Se puede llegar también a este resultado desde el escenario inverso, o sea, partiendo de un nivel de deuda muy elevado con unos parámetros que esta vez van a ser, vamos a suponer un crecimiento del PIB menor del 4%, un pico de interés igual que en el caso anterior, o sea, 0,1%, un PIB de 1.000, un déficit primario del 1% y lo que obtenemos también utilizando la fórmula anterior es que la deuda partido por PIB en el estado estacionario será de 0,25. Si partimos en este experimento de un nivel muy elevado de deuda partido por el PIB, lo que vamos a ver es que esa ratio va a decrecer muchísimo. Muy rápidamente hasta que va a llegar a un nivel en el que se va a estabilizar, que va a ser exactamente el que hemos obtenido como resultado para el estado estacionario, o sea, ese 0,25. Y la intuición es un poco la misma que en el caso anterior, o sea, el PIB en este caso crece mucho más rápido que el pico de interés, no con tanta diferencia como en el caso anterior, pero sí bastante por encima, lo cual hace que, aunque… Al principio, bueno, podamos ver un crecimiento rápido de la deuda, bueno, pues lo que vemos es que finalmente lo que obtenemos es un resultado en el que la deuda partido por el PIB se estabiliza alrededor de ese valor de estado estacionario. Podemos hablar de un caso, sea el inverso, sea una tasa de crecimiento no mayor. ¿Qué tipo de interés? Si no lo es, un tipo de interés que esté por encima de la tasa de crecimiento, que ha sido también un escenario que se ha dado en la historia, como decíamos en alguna ocasión, por ejemplo, en la deuda, la crisis de deuda de los países latinoamericanos en el año… en los años 80. Podemos, por ejemplo, suponer un crecimiento del PIB del 1%, con unos tipos de interés del 10%, que nos pueden sonar elevados, pero que no lo son tanto en un contexto histórico, donde, pues eso no hace tanto tiempo estábamos… Con tipos del 20. Y entonces lo que obtenemos en esta simulación es que, en este caso, la ratio deuda partido por el PIB no converge, sino que lo que vemos es una dinámica explosiva. O sea, la ratio se dispara y crece cada vez más deprisa. ¿Por qué? Porque, en este caso, el tipo de interés que va marcando la evolución de la deuda es mucho más elevado que el crecimiento del PIB que se queda marcando la evolución de… De… Por lo tanto, las obligaciones financieras crecen mucho más deprisa que el producto necesario para repagarlas, o sea, que el PIB. Y esto puede llegar a ser tan grave, incluso, que lo que tengamos es una realimentación, o sea, un problema de endogeneidad, de causalidad en ambas direcciones, porque esa ratio tan elevada de deuda partido por PIB puede llevar al tipo de interés a crecer cada vez más. Porque esa ratio puede… Puede poner en alerta a los mercados. Estos pueden demandar una rentabilidad mayor a través de una prima de riesgo más elevada y, a su vez, la prima de riesgo más elevada supone intereses mayores y, por lo tanto, más déficit y más deuda. De modo que entramos en este círculo vicioso de la deuda que, efectivamente, puede ser muy pernicioso para la economía. De hecho, tenemos casos en la historia en los que vemos que esto ha sido así, o por lo menos que ha existido una relación entre… La situación macroeconómica de un país y la prima de riesgo. Por ejemplo, aquí tenemos el diferencial del bono de Grecia con respecto al bono británico y vemos que en los años previos a la entrada en el euro existía un diferencial, o sea, una prima de riesgo muy elevada. En el caso de Grecia, porque no había tenido una economía saneada, su política económica no había sido tan mejor. Sin embargo, conforme se fue acercando a la fecha de entrar en el euro y se vio que Grecia cumplía, mejor o peor, los criterios de convergencia y que, efectivamente, se le admitía dentro de la eurozona, los inversores se tranquilizaron, fueron demandando una prima de riesgo cada vez más pequeña. El tipo de interés del bono… A diez años de Grecia fue acercándose cada vez más al tipo de la eurozona y lo que vimos es un periodo de estabilidad hasta la crisis subprime. En la crisis subprime, bueno, tenemos un colapso de la economía, empieza la economía financiera y luego se traslada a la economía real. Hay una inestabilidad muy fuerte en los mercados. Eso coincide con una serie de problemas financieros. En los mercados financieros y también económicos, la economía real de Grecia, los inversores se asustan y empiezan a pedir primas de riesgo cada vez mayores, lo cual hace que se dispare en los años en los que la crisis financiera ya había entrado. Y podemos también ver un ejemplo reciente relativo a España, también en torno a la crisis financiera. Tenemos en el gráfico superior la deuda pública como porcentaje del PIB, o sea, ese ratio deuda partido por PIB con el que hemos trabajado antes. Y abajo vemos la prima de riesgo, entendida como el diferencial del bono español con respecto al bono alemán. Y vemos cómo en el momento en que la deuda partido por el PIB empieza a elevarse, a finales de 2019, 2010, 2011, en los momentos en que esa ratio sube, también lo hace la prima de riesgo. Y llegamos a un momento de récord en que la prima de riesgo está por encima de 400 puntos, que coincide con ese momento también, esa temporada en que la ratio crece muy rápido. Bueno, a través de una serie de reformas en la economía, de las que no vamos a entrar en este momento, se consigue transmitir confianza a los mercados. Los mercados van reduciendo la prima de riesgo. Son niveles más normales. Por otro lado, se acometen una serie de reformas adicionales en la economía. La deuda pública se estabiliza como porcentaje del PIB y conseguimos ya entrar en una senda de estabilidad, si bien es verdad que con una ratio deuda partido por PIB más elevada que aquella con la que entrábamos en la crisis financiera. Bien, y vamos entonces a cerrar el tema de la política fiscal realizando una serie de… Bueno, apuntando a la serie de ideas que en el fondo recogen parte de las cosas que hemos ido diciendo, que también nos puede servir a modo de conclusión. Vamos a hablar por una parte de las causas del déficit y por otra parte de los costes. Bueno, acabamos de ver que los déficits pueden tener efectos perniciosos, pueden generar ese círculo vicioso a la economía, además tipos de interés y más deuda. Hemos visto en la historia que los déficits no son buenos y entonces ¿por qué se generan? Bueno, se han apuntado una serie de razones para explicar por qué existen déficits públicos. Bueno, y podemos agruparlas en una serie de categorías. En primer lugar, aquellas que David Dromer en su manual llama fruto del conocimiento limitado, o sea, de que en el fondo los individuos y dentro de los individuos el gobierno también tienen un conocimiento limitado de la economía. O, como dice Dromer, heterogéneo. O sea, que quizá conocen bien algunos aspectos pero conocen peor otros. Quizá aquellos que ocupan los puestos políticos más altos a lo mejor no son expertos en todas las materias. Incluso pueden tener conocimientos limitados, incluso también sensibilidades que les hacen ser más... sensibles o más receptivos respecto a determinados problemas y menos respecto a otros. Bueno, y esto puede pasar, por ejemplo, en las políticas basadas en expansionar el gasto público que tienen beneficios quizá que se ven claramente. Pues cuando se inaugura una carretera, un aeropuerto, un puerto, pues eso genera titulares, genera alegría en la ciudadanía y rápidamente aparecen las estimaciones de todo el impacto positivo que aquella nueva infraestructura va a tener. En la zona, cosa que en muchos casos es cierto. Pero a lo mejor se obvia o si no se alude tanto a los costes que esta infraestructura a lo mejor ha tenido y va a tener pues porque quizá ha generado una deuda que hay que seguir pagando en los años posteriores. Esos costes quizás son más indirectos o menos obvios o están más fuertes a la incertidumbre, a los tipos de interés, etcétera. Son más a largo plazo pero también existen y quizás tienen menos en cuenta. Lo cual... ¿Produce? Este conocimiento sesgado de la política fiscal que lleva a ver muy claramente las alegrías y menos claramente las penas o la parte negativa de las inversiones. Bueno, esto también está vinculado a que muchas veces cuando se ponen en marcha determinados proyectos de infraestructura y otras serie de proyectos pero quizás en la infraestructura se ve con más claridad, pues los estudios de impacto y los planes de negocio relativos a esas infraestructuras o bien son incompletos y no recogen aspectos importantes o bien se generan respecto a escenarios muy favorables, escenarios optimistas. Y esto pues es fácil que, por ejemplo, se sobreestime la demanda que van a tener determinadas infraestructuras. Se pronostica que va a haber una demanda muy elevada y claro, eso lleva a generar un plan de negocio que da lugar a unos números estupendos, a unas cifras de una rentabilidad muy elevada, de unas ventajas muy claras, pero que a lo mejor están cerradas porque no contemplan también los escenarios pesimistas. Por otra parte, también la relación entre los impuestos y las distorsiones no es totalmente conocida. Bueno, es algo que todavía debe generar más investigación y más conocimiento. Sospechamos que los impuestos sobre el ahorro desincentivan el ahorro. Sospechamos... que las cotizaciones de la Seguridad Social, cuando se suben, pueden desincentivar la contratación, pero quizá faltan todavía números y estudios empíricos que ayuden a poner números más aquilatados sobre este tipo de efectos. En segundo lugar, y esto se ha desarrollado sobre todo en el campo de la economía política, es posible que los gobernantes no sean necesariamente benévolos y que no estén preocupados por el bien económico del país, sino que estén buscando objetivos propios más de corto plazo y que no tienen por qué coincidir con esos criterios económicos. De manera que puede ser que las decisiones de gasto y que, por lo tanto, los déficit dependan de factores políticos y no tanto de criterios económicos. Entonces, pues hay ejemplos. En todos los países de infraestructuras que se localizan, en lugar no quizá de más rentabilidad económica, sino donde puede haber más rentabilidad electoral o procesos de expansión de gasto también en años electorales, o también falta de evaluación rigurosa del gasto con criterios de eficiencia. Bueno, otras veces el problema no es tanto información limitada o objetivos propios de los políticos, sino simplemente el dejadez. Falta de mecanismos en las administraciones públicas para incentivar un cambio de comportamientos. Bueno, unas actitudes que lleven a supervisar o a controlar mejor lo que utiliza el dinero público. Por ejemplo, hay subvenciones que quizá no llegan a buen puerto, porque el control que hay sobre el dinero público es muy alto. El control que hay sobre ellas es muy limitado. Hay que hacer mucho papeleo para obtenerlas, pero luego el seguimiento es muy escaso. Por lo tanto, pues en el fondo ese dinero público a lo mejor está siendo usado de forma ineficiente. También puede haber inercia en la gestión y esto es algo muy conocido, un fenómeno muy conocido en la administración pública. Lo más normal es que cada año se presupueste un incremento sobre el presupuesto del año pasado. O sea, no se hace un presupuesto base cero, sino que se corrige el año pasado con un incremento por la inflación. Y muchas veces también se procura gastar lo presupuestado para que no me reduzcan el presupuesto el año que viene. Y bueno, ese tipo de comportamientos obviamente no incentivan ni la buena gestión ni el rigor en el gasto y en la rendición de puntos. Y luego también, en cuarto lugar, también muchas veces el gasto público y por lo tanto el déficit, se genera por peajes electorales o por estrategias negociadoras o apoyos que se buscan para que un gobierno se pueda sostener. De hecho, hay un estudio interesante de Rubini y Sachs, que en el año 89 publicaron un trabajo en el que se plantearon ver la relación entre los gobiernos débiles y los déficit públicos y estimaron por medio de datos de panel, una ecuación, como la que está en la pantalla, de modo que relacionaban el déficit en un país y año con una serie de variables, entre ellas un indicador que capturaba la debilidad de un gobierno, medida por el número de coaliciones políticas que tenía que generar. Y lo que vieron estos investigadores es que el parámetro B, o sea, el coeficiente de la variable de debilidad o de alianzas políticas es positivo y significativo. O sea, cuanto más débil es un gobierno, cuantos más apoyos necesita, más es el déficit que aparece en ese país, muy probablemente como consecuencia de esos peajes electorales que tenga que pagar para obtener ese apoyo. Bien, y finalmente, ¿a qué costes? ¿Qué costes en la economía genera un déficit? Bueno, pues podemos distinguir tres. Por una parte, puede haber un coste, de tipo redistributivo, o sea, el hecho de generar un déficit que se pagará en el futuro con impuestos más elevados, en el fondo supone una redistribución de recursos del futuro al presente. O sea, lo que estamos haciendo es hacer que el coste de esa medida caiga sobre las generaciones futuras, que son las que se tendrán que enfrentar a impuestos más bajos, perdón, más altos para poder devolver esa deuda. En segundo lugar, puede haber un efecto craudinado, o sea, una expulsión de la inversión privada por parte de esta expansión demasiado elevada del gasto público y el déficit público, que también pueda llevar a una subida de los tipos de interés y, por tanto, a hacer más difícil la financiación de los proyectos de inversión privada. Y en tercer lugar, también los déficits pueden tener un coste de tipo macroeconómico, o sea, imponer una... una crisis porque una serie de variables se afecta negativamente. Por ejemplo, los déficits asociados a políticas insostenibles suelen dar lugar a menos entrada de inversión directa externa, fuga de capitales, sobre todo en países sin desarrollo, pueden generar una depreciación de la moneda nacional, pueden reducir la renta y el empleo y también, a su vez, generar una trayectoria explosiva de dinero. A su vez, estas trayectorias explosivas pueden generar desconfianza en los inversores, subidas en la prima de riesgo, a veces suspensiones de pagos e incluso esta tentación de los gobiernos de poder financiar la deuda emitiendo más dinero, lo cual da lugar a una hiperinflación. De hecho, estos no son casos teóricos tampoco, sino que se han producido en la historia. Como ejemplo de suspensión de pago podemos aportar las crisis de las economías latinoamericanas en los años 80, 90 y 80, y más recientemente, a raíz de la crisis subprime, la crisis griega. Y como ejemplos de monetización de déficit e hiperinflaciones tenemos bastantes durante el siglo XX, Alemania en el año 23, Hungría después de la Segunda Guerra Mundial, Bolivia los años 80 o Venezuela en la actualidad. Pues hasta aquí este vídeo. Muchas gracias.