito ensayos tan significativos como García Lorca y el flamenco, Memoria del flamenco que es una obra básica para una aproximación del arte flamenco, Paco de Lucía y Camarón de la Isla etcétera. En su poesía destaca La onda de la angustia existencial, La gran preocupación. La gran preocupación por el hombre y por la injusticia sobre la que se alza la sociedad. También el amor y el erotismo en todas sus facetas y como poeta señala que le marcaron Antonio Machado, Luis Rosales y César Vallejo entre otros. De una saga de poetas porque está casado con la poeta Francisca Aguirre que por cierto ha ganado el premio nacional de poesía 2011 con Historia de una anatomía, un excelente poemario publicado en Hiperión. Su hija Guadalupe Grande también es una excelente poeta que esperemos que a su mujer y a su hija tengamos ocasión de verlos pronto aquí. Muchísimas gracias Félix por estar hoy con nosotros. Hola, buenas tardes. Bueno, muchas gracias a Félix Grande por esta seriosidad de estar aquí con nos. La verdad que Félix Grande le va toda una vida entregada a cultura y a creación literaria en varios géneros. Como se analizó Xavier y podríamos abordarlo desde cualquiera realmente. Pero quizás hay un género, todos destacan mucho, pero hay un género que da un do de peito extraordinario que es la poesía y lo que tiene muy paciente que realmente admira tantos lectores como los otros poetas. Es un hombre de múltiples registros, muy creativo y que fue un hombre nada acomodaticio. En su obra fue evolucionando siempre, nunca se sintió en una manera literaria, al contrario, un hombre de extraordinaria evolución con los tiempos. Y fue evolucionando con la historia, digamos con mayúsculas, es decir, con los tiempos y emprendiéndose de los cambios temporales grandes y luego también terribles que hubo. Hay que pensar que él nace en una España profunda, lo más profundo y miserable, franquismo. Y fue viviendo todo este sentido. Y luego también a su historia e intrahistoria personal cruzada con la historia colectiva de todos nosotros. Trató a muchos poetas latinoamericanos y españoles, una persona que conoció a muchísimas personalidades de la literatura y de la cultura. Es amigo íntimo de muchos, tiene muchas anécdotas y podría contar muchas experiencias de ellos. Conoce muy bien toda la tradición española, para comenzar. La tradición de la poesía española realmente conoce con una profundidad como pocas personas. Desde el romancero al mundo de las liras, sabe escribir liras, escribe liras, que es una estrofa, yo creo que muy difícil. Quizás por eso se hace poca. Conoce muy bien a San Juan el mundo de la mística española, Quevedo, todo el século de Ouro. Y luego Machado de Juan Ramón, yo creo que... Conoce muy bien, incluso conoce muy bien, yo creo que a ese Juan Ramón menos popular y menos conocido, ese Juan Ramón trascendente, ese Juan Ramón de espacio, ese libro que aún está por descubrir, yo creo internacionalmente potenciar más, porque es uno de los grandes textos, dos poemas extensos del século XX a nivel universal. Conoce muy bien a la generación del 27, a Miguel Hernández, aunque me nació más de alguna ocasión. Aquí tenemos un poema que dialoga con las nanas de la cebolla y podemos verlo para ese show intertextual. Conoció a Rosales, sobre Rosales hice un libro de defensa como amigo extraordinario. Rosales es un grandísimo poeta, que ahora no le cae a nadie, pero bueno, también poco ha sido entre él y Miguel Hernández, aparte de que acaba de celebrar su aniversario. Pero bien, esto es cosa de las modas y demás, pero los poetas eternos siguen siempre ahí. Trató un moito a Hierro, que otro grandísimo poeta, a Claudio Rodríguez, ahora un poeta que yo admiro mucho y que siento no haber conocido nunca y que morreu, no hay moito, y opostismo. Está casado, como dijo Javier, con Francisca Aguirre, o sea que en su casa, otro día tuvimos a Antón Patiño, que su esposa también era pintora, todos los bienes gananciais eran artísticos plásticos. Pues él es, con su afín. Y ya, que por ejemplo este libro, este fue el premio Alberti, editado espléndidamente en Renacimiento, es decir que todos los bienes gananciais en la casa de él son bienes poéticos y culturales. Conoce muy bien la tradición latinoamericana desde Rubén Darío. Vallejo para él es un maestro y una persona de las que más se han hablado de un grandísimo Vallejo, difícil también Vallejo entre nosotros. Y luego conoce muy bien toda esa tradición tan rica de poetas desde Gonzalo Rojas. Acaba de fallecer, Juan Gelma y demás. Las claves de la poesía son una poesía muy intensa, muy intensa, muchos ya la conoceréis, los que no la conocéis y les quedáis sorprendidos. Es una poesía arriesgada, es una poesía que explora todo, explora la forma, es decir, explora los ritmos, explora la lenguaje muchísimo, la estructura, él mezcla tranquilamente la forma en prosa en un mismo poema con verso libre o con los pareados, o con la silba o con el soneto. Es una poesía que es muy interesante, es decir, maneja todas las formas locales. Si pusiéramos un examen de bachelato de forma a muchos poetas actuales, a lo mejor le daríamos muchas sorpresas. Incluso en la sílaba, que es un verso muy difícil, que trabajaba muy bien José Hierro, también lo maneja muy bien, es un verso libre. La riqueza lingüística realmente asombra un laboratorio. Coge aquí dos versos que podrían coger otros, cualquiera, y un Núñez. Está hablando de un artista flamenco, creo recordar. Y un Núñez de principios jerezanos con lujos charliparques en las manos. Esta creatividad, lujos charliparques en las manos. Aquí estamos en una creatividad propia de un quevedo realmente, ves en muchos más momentos de él. Entonces, esta obra expresa así con una gran intensidad emotiva. Realmente, yo creo que hay pocos poetas con tanta riqueza y variedad de emoción. Hay poetas más monocordes. Con sus vibraciones, él realmente entiende todo. Es una emoción a raudales. Es un poeta, yo creo que, si hablásemos de la plástica, diríamos expresionista, precisamente por esta intensidad de vivida de estas emociones. Habla con corazón. Su obra es una obra cordial, en el sentido de corcordia, de corazón, de expansividad, de emotividad. Si hubiera una analogía con la pintura española, yo pensaría en Goya, pensaría en Saura, pensaría en Millares. Incluso en un Solano. Pensaría en estas personas de tanta intensidad emotiva y catártica, incluso en su obra. O en los expresionistas alemanes contemporáneos. Toda su obra, como dijo Javier, es una obra de un trasfondo humano y humanizante extraordinario. Y eso se ve en su posicionamiento social, moral, político. Desde muy nuevo está evidente y se ha llevado, digamos, de su familia lo que padecieron en tiempos muy duros de represión. Entonces, esta unión entre el lírico y el no colectivo y la historia produjo muchas obras realmente interesantes. Además se conecta con su realismo mucho, con las vanguardas. con expresionismo con mayor creacionismo yo creo, con ese huidobro por ejemplo o ese Gerardo Diego tan creativo desde el punto de vista de la lenguaje, de los ritmos de las formas y de los neolosismos y luego con todas las tendencias innovadoras sin dejar de lado a poesía popular y al flamenco un experto, un flamencólogo forma parte de la academia del flamenco porque un hombre, yo tengo aquí una cita que di él, un momento que fala del flamenco y habla de la paleoangustia de la gente, referido a ese sufrimiento del flamenco ese quejillo, ese duende de flamenco está en él yo coño aquí unas líneas de este libro y de muchos de él podría ser una antología impresionante sobre el flamenco eso coño un breve de 4 o 5 líneas pero que lo voy a leer porque creo que es impresionante como siente ese do flamenco me refiero al flamenco con mayúsculas flamenco a ese océano de dolor y perdón transfigurado en lenguaje y consuelo uno de los lenguajes más hermosos del mundo un consuelo que pone viejos besos de sombra incandescente y de rebelde azúcar sobre las llagas de la infancia resumiendo la obra entera de Freud nos dijo Paco de Lucía uno es lo que es su infancia, ahí está la llave él que conoció a Paco de Lucía y que tanto tanto faló de Paco de Lucía también utiliza muy bien a Colassie y a relación intertextual con muchos autores, con Machado, con Vallejo, con moitísimos e interesante ese escambio de ritmo, de tono y de estructura y de forma que veremos luego si nos da tiempo a ver algo de esa antología un poco amplia, no creo que nos dé tiempo a verla en sus textos pero que lo veremos ahí y luego tiene una temática riquísima ya para ir rematando como dijo Javier, el amor, yo creo que son dos grandes poetas del amor del siglo XX en la literatura española y luego si vemos algún texto esto va a quedar absolutamente evidenciado sobre la muerte o el lesíaco o el tempo, todos estos temas pero también un poeta social un poeta político, un poeta humano, un poeta moral y un poeta también órfico que habla mucho de la música de Bach, de flamenco, de todas las formas musicales porque está muy cerca del poeta desde luego que no son gente literaria, aunque a veces patina un poco entre muchas obras que tienen que toda espléndida, yo aconsejaría varias cosas para los que tengan interesados después en ampliarlo. Este libro que es de Radeiros, ahí hay muy poco, mes y pico de Radeiros, libro de poemas, libro de familia, un libro de una grande densidad un libro extenso uno de los últimos grandes libros, yo creo, de la poesía española hay esta antología como hay algunas otras más ahí afuera que editan tan hermosamente en renacimiento, esta colección está muy bien, muy hermosa y para ver una antología está muy bien lo que ya apetece entrar todo, en todo él poético, a gaso, libro de familia, está esta obra magnífica en Galaxia Guttmann. que a quien mejor está haciendo estas cosas, biografía lo que hay es el libro que falou Javier, que luego iremos comentar algo la cabellera de la Shoah que fala de nazismo, fala de Auschwitz, fala de todo este mundo un poema extenso tremendo. Y luego hay este libro en prosa que a mí se me pasara desapercibido y que estoy rematando, este en prosa y es sobre a su familia La balada del abuelo Palancas, que debe ir en la octava o novena edición este libro realmente es algo increíble, es una prosa que no estamos habituados a ver dentro de digamos de esta prosa y de todo este mundo narrativo tan comercial al que estamos sometidos este es un libro de perdurar y realmente un libro muy muy recomendable, al que le gusta la verdadera literatura, La balada del abuelo Palancas. Puedo pasar ya la palabra a Félix Grande, agradecerle que esté aquí y después bueno disfrutaremos mucho preguntándole y escuchando su poesía Muchas gracias Félix Muchas gracias Félix Muy bienvenida, gracias Mientras Cuando escuchaba a uno y otro Javier, me di cuenta una vez más de la genialidad de don Antonio Machado, cuyo padre, como sabéis, nació en Santiago de Compostela. Si podemos hablar luego de nuestros antepasados, hablaremos de Demófilo, de don Antonio Machado y Álvarez. Me acordaba de Antonio Machado, Ruiz, el hijo de Demófilo, porque tanto un Javier como otro Javier han desparramado adjetivos con una abundancia apoteósica. Y me dije, tengo que agradecerles todos esos adjetivos de los que no puedo hacerme cargo. El genio... Don Antonio Machado, hace ya 80, 85 años, escribió una especie de copla para contarnos, de una manera muy prematura, todo lo que ha ocurrido esta tarde hasta este momento. Se asomó, ya sabéis que don Antonio Machado tenía superpoderes, se asomó por la ventana del tiempo, vio esta escena y la definió con una copla que dice A las palabras de amor les sienta bien su poquito de exageración. Yo comprendo que lo que les ocurre a ambos Javieres es que me quieren, y eso les hace ser hiperbólicos. Yo les agradezco muchísimo su cariño, se lo agradezco sintiéndolo también, pero no puedo hacerme cargo de los adjetivos que he escuchado en dos idiomas. Pero se lo agradezco mucho. A las palabras de amor les sienta bien su poquito de exageración. Esto me recuerda, enseguida les voy a dejar que me, si pueden, que me acorralen, y luego si les parece a ustedes convertimos este monólogo a tres en un diálogo más cósmico. Pero primero, miren, a mí me dejan un micrófono que suena bien. Y me ponen delante un auditorio, del cual aproximadamente la mitad son mujeres, y corremos el riesgo de no marcharnos de aquí hasta el día de San Antón, que es el 17 de enero del año próximo. Ya sabía que iba a encontrarme con profesores y profesoras. Tengo que decirles a ustedes que, bueno, yo no pude estudiar, eran otros tiempos. Me acuerdo que cuando llegué a... a Madrid, a buscarme la vida, tuve que hacer trabajos muy distintos, por supuesto, a la escritura. Vine además muy jovencito. Todavía no había publicado ningún libro ni nada parecido. Y recuerdo que entonces yo sentía algo parecido a la envidia. Envidia de verdad, no esa envidia que llaman sana. No crean ustedes en eso de la envidia sana. La verdad, como Dios manda, es insana. Se parece al odio. Y yo sentía envidia de esa por la gente que podía estudiar en la universidad. Entonces, con el pretexto de que allí en la universidad se organizaban grandes manifestaciones antifranquistas, pues me iba a participar en esas manifestaciones, pero en realidad yo lo que me iba era a estar cerca de los que podían estudiar, de esos seres para mí privilegiados y casi todopoderosos, que estudiaban una carrera con profesores y tal. Y sobre todo porque en aquellos lugares, en el campus de la Universidad de Madrid, también la mitad de los jóvenes eran muchachas guapísimas. Guapísimas. Y me daban una envidia tremenda. Decía, pero qué suerte tienen estos estudiantes que además de tener profesores y estudiar una carrera que además les gusta y todo, estudian con estas criaturas tan guapas que se llaman mujeres. Con dos de aquellos que venían conmigo a hacer... Antifranquismo placentero. En la universidad, que no pertenecíamos a ellas, íbamos una tarde caminando por la Gran Vía al atardecer, que era la hora, un día de primavera a la hora, y en la estación en la que por la Gran Vía caminaban las mujeres más guapas del mundo. Fue aquella época en que se hizo un descubrimiento cultural, civilizatorio, prodigioso. Ya sabéis, la especie humana ha inventado, por de pronto, el lenguaje. Antes que el lenguaje, al parecer, el ritmo, la música. No podríamos vivir sin música ni sin palabras. Decía Nietzsche, sin la música la vida sería un error. Con toda la modestia del mundo lo hemos corregido a Nietzsche y hemos dicho que sin la música la vida sería un horror. En cuanto al lenguaje, no sé si... Quizás os habréis parado a pensar alguna vez en que si nos quitasen las palabras, si nos desempalabrasen, nos convertiríamos de pronto, de una manera súbita, en animales sonámbulos, con un infinito terror. No sabemos el bien que tenemos con poder hablar, con haber llegado al planeta en una época en que ya estaba inventado el lenguaje. Pues... ... ...además de estas invenciones, la especie inventó, una vez se inventó la rueda, se fueron inventando y descubriendo grandes apoyos para vivir y para sobrevivir, y de pronto en el siglo XX alguien inventó la minifalda. Creo que es un hecho civilizatorio, prodigioso. Ese trozo de las piernas de las mujeres entre la bota alta y la falda cortita es... ...realmente es una... es como la invención. ...la invención de la rueda, ¿no? Y estábamos viendo esas criaturas, éramos un gatitano, Eduardo Tijeras, gran lector de filosofía, excelente narrador, excelente persona hasta tal punto que tuvo un escalabro amoroso y dedicó tres o cuatro años después de la separación a reunir documentación sobre el suicidio para escribir un libro. ...que escribió. El otro era Eladio Cabañero, un poeta excelente. ...y yo. Y entonces estábamos viendo pasar mujeres a un lado, era increíble, pasaban todas montadas sobre sus botas, rodando sobre la genialidad de la invención de la minifalda, y de pronto uno de los dos... Eduardo Tijeras dijo, ¡qué barbaridad! Todas las mujeres, todas las mujeres son hermosísimas. Y con una precisión poética, ya sabéis que Rainer María Rilke dijo, era poeta y odiaba lo impreciso. El poeta tiene que tener precisión. Puede ser polisémico, pero no impreciso. Y con una precisión poética agregó Eladio Cabañero a la frase, todas las mujeres son maravillosas. Eladio, con una voz parecida a la ingenuidad, pero en realidad a la sabiduría, dijo, sí, menos tres o cuatro. Pues, y sí, recojo algunas de las cosas que he oído. Xavier ha mencionado a mi hija, Guadalupe. Ha publicado tres libros, escribe prodigiosamente. Hace un mes aproximadamente llegó a casa, vive al lado de mi casa. Mi mujer y yo en el número 8 de la calle de Alenza y ella vive en el número 12 de la calle de Alenza. Miren, permítanme que me sienta en casa y que me permita a mí mismo viajar. Sin orden ninguno de un lugar a otro. Antes de contarles lo que les quería contar de unos poemas de mi hija, les cuento que, en efecto, yo estuve trabajando en la revista Cuadernos Hispanoamericanos durante 35 años. Primero allí entré cuando la revista la dirigía Luis Rosales. Luego Luis Rosales dimitió por un intento de censurar la revista porque habíamos publicado, había publicado él, que era el director, un texto sobre el asesinato de García. Eso motivó que alguien asustado, un ministro, llevó al consejo de ministros, entonces presidido por el general Franco, la noticia. Eso motivó unas cartas que le mandaron a Rosales y la decisión de que a partir de ese momento la revista tenía que pasar censura, todos los números y tal. Y entonces Luis Rosales dimitió. Esto no lo sabe casi nadie. Luis Rosales hacía las cosas en serio. Proponían el escaparate, sus decisiones morales. Y vino a dirigir la revista José Antonio Maraval, un sabio, realmente un sabio. Y fijaos qué suerte he tenido. He tenido dos jefes en mi vida. Uno fue uno de los grandes poetas del siglo XX, Luis Rosales. Otro fue uno de los tres o cuatro grandes sabios de la historiografía española, don José Antonio Maraval. Si no es suerte. Y finalmente dirigí yo la revista. Hasta que en el primer gobierno del señor Aznar, pues alguien decidió que tenían que hacerme víctima de una depuración política. Me dieron una gran alegría porque ya había acabado la dictadura y yo ya estaba empezando a entrar en la edad interesante, es decir, en la vejez. Pero claro, me dieron la oportunidad de sentirme rejuvenecido y combatir y responder a un intento de humillamiento. Y me lo pasé muy bien. Además les puse una demanda laboral. Dicho sea de paso, ahora está de moda que todos los empresarios se froten las manos y canten himnos épicos porque han conseguido echar fuera de la jurisprudencia laboral los 45 días por año. Anoche oía a un empresario, de estos mejor hablamos en otro momento, frotándose las manos con toda la boca. Por fin habían conseguido los 20 días y no los 45. A mí me dieron 45. A mí tuvieron que... Pagarme una indemnización de 45 días por año he trabajado y eran 35 años. Con lo cual, con ese dinero, con ese dinerazo, cuando me llamó el abogado, en el último día desde el Supremo, porque el juicio fue de instancia en instancia hasta llegar al Supremo, el Supremo ya no podían recurrir más, pues ya me señalaron la cantidad exacta, con céntimos de peseta y todo, que iba a cobrar. Y entonces llamé a mi hija por teléfono y le dije, hija mía, con lo rojilla que tú eres y la derecha te acaba de poner un piso. En efecto, con aquella cantidad le compramos a mi hija un departamentito pequeño que está en el número 12 de la calle Aleja. En la calle Aleja, nosotros vivimos en el número 10 de la calle Aleja. Mi hija dice, hay que ver mis padres, qué generosos, que en absoluto, la tenemos allí amarradita, la vemos todos los días y somos muy felices. Y a lo que iba, hace un mes o así, llegó con dos o tres poemas, los dejó allí después de cenar, se marchó a dormir a su casa, a dormir a lo que le diera ganas. Y los estuvimos leyendo mi mujer y yo, y desde allí fuimos a la estantería donde trabajábamos. Y tenemos sus libros publicados, uno de ellos es este, el libro de Lilith. Estuvimos leyendo, releyendo sus viejos poemas, sus jóvenes viejos poemas. Y cuando ya estábamos convencidos de que tiene un talento fenomenal, mi mujer, que también lo tiene, me dijo, ¿sabe lo que te digo? Que esta niña nos va a mandar a la construcción. Así que están ustedes delante de una, iba a decir cabeza de familia, yo creo que la cabeza de familia es Francisca Aguirre. También nos han dicho que acaban de darle el premio nacional de poesía. Yo suelo decir ya desde hace bastantes años una frase, suelo utilizar una frase que la gente cree que es una broma, que es una butada, y no. Suelo decir que el chulo de la poesía de la calle Alenza soy yo, pero la poeta conmovedora es Francisca Aguirre. Y bueno, pues ahí vivimos Francisca Aguirre y yo, y al ladito Guadalupe, que tuve la suerte de que a su padre lo echaran. Por la puerta de la depuración política y con esa indemnización, pues tiene un departamentito precioso. Precioso. Y bueno, antes le prometí a Javier contarle un secreto de ese libro que él os ha recomendado, yo también, con la salvedad de que no os pido que lo compréis. Juntaros en grupos de ocho o diez y yo mando un ejemplar de regalo a cada una, ¿no? Se llama La balada del abuelo palancanero. En efecto, es el mejor libro que he escrito en mi vida. Puedo decirlo incluso sin arrogancia, incluso con humildad, porque no lo escribí yo, lo escribió mi abuelo. Mi abuelo fue un ser maravilloso. Una de aquellas personas que salen en los viejos libros de historia del XIX, hay un libro que os recomiendo que se llama Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, escrito por Luis Díaz del Moral, y ahí cuenta cosas muy hermosas. Por el pronto cuenta cómo los obreros, los jornaleros de la tierra de Andalucía, durante todo el siglo XIX, se reunían para que el que sabía leer les contase o les leyese un artículo sobre las políticas agrarias. Hay que imaginarse a aquellas criaturas, diez, quince, veinte, luchando con su analfabetismo brutal. conmovedor, escuchando cómo leía el que sabía leer de todo el grupo mi abuelo fue uno de esos mi abuelo tardaba mucho en leer un texto en leer por ejemplo un artículo de Julián Besteiro aquella época en que hubo una huelga en el año 17 y los habitantes de la España profunda querían saber qué pasaba qué pasaba realmente no qué les decían las autoridades y entonces venía Julián Besteiro y escribía un artículo y era mi abuelo el que leía el artículo juntando las letras o juntando las sílabas despacito casi se lo aprendía si no de memoria así muy seriamente y entonces reunía al resto de los bodegueros o de los pastores de cabras y les contaba lo que decía Julián Besteiro y ya sabían que era lo que había que pensar sobre aquello de aquella estirpe de seres anónimos era mi abuelo Parancas es una criatura adorable que durante unos años me llevó de la mano para enseñarme a vivir me llevaba con las cabras tenía 17 cabras y un macho cabrío tal vez año siguiente tendría 21 22 nunca pasaron mucho de 20 en absoluto y aquí viene el secreto y un día el día 3 de febrero del año 1950 enterramos al abuelo el 4 murió el abuelo el día 4 lo enterramos y yo cumplí 13 años en ese libro se termina diciendo eso aquel día cumplí 13 años enterré a mi abuelo y le dije adiós a mi infancia antes mi abuelo me había llevado de la mano para aprender las cosas fundamentales de la vida de campesina de cómo conviene que un hombre firme el contrato solamente echando la mano de cómo conviene que nadie se crea más que nadie que aquí estamos de paso él lo decía mejor él decía aquí nadie se queda de simiente y me enseñaba a encontrar donde había un nido de perdiz me enseñó a cómo había que tratar de cazar una liebre con el garrote se trataba de arreglárselas para que en vez de correr a favor de surco se contra los surcos porque entonces se caía rebotaba y ahí entonces ya le podíamos dar con la garrota y llevárnoslo para pelarlo y comerlo en casa me enseñó cosas fundamentales cuando iba a llover según la dirección del viento y pasó mucho tiempo 50 años pasaron medio siglo y un día yo estaba escribiendo precisamente cuando me echaron del trabajo me sentí tan lleno de felicidad en mi vida en ese rejuvenecimiento de la guerra contra la derecha que llevaba una temporada como petrificado y me puse a escribir y empecé a escribir de una manera libertaria haciendo imitaciones de Quevedo imitaciones de Lucio Amneo Seneca y un día se metió mi abuelo con una anécdota maravillosa que es con la que empieza el libro escribí unas páginas continué con el libro que era un libro libertario y de pura placer y dos o tres semanas después volvió otra vez mi abuelo escribió ya entonces 15 o 20 páginas y me di cuenta de que el libro estaba aquí con el abuelo y no el otro entonces como me había enseñado mi abuelo y mi padre que hay que terminar las cosas terminé el libro que ya no era el libro fundamental lo aparté, lo metí en una carpeta por allí anda 300 páginas Y ya continué con el libro del abuelo, porque me había dado cuenta de que, les ruego que me crean, yo no he venido aquí a mentir y ni siquiera a presumir. Imagínense ya mi edad. Lo que pasó es esto. Mi abuelo, que me había llevado de la mano cuando era niño para enseñarme a vivir en una España muy difícil, me esperó durante medio siglo debajo de la tierra, para que cuando yo ya tenía una edad difícil, en la que tenía la obligación o la necesidad de aprender lo fundamental, aprender a envejecer y a morir sin salir corriendo diciendo mamá pupa. Entonces es cuando vino mi abuelo, se metió por medio de un libro que no era el suyo, metió el hombro, era muy fuerte, metió el hombro, echó a todo lo demás. Y se quedó a vivir conmigo durante un tiempo, y ese fue el tiempo que tardé en escribir la balada del abuelo Parancas. ¿A qué había venido mi abuelo? Había venido a enseñarme a envejecer y a enseñarme a morir. Creo que a envejecer aprendí, a morir lo sabré en su momento. Pero a eso vino mi abuelo. Y esta es la causa por la que nunca había escrito un libro tan hermoso como la balada del abuelo Parancas, porque no lo escribí. Yo solo lo escribí con la ayuda de un hombre sabio y prodigioso. Y nunca, y esto sí que lo sé, nunca volveré a escribir de esa manera, porque el pacto con mi abuelo ya está bueno. Estoy a vuestra disposición. Yo he leído en algún sitio una frase tuya que decía, si no hubiese sentido desde la infancia el terror, si no hubiese conservado ese desconsumo... Si no hubiese conservado ese desconsumo durante toda mi adolescencia, posiblemente mi oficio hubiese sido otro. Soy un hombre apocalíptico porque mi infancia fue apocalíptica. Es curioso, citaba antes Javier a Paco de Lucía y citaba una frase, yo creo que radical en la vida de Paco. Paco de Lucía que no se ha psicoanalizado, excepto que toca... Ahora os contaré una deuda maravillosa de Paco sobre esto. Pero toca un montón de horas todos los días y quizás esa es una manera de... Conseguir el autorreconocimiento y el consuelo que se puede conseguir en varios años de psicoanálisis. Él, que no ha sido ni siquiera lector de libros de psicoanálisis, acertó a resumir en muy pocas palabras toda la inmensa, maravillosa aventura de Sigmund Freud. La frase de Paco dice, uno es lo que es su infancia, ahí está la llave. Yo leí esta frase un día en una entrevista que leí... Hicieron cuando tenía 25, 26 años en la revista Triunfo. Y me quedé sobrecogido porque yo sí había leído libros de psicoanálisis. Te diré, si yo estaba condenado a ser un medio loco, ¿cómo no voy a leer libros de psicoanálisis y de psiquiatría? Pero él no había leído nada y cuando vi la frase digo, qué barbaridad. Qué barbaridad, qué chulería. ¿Cómo es posible que una criatura, desde el punto de vista psicoanalítico, analfabeta, sea capaz de resumir en muy pocas palabras toda la aventura de Freud? Sí. La llave, si es que uno puede abrir las tinieblas, tiene que usar la llave de la infancia. Sí, yo he sido siempre una persona apocalíptica, tostoyisquiana. Y pruebas de que el libro este del que os hablaba, la balada del abuelo Palanca, no lo escribí solo, sino con ayuda de un hombre que no era apocalíptico y que no era doctor Yesquiano, mi abuelo, es que en ese libro, por primera vez en mi vida y creo que por última, el apocalíptico Félix Grande desaparece y el doctor Yesquiano Félix Grande desaparece. Y el angustiado Félix Grande desaparece. Vuelvo a ser el mismo de siempre, el hijo de mi infancia, el que lleva tratando de que le sirva la llave de las llagas de la infancia. Si yo es que pertenezco a una generación para quienes la infancia ha consistido en conocer el horror de la guerra civil o y el horror de la posguerra. Entonces, pues es posible. Si yo no hubiera vivido justamente, no hubiera nacido justamente en esa etapa, podría haber tenido cualquier otro oficio y de hecho, bueno, me he ganado la vida de otras maneras, pero mi vocación siempre fue la literatura. Y me pregunto por qué. Ustedes saben, uno empieza a escribir en la adolescencia, en la primera adolescencia, casi todos los adolescentes escriben uno o varios poemas y algunos se quedan escribiendo ya para toda su vida. Es la edad en la que hay que escribir. Es la edad en la que hay que buscar consuelo. Es la edad en la que hay que pedir socorro. Es la edad en la que la angustia se pone de pie, se ha terminado la infancia, se ha terminado el poderío del padre que responde a la pregunta ¿y por qué? ¿y por qué? Y esto que es del niño, siempre el padre responde, pero ya se ha terminado. Hay un instante en el que uno se da cuenta de que ha abandonado la infancia para siempre, de que la infancia se acabó. Y entonces acude la angustia. Creo que no habrá una etapa más difícil a lo largo de toda una vida que la de la adolescencia porque es la llegada de la angustia que viene para quedarse, a veces para siempre. Entonces uno empieza a buscar consuelo. Con suerte uno se da cuenta de que las palabras que viene usando con papá, con mamá, con los vecinos, con los amigos, son una posibilidad de... de entrar en lo más misterioso de la conciencia. Y empieza a escribir. Luego uno se acuerda, dice ¿por qué empecé yo a escribir? Pues naturalmente porque me enamoré de la muchacha más guapa del mundo que vivía en la calle del lado, se llamaba, no diré el nombre, soy un caballero. Y sí, es cierto. Yo me pasé una temporada cuando a los 14 años me pasé una temporada escribiendo de cartas de amor incendiadas y metía dentro poemas abrazados a una vecina. Y yo estaba seguro de que era la manchega más guapa del mundo si hubiera llegado don Miguel de Cervantes en forma de don Quijote. Me hubiera batido a duelo con él porque naturalmente don Quijote habría dicho que la mujer más bella era Dulcinea y yo no se lo hubiera consentido. Le mandaba cartas sin remite, sin firma y con los poemas abrazados sin firma. No sé cómo la jodía llegó a darse. A enterarse de que el que la escribía era yo. Bueno, afortunadamente le salió un novio que tenía una serrería, es decir, tenía un buen pasar y eso me permitió años después conocer a Francisca Aguirre con quien llevo ya 54 años viviendo. Pero no fue entonces ni por esa causa por la que empecé a escribir. Uno puede decirle a la gente, yo empecé a escribir pues como todos los adolescentes porque me enamoré y al calor de esa hoguera del amor pues vinieron las palabras con su mansedumbre maravillosa. No, yo ahora sé que las razones por las que empecé a escribir, por las que entré a la literatura justo en la época en la que la angustia es tu arma fundamental para lograr entender a tu conciencia fue que nací en Mérida en el año 1937. Viví parte de la guerra civil, primero en la barriga de mi madre, después en los brazos de mi madre y viví la posguerra de la guerra civil. Fue eso creo lo que me hizo aprendiz, discípulo de poeta lírico. El dolor de la infancia, el horror de la infancia, las llagas de la infancia y en mi caso ahora lo tengo clarísimo, las llagas que me motivó la locura de mi madre que había sido la mujer más feliz del mundo en la primera etapa de su matrimonio, recién casada, enamorada. De pronto vieron la guerra civil y mientras su marido estaba en el frente, ella defendiendo a tiros la república ella sufrió la toma de Mérida, la represión en Mérida, el espanto de imaginar que cualquiera de los cadáveres que veía en la calle cuando salía del refugio con la cabeza hacia abajo era su marido. Enloqueció entonces y no desenloqueció nunca más. Fue en la barriga de mi madre y en los brazos de mi madre en donde aprendí la asignatura del espanto. Fue entonces donde aprendí que necesitaba algo para poder defenderme del espanto de mi madre que convirtió su espanto en una histeria, la palabra es una definición, es una enfermedad, no es un insulto. Una histeria que tuvimos que sufrir todos. Sus hijos. He dejado un cadáver en el suelo. Mi madre, como muchas otras criaturas de la Mérida de 1937, 36, 37, 38. Cuando venían los bombarderos y sonaban las sirenas avisando de que venían los bombardeos se ocultaba, se refugiaba en los bajos, en los sótanos del teatro. El teatro romano de Mérida. Allí bajaba conmigo en su barriga o conmigo en sus brazos. Cuando las sirenas avisaban que el bombardeo había terminado, la gente salía y volvía a su, llamémosle, vida cotidiana. Muchos años después, hace un par de años antes de que muriera mi madre, me contó una cosa que no me había contado nunca. Y es que en efecto, un día al salir del refugio se encontró un cadáver que no había tenido tiempo de refugiarse. Un hombre con la cabeza comiéndose la tierra. Y mi padre, mi madre, durante unos segundos se volvió loca y pensó, ese es mi marido. Digo se volvió loca porque ella sabía que no podía ser su marido. Su marido estaba a muchos kilómetros de distancia, posiblemente en la bolsa de la Serena, en Castuera, en algún lugar en Extremadura. Tal vez en Albacete. No podía ser su marido, sin embargo ella necesitó convencerse a sí misma de que la absoluta desgracia no había llegado hasta su corazón. Se inclinó, le volvió la cara y me cuenta que lloró de felicidad. No era su marido. Recuerdo que le pregunté, madre, ¿en aquel momento yo iba en tu barriga o iba en tus brazos? Y mi madre no se acordaba. Desde entonces yo cuando recuerdo esa escena trato de recordar si esa escena la viví yo ya nacido o si todavía estaba en la barriga de mi madre. Trato de recordar pero no lo recuerdo. Entonces trato de olvidarla esa escena pero tampoco lo consigo. Esa fatalidad de la fecha del nacimiento de mi generación es la que me hizo aprendiz y discípulo de poeta lírico. Sí, mira Félix, es que realmente y se ve en la bala del abuelo Palanca y en toda tu obra, se ve esa infancia que fue dura, la historia de tu abuelo que es impresionante, de tu padre al cual también lo fueron. En fin, toda la represión y otras muchas historias, el problema de tu madre. Es impresionante realmente el pozo que dejan. Aquí tenemos un fragmento de ese poema, tu madre, tan bueno del libro este último, pero ¿cómo prefieres? ¿Que hagamos un cierto recorrido por tu obra y vemos algunos textos o quieres hacerlo salteado? Porque si no, podemos leer ese de tu madre ahora o si quieres comenzamos un poquito. Nosotros hemos empezado, tienes mucha obra y era inabarcable y ya hemos puesto muchos textos. Hemos empezado con Cobrizo Espiritual, un poema del libro Blanco y Espirituals y después nos hemos metido con ese extraordinario poemario que es La Rubaillat, como el perso Omar Hayan de Horacio Martín. ¿Te apetece leer o que leamos nosotros un poema y luego lo comentas como tú prefieras? De estos y... Pues esto me recuerda a la... Una frase maravillosa de un amigo mío argentino, ha muerto hace poco, ha muerto él, su cuerpo está con nosotros, lo queremos muchísimo. Que era un actor, excelente actor, muy buen director de escena y tenía una voz hermosa. Bueno, yo también la tengo, después os contaré alguna anécdota sobre... Por eso al principio empezaba elogiando el micrófono, porque así puedo bajar la voz, convertirla en íntima y resultar un poco seductor, aunque ya no... De una manera desinteresada. Pues José Alberto Santiago, el actor, solía ponerse firme sobre sus pies, un aspecto muy viril y decía, en mi casa se hace lo que yo obedezco. Me siento en casa, así que lo que ustedes digan. No, bueno, pues... No, primero lo teníamos, Cobrizo Espiritual, porque me parece que era uno de los que hablaba del flamenco, creo recordar. Sí. Sí, efectivamente, que es el cante, que es la seguirilla. Bueno, como es muy largo para... Yo si quieres leo la cuarta estrofa y después pasamos ya a los de... ¿Tienes aquí esta tercera estrofa? Por ejemplo, en la página 3, la cuarta estrofa, a la izquierda. Pues, ¿qué es el cante? ¿Qué es una seguirilla? No es algo roto cuyos pedazos aúllan y riegan de sangre oscura el tabique de la reunión. No es la electricidad del amor y del miedo. No es la brasa que anda por entre el velo de los brazos sobresaltando a la miseria y al ultraje que nos desgastan. No es el canto de una borrachera de impotencia y coraje, una paz sísmica, un alimento horrible. Luego, para plantearte esto, por tu experiencia de flamencólogo, antes de continuar, ¿cómo fue esta pasión tuya por el flamenco? Ya desde que tocas la guitarra y has conocido a todas estas figuras y has escrito páginas muy importantes del flamenco. Además del flamenco, comentábamos antes que es una música que se presta a la mezcla con todo, porque estábamos hablando de la obra con Mauricio Sotelo, este músico tan de la vanguardia, de la clásica contemporánea, si esto se puede hablar en estos términos, o sea que es lo más avanzado y que integra elementos y que incluso lo titula como San Juan de la Cruz, música oscura o algo así, o música callada. Voy a preguntarte sobre el flamenco, qué es para ti el flamenco, porque realmente en Galicia estamos muy lejos de ese mundo. Aquí hay una gran pasión por el flamenco en la gente que lo conoce, pero claro, no es nuestro sustrato cultural. Y voy a preguntarte esto. Vuelvo a tener el... ...admirable conflicto de encontrarme con un tema que contribuyó a salvarme la vida y con un micrófono que me permite dirigirme a vosotros y sobre todo a vosotras con toda la intimidad posible. Os cuento que un día, exactamente el día 21 de febrero de 1988, era domingo, llamé a casa de mi padre. Y mi madre. Por entonces, íbamos, mi mujer y yo, todos los domingos a comer con mis padres en el poblado dirigido de Caño Roto, así se llamaba el barrio, un nombre que le debió poner un funcionario del ayuntamiento con veleidades cervantinas, poblado dirigido de Caño Roto. Nos íbamos todos los domingos a media mañana, lo más temprano posible, y que yo, antes de que comiéramos, pues acompañaba a mi padre a su paseo cardiopático. Él era cardiópata, tenía una ligera lesión de coronarias, mi abuelo Palancas había muerto por ese camino, él también, y supongo que yo, pues, lo seguiré. Y aquella mañana lo llamé para decirle que no íbamos a llegar enseguida, sino que me iba a demorar un poco porque tenía una cosa urgente que hacer, pero que íbamos a comer. En efecto, tardé un poquito, pero cuando colgué el teléfono, estuve un rato hablando con él, cuando colgué el teléfono le dije a mi mujer, a Paquita, hay que ver mi padre, con lo mayor que ella, estaba a punto de cumplir 78 años, no llegó a cumplirlos, qué voz tan bonita tiene. El jueves siguiente murió, sin drama, sin dramatismo, y aquel jueves, aquel domingo, pues, llegué, lo saqué a dar una vuelta, a dar un paseo y le conté la conversación con mi mujer, el elogio de su voz, y me acuerdo que me dijo, esa voz la has heredado tú. Sí, padre, te lo agradezco. Me miró con una picardía muy de tomelloso, me dio un codazo así y me dijo, habrás aprovechado, ¿no? y bueno, hice lo que pude. Es lo que le contesté a mi padre. Sí, padre, he hecho lo que he podido. ¿Cómo y por qué yo entré en el flamenco? ¿Cómo me decidí a escribir libros sobre flamenco? El primero de los libros que publiqué se llama Memoria del Flamenco, tiene 800 páginas, llegué a mil folios, y cuando ya había redactado mil folios, me di cuenta de que tenía que resumir, cerré el libro y dejé un fichero infinito que valía para otras dos mil páginas. ¿A qué se debía esa voracidad de investigación y de celebración del flamenco? Pues es muy sencillo, ahora lo sé bien. Luego he escribido otros libros más, pero más modestos, sobre flamenco. Pero ahora sé por qué escribí aquel libro, tan obeso, casi adiposo, por sentimientos de culpa. Lo que yo había querido ser es guitarrista flamenco. Había empezado a tocar la guitarra justo cuando había empezado a escribir, en la angustia del adolescente. Por aquella época, que yo tenía 14 años, 15 años, los maestros de guitarra se llamaban Niño Ricardo, luego después sabríamos que había otro maestro al que asumiríamos, que estaba en Norteamérica, se llamaba Savikas, y los maestros de ambos, que se llamaban Don Montoya, Luis Yance. Otro de los maestros presentes era Melchor de Marchena, que tenía una técnica no tan prodigiosa como la del Niño Ricardo, pero tenía el don de hacer unos bajos con el pulgar en los borzones increíbles. Luego después, cuando ya he ido sabiendo más de música, sabiendo más de que no se puede saber el infinito misterio de la música, me he dado cuenta de que es imposible repetir el sonido de los borzones de Melchor de Marchena. Yo tocaba la guitarra, escribía poemas, llegué a publicar un libro, después otro, seguía tocando la guitarra. De pronto conocí a Paco de Lucía. Paco de Lucía, como ustedes saben, es un genio. Cuando digo un genio, quiero decir un genio. Es un genio de la profundidad y de la categoría de Velázquez, de Goya, de César Vallejo, de Don Antonio Machado. Es una de esas criaturas que asumen un lenguaje, trabajan y cuando abandonan ese lenguaje, el lenguaje se ha enriquecido. Y Paco de Lucía no ha hecho ni más ni menos que convertir en dos etapas la historia de la guitarra flamenca. Antes de Paco de Lucía, y después de Paco de Lucía. De pronto un día conocí a Paco de Lucía, nos hicimos amigos, buenos amigos casi como hermanos y permítanme que repita una frase que últimamente repito con cierta frecuencia y es esta. En esta vida todo tiene su precio. Todo tiene su precio. Y las cosas importantes tienen un precio caro y hay que pagarlo. Sé de lo que estoy hablando. Si tengo oportunidad les daré después a ustedes un ejemplo serio sobre esta frase. Bien, el precio que yo tuve que pagar por ser amigo de nada menos que de Paco de Lucía fue dejar de tocar la guitarra. Llegó un día, Paco, nos veíamos muy frecuentemente, entonces no viajaba tanto, vivía en Madrid, cerca de mi casa, nos veíamos casi todos los días. Me compré entonces una guitarra con un premio literario que me dieron, coño, el premio de la Casa de las Américas, me dieron mil dólares de los de entonces. Y me compré una guitarra excelente que se llama Mesalina. No se rían, ustedes conocen la anécdota de Mesalina, que era una comedora de hombres, era una mujer insaciable, y entonces un día uno de sus soldados le dijo, Mesalina, esta noche si te parece bien, te voy a traer hombres para que te artes, te voy a traer una legión. Diez, doce soldados que fueron pasando por turno a los aposentos de Doña Mesalina, y al amanecer habían salido del aposento todos unos tras otros absolutamente extenuados, y entonces pasó el dirigente de esos soldados y le dijo, Mesalina, ¿estás ya satisfecha? Y le dijo, no, estoy cansada. Por eso le puse Mesalina a mi guitarra. El sonido de Mesalina se lo hizo Paco de Lucía, ya sabéis que los instrumentos de cuerda, y muy concretamente en la guitarra, de cuerda con trastes, el sonido se lo hace un alma, un corazón, a través de los dedos. Y Paco tiene unos años, diez años menos que yo, nueve o diez años menos que yo, en aquella época era una diferencia de edad notable, de veinticinco a treinta y cinco. Además él tenía por entonces esa superstición de los flamencos sobre la gente que escribe en los periódicos, y yo era una de esas gente que escribía en los periódicos, y me tenía cierto respeto. Como de hermano menor, que igual. Y ese respeto fue el que le hizo no decirme antes lo que de pronto un día, después de aguantarse mucho tiempo, me soltó como un puñetazo. Me estuvo, estaba mirándome tocar y me dijo, así no va a tocar tú nunca bien. Me sorprendió. Pues claro, Paco, ¿qué coño va a tocar bien? Tanto Paco de Lucía ya, que habías venido a dar una patada y echarnos a la cuneta, todo. Y entonces ya más tranquilo, dice, no, no, no. Tú te pones un espejo. Delante de la mano derecha cuando tocas, digo, de vez en cuando. ¿Y pa' qué? Mira, ahí estaba devastador. Digo, pues hombre, pues para colocar la mano derecha perpendicular sobre las cuerdas. Perpendicular. ¿Y por qué? Digo, pues porque la ponéis todos, coño. La técnica parece que exige, pues tener las manos perpendiculares para que se pueda atacar la cuerda, no tirar de ella como los guitarristas clásicos, sino atacar con fuerza. Dice, sí, pero... Pero, ¿pa' qué te pones la mano así? ¿No te das cuenta que incluso tú mismo has hecho así? No. No puedes tocar la guitarra con la mano así. Tienes que dejar la mano relajada. Dice, mira, deja la mano relajada. De modo que tenga relajada la muñeca, el codo, el hombro y todo el cuerpo. Y empieza a tocar despacito, con la punta de los dedos, muy despacito. Que no me entere yo. Ahí ya decidió no ser el hermano menor. Que no me entere yo que corre durante tres meses. Muy despacito. Le hice caso y a los tres meses me volaba la mano derecha. Encontré la técnica, encontré la posición, encontré la relajación. Y me di cuenta, al encontrar la técnica, al darme cuenta de cómo se edificaba el sonido, me di cuenta De que para ser un buen discípulo o un simple discípulo de Paco de Lucía había que tocar ocho horas. Ahora os diré por qué ocho. Entonces me di cuenta de que no podía, de que no podía simultanear el ejercicio de la literatura con el ejercicio de la guitarra. Ahora, me fui entonces con Fernando Quiñones a dar una gira de conferencias sobre flamenco a América. Él cantaba flamenco y yo le acompañaba la guitarra. Allí en Buenos Aires, me acuerdo muy bien, en Buenos Aires, en una de las conferencias que hicimos, improvisé una falseta por soleá perfecta, completamente acentuada. Me dio miedo. Me di cuenta de que estaba a punto de abandonar a mi mujer la literatura. Para vivir con mi amante, con la guitarra. Esas cosas siempre dan miedo. Y me di cuenta de que tenía mi propio sonido, ya no el de Paco de Lucía. Bueno, eso no lo tiene nadie más que él. Pero tenía mi sonido y cuando regresé me fui a ver a un médico amigo mío y le dije, mira, tengo que tomar esta semana, hoy tengo que tomar una decisión. Gracias, Samaritano. Tengo que tomar una decisión. Que va a comprometer el resto de mi vida y quiero que me ayudes. Me acuerdo que me dijo Alberto, Francisco Alberto, hombre feliz, a un amigo no se le hace eso. Digo, no, no. Los amigos estamos para eso. Venga adelante. Le conté el problema y me dijo, mira, ¿a qué edad empezaste a tocar la guitarra? Pues a los 14 años. Y me dijo, mira, tienes el mejor profesor del mundo, Paco de Lucía. Segundo, yo te conozco y sé que tienes... La vocación, como le llamáis vosotros, la necesaria abnegación como para dedicarle tu vida a la guitarra. Te conozco y sé el amor que tienes por el flamenco. Pero te tengo que decir la verdad, puesto que me has pedido mi ayuda. ¿Qué te ha ayudado? A servir de cordón umbilical entre las neuronas y las terminales nerviosas de todo el cuerpo. Si esto no se ha empezado a hacer a los 5, 6, 7 años, sino a los 14, nunca, nunca estarás seguro de tu técnica. Podrás estudiar muchas horas, podrás tener el mejor profesor del mundo, pero cuando tengas que tocar el lunes, desde el viernes tienes que estar simpático. Podrás parar 8, 10, 12 horas y nunca vas a estar seguro de la técnica. Vas a estar siempre sufriendo como un perro. Si realmente quieres tocar la guitarra, toca. Eres un privilegiado. Nadie tiene un profesor como el tuyo. Pero esto es lo que te espera. En Semana Santa, en Navidad, los domingos, cuando tengas un duelo, cuando sufras, tienes que tocar todos los días un montón de horas. Al día siguiente, estuve tocando un par de horas. Después de que se acostara mi mujer y mi hija, cerré, dejé de tocar, metí la guitarra en el estuche, cerré con llave. Después de ponerle un paño de lana sobre el mástil. Y desde entonces, ya hace 35 años o más, ya no he vuelto a tocar la guitarra. De vez en cuando la saco, la afino. Para que no enferme la madera, la vuelvo a guardar y ya no te he tocado más. Estuve durante año y medio escuchando música de guitarra. Todas las noches durante una hora, hora y media. Cuando se habían acostado mi hija que entonces vivía en casa y Paquita, me ponía unos auriculares para no despertarlas y me escuchaba la guitarra y lloraba durante un buen rato. Cuando ya había llorado lo suficiente, apagaba y me iba a dormir. Durante año y medio me duró el duelo de no tocar la guitarra y creo que nunca jamás mis manos han sentido la nostalgia de un cuerpo de mujer con la intensidad con la que mis manos se convirtieron en muñones durante aquel año y medio. Creí que nunca iba a poder liberarme de ese desastre. Pero finalmente el duelo se hace y un día me di cuenta de que ya era capaz de gozar de las guitarras de estos chicos hijos de perra que son capaces de tocar como demonios con 15 años. Bueno, empecé a disfrutar de lo que tocaban los otros y dejé de tocar. Creí que ya estaba curado. No lo estaba. Cuando terminé de escribir mil páginas sobre flamenco me di cuenta de que eso había sido una especie de expiación de John Kipur. Había tenido que espiarlo. Había tenido que espiar el hecho de abandonar a la guitarra, el hecho de retirar las manos de la guitarra y dejarla que se convirtieran en muñones. Y entonces por eso me hice un especialista en flamenco. Les recuerdo a ustedes el horror de la palabra especialista. Es Mr. Oscar, Mr. Bertrand Russell quien dice que un especialista es alguien que sabe cada vez más de cada vez menos. Bueno. Feliz, ¿qué te parece? ¿Qué te parece entonces si leemos un poema de la Ruba y Jazz que aquí pone biografía porque está recogido en el libro extenso, biografía, pero pertenece a la Ruba y Jazz? Obviamente ellos quieren que lo leas tú. Si tú estás cansado lo leemos nosotros, pero si no, la verdad sería un placer escucharlo en tus palabras. Es que todos son buenos, entonces él mismo y tú me lo preguntas por aquello y tú me lo preguntas pues si eres tú. No, el que quieras. Este que tiene rima, que es un sonetito. El que está abajo. En la página 3 estamos, sí. Ustedes me autorizan a que además de leerles este poema les lea otro después. No porque me sienta culpable por haber escrito este poema en absoluto. No saben ustedes hasta qué punto me he descargado de la culpa y sé que soy inocente. Pero después les explico. Es un poema escrito a alguien. Es un poema que obviamente no fue mi mujer, no fue para Francisca Aguirre. Se llama Antes que el tiempo expire nuestras manos. Océano de piedad, luz honda de mujer. Levadura del tiempo mientras el tiempo exista. El tacto y el olfato y la lengua y la vista junto a tu cuerpo son maneras de nacer. El hombre es taciturno y nace para ser desgraciado. Perdido, sin nada que lo asista. Y esto es horrendo, iniguo y no hay quien lo resista si no puede mirar, tocar, besar, lamer, morder. Ella pone pomada. Ella pone vendaje. Ella amortigua el triste absurdo del viaje. Ella es el centro, el único lugar a donde ir. Los hechos y los años son mentira y estrépito. Y el destino es un mudo, miserable y decrépito. Sin mujer en las manos. Lo mejor es morir. Les voy a dar dos poemas. Uno, flamenco. Ya hablaremos otro día, les prometo que si ustedes se comportan como Loren Bacall y Silvan, yo vendré como Humphrey Bogart corriendo, a hablarles de la poesía flamenca. Por el momento solamente un poema flamenco. Ya saben ustedes, el poema flamenco se caracteriza, entre otras muchas cosas, porque tiene un despojamiento absolutamente increíble. Es el único momento de la historia de la poesía española, tanto en su tradición popular como en su tradición culta, en que los poetas, en este caso anónimos y casi todos analfabetos, han conseguido contar una historia o el tuétano de una historia o la emoción de una historia en 20 o 30 sílabas. Esto es un acontecimiento único en la historia de nuestras tradiciones poéticas. Con ese talento increíble, con ese despojamiento, con esa capacidad de acudir a lo esencial, un poeta anónimo, previsiblemente analfabetos como lo fueron casi todos, compuso, ya ven ustedes que no he dicho escribió, compuso hacia la mitad del siglo XX, según me han contado los cantadores a quienes lo escuché, una copla que parece que es... Parece que está... Hecha para mí. Les dije al principio que llevo 54 años viviendo con Francisca Aguirre. Francisca Aguirre es uno de los seres más prodigiosos, más admirables de la vida. Antes les dije que había tenido mucha suerte, que los dos jefes que tuve fueron un gran poeta y un sabio. Con Paca Aguirre me pasó lo mismo. Es una persona, es la única persona que conozco a la que todo el que la conoce la quiere. Es la persona en quien he aprendido hasta donde he venido. Hasta donde he podido serenidad, hasta donde he podido la capacidad de hacer algo que es lo más difícil del mundo. El perdón. Es una criatura a cuyo padre lo asesinaron en el año 42, le dieron un garrote vil. Se podía haber convertido en un bicho con todo el derecho del mundo. Y se convirtió en una de las personas más bondadosas, especie, admirable y abominable. Llevo 54 años viviendo con Francisca Aguirre. Llevo 54 años viviendo con ella. Y de pronto un día, en la peña Enrique el Mellizo, en Cádiz, estaba un grupo de chicos jóvenes, un guitarrista muy bueno, al que de una manera instantánea envidié, como buen guitarrista fracasado, que es lo que soy, y lo digo con orgullo, y un muchacho que estaba cantando en ese momento por tientos. Y de pronto hay una copia. Y me sobrecogió. Luego ya, cuando me dijeron de dónde creían ellos que venía, no de quién, porque no sabían quién había compuesto eso, sino que se cantaba desde los abuelos y tal, entonces calculamos que la fecha de nacimiento debió ser hacia 1930 o 1940. Y de pronto pensé, aquella criatura, Dios sabe cómo, se las arregló para averiguar que un montón de años después nacería una pareja. ¿Una pareja? Ella se llamaba Francisca, él se llamaba Félix. Esa pareja iban a vivir juntos un montón de años y al término de ese montón de años nos esperaba una copla que él había compuesto un siglo antes para contarnos nuestra historia. Esta historia está contada en 24 sílabas y son estas. Como los raíles del tren son tu cariño y el mío, uno al laito del otro, tú seguío, tú seguío. Intenten ustedes encontrar un poema de amor como ese en la historia de las tradiciones cultas. Van a pasarte esos cuatro meses y leen toda la poesía española desde las jarchas hasta hoy. Muy bien. Muy felices, pero no los van a encontrar. Como ese otro que se deja cantar por soleá, ese grito amoroso más escalofriante que yo recuerdo haber leído nunca o haber escuchado, que dice que quieres que tenga. Que me han dicho que a tu cuerpo se lo va a comer la tierra. Bueno, pues déjame... Eso es de una hondura tipo Quevedo realmente. Ay, Quevedo. Si Quevedo hubiera... Déjame... Yo el libro... ¿Cuál? ¿Prefieres por el libro? Sí. Este. No, este. Él es el negro. El negro, el último, sí. Como ella no está aquí ahora y porque es muy pudorosa y le da vergüenza que la elogien en público, os leo un poema. El desterrado de él es pasa. Olvidé decirles antes que su padre, a quien asesinaron en el año 42, fue un republicano notario. Hablaba, enamorado de la institución libre de enseñanza, ocupó cargos, un cargo importante en la república, huyó de Madrid, huyó, bueno, huyó con el gobierno republicano a Valencia, desde Valencia a Barcelona, de Barcelona al exilio. En el exilio no consiguió el barco que lo hubiera podido llevar a América y entonces sus hijas y su mujer volvieron a... A España, a Madrid, y él, como buen artista, era medio tonto. Y se creyó la promesa de Franco de que todos los que no tuvieran delitos de sangre, que no se preocupasen, que podían pasar, volver a España, que no les pasaría nada. Se entregó. Ya no salió de la cárcel más que muerto. Era un pintor, un excelente pintor. Que hasta ese momento estaba en el espasa con unas columnas y... Vengo a pedirle a usted la mano de su hija. Permítame que me presente. Tengo 73 años cumplidos. Mi padre defendió a tiro en la república. Tras la derrota, tuvo suerte. No le dieron garrote vil. De los ocho hijos que engendró... En el vientre de nuestra madre vivimos cinco, todos varones. Todos cinco queremos mucho a don Lorenzo, a Paquita, la hija de usted. Y yo además la necesito, para durar, para iluminar mi escalera, para morir sin odio. Vengo a pedirle la mano de su hija. La vida sigue, don Lorenzo. A Paquita y a mí nos nació Guadalupe. Guadalupe, espere, tengo en mi billetera una fotografía de su nieta y de usted. Aquí está. ¿Verdad que es preciosa, Dios mío? Y aún es mayor la belleza de su conciencia. Deduzco que ha heredado ese ardimiento, ese don de vivir en justicia, esa tonalidad, ese gen suntuoso, en la conducta de sus dos abuelos. Como si en el mantel de las neuronas de mi hija, usted y mi padre, jugasen interminablemente desde hace siglos una partida de ajedrez en la que los peones comen a dos carrillos, beben vino, revueldan, leen buenos libros, duermen en paz, madrugan, trabajan sonriendo. Mire a su nieta, Guadalupe. La vida sigue. No pudieron con usted, don Lorenzo. En la cárcel de Porlier, en el año 1942, le pusieron a usted la muerte sobre la garganta. Le dieron vueltas a una manivela. Lo asesinaron. Y no pudieron con usted. Téngalo por seguro, no pudieron. Vengo a pedirle a usted la mano de su hija. Le cuento. Aquella niña, con un ramo de flores, arrodillada y aterrada ante la hija del general Franco, fue inútil. No quisieron conmutarle a su padre la pena de muerte, una pena inmortal, por años de prisión, los que fueran. Contemplo a su hija, don Lorenzo, arrodillando sus doce años menos ciento tres días. Susy y Margara no se atreven a jadear. Y mi mujer le entrega a usted... No, le entrega aquel ramo de flores a Carmencita Franco por su onomástica. Por cierto, don Lorenzo, ¿a cuento de qué lo ejecutaron? ¿Exterminaban al pintor Lorenzo Aguirre a la institución libre de enseñanza? ¿A la República? ¿A las pajaritas de papel que Miguel de Unamuro le enseñó a usted a manufacturar con las uñas pulgares y con un alfiler? ¿A cuento de qué lo mataron a usted a tres años de acabada la guerra? ¿Qué ganaron con ese crimen? ¿Qué disfrute obtuvieron con toda una familia, de dolor y a cuento de qué venía la orden de retirar su nombre del espasa? Como le iba diciendo, aquella niña arrodillada ve aquí que hoy está al borde de sus ochenta años. Lo que es el tiempo, qué resistente, qué robusto, con él no pueden ni el horror ni el crimen. ¿Y qué tristeza siente en su alma el tiempo cuando, por fuerza, no lo puede todo? Me refiero, don Lorenzo, a que Francisca Aguirre no logró nunca hacer el duelo. Sépalo, nunca. Al tres por dos usted regresa y llena su memoria de angustia, infancia, espanto y lágrimas de oro. Fíjese. Incluso en esas ocasiones también le sale afuera la luz del corazón. Lo que quiero decir es que esa niña de rodillas, como sin darse cuenta, sin un ruido, de forma muy misteriosamente natural, y desde hace ya más de medio siglo se dice pronto, se esfuerza en enseñarme a base de paciencia la asignatura de la serenidad. ¿Qué le parece, don Lorenzo? Lorenzo, ¿comprende usted por qué he venido viejo al pie de su cadalso? ¿Por qué provengo desde 2010 al 6 de octubre del 42? Pian, pianito, pasito a paso cerca de la noche. Va a amanecer, Lorenzo. Te van a ejecutar. Menos mal que he llegado a tiempo. He venido a traerte el medio siglo de viudez y de coraje maternal que ejerció tu mujer antes de que te vayas. Antes de irse contigo, cansadita, orgullosa. He venido a traerte en caudal a dos manos abrazos testarudos de las tres niñas de tus ojos. He venido a traerte en mi bandeja genealógica saludos de mi padre desde bajo su tumba. He venido a traerte firmada y rubricada la certidumbre nuestra sobre tu dignidad. Y he venido a traerte, aquesta pajarita de papel para que en ella vuele la memoria de ti por los bisnietos de los nietos hasta que sobre el aire quede escrito tu nombre Aguirre, Aguirre, Aguirre. Así Trino y Lorenzo a lo largo de España. Ya amanece, Lorenzo. Amigo mío, ya vienes. Te tocan en el brazo. Caminas. Te sientas. Le sonríes con piedad al verdugo. Soy un viejo. Dos ojos, un grito, una memoria. He venido a pedirte la mano de tu hija. Bueno, muy hermoso. Mira, hay un... Ya que vamos así de manera salta. Hay un poema muy hermoso también en el que juegas que es esta dedicación. Tu hija. Nanas de la metralla que es un juego con las nanas de la... Está en la página 5. ¿Te apreciaría leer este o otro? Sí. Encantado. Porque, como ustedes saben, aquel 24 de febrero... Este habla de tu hija, ¿no? En que unos pistoleros racistas entraron a un despacho de abogados laboralistas en la calle Atocha. Dejaron cinco cadáveres y la sangre de otros tres heridos que milagrosamente salvaron la vida. Aquella fue una noche terrible. Quizá la noche junto con la de Tejero más espantosa de la transición democrática, del paso de la dictadura a la democracia. Sólo después de las primeras versos de este poema que os voy a leer enseguida que se llama Nanas de la metralla, me di cuenta de que estaba utilizando una métrica, una estructura poética que había utilizado Miguel Hernández en la cárcel. cuando escribió ese poema prodigioso que se llama Nanas de la cebolla. La cuna del hambre, mi niño estaba, con sangre de cebolla se amamantaba. A la noche siguiente, se acostaron y se durmieron mi mujer y mi hija. Escribí este poema que, obviamente, es un homenaje, me di cuenta, mientras lo escribía, es un homenaje a Miguel Hernández por la elección de esta métrica y una lamentación. Fue el 24 de enero de 1977, no lo olvidemos, no lo digo con rencor. Necesitamos no olvidar esas cosas para no perder la salud. Tiene 11 años. La vida de mi hija tiene 11 años, una fuente de asombro con 11 caños. Esta mañana le asombró lo que llaman la raza humana. No comprende a los lobos, no los comprende. Amada esa ignorancia que la defiende. De punta a punta pienso en la mala muerte. Y me pregunta, ¿ella no entiende el crimen? Y yo tampoco. Hay algo purulento y sucio y loco, pero no puedo decirle ni siquiera que tengo miedo. Trato de distraerla con gran cuidado. Después me encierro solo, desesperado. Penosa ciencia la de ir fuciendo rotos a su inocencia. Me levanto a mirarla de madrugada. Su rostro es un milagro sobre la almohada. Beso su pelo mientras hiede en mi boca mi desconsuelo. Por mi largo pasillo camino y fumo. Voy a llenar la casa de miedo y humo. Como una pared. Una perra se va a preñar de miedo toda la tierra. Ay, hija, una desgracia llamada España. Siempre frente a la sombra de la guadaña. Desde albosoles van cayendo a la sombra los españoles. Me encierro en mi despacho. Libros, carpetas. Ay, pueblo tan mentado por tus poetas. Ay, pueblo inmerso. En tantos epitafios y en tantos versos. Mala noche esta noche, malo este día. Mala historia esta historia mala, hija mía. Cuando despiertes quizá tendré que hablarte de nuevas muertes. En la cuna del pánico tu padre estaba. Con sangre de tabaco se amamantaba. Y el lento horror. Despiar el lento ruido del ascensor. Estos últimos tiempos. De mala entraña, un ascensor no deja dormir a España. Historiadores. Cuánto han de preocuparos los ascensores. Mi niña está durmiendo. Tiene en la cara la verdad más profunda. La paz más clara, los dos caminos que están cegando ahí fuera los asesinos. España está llorando lágrimas viejas que ruedan y se filtran entre las tejas. Los lagrimones llenan baños, pasillos, habitaciones. La vieja y triste España tan triste y sola otra vez ante el ojo de la pistola. España, otra laguna de sangres apagadas bajo la luna. Odian el sol, la vida, los grandes bienes, el amor que te tengo y el que me tienes. Esto es horrendo. No lo comprendes, hija. No lo comprendo. Duérmete, niña. Ea, duerme, mi niña. La cosecha de muertos crece en su viña. Duerme en tu nido. Tu padre está velando despavorido. Duerme tú sola. Duérmete, niña. Ea, duerme tú sola. Mientras pasa esta noche tan española. Duerme, amor mío. Mi corazón te arropa lleno de frío. Una hermosísima y unas realmente conexiones con la tradición española. Contemporánea, impresionante. Y esos versos de 5-7, 5 que se van alternando, que funciona extraordinariamente. En la página siguiente, en la 6, ahí hemos puesto uno, dos o tres fragmentos. Porque en la parte de la izquierda, antes de que venga el inventor del amarillo, hay que poner ahí una rayita, porque eso es otro fragmento, ¿no? O sea, ahí empieza un nuevo fragmento, en que venga el inventor del amarillo. Este es un libro espléndido. Que es el libro final de esta recopilación de su obra reunida. Y que salió aquí, no ha salido aún en libro suelto. Y es un poema, La caballera de la Soá, pero con una estructura muy rica, muy compleja. Ya veis que el fragmento de la derecha es en prosa. Entonces él va alternando una serie de formas, que lo hace mucho en estos últimos libros, sobre todo en el último aún más. Y es un texto espléndido. Que reflexiona sobre la Soá y sobre, hay una cita inicial que realmente es espléndida, de Elie Wiesel, que dice, Auschwitz, también conocemos la palabra adorno famosa, que es escribir después de Auschwitz, ¿no? Pero Auschwitz no se comprende con Dios o sin Dios. Hay también aquella de adorno después de Auschwitz que hay que escribir. O hacer poesía, como realmente por el impacto terrible que tiene. Yo creo que este es un poema impresionante y si Félix no tuviese inconveniente yo le pediría el libro. Les cuento algo y les debo una cosa muy breve, porque este fragmento es extenso y quizá queda un poco colgado, pero les leeré dentro de esta lujuria estructural, dentro de esta libertaria que me he tomado. Para escribir esto, en el que abundan los neologismos y el retorcimiento. Quizá ese tema es esa historia en la que no se puede entender con Dios ni sin Dios. Quizá pide, le pide al lenguaje un esfuerzo de contorsión. y de dolor, de sufrimiento. Ya sabéis que el mejor, quizá el más grande y doloroso poeta del holocausto es Potserán, que después de retorcer el alemán, que es su idioma nativo, y el idioma de sus verdugos, y escribir algunos poemas escalofriantes, e incluso misteriosamente escalofriantes, en donde la ceniza tiene mayor identidad que los millones de criaturas vivas. Finalmente, Potserán se suicidó. Yo les prometo que no tengo la menor intención de suicidarme, además yo no soy Potserán y además no soy judío. Pero, en cualquier caso, creo que necesité combatir, no combatir con el lenguaje, qué disparate, ¿no? El lenguaje es mucho más sabio que nosotros, recordáis la frase de Unamuno, tened fe en las palabras porque ellas son cosa vivida. Las palabras españolas tienen mil años de edad, saben mucho más que nosotros. Nosotros somos más que sueles casuales, que pasamos por aquí un tiempito, usamos las palabras, ojalá que en vez de usarlas, las sirvamos a las palabras. Finalmente nos morimos y somos olvidados y las palabras siguen cargadas de conocimiento, cargadas de inocencia. Pero, sin embargo, algo hay que hacer. En el comercio, con las palabras, cuando uno se enfrenta al acontecimiento más indescifrable de la historia de la maldad de los seres humanos a cuya especie pertenecemos todos. Les cuento que hubo un día hace tres años en que me invitaron a ir a un congreso de poetas en Lituania, en Vilna, y acepté. Y cuando iba a ir a Lituania me di cuenta de que ya había estado dos veces en Polonia. Había ido ya dos veces a Polonia, había estado en Varsovia, desde Varsovia, en donde había visto, por supuesto, el barrio del gueto con unos trozos del barrio que quedan todavía tal como estaban cuando acabó la guerra. Desde Varsovia fui ambas veces a Cracovia. Cracovia está a pocos tiros de piedra de Auschwitz. Y cuando me invitaron a ir a Lituania me di cuenta de que había ido dos veces a Polonia y no había tenido el coraje de ir a Auschwitz. Por supuesto, había tapado la cobardía como siempre hacemos con grandes paletadas de sombra o de prisa, de urgencia. Lo que ocurría es que no me había atrevido a ir a Auschwitz. Yo ya tenía sobre Auschwitz una buena información. Tengo muchos libros en casa sobre el horror del nazismo, la historia del judaísmo. Tengo documentales, aquellas fotografías que hicieron los primeros soldados del Ejército Rojo cuando liberaron Auschwitz. Pero me faltaba el hecho moral de ir a ver un acontecimiento que había ocurrido en mi siglo, a lo largo de mi vida. No creo que esa decisión moral tuviese nada que ver con mi posible sangre judía. No sé cuántos de ustedes tienen sangre judía, ni en qué porcentaje, ni yo tampoco. Solo sabemos que han estado mil años los judíos aquí desde el siglo IV. 14, 15 que fueron expulsados y posiblemente pues nuestro mestizaje mediterráneo todos tenemos. No creo que sea esa la causa. Lo cierto es que finalmente desde Polonia en vez de venirme directamente desde Lituania, volví a Varsovia, de Varsovia cogí un tren a Cracovia, de Cracovia me fui a Auschwitz. Creía que lo sabía casi todo porque tenía bibliografía, qué ingenuidad. Y tenía imágenes cinematográficas. No tiene nada que ver la experiencia de la lectura, incluso de la lectura moral, con la mirada, con el cambio que hay en la mirada cuando uno llega allí y ve centenares de paletas vacías de los que habían ido con su maletita del gueto al horno. No tiene nada que ver lo que uno sabe. Son los miles y miles y miles de dentaduras y de postizas naturalmente con los puentes de oro arrancados que pueden aparecer allí. Y sobre todo hay una cosa de la que yo no tenía conocimiento y que fue lo que más me sobrecogió. Hay una especie de escaparate, uno de aquellos barracones. Hay un escaparate, un cristal detrás del cual hay unos 10, 12 metros, llenos de pelo, de mujer. Fue la última remesa de pelo que no llegaron a vender o a facturar a las fábricas alemanas que convertían ese pelo, ese cabello de mujer en esteras, en utensilios útiles para la vida cotidiana. Y esa inmensa mata de pelo que pesa 1950 kilos y allí obviamente tiene que haber pelos de mujeres de mucha edad, pelos blancos. Pelos negros, en el mundo judío abunda la cabellera negra. Pelo rubio, pelo entrecano, pelo castaño, todo mezclado. Pero después de la mezcla y de los años que hace que están allí sin su raíz, sin sus cráneos correspondientes, lo que la pregunta que me salió a los ojos más que a la cabeza fue ¿de qué color? Es esta. Me acuerdo que como no podía responder ni a esa pregunta ni a ninguna otra, me acuerdo muy bien que puse las manos sobre el cristal como si hubiese vuelto a la etapa de los primates superiores cuando todavía no había lenguaje y las preguntas había que hacerlas con las yemas de los dedos y había que tocar a lo real no con palabras que aún no existían sino con el final del cuerpo. Os aseguro que os estoy hablando en serio. No estoy inventando nada. Después me he acordado de que puse las manos como un orangután, que es en lo que me había convertido en un viaje vertiginoso hacia el pasado al ver aquella cabellera de pelo de mujer. 1950 kilos de los 7000 kilos que había esperando cuando llegó el ejército rojo a Auschwitz y liberó a los cadáveres. Andantes que todavía habitaban Auschwitz. Finalmente pude escribir un poema. Los dos Javieres dicen que es inquietante. Ellos han dicho alguna palabra más hermosa, pero prefiero ser humilde y decir que es inquietante. Bien, se lo agradezco. Ojalá que sea un poema inquietante, ojalá que sea un poema que a alguien le mueva un poco la conciencia, ojalá que invite a alguien a acometer el acto casi diría jurídico, el acto moral que yo por fin pude acometer, que es ir a Auschwitz. Creo que un intelectual tiene, si no el deber o la obligación, sí por lo menos la oportunidad de saber qué es el acontecimiento más pavoroso de la historia de la conciencia. De la especie humana. Veréis, han ocurrido antes y después acontecimientos pavorosos. Recordad lo que pasaba con Pol Pot, que dicho sea de paso no faltaron estúpidos que se creían admirables seres de izquierda que elogiaron a Pol Pot, un genocida que se dejó dos millones. Bueno, han ocurrido cosas casi tan pavorosas. Como las que se reúnen alrededor de la palabra simbólica Auschwitz. Pero os aseguro que a pesar del espanto, a pesar de la indecisión, a pesar de la regresión, de la mutación hacia atrás que uno siente al ver aquello, los hornos arruinados, los parracones, a pesar de todo eso os aseguro que la experiencia de conocer ese suceso que hemos tenido que asumir que corresponde a nuestra especie, cuando uno ha vivido esa escena, esa experiencia, uno es un poco más grave, uno sabe un poco más de dónde procede, qué cuidado tiene que tener con la especie a la que pertenece y consigo mismo. Bueno, os invito a que vayáis a conocer ese horror. Y dentro de ese poema hay un instante en el que me pareció bien. Dedicarle un recuerdo a Quevedo. Quevedo, lo sabéis, fue posiblemente el poeta más grande de su siglo. Y me refiero al poeta más grande, no en lengua española. Dudo que Shakespeare fuese un poeta más grande que Quevedo. Al mismo tiempo fue uno de los mayores anti-judíos de la época. No tenía mucho mérito en la época. Era una España, era la España de la Inquisición. Pero en cualquier caso, ese inmenso talento, esa inmensa genialidad de Quevedo le sirvió, entre otras muchas cosas, algunas de las cuales son enriquecedoras para todos nosotros. Le sirvió para ser uno de los poetas o uno de las conciencias más estremecedoramente teóricas de la España. Y aquí hay un soneto, que por su situación en el contexto del poema tiene más sentido, pero que lo leo solamente. Y dice... Salí de los muros de la patria mía Y vide a un genio atraviliario y cojo Instando a España en jalvegar de rojo Desde la capital a la alquería Salíme al campo Vi una cacería ojeando a cuantos duermen de reojo y derramada vi tras el despojo sangre de Sefarad, sangre judía. Entré en mi casa cuatro siglos luego. El pasado gritaba sangre y fuego. Nada concluye y todo recomienza. Navegaron en sal mis anteojos y no hay cosa en que poner los ojos que no me desollara de vergüenza. Me he puesto muy solemne durante estos últimos minutos, enseguida termino. He utilizado la voz no ya de una manera seductora sino arzobispal y quiero quitarle hierro a estos últimos minutos recordando una anécdota que os prometí de Paco de Lucía. Enseguida terminamos, pero yo quiero ahora darle la de arena después de la de calda. Estábamos tocando la guitarra en casa con mesalina. Era maravillosa la guitarra. No se saciaba nunca. Y yo ya sabía que Paco de Lucía lo había sentado su padre a los seis años en una silla a aprender a tocar la guitarra y salió de esa silla a los catorce años que se fue con la compañía del Greco a tocar por el primer viaje que hizo a Norteamérica y ya como segundo guitarrista. Ya se hacía un solo de guitarra, acompañaba a los cantaores y tal. Y durante esos ocho años él ya me había contado que tocó una mezcla media de diez horas diarias. Esto es la guitarra flamenca, ¿eh? No piensen mal. Esto es la guitarra flamenca hoy. Me contaba Paco que cuando llegaba su padre, que tenía tres trabajos, don Antonio Sánchez Pecino tenía tres trabajos. ¿De dónde creen que viene la rabia de la música de guitarra flamenca de Paco de Lucía? Por la mañana se iba al mercado y tenía un puesto de frutas y de verduras. ¿Cuánto tenía? Miraba la venta del mercado, se iba a su casa, comía, tal vez dormía un ratito y por la tarde con una sábana, llenaba la sábana de ropa y se iba de puerta en puerta en Algeciras o en La Línea o en San Roque a vender ropa para tener un pequeño ingreso más. Ya tenía cinco hijos, eran muchos hijos para un pobre. Volvía, tal vez cenaba algo o merendaba y dormía otro par de horas y después se quedaba. Se iba con la guitarrita a un cabaret, no sé si decir, a un cabaret, a esperar a ver si venía algún, alguien con posibles que pagase una juerga y que a la mañana, al amanecer o a la mañana, pues les pagase, le hiciese un poco de dinero al cantaor y a él, que unas veces se lo daba y otras veces no se lo daba. Y por la mañana cuando llegaba ya estaba su hijo pequeño, Francisco Sánchez Paco de Lucía, sentado en su sillita, empezando su tira de las ocho o diez horas diarias. Y siempre le preguntaba cuántas horas, tenía un hombre, era un hombre con carácter, un hombre férreo, duro, exigente, cuántas horas hasta ayer, hijo. Y me contaba Paco, mira, no le podía engañar nunca, no le podía mentir. Podía haberle dicho lo que yo sabía que más alegría le iba a dar, subir dos horas, pero no podía, le tenía que decir siempre exactamente lo que tocaba y lo controlaba con un reloj. Y le decía nueve y media, bien. Y a diez, las veces que le decía once, le veía a mi padre una sonrisa pequeñita, aquí solo de un cachito de la comisura. No sonría con toda la boca, pero esa sonrisa me hacía feliz. y me hacía, me ayudaba a que al día siguiente tocase doce. Yo ya conocí esta historia. Pero años después ya tocaba como un demonio, ya era un demonio, todavía no era tan universal como es hoy, pero ya era un genio. Y le pregunté, pero Paco, ¿y tú cuántas horas tocas? Una pregunta de lo más trivial. Y él, en mi oído, con una naturalidad inconcebible, me dijo ocho horas. Primero me dijo, bueno, tocar, tocar, tocar, hacer ejercicios de digitación, escala, es un arpegio. Esto normalmente pues casi nunca lo hago, pero con la guitarra en la mano, componiendo, trabajando, arreglando un tema, copiando, recordando cosas, con la guitarra en la mano estoy ocho horas. Y me vio en la cara, no sé, porque yo no me vi la cara, me la vio él. Y en la cara debió verme una mezcla de sorpresa, de incredulidad tal vez, de admiración. No sé lo que vio en la cara, ¿qué agregó? Claro, Félix, claro. Que han luchado. Esa gente, los sindicalistas y esta gente que se dejaba la sangre corriendo por las calles para conseguir la jornada de ocho horas, lo menos que podemos hacer es trabajar ocho horas. Bueno, no era sindicalista Paco, no era un hombre particularmente politizado, no era un hombre particularmente culto. Aquella respuesta me pareció una de las lecciones que creo que ni siquiera a esa he podido aprenderla. Estáis ya más tranquilos con respecto a Auris. Bueno, no dejéis de ir. Cuando leía este poemario, estaba pensando, no sé, quería comentarte si la literatura que se... mucha literatura que se hace ahora, mucha poesía y mucha narrativa, ¿no crees que los autores han abandonado mucho el compromiso? Si se hace mucha literatura postmoderna... Vacía, sin ningún compromiso, no sé cómo ves tú esto, te voy a preguntar. En relación a esto, me parece que había un verso que tú citas alguna vez, de Luis Rosales también, que decía, quizás no tenga historia la alegría. Sí. Bueno, el verso es hermosísimo. Quizás no tiene historia la alegría. Lo que viene a significar en lo que se apoya la palabra poética es en el conocimiento del dolor. Por cierto, les... Les prometo a ustedes volver en cuanto tenga oportunidad para que hablemos, para que celebremos la poesía flamenca. Si hay un grupo de poetas que saben lo que es el sufrimiento, son los poetas flamencos. Yo me he preguntado durante mucho tiempo, ¿cómo es posible que estos seres que eran analfabetos, que firmaban con la huella del dedo, que a veces de una manera más flamenca aún, con una cruz, que no sabían leer, que no tenían ni idea de que hubiese una cosa que se llamaba universidad, incluso los músicos no tenían ni idea de que había una institución que se llamaba conservatorio. Ni idea. Y compusieron esta poética y esta música absolutamente universales. ¿Cómo se las arreglaron? ¿De dónde viene este milagro? Finalmente he tenido que caer en la cuenta de que posiblemente en todas las obras de arte que están hechas para durar más o menos, pero para durar más allá de la vida, de sus autores, el nutriente fundamental es el dolor, es el sufrimiento. Aquí no se regala nada a nadie. Aquel que ha conseguido moverle el corazón a alguien mediante las palabras, los sonidos, la danza, los colores... Porque previamente ha salido lo que es el dolor. Flamencos que inventaron las primeras tonadas, los primeros cantes por Martinete, después las primeras seguidillas, finalmente todo el abanico de estructuras melódicas y algo del siglo XIX y XX. La inmensa mayoría de todos aquellos artistas conocieron en los originarios, conocieron el miedo, que posiblemente sea la emoción más antigua, más pre-primate de todas las emociones que estructuran a la conciencia. Conocieron el desprecio, despreciados, conocieron la persecución, la explotación, conocieron bien el sufrimiento. No tenemos conocimiento de que exista ni un solo creador flamenco, ni uno. No. Que no haya conocido la pobreza. Ni uno, ¿eh? Esto no es una opinión de poeta lírico, son los hechos. Los hechos que son inamovibles. Bueno, pues creo que es el dolor lo que hace que los seres humanos sean capaces de manifestar algo, capaz de contagiar a otros y de moverles el corazón a los demás. Dices, ¿ahora qué pasa con la poesía? La poesía seguramente ha pasado siempre. En la poesía, en la pintura, en la música, pues hay de todo y casi siempre, casi todo es pequeño. Al lado de la historia de cualquier lenguaje artístico, todos los artistas, incluso los grandes, pero sobre todo los medianos, los de la infantería, somos todos pequeños. De manera que no es una cuestión de ahora porque haya aparecido algo que llaman posmodernidad. Siempre ha habido cualquier otra forma de posmodernidad y los destinados a durar... y a enseñar, a ser profesores de los demás y de las generaciones siguientes, son siempre muy pocos. Son siempre muy pocos. En nuestro caso llegó César Vallejo con una carga de dolor encima como si fuera un saco de piedras y toda su vida. Y al final nos dejó un lenguaje español increíble. Llegó don Antonio Machado con conocimiento del dolor, una melancolía infinita, incurable. Y al final nos dejó... el lenguaje más lleno de piedad de toda la historia de la poesía española. Luego hay una serie, una secta de los que formamos parte, los aprendices, discípulos de poetas, lo digo en serio sin ninguna falsa modestia, que tratamos de honrar a nuestros abuelos y lo hacemos lo mejor posible. Y luego pues también hay, además de esta infantería que somos los que tenemos bien claro quienes somos, son nuestros maestros, hay gente que se entrega a un arte o a otra con la frivolidad con la que hay gente que... ¿Os habéis dado cuenta que hay gente que se entrega al amor con frivolidad? No os parece escandaloso que haya gente, hombres y mujeres, que se entregan a la sexualidad y al amor con frivolidad. Es escandaloso. Si yo fuera creyente diría que es pecado. Bueno, pues de la misma manera hay gente que se entrega al amor. Poesía simplemente porque quiere ser un poco más famoso que su vecino, porque quiere salir en tal sitio, porque quiere ganar un premio. Está bien, está bien, le acaban de dar a mi mujer un premio, se lo merece. Pero tengo que agregarles que a mi mujer se le olvidan donde pone y finalmente las pierde, las críticas que se escriben sobre ella, que siempre las agradece mucho, porque es una persona de bien, pero que no tiene narcisismo. Siempre ha habido esto, Javier, siempre ha habido gente. Siempre hemos tenido algunos maestros que nos han enseñado que las palabras son sagradas. He dicho sagradas, soy agnóstico. No soy ateo porque no me atrevo, pero soy agnóstico. Pero he dicho sagradas. Creo que el acontecimiento, el nacimiento del lenguaje es un suceso al que podemos llamar sagrado. Pues siempre hemos tenido seres sagrados, seres capaces de enseñarnos hasta qué punto las palabras son sagradas. Se antecitaba a Unamuno, tener fe en las palabras porque ellas son cosa vivida. Esas mil años que tienen las palabras españolas, que por otra parte vienen a heredar mil quinientos años de vida del latín, esos mil años convierten a cada una de las palabras en criatura vivísima. Son palabras divas que tienen canas de mil años de longitud. Eso es lo que llamo sagrado. Luego hay gente que viene con todo su fervor a agradecer a esos maestros que nos hayan enseñado que las palabras son sagradas, infinitamente más sabias que todos cualquiera de nosotros. Y luego hay, y siempre lo ha habido, gente con la frivolidad o con la impotencia de la cual no son responsables. No son responsables. Hay gente como para no darse cuenta de la sacralidad de las palabras. Y entonces pues tienen una relación frívola y una relación interesada y narcisista con la poesía. Pero esto es la historia de siempre. Y en todo caso antes he mencionado la parte de jornaleros, digamos de soldados de la palabra poética, de soldados de la poesía. Los capitanes se llaman así, como os he dicho, se llaman César Vallejo, Pablo Neruda. O Miguel Hernández, Pablo Antonio Machado, etc. Rilke, Rambo. Esos son los capitanes y lo sabemos. Pero los capitanes no ganan las guerras ellos solos. Por supuesto dirigen cómo hay que ganar la batalla. Pero también los soldados están ahí. Pero tienes razón. Hay poetas tan descuidados, tan frívolos, que se creen geniosos. Y ni siquiera son reclutas, ni siquiera han jurado bandera todavía. Pero ocurrió siempre, Javier. Tranquilo. Sí. Mira, Félix, ya debido a que hemos abusado mucho de ti y es bastante tarde. Hay un poema en la página 7 en el que hablas del lenguaje, de la importancia del lenguaje y del amor. Que yo creo que son dos temas tuyos. Entonces, bueno, pues quizá un poquito para cerrar. Si te animas... Si te animas a leer este espléndido, como tantos poemas tuyos, poema ese que se llama La Patria. Pues hay un verso ahí impresionante. Hay un alejandrino. Yo lo he llamado patria más que a ti al lenguaje. En efecto, es un libro que escribí hace muchos años, que lo publiqué cinco o seis años después de escrito. Se llama Las Rubayatas de Horacio. El título, la palabra concreta ahora, que ya sé un poco más porque me ilustraron los que saben, más que yo, la palabra tendría que pronunciarse en los rubayat, que es el nombre en persa que le daba a esa forma estrófica Omar Hayam. La Patria. Los que sin fervor comen del gran pan del idioma y lo usan como adorno o coraza o chantaje. Sienten por mí un rechazo donde la rabia asoma. Yo no he llamado patria más que a ti y al lenguaje. Los que destinan himnos y medañas y honor al cuervo de la guerra inuca, a la palabra de la lujuria, miran mi cama con rencor. Señor, yo no he llamado patria más que a ti y al idioma. De la fraternidad, de la honra civil, sé que nadie la siente ni nadie la derrama si convierte al lenguaje en una jerga vil y en su cuerpo sofoca la milagrosa llama. Celebrar como a un dios el fuego de la mano. Sentir por las palabras un respeto profundo. Sólo así el transeúnte puede ser nuestro hermano y nuestros camaradas la materia y el mundo. La carne me ha enseñado el más hondo saber y el lenguaje me enseña su lección venerable. Que el tiempo es un abrazo del hombre y la mujer. Que el universo es una palabra formidable. Vaya poema, creo que se explica por sí solo. Realmente con esos alejandrinos portentosos, además tan sueltos, sin su puntuación, con una hondura quevediana bodeleriana, un ritmo impresionante, una sencillez y realmente una temática de una profundidad como a pocos les está concedido realmente. Bueno, pues la verdad que muchas gracias por esta lección de vida, de sabiduría, de experiencia que nos has transmitido hoy aquí. Nosotros teníamos mucho material, sabíamos que iba a ser inabarcable. Ahí os queda, ahí afuera hay libros de Félix Grande. Y bueno, aquí en esta misma página tú acabas la historia de la SOA con un juego tipográfico. Ustedes saben escuchar, ustedes saben escuchar. Que se va reduciendo. Realmente, cómo no vamos a saber escuchar si la verdad nos has dado una lección de poesía y de hondura y de persona de bien que evidencian que aquel verso de Machado en Félix Grande se cumple. Y soy en el buen sentido de la palabra bueno, cosa que lo puede decir muy poca gente, entre ellos Antonio Machado y que se puede decir de personas como tú. Por cierto, que han venido muchas personas. Poetas gallegas a oírte y algún poeto. O sea, tenemos aquí a algunas personas que habrán disfrutado también de tu poesía y que son grandes creadoras en nuestro idioma. Pues muchas gracias y vamos a darte un aplauso muy grande. Bueno, después de este aplauso yo también le tengo que dar las gracias a Félix por estar hoy con nosotros y porque además nos ha dejado la puerta abierta para poder volver en otro caso. Hablar de la poética flamenca, que por cierto no está incorporada nunca en nuestras aulas. Tenemos el romancero pero no la poética flamenca. Muchísimas gracias. Ojalá que pueda volver a estar pronto con nosotros. Y recordaos...