Hola, mi nombre es José Nicolás Saitlópez y soy profesor tutor de Historia Antigua en el Centro Asociado UNED de Cantabria. En los próximos minutos voy a ofrecerles una videoclase o tutoría grabada relativa al tema 9 de la asignatura La Civilización Romana, optativa de cuarto curso del grado en Geografía e Historia. Como pueden ver en pantalla, el tema 9 de esta asignatura se denomina El mundo funerario en la Antigua Roma. Voy a articular mi exposición en cinco grandes apartados que, en esencia, recogen los contenidos que abordan las unidades didácticas de la asignatura. Precediendo la exposición de estos grandes puntos, voy a realizar una introducción al estudio del mundo funerario en la civilización romana, en la que, sobre todo, pondré de relieve la importancia que tiene el estudio de esta faceta de la historia de la vida cotidiana o de las mentalidades en cualquier sociedad del continente. y, más concretamente, en las sociedades del Mediterráneo Antiguo. Con posterioridad, iré desgranando los contenidos articulados, como ven, en cinco grandes apartados. El primero de ellos se titula El concepto de muerte en la Antigua Roma y aquí abordaré las diferentes posturas que los hombres y las mujeres de la Antigua Roma adoptaban frente al hecho simbólico y biológico que suponía la muerte. En segundo término, explicaré las divinidades asociadas al ámbito funerario. En tercer término, explicaré las divinidades asociadas al ámbito funerario. En primer lugar, describiré el ritual funerario romano, que en este caso recibe la denominación, el nombre de Funus. En cuarto lugar, hablaremos de todo lo relacionado con la arqueología funeraria o la arqueología de la muerte en la Antigua Roma, haciendo también alusión a la epigrafía funeraria y a la poesía sepulcral latina. Finalizaré mi exposición hablando de las instituciones del entorno funerario y más concretamente hablaré de las asociaciones que existían en torno al hecho funerario y también de una institución tan importante dentro del derecho romano como es el testamento. Para comenzar esta introducción al estudio del mundo funerario en la civilización romana, voy a ofrecerles dos textos. Este primero que ven en pantalla, escrito por el profesor José Manuel Abascal Parazón, es un texto extraído de un artículo que se refiere de forma exclusiva a la muerte en la Antigua Roma, pero que, como podrán ver a continuación cuando comentamos su libro, podría ser aplicable a cualquier sociedad del Mediterráneo antiguo. Este texto dice así. Desde la antigüedad hasta nuestros días se ha mantenido inalterada la costumbre de crear un complejo ritual alrededor de los principales pasos en el ciclo biológico y social de los individuos, el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Más allá fue, en todo el Mediterráneo, un lugar común en las mentalidades, un lugar para los viajeros que no podían... Por irrenunciable, había de ser trágico. Para superar el tránsito y descansar, bastaba con asegurarse de realizar el viaje en las condiciones adecuadas, con la protección ritual o divina necesaria, y obtener de los herederos el conveniente mantenimiento de ese definitivo lugar de reposo. Espacio funerario, ceremonial y recuerdo se convierten en los elementos decisivos para garantizar el descanso en un más allá que se desconoce. La elección de este texto viene motivada fundamentalmente por comenzar mi exposición poniendo el acento en la importancia que tiene el estudio de la muerte en cualquier sociedad del pasado. Aunque en nuestro caso, dada la asignatura en la que nos estamos moviendo, nos vamos a centrar en el ámbito romano. Y es precisamente por este acercamiento al ámbito romano por el que he elegido este segundo texto, escrito por el profesor Desiderio Baquerizo Gil, uno de los mayores especialistas precisamente en el estudio de la muerte desde una perspectiva global o general y muy concretamente también del estudio de la muerte en la Hispania romana. El texto dice así. Para el romano de cualquier época lo más importante fue siempre morir con dignidad. Tener acceso al ritual. Necesario y a una tumba en la que reposar sus restos, porque si un difunto no era enterrado conforme mandaban los cánones garantizando su regreso a la tierra, su alma se veía condenada a vagar por los siglos de los siglos robándole el descanso merecido. Estas razones explican que toda la familia, por respeto o por piedad, también por miedo, entendiera como un deber incuestionable dotar a sus difuntos del ceremonial, la sepultura y el ajual más decorosos posibles. Si no se tenía. Dinero con que comprar el terreno suficiente para la inhumación o un nicho en el que depositar la urna con los restos cremados, muchos no tenían reparos en usurpar la tumba de otra persona. En cambio otros, más respetuosos y pragmáticos, prefirieron integrarse en los colegia funeraticia mediante el pago anual de una cuota denominada stipendium que daban comprometidos a velar porque los funerales de sus socios reunieran los requisitos mínimos. En este texto se apuntan ya algunas de las ideas que vamos a desarrollar con posterioridad y que, de alguna manera, cimentan el conocimiento que tenemos sobre la muerte en la antigua Roma. Cuando un historiador se propone el estudio de la muerte en el mundo romano, en la civilización romana, no encuentra una fuente que, de alguna manera, nos explique de forma pormenorizada qué suponía este hecho biológico con implicaciones simbólicas para los hombres y mujeres del mundo romano, sino que muchas veces tenemos que indagar a través de testimonios indirectos o incluso de algunos fenómenos que, referidos a la muerte y al ámbito funerario, nos dan idea de la importancia y de las particularidades que tenía esta esfera de la vida o de la no vida para estos individuos. A continuación voy a apuntarles algunos aspectos. De las mentalidades y de la vida cotidiana romanas en las que podemos rastrear la importancia de esta concepción sobre la muerte apuntada precisamente en el texto que hemos leído con anterioridad. En primer lugar, en la existencia de penas y castigos relacionados con la muerte. De hecho, uno de los mayores castigos que se podía aplicar a un criminal o un prescrito era precisamente la negación de la secultura, como vamos a ver posteriormente. Un segundo fenómeno es la denominada damnatio memorial. En primer lugar, en la existencia de los monumentos que aparecían en los monumentos de la muerte apuntada. En tercer lugar, la disposición de las tumbas y de los enterramientos en lugares visibles y o de tránsito que facilitaba la lectura de los epígrafes o la visita a estos espacios. Un claro ejemplo serían los monumentos presentes en el recorrido de las vías Apia y Latina. En esta foto que ven en la imagen, precisamente les muestro la vía apia antica, a cuyos lados podemos observar diferentes monumentos funerarios. Un último ejemplo serían las representaciones de los difuntos realizadas bajo cualquier soporte material, máscaras de cera, esculturas, pinturas, con lo cual se integraba nuevamente a estos individuos en la vida cotidiana y se evitaba precisamente su olvido. A continuación vamos a ver dos textos. En primer lugar, un texto tomado del Digesto en el que se habla precisamente de esta condena a no recibir sepultura. Era un tipo de condena que en origen estaba destinada a aquellos que habían sido condenados por lesa majestad, aunque la propia evolución del derecho romano hará que con el tiempo se aplique a otras facetas, como por ejemplo el caso de determinadas deudas. El texto, este título... El título del Digesto que se titula sobre los cadáveres de los condenados, dice así. En primer lugar, no debe negarse a los parientes los cadáveres de los condenados y Augusto, de consagrada memoria, escribe haberlo observado así. Pero hoy, los cadáveres de los ejecutados sólo pueden ser enterrados cuando así sea solicitado y concedido, y no siempre se concede, sobre todo si son condenados por lesa majestad. Aquí vemos esta condena a la no recepción de sepultura. También hay dos textos. También se pueden solicitar los cadáveres de los condenados al fuego, es decir, para que se puedan enterrar sus huesos y cenizas recogidos. En segundo término, el Digesto nos dice... La pena del deportado o relegado a una isla perdura después de la muerte y no puede trasladar su cadáver para enterrarlo en otro lugar, si no es con permiso del príncipe, es decir, del emperador. Así consta en muchos reescriptos de Septimio Severo y Antonino Caracalla, que lo concedieron muchas veces a los solicitantes. En tercer término, el digesto nos dice, los cadáveres de los ejecutados deben ser concedidos a cuantos los pidan para sepultarlos, con esa excepción que indicábamos anteriormente de los condenados por lesa majestad. Aquí vemos cómo, a través de la lectura de una fuente, en este caso jurídica, que es el digesto, que es una compilación de diferentes opiniones expresadas por diversos juristas, se nos informa sobre un aspecto relativo al ámbito funerario, al ámbito de la muerte. La prohibición de recepción de sepultura como una especie de pena cuando se comete, en este caso, por ejemplo, un delito de traición. El segundo texto que les traigo es escrito por la profesora Ana Rosa Martín Mignijón y, de alguna manera, es una descripción, una conceptualización, una descripción, desde mi punto de vista, muy clara sobre este fenómeno tan propio de los romanos como era la damnatio memoriae. El texto dice así, la erradicación de la memoria era una condena que venía asociada a la condena principal, pena capital o deportación impuesta a quienes habían cometido crímenes, de perduelio o de mayestas, que consistía en hechos que pudieran considerarse de alta traición al Estado o un atentado grave al emperador actual o al recuerdo de emperadores consagrados. Estos ilícitos públicos podían ser cometidos por un particular, pero también por quienes desempeñaban cargos públicos o pertenecían al ejército, e incluso los mismos emperadores, en cuyo caso debían someterse a una sanción de carácter político decretada por el senado romano tras su muerte por haber cometido abusos o atentado contra la seguridad y el buen gobierno del Estado durante su mandato. Era, junto a la condena de privación de sepultura, la que hemos visto en el texto anterior, una restricción de los derechos civiles de los condenados y suponían el peor castigo y la peor deshonra que se le podía imponer a una persona. Los actos del amnatio, de la memoria, respondían en cada caso a la aniquilación de todo aquello en donde figurara el nombre y el rostro, de forma que no quedara ningún recuerdo del fallecido. Vamos a ver algunos ejemplos. Se procedía a la eliminación de la imagen, nombre de las monedas o a su fundición o reacuñación. Se derribaban estatuas, se mutilaban retratos, se borraba cualquier imagen y mención en las inscripciones y listas oficiales. Se modificaban todos los documentos tachando su nombre o haciendo figurar otro nombre en su lugar. Se procedía igualmente a la sustitución de su nombre en plazas, ciudades, puentes... Se abolían aquellas disposiciones que procedían del damnatus o se renombraban. Se bautizaba todo aquello que tuviese su nombre. Se destruía su obra o se atribuía a otra persona. Se prohibía mencionar su nombre. Creo que con estos párrafos, con estas frases pueden hacerse una idea de lo que suponían estos castigos, la privación de secultura y de la mano, en estrecha relación, la damnatio memoriae. La muerte, como hemos visto, la muerte en el mundo romano. Se ha consolidado como un vastísimo campo de estudio abordado por numerosos investigadores, desde los pioneros, las pioneras en este caso, como Toynbee, hasta los más recientes, como Edwards o Hope. Con muy buenos representantes en el ámbito español, como Javier Arte, Desiderio Macri y Tujil, anteriormente nombrado, Alberto Sevilla Conde o Miguel Requena Jiménez, entre otros. Aquí les traigo las portadas de algunas de estas obras clásicas sobre la muerte en el mundo romano. que, de alguna manera, recogen este estudio, este acercamiento a esta esfera de la vida cotidiana en el mundo romano. Partiendo de un concepto que, bueno, pues creo, considero lo suficientemente claro, que es la muerte como un hecho biológico que contiene, además, implicaciones simbólicas, desde nuestra óptica como historiadores, como futuros historiadores, lo primero que debemos plantearnos, una de las cuestiones más importantes que debemos plantearnos, son las fuentes de las que disponemos para el estudio del ámbito funerario. En este esquema, les he agrupado estas fuentes históricas en tres grandes bloques, fuentes escritas, fuentes epigráficas y fuentes materiales. Dentro de las fuentes escritas, tendríamos que diferenciar, en primer lugar, la producción literaria, especialmente los autores latinos de los siglos I antes de la Era Común, y siglo I Era Común, como Lucrecio, Cicerón. Plinio el Viejo, Marcial, Ovidio, Virgilio, y también intelectuales cristianos posteriores, como Tertuliano o Minucio Félix. En segundo término, tendríamos los textos filosóficos de las principales escuelas de pensamiento, en este caso romanas, como el estoicismo y el epicureísmo. En tercer término, tendríamos el derecho romano, importante, como hemos visto anteriormente, que abordó este ámbito desde sus orígenes, tal y como lo demuestran las disposiciones legales relacionadas con el texto. En el ámbito mortuorio, recogidas en la ley de las doce tablas, en concreto de la tabla número 10, que analizaremos con posterioridad. El segundo gran bloque de fuentes estaría compuesto por las fuentes epigráficas, y dentro de ellas tendríamos que hacer referencia, en primer término, a la epigrafía funeraria, y en segundo lugar, a la poesía sepulcral latina, los denominados carmina epigráfica, que también veremos, aunque sea de una forma superficial, un poco más adecuada. El tercer gran bloque estaría compuesto por las fuentes materiales y aquí tenemos que aludir, en primer lugar, a la arqueología, especialmente la relativa al análisis de los contextos funerarios, denominada arqueología funeraria o de la muerte. En segundo lugar, a la cultura material, cuyo ejemplo más representativo sería, en este caso, el de los ajuares funerarios, que nos da muchísima información. Y, en último término, dentro de estas fuentes materiales tenemos que aludir a la iconografía, que en el caso del ámbito romano, del ámbito funerario romano, es especialmente rica. Por ejemplo, los sarcófagos o también retratos como los importantes retratos de Elfayún, procedentes del actual Egipto. Aquí les traigo un par de ejemplos de cultura material. Aquí tendrían un ajuar funerario romano realizado en cristal de roca y fechado en época de Augusto, en el siglo I. En este caso se conserva en el Museo Arqueológico de Cádiz y su análisis nos puede dar muchas pistas, por ejemplo, sobre la riqueza del individuo, sobre la edad, sobre el sexo, sobre la profesión. Como pueden ver, las piezas sí que nos arrojan información relativa al ocupante de ese lugar de descanso eterno. Aquí les traigo otro ejemplo de fuente, en este caso sería una fuente iconográfica. Son los retratos de momias procedentes de Elfayún, en la provincia romana de Egipto. Son retratos que engloban una horquilla cronológica muy amplia, aunque la mayoría de estos retratos han sido fechados precisamente en el siglo II de nuestra era. Una vez hecha esta breve introducción, vamos a adentrarnos en este primero. de los cinco grandes bloques que les mostré en el índice inicial, que es el que aborda el concepto de muerte en la Antigua Roma, que básicamente está destinado a ver las diferentes posturas que hombres y mujeres de la Antigua Roma adoptaron frente a este hecho biológico y simbólico que era el fallecimiento. Antes de comenzar con esta descripción de estas actitudes frente a la muerte, les he traído un texto de Kerengi que creo que es lo suficientemente ilustrativo para entender el por qué existe una postura ante la muerte, sea la que sea, es algo que hace, que conmueve a la gente y que le hace reaccionar. El texto dice así, No puede negarse que de si alguna realidad en el mundo no puede decirse que a nadie deja frío, que hace estremecerse a todos, esa realidad es la muerte. Los antiguos griegos y romanos tomaban en serio la muerte y no se dudaba que el hombre, estaba sometido a ella como a uno de tantos soberanos de la existencia mortal. Es un texto que parece bastante significativo y bastante clarificador, que de alguna manera justifica el por qué tanta discusión y tanta reflexión en torno a este hecho. La percepción de la muerte y el más allá son conceptos que varían y evolucionan a lo largo de las distintas épocas del pensamiento clásico, desde los mitos griegos recogidos por autores latinos como Virgilio u Ovidio hasta las profundas reflexiones de los antiguos griegos y las reflexiones de los intelectuales cristianos de época imperial como Tertuliano u Orígenes. El análisis de los testimonios literarios conservados permite la diferenciación de dos posturas al respecto, la postura trascendente y la postura inmanente. Aquí les he elaborado un esquema que de alguna manera recoge las características de estas dos posturas. En primer lugar estaría la postura trascendente, que es aquella que apuesta por la trascendencia y o la transmigración del alma, es decir, que existe algo más allá de la muerte. En el caso del mundo romano nos encontramos con una postura que hunde sus raíces y que se recibe precisamente de Grecia. Son las corrientes filosóficas griegas como el orfismo, el pitagorismo y el platonismo la que van a ejercer su influencia en el pensamiento romano y esta influencia va a ser especialmente palpable en autores como por ejemplo Ovidio, Salustrino Platónico, Virgilio y Cícero. Frente a esta postura trascendente tenemos la postura inmanente que se basa en el escepticismo y o la negación de la trascendencia, es decir, supone que la muerte es el fin de la existencia biológica y que no existe nada más allá. Dentro de las posturas... ...del pensamiento romano que van a defender este posicionamiento estarían el estoicismo y el epicureísmo. La postura inmanente va a ser la postura mayoritaria durante mucho tiempo en la mentalidad romana, sobre todo porque está muy vinculada a la religión romana tradicional. Sin embargo, a partir del siglo I antes de la era común se va a producir una paulatina sustitución de la postura inmanente a la religión romana tradicional. La postura inmanente y la que se va a acabar imponiendo va a ser precisamente la postura trascendente. Esta imposición paulatina de la postura trascendente podemos vincularla en primer lugar a la política religiosa de Augusto que tiene lugar en el siglo I de nuestra era. Augusto, de alguna manera, trata de restaurar la religión romana tradicional pero sus efectos, como ustedes saben, no son los deseados. Podemos decir que existía una crisis ideológica que se va a acentuar a partir de esta época y esta política realmente no va a lograr resolver este problema. Al mismo tiempo que se va desarrollando esta política religiosa de Augusto, va a tener lugar la penetración y la difusión de los cultos denominados cultos orientales y también del cristianismo. Se trata sobre todo de posturas trascendentes que creen en la resurrección, que creen en la vida después de la muerte y que de alguna manera se van a ir extendiendo en el seno de la sociedad romana hasta imponerse, como saben, en el caso del cristianismo a finales del siglo IV y que no dejan de ser ejemplos de cómo se va a producir ese relevo de la postura inmanente hacia la postura trascendente. En primer lugar vamos a analizar las corrientes filosóficas griegas. Que influyeron en el pensamiento romano y que durante mucho tiempo, de alguna manera, promovieron la creencia en esa trascendencia. En primer lugar estaría el orfismo. Es una corriente religiosa relacionada con el mito de Orfeo. Posee elementos propios de los cultos mistéricos, por lo que también se le denomina misterios órficos. En el mundo griego. La transmigración de las almas formó parte del entramado doctrinal del orfismo. El orfismo se relaciona con un mito que seguramente todos ustedes conozcan, que es el mito de Orfeo y Eurídice. Según la mitología griega, Orfeo era un joven cantor procedente de Tracia, hijo del rey Eabro y de la musa Calíope, o según otras versiones, del dios Apolo y de la musa Clío. Era célebre por su música, ya que con su lira dominaba la voluntad de hombres y bestias. La relación que tiene con nuestro tema es que Orfeo desciende al Hades, al inframundo, para recuperar a su esposa Eurídice, muerta a causa de la mordedura de una serpiente. Se trata de una personalidad, en este caso Orfeo, a la que se le tilda con el epíteto de psicopompo, porque tiene la opción de acceder a un espacio que simbólicamente está restringido a los muertos. Sería la primera, digamos, postura trascendente procedente del ámbito filosófico griego que va a tener calado en el pensamiento romano. En segundo lugar tenemos el pitagorismo, que fue una corriente filosófico-religiosa de época arcaica, del siglo VI a.C., fundada por Pitágoras de Samos, siendo esta la razón, por la que sus seguidores y discípulos son denominados pitagóricos. Se basa en el dualismo alma-cuerpo y también en la denominada metempsicosis, que es la transmigración de las almas. La tercera propuesta sería el platonismo, que es relativamente similar a la anterior. Es una corriente de pensamiento que debe su denominación a Platón, filósofo griego del siglo V o IV a.C., discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, que en el año 387 fundió la Academia, una institución-escuela filosófica que pervivió hasta época de Justiniano, en el siglo XIX. sexto. En sus postulados, al igual que en los casos anteriores, el alma es inmortal y lo mortal es el cuerpo. Se basa, por tanto, en la dualidad alma-cuerpo, exactamente igual que las anteriores, también en la mente-psicosis, la transmigración de las almas y quizá la aportación más significativa del platonismo con respecto a las posturas anteriores sería la posibilidad de evolución, digamos, la reencarnación en un ser superior o inferior al anteriormente ocupado por ese alma en función de diferentes factores. Todas estas corrientes filosóficas griegas que, de alguna manera, apuestan por la trascendencia y que, repito, son el orfismo, el pitagorismo y el platonismo, van a tener su influencia en algunos de los más importantes clásicos. Como serían Ovidio, el salustio neoplatónico, Virgilio o Cicerón. Les he traído un par de textos, únicamente de alguno de ellos. En este caso tenemos un texto de las metamorfosis de Ovidio, del cual pueden ver esta postura acerca de la trascendencia de la existencia humana. El texto dice así, puesto que es un dios quien mueve mis labios, a este dios que mueve mis labios yo lo seguiré devotamente y abriré mi delfos y el mismo cielo y descubriré las sentencias de la augusta sabiduría. Cantaré grandes cosas que no fueron investigadas por la inteligencia de nuestros predecesores y que han quedado ocultas durante mucho tiempo. ¿Por qué tenéis miedo al estigio? ¿Por qué teméis las tinieblas y los nombres vacíos? Materia para los poetas, peligros de un mundo irreal. No creáis que los cuerpos, una vez que la pira con sus llamas o el tiempo con la descomposición los han destruido, puedan sufrir algún mal. Las almas no mueren y siempre, tras abandonar su sede anterior, son acogidas en nuevas moradas en las que viven y habitan. Yo mismo, en tiempos de la guerra de Troya, era Euforgo, hijo de Panto, a quien un día le atravesó el pecho la pesada lanza del menor de los Átridas. Hace poco reconocí en el templo de Juno, en Argos, la ciudad de Avante, el escudo que entonces llevaba en mi brazo izquierdo. Todo se transforma, nada perece. El espíritu anda errante, va de acá para allá y de acá para allá, de allá para acá y de acá para allá, y se adueña de cualquier cuerpo. Y de los animales pasa a los cuerpos humanos, y de nosotros a los animales, y nunca muere. Como la banda, la blanda cera, se plasma en nuevas figuras y no permanece como era ni conserva las mismas formas, y sin embargo sigue siendo ella misma, así yo enseño que el alma es siempre la misma, pero transmigra a figuras distintas. Como ven, se recogen muchos de los postulados que hemos visto en las corrientes filosóficas griegas anteriormente enunciadas. Aquí tenemos un texto tomado de las unidades didácticas de Salustio Neoplatónico, de esta obra sobre los dioses y el mundo que dice así. Si la transmigración de las almas tiene lugar en un ser racional, el alma se convierte en el alma de ese cuerpo. Si tiene lugar en una criatura irracional, el alma lo acompaña desde fuera, como lo hacen con nosotros nuestros espíritus custodios, los que vamos a ver posteriormente. Un alma racional jamás podrá habitar una criatura irracional. Frente a estas posturas que son trascendentes, que no están especialmente difundidas en los primeros siglos de la civilización romana y sí que van a encontrar difusión a partir del siglo I a.C., como les he explicado con anterioridad, tenemos otras dos. Las posturas, por así decirlo, que son inmanentes y que creen que la muerte supone el fin del hecho biológico y con ello de la existencia humana. Las más importantes serían el estoicismo y el epicureísmo. El estoicismo, algunos de cuyos máximos exponentes fueron Séneca y su sobrino Lucano, se basaba en la armonización de la vida del hombre con la ley divina, el fato, el destino, el que la muerte solo era un paso más, el último, ya que negaban la existencia del más allá. El ser humano debía desarrollar su existencia prescindiendo de los bienes materiales, con apatía, término que significa ausencia de pasión, alcanzando así el bienestar. La segunda corriente es el epicureísmo, este carpe diem, defendido por Lucrecio y que constituyó una influencia decisiva para Ovidio y Virgilio. Buscaba liberar al hombre del miedo a los dioses y a la muerte, asumiendo que el mundo y la propia vida son perecederos. Les he traído un par de textos que clarifican estas posturas. En el caso del estoicismo son varios pequeños textos, pequeñas frases, en este caso todas de Séneca. Estas frases dicen lo siguiente, estoy preparado para marcharme y por eso disfrutaré de la vida. El segundo texto dice, una justa estimación de lo que es la vida, de su limitación, nos conduciría al sereno desprendimiento de ella y a no apegarnos a lo que tenemos que hacer. De este modo no existiría ni el tedio de la vida, ni el miedo a morir. Tercer testimonio dice lo siguiente, pues si es que el destino de todos puede ser de consuelo o de nostalgia, nada permanecerá donde está ahora. Todo lo derribará y llevará consigo la vejez. Y no sólo jugará con los hombres, sino con los lugares, las comarcas y los continentes. Y cuando llegue el tiempo en el que el mundo se extinga para renovarse, todo se exterminará con sus propias fuerzas. Los astros chocarán con los astros. Y cuando toda la materia esté en llamas, todo lo que ahora brilla en buen orden arderá en un solo fuego. También nosotros, espíritus dichosos y agraciados con la eternidad, cuando le parezca bien a la divinidad reconstruir todo esto durante el derrumbamiento universal como una porción minúscula añadida a la desmesurada catástrofe, nos convertiremos en los elementos primeros. Dichoso tu hijo, Marquia, que ya sabe esto. Es una consolación a una madre que ha perdido a su hijo. Son textos creo que bastante claros, bastante clarificadores sobre lo que sería la postura o el pensamiento del estoicismo. En cuanto al epicureísmo, ese carpe diem, este texto precisamente escrito por Epicuro, el precursor de esta... Esta corriente dice lo siguiente. Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. Por tanto, la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida, no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque nos priva de un afán desmesurado de inmortalidad. Nada hay que cause temor en la vida para quien está convencido de que... El no vivir no guarda tampoco nada temible. Es estúpido quien confiese temer la muerte, no por el dolor que pueda causarle en el momento en el que se presente, sino porque pensando en ella siente dolor, porque aquello cuya presencia no nos perturba no es sensato que nos angustie durante su espera. El peor de los males, la muerte no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos. Así pues, la muerte no es real ni para los vivos ni para los muertos, ya que está lejos de los primeros y cuando se acerca a los segundos estos ya han desaparecido ya. A pesar de ello, la mayoría de la gente unas veces rehúye la muerte viéndola como el mayor de los males y otras la invoca para remedio de las desgracias de esta vida. El sabio, por su parte, no es un sabio. Ni desea la vida ni rehúye el dejarla, porque para él el vivir no es un mal, ni considera que lo sea la muerte. Y así, como de entre los alimentos no escoge los más abundantes, sino los más agradables, del mismo modo disfruta no del tiempo más largo, sino del más intenso placer. Creo que el texto es muy ilustrativo sobre este carpe diem, como les digo, que representa la postura del epicureísmo. Bien, una vez vistas cuáles son las posturas. ¿Qué haces? Si adoptaron los hombres y las mujeres romanas frente al hecho que suponía el fin de la vida, frente al hecho que supone la muerte, vamos a abordar en este segundo bloque el estudio de las divinidades asociadas al ámbito funerario. Como les digo, como les adelanto, es un aspecto del estudio de las mentalidades del mundo romano un poco confuso. Ni siquiera los propios romanos tenían muy claro cuáles eran las diferencias. Entre unos y otros. Les he traído para comenzar este segundo bloque un texto de una obra que se llama Urps Roma, Vida y Costumbres de los Romanos, publicada en cuatro volúmenes y escrita por José Guillén. Y en este caso está tomada del volumen tercero, que se dedica a la religión y al ejército. El texto, a modo de introducción, dice lo siguiente. Las relaciones de los vivos con los muertos, lejos de ser íntimas y desconfiadas, manifiestan más bien una cierta desconfianza y no poco temor. Se admira al difunto, se le honra, pero en el fondo se le tiene miedo. Su mismo contacto deja contaminada y contaminante a la familia. Cuando muere un miembro de la familia, ésta queda funesta, palabra de doble sentido que indica en situación de duelo y manchada, contagiada, hasta que se logre su purificación. La imprecisión y falta de contornos de estos seres nos manifiesta que en la religión latina la vida de ultratumba era algo difuso y nebuloso. Para tratar, para desentrañar este listado de divinidades asociadas al ámbito funerario romano, les he traído un texto de Apuleyo que, de alguna manera, los nombra a todos y trata de definirlos y esquematizarlos. Es, como les digo, el esquema propuesto por Apuleyo, pero que no tiene por qué coincidir con el de otros autores. Sí que es cierto que es quizá uno de los autores que hace un esfuerzo por, de alguna manera, sintetizar y explicar las diferencias entre unos y otros. El texto dice lo siguiente. El espíritu del hombre, después de que ha salido del cuerpo, pasa a ser o se transforma en una especie de demonio que los antiguos latinos llamaban lemures o lemures. Las almas de aquellos difuntos que habían sido buenos y que tenían cuidado y vigilancia sobre la muerte de sus descendientes se llamaban lares familiares, pero las de aquellos otros, inquietos, turbulentos y maléficos, que espantaban a los hombres con apariciones nocturnas, se llamaban larvae, larvas. Cuando se ignoraba la suerte que le había cabido al alma de un difunto, es decir, que no se sabía si había sido transformada en lar o en larva, entonces la llamaban mane. En este caso vamos a abordar el estudio de los lémures o lemures, de las larvas, larvae, y también de los manes, no de los lares familiares, puesto que estos ya fueron objeto de estudio en el tema 2 de esta asignatura. Comenzamos con los lémures. Su origen, según la tradición literaria, se remonta a los orígenes de Roma, en los que Rómulo asesina a su hermano Remo y éste se aparecía por las noches para atormentar a los vivos. Para apaciguarle, Rómulo establece los lemuria, unas fiestas domésticas de carácter privado que cada familia celebraba en honor a sus difuntos. En esas noches del actual mes de mayo, los espíritus de los antepasados retornaban para visitar las casas que habitaron, debiendo a los vivos alejarles con ritos, en los que se empleaban habas y palabras amables. A continuación, he realizado una selección de textos. El texto está tomado sobre un artículo que de alguna manera nos desarrolla esta definición del lémur y posteriormente vamos a ver estas dos cuestiones aludidas en esta introducción, que sería el asesinato de Remo por parte de Rómulo, y cómo se le aparece, cómo se instituye esta fiesta, esta festividad de las lemuria y qué es lo que tenía lugar en ella. El primer texto, que como les digo es una definición un poco más allá de la que aparece en las unidades didácticas, sobre los lémures dice lo siguiente. Los lémures son sombras o fantasmas de los muertos que Apuleyo asimila a veces a los lares y, aunque en muchas ocasiones identificaban y se confundía su nombre, Se confundían unos y otros. Los lares son los espíritus tutelares de los difuntos encargados de velar todo lo doméstico, y los lémures eran espíritus de los muertos que, por sus errores y faltas en la vida, son castigados con la ausencia demorada, pagan errantes y pueden ser maléficos sobre todo para los hombres malvados y perversos. Aunque son de carácter menos terrorífico que las larvaes, según parece, volvían a la tierra en determinados días del año para atormentar a los vivos y se les conjuraban las fiestas nocturnas de las Lemuria en el mes de mayo, como cuenta Ovidio. Luego lo veremos. Con todo, representan el lado tenebroso y oscuro de la vida, y precisamente por el miedo que provocaban, se realizaban diversos cultos y ritos para calmarlos. Como ven, en este texto de María José Hidalgo de la Vega, se les da un carácter un poco... ...un poco más lúgubre, un poco más oscuro que la definición del texto anteriormente citado. Aquí tenemos el episodio, precisamente, en el que se produce ese asesinato y esa institución de esta figura, de esta festividad de las Lemuria. Vamos a ver en primer lugar el episodio y con posterioridad veremos qué es lo que ocurría en estas Lemurias. Bien, el texto, el primero de los textos... ...sacado de Ovidio, dice lo siguiente. Cuando Rómulo enterraba en la tumba los restos de su hermano y se celebraba el funeral por Remo, que tan fatalmente se había precipitado, el infortunado Faustulo y Aca, con el pelo suelto, señal de duelo como veremos después, humedecían con sus lágrimas los huesos abrasados. Luego regresaban entristecidos a casa al caer la tarde y se arrojaron en el duro lecho, tal y como éste estaba. Les pareció que la sombra ensangrentada de Remo se sentaba junto al lecho y que con voz desmayada les hablaba estas palabras. Aquí me tenéis, a mí, que era la mitad, la justa mitad de vuestros desvelos. Mirad cómo estoy, tan distinto de cómo era hace poco. Hace poco, si los pájaros me hubiesen asignado el reino, yo hubiera podido ser el más grande entre mi pueblo. Ahora soy una sombra vana, escapada de las llamas de mi pira. Esta es la imagen que ha quedado de aquel Remo que fui. ¡Ay! ¿Dónde está mi padre Marte? Si es que vosotros habéis dicho la verdad, y él nos proporcionó las ubres de la loba cuando estábamos abandonados. ¿A quién el animal salvó? La mano temeraria de un ciudadano ha perdido. ¡Oh! Cuanto más generoso fue ella. Desviado Zeller, ojalá rindas por herida tu alma cruel y desciendas a la tierra ensangrentada igual que yo. Mi hermano no habría querido esto. Él me tiene amor, que yo correspondo. Dio sus lágrimas a los manes, que es lo que podía. Pedidle vosotros a él, por vuestras lágrimas, por la nutrición que me dispensasteis, que señale en mi honor la celebración de este día. En este caso, los interlocutores. Quisieron abrazar a quien hacía tal encargo y alargaron los brazos. La sombra escurridita se escapó de las manos que trataban de atenazarla. Los dos contaron al rey las palabras de su hermano. Rómulo le hizo caso y llamó Remuria a aquel día en que se cumple el deber para con los antepasados enterrados. La letra áspera, primera del nombre, se cambió a lo largo del tiempo en suave. Luego llamaron también Lemures. A las almas de los silenciosos. Este es el sentido de la palabra, del término Lemuria. Precisamente en este segundo texto de Ovidio nos habla de ese rito que tenía lugar en esta festividad de las Lemurias. Dice, el año era más corto y todavía no se conocían los ritos de expiación y no existía astújan o biforme, cabeza de los meses, pero sin embargo se ofrecían los dones a las cenizas extintas y el nieto purificaba la tumba en que estaba enterrado su abuelo. Era el mes de mayo, así llamado por el nombre de los antepasados mayores que todavía ahora conserva parte de la costumbre antigua. Cuando está mediada la noche y brinda el silencio al sueño y han callado los perros y los diferentes pájaros, el oferente, que se acuerda del viejo rito y es reverencioso con los dioses, se levanta, sus pies no llevan atadura alguna, y hace una señal con el dedo pulgar en medio de los dedos cerrados para que en su silencio no se salga la luz. En el encuentro, una sombra ligera. Y cuando ha lavado sus manos puras con agua de una fuente, se da la vuelta y antes coge unas habas negras y las arroja de espaldas. Para arrojarlas, dice, yo arrojo estas habas, con ellas me salgo yo y los míos. Esto lo dice nueve veces y no vuelve la vista. Se estima que la sombra la recoge y está a nuestras espaldas sin que la vean. De nuevo toca el agua y hace sonar bronces temeseos y ruega que salga la sombra. Al haber dicho nueve veces, salid manes de mis pares, vuelve la vista y entiende que ha realizado el ceremonial con pureza. Bien, frente a estos lémures, que tienen un carácter benévolo, neutro, quizá un poco más oscuro según algunos testimonios, tenemos a las larvas. En este caso sí, tienen una consideración muy negativa. El término larva, en plural, que es como se recogen los textos, larvae, significa espectro, fantasma o aparecido. Proviene de la creencia muy extendida en la antigua Roma de que las almas de los muertos permanecían entre los vivos para atormentarlos y angustiarlos. Se trataba, no obstante, de los espíritus de quienes llevaron una vida desgraciada y de sufrimiento y que al morir ansiaban venganza. Eran divinidades malvadas y perjudiciales, a diferente de las anteriores, de los lémures. El contacto de un vivo con una larva podía implicar su conversión en un larvate o cerriti, esto es, un poseído a quien debía someterse a un proceso de exorcismo consistente en dar vueltas en torno a la vida. Las larvae, para Apuleyo, son también fantasmas, errantes de los muertos, sin morada, que se aparecen por la noche produciendo visiones terroríficas y provocando entre quienes sufren estas visiones. La literatura en general, las larvae, son quienes llevan consigo la huella de algún crimen y o la marca de un fin trágico y violento. Su acción sobre los vivos se considera funesta y su naturaleza es invariablemente perversa. Según otros autores latinos, como Vidio o Virgilio, se les asociaba con las almas de los malvados que volvían para atormentar a los seres vivientes. Eran sombras o fantasmas de aspecto siniestro que se aparecían a los humanos de diferente forma, como espectros pálidos de rostro contraído o esqueletos capaces de adoptar actitudes grotescas y caricaturescas. Otras veces bajo la figura de personajes famosos y o legendarios y otras revestidos de connotaciones relacionadas con el arte de la danza o de la música. No obstante, la iconografía clásica representa a las larvae de muy diversas maneras y no siempre relacionadas con lo siniestro. A continuación les ofrezco un texto extraído de la Eneida de Virgilio en las que precisamente se alude a la presencia, la llegada de una de estas larvas. En cuanto Juno hubo dicho estas palabras, envuelta en una nube, descendió del alto cielo llevando consigo la tormenta y se dirigió hacia el ejército troyano y el campamento. De los laurentes forma entonces la diosa con una hueca nube, un tenue fantasma sin consistencia a semejanza de Eneas o asombroso prodigio y lo reviste de armas troyanas e imita el escudo y la cimera de su divina cabeza. Le da sus palabras y su voz pero vanas y sin sentido y le confiere el porte de Eneas al caminar tal y como dicen que vagan revoloteando las imágenes de los muertos o los sueños que engañan a nuestros adormecidos sentidos. El fantasma, entonces exultante, comienza a bravuconear delante de las primeras filas, irritando con sus dardos y provocando con denuestos a turno que le acomete finalmente y le arroja de lejos una silbante lanza. El fantasma vuelve la espalda y huye, turno entonces creyendo que realmente era Eneas. Después de darle la espalda, huye del campo de batalla. Envalentonado, abriga en su pecho una vana esperanza y exclama. ¿A dónde huyes, Seneas? No abandones el pactado matrimonio. Esta diestra te dará la tierra que has venido buscando a través de las olas. Con tales gritos le acosa, esgrimiendo su desnuda espada, y no advierte que los vientos se llevan el objeto de su alboroto. Objeto, que no era otra cosa que esta larva. En último lugar, dentro de estas divinidades asociadas al ámbito funerario, tenemos a los manes. La etimología del término manes, del género masculino y siempre ejemplado en plural, equivale a bonus, según autores como Barrón, Macrobio, Berrio Flaco o Apuleyo. Como divinidades asociadas al ámbito funerario, tienen una consideración mucho más neutra que otras. Ni son tan bondadosos como los lares, ni tan siniestros como las larvas. Los manes son las sombras de los difuntos, sus espíritus santificados por la muerte. Objeto de veneración y respeto, pero también de juzgación y miedo. A menudo son confundidos con otros dioses de los muertos, como los lémures, con los que apenas se aprecia diferencia, con los lares o también con el genius. Definiciones que podemos encontrar en los textos clásicos. Les he traído el ejemplo de Servio y también el texto de Agustín, que más que una definición, es una crítica un poco a toda esta confusión de divinidades. El primer texto de Servio dice lo siguiente, refiriéndose a los manes o las almas, en el tiempo en que saliendo de los cuerpos en los que habían vivido, aún no se han unido a otros cuerpos. Son perjudiciales y se les llama así por antífrasis, porque mano significa bonum. Otros piensan que manes procede de manere, porque el espacio entre la luna y la tierra está lleno de almas, siendo ese su lugar de procedencia. Otros creen que son los manes. perdón, que los manes son dioses infernales, en este caso no en términos negativos, sino procedentes del mundo subterráneo. Sobre Agustín, sobre el texto de la ciudad de Dios de Agustín, el texto dice lo siguiente, dice también que las almas de los hombres se tornan en lares si son de buen mérito, si de malo lémures o larvas y dioses manes si es incierto, si son buenos o malos sus merecimientos. Es un texto que se sitúa en un contexto mucho más amplio de crítica a este politeísmo pagano de los romanos. Sobre los manes, bueno, pues indicar que están muy presentes en la epigrafía funeraria, de la que daremos algunas pinceladas un poquito más adelante. En líneas generales hemos de pensar en ellos como almas de los difuntos, hecho que explica su invocación en los innumerables epígrafes funerarios romanos conservados bajo la fórmula de dis manibus o bien dis manibus, dis manibus sacrum, que vemos abreviado con DM o DMS, como ven entre paréntesis y como pueden observar en este epígrafe funerario procedente de la provincia cartaginensis, conservado en el Museo Arqueológico de Cartagena. En él leemos, ya traducido, consagrado a los dioses manes, quinto publicio heráclida de cinco años, aquí ya hace que la tierra te sea leve. Se trataba, esta expresión, dis manibus sacrum, en este caso, de un conjuro o apaciguamiento, ya que cuando no se honraba debidamente a los manes, sus quejas se reflejaban en sueños angustiosos, en enfermedades más o menos misteriosas e incluso en peligrosas manías. Por último, les he querido traer un texto que de alguna manera viene un poco a ampliar la información que tienen las unidades didácticas en relación a estos manes. Los manes, espíritus de los difuntos, son conocidos en epigrafía sobre todo por la fórmula funeraria dis manibus que aparece de manera casi serial en los epitafios romanos de la época imperial. En efecto, dicha fórmula empieza a documentarse en las inscripciones a partir de la edad de Augusto, encontrando una máxima extensión en el siglo II y hasta la antigüedad tardía. Va seguida normalmente por el nombre del difunto, en caso genitivo o dativo, una construcción sintáctica que expresa posesión y permite emplear el sustantivo, que es plural et antum, con el valor de un singular referido al difunto individual en calidad de ser divinizado. En este sentido, cabe pensar que el culto de los dioses manes adquirió los caracteres de culto heroico de modelo helénico. en honor de algunos miembros de su familia, tal y como queda reflejado en la epigrafía oficial y en las fuentes historiográficas. Es precisamente en la Eneida de Virgilio, máximo poeta de edad augustea, donde manes se emplea por primera vez con referencia a un individuo y en asociación con el culto de héroes como Aquises, Polidor o Deifogo. Es ahí además donde los referentes semánticos de la palabra se extienden para abarcar nuevos elementos. Los significados trasladados haciendo de manes una palabra polisénica. Esto simplemente era ampliar algo de información sobre estas divinidades de los manes que como vemos son de una diferenciación muy imprecisa con respecto a las vistas anteriormente. Bien, finalizado el segundo bloque en el que hemos abordado las divinidades asociadas al entorno funerario, es momento ahora precisamente de abordar el estudio del funus, ritos y ceremonias. Es decir, vamos a estudiar el ritual funerario romano. El ritual funerario romano que recibe el nombre de funus estaba compuesto por una serie de ritos y ceremonias muy precisos cuya observancia era necesaria para evitar la condena eterna del alma del difunto. Esto es, que esta vaga se errante por el mundo de los vivos, atormentándoles. Existen varios testimonios que nos ilustran sobre este ritual. Uno de los más ricos en detalles es el ofrecido por Polibio de Megalópolis, historiador griego del siglo II a.C., en su obra Historia. Este texto, que no me he resistido a dejar de leerlo, describe la escena de lo que sería una pompa fúnebre de una forma contundente. Es una forma casi teatral, con admiración. Polibio nos dice Cuando entre los romanos muere un hombre ilustre, a la hora de llevarse de su residencia el cadáver, lo conducen al ágora con una gran pompa y lo colocan en el llamado foro. Casi siempre lo ponen de pie, a la vista de todos, aunque alguna vez lo colocan reclinado. El pueblo entero se aglomera en torno al difunto y entonces, si a este le queda algún hijo adulto residente en Roma, este, o en su defecto algún otro pariente, sube a la tribuna y diserta acerca de las virtudes. del que ha muerto, de las gestas que en vida llevó a cabo. El resultado es que, con la evocación y la memoria de estos hechos, que ponen a la vista del pueblo, no sólo la de los que tomaron parte de ellos, sino la de todos los demás, todo el mundo experimenta una emoción tal... que el duelo deja de parecer limitado a la familia y pasa a ser del pueblo entero. Es decir, se convierte en un acto público y no privado. Luego se procede al enterramiento y celebrados los ritos oportunos se coloca una estatua del difunto en el lugar preferente de la casa, en una hornacina de madera. La escultura es una máscara que sobresale por su trabajo. La plástica y el colorido tienen gran semejanza con el difunto. En ocasión de sacrificios públicos se abren las hornacinas y las imágenes se adornan profusamente. Cuando fallece otro miembro ilustre de la familia, estas imágenes son también conducidas al acto del sepelio, portadas por hombres que, por su talla y su aspecto, se parecen más al que reproduce la estatua. Estos, llamémosle representantes, lucen vestidos con franjas rojas si el difunto había sido cónsul o general, vestidos rojos si el muerto había sido censor y si había entrado en Roma en triunfo o al menos lo había merecido, el atuendo es dorado. La conducción se efectúa con carros precedidos de haces, de hachas y de las otras insignias que acostumbran a acompañar a los distintos magistrados, de acuerdo con la dignidad inherente al cargo que cada uno desempeñó en la República. Cuando llegan al foro se sientan en fila en sillas de marfil. No es fácil que los que aprecian la gloria y el bien contemplen un espectáculo más hermoso. Estas últimas reflexiones de Polibio son bastante significativas. Dice, Habla desde la admiración de una persona de origen griego que se encuentra ante un rito romano que le sorprende Por completo. Bien, en este esquema les voy a presentar el esquema básico de lo que serían los diferentes momentos del funus romano. En primer lugar tenemos una serie de ritos en el hábito familiar que son el anima flare, la conflamatio funebris, la untura y la propia exposición del cadáver. Durante el traslado del cadáver va a tener lugar la pompa funebris y con posterioridad la denominada laudatio funebris que también se denomina oratio funebris. Después se va a producir la quema, la quema si es incinerado, en todo caso siempre el enterramiento y el funus finaliza con la purificación de la domus que tiene lugar en dos momentos. En primer lugar en una ceremonia que vamos a ver que se denomina sufitio. Y con posterioridad. Y con posterioridad un banquete que se va a repetir cada cierto tiempo que tiene el nombre de convivium, en plural convivia. Vamos a ir viendo a partir de este momento los diferentes momentos del funus romano. Si retrocedemos al momento en el que el moribundo estaba a punto de abandonar el mundo de los vivos, hemos de ubicar aquí también el primer rito funerario denominado animam afflare que consistía en recoger el último suspiro del familiar que iba a funcionar. Los romanos creían que al morir el alma del ya difunto salía por la boca. Por este motivo su pariente más próximo recibía su anima, su alma, imprimiéndole un beso. Una vez presumida la pérdida del ser querido tenía lugar la conclamatio funebris, los clamores fúnebres. Se trataba de lamentaciones y gritos que los allí presentes proferían llamando al difunto por su nombre, asegurándose así ante la falta de respuesta de que estaba realmente... muerto. Aquí tenemos una imagen, un detalle de un sarcófago romano del siglo II que representa la muerte de Memeleagro y que ha sido interpretado por algunos historiadores e historiadores del arte como una alusión a ese animam aflare en el que un familiar cercano abre la boca para recibir esa alma del difunto que va a salir a través de ella. El tercer rito que tenía lugar en el ámbito doméstico era la untura. El cadáver, una vez frío, era lavado y perfumado con ungüentos que retrasaban su descomposición. Posteriormente se le vestía y adornaba. Su rostro era cubierto con una mascarilla de cera y en la boca se le ponía una moneda con la que pagar su viaje a Caronte, el barquero encargado de cruzar las almas de un lado a otro del río del inframundo. La exposición del cadáver, que se realizaba en el atrium de la casa, duró... Duraba varios días para facilitar de esta manera la visita de los familiares. En ese periodo en el que la domus estaba contaminada por la muerte, el fuego del hogar se apagaba en señal de luto y las mujeres soltaban sus cabellos y rasgaban sus vestiduras, algo que hemos visto en testimonios anteriores, como por ejemplo en este en el que se instauran la fiesta de las Lemurias. Frente al lecho del difunto se entonaban las neniae. Cantos fúnebres de los familiares ante el cuerpo sin vida que en ocasiones se acompañaban del sonido de un arpa, de una trompeta o de una flauta. Aquí tenemos esa preparación de ese cadáver y esa exposición. Se trata del detalle de un relieve funerario perteneciente al mausoleo de los Ateri, una familia de constructores de principios del siglo II que erige su propio sepulcro en la vía lavicana. En ese lecho tenemos, aunque se aprecia, bueno pues quizá... No de forma muy clara, pero bueno, al final tenemos a las praeficae, tenemos a gente tocando instrumentos musicales, podemos percibir esa no atadura de las ropas, esos pelos sueltos y el único elemento que realmente choca con la descripción que nos ofrecen las fuentes literarias es la aparición de antorchas encendidas, como pueden ver aquí, que en teoría, según nos informan las fuentes, deberían estar apagadas. La casa permanecía teóricamente a oscuras. Finalizada la exposición, la segunda etapa del funus consistía en el traslado del difunto al recinto funerario, la denominada pompa funebris, pompa significa desfile, que tradicionalmente se celebraba de noche, excepto cuando el muerto era un niño o un pobre. El cadáver era llevado a una cárcel. Una carroza descubierta, acompañado por un cortejo formado por familiares, libertos, músicos, por ejemplo los tibiquines que tocaban la flauta y los tubiquines que empleaban la trompa o cuerno. También las plañideras, denominadas praeficae, y fasques, que eran representaciones gráficas de la vida del difunto. Detrás del féretro iban los familiares con la toga pulula de color oscuro, algo similar a nuestra ropa de luto. En esta procesión funeraria romana, procedente de un relieve de Amiternum, podemos ver esta pompa fúnebre. En el centro de la escena nos encontramos al difunto. Justo delante estarían esas praeficae, que de alguna manera, de una forma quizá muy teatral, pues hacen, significan gestos de dolor. Detrás del lecho del difunto nos encontramos a la familia, lo que parece ser la mujer y los hijos. Y bueno, pues... Justo delante de las plañideras, de las praeficae, nos encontramos a los músicos, a los tubiquines. Debajo estarían los tibiquines porque están tocando flautas y otros elementos, otros personajes que debemos destacar en esta escena serían los libertos o los esclavos y también aquellos familiares que están realizando el transporte. Es reseñable que en función, muy probablemente, de la categoría social del individuo se representan en una proporción mayor o menor ya que pueden observar, por ejemplo, que las personas que portan ese sepulcro son de mucho mayor tamaño que los personajes que aparecen justo detrás de la mujer y de los hijos, incluso en una escena justo inferior. Entonces, esta distinción social, esta perspectiva... jerárquica, nos habla también, aparte de describirnos lo que sería la pumba fúnebris, nos habla también un poco de las posiciones sociales que ocupaban los individuos representados. Si el fallecido era un hombre ilustre, la procesión se detenía en el foro donde las autoridades o bien algún familiar o amigo pronunciaba un elogio llamado laudatio fúnebris u oratio fúnebris, que ensalzaba la figura del finado. Comparada o no en el foro, el difunto era transportado hasta... el lugar donde iba a ser enterrado, fuera de la ciudad, a partir de la promulgación de la ley de las doce tablas, a un espacio que tras acoger al cadáver o a sus cenizas se convertía en sagrado, denominándose locus religiosus. Cuando no era posible enterrar los restos del fallecido, por cualquier motivo, su familia herejía en su memoria un cenotafio. Lugar que no... poseía cuerpo. Finalizado el entierro, la última parte del funus consistía en realizar un rito de purificación con agua y fuego, denominado sufitio, iniciándose después una serie de ceremonias en honor al muerto, entre las que se incluían los convivia, los banquetes. El funus era un acto social, en tanto que participaba toda la comunidad en un acto público, como hemos visto, e igualmente era un acto de gran antigüedad, contemplado ya en la ley de las doce tablas, mediados del siglo V antes de la era común, en la que se restringe el lujo en los funerales e incluso la ornamentación del difunto, que se limitaba a una tunícula púrpura. Les he traído precisamente esta décima tabla de la ley de las doce tablas, en las cuales se dan orientaciones de lo que no se debe hacer en un funus. A un hombre muerto ni se le entierre ni se le incinere dentro de la ciudad, el pomerium, que es sagrado. No se haga más que esto, no se devaste con el hacha la leche de la pira funeraria. Reducida por tanto la suntuosidad del duelo a tres velos y una pequeña túnica de color púrpura y diez flautistas, se suprimen también los lamentos fúnebres. Las mujeres no se arañen las mejillas ni hagan de planilleras en el funeral. No se recojan los huesos del hombre muerto para después celebrar funeral. Se exceptúa la muerte en guerra o en el extranjero. Existen, además, en las leyes los siguientes preceptos. Suprímase la unción hecha por esclavos y por todo acto de beber agrupados alrededor. Olvídese aquello de ni fastuosa aspersión, ni grandes coronas, ni pebeteros. Quien consiga una corona por sus méritos, por su patrimonio, por su honor o por su valor, se le permita llevarla en sus funerales. No se agregue oro, pero si sus dientes están unidos con oro, aunque se le entierre o incinere con él, no habrá fraude. Prohíbe acercar la pira funeraria o el nuevo lugar de incineración a menos de 70 pies de la casa ajena contra la voluntad de su dueño. Prohíbe usucapir el vestíbulo del sepulcro y el lugar de incineración. Esto es uno de los testimonios jurídicos más antiguos. La ley de las doce tablas, que se ha reconstruido parcialmente a partir de algunos testimonios, como por ejemplo los comentarios que realiza el jurista Gallo, nos habla de estas restricciones en lo que sería el desarrollo del funus. Nos adentramos ahora en el cuarto gran bloque de este tema, que es el que se destina al locus funerarius. Es decir, vamos a estudiar la arqueología de la muerte en la Antigua Roma, haciendo también mención a la epigrafía funeraria y a la poesía sepulcral latina, que no son arqueología propiamente dicha, pero sí que son fuentes que están un poco a caballo entre las fuentes escritas y la cultura material, precisamente por tener dos vertientes. Dentro de esta arqueología de la muerte vamos a hablar en primer lugar del espacio, del locus, y dentro de él vamos a ver la ubicación, dónde se encontraban estas necrópolis, las formas de enterramiento que practicaron los romanos y también los tipos de enterramiento. Dentro de la cultura material vamos a ver los sarcófagos, las estelas, las cupae, los altares, los pedestales y los relieves. En última instancia, en relación a las fuentes epigráficas, vamos a ver la epigrafía funeraria propiamente dicha y vamos a hacer una pequeña alusión a la poesía sepulcral latina. Vamos a comenzar por los espacios, ubicación, formas de enterramiento. Sobre el concepto del locus. Nosotros denominamos locus funerarius al lugar donde se encontraban los diferentes tipos de enterramiento que emplearon los romanos. Sería sinónimo de cementerio, término procedente del griego, que alude al hecho de descansar, dormir. Dentro del locus funerarius se encontraba el sepulcrum, esto es, el lugar donde era enterrado, adquiriendo el lugar, por este hecho, del carácter desagrado, es decir, de locus religiosus. Por lo general, estos lugares de descanso eterno se encontraban a las afueras de las ciudades, como hemos visto anteriormente, en los caminos, llamando, o al menos intentándolo, la atención de los vejeros que frecuentaban las diae, las vías, narrándoles la historia de la persona a la que acogían en su seno y perdurando así el recuerdo, la memoria, de la misma. Aquí le pueden ver, nuevamente, es una necrópolis de la puerta del Culano, en Pompeya. Donde ven como a los laterales del camino se van disponiendo los diferentes monumentos funerarios. Como ejemplo de estos llamamientos que se hacían en estos monumentos funerarios, les he traído este epígrafe del siglo II antes de la Era Común, que dice lo siguiente. Extranjero, detente y lee. Poco es lo que tengo que decirte. Esta es la tumba no hermosa de una hermosa mujer. Sus padres le dieron el nombre de Claudia. Ella ha ido con todo su corazón. Dio a luz dos hijos. A uno lo deja sobre la tierra. Al otro lo enterró bajo ella. Fue amable en su palabra y honesta en su comportamiento. Cuidó la casa, hilo la lana. He dicho, puedes irte. Como ven, ese llamamiento, esa necesidad de contar la historia de quien yace bajo tierra para, de alguna manera, perpetuar esa memoria. Bueno, sobre las formas de enterramiento, los romanos practicaron dos, la umatio y la crematio. Los romanos practicaron dos formas de enterramiento, la inhumación umatio y la incineración crematio, siendo la primera la más antigua y la segunda la más usual. En el caso de la umatio, los restos mortales del difunto eran llevados dentro de un ataúd, denominados alapila, por despillones sepultureros hasta el lugar del enterramiento, el locus funerarius, donde eran depositados. Si se optaba por la crematio, el cuerpo del finado era colocado sobre un robus pira al que un familiar o amigo prendía fuego. Un rito muy antiguo y que parece ser siempre se cumplía era abrir los ojos del muerto antes de depositarlo en la pira funeraria para que pudiera mostrarlos al cielo. Finalizada la incineración, se recogían las cenizas en una urna, kinerarium, con objeto, al igual que en el caso anterior, de depositarlos en el locus funerarius. En el lugar de descanso. Aquí les he traído un texto de Cicerón donde nos habla un poco de los dos tipos, las dos formas de enterramiento. Nos dice, me parece que el tipo de sepultura más antiguo es aquel en el que el cuerpo retorna a la tierra y después de ser depositado ahí es cubierto por ella como si un manto maternal se tratase. Sabemos que la estirpe de los cornelios usó ese tipo de sepultura hasta hace poco. Silla, recuerden, bueno, personalmente. El siglo I antes de la Era Común, después de su victoria, mandó que fueran esparcidos los restos mortales de Cayo Mario, su principal rival, que estaba sepultado junto al río. Y no sé yo si porque temía que lo mismo le sucediera a su cuerpo, lo cierto es que él fue el primero de los patricios cornelios en ser incinerado. Entonces aquí nos habla... de las dos formas de enterramiento, del ahumatio y del acrematio, como una es la más antigua y como la segunda se va a empezar a generalizar a partir del siglo I antes de la Era Común. En relación a los tipos de enterramiento tenemos tumbas monumentales, columbaria y fosas simples. Existieron varios tipos de enterramiento, entre los que se pueden citar las tumbas monumentales, sepulcros o mausoleos en forma de templo, de torre o de casa. Estarían los columbarios, espacios de gran tamaño en cuyos muros se alimentan nichos llamados loculi que arruinan urnas y, en último lugar, estarían las fosas simples, que simplemente son tumbas excavadas en el suelo. Aquí tienen algunos ejemplos, el sepulcro romano de Favara en Zaragoza, es turriforme, tiene esta forma. Después tenemos un columbario, el columbario de Pomponio Ilas y aquí tendrían esos nichos que son denominados loculi, el término columbario deriva del término columba, significa paloma, porque parecen palomares realmente. Una vez vistos los lugares donde se enterraban los restos de los fallecidos, vamos a hablar de la cultura material asociada al ámbito funerario. Vamos a hacer alusión a sarcófagos, estelas, cupae, altares, pedestales y relieves. En primer lugar, los sarcófagos son propios de la práctica del ahumatio, su empleo se finalizó a partir del siglo II como parte de grandes conjuntos funerarios situados por lo general junto a las vías romanas. Los temas de su decoración se referían simbólicamente a la vida del difunto o, de forma genérica, a la muerte. Esta decoración se fue simplificando hasta generalizarse una basada en surcos denominados estrígiles por toda su superficie Y a este tipo de sarcófagos se les llamaba estrigirados. Les he traído dos ejemplos. El primero es este, es un sarcófago muy famoso, el sarcófago de Marco Cornelio Stacio, del siglo II, se cree que procedente de hostia antica. Es un sarcófago infantil. Como pueden ver, nos representa escenas de la vida infantil. En primer lugar, la madre amamantando al niño bajo la atenta mirada del padre. En segundo lugar, no se sabe si es el padre portando al hijo, sin más, o una ceremonia que se denominaba torre de líberos, que consistía en que el padre levantaba al niño y de alguna manera esto significaba su reconocimiento social. La tercera escena es el niño jugando, imitando una carrera de caballos. Y en la última escena sería el niño orando, practicando la oratoria bajo la atenta mirada de su padre, que tiene gesto, aunque no se aprecia demostrarle imagen, de cierta admiración por su hijo. Entonces, bueno, es un sarcófago infantil que nos ilustra sobre cómo era la vida de los niños. Frente a estos sarcófagos, que normalmente, bueno, pues se referían simbólicamente a la vida del difunto, tenemos esos sarcófagos estrigilados, como este de aquí. Es un fragmento del sarcófago estrigilado llamado del Pedagogo, del siglo III, y hallado en la necrópolis paleocristiana de Tarragona. Estos surcos de aquí son lo que se denominan los estrigiles que hemos aludido anteriormente. Además de los sarcófagos, tenemos estelas exentas clavadas en el suelo. Suelen ser altas y finas, a menudo coronadas con... por frontones, triangulares o circulares como el caso del ejemplo que les he recogido aquí una estela funeraria de Nertus de la primera mitad del siglo I que se conserva en Budapest En la otra parte de la diapositiva tienen las cupae, un ejemplo de una cupa Las cupae son piedras esculpidas con forma semicilíndrica clavadas en el suelo, son propias de los libertos y de los esclavos, como esta que ven aquí procedente del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida Más ejemplos de cultura material serían los altares y los pedestales, habitualmente altares y pedestales de un metro de altura y decoración floral coronados con pedimentos circulares o triangulares como este que ven aquí, el altar funerario de Cominia Tiche Relieves como este que ven aquí con los bustos de los fallecidos y el nombre debajo se encuentran adheridas a la tumba, como la estela funeraria de Lutatia Lupata datada del siglo II después de Cristo era común, que se conserva en el Museo Nacional de Arte Romano también de Mérida Aludida ya la cultura material vamos a finalizar esta revisión de la arqueología de la muerte haciendo alusión a las fuentes epigráficas, a la epigrafía funeraria y a la poesía sepulcral latina En primer lugar vamos a definir la epigrafía funeraria como el conjunto de todas aquellas inscripciones generadas por la sociedad romana durante el funus es decir, entre la hora de la muerte de un individuo y el desarrollo de las ceremonias pos enterramiento y que desde luego iba más allá de los días inmediatos al sepelio la definición aportada por el profesor Javier Andreu Pintado en este texto, en este manual de fundamentos de epigrafía latina que quizá sea de los mejores escritos en lengua castellana de la actualidad El tipo epigráfico de carácter funerario más frecuente es el epitafio. Sobre la epigrafía latina, les he traído la estructura de un epígrafe funerario según el texto base, según las unidades didácticas. En primer lugar tendríamos las fórmulas de invocación a los dioses de los muertos. Manibus, dis manes, dis manibus sacrum, dis inferis manibus. Aquí existían muchísimas fórmulas que normalmente se escribían en el epígrafe, se escribían de forma abreviada. En segundo término se detallaba el nombre del difunto, el nombre del dedicante se escribía en nominativo y del dedicado, que es el difunto, se escribía en nominativo, genitivo o dativo con su filiación. En tercer término aparecen habitualmente los años del difunto, se escribe el número seguido del término anorum que se abrevia con la A, con la AN o con ANN. Aquí existieron otras formas de expresar la edad del difunto, como añadir la palabra vixit, que significa que vivió. Otros elementos que pueden aparecer en un epitafio, en un epígrafe funerario latino, serían la ocupación y la profesión del individuo, especialmente si era un magistrado o un miembro del ejército, aunque también se recogían oficios y profesiones, incluso el origen esclavo del fallecido, también por la circunstancia de ser un liberto. A veces, bueno... Nos aparecen las causas del fallecimiento, si éstas presentaban alguna particularidad, como por ejemplo haber muerto en la lucha gladiatoria, haber muerto en el fragor de la batalla. Se hacían referencias al donante del epitafio, a su parentesco, relación de amistad, con una amplia variedad de epítetos y se cerraba normalmente el epígrafe funerario con expresiones denominadas de cierre, como por ejemplo éstas que tienen aquí, hic situs est. que la tierra te sea ligera, lo hizo de lo suyo, por así decirlo, lo hizo porque lo tenía bien merecido, se merecía el hecho de tener este epígrafe y ser recordado. Además, pueden incluirse otros datos dentro de los epígrafes funerarios como salutaciones o alusiones al testamento o a la secultura, incluso amenazas, maleficios, para quien de alguna manera corrompa esa secultura. Aquí les traigo un único ejemplo de epígrafe funerario para que vean un poco cómo se reproduce esta estructura. Es el epígrafe funerario de Montella Saturnina, hallado en el Conventus Meditensis, provincia romana de la Bética, conservado en el Museo Nacional de Arte Romano, en el que podemos leer, aquí les he traído la transcripción, Montella Saturnina, en este caso de 28 años, se traduce así a Montella Saturnina, de 28 años de edad, aquí ya hace enterrada que la tierra te sea leve, Tiberio Claudio Tálamo lo mandó a hacer para su esposa. Bueno, junto a estos epígrafes tenemos la poesía sepulcral, sepulcral latina, es uno de los testimonios quizá más bonitos de estudiar porque, bueno, pues de alguna manera nos acercan a ese dolor que existe por la pérdida de un ser querido y de alguna manera nos sumerge en el aspecto quizá más sórdido, pero más... Más común de las mentalidades, ¿no? Los Cármena Epigráfica Latina, compilados por primera vez en 1897 por Buscheller, son poemas escritos en latín sobre un soporte epigráfico. Son propios de la epigrafía votiva, es decir, cuando se hace un ofrecimiento, y también de la funeraria. Aquí les he traído algunos ejemplos. Punto de apoyo para sus padres, motivo de alegría para sus amigos, las cualidades que prometía de muchacho, todo ello murió injustamente. Su cruel destino, todos lo soportaron muy mal y acompañaron su funeral con mucho llanto. A mis 14 años me llegó el desdichado día que acabó con mi vida y con todos mis planes, y no fue posible, por mi desgraciada suerte, derramar una sola lágrima, como es lo normal, por mis padres, sino que la muerte me arrancó antes de tiempo de ellos, ya ancianos, a mi tierna edad, por culpa de un destino cruel. Queridísima, sin embargo, y dulce, viví con todos los míos. Bueno, gracias. Existen muchísimos ejemplos de poesía sepulcral latina que, de hecho, están estudiando en la actualidad. Bien, para finalizar mi exposición sobre este tema 9 de la Asignatura a Civilización Romana, voy a aludir a las dos grandes instituciones del entorno funerario romano que aparecen apuntadas en las unidades didácticas. En primer lugar, los Collegia Teniorum o Funeraticia. En primer lugar, vamos a abordar el concepto. En primer lugar, vamos a abordar el concepto de Collegia, el concepto de Collegium. Collegium, asociación, es la colectividad de personas unidas entre sí en una unidad orgánica para la consecución de un fin y a la que la ley reconoce como sujeto de derecho. La asociación es designada por los romanos con diversos nombres, Sócitas. ordo, sodalitas o sodalicium, colerium, corpus, universitas. Para que exista son necesarios los siguientes requisitos. La reunión en el momento constitutivo de tres individuos, cuanto cuando menos. El estatuto o ley que disciplina la organización y el funcionamiento. Y por último un fin lícito, cualquiera que sea la actividad a desarrollar, profesional, cultural, política, religiosa, lo que sea. En concreto existen numerosos estudios, sobre todo por la Escuela de Romanistas Italianos, que han hecho referencia o han estudiado los colegia teniorum of negaticia en el ámbito romano. Este es un texto de la profesora Rosa Menchaca, que aunque no está destinado al estudio de estos colegia de forma preferente, sí que nos da un poco de información sobre los estudios. El funcionamiento de los mismos. Dice así. Los romanos concebieron, como hemos visto a lo largo de toda esta exposición, gran importancia en la sepultura de las personas. A veces los miembros menos pudientes de la sociedad no podían asumir los gastos derivados de su propio entierro y funeral. Ello dio lugar a que en ocasiones los libertos o clientes reposaran la sepultura del patrón. Sin embargo, cuando los pobles ni siquiera disponían de esta posibilidad, surgía para ellos el problema de hacer frente a los gastos funerarios. Para poder costearlos, al menos en los alrededores de Roma, se acudió inicialmente a la Soquitas Monumento. Un conjunto de personas se asociaba y constituía un fondo para la adquisición de una sepultura común. La epigrafía demuestra que este tipo de sociedades desaparecieron en la época de los Flavios y que fueron sustituidas por los colegia teniorum, a saber, asociaciones de personas con escaso patrimonio. De las menciones que se hace a los señores, cabe afirmar que constituían este grupo los trabajadores por cuenta ajena, pequeños comerciantes, artesanos, que por su escasa capacidad económica se veían en la necesidad de reunirse para poder hacer frente a los gastos funerarios. Vistas unas pinceladas sobre estos colegios, vamos a pasar a estudiar la segunda institución, que es la institución del testamento. ¿Qué es el testamento? Les he traído nuevamente un fragmento del manual de derecho romano escrito por la profesora Ana Rosa Martín Guijón, que lo define y lo caracteriza de la siguiente manera. El testamento es definido por Modestino como la justa expresión de nuestra voluntad respecto a lo que cada cual quiere que se haga después de su muerte. El rasgo esencial de un testamento es el de ser la última voluntad del testador, voluntas testatoris, que debe respetarse tras su fallecimiento y que expresa... ¿Cómo quiere que se distribuya su patrimonio? Por la definición de este jurista, es un acto unilateral del testador realizado con las formas requeridas por el derecho, por quien tiene testamento y factio activa, luego vamos a ver lo que es, en el que expresa su última voluntad con respecto a qué quiere que se haga con sus bienes tras su fallecimiento. Si bien es requisito necesario y esencial para que un testamento no se considere inválido, que contenga la instrucción... ...de la institución del heredero, si se deshereda un hijo, también necesariamente debe incluirse la desheredación nominal en el testamento. El testamento puede incluir otras disposiciones, además de la institución del heredero y, en su caso, la desheredación de un hijo. Puede contener legados, decomisos, donaciones y manumisiones de esclavos. El testamento puede completarse mediante codicilos. Una persona que ha hecho testamento puede modificarlo hasta el momento de su fallecimiento porque es necesariamente revocable. El testamento posterior anula al anterior, siempre tiene en cuenta al último, porque se recoge la última voluntad del causante y la última voluntad está en el último testamento. Sobre el concepto de testamenti factio activa, simplemente, bueno, se lo he traído porque me parece interesante que lo conozcan, es la capacidad para realizar válidamente un testamento. Se exigía en el momento de su realización y si posteriormente se perdía, por cualquier causa, el testamento seguía siendo válido. ¿Qué es la testamenti factio activa? Son los requisitos que hay que tener para poder testar. Estos requisitos son ser ciudadano libre, sui juris, es decir, con derecho propio, y ser puberto. Es decir, ser libre, mayor de edad, porque si es puberto es mayor de edad, y no estar sometido a la patria potestad de otra persona. Es decir, ser sui juris. Si está sometido a la patria potestad ajena sería alieni juris. Tener plenas capacidades mentales y sensoriales, es decir, no ser sordo, no ser mudo, ni padecer alguna enfermedad mental. Tampoco podía testar quien hubiese sido declarado pródigo, es decir, que dilapida. El dinero. Las mujeres sui juris necesitaban, si estaban sometidas a tutela, que el tutor les prestara su autorización. Es decir, podían realizar testamento, pero siempre bajo autorización. Para finalizar, les he traído un breve esquema sobre las formas más comunes de testamento en el mundo romano. Estaba el testamento ante los comicios, denominado testamento un calatis comitis, que se realizaba en tiempos de paz mediante la declaración ante el ponte. y los comicios que se encargaban de su aprobación. Un segundo ejemplo sería el testamento por el bronzo y la balanza, Testamentum per aes et libram. Ante una muerte inminente se procedía a la venta del patrimonio a una tercera persona de confianza con el encargo de que lo entregará a los herederos al fallecimiento del testador. El acto se realizaba ante el portador de la balanza y cinco testigos púberes que debían ser capaces. Esto se hacía fundamentalmente porque el pontifes maximus y los comicios se reunían no con demasiada seguridad. Entonces, ante una muerte inminente se optaba por esta fórmula. La tercera sería el testamento en tiempos de guerra, lo que se llamaba testamento militar, testamento in pro quinctu, que se realizaba cuando el testador está en una guerra y desea testamentar antes de la batalla. Luego tendríamos un cuarto ejemplo, una cuarta modalidad, que sería el tripertitum, que surge durante la época ojoimperial, siglos IV y V. El testador, una vez redactado su testamento, llamaba a siete testigos y éstos en un único acto realizaban una suscripción final de las disposiciones testamentarias, es decir, lo firmaban y lo sellaban con su nombre, indicando que efectivamente ese testamento correspondía a la voluntad de esa persona y siete personas teóricamente independientes daban testimonio de ello. Bien, aquí simplemente les recuerdo que está presentado, la presentación tiene como fin, bueno, pues de alguna manera ayudarles a lo que es la preparación de la asignatura, pero que en ningún caso, bueno, pues excluye o exime de lo que sería la consulta y el estudio de las unidades didácticas y de la bibliografía recomendada por el equipo docente. Con todo, espero que esta presentación de los contenidos más importantes relativo al tema 9 de civilización romana titulado el mundo funerario, el ámbito funerario en la antigua Roma, les... sea de utilidad. Les tienen a su disposición tanto esta grabación como la presentación de diapositivas que se harán llegar a través de la plataforma virtual. Mucho ánimo en el estudio de la asignatura. Un saludo.