Ahora voy a presentar a Mancio Prada, un cantor con dos almas. Canta en gallego y en castellano. Empezó a cantar en París junto a Georges Brassens y allí conoció al maestro Agustín García Calvo. Ha cantado poesía popular hasta llegar a la poesía mística, Rosalía de Castro. A San Juan de la Cruz, casi nada. Pero también ha cantado a muchos tipos de poetas. Ha cantado a Chicho Sánchez Ferlosio, su amigo, Isabel Escudero, a Agustín García Calvo, como ya comenté, a Lorca, a Manuel Vicente. Voz clara, como agua de manantial, es Amancio Prada. con la cera y la miel de tantas palabras alucinantes. Disfruta, relájate, disfruta estas te mereces todo este cariño estás entre amigos estamos entre amigos La floresta que clava en el sol una lanza, las promesas perdidas ya sin esperanza. La paloma asustada que el halcón alcanza, los diamantes esquivan la pálida ropa. En la calle los ojos se comen tu boca, el asfalto que pisas, mi voz que tú tocas. Los amantes ardiendo abrazados a un lirio, esas curvas fatales que causan delirio. Y los fieros conversos que van al martirio. El vientre del ahorcado que tensa la soga, los vestidos de tul en patéticas bodas. Suerte a los emigrantes que tienen tan poca. El futuro en las manos que lee la gitana, Baudelaire y Shakespeare en la senda profana. Los caballos heridos en plena batalla, un taller en la china con mil costureros, una cama que tiene al sol de cabecera, el cartón de la vida una página entera, los violines que lloran las ruinas futuras, esa venta de entrañas late de basura, una hoguera y el viento para las terraduras. Una mano que salve a los niños famélicos, decisión para inflar el pulmón de los físicos, libres para incordiar el ardor patrióxico. Aquel perro herido y tu padre enfermo Las mujeres que han muerto sin tener un sueño Los cabellos ya blancos que piden caricias La voz de la conciencia después de la misa La mirada del niño que canta la brisa, la armonía del cosmos, la luz de los cielos. El lugar de la cita, un guiño bajo el velo, tu manía apostando siempre al color negro. Las puertas de socorro, rampas celestiales, los tristes solitarios de las capitales, viudas que bajo el velo pierden sus caballos. La utopía impotente bajo la metralla, la emoción de la vida, la emoción de la vida. La emoción de los pechos que lucen medallas. Tantos desertores de su propia batalla, la pobreza guardada en cajita de cedro. aquel lobo herido que muere en silencio. El canto del gallo y el no de San Pedro, corazones rotos entrando al quirófano, esos hombres de bien que rompieron el átomo. El dinero que es Dios y que no tiene patria, y además este tedio que nos haga rota. Es tremendo mi amor, somos la misma cosa, esperando la mano del ángel. con la última rosa a ti.