Y terminamos este MOOC con dos de los principios más conocidos, yo diría, en el campo y más complicados de definir en términos abstractos como son el de beneficencia y no maleficencia. Efectivamente, el principio de no maleficencia es muy sencillo, obliga a no hacer daño de modo intencional, ya vimos que desde los primeros códigos como el de Nuremberg hay que aceptar que no se puede someter a ningún tipo de ser humano a investigaciones maleficientes que le perjudiquen. Ahora bien, siempre hay que reconocer que el grado cero de riesgo no existe. Los riesgos son muy variados y son de diferentes grados pero están... siempre presentes y una de las tareas del antropólogo es reconocerlo, reconocerlo, aceptarlo y al ser posible comentarlo precisamente con la gente con la que trabaja y hacerlo constar en ese consentimiento informado, explicar que el riesgo cero no existe. Porque estos riesgos que pueden ser sociales, como pone muchas veces la investigación puede poner en cuestión las relaciones de muchos de los sujetos con los que trabaja con el resto de la comunidad, pueden ser psicológicos, como le afecta la información que le damos, la información que ofrece o la información realmente que es capaz de rememorar para sí mismo, o sea, como le afecta de modo personal. O pueden ser familiares, complicaciones del entorno inmediato por el hecho simplemente de colaborar con el antropólogo. Por lo tanto, insisto, hay que tener en cuenta siempre que el contexto en el que se mueve el trabajo y analizar cuáles pueden ser estas consecuencias de la... de la participación, de la colaboración que las personas tienen con los antropólogos y de qué manera se pueden ver afectados los distintos ámbitos en los que se trabaja. Pero no puede resultar tampoco una obsesión para el antropólogo porque no se puede dar respuesta a consecuencias indeseadas cuando no se tiene ni siquiera previsión de ellas. Porque, insisto, el trabajo de campo es dinámico. La omnisciencia, saberlo todo y la presciencia son dos cosas. No son imposibles, esos son atributos divinos. Con lo cual, lo único que podéis o que se puede hacer cuando uno trabaja sobre estas cuestiones es simplemente estar muy atento a cuáles son los riesgos. Más aún teniendo en cuenta la imposibilidad de ese riesgo cero, más aún teniendo en cuenta que es imposible porque la propia definición de daño no es unívoca. Quiero decir, qué significa que sea malo, qué riesgos sean asumibles o qué riesgos no lo sean. Siempre se define así. Se define en el propio contexto y en función de las personas con las que se trabaja. Jamás en abstracto. Ahora bien, si se llega a la conclusión de que se pone en peligro o se daña a la persona o a la comunidad con la que se está trabajando, el trabajo tiene que ser reformulado por completo. Esto sí que es un principio absolutamente insosrayable. No solamente en el trabajo antropológico y los códigos sino en cualquier trabajo ético con seres humanos. El principio de no maleficencia es insosrayable. Es decir, no es absoluto, no hay riesgo cero, no puede preverse todo. Es una cuestión de dinamismo, de contexto, de ver exactamente cuáles son los riesgos asumibles. Pero desde luego la no maleficencia es insosrayable. Sin embargo, a diferencia del principio de no maleficencia, el principio de beneficencia es optativo. Es cierto que hay... Para la antropología aplicada, que defiende que hay una vinculación estrecha entre la eterna de antropólogo y el cambio político y social de la comunidad con la que trabaja, parece que es un principio exigido. Sin embargo, no lo es. Lo que supone realmente la beneficencia, que es una acción positiva sobre la comunidad, promover el bien... Digo que no es obligatorio. Precisamente porque, como vimos cuando tratamos la cuestión de la justicia, no hay una única definición de qué se entienda por hacer el bien ni qué se entienda por bien. Es decir, lo que nosotros podemos entender que es tratarles de modo beneficente de hacerles un bien puede que para ellos sea justamente lo contrario. De modo que esta definición o redefinición de lo que supuestamente es el bien ni puede estar definida exclusivamente por el antropólogo. Ni tampoco, recordad, puede estar única y exclusivamente definida por la comunidad que estudia. La comunidad que estudia no puede estar coaccionando de ninguna manera la autonomía del investigador a la hora de definir sus propios objetivos. Es decir, tienen que vincularse. Tienen que vincularse. Lo que entienda el bien que promueva el proyecto del investigador y el del antropólogo que esté trabajando en el campo y el bien que deseen las personas que estén trabajando en el campo, las personas que quieren formar parte de ese estudio tienen de alguna manera que coordinarse, articularse y si es imposible llegar a un acuerdo pues tal vez dejar el trabajo parado. Si es que realmente no se consigue avanzar a un acuerdo. Yo creo que el ejemplo que tenéis en el texto de Wayne James en relación a los Uruk de Bonga os ayudará a comprender la dificultad que supone precisamente esta definición de lo que supone perjudicar o beneficiar a una comunidad concreta.