Bien, estamos entonces en la filosofía de René Renato Descartes, que es el creador de la filosofía moderna, en cierto modo se puede decir así, y desde luego del movimiento filosófico de la escuela filosófica que llamábamos racionalismo. Ya el otro día habíamos hecho una presentación de las corrientes principales que se dan en la Edad Moderna, que recuerdo que son el racionalismo, el empirismo, la ilustración y como culminación de estos movimientos pues la filosofía de Kant. Habíamos visto también alguna diferencia entre el racionalismo y el empirismo y yo pues había utilizado este esquema que os mandé a todos los alumnos, ¿verdad?, para señalar algunas descripciones. Estas diferencias, si quieres Jéssica, las puedo recordar un poco otra vez, ¿no?, porque son muy importantes y nos sirve también como adelanto de lo que veremos de la filosofía de Hume, que es el creador, bueno, no el creador, pero uno de los más importantes filósofos empiristas de la Edad Moderna, ¿verdad? Entonces, si te parece, vamos a ver, Jéssica, ¿quieres que las recordemos? ¿O no haría falta? ¿Sí, Jéssica? ¿Sí, las recordamos? Vale, bueno, pues tenemos entonces estas dos grandes corrientes filosóficas de la Edad Moderna, es decir, de la filosofía que se da principalmente entre los siglos XVII y XVIII y parte del XIX, y nos encontramos con una orientación que va a considerar a de la razón como un instrumento fundamental para el conocimiento, ¿no? La facultad cognoscitiva, es decir, la facultad que tenemos que emplear para el conocimiento, lo de cognoscitivo quiere decir lo relativo al conocimiento. Entonces, la facultad cognoscitiva más importante para los racionalistas, pues será la razón, obviamente, y por esto, bueno, una de las causas por las que tiene este título, esta corriente filosófica, y frente a ella nos vamos a encontrar al empirismo, que va a considerar que son los sentidos el punto de partida del conocimiento, aquello que debemos emplear para alcanzar conocimiento. El racionalismo va a considerar que hay unos conceptos muy elementales que están en nuestra mente ya desde siempre, desde que nacemos, y reciben el nombre de ideas innatas, esos conocimientos, contamos con ellos, van como de serie en nuestra mente cuando nosotros lo hacemos. Por ejemplo, en el caso de Descartes, pues el principal será la idea de infinito, mientras que los empiristas van a negar la existencia de este tipo de nociones básicas innatas, van a creer que la mente es como un papel en blanco y que los cimientos del conocimiento no son esos conceptos básicos, sino las sensaciones. En cuanto a cómo razonar, los racionalistas van a creer que la forma principal es la deducción y considerarán también que el intelecto, una parte más elevada de las facultades cognoscitivas, puede también captar de modo intuitivo, directo, ciertas objetividades, ciertas realidades básicas en un acto que se le suele dar el nombre de intuición intelectual. La comprensión inmediata de ciertas verdades, igual que los sentidos pueden ver objetos físicos, el intelecto, dirían los racionalistas, también puede ver, entre comillas, ciertos objetos físicos. Este tipo de realidades o objetividades. Por ejemplo, la que tiene que ver con el cogito, con la verdad principal que vamos hoy a conocer, que nos presenta Descartes y que todo el mundo también seguramente recuerda, la frase pienso lo voy a decir. Mientras que los empiristas creerán que la forma de ejercer la razón más adecuada no es tanto la deducción como la inducción. La observación de un caso, que se da a los sentidos, y a otro, y otro, y otro caso, y a partir de la recogida de datos de la experiencia, hacer generalizaciones mediante procesos de inducción. Se va entendiendo esto, se ve, además, Jessica estaba compartiendo el esquema. Ojalá que se esté viendo, porque si no estaría hablando un poco como en el aire. ¿Me puedes confirmar que se estaba viendo? Jessica, por favor. ¿Sí? Ajá, muy bien, perfecto. Entonces seguimos con el esquema. Decíamos también que en relación al asunto de la existencia de Dios, los racionalistas eran muy optimistas en cuanto a las posibilidades de alcanzar una demostración o un conocimiento de la existencia de Dios. Ir más allá de la fe o utilizar algo distinto a la fe y razonar para concluir que Dios existe. En el caso de los racionalistas, el argumento predilecto es el argumento ontológico, que yo voy a citar y que veremos un momento. Este argumento parte del concepto de Dios como en ser infinitamente perfecto y concluye que por esa misma razón, por ser infinitamente perfecto, tiene que existir. Este argumento, el argumento ontológico, es como típicamente. Racionalista, aunque ya estaban a edad media en la filosofía de San Anselmo. Si recuerdas, Jessica, citamos en ese momento cuando vimos el pensamiento medieval el argumento de San Anselmo, que no gustaba a Santo Tomás porque Santo Tomás, bueno, pues influido en este punto por la orientación empirista, creía que había que basarse en la experiencia incluso para culminar al final en la demostración de la existencia de Dios con argumentos apostólicos. Posteriori, no a priori, como era el argumento ontológico, sino con argumentos a posteriori. En el caso de los empiristas de la edad moderna, bueno, pues Locke sí va a pensar que podemos emplear la reflexión sobre la causalidad para saltar al final a la existencia de Dios. Pero otros empiristas, tal vez más coherentes con los puntos de vista del empirismo, este es el caso de Hume, pues más bien van a decir que no es posible alcanzar el conocimiento. de la existencia de Dios de manera racional, ¿no? Y que más bien desde la razón, pues nos toca el escepticismo respecto de la existencia de Dios, es decir, lo que llamamos agnosticismo. Aunque luego Hume va a afirmar que caben los recursos tradicionales o el recurso tradicional de la fe, ¿no? Pero la razón no puede alcanzar el conocimiento de la existencia de Dios. Aquí se encuentra, por tanto, una diferencia también importante. Después, en cuanto a la ciencia más perfecta, pues claro, los racionalistas... van a considerar que es la matemática, ¿no? Es la ciencia ideal. Y los propios racionalistas se ejercieron también de matemáticos. Es el caso de Descartes y el caso de Leibniz, principalmente. Y frente a eso, los empiristas van a utilizar como modelo de conocimiento verdadero y legítimo el conocimiento de las llamadas ciencias naturales, que son ciencias que se apoyan en la experiencia. Y finalmente, para terminar con este esquema como muy general y en relación a los límites del conocimiento, pues claro, los racionalistas eran optimistas en cuanto a los poderes de la razón, afirmaban también la racionalidad del mundo y creían que no hay límites en el conocimiento humano. En todo caso, torpeza humana a la hora de ejercer la razón, a la hora de utilizar la razón. Pero un ser que no... Fuera torpe, ¿verdad? Y que dispusiera de la razón, pues entonces podría conocer la totalidad de lo real, porque no hay límites en principio en el conocimiento humano. Sin embargo, los empiristas, bueno, pues no son tan optimistas y creen que hay un límite en el conocimiento humano y ese límite tiene que ver con la experiencia, lo opone la experiencia. No se puede conocer, dirán los empiristas más fieles a lo principal del empirismo. No se puede... No se puede conocer lo que está más allá de la experiencia. Tal vez hay otras formas de acceso, pero desde luego no se puede conocer lo que está más allá de la experiencia. Y Jessica, fíjate también que incluso cuando el empirismo se radicalice aún más en la edad contemporánea, a finales del XIX y ya en el siglo XX, los empiristas radicales de esta época nuestra, la edad contemporánea, dirán que la experiencia... Bueno, no solo es el límite de la experiencia, sino que también es el límite de la experiencia. No solo es el límite del conocimiento, sino que es también el límite de lo que tenemos que considerar que es real. Solo existirá aquello que se ofrece a la experiencia, afirmará el empirismo radical. Esto no es el caso aún de este empirismo que encontramos en la edad moderna, que pondrá a la experiencia como el límite del conocimiento, de aquello que se puede conocer. Bueno, pues decía que pasábamos a la filosofía de Descartes y al otro día habíamos hablado también de la tesis primaria. La tesis principal, ¿no?, que llevaba a preocuparse. De modo absolutamente principal o destacado del conocimiento. El gran tema de Descartes, y no solo de Descartes, en realidad de todo el pensamiento moderno, es el del conocimiento. ¿Qué podemos conocer? ¿Cómo conocemos? ¿Cuál es el límite del conocimiento? ¿Y qué relación tiene el conocimiento también con la realidad? En ese afán de descubrir verdades plenas, verdades absolutas, conocimiento absoluto, Descartes acaba reflexionando sobre sí mismo, yendo a sí mismo, dirigiendo la mirada en vez del mundo exterior a lo exterior de la naturaleza o de lo ideal o de Dios que había sido la orientación principal de la filosofía hasta la Edad Moderna. Con Descartes la filosofía nos presenta un giro hacia la subjetividad, hacia el sujeto que está, en este caso, pensando y reflexionando. Y en ese giro hacia la subjetividad... Como vamos a ver, Descartes descubrirá el cógito, la mente propia autoconsciente y la primera verdad, la frase, pienso, luego existo. ¿Por qué hizo esto? Jessica, conviene fijarse en este esquema que tenemos aquí. Hizo esto de retrotraerse hacia la subjetividad como consecuencia de una preocupación que tuvo él. A él le pareció que la filosofía estaba en crisis. Y este es el punto de partida. La metafísica, que es la parte principal de la filosofía, estaba en crisis si vemos el contraste en el que se encontraba la filosofía comparándola con el resto de saberes humanos. Los filósofos no se ponen de acuerdo en cuestiones como muy sencillas y principales. La filosofía parece que no tiene evidencia y todo el mundo está discutiendo. Mientras que las ciencias más emergentes, y no digamos en matemáticas, pero también en la física, que ya empezaba a desarrollarse, a desarrollar Galileo y el propio Descartes, pues parece que ahí sí es posible la unanimidad, es posible el acuerdo, incluso también hasta el progreso, y había como un contraste. ¿Qué hacemos con la metafísica? Parecería como que en filosofía tendríamos que afirmar el esteticismo, como algunos filósofos de su época revitaron. Eso es. Bueno, sí, se había colgado otra vez la pesadez. La pesadez de este sistema informático que tenemos por aquí. Que hay que estar tocando una pantalla, ¿no te crees? Hay que tocar una pantalla que tengo aquí en el aula para que no se quede colgado internet de vez en cuando. En fin. Bueno, disculpa. Pues nada, venga, nosotros tenemos que seguir. Y te decía, creo que aún se está compartiendo, ¿verdad? La pantalla con el esquema, ¿verdad, Jessica? ¿No? ¿Aún se ve? Es así, ¿verdad? Vale. Bien, bien, bien. Pues decía que recapitulo las últimas frases en las que se había cortado. La comunicación, ¿no? Descartes es muy consciente de la fragilidad de la filosofía. Es muy consciente del hecho de que la filosofía parece estar en crisis frente al éxito cada vez mayor que están teniendo lo que ahora llamaríamos ciencias particulares y, por supuesto, también la matemática, ¿no? Y entonces podría parecer... Que en filosofía lo que tendríamos que hacer es defender el esteticismo. Bueno, decir que nada se puede conocer desde el punto de vista de la filosofía y que quien quiera tener conocimiento pues tendrá que dedicarse a las ciencias, ¿no? A la física que había empezado ya a desarrollar Galileo y por supuesto la matemática, etcétera. Pero esta no va a ser la conclusión a la que llega. Es el punto de partida, como puedes ver Jessica aquí. Pero no es lo que se va a quedar Descartes, ¿no? ¿Por qué no va a aceptar esa situación de crisis en la que se encontraba en ese momento la metafísica y la filosofía? Porque él va a creer que en realidad tenemos una unidad en todo el saber humano, ¿no? Hay una unidad del saber humano. Y como hay una unidad del saber humano, sí hay unidad. Hay una parte que flaquea y esa parte además es como muy básica o principal. La totalidad del saber humano flaquea. Y es aquí donde nos encontramos con una metáfora, Jessica, que el otro día ya empezábamos a desarrollarla y que es muy importante. La metáfora del árbol del conocimiento. Esta metáfora la habíamos visto justo además en la página 182. Yo lo voy a leer ahora, Jessica, un poco rápido porque ya lo leí. Y en esta metáfora nos dice lo siguiente Descartes, en una obra titulada Los principios de filosofía. La totalidad de la filosofía, y aquí quiere decir del saber humano, se asemeja a un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que brotan de este tronco son todas las otras ciencias que se reducen principalmente a tres, a saber, la medicina, la mecánica y la moral. Y luego faltan unos fragmentos en el texto. Se han puesto en el libro y continúa el texto. Y así como no se recogen los frutos del tronco ni de las raíces, sino sólo de las extremidades de las ramas, de igual modo la principal utilidad de la filosofía depende de aquellas partes de la misma que sólo pueden desarrollarse en último lugar. Está señalando que es muy importante, por ejemplo, la moral. Por supuesto que sí. Pero para que estas ramas den sus frutos bien, es necesario no sólo que el tronco esté bien, sino sobre todo y fundamentalmente que las raíces... Que las raíces estén bien, que el árbol esté como bien enraizado en el suelo, que las raíces puedan ofrecer los nutrientes del suelo y sólo de ese modo. El árbol gozará de salud. Pues lo mismo pasa con el saber humano. Para que goce de salud es necesaria una reforma de la filosofía, ¿de acuerdo? Y ese es el empeño de Descartes, hacer una reforma de la filosofía. Y para esa reforma de la filosofía nos propone imitar el método de la matemática. No sé si creo que al final de la clase del otro día también me referí un poco, pero lo voy a repetir ahora, Jessica, un poco más. Estaba fascinado Descartes por las matemáticas, igual que el resto de racionalistas, y creyó Descartes que estaría bien tratar de emular, de imitar el estilo de pensamiento e investigación. Que encontramos en matemáticas. Para simplificar muchísimo las cosas, el carácter matemático que encontramos en el racionalismo, y repito que estoy simplificando porque luego hay otros asuntos también interesantes sobre ese carácter matemático, pero no da tiempo para tocar. Ahora lo más sencillito de todo, Jessica, que se puede decir cuando nos fijamos en este carácter matemático del racionalismo moderno. Pues que Descartes nos va a decir, claro, si nos fijamos en cómo funciona la matemática, ¿de acuerdo? Y ahí encontramos que el matemático parte de verdades muy sencillas, muy básicas, muy básicas, que se pueden captar por un golpe de la vista del intelecto, ¿no? Por intuición. Cuidado con esta palabra, ¿eh? Aquí significa ver, no como en el lenguaje diario, que es conocimiento vago sobre algo, que tal vez va a ocurrir en el futuro. Tengo la intuición de que va a caer Descartes en el examen. Jessica, nos olvidamos de ese significado, ¿eh? Intuición quiere decir aquí ver, y el ver puede ser... Un ver sensible, como la percepción, o un ver intelectual, ¿no? Que es el ver del entendimiento respecto de verdades como muy básicas, muy básicas, muy básicas. Tal vez, por ejemplo, ¿no? La verdad de... El principio de la lógica más importante, el principio de no contradicción. Dos proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas. Si tengo una frase A es B y la frase A no es B, esas dos frases no pueden ser las dos verdaderas. ¿Cómo sé esto? Bueno, pues por un golpe de comprensión. Es muy intelectual, ¿no? Lo podemos captar. Bien, bueno. En matemáticas y en las ciencias que llamamos formales, como es también la lógica, nos encontramos verdades muy sencillas... a las que se llega mediante un golpe de vista del intelecto, un ver del intelecto. A esas verdades se les da el nombre de axiomas. Y luego, razonando a partir de ellas y tirando del hilo de ellas, mediante actos de deducción, llegamos a verdades más complejas, como el teorema de Pitágoras, que no se ve inmediatamente que es cierto, pero que se puede demostrar. Bueno, pues se trata de copiar esto, Jessica, de intentar copiar este estilo, que nos pide que partamos de verdades muy elementales, también en filosofía. Entonces, el afán de Descartes será buscar verdades muy básicas, muy básicas en filosofía. Y como vamos a ver, mediante la duda metódica, enseguida, ahora mismo vamos a entrar en ella, vamos a ver qué es, pues Descartes llega a una verdad muy elemental, pero totalmente apodíctica, totalmente cierta, totalmente evidente. La verdad que se expresa en la frase, pienso lo que insisto. Y entonces, si nosotros tiramos del hilo de ella, de esta frase, argumentamos con mucho cuidado a partir de esta frase, podemos llegar al final a frases más complejas de la filosofía, como que Dios existe o que el alma humana es inmortal. ¿Vale? Teniendo muchísimo cuidado esto. Hay que seguir varias reglas que se explican también en el libro, que yo ahora voy a citar. Por ejemplo, en la página 185 tienes, Jessica, la referencia a las reglas del conocimiento que nos va a proponer Descartes para no equivocarnos en el razonar y en el investigar. La más importante es la regla de la evidencia. Es la primera, es la más importante. Esta regla consistiría en aceptar como verdadero solo aquello que se presente con claridad y distinción, que son las notas más características de la experiencia. De la evidencia, ¿de acuerdo? Nosotros podemos afirmar, Jessica, que algo es cierto de dos maneras como muy distintas, por ponernos en los polos como más lejanos. Podemos afirmar que algo es cierto porque tenemos alguna forma de fe. Por ejemplo, igual, y desde luego, este es el caso de las creencias religiosas, de las afirmaciones de la religión. ¿Vale? Bueno, Jesucristo resucitó al tercer día. La mayor parte de gente, yo diría todo el mundo, dice que eso es cierto no porque vea con evidencia que es cierto, sino porque tiene fe. Tiene fe en los evangelios, tiene fe en la Biblia, tiene fe en lo que le educaron, la gente que le educó y en las que la persona confiaba, los padres, el sacerdote, la iglesia. La fe es un creer sin ver, es afirmar que algo es cierto porque uno confía en la legitimidad de ciertas fuentes de conocimiento, bien sea un texto sagrado, bien sea la autoridad tal vez de los padres o de un texto o de una tradición o de la iglesia. Incluso, por ejemplo, hasta de las verdades científicas. La mayor parte o muchísima gente cuando afirma... Cuando afirma que son ciertas verdades de la ciencia, seguramente no tiene evidencia de ellas. Y dice que son ciertas porque lo dicen los medios de comunicación, los libros de texto, la teoría de la relatividad. La gente puede afirmar que es cierta la teoría de la relatividad, pero no la ha demostrado. Confía en lo que dijo Einstein, en lo que dicen los científicos, etcétera, etcétera. Lo mismo incluso en matemáticas. Mucha gente dice en matemáticas que algo es cierto, pero no porque lo haya demostrado o porque vea con evidencia que es verdad. El cuadro. El cuadro de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Ese es el teorema de Pitágoras. Que todo el mundo dice que es cierto, pero muy pocas personas podrían ofrecer una demostración de su verdad. Bueno, entonces en un extremo de las convicciones tenemos aquellas que se basan en actos de fe. Pero resulta que en el otro extremo podemos tener otra forma de tener convicciones. Y es decir que algo es verdad porque uno ve que es verdad. Por ejemplo, respecto de objetos físicos. Yo te puedo decir que estoy en una clase en la que tengo pues una pantalla colgada, una especie de, bueno, una especie, no es una pizarra electrónica, es una pizarra digital. ¿Verdad, Jessica? Y tú no tienes evidencia, ¿no? Está Alba también. Ah, muy bien. Buenas tardes, Alba. Creo que no tienes evidencia de la existencia de esa pizarra, ¿no? Sí. Y sin embargo, podrías tal vez decir que es verdad. tal vez ¿cómo podrías decirlo? buenas tardes también ¿cómo podrías decir que es verdad? ¿crees que es cierto? Alba, Jessica que en esta clase hay una pizarra electrónica ¿qué te parece? yo te digo que sí Jessica o Alba y entonces ¿qué diríais? ¿que sí? eso es muy bien dices que sí pero no te fíes de lo que tú me digas ¿es verdad? y aquí si decís que sí estáis diciendo que que lo que tienes Jessica es bueno, dudas en el caso de Jessica y en el caso de Alba lo que tienes es confianza es un acto de fe pero no hay exactamente una prueba de verdad de verdad ¿qué se puede hacer para que tengáis evidencia de que es cierta la frase en este aula hay una pizarra electrónica no tienes dudas es verdad bueno, es cierto lo que estás comentando no es que no tengas dudas es que no tienes conocimiento evidente lo que tienes es fe confianza en mí pero podrías dudar de mí sin embargo se podría hacer algo para que tuvierais evidencia ¿qué se podría hacer? Alba y Jessica para que tuvierais evidencia y ya no fe o confianza en mí ¿qué se podría hacer? dar muestras de su existencia eso es, ¿no? lo malo es que que no puedo mover la pantalla del ordenador para que se vea la cámara un poquito por ahí sí si lo apunto así pero no se ve bueno, con otro ejemplo que sí puedo hacer que sirva aún mejor como ejemplo ¿vale? se ve un poquitín vale, a ver tengo una piedra en mi mano ¿qué os parece? algo tan, no sé como inverosímil que eso, ¿no? Tengo una piedra en mi mano. ¿Será cierta esa afirmación o no? Yo os digo que sí. Digo, sí, sí, tengo una piedra en mi mano. Y entonces, eso, o nos tenemos que fiar o ya habría dudas. Ya habría dudas, ¿verdad? No como lo de la pizarra, que es más extraño, ¿no? Pero digo que sí, confiar en mí, confiar en mí, tener fe en lo que os digo, ¿no? ¿Por qué os voy a engañar? Tengo una piedra en mi mano. ¿No? Entonces, ¿qué diríais? ¿Que es que sí o que no? Os pido que confiéis. Y entonces, Alba, Jessica, ¿qué diríais? Venga, decidme algo para que podamos avanzar un poquito. Venga, va, sí. Muy bien, ¿no? Entonces, estáis teniendo confianza. Bien, pero ahora puedo hacer una cosa que puede permitir que en vez de confianza, un acto de fe, tengáis un conocimiento directo y más verdadero y, por tanto, evidencia, ¿no? ¿Qué es lo que tengo que hacer? Esto que estoy haciendo. Mira, mira. Ahora se ve, ¿no? Es una piedra. Porque, bueno, por un asunto así un poco personal, yo llevo una piedra. Yo llevo una piedra, ¿no? Eso es. Tengo una piedra en el bolsillo, que llevo todos los días, ¿no? ¿Vale? Esto es una piedra. ¿De acuerdo? ¿Qué es lo que he hecho? Yo no sé si ahora os ha convencido un poco más. ¿Os convence que hay una piedra aquí o no? Ahora. Más. ¿Sí? Vale. Muy bien. Me gustaría que viéramos algo muy importante. Cuando yo hago esto de poner delante un objeto, no estoy demostrando su existencia. Demostrando su existencia. ¿Vale? Cuidado, es distinto el mostrar que el demostrar. El demostrar es argumentar a favor de algo. Dar una prueba racional con premisas y conclusión. Y el mostrar es poner ante los ojos algo. Cuando ese algo aparece ante tus ojos, uno tiene, dirán los filósofos, la experiencia de la evidencia, ¿vale? Que garantiza una certeza legítima. Uno puede tener el convencimiento de que algo es cierto, estar muy cierto, tener una certeza, pero basada en fe, por ejemplo, ¿no? ¿No? Sin embargo, si uno tiene una certeza basando en evidencia, esa certeza parece como más legítima. ¿De acuerdo? Claro, pero en el tema de la religión, claro, es verdad, ¿no? En los asuntos de religión no será como muy posible pasar de creer al ver, ¿no? Santo Tomás, por cierto, Jéssica, pensó que respecto de la existencia de Dios, sí, ¿eh? Santo Tomás creyó que se podía ofrecer... No un mostrar, pero sí un demostrar la existencia de Dios. ¿De acuerdo? Y entonces, respecto de esa frase, y Descartes, por cierto, ¿eh? Esto es muy importante. Descartes también pensó que se puede pasar de afirmar por fe que Dios existe, al afirmar que Dios existe mediante una demostración. Y por tanto, lograr evidencia. ¿De acuerdo? Bien, volvemos a la evidencia. ¿Cuándo tenemos evidencia? Cuando vemos que algo está presente. Cuando algo está presente ante nuestros ojos. Si está presente ante nuestros ojos físicos, como era el caso de la piedra, tenemos una evidencia sensible. Pero el racionalismo, Descartes, va a creer que también nuestro entendimiento puede ver, puede tener también evidencia. Bien sea porque se le muestra mediante un acto de intuición, puede captar verdades muy básicas, o bien sea porque se le demuestra, ¿vale? Como por ejemplo en matemáticas. Lo que he dicho antes, ¿no? Para muchas personas es verdad que el cuadrado de la hipotenusa es, lo voy a poner aquí, es igual, un momentito, es igual al, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. ¿Vale? Esto, ¿no? El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. La mayor parte de gente cree que esto es cierto, pues porque confía en los profesores o en el libro de texto. O algo así. Pero podría tener también evidencia de esto. ¿Qué necesita Jessica y Alba para tener evidencia de esto? Pues una demostración, que es la prueba que da el profesor de matemáticas. ¿Vale? Bien, pues ¿qué es lo que quiere hacer Descartes? Vamos a volver otra vez al esquema para ver las reglas del conocimiento, las reglas del método. La primera es, repito, partir de evidencias, de afirmaciones de las que no se pueda presentar ninguna duda, al menos ninguna duda razonable. ¿Vale? Después habrá que seguir la regla del análisis, que es la de Descartes. Descomponer las dificultades hasta llegar a, bueno, asuntos sencillos, ¿no? Que nosotros podemos encarar, ¿no? Y a partir de la comprensión de la verdad, de aquellos asuntos muy sencillitos, a los que nosotros llegamos mediante el análisis, pues ir para arriba otra vez, mediante la síntesis, ¿no? Mediante actos de deducción, actos de deducción, llegan a conocer cosas más complejas. En filosofía, lo que se había dicho antes, que el alma humana es inmortal y que Dios existe. O algo de esa índole, ¿vale? Y luego la tercera regla, pues bueno, como muy elemental, pues que tienes que repasar, claro, para no confundirte, tienes que repasar. Se trata de eso. Las más importantes son las tres primeras y sobre todo la primera, ¿eh? La regla de la evidencia, ¿de acuerdo? Que es justo la que da pie a la duda metódica, ¿no? La duda metódica. ¿Qué es la duda metódica? Bueno, pues consistirá... Y es lo más importante que tenemos por aquí, en este momento, respecto de cómo investigar. La encontramos, la duda metódica, en varias obras de Descartes, está en el discurso del método y también en la obra principal que se llama Meditaciones Metafísicas. Sobre todo en la primera meditación, que es en donde aparece la duda metódica. Y consiste en no aceptar como verdadero, como os he puesto aquí en esta definición, ¿no? No aceptar como verdadero más que aquello... De lo que no se pueda presentar ninguna duda. Aquello que se muestre como absolutamente indudable, ¿de acuerdo? Se trata de investigar qué uno puede cuestionar, de poner dificultades a nuestras convicciones, de examinar nuestras convicciones... ...convicciones... Nuestras creencias poniéndoles dificultades, ofreciendo dudas a esas convicciones que nosotros tenemos y ofreciendo dudas cada vez más radicales o extremas. ¿Para qué? ¿Con qué objetivo? Para valorar nuestras convicciones y tratar de encontrar alguna idea que sea absolutamente, o conocimiento, o afirmación, si queréis, ¿no? Alguna afirmación que sea absolutamente indudable, totalmente cierta, que jamás se pueda poner razonablemente en cuestión. Esa afirmación, que será totalmente evidente e incuestionable, será el axioma de la filosofía. Y ya adelanto, haciendo spoiler, ¿no? Adelanto que esa afirmación será la frase, pienso lo que existo, ¿vale? En el libro hay unos cuantos textos muy interesantes sobre esta conclusión. Por ejemplo, el que encontramos en la página 184, ¿no? Que también lo voy a leer y que voy a comentar, ¿no? Aunque no es de los más importantes, ¿no? Pero, bueno, no tenemos que leer. Dice este texto, repito, página 184, ¿eh? Voy a poner la página también aquí, página 184, ¿de acuerdo? Bien, dice... Y, Jessica y Alba, si os animarais a comentar alguno de estos textos que estamos leyendo, sería estupendo, ¿eh? El más importante es el de la página 187, ¿eh? Que vamos a leer porque es el más importante. Pero, bueno, también nos sirven un par de textos anteriores, como este. Dice Descartes, Dado que hemos sido niños antes de ser adultos y que en unas ocasiones hemos jugado con acierto y en otras con error acerca de cosas que se han presentado a nuestros sentidos, cuando no habíamos alcanzado el uso completo de nuestra razón, distintos juicios emitidos con precipitación nos impiden acceder al conocimiento de la verdad y de tal modo nos previenen que no existe apariencia alguna de la que podamos liberarnos de ellos, si nos asumimos dudar una vez en nuestra vida de todas las cosas acerca de las cuales encontrásemos la menor sospecha o falta de ella. ¿Vale? Un momentito... Es que tengo que tocar la pantalla para que no se pierda la colección. Parece como un poquito de magia, ¿verdad? Que tienes que tocar. En fin. ¿Qué nos dice en este texto de los principios de filosofía? Que Descartes había tenido la experiencia del error. Sí, una duda con los comentarios. A ver, sí, dime. Antes de continuar con el comentario sobre el texto. ¿Sí? ¿Me puedes decir quién, por favor? Sí. ¿Se hacen igual a qué? No, como los de la misma asignatura. ¿No te acabo de entender? Como los de la misma asignatura. ¿Qué asignatura? Se hacen como los comentarios que correspondía hacer para la parte anterior, claro. ¿Vale? Ah, ¿como la asignatura de comentario de texto? No, no, no, es distinto. No, no, por favor, eso hay que tener cuidado. Yo... No, os pasé... Sí, sí, os pasé unos materiales para... Bueno, como recomendaciones, ¿no? Os envié recomendaciones para hacer el comentario de texto en filosofía. Alba y Jéssica. Y el otro día de nuevo otra vez. Entonces, ¿no los tienes, Jéssica? Son unos consejos así como muy elementales. Ajá, ajá. Sí. Se trata, en realidad, simplemente... De que, eso es, seáis capaces de mostrar que entendéis el texto. Hay que leerse el texto e intentar entenderlo. Entonces, bueno, lo que se puede hacer es primero ofrecer un resumen del texto con palabras propias. Ponerle hasta un título si queréis también, eso también está bien. Y luego ir, bueno, analizando las ideas principales que aparecen en el texto. Se trata de explicar... Las ideas que, por ejemplo, Descartes nos está ofreciendo ahí. Relacionando... No solo explicando esas ideas, sino relacionando esas ideas con la filosofía del autor. Eso es muy importante. Gracias. En que se vea que podéis ir del texto a la filosofía del autor, incluso hasta haciendo algunas apreciaciones de carácter más general relacionando esos contenidos que aparecen en el texto con, por ejemplo, en nuestro caso, con el racionalismo en general, ¿no? ¿Vale? Seguid, por favor, un poco los consejos que tenéis en ese material breve de pequeños tips o claves, ¿no? Así, ¿vale explicar lo que nos quiere decir también? Sí, sí, sí, ¿no? Hay que, sobre todo, explicar lo que dice el texto. Que se note que entendéis el texto, ¿vale? Lo de la opinión personal hay que dejarlo como para el final. Y en todo caso, además, como muy, muy, muy fundamentada. Es mejor relacionar el texto con lo que han dicho otros autores y si tiene uno una opinión, por ejemplo, de crítica a Descartes, pues decir, pues, como decía Nietzsche, no estoy de acuerdo con Descartes por esto, por esto, por esto. Apoyarte en la opinión de otros autores. Si es que uno lo sabe, ¿no? Y si no tiene conocimiento de otros autores que han dicho algo sobre el texto y el filósofo que estás comentando, pues dar la opinión propia, pero muy argumentada, ¿no? Pero eso como muy al final. Lo principal es que se vea que entendéis el texto, ¿vale? ¿Y cómo mostráis que entendéis el texto? Pues, por ejemplo, con estos recursos un poco elementales, ¿no? Haciendo un resumen del mismo con vuestras palabras, poniéndole el título y luego desglosando. Vamos. Vamos separando los conceptos más importantes que aparezcan ahí y las ideas principales que tenemos ahí, explicándolas y relacionándolas con la propuesta del autor, ¿vale? Por ejemplo, en este texto, que no es, repito, para nada el principal, ¿eh? Pero en este texto está bien porque Descartes nos está diciendo, pues, que, bueno, ha vivido la experiencia del error, ¿no? Como todos, todos hemos vivido la experiencia del error. Nos han engañado los sentidos alguna vez. Hemos confiado en algunas personas, por ejemplo, nuestros padres o los adultos en relación a ciertas cosas sobre la realidad, la vida y el mundo. Y luego hemos visto, pues, que no era así la cosa, ¿verdad? Y entonces, bueno, pues parece que deberíamos ser como muy prudentes. Aquí aún no está señalado claramente la duda metódica, pero ya tenemos como una primera presentación. de la necesidad de la duda metódica, la necesidad de no precipitarnos, incluso un poquito una referencia a la necesidad de seguir cierto método, ciertas reglas a la hora de dirigir nuestra razón, que son las reglas que he comentado antes, las cuatro reglas que he citado antes. De tal modo nos previene que no existe apariencia alguna de la que podamos liberarnos de ellos, si no asumimos dudar una vez en nuestra vida de todas las cosas acerca de las cuales encontrásemos la menor sospecha o falta de certeza. Estas dos últimas líneas, Alba y Jessica, habría que subrayarlas muy bien, son muy importantes, estas dos últimas líneas que vuelvo a leer otra vez. Si no asumimos dudar una vez en nuestra vida de todas las cosas acerca de las cuales encontramos la menor sospecha o falta de certeza. Incluso podríamos decir, en vez de certeza, de evidencia, de un convencimiento adecuado de la verdad de algo. Nos está diciendo Descartes, más que nos está diciendo, nos está dando un consejo famoso de su filosofía. Atrévete, yo lo voy a decir de otra manera, atrévete al menos una vez en tu vida examinar de modo radical todas las cosas que te han dado cuenta de la verdad de algo. Todas tus condiciones. Fijaros, ¿no? Se trata de coger lo que uno cree que es cierto y verlo uno mismo, ver uno mismo si es verdad eso que creía que era cierto. Porque igual creemos cosas simplemente porque nos las han dicho, ¿no? O porque forma parte del conjunto de ideas dominantes, vigentes, que están ahí en el ambiente cultural o en el ambiente intelectual o en el ambiente científico, ¿no? Y creemos cosas aún peor porque tenemos prejuicios, ¿verdad? Y queremos creer ciertas cosas como consecuencia de intereses nuestros, ¿verdad? Entonces nos propone la duda metódica, ¿de acuerdo? La duda metódica que además puede conectar muy bien esto de hacer relaciones. Es importante en los comentarios del texto, ¿no? Puede conectar muy bien incluso con el afán socrático de investigar la verdad. Y para algunos incluso hasta diríamos con la esencia de la filosofía. En la esencia de la filosofía está el investigar radicalmente la verdad, en no conformarse con investigaciones menores en donde aún pueden estar presentes prejuicios, puntos de vista no suficientemente examinados. Recordaréis que esto es lo que hacía también Sócrates, iba por la plaza pública cuestionando los conocimientos de los demás y él quería investigar hasta qué punto se puede confiar en las convicciones que uno tiene. Y parece que medio concluyó que en realidad él no sabía nada, solo sé que no sé nada y a partir de ahí se podía investigar. Descartes no concluye en eso, pero es en cierto modo una actitud como muy semejante a la socrática. La de coger todo el conocimiento. El conocimiento supuesto que te llega y que uno ha incorporado y examinarlo. Si uno es filósofo tiene que hacer eso. Si no es filósofo no puede dar por sentado en muchas cosas, pero si es filósofo por eso igual es un poco difícil ponerse en modo filósofo porque a veces te lleva a actitudes de crítica como muy extrema, muy radical de las convicciones elementales como vamos a ver ahora. Fijaros, ya lo adelanto, la hipótesis del sueño, el pensar que todo tal vez sea un sueño. Pues llegará a dudar de la perfección de esa manera, porque todos estamos convencidos de que estamos despiertos ahora que estamos despiertos. En mi caso yo diría que estoy aquí hablando, que estoy en la clase. Esto es mi vigilia, mi estar despierto y no estoy soñando. Pero vamos a ver que la radicalidad de la propuesta de Descartes le lleva también a cuestionar estos actos que llamo de vigilia, de creer que estoy despierto y pensar que tal vez incluso hasta estoy dormido. Y todo esto, ¿por qué? Pues repito, con el propósito de dar con verdades totalmente ciertas e indudables. Esta duda, continuando un poco más, es radical y hiperbólica también se dice por varias razones. En primer lugar, porque se trata de rechazar aquellas creencias que nosotros vemos que son falsas. Entonces, examinamos nuestras convicciones, examinamos lo que nos parece que es cierto. Y al hacer ese examen, si vemos que algo que hemos creído es falso, lo tenemos que rechazar. Bueno, esto es verdad, tiene que ser así, ¿no? Es algo que nos propone la duda metódica, pero no es lo más característico de la duda metódica, casi diríamos que es como de sentido común. Es la honradez intelectual mínima que uno debe tener, ¿no? Si estás examinando algo y se te está mostrando que es falso, pues si eres honrado lo tienes que rechazar, ¿no? Esto es lo que nos propone Descartes. Pero, atención, por favor, esto es muy importante, nos propone algo como más extremo, más exagerado o hiperbólico, ¿no? Nos propone que rechacemos, que no aceptemos, que no contemos, como si fueran ciertas, aquellas creencias de las que se pueden rechazar. Y si podemos plantear alguna duda, aunque no veamos que son falsas, ¿eh? No vemos aunque es falso una afirmación, no vemos que es falsa, pero le podemos poner objeciones. Y si podemos plantear alguna duda de esa afirmación, entonces ya no creemos en ella. Tampoco decimos que sea falsa, ¿eh? Pero ya no la tenemos en cuenta. Hacemos lo que a veces se llama epoge, esta palabra no es de Descartes, pero lo ponemos como entre paréntesis. No la tenemos en cuenta, la descartamos. Simplemente porque hemos... Hemos visto que se le puede presentar alguna duda. Claro, ¿qué nos puede ocurrir? Pues que tal vez de todo podamos presentar alguna duda y que entonces lo sensato sea ser escéptico. Ya vais a ver que Descartes no llega a esa conclusión, no va a ser escéptico. Casi cae en el escepticismo, pero no es escéptico, ¿vale? Y después, ¿qué tenemos que hacer? ¿Qué método vamos a seguir? Pues fijaros también en este punto, ¿no? No podemos examinar una a una todas nuestras convicciones o creencias, porque tenemos muchísimas, no infinitas, pero miles y miles y miles y decenas de miles de convicciones acerca del lugar en el que vivimos, acerca de Madrid, acerca de España, acerca de Europa, acerca del mundo, acerca del mundo físico, del mundo moral, del mundo psicológico, de la realidad. Tenemos convicciones científicas. Queremos saber cantidad de cosas. Entonces, si tuviéramos que coger una a una nuestras convicciones, en fin, eso no podría ser. Nos ocuparía más de una vida. ¿Qué es lo que podemos hacer? Una estrategia. Hay una estrategia que podemos seguir, ¿no? Que es la de examinar los fundamentos de nuestras creencias, ¿vale? Los fundamentos de nuestras creencias. Y según Descartes, los fundamentos de nuestras creencias son dos, ¿no? Son dos, los sentidos y la razón. Los sentidos y la razón. De tal manera que la recomendación es examinar los sentidos y ver hasta qué punto podemos confiar en ellos, y a continuación examinar la razón y ver hasta qué punto podemos confiar en ella, en la razón, ¿vale? Si podemos ponerles objeciones razonables a los sentidos, pues entonces todo aquello que se conozca por los sentidos será cuestionado. Y si podemos también poner objeciones al ejercicio de la razón, aquello que se muestre en los sentidos también será cuestionado, ¿vale? Vamos a mirar este esquema. Tenerlo en cuenta, por favor. Es un esquema que recoge creo que bastante bien lo que hace Descartes en la duda metódica, ¿vale? Alba, Jessica, por favor, tenerlo en cuenta, repito. ¿Se ve? ¿Se veía el esquema, Alba? ¿Jessica? ¿Sí? Porque voy a comentarlo ahora, ¿eh? Y quiero que me confirméis. Muy bien, muy bien. Pues vamos a ello. Vamos a este esquema. Repito que es fundamental. Os va a servir también para entender la exposición que se hace en el libro, ¿vale? Bien. Fases de la duda metódica. Fijaros, aquí en realidad aún podríamos añadir una más, ¿no? Porque antes incluso de la duda metódica. Antes de la duda metódica en este lado, ¿no? Descartes, pues igual que nosotros. Creía en la existencia del mundo físico. Creía en los árboles, en los ríos, creía en la existencia de las ciudades, las casas, ahora diríamos los coches, diríamos ahora los ordenadores. El mundo físico para nosotros y para Descartes, antes de que dudara, existe, ¿verdad? El mundo de los seres inertes, las piedras, de las plantas, de los animales, de los seres artificiales, de los astros, de los planetas. También el mundo social. El mundo social, por supuesto. El mundo poblado de personas y también, por supuesto, el propio cuerpo. Descartes creía que tenía manos, que tenía piernas, igual que nosotros creemos que tenemos manos y que tenemos piernas. También creía que era cierta la ciencia de su momento, y desde luego la matemática y la física emergente, como unas cuantas al menos de las afirmaciones de Galileo. Bueno, y Descartes empieza la duda metódica, que es en cierto modo como una historia que él experimentó y que vivió. Y por cierto, Jessica y Alba, para que se entienda bien, la tendríais que vivir en primera persona, la tendríais que hacer en primera persona. Si no, no se va a entender bien, ¿eh? No se va a entender bien esta duda. Poneros en primera persona. Yo no tengo mucho tiempo para seguir con detalle, es una pena, ¿eh? Si os interesa, podríais leer la primera meditación y la segunda meditación metafísica. Sobre todo esas dos meditaciones, ¿eh? Que son, Alba, extraordinaria. Extraordinaria, un momentito. Hay otra persona. Javier, que iba a entrar. Eso es. Javier. Javier está entrando ahora. Que son extraordinarias. Dos textos, muy bien. Bueno, dos meditaciones importantísimas. Te voy a citar aquí, a ver, un momentito. Vale, por favor, esta obra, también en el discurso del método, si queréis, ¿no? Pero si queréis profundizar un poquito más que en el discurso del método, leed la primera y la segunda meditación metafísica de Descartes. En la primera se desarrolla la duda metafísica. Y en la segunda se presenta la primera verdad, el cogito. ¿De acuerdo? Entonces, como os decía, para que entendamos qué es la duda metódica, en este punto en el que estamos, Javier Jiménez, pues nos tenemos que poner en primera persona y seguir lo que hace Descartes. Cuando él duda de los sentidos, nosotros tendríamos también que dudar de los sentidos. Pero además, experimentando la duda, ¿eh? No leyendo simplemente o diciéndolo. No como de memoria, sino realmente viviendo lo que está él proponiendo, ¿no? Nos va a proponer argumentos en contra de los sentidos. Nos va a poner argumentos en contra de la razón o que cuestionan la legitimidad del ejercicio de la razón. Y de ese modo va a perder el mundo. Va a pensar que ya no existen los seres del mundo. Y a partir de este momento va a encontrar la primera verdad. Lo voy a decir ahora profundizando un poquito más, pero no mucho, para que se vea el sentido de todo lo que estoy diciendo. Cogemos los sentidos. Los sentidos y la razón, decía que son las dos fuentes de conocimiento. Todas nuestras convicciones descansan en el hecho de haber visto de la realidad o haber pensado sobre la realidad. ¿Y qué podemos decir de los sentidos? Pues que a veces nos engañan. Y esto parece como bastante claro. Los sentidos nos presentan a veces las cosas como no son. Cuando vas con el coche en verano por la carretera de Andalucía, en esas rectas largas, larguísimas y hace calor, te parece que algo lejos en la carretera, en esa línea recta, pues hay como un charco. Una especie casi de espejismo. Porque reverbera ahí la luz y parece que hay un charco, pero no hay un charco. Te acercas con el coche y no hay un charco. Es un engaño de los sentidos. Vas por la calle, en el otro lado de la calle, tal vez parece que hay una persona que es tu amigo, que hay un amigo. Cruzas la calle, le vas a saludar y no es tu amigo. No es tu amigo, eres un desconocido. Los sentidos te han engañado ahí también. O estás leyendo un cartel que pone ahí a lo lejos y parece que es el nombre de una calle que tú estabas buscando, te metes por ella y luego resulta que no. Porque lo habías leído mal, porque estaba lejos y había poca luz. Los sentidos nos engañan. Y dice Descartes, no es conveniente fiarse del todo por aquello que nos ha engañado. Pero claro, este primer argumento como que no es aún muy potente para dudar de los sentidos. Porque tal vez hay cosas que se presentan a los sentidos con bastante claridad y distinción, podríamos decir. Por ejemplo, voy a poner ahora un ejemplo concreto. La piedra que os he enseñado antes. O, si queréis, un momentito de nuevo. ¿Cómo voy a dudar yo que tengo mano? O vosotros, ¿cómo vais a dudar que hay una mano aquí? ¿Verdad? Parece esto indudable. Ha pasado antes con la piedra, ¿no? Si yo os enseño una piedra, ¿cómo vais a dudar que...? Que hay una piedra en mi mano en este momento, ¿verdad? Que tengo aquí una piedra. Entonces, si se trata de realidades que se te muestran en condiciones adecuadas para la percepción, parecería una locura dudar, ¿no? Pero Descartes en la duda metódica va a radicalizar más la duda presentando una segunda objeción muy potente, ¿no? Que es la idea de que tal vez todo sea un sueño. Voy a leer ahora este fragmento de las meditaciones metafísicas que está en la página 186, ¿vale? En la página 186. Un momentito, toco la pantalla otra vez para que… vamos, de la pizarra electrónica. Para que no se quede colgado internet. Y leo. Repito que se trata de un texto que está en la página 186 y que pertenece a las meditaciones metafísicas. Jessica, el tema del comentario de texto. Aquí tendríais que decir algo también del título, ¿eh? Si sabéis algo del título de la obra que estáis comentando, como que mejor, ¿no? Decir, por ejemplo, aquí podríais decir que se trata de uno de los textos principales de Descartes, ¿eh? En el que juega… Bueno, pues junto con la duda metódica, Descartes presenta la duda metódica. Junto, perdón, junto con el discurso del método, meditaciones metafísicas y discurso del método son las obras principales, pues se nos ofrece la explicación de la duda metódica, ¿eh? El ejercicio de la duda metódica. ¿Qué es la duda metódica? ¿Cómo funciona su ejercicio? Y la verdad a la que podemos llegar justo por… Utilizar la duda metódica. La verdad conocida por todos, pienso lo que existe. ¿Vale? Jessica, Alba, Javier, si podéis decir algo del título, pues repito, ¿eh? Como que mejor. ¿De acuerdo? Y dice… ¿Sí? Vale, sí. Dice el texto. Debo considerar aquí que soy un… Soy hombre y por consiguiente que tengo costumbre de dormir y de representarme en… En mis sueños las mismas cosas y a veces cosas menos verosímiles. Que esos insensatos cuando están despiertos. Bueno, es que aquí falta fragmentos importantes también. Me voy a referir a ellos para entender esta frase. Es que Descartes en la meditación primera a la que pertenece este texto, repito, que él comenzaba poniendo la primera objeción que tenemos aquí. Y que os he señalado antes, la primera objeción a los sentidos. El que los sentidos nos engañan de vez en cuando, ¿no? Pero que también había dicho, como yo he dicho, bueno, pero de cosas sencillas, ¿cómo voy a dudar? Yo diría ahora, ¿cómo voy a dudar que tengo mano? En vuestro caso diríais, ¿cómo voy a dudar que estoy sentado delante del ordenador o sentado delante del ordenador? En el caso de Descartes, él dijo unas líneas antes, ¿cómo voy a dudar que estoy aquí sentado al lado del fuego y en bata? Porque estaba así, ¿vale? Y dice, es que si yo dudara de estas cosas elementales que me muestran los sentidos, repito, pues que yo tengo mano, que hay una mesa en la que está apoyado el portátil. Dice Descartes, sería como esos locos que creen que son cacharros. Bueno, locos de manicomio, ¿no? Diríamos. Bueno, ahora ya no empleamos esa expresión, pero enajenados o tampoco es adecuada, ¿no? Pero a él se refiere, en aquella época no había ningún problema para señalarlos así, ¿no? A locos que se creen Napoleón, diríamos nosotros, que creen que son cosas muy raras, ¿no? Que están enloquecidos en su interpretación de la realidad. No me haría yo como esos locos, ¿verdad?, que tienen turbado el cerebro por la bilis, ¿no? Bueno, formas un poco antiguas de tratar de explicar en qué consistía la locura, ¿vale? Esto es lo que nos dice aquí, ¿no? Que el dudar, el dudar de cosas elementales... ...pondría a mí en una situación como de ser insensato, como de estar loco. Pero ahora viene entonces la segunda objeción. Pero no es una locura. Se trata de esto, aunque pueda sonar. Hay gente que dice, aquí Descartes es que pone las cosas tan exageradas que parece que está un poco ido, enloquecido, ¿no? Que se había tomado algo, algo así, ¿no? Pero repito, que si uno es filósofo, se tiene que atrever a cuestionar... ...las verdades hasta de esta manera. Por ejemplo, este tipo de convicciones tan básicas... Ahora repito y me pongo yo en primera persona como la convicción que yo tengo ahora de estar hablando, de estar aquí en esta aula, estar sentado, tener delante el ordenador, estar en abrigo o con abrigo. Tengo el abrigo puesto porque hace un poco frío. ¿Cómo voy a dudar de que tengo un abrigo? ¿Cómo voy a dudar de que tengo mano? Y sin embargo, nos dice Descartes, en sueños yo he podido vivir algo semejante, ¿no? Dice aquí, ¿no? ¿Cuántas veces, dice él, no me habría ocurrido soñar por la noche que estaba aquí mismo vestido junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama? ¿Vale? Plantearos esta posibilidad. La posibilidad de que todo tal vez sea un sueño. Se trata de esta posibilidad. Si tuviéramos tiempo, tendríamos que desarrollar más esto, ¿no? Por supuesto. Pero yo creo que todo el mundo de vez en cuando ha tenido como esa sensación, ¿verdad? Cuando vemos Matrix, la primera sobre todo, de las películas de Matrix, de la serie de Matrix, pues se planteaba esta posibilidad. No exactamente era un sueño, pero también a Neo le parecía al principio que era real lo que él experimentaba. Le parecía que era un programador, que trabajaba en Manhattan, que vivía en un apartamento determinado, un poco lúgubre y triste, que tenía un cuerpo determinado, ¿no? Y luego, ciertas experiencias que tuvo le permitieron darse cuenta de que eso era falso, que no era verdad. Era como una especie de sueño, ¿verdad? Porque en realidad él estaba en una pila, era como una pila para las máquinas. Hubo una guerra entre humanos y máquinas, ganaron las máquinas y convirtieron a los humanos en pilas para obtener de ellas, de los seres humanos, obtener energía. Y estaban dormidos en nichos, ¿verdad? Con los cuales extraían su energía y las máquinas les provocaban sueños. Manipulaban su cerebro para provocarles sueños. Y a ellos les parecía que era real esas escenas y personajes en situaciones que se daban en los sueños, ¿no? Dice Descartes, bueno, ¿y si resultara que estamos dormidos cuando nos parece que estamos despiertos? Continúa diciendo, no sé si hay alguna pregunta, un momentito, me tengo que pasar ahora a la otra pantalla, a ver, o algún comentario. Ajá, vale. Javier, ya no tiene acceso al chat. Bueno, ha salido. Tal vez vuelva a entrar después, ¿no? Continúo leyendo. Dice Descartes, en este momento estoy seguro de que yo miro este papel con los ojos de la vigilia, es decir, del estar despierto, ¿no? De que esta cabeza que muevo no está soñolienta, de que alargo esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia. Lo que acaece en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo esto. Pero pensando lo mejor, recuerdo haber sido engañado mientras dormía por ilusiones semejantes. Y fijándome en estos pensamientos, o en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten para distinguir con claridad el sueño de la vigilia, y acabo atónito. Y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo. ¿Vale? Este es el argumento del sueño, ¿no? ¿Y qué nos está diciendo aquí? Pues que si miramos las cosas con cuidado, no podemos encontrar ninguna señal que nos permita separar o distinguir el sueño de la vigilia. No, es una lástima. No tenemos mucho tiempo, casi nada. No, para profundizar en esta afirmación de Descartes. Entonces la tengo que casi decir de manera un poco rápida y casi descuidada. ¿De qué se trata? Pues en el fondo de que en el sueño yo también creo, o puedo creer, y he creído además también, que existía lo que estaba soñando. Yo he podido soñar también que estaba hablando en clase. A veces he soñado que estaba dando clase. Y cuando soñaba que estaba dando clase, me parecía que era real, que eran reales los alumnos que tenía ahí. Que eran reales las mesas que había, ¿no? Me parecía que era todo real. Y sin embargo no era real porque estaba yo soñando. ¿Vale? ¿Qué hay? ¿En qué puedo confiar? ¿En qué señales me puedo fijar para decir es real lo que estoy experimentando? ¿Por qué me parece que es real esta mesa que estoy ahora tocando y no un sueño? Para decirlo muy rápidamente, ¿no? Algunos posibles indicios en los que han pensado algunos filósofos, ¿no? Uno podría decir es real la mesa, yo podría decir es real la mesa porque la toco y tengo sensaciones táctiles, pero en sueños también tengo sensaciones táctiles. Tengo también la sensación de frío-calor y en el sueño también puedo tener sensación de frío-calor porque tengo la visión de la mesa, tengo imágenes, sensaciones visuales de forma y de color, pero en los sueños tengo sensaciones visuales de forma y color. Tengo sensaciones auditivas ahora porque la mesa suena y en el sueño también tengo sensaciones auditivas. En la experiencia de la vigilia hay como mucha riqueza sensorial y en el sueño a veces también, es verdad que no siempre, pero también hay riqueza sensorial. Incluso ocurre que a veces en la vigilia, en el creer que estamos despiertos, se ofrece algo con poca riqueza sensorial porque solo ofrece un aspecto sensorial, algo que vislumbras. Como cuando conduces y te echan las luces el coche de atrás, ahí no hay mucha riqueza sensorial y sin embargo tú crees que es real y entonces mueves tu coche al carril de al lado porque viene a toda velocidad el de atrás y te parecía que era real. Eso que simplemente se mostraba con una sensación tan leve y tampoco rica sensorialmente hablando. No está enriquecida por otros contenidos de otros géneros sensoriales. Entonces no nos sirve lo de la riqueza sensorial, lo de la intensidad. A veces algunos dicen es que en el caso de la percepción, que se da en la vigilia, los objetos que yo veo pues se presentan con mucha fuerza e intensidad, mientras que en el sueño no. Eso tampoco es verdad, porque en el sueño también podemos tener sensaciones visuales como muy intensas. La condición de posibilidad de la pesadilla en gran medida es eso, que se te presente de forma como muy apabullante aquello que tú estás experimentando en el sueño, con mucha fuerza y realidad. Tampoco vale por tanto la intensidad. ¿En qué nos podríamos apoyar para creer en la vigilia, en la verdad y legitimidad de la percepción, de los sentidos? Por ejemplo, otro criterio que se suele utilizar es el de la permanencia. Es que esta mesa, este contenido sensorial pues permanece. O mejor, lo que me ofrece este contenido sensorial parece que permanece. La semana pasada estaba esta mesa, ahora está esta mesa, hace varias semanas también estaba esta mesa. Hay como una cualidad. Hay una constancia, una permanencia de los contenidos sensoriales o constancia que yo interpreto que se le ven a la constancia y permanencia del objeto. ¿Cómo permanece constante el objeto? Ahora mírale para atrás, para tocar otra vez la pizarra electrónica esta, para que no se vaya a internet. Miro para atrás, toco la pizarra y está ahí. Bueno, es que parece que está ahí. ¿Cómo explicar que exista permanencia sensorial o una cierta constancia sensorial? Pues por la constancia y permanencia del objeto. Por eso creo en la percepción. Pero resulta que no siempre hay constancia ni permanencia. Y a veces en los sueños hay constancia y permanencia. Es verdad que menos. Por tanto, tampoco es un criterio definitivo. El de la coherencia. Es muy potente este criterio y desde luego confiamos mucho en él. Es que los datos sensoriales muestran coherencia. Es decir, que yo estoy tocando la mesa ahora con mi mano y no hago un dibujo porque no tengo bolígrafo y no queda ningún dibujo. En el sueño, sin embargo, al pasar el dedo, pues yo podría escribir en la, aunque no es un boli ni tengo tinta, sin embargo, podría escribir en la mesa o al tocar la mesa podría hacer un agujero en la mesa. Eso es como muy raro. En los sueños aparecen, desaparecen objetos, las piedras vuelan, nosotros volamos, nosotros estamos en el espacio hasta en el tiempo. Hay como mucha incoherencia, aparecen absurdos y la realidad nosotros creemos que no es absurda. Bueno, eso es un criterio como muy potente. Pero tampoco es definitivo. No es definitivo. También podemos desconfiar de él porque a veces hay experiencias que son incoherentes. Ahora, las personas que viven en Ucrania, es que todo lo que están experimentando les puede parecer un sueño y algunos lo han dicho, porque es que es tan incoherente con su experiencia anterior, tan sorprendente, pero es tan apabullante. Pero a pesar de esa incoherencia, no pueden dejar de pensar que es real. Entonces, los sueños es verdad que no son tan coherentes, pero después de todo hasta podríamos pensar que lo que llamamos vigilia en el fondo sea una especie de sueño coherente. Por tanto, ¿qué tenemos que hacer? Volvemos otra vez a este esquema que tenemos aquí. Desconfiamos de los sentidos. ¿Y qué nos está ocurriendo? Y esto es muy importante. Al desconfiar de los sentidos, estamos perdiendo. Perdiendo el mundo, entre comillas. Perdiendo el mundo. Si yo no confío ahora en mi vista, en mi oído, en mi tacto, tengo que decir que no sé si existe la mesa. Fijaros. Yo, aunque suene raro, en este momento de la duda, en este momento, después ya no, pero en este momento de la duda Descartes dirá que no sabe y nosotros si nos ponemos en primera persona, lo voy a hacer yo, tendría que decir, yo no sé si existe esta mesa, porque igual estoy soñando. No sé si existe el ordenador, no sé si existe el aula, no sé si existe Leganés, no sé si existe Madrid como comunidad autónoma, no sé si existe España, no sé si existe Europa, no sé si existe la tierra, no sé si existe desde luego los animales, las plantas que se me han ofrecido a la perfección. Estoy ya dudando de todo eso y fijaros en la radicalidad también de este planteamiento, porque al dudar de los sentidos estoy dudando también de la existencia de la humanidad. Yo no sé si existen otras personas, yo no sé si existen otras personas, por ejemplo ahora incluso, yo no sé si está allí Javier, no sé si está Alba, no sé si está Jessica, podría ser que no estuvierais ahí y que incluso fuerais también un sueño mío. No solo porque está al intermedio de la informática, sino que incluso cuando os viera, si estuvierais físicamente aquí en clase, yo también podría dudar de vuestra existencia. ¿Por qué creo que existís? Porque hay una señal física que me indica algo de vuestro existir. Aquí vuestras palabras, vuestro nombre, también alguna intervención que habéis hecho en el chat, ¿verdad? Y si estuvierais físicamente aquí, pues vuestro cuerpo, yo percibiría o vería vuestro cuerpo y eso me llevaría a pensar que hay ahí personas, ¿no? Y por tanto también de vuestra psique o de vuestra alma, de vuestra realidad personal, ¿no? Ya no sé si existen las personas. He perdido el mundo social, es tremendo esto, ¿no? Y más aún, he perdido también la legitimidad de las ciencias empíricas. Ya no sé si la física es verdadera o la biología, porque esas ciencias hablan de las cosas físicas y se apoyan también en la experiencia. Ya tendría que dudar de la existencia de eso, ¿no? Y hay algo también un poco más grave en relación a esta duda. Quisiera, por favor, que lo retuvierais porque es muy, muy, muy importante. ¿Por qué? Fijaros en esto, ¿eh? Lo voy a señalar ahora poniendo mi imagen. A ver, espero que se me vea. Vamos a ver. Fijaros en esto. Y lo voy a decir yo en primera persona. Yo estoy dudando del abrigo, porque tal vez no tengo abrigo, porque tal vez estoy soñando que tengo abrigo. ¿Me seguís? Por favor, decidme si me seguís o no, porque es muy importante lo que ahora os propongo. Vale. Vale. Entonces, yo estoy dudando de la existencia de mi abrigo, ¿no? ¿Y por qué puedo dudar de la existencia de mi abrigo? Porque mi abrigo se me está mostrando a la vista. Lo estoy viendo. Bien. Pero si yo dudo de mi abrigo, ¿no tendría que dudar también de la existencia de mi mano, que está en imagen continua respecto de mi abrigo? Igual que vosotros podéis dudar de que haya un abrigo y de que haya una mano, porque se os ofrece en el mismo campo visual. En el mismo campo visual se me ofrece el abrigo y la mano, en actos de percepción. Fijaros en este punto, ¿eh? Si yo dudo, esto es tremendo, si yo dudo de la percepción, estoy dudando también de mi propio cuerpo, aunque sea verdad una cosa que Descartes no examina, creo yo, con suficiente cuidado. No percibo mi cuerpo como percibo el cuerpo exterior, ¿no? En parte sí, ¿eh? En parte sí. Yo tengo una percepción que llamamos externa de mi mano y de mi abrigo, una percepción visual. Pero hay una diferencia, y es que mi mano yo la siento por dentro, la percibo por dentro. Mientras que eso no será exactamente así en el caso de los objetos físicos, ¿no? Me duele mi cuerpo, no me duele mi abrigo, ¿no? ¿Por qué tiene sentido decir me duele mi cuerpo y no tiene sentido decir me duele mi abrigo, no? Porque la percepción es un poco distinta. Pero aunque sea un poco distinta... La percepción es un poco distinta, repito que esto es muy importante, sigue siendo percepción, ¿vale? En un caso percepción externa y en otro percepción interna de los... bueno, del interior del cuerpo, como cuando digo que tengo dolor de muelas o cuando noto las sensaciones kinestésicas del movimiento, ¿eh? Con lo cual he perdido también mi propio cuerpo. Una pregunta para hacerse, en la que me gustaría que reflexionarais. No hemos podido avanzar mucho, pero es que aquí tenemos tantas cosas importantes. Física, Alba, Javier, ¿no? Que guau, ¿no? Es que es imposible ir como más despacio, ¿no? Pero una pregunta que quisiera que os hicierais. ¿Cómo tengo? Yo me he puesto en primera persona y aquí os tendríais que poner en primera persona. ¿Cómo tengo que ser yo, o mejor, qué tengo que ser yo para que pueda dudar de la existencia de mi propio cuerpo? ¿Vale? ¿Qué tengo que ser? Os adelanto un poco una respuesta, ¿no? Sí, sí, lo que hace es llevar la duda al extremo, por supuesto, lleva la duda al extremo, ¿vale? ¿No hay una cierta distancia entre aquello que duda, yo que dudo, y lo que puedo dudar? ¿No ocurrirá que para que pueda dudar de algo tiene que existir una cierta distancia entre el sujeto que duda y lo dudado? ¿Verdad? Y si tiene que existir esa, una cierta distancia, ¿qué distancia hay entre yo y mi cuerpo? ¿Cómo es posible que haya una distancia entre yo y mi cuerpo? No ocurrirá, ya adelanto. Es que casi me dan ganas de no decir esta frase porque igual sería facilitaros demasiado la reflexión. Bueno, no la voy a decir. Os lo dejo así. Plantearos la pregunta, ¿qué tengo que ser yo para que pueda dudar de la existencia de mi propio cuerpo? ¿Vale? Y lo tenemos que dejar aquí, ¿de acuerdo? Lo dejamos aquí y ya, pues, el próximo día seguimos, ¿no? Seguid leyendo, por favor. Y leed con mucha atención el texto de la página 187, que es el más importante. Ahí tenemos el descubrimiento del cógito. Texto de la página 187, 187, ¿vale? Es el que hay que leer, el texto más importante de Descartes lo tenemos aquí. Y trabajarlo, y lo vemos en clase el próximo día, ¿de acuerdo? Vale, bueno, pues ya salimos. Entonces, voy a dejar de grabar. ¿Vale? Feliz semana también, muy buena semana y ojalá que sea un poco filosófica también, ¿no? La semana. ¿De acuerdo? Sobre todo darle vueltas a ese asunto, ¿eh? Es interesantísimo, muy, muy, muy importante. ¿Vale? Vale, pues entonces... voy a recorgar