Hola, bienvenidos a todas y a todos a una nueva sesión de la Asignatura Historia Antigua del Grado de Historia del Arte. Mi nombre es Manuel Tamajón Velasco, soy el profesor del Centro Asociado de la UNED de Sevilla y en la sesión de hoy abordaremos el tema 11 del Manual de Vuestra Asignatura que lleva por título La República Plena. En este tema vamos a abordar la segunda de las tres etapas políticas de Roma, en concreto la etapa republicana y abordaremos las principales luchas tanto internas como externas que tuvo lugar en Roma en este periodo desde la llegada de los hermanos Tiberio y Cayo Graco hasta el asesinato de Julio XVI. Una vez terminada la guerra contra Cartago que abordamos en la sesión anterior, el interés de Roma giró hacia el este, hacia el Mediterráneo Oriental y todo comenzó por el apoyo que algún rey helénico como el macedonio había prestado a Aníbal durante las guerras públicas. La excusa de Roma en esta ocasión para inmiscuirse en los asuntos riegos fue la defensa de los derechos de los jóvenes Ptolomeos V Epifanes de Egipto. A finales del siglo III a.C. Grecia estaba dividida en un mosaico de reinos, resultado de la repartición de territorios tras la muerte de Alejandro Magno. La región estaba lejos de estar estabilizada siendo un constante foco de conflicto entre los diferentes reinos entre todos había que destacar Macedonia y a su rey Filipo V. Filipo aspiraba a controlar Grecia, Siria entonces bajo el poder de Antíoco III y el Egipto de los Ptolomeos. Filipo aprovechó el conflicto entre Roma y Cartago para poner en marcha su plan. Así pues, en el año 202 a.C. firmó un pacto secreto con Antíoco de Siria para repartirse los territorios egipcios en el Egeo y Palestina. Por entonces, Ptolomeo V era solo un niño pequeño de apenas 6 años de edad y Egipto estaba envuelto en innumerables intrigas palacias que no hacían sino aumentar su debilidad. Antíoco conquistó sin problemas la sede Siria pero cuando Filipo comenzó su intento de expansionista por el Egeo, Ptolomeos, Rodas y el Reino de Pérgamo empezaron a recelar y a finales de 201 a.C. pidieron ayuda a Roma. Con respecto a la intervención romana en los asuntos helénicos, había dos grupos de opinión. Por un lado estaban los no intervencionistas encabezados por Marquio por Quiocatón y por otros terratenientes capitaneados por Esipión Africano que buscaban además del botín de guerra la venganza por su ayuda prestada a Aníbal. Cuando Filipo comenzó a asediar Atenas, Roma le envió un ultimátum que surtió especto pero cuando la situación se repitió en ávidos, la guerra fue inevitable. En el 198 a.C. Quintio Flaminio entró en Grecia logrando no sólo que Filipo se retirase a Tesalia sino que la mayoría de las ciudades aliadas de Macedonia se fueran poniendo del lado romano. El encuentro definitivo tenía lugar en Sinocéfalos, en Tesalia, en el año 197 a.C. donde las legiones romanas superaron sin muchas dificultades a las falanges macedónicas. Filipo tendría que pagar una importante indemnización de guerra, renunciar a las posesiones en el exterior y olvidarse de intervenir a partir de entonces en los asuntos de Grecia. En los Juegos Istímicos de 196 a.C. el heraldo del cónsul Flaminio programó solemnemente que los griegos estaban liberados exentos de guarnición y de pagar impuestos, quedando sometido únicamente a sus propias leyes. Pero los conflictos en el territorio de ley no estaban muy lejos de terminarse. Navis, tirano de Esparta, había estado del lado de Filipo durante la guerra pero cuando las cosas empezaron a complicarse para Macedonio se pasó al bando romano. Terminado el conflicto, las ciudades griegas obligaron a Navis a liberar la ciudad de Argos que le había sido entregada por Filipo. Roma envió su tropa a Esparta y Navis terminó por firmar la paz y entregar Argos. Roma no había cumplido su promesa de abandonar el territorio griego y la desilusión que reinaba entre la ciudad de Helena amenazaba con crear un nuevo frente antirromano. Dos años después de la declaración de los Juegos Istímicos, Roma evacuaba sus tropas conscientes de que eso supondría que tarde o temprano los conflictos volverían y así fue. Mientras Santiago III de Siria que había mantenido neutral durante la Segunda Guerra Macedónica estaba llevando a cabo una política expansionista que le había llevado a anexionarse entre los territorios las posiciones egipcias de ese menor, Roma preocupada por el poder que estaba alcanzando el rey sirio y su imagen de liberador que de él empezaban a tener ciudades griegas decidió enviar una embajada para conocer sus intenciones. Antíoco pretendía hacerse contracia y hacía pero Roma no estaba dispuesta a ceder tanto. El sirio tendría que escoger pero las posturas estaban demasiado alejadas y el acuerdo fue imposible. El otoño siguiente Antíoco desembarcó en Tesalia, Filippo salió con Roma que a cambio le ofreció un nuevo territorio y la condonación de la deuda de la guerra. El ataque a un pequeño destacamento romano provocó el comienzo del conflicto. Al año siguiente el ejército romano logró que Antíoco se replegase y volviese a Asia. La victoria definitiva de Roma tuvo lugar a finales del año 190 antes de cristo o principio del año siguiente en la llanura de magnesia. La paz el primer año después y Antíoco perdería todas sus posiciones en Asia menor que se repartirían entre las dos aliadas de Roma Pergamo y Rodas al tiempo que se comprometía a reducir el número de sus tropas, pagar una indemnización de 15.000 talentos y entregar a los enemigos de Roma que se encontraban en sus filas. Esto último tenía un claro destinatario Aníbal que tras la derrota de Zama se había integrado en el ejército de Antíoco pero el general Cartaginense no pudo ser capturado ya que había ido a Bitinia donde murió. Pero los conflictos y disputas entre las diferentes ciudades griegas continuaron. El que enfrentó a Pergamo con Macedonia por la disputa de ciertos territorios entre Asia provocaría la tercera guerra macedónica. Perseo que había sucedido a su padre Filipo en el trono de Macedonia había comenzado una escalada militar bien vista por algunas ciudades griegas descontentas con la política romana de la región. Un intento de atentado sufrido por el rey de Pergamo Eurnes Endelfos y del que se hizo responsable Perseo fue la excusa para declarar la guerra. La falta interna de Roma por el conflicto durante los dos primeros años favoreció que Macedonia consiguiera algunas victorias pero en el año 168 a.C. el cónsul Emilio Paulo llegó a Grecia con el propósito de terminar con la guerra cuanto antes lo conseguiría en la batalla de Pitnac y perseguió a Samotracia aunque fue capturado. Macedonia, el reino de Alejandro el Magno quedó dividido en cuatro regiones autónomas tributarias de Roma a las que se describió cualquier tipo de relación entre ellas. Muchas ciudades griegas fueron arrasadas y castigadas por haberse puesto del lado macedónico o por haberse mantenido neutrales. Los años siguientes vieron como el poder romano se hacía más patente en Oriente pasando de protectorado a pura dominación. Los diferentes conatos de sublevación terminaron con la creación de la provincia de Macedonia y el fin de la independencia de Grecia. Aquí podemos ver pues Macedonia y el mundo del Egeo hacia el 200 a.C. que es el periodo que estamos estudiando. Mientras Roma estaba enfrascada en la guerra de Oriente, algunos de los pueblos del norte de Italia que habían ofrecido su ayuda a Aníbal durante la Segunda Guerra Pública temerosa de la reacción de Roma vieron en la sublevación su única salida. Así pues en el año 163 a.C. toda Italia septentrional a excepción de unas pocas poblaciones alpinas pasó a convertirse en la Galia Cisalpina. El próximo objetivo de Roma sería cruzar la barrera de los Alpes. Por otro lado, la casa de tropa en algunas regiones a causa del conflicto en Grecia había sido aprovechado por piratas y maleantes para crear inseguridad y perjudicar seriamente el comercio. Los Alpes orientales se habían convertido en un foco de problemas principales mientras causaba triatería pero a partir del 129 a.C. se puede decir que el Adriático era un lago romano. Una vez se dio por finalizada la guerra contra Cartago, Roma no tenía intención alguna de abandonar la península ibérica pero con la guerra macedónica y la revuelta del territorio italiano no era el mejor momento para comenzar la conquista. En el 127 a.C. aparece por primera vez referencia a dos nuevas provincias en territorio peninsular, la hispana Hispania Siterior con capital en Tarraco y la ulterior con Córdoba como centro administrativo. Según Tito Livio los dos primeros gobernadores de la Hispania fueron Cayo Sempronio Tutitano para Siterior y Marco Elvio para Ulterior. En los años siguientes Roma se limitó a enviar gobernador a Hispania que durante su año de mandato apenas hicieron otra cosa que enriquecerse a costa de las poblaciones hispanas, incluso entre las aliadas. Esto provocó el odio hacia Roma y convirtió lo que podía haber sido una conquista rápida en un conflicto que duró más de 70 años. En el 197 a.C. los caudillos urdedanos Culchas y Lucinio se levantaron contra Roma arrasando con ellos a 17 asentamientos de la ulterior, incluidas las poco conflictivas Sexi o Malaca. Cuando dos años después el cónsul Marco Porquio Catón desembarcó en Emporion, Ampuria con dos legiones más para reforzar las otras dos que ya se habían enviado a la península. Todo parecía indicar que la revuelta había tenido éxito y que Roma había perdido el control de la situación. Una vez logrado recuperar la Cis Iberium, la zona entre el río Ebro y los Pirineos, Catón se dirigió hacia el sur, hacia Tarraco donde comenzó a planear su avance más allá del Ebro. Pero la revuelta de los Bergistanos un pueblo íbero localizado en el Alto Llobregat, hicieron que se replantease la situación decidiendo pacificar la región antes de cruzar el río Ebro. Ya en Turdetania Catón consiguió pactar con diferentes unidades indígenas y eso llevó a Roma al control del sur peninsular. De vuelta a Tarraco, Catón se tuvo que enfrentar de nuevo con los Bergistanos y las Cetanos. La respuesta de Roma fue la toma de sus capitales aunque en el caso de los primeros fue su propio caudillo el que proporcionó la entrada de los romanos en la ciudad como venganza para haber sido apartado del poder por una facción antirromana. Meses después del retorno de Catón a Roma se creó un nuevo levantamiento y los años siguientes fueron una sucesión de conflictos y enfrentamientos a lo largo de todo el territorio controlado por romanos. En la Hispania Siderior, la Celtiberia se había convertido en un serio obstáculo para el avance romano. Entre el 180 y el 169 de Cristo, al frente a la Siderior se puso el pretor Tiberio Sempronio Graco. Graco puso en práctica una política con los pueblos indígenas totalmente diferente a la llevada a cabo por Roma hasta esos momentos. El pretor consiguió firmar una serie de pactos que permitieron la subsistencia de los indígenas logrando con ello un cambio de actitud hacia el conquistador que se reduciría en una mayor colaboración. Aunque la explotación abusiva del territorio por parte de los gobernadores romanos continuó, entre el 168 y el 164 de Cristo se vivió un periodo de cierta tranquilidad. En el año 161 de Cristo una delegación de pueblos hispanos aliados de Roma viajó a la capital para presentar sus quejas ante el Senado por los excesos que cometían los magistrados romanos. El Senado creó una comisión de investigación que como ocurre en varias ocasiones nunca llegó a sacar nada en claro. La segunda mitad del siglo II a.C. fue testigo del avance de Roma hacia el interior de la península ibérica. Lusitanos y celtíberos habían tenido contacto con los romanos, pero se habían mantenido independientes. En las guerras lusitanas que tuvieron lugar entre el 151 y el 138 a.C. y la guerra celtíbera 156-133 a.C., Roma va a mostrar una doble imagen a la hora de hacer política. Por un lado va a pactar y firmar alianzas con los indígenas y por otro lado se va a mostrar cruel y despiadada. Un ejemplo de esto lo tenemos en la matanza de lusitanos que tuvo lugar en el año 150 de Cristo. Servio Zulpicio Galva, pretorio en ese momento de la Hispania ulterior, viendo las pésimas condiciones de vida que tenían los lusitanos, que apenas tenían para comer, decidió concederles unos lotes de terreno para que pudiesen sobrevivir. Con la excusa de entregarles unos lotes de tierra, reunió a unos 30.000 lusitanos a los que traicionó en lugar de darles lo prometido. 8.000 fueron asesinados y el resto esclavizados. Entre los supervivientes estaba Viriato, que se convertiría poco después en el caudillo que dirigiría la resistencia contra Roma durante casi 10 años. El último obstáculo de Roma a la península se localizó en Numantia, una ciudad cerca de la actual Soria, territorio de los arevacos. El cónsul público Cornelio de Scipión Emiliano, con unos 60.000 hombres, levantó un doble circuito de muralla de 9 kilómetros alrededor de la meseta donde se asentaba Numantia. Así comenzó un bloqueo que duraría los 15 meses siguientes hasta que el hambre y la epidemia hicieron que la situación se volviese insostenible y Numantia claudicara en el año 133 a.C. Después vino la conquista de las Islas Baleares por Quinto Cecilio Betelo entre el 123 y el 121 a.C. El control de esa parte del mediterráneo resultaba vital para Roma y su comercio porque había convertido en una peligrosa base para la piratería. Desde la creación de las dos provincias hispanas hasta la fundación de nuevas ciudades fuera de Italia pasaron unos 50 años. Roma necesitaba proteger la frontera norte y al mismo tiempo mejorar la red de comunicación con Hispania, así que su intervención en la Galia Meridional se volvió imprescindible. El sur de la Galia se convirtió entonces en objetivo de primer orden para la república. Se trata por tanto de una franja costera, en la actualidad es la Provenza y el Languedoc, vital tanto para la navegación como para el desplazamiento por tierra entre Italia e Hispania, y las vías eran la pieza clave para transporte de tropas y mercancía a la vez que servían para la integración de los diferentes territorios. La conquista del sur de la Galia se produjo cuando en el año 125 a.C. la ciudad de Marsalia, la actual Marsella, sufrió el ataque de los pueblos vecinos. Roma recibió la petición de ayuda de su aliada y hasta allí se desplazó el cónsul Marco Fluvio Flaco. Tras varias campañas, Flaco regresó a Roma aunque la región estaba lejos de estar pacificada. En el año 122 a.C. los encargados de controlar el sur de la Galia fueron los cónsules Esneo Dominicio Edoardo y Quinto Fabio Máximo. A Dominicio se debe la construcción de la Vía Domitia que uniría Italia e Hispania y también en el 118 a.C. la fundación del Nargo Martius, que tiempo más tarde se convertirá en el centro del poder romano en la región. Aquí podemos ver las distintas fases de la conquista de la península ibérica por parte de Roma así como los principales pueblos y como las fronteras y los combates se van yendo desde la parte más oriental hacia la más occidental de la península. Una vez terminada la Segunda Guerra Púnica, Cartago se había podido recuperar económicamente y eso era algo que molestaba en cierta parte a la sociedad romana. Sin embargo, su influencia en la política internacional mediterránea era prácticamente nula. Su intervención en cualquier conflicto debía contar con la abrogación del senado romano, que casi siempre fallaba a favor del enemigo de los públicos. Por entonces el problema para Cartago estaba en su vecino, el reino de Numidia y en su rey Masinissa. Mientras Escipión africano se había negado a la destrucción de Cartago, su nieto, Escipión emiliano, estaba dispuesto a hacer caso al intransigente marco por Cucatón, cuando este repetía una y otra vez desde el senado aquello de Cartaginem eset delendam, Cartago debe ser destruida. En el año 150 a.C., de nuevo Masinissa invadió el territorio cartaginés. Cansada de recurrir inútilmente al árbitro de Roma, Cartago intentó solucionar el problema por las armas y el senado declaró la guerra. Roma decidió el fin de Cartago no por miedo a un resurgimiento, sino por el poder que estaba adquiriendo Masinissa. El enfrentamiento con Numidia significó un estrepitoso fracaso para Cartago, que se vio obligado a enviar dos embajadas a Roma para pedir disculpas por haber incumplido uno de los acuerdos tras la segunda guerra pública. Las condiciones impuestas por Roma fueron inaceptables para los cartagineses. Debían abandonar Cartago, fundar una nueva ciudad a unos 15 kilómetros de distancia y por tanto el enfrentamiento tendría que ser inevitable. Aunque se había organizado su ejército en un tiempo reco, Cartago fue incapaz de resistir los primeros asaltos de las tropas romanas a los mandos de los consules Manlio y Sensorino. Al final de la campaña de Calpurnio-Puisón, los avances romanos tras dos años de guerra habían sido insignificantes, pero el tercer año iba a ser diferente. Publio Cornelio Sipión Emiliano es nombrado consul y enviado a África y en Sipión comenzó el asedio de Cartago en invierno. Por la primavera llegó el ataque final y las tropas romanas sobrepasaron las murallas y asaltaron la ciudad que estamos viendo en la imagen. Los habitantes que no fueron exterminados fueron metidos como esclavos. En Sipión se había comprometido a respetar la ciudad, pero el Senado le obligó a destruirla. Sobre sus ruinas se fundaría una colonia romana y Catón no pudo ver su sueño hecho realidad puesto que habían muerto tres años antes. La rivalidad entre Patricios y Plebeyo evolucionó hasta convertirse en la lucha entre una nobleza, las nobilitas, Patricio Plebeyo enriquecida por la rápida expansión romana y la masa popular. Ya no era cuestión de origen, era cuestión de patrimonio. En estas dos clases sociales se reflejan en dos grupos políticos repetidamente los optimates, defensores de las más puras tradiciones romanas y de la rica ligarquía terrateniente, y los populares abiertos a recibir la cultura griega, tan de moda en aquella época, a la ampliación del Senado y a proponer reformas que sirvieran para solucionar los problemas de la República. Es importante aclarar que no se trata de partidos políticos como pueden ser concebidos hoy día, sino de personas con una misma forma de pensar, más que con una ideología clara y determinada. Después del fin de la Segunda Guerra Púnica es cuando se empieza a definir esta división de la política romana que va a girar alrededor de dos figuras que, aunque opuestas políticamente, pues ambas procedían de la alta sociedad romana. No estamos refiriendo a Marco Porchio Catón por parte de los optimates y Puglio Cornelio Sipión Africano de los populares. El triunfo de Sipión Africano en Zama supuso que durante las siguientes décadas, entre el año 202 y el 192 a.C., el llamado Círculo de los Sipiones acaparase la política romana. Pasado ese tiempo, los tradicionalistas con Catón al frente fueron recuperando el terreno hasta llegar el momento de total equilibrio de senadores en ambas facciones. A medida que la fama de Sipión se hacía mayor, crecía el poder de Catón que no dejaba de pasar la oportunidad de poder humillar a sus enemigos políticos. A la acusación por corrupción al uso de Cornelio Sipión, hermano del Africano, se unió la exclusión del Senado de varios miembros de los populares. El expansionismo romano estaba provocando, entre otras cosas, el auge del nacionalismo y las corrientes más conservadoras. Hacia la mitad del siglo II a.C., las cosas empezaron a cambiar. De los grandes personajes que habían protagonizado la vida política de Roma sólo quedaba Catón, que continuaba abogando por la austeridad y la expulsión de Roma de filósofos y retóricos, pero estaba a punto de producirse un relevo generacional. Una de las situaciones que más iba a influir en el futuro de la política romana durante los años siguientes fue la cuestión agraria. La mayor parte de la población romana la componían pequeños propietarios cuyos rendimientos no iban más allá de los propios de la agricultura de su existencia. Con la nesión de nuevos territorios, comenzó a llegar a Roma gran cantidad de productos que invadió el mercado provocando la caída de los precios. Junto con cereales, legumbres y hortalizas, también llegaron de las manos de una esclava que formaría parte del personal de las grandes plantaciones. Los conflictos bélicos eran la causa de la ruina de muchos pequeños agricultores que, al no poder atender sus propiedades, se habían forzado a malatenderlas y así fueron como los terratenientes fueron aumentando sus propiedades y también el número de desahucios. Por otro lado, la conquista del Mediterráneo había provocado el nacimiento de una nueva clase social, la Orden Ecuestre, formada principalmente por ricos comerciantes. Habían sido aquellos miembros del ejército capaces de poder adquirir un caballo y la nesión de nuevos territorios hizo que se convirtieran en dueños del comercio tanto de Oriente como con Occidente y de exportaciones mineras e industriales. Políticamente, se posicionaron al lado de los populares. Pero si para la Orden Ecuestre el expansionismo por el Mediterráneo fue una bendición, para los pequeños campesinos, como hemos visto, fue la sentencia de muerte de sus medios de vida. Muchos, a través de sus terrenos, se marcharon a Roma en busca de nuevas oportunidades. En esa masa campesina, sin esperanza, fue el caldo cultivo del acontecimiento de finales del siglo II a.C. Y aquí es donde debemos introducir la existencia y la aparición de los dos hermanos Graco, Tiberio y Cayo. A partir del año 140 a.C., los problemas se agudizan. Roma se ha involucrado en conflictos en los que los gastos son mucho mayores que los beneficios. Se devaluó la moneda. También había dificultades para reclutar más tropas, aumentar el desempleo, la inflación. Y esta crisis va a afectar a todo el imperio, a todo su territorio, pero especialmente a la capital. En este escenario entran en escena, como hemos dicho anteriormente, los hermanos Graco, tanto Tiberio como Cayo Sempronio, que eran hijos de Tiberio Sempronio Graco y nieto de Publio Cornelio Sipión Africano. Tiberio, el mayor, durante su viaje de vuelta a Roma desde Hispania pudo darse cuenta de la situación tan miserable en la que se encontraban los campesinos romanos. De tal forma que cuando fue elegido con su tribuno de la plebe tenía muy claro hacia dónde debían mirar sus propuestas, es decir, hacia una reforma agraria que permitiese mejorar las condiciones de vida del campesinado romano. Y aprovechando que sus contrincantes políticos estaban fuera de Roma, Graco puso en marcha su programa de reformas cuyos principales puntos son los siguientes. Por un lado la devolución de terrenos del ager publicus si no se había producido una concesión o arrendamiento por parte del Estado. Disposición máxima de hasta 500 yugadas, es decir 125 hectáreas, aunque se podría aumentar la extensión si tenías hijos, 250 yugadas por hijo. Y hasta un máximo de 1000 yugadas. Reparto las tierras devueltas en lotes inalienables de 30 yugadas, lo que significaría que no se podrían ser vendidas y así se evitaría la formación de grandes propiedades. Y la creación de un tribunal encargado de las concesiones de tierra y de decidir cuáles eran consideradas públicas y cuáles privadas. Como era de esperar esta medida tuvieron muy buena acogida entre la clase más desfavorecida, aunque chocaron con el veto de otro tribunal a plebe Marco Octavio que se puso del lado de la energía senatorial. Depuesto Octavio, la nueva ley fue aprobada, aunque el Senado intentó por todos los medios impedir su aplicación. Pero los problemas de Tiberio Grasco no terminaban ahí. No había fondos suficientes para pagar a los propietarios las indemnizaciones correspondientes por las tierras que se iban a repartir y eso confiaba a la clase senatorial para no poder poner en práctica la ley. Pero el dinero llegó. Álvaro III, rey de Pérgamo había dejado en herencia al pueblo romano su tesoro y su reino. Álvaro no tenía descendiente y ante el temor tras su muerte Pérgamo se convertirse en un caos decidió dejar su país y su patrimonio al pueblo de Roma. Cuando llegaron las nuevas elecciones Grasco se presentó de nuevo. No era ilegal hacerlo aunque iba en contra de la costumbre pero sabía que en cuanto dejase ser tribuno de la plebe perdería la inmunidad que tenía y su vida estaría en peligro. En su nuevo programa Grasco llevaba nuevos proyectos de ley que afectaban a la composición de los tribunales en perjuicio del senado así como las indemnizaciones a los aliados itálicos por la desposesión del terreno de las repúblicas. Entonces sus adversarios comenzaron a hacer correr la voz de que quería convertirse en tirano. Las elecciones no se pudieron celebrar el primer día de los comicios. El día siguiente estalló un motín que terminó con la vida de Sempronio Grasco que no pudo ser protegido por sus seguidores ya que al coincidir con las elecciones con la campaña que Nicolás se encontraba fuera de la ciudad. Parecía que la obra de Tiberio Grasco iba a morir con él pero no fue así a pesar de las ejecuciones y persecuciones a las que se sometió a muchos de sus seguidores. Su ley continúa en vigor porque nadie se atrevió a suprimirla por miedo a las más que posibles revueltas populares. Los personajes que llegarían a continuación a la escena política romana van a tener un perfil más radical con lo que los problemas para Roma se van a agudizar y multiplicar considerablemente y sin mucho tardar. En el 125 antes de Cristos va a estallar un nuevo levantamiento de los aliados latinos en la ciudad de Fregalle. El motín fue violentamente sofocado y la ciudad destruida y entre los aliados latinos había un gran descontento con el tribunal encargado del reparto de los lotes de tierra porque como eran ciudadanos romanos no podía beneficiarse de la ley semproniana y recibir tampoco parcelas de terreno. Dos años más tarde accede al tribunado el hermano menor de Tiberio Grasco, Cayo. Cayo Sempronios Grasco que hasta ese momento había mantenido un perfil político bastante bajo salta al primer plano de la política romana al conseguir la magistratura como no se va a limitar a poner en funcionamiento las leyes sempronianas promulgadas por su hermano sino que va a proponer nuevas reformas 15 propuestas que de forma resumida podemos destacar en las siguientes. En cuanto a la reforma de gastos económicos se establecía en precio máximo de trigo, nuevo derecho de aduana, la creación de nuevas colonias, se reactivaba la ley agraria de Tiberio Grasco. Desde el punto de vista político el objetivo de estas leyes era asegurar la libertad de los populares impidiendo al mismo tiempo al senado que sabotearan sus iniciativas y por tanto y por último perdón en la reforma de gasto social y moral pretendía aumentar el número de caballeros en el senado y a los tribunales. Se concedería la ciudadanía romana a las poblaciones latinas y el derecho latino a las itálicas, se prohibiría a lo menos 17 años formar parte del ejército mientras que el equipo necesario para los soldados sería proporcionado por el estado. Una de las propuestas cayó fue la creación de nuevas colonias. El objetivo no era otro que el de reducir el exceso de población en Roma y alejar del campo a ciertos grupos de jornaleros que se habían convertido en un serio problema de seguridad. Uno de los territorios propuestos por Cayo para la instalación de la nueva colonia era Cartago. Las propuestas de Cayo Sempronio Grasco eran más que simples leyes, era una auténtica constitución que limitaba y mucho el poder del senado. La oligarquía pasó entonces al ataque utilizando las mismas armas que Grasco aprovechando que éste se encontraba en Cartago fundando la nueva colonia. Marco Livio Druso, colega de De Grasco en el tribunado de La Plebe presentó una ley con más concepciones al pueblo que la ley de Grasco. Ni qué decir tiene que las propuestas de Druso tenían un objetivo claro, fortalecer el nuevo poder del senado a costa del orden ecuestre. De vuelta a Roma Cayo Grasco no pudo volver a ganar las siguientes elecciones y el senado sin quedarse fuerte nuevo anuló la creación de la colonia de Cartago desatándose durante la votación una violenta revuelta. Cayo Grasco y sus partidarios se hicieron fuertes en el aventino como lo habían hecho los plebeyos a principios de la república pero antes de ser capturados decidió quitarse la vida. La desaparición del pequeño de los Grascos significaba el auge de la oligarquía pero las cosas ya no volverían a su estado anterior, las masas populares sabían que tenían ciertos derechos a los que no tenían intención de renunciar mientras las clases privilegiadas ya no tenían el poder de antaño. Aquí podemos ver una imagen, una estatua de ambos hermanos Grasco. La excusa de Roma para iniciar o comenzar la tercera guerra pública fue el conflicto que Cartago tenía con su vecina Numidia. Numidia ocupaba aproximadamente lo que hoy es Argelia y durante la segunda guerra pública había sido aliada a los cartagineses. Entonces su rey Masinisa cambió de las alianzas poniéndose del lado de Sipión el Africano. A su muerte el reino pasó a manos de sus hijos Misipsa, Mastanabal y Gulusa. El fallecimiento de los dos últimos hizo que Misipsa pudiese reunificar el reino dejándolo en herencia a sus dos hijos Iemsal y Aderbal, sus sobrinos Yugurta. Si Misipsa había dividido el reino con la esperanza de evitar una guerra civil se había equivocado. Yugurta no estaba dispuesto a compartir nada con sus primos a los que consideraba unos inútiles ni con sus otros primos los hijos de Mastanabal y Gulusa, Gauda y Masiva. Antes de terminar las conversaciones para llegar a un acuerdo sobre el reparto del país, Yugurta hizo asesinar a Iemsal. Aderbal pidió el arbitrio de Roma pero Yugurta supo cómo sobornar al senado y al final la cuestión se solucionó dividiendo Numidia en dos partes desiguales quedando la mejor de ellas en manos de Yugurta evidentemente. Pero no era suficiente para Yugurta que haciendo caso omiso de las órdenes del senado persiguió a Aderbal hacia las ciudades de Ecirta en las que se había refugiado asaltando la ciudad y dando muerte no sólo a sus primos sino también a un grupo de comerciantes romanos. Era el año 1112 a.C. Cuando la noticia llegó a Roma los populares exigieron la inmediata declaración de guerra. Lucio Calpurnio Bestia fue enviado a Numidia pero Yugurta debió comprarlo a él también porque en la primera ocasión que tuvo firmó la paz con el enemigo. Yugurta había estado combatiendo en Hispania y allí aprendió lo fácil que podía ser sobornar a los romanos. Yugurta fue mandado a Roma para dar explicaciones allí continuó su táctica de comprar a sus enemigos pero cometió un error mientras estaba en Roma hizo asesinar a Masiva que también aspiraba al trono. El pueblo romano estaba indignado, Yugurta fue expulsado de Roma y se anuló el tratado de paz y se reactivó la guerra. A Numidia se envió primero a Espurio Postumio Albino y después su hermano Aulo que tras una vergonzosa derrota para Roma se vio forzado a firmar una deshonrosa paz. El senado se negó a ratificarla al tiempo que enviaba a Quinto Cecilio Metelo con la intención de terminar la guerra e ir a ignorar todas las propuestas de paz que le hicieran Yugurta. Metelo consiguió recuperar gran parte del territorio perdido pero no pudo hacerse con Yugurta que había podido ponerse a salvo gracias a la ayuda de su suegro el rey de Mauritania Boco. En el año 107 fue elegido consul Cayo Mario, Mario era un homonobus es decir era el primer miembro de sus familias que se dedicaba a la política y después de su participación en el sitio de Numancia junto a Circo Emiliano comenzó su carrera política consiguiendo el tribunado de la plebe gracias a la ayuda de los Metelos. Tribunado por cierto sin mucha fortuna que no consiguió agradar a nadie ni a la plebe ni a la oligarquía ni a los Metelos y desahogada su situación económica en su matrimonio con Julia, la tía de Julio César le abrió las puertas del consulado y le acceso al senado. Mario se hizo cargo del asunto Yugurta ya había estado en Numidia bajo las órdenes de Metelo pero su táctica iba a ser distinta a diferencia de su predecesor Mario apostó por ir conquistando poco a poco el territorio evitando las batallas campales contra los Numidias combatiendo a base de raza con esta táctica conseguiría al mismo tiempo un mejor entrenamiento para sus hombres. En el año en otoño del año 106 a.C. las tropas de Mario derrotaban a Yugurta y Boko y en primavera siguiente comenzaba la conversación diplomática entre ambas partes hay que destacar el papel que jugó Lucio Cornelio Silla, cuestor de Mario que consiguió el compromiso de Boko de entregar a Yugurta aquí podemos ver pues las principales batallas que se enfrentaron o que se desarrollaron contra Numidia la captura de Yugurta con la ayuda de su suegro puso punto y final a la guerra entre África pero curiosamente fue el principio del conflicto que enfrentaría a Mario con Silla. La causa de la enemistad entre ambos sería el reconocimiento del triunfo de Numidia, Mario se dio el triunfo en Roma pero Silla siempre se consideró el auténtico artífice de la victoria. Cuenta Plutarco que incluso mandó hacerse un sello en la cabecilla Boko entregando a Yugurta. Mientras Mario y Silla se disputaba la autoría de la victoria Yugurta era trasladado a Roma allí le fue confinado en la prisión de Marmetina donde moriría en el año 104 a.C. En un principio Roma no se planteó crear una nueva provincia en los territorios de Numidia, la región era muy inestable por la incursión de diferentes tribus nómadas del desierto y eso habría obligado a Roma a mantener un ejército permanente allí. Se decidió entonces entregar la parte occidental a Boko, la oriental a Gauda y los territorios interiores a jefes locales. Después de los primeros choques con las legiones romanas, Simprios y Trutones decidieron que en lugar de continuar hacia el sur lo harían hacia el oeste hacia el Rhin y hacia la Galia eso hizo que Roma se confiara y dejara prestar atención a los movimientos de estas tribus para centrarse en otro asunto más importante como la guerra de Numidia. En el año 109 a.C. de nuevo y como ya le había ocurrido las tropas de Esneo Papirio Carbón, las legiones son derrotadas durante la incursión de Simprios y Trutones ya en Tretregalo. Dos años después la misma suerte corrieron las mandadas por Lucio Casio Longuino Un año más tarde Servilio Sepión consiguió restaurar cierta tranquilidad en la región pero un nuevo ataque bárbaro hizo a las tropas del cónsul Esneo Malio Máximo se trasladarse al Valle del Ródano para apoyar a la de Sepión. La falta de acuerdo entre los comandantes con respecto a la táctica tuvo como consecuencia la derrota de los dos ejércitos dejando la Galia enarborense sin protección. Trutones y Simbrios tenían el camino expérito hacia Italia sin embargo mientras los primeros se quedaron en la Galia, los simbrios se dirigieron hacia la península ibérica. El que los bárbaros no se acercaran a Italia no alejó la sensación de peligro que se tenía. De forma que nada más terminar la guerra contra Yucurta, Mario fue regularmente elegido de nuevo cónsul con el objetivo de ponerse al frente a las legiones y terminar con la amenaza bárbara. Esta elección iba en contra de la ley que establecía un periodo máximo de 10 años antes de poder optar a un nuevo consulado. En el caso de Mario no sólo no se había cumplido ese plazo sino que se renovó en el cargo durante cinco años consecutivos hasta el 100 a.C. Sin estar presente alguno de los comicios como marca la ley. Aquí podemos ver una imagen de Silla y la guerra de Yucurta con una moneda alegórica de Silla. Los dos años siguientes lo dedicó Mario a diestrar y entrenar a sus hombres ya que ni Simbrios ni Trutones daban muestra de querer seguir la guerra con Roma pero en el año 102 a.C. los Trutones invadieron la Galia Narborense siendo derrotados por las tropas de Mario. Los Simbrios por su parte habían logrado que el otro cónsul, Lutacio Catulo se retirase más allá del río Po. Mario acudió en su ayuda y tras la victoria romana en Campi Raudi, Cayo Mario fue aclamado como el tercer fundador de Roma y se dio por finalizada la guerra símbrica. La obra de Cayo Mario se desarrolla principalmente en el campo militar. Tenía muchas cualidades de mando pero donde realmente destacó fue la reforma que llevó a cabo tanto la estructura como la composición táctica y armamento. Una de las más importantes fue el sistema de reclutamiento que se hizo que las legiones romanas pasasen de ser un ejército ciudadano a otro profesional. La gran crisis económica que dejó sin propiedad a muchos ciudadanos se tradujo en una reducción de personas censadas y con ello el número de soldados en potencia. Y a eso había que añadir las triquiñuelas con las que se valían algunos miembros de las casas medio altas para evitar el alistamiento. La novedad de la reforma de Mario estaba en permitir que cualquier persona, independientemente de su patrimonio, pudiese formar parte del ejército a cambio de un sueldo, el stipendium, que se cobraría incluso en invierno cuando no había campañas militares. Además de eso, el estado le proporcionaría el equipo necesario, le haría partícipe de una parte del botín y al licenciarse de él le entregaría un lote de terreno para que pudiera continuar su vida como civil. Sin embargo la reforma de Mario tenía dos puntos negativos. El aumento del gasto en las legiones que suponía para el estado y habría que añadir que a partir de entonces los soldados ya no lucharían por los intereses de Roma sino por lo de sus generales. Cuando la guerra asímbrica terminó Mario, mejor militar que político se dedicó en ir en contra de interés a la oligarquía lo que le granjeó unos pocos enemigos, incluso de los que habían ayudado a su guerra política. Además tenía pendiente su promesa de repartir lotes de tierra entre los soldados que habían participado en la guerra de Yugurta y en la guerra asímbrica. Para hacer frente a su compromiso llegó al acuerdo con Lucio Apuleio Saturnino y con Cayo Servilio Glaucia. Mario se presentaría al consulado Apuleio. Apuleio se presentaría una nueva ley agraria por la que se crearían colonias en las provincias y se repartiría el lote de terreno sobre todo en la llenura padana entre los hombres de Mario. Esta ley consiguió enfadar a todos los estamentos de sociedad romana a la oligarquía senatorial, a la plebe urbana que veía cómo se concedía la nacionalidad romana a los itálicos para que pudiera beneficiarse de la entrega de tierra y aparte del orden de encuesta que confiaba hacerse cargo del reparto de los lotes. Aquí podemos ver los bustos de dos estatuas de Cayo Mario y de Lucio Cornelio Sila de los que hemos hablado anteriormente. Las protestas y desórdenes ciudadanos iban en aumento y Mario ya no sabía cómo controlar la situación para restablecer el orden. Siempre navegando entre dos aguas, Mario que cada vez tenía más relaciones comerciales con la oligarquía al final se había obligado a distanciarse de sus dos socios hasta tal punto durante el tumulto Saturnino y Glaucia perdieron la vida mientras que Mario no hacía nada para evitarlo. A Mario que había perdido todo prestigio no le quedó otro remedio que dejar Roma con rumbo a Oriente con la excusa de recoger información sobre la situación de la región. El fracaso de Mario dio paso a una nueva etapa del dominio de la oligarquía senatorial. Fue una década de relativa tranquilidad tanto dentro como fuera de Roma hasta que en el año 91 Marco Livio Druso asedió al tribunal de La Plebe. Marco Livio Druso era hijo de Marco Livio Druso, tribunal de La Plebe en la época de Cayo Graco. Su política fue muy parecida a la de su padre con lo que en ocasiones resulta difícil distinguir en las fuentes clásicas la obra de uno de la del otro. Livio Druso quería recuperar la ley agraria de los gracos para resolver los problemas de La Plebe pero sin menospreciar el poder del Senado. También propuso la creación de colonias en Sicilia y en Italia, el reparto de terrenos entre los ciudadanos y el abastecimiento del precio... el abarataramiento del precio del trigo. La aprobación de la ley agraria y los repartos entre los ciudadanos itálicos volvería a ser un problema de nuevo. La situación era complicada desde la reforma de los gracos muchos campesinos itálicos se habían visto desposeídos de sus terrenos sin compensación alguna y eso había creado un descontento que no hacía más que aumentar. Livio estaba seguro de que tarde o temprano Roma tendría que ceder y conceder a los itálicos lo mismo derecho que disfrutaban los ciudadanos romanos y que aquellos llevaban reclamando desde final de la segunda guerra pública. Para ello se reunió con los principales dirigentes itálicos a los que prometió que conseguiría que les fuera concedida la ciudadanía romana. Cuando se supo en Roma se comenzó a correr el rumor de que Livio había pactado con los itálicos, que si no conseguía la ciudadanía se inseriría una subvención. Perdió el apoyo del Senado y sus leyes fueron derogadas y en otoño de ese mismo año fue asesinado en su casa La guerra social, Belum Marxicum, fue uno de los conflictos bélicos más sangrientos a los que se había enfrentado Roma hasta ese momento. Todos los itálicos, Zocchi y Sozi tenían los mismos objetivos, las mismas quejas y la seguridad de que juntos si se proponían podían hacer de Roma que Roma aceptase sus quejas. El asesinato de Livio fue lo que encendió el levantamiento aunque la toma de Roma no fue seguido por todos los latinos, Etruscos se desligaron de la revuelta permaneciendo fieles a Roma. Marsos y Samitas se pusieron al frente de la revolución a los que se reunió la Federación de Otros Pueblos, que eligió como capital Corfinium el territorio de los belicnos. El nombre elegido tanto para la capital como para la federación fue Italipica y como simbolo se acuñó una moneda en la que el toro, emblema de la federación, corneaba a una loba. El mapa de la insurrección es muy complejo porque había zonas que permanecieran al lado de Roma y que se encontraban en territorio sublevado. En Roma se pensaba que como había sucedido siempre los aliados acabarían cediendo y la cosa no pasaría de ahí hasta que el pretor del Asculum y todos los ciudadanos romanos fueron asesinados. Hacia finales del año 91 a. C., el levantamiento era un hecho, muchas de las tropas sublevadas habían sido parte de los ejércitos de Mario y eran por consiguiente hombres formados y entrenadores que conocían a la perfección las tácticas de la legión. El primer año de guerra fue favorable a los aliados que derrotaron a las legiones de los dos cónsules. El asedio del Asculum se tuvo que levantar y aunque Mario, ya muy mayor, intentó una táctica más conservadora intentando evitar los combates frontales, la realidad es que la situación se hacía cada vez más complicada para Roma. Aprovechando los problemas por los que pasaba la URSS comenzaron a surgir más revueltas en Hispania y en Oriente. Había llegado el momento de negociar. Lucio Julio César promulgó una ley, la Ley Julia, por la que se concedía la ciudadanía romana a todas aquellas comunidades que no se hubieran sumado a las revueltas. Después vinieron otras más como la Lex Plauta Papidia o la Lex Pompeya, por la que se concedía la ciudadanía romana a todos los aliados que lo solicitase o el derecho latino a los habitantes de la Galia Cisalpina. Aunque un pequeño grupo continuó resistiendo, la gran mayoría se acogió al nuevo estatus. La guerra se dio por concluida en el año 88 a.C. Un poco antes de ese momento, Lucio Cornelio Silla, que había estado en el Frente Sur durante la guerra, abandonó sus tropas para dirigirse a Roma con el objetivo de presentarse al consulado las siguientes lesiones. Era el nuevo líder de la oligarquía romana y aunque se había incorporado algo tarde, demostraba muy buenas actitudes para la política. Antes ya lo había demostrado en el campo de batalla durante la guerra de Yugurta, la símbrica y la social. Ha llegado el momento de asumir plenamente el mando. Salió elegido cónsul en el año 88 a.C., junto con Quinto Pompeyo Rufo. Silla consiguió lo que perseguía, el control del ejército en la campaña oriente contra el rey del Ponto Mitríades que había estado subvencionado a los rebeldes itálicos contra Roma. Pero uno de los tribunales de la plebe, Publio Sulpicio Rufo, iba a toser los planes. Parece que Sulpicio tenía problemas económicos y que Cayo Mario se había prestado a ayudarle si a cambio le conseguía el mando de las tropas que tenían que trasladarse a Oriente. Para lograrlo, el tribunal promulgó una ley por la que se permitía el acceso al voto a los aliados itálicos. La mayoría del Senado se opuso y los cónsules decretaron un iustium, el cese de un cargo público. Rufo y Mario provocaron un tal tumulto que los cónsules, por miedo a que pasara a mayores, lo revocaron. Las propuestas siguieron adelante y con la ayuda de los nuevos votantes, Cayo Mario fue nombrado comandante en jefe de las tropas. Y entonces Silla hizo algo que nunca nadie se había querido hacer. Se reunió en Nola con las tropas que iban a seleccionar a Oriente y allí les comunicó que no serían ellos sino los soldados de Mario los que participasen en la campaña. Eso significaba que iban a perder las recompensas que pensaban recibir en caso de victoria. Los hombres de Silla estaban dispuestos a defender su interés y a seguir a su general donde hiciese falta. Saltándose la ley, ley que prohibía cualquier magistrado con poder militar, imperium, que entrase con sus tropas a la ciudad excepto cuando se tratase de un triunfo para celebrar una victoria militar, Silla se dirigió a Roma con su ejército entre la ciudad y declaró enemigos públicos a los principales dirigentes populares. Mario huyó a África pero el surpicio rufo como muchos otros no pudo hacerlo y fue víctima de una sangrienta persecución. La autoridad del Senado fue restablecida y anulados los poderes de los tribunales de la plebe junto a la capacidad de decisión de las asambleas populares. Aunque la situación no estaba ni mucho menos controlada, Silla tuvo que partir hacia Oriente, no sin antes haber hecho jurar a otro cónsul, Lucio Cornelio Sina, enemigo agradado o suyo que respetaría las leyes promulgadas. En cuanto Silla abandonó Italia los populares comenzaron a reorganizarse. Sina no cumplió sus palabras e intentó restablecer las leyes que había pretendido promulgar surpicio rufo. Los optimates consiguieron pararle y la expulsaron de Roma junto con sus partidarios pero Sina se refugió en Nola donde comenzó a reclutar un excésito entre los italicos. Mario con ganas de abandonar su exilio siciliano se unió a Sina junto a un importante contingente de esclavos y libertos. Roma era el objetivo y allí se dirigieron. Los populares con Sina y Mario en la cabeza recuperaron el poder instaurando entonces un periodo de terror. Muchos miembros de la oligarquía senatorial fueron asesinados o condenados sin juicio previo. La mayor parte de las masacres fue llevada a cabo por bandas de esclavos liberados por Sina. La situación llegó a un punto que fue necesaria la intervención de un general popular sertorio para poder poner orden. Al año siguiente, en el 86 a.C., Sina y Mario fueron elegidos cónsules aunque Mario murió pocos meses después de la elección. Sina continuó con su proyecto de volver a poner en vigor la ley de surpicio rufo y le quitó el poder al ejército de Sina, que continuaba en Oriente y que había sido declarado fuera de la ley. En los años siguientes se vivió un clima de cierta tranquilidad lo que propició que, al finalizar la guerra de Oriente, la opinión pública romana se aclarase partidaria de un entendimiento entre las dos facciones, es decir, entre los populares y los optimates. Durante gran parte del siglo I a.C., Mitriades Dates, Rey del Ponto y sus innumerables suburbaciones se habían convertido en una pesadilla para Roma y sus generales. Después de la muerte de Alejandro Magno, Siria se vio envuelta en una serie de conflictos y luchas dinásticas que llevaron a la independencia de muchas ciudades y al origen de diferentes reinos autónomos. La capadocia póntica era de los estados vasallos de Roma, de la región que más había progresado a finales del siglo II a.C. El trono del rey del Ponto estaba ocupado por Mitriades IV VI Eupator, cruel y ambicioso que aprovechó los problemas internos de Roma para comenzar una política expansionista que le llevó primero a Crimea y el Cáucaso y después hacia Bitinia y la Capadocia que eran aliados de estos dos últimos de Roma. Y a principios del siglo I d.C. Mitriades tenía un ejército muy superior al romano tanto en número de efectivos como en recursos materiales y sin contar con las flotas de la que era dueña y se adueñaba del Mar Negro. Lo primero que hizo Sila al llegar a Grecia fue someter la región de Épiro para a continuación hacer lo mismo con Ática. Muy poco tiempo después la conquista de Grecia ya era un hecho y Sila quería gobernar Roma lo antes posible y obligó a Mitriades a firmar la paz en unas condiciones bastante favorables para el rey del Ponto. A pesar de haber perdido casi todas las batallas, Mitriades salió del conflicto prácticamente interne. Se comprometía a mover la frontera a la situación anterior a la guerra, pagar una indemnización y entregar así la parte de su flota. No respondió por las masacres ni los saqueos a los que sometió a las ciudades aliadas y además su posición en la región quedó reforzada al firmar un trabajo con Roma de igual a igual. Sila se marchó a Italia desembarcando en Brindisi en la primavera del año 83 a.C. La noticia de su llegada tranquilizó al Senado y a la oligarquía que no sabía muy bien cuáles eran las intenciones. El Senado le comunicó que no podía avanzar sobre la ciudad mientras que a la oligarca le pedían que intentase llegar a un acuerdo con los marionistas para evitar una guerra civil que sería una tragedia para todos. No hubo forma y Sila comenzó la conquista de Italia con el objetivo de tomar Roma por segunda vez. El primer enfrentamiento fue contra uno de los cónsules siendo resultado a favor de Sila. El otro cónsul, Lucio Cornelio Sipión asiático ni siquiera tuvo la oportunidad de entrar en combate porque sus tropas desertaron y se pasaron al bando de Sila. Durante el año 83 a.C. embajadores de ambos lados intentaron llegar a un pacto sin conseguirlo. Al año siguiente dejaron de producirse estos contactos y después de derrotar al hijo de Cayo Mario, del mismo nombre, en su lucha por el control de la Vía Latina, Sila encontró el camino hacia Roma despejado. La batalla decisiva tenía lugar el 1 de noviembre del año 83 a.C. junto a la Porta Colina en la muralla de Roma. Poco después Mario se quitaba la vida y tras la batalla de Porta Colina, Sila era el dueño de Roma y podía comenzar sus planes de venganza contra todos aquellos que habían sido fieles a Sina. Los días siguientes vieron aparecer listas de proscritos con los nombres de los condenados. El simple hecho de estar en esas listas significaba la condena a muerte además de la confiscación del patrimonio familiar que pasaba a formar parte, a partir de ese momento, del tesoro estatal y a la pérdida de los beneficios políticos tanto para los proscritos como para sus descendientes. Ni que decir tiene que las listas fueron utilizadas en muchas ocasiones como modo de venganza personal para saldar asuntos que poco nada tienen que ver con la situación política que había vivido Roma durante los años anteriores. Se calcula que sobre 100 senadores aparecieron en esas listas junto con un millón y medio de miembros del orden ecuestre y varios miles de ciudadanos de clases acomodadas. El final del conflicto había traído la desaparición de dos consules en ejercicio. Cuando sucedía la ley, preveía las convocatorias de comisión para elegir los consules suspecti, es decir, sustitutos. Pero Sila convenció a Lucio Valerio Placo, el Interrex designado para procedir las votaciones, y a lo mejor, en vista de la situación especial en la que se encontraba Roma, era la designación de un dictador. La propuesta fue aceptada y en diciembre del 82, Lucio Cornelio Sila fue nombrado dictador. Pero la dictadura que comenzaba nada tenía que ver con la institución que se ponía en funcionamiento en situaciones excepcionales y durante un breve periodo de tiempo. Sila tenía poder absolutos y su misión era la de crear una constitución por lo que su mandato tenía una fecha de finalización. Para dar cierta sensación de legalidad convocó elecciones pero los consules electos fueron dos hombres de paja que no hicieron nada relevante a lo largo de su año de gobierno. Mientras la hierarquía senatorial desconfiaba pero no se atrevía a hacer nada dado el éxito y las clases populares le daban al nuevo dictador. Tras la celebración de su triunfo sobre Mitrídate, Sila comenzó una intensa labor legislativa dirigida principalmente a volver al Senado su poder perdido a través de las leyes como multiplicar por dos el número de senadores. A partir de entonces serían 600 miembros. Los senadores del orden ecuestre provendrían del ámbito rural, por lo que la ciudad estaba muy comprometida con la causa popular. Los censores no podían elegir nuevos senadores como habían hecho hasta ese momento. Las propuestas de ley debían ser aprobadas por el Senado antes de hacer los comicios. Los jurados de los tribunales dejaron de ser elegidos de entre los caballeros. La administración de las provincias se confió a los senadores. Se redactó un rígido reglamento del Cursus Honorum, edad para hacer las diferentes magistraturas, duración de los mandatos, etcétera. Se limitó el derecho a veto de los tribunales a plebe y se prohibió el acceso a otras magistraturas. Se eliminó la distribución gratuita de granos de la población y, de este modo, la reforma agraria de los gracos quedaba definitivamente desmantelada. Una de las acciones de SILA que tuvo mayor repercusión fue su programa de fundación de colonias para el asentamiento de legionarios licenciados. El objetivo de este plan era doble. Por un lado se conseguía poner en cultivo muchas tierras abandonadas a causa de la guerra, con lo que se lograba una reactivación de la agricultura y, con ella, la economía. Y, por otro lado, se instalaban hombres fieles en regiones que habían sido hostiles. En resumen, se mantendría en alerta a un ejército pero a cuesta del Estado. El origen de las tierras donadas a los veteranos de SILA provenían de expropiaciones de particulares o de confiscaciones de terreno público hechas a las ciudades que se habían posicionado contra SILA durante la guerra. La obra de SILA estaba apoyada en el ejército profesional Tribuncia Potestas que había creado Cayo Mario e iba a ser uno de los pilares en los que se basaría el futuro del poder personal de los emperadores. Pero garantizar su poder personal no iba a ser tan fácil. El ejército se había profesionalizado y, al mismo tiempo, convertido en una máquina de difícil manejo con cuya fidelidad había que contar siempre. Por otro lado, la sociedad romana todavía tenía fresca en la memoria colectiva los tiempos de la monarquía y no estaba dispuesta a permitir que un solo individuo se mantuviera en el cargo como haría un monarca. En el año 80 a.C., SILA había terminado su reforma legislativa y su excusa para mantenerse en el poder también. Había llegado el momento de retirarse de la vida pública. Dos años más tarde, moriría en su residencia de Pozuoli. Mucho se ha especulado sobre los motivos que movieron a SILA a dejar el poder pero al día de hoy se sigue sin estar clara la causa que le llevaron a renunciar. Hasta aquí la primera parte de esta primera clase sobre la República. Dado la atención del temario, es mejor parar aquí y seguir la siguiente con Julio César y el final de la República. Nos vemos en la siguiente parte. Un saludo.