Bienvenidos a todas y a todos a una nueva sesión de la asignatura Las claves del mundo actual, una historia global desde 1989. Mi nombre es Manuel Tamajón Velasco, soy el profesor del Centro Asociado de la UNED de Sevilla, y en la sesión de hoy vamos a abordar los contenidos del capítulo 13 del manual de la asignatura, que lleva por título Los Estados Unidos. Este tema se va a estructurar en dos apartados bien diferenciados. Por una parte, las estructuras demográficas y económicas sociales de Norte América y, por otro lado, como vemos en pantalla, una evolución política tanto interior como exterior de los Estados Unidos, basándonos en las legislaturas de los principales presidentes desde Ronald Reagan hasta Donald Trump. Los Estados Unidos podemos considerarlos que son un gigante demográfico, ya que se encuentran solamente por detrás de la India y de China, teniendo una población de más de 300 millones de habitantes, que podría considerarse que es el doble de la de Rusia y es el equivalente a la Unión Europea entera, antes de su última ampliación. Las cifras de los otros tres países que vamos a analizar, como Canadá, Australia y Nueva Zelanda, pues son muy inferiores, en particular a la de Nueva Zelanda. Su rasgo principal es que entraron en una tercera fase de la transición demográfica hace décadas, pero la tasa de fecundidad se ha sostenido en unos niveles altos, en torno al 2%, aunque es algo inferior a Canadá, evitando así un envejecimiento demográfico que ya si, como hemos visto y veremos, suceden o sufren algunos otros países, como los de Europa Occidental. Y esto tiene que ver mucho con la inmigración. Los inmigrantes constituyen casi el 16% de la población estadounidense, unos 50 millones que van a provenir sobre todo de México de Centroamérica, y más del 20% en los otros países. Los demógrafos calculan que este grupo aportará el 82% del crecimiento demográfico y de su población activa entre el año 2005 y 2050. La igualdad de oportunidades, una vez que se acepta la lengua inglesa y los valores cívicos democráticos del Estado, esta es la base de la identidad nacional de estos países. Construidos desde su nacimiento por inmigrantes han forjado su imagen de nación como amalgama, de tradiciones culturales muy variadas, anglosajonas, aborígenes, francesas, como es el caso de Canadá. Más de las distintas oleadas migratorias. En la actualidad destaca la pujanza de la minoría hispana en los Estados Unidos, entre década los norteamericanos blancos y latinos eran minoría, mientras que en Australia y Nueva Zelanda cada vez más significativo el peso de la población de origen asiático. Las políticas de integración canadiense son las más eficaces a juzgar por el éxito del rendimiento escolar de sus inmigrantes. El mayor problema es la inmigración ilegal, sobre todo en la frontera de los Estados Unidos y Australia, por su agua límite o feco en Indonesia. Y en los Estados Unidos podemos ver cómo viven unos 11 millones de personas ilegales, a veces con familias ya nacidas en el país, ya en riesgo de inmediata deportación. Hay muy pocos visados anuales para los trabajadores extranjeros cualificados y resulta muy caro para los empresarios legalizar su situación, pese a la demanda del mercado laboral. Y uno de los retos más importantes que se tienen que enfrentar, sobre todo en Estados Unidos, pues va a ser solventar esta situación. En los cuatro países, tal como podemos ver en el cuadro 13.1 que estamos viendo en pantalla, la esperanza de vida es elevada y tiene unas cifras parecidas a las españolas, en torno a la media de 80 años en los que se encuentran las OCDE. Vemos, por ejemplo, cómo en Estados Unidos están 80, superado en todos los países con Canadá y Australia con 83 o Nueva Zelanda con 82 y cerca de España. Otro elemento que precisa destacar es la carencia de servicios sanitarios. El gasto en ellos es del 16,7 % del PIB, siendo el más elevado de la OCDE, aunque la mitad de este estatal ascensionan a ancianos, discapacitados, poblaciones de escasos recursos y el resto son seguros médicos privados. En cambio, en países como Canadá, Australia y Nueva Zelanda hay, como en Gran Bretaña, servicios públicos de salud. Desde el punto de vista del desarrollo económico, los Estados Unidos tienen el mayor ingreso nacional bruto del mundo, aún un 25 % superior al de China, que supone un cuarto del PIB nominal global y es el sexto país en renta per cápita, solamente superado por países como Qatar, Luxemburgo, Singapur, Noruega o Hong Kong. Además, se trata de una economía que cuenta con enormes recursos naturales, una actividad económica muy diversificada, grandes infraestructuras, incluida una sólida investigación y una alta productividad, lo que hace que sea una de las economías más competitivas del mundo. El primer productor en la industria del mundo y el segundo exportador después de China es Estados Unidos y los otros tres países también exponen un índice de nacional bruto per cápita alto sobre todo en Australia y Canadá, así como de una economía muy diversificada, muy competitiva y muy avanzada. Su actividad productiva en porcentaje del PIB se distribuye de forma similar en los cuatro países, en torno al 2 % de la agricultura, el 20 % de la industria y más del 70 % en el sector servicios, siendo esa cifra superada en los Estados Unidos con el 80 %. La tasa de desempleo, es decir, porcentaje de la población entre 15 y 64 años que tienen trabajo son altas por encima del promedio de la OCDE, con una proporción de mano de obra cualificada elevada y una cifra de desempleo baja en torno al 7 %, tal y como podemos ver en la gráfica. La última crisis acudió con dureza a los Estados Unidos, la gran recesión del 2008, pero no así los otros tres países cuyo sistema bancario estaba más regulado y habían sido gestionados con pulgritud por sus bancos centrales que eran muy dependientes y por ello pudieron aguantar el impacto de la crisis mucho mejor y mantuvieron su crecimiento. La economía norteamericana parece haber superado la recesión en el año 2013, ya recuperó cifras de crecimiento del PIB próximas al 3 % como hacía en 2005, pero cierto es que su competitividad ha disminuido en los últimos años y ha pasado de la primera plaza que ocupaba en 2009 a la quinta en 2017, según el índice de World Economic Forum. El mayor lastre es su descomunal deuda pública, que se valora en 17 millones de dólares, lo que representa más del 120 % del PIB, pero cuenta con algunas bazas como pueden ayudar a revertir ese proceso. En primer lugar, su capacidad de innovación, ya que los Estados Unidos es uno de los países con mayor gasto en el PIB, representado en el 3 % del PIB, una inversión que se completa con la que realizan las empresas privadas. En segundo lugar, su creciente autosuficiencia energética, las nuevas técnicas de extracción de gas y petróleo llamados fracking y la perforación horizontal que permiten extraer hidrocarburos atrapados en roca y extractos más finos, así como múltiples pozos en un solo yacimiento, ha convertido a los Estados Unidos en el primer productor de gas y muy pronto también en el primer productor de petróleo poderante de Arabia Saudí y de Rusia. Los gastos en energía de las industrias norteamericanas se están recortando, ya que industrias en declive, como la del acero, la química, pueden tener demanda, y todo ello ha supuesto la creación de casi dos millones de puestos de trabajo. También Canadá, Australia y Nueva Zelanda disponen de estos activos y, además, se ha beneficiado de la creciente demanda de materias primas, especialmente de China, que aumentó su exportación en minera. Las cuatro economías son muy abiertas, con elevado índice de libertad económica, como se pudo ver en el cuadro 13.2, y están muy bien alzadas a la globalización económica. Su sistema económico está muy interrelacionado con tratados bilaterales de libre comercio, en particular el firmado entre Estados Unidos, Canadá y también con México, el NAFTA, y en las últimas décadas el libre comercio está reorganizando, reorientando hacia la región Asia-Pacífica, sin olvidar del firmado, el famoso TIP firmado con la Unión Europea. Desde el punto de vista del desarrollo humano, los Estados Unidos ocupan el puesto tercero en el índice de desarrollo humano, por detrás de Noruega y Australia. Nueva Zelanda está en el sexto lugar y Canadá en el onceavo. A pesar de su riqueza y el benestar, en los Estados Unidos el índice de desigualdad es elevado un 40,8, solo algo inferior al ruso y al chino, y casi diez puntos por encima de la media de la Unión Europea. También es alto Nueva Zelanda, no así en Canadá y Australia, aunque los cuatro países están lejos de los más igualitarios, los escandinavos con veinticinco puntos. En los Estados Unidos, la población situada en el 20% superior de la escala de ingresos gana aproximadamente ocho veces lo que percibe la población que ocupa el 20% inferior. Y, para comparar estos datos, podemos señalar cómo en España son seis veces y en otros países incluso son cinco veces. La movilidad social norteamericana también es inferior a la de los países escandinavos. En Dinamarca un niño pobre tiene dos veces más posibilidades de entrar en el que tiene más riesgo de ingresos que en los Estados Unidos. Y la última crisis ha incrementado la desigualdad, aunque dentro del país hay muchas variaciones entre los distintos estados. En los cuatro países el nivel educativo es muy alto, tanto en el porcentaje de población adulta con nivel secundario, casi el 90% en los Estados Unidos y Canadá, cuando en los países de la OCDE la media es el 74%, como por la calidad de la educación. Si nos atendemos a los informes PISA en primaria y secundaria, es óptima tanto para Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Y los Estados Unidos se encontrarían en la media de la OCDE. Tal y como podemos ver en este cuadro 13.3 de Desarrollo Humano, donde vemos cómo se ha incrementado el índice de desarrollo humano tanto en Estados Unidos como Canadá, Australia y Nueva Zelanda desde el año 90 al 2017. Y el índice de persecución de corrupción está por encima de España. El índice de desigualdad de género, podemos señalar cómo Canadá y Australia están en dos posiciones por detrás de España, que ocupa el puesto 15. Pero los Estados Unidos se encuentran en el 42%. En cambio, los ciudadanos de los cuatro países se sienten más satisfechos con su vida que los españoles, con un promedio de 7,2 sobre 10 frente al 6,3 en España. Y los niveles de corrupción son bajos en los cuatro países, sobre todo en Nueva Zelanda. En los Estados Unidos sorprende su alto nivel de violencia interpersonal, a pesar de haber descendido algo en el último lustro. La tasa de homicidio en este país dobla la media de la OCDE y también la población carcelaria es elevadísima. El estilo de vida en las comunidades alejadas de los centros urbanos, la tradición de poseer armas de fuego que están paradas por la Constitución y también por el lobby de armas de fuego, la Asociación Nacional del Rifle, que es un negocio muy lucrativo, pues permite que se posean y que los problemas se solucionen de esta forma. De tal manera que podemos decir que hay 350 millones de armas en manos privadas, lo que supondría que hay más de un arma por habitante. Aunque la realidad es que solo el 8% de la población posee armas, que son la mayoría de ellas de caza. Bien, pues una vez que hemos estudiado y analizado las estructuras económicas, sociales y demográficas de los Estados Unidos, principalmente junto con otros países como Canadá, Australia y Nueva Zelanda, nos centraremos en la política de los Estados Unidos tanto de la era de Reagan, como decía anteriormente, hasta la era Trump. De tal forma podemos señalar cómo durante los años ochenta se llevó a cabo en Estados Unidos una revolución conservadora que trataba de responder a la crisis económica y de credibilidad exterior ocasionada por una parte por la subida del precio del carburante y el recrecimiento de potencias económicas alternativas, y por otra por los efectos de la derrota de Vietnam y la crisis de los rehenes en Irán. Así va a llegar al poder Ronald Reagan que gobernará entre el año 1981 y 1988, que tuvo una importancia singular en la evolución política de Estados Unidos, sentaría las bases de una refundación republicana que hacía del partido un portavoz del interés a los sectores más tradicionales y económicamente más poderosos del país. En su política interior, Reagan introdujo programas neoliberales en la gestión gubernamental, así como la reducción de impuestos, disminución del gasto público, desaparición de toda la burocracia considerada innecesaria y el de la inversión en todos los sectores no considerados imprescindibles. La gestión política de su planteamiento era la reducción de la presencia del Estado en todas aquellas áreas que el intervencionismo había invadido. Con lo cual, al final están haciendo buena esa reflexión clásica del conservadurismo estadounidense, en que se obtenía que la menor injerencia posible de los Estados en la vida cotidiana era lo mejor. Los primeros efectos producidos incidieron en la disminución de las políticas sociales, el aumento de la marginación y el incremento de la desigualdad entre las rentas. El resultado de estas medidas, además de la aplicación de una política laboral ultraliberal con los sindicatos a la baja y la eclosión de nuevas prácticas empresariales y financieras, fue el resurgimiento de la economía estadounidense y el inicio de una nueva etapa de prosperidad. Así pues, la inflación se redujo a la mitad en tres años y el índice de desempleo bajó hasta menos del 7 %, a pesar de la ampliación del mercado laboral. Se crearon, en total, siete millones de nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, las políticas fiscales aplicadas y el crecimiento general tuvieron efectos secundarios demoledores. Por una parte, el déficit público aumentaba anualmente hasta proporciones tan alarmantes que debía reconsiderarse la promesa de no subir los impuestos. Por otro lado, la deuda exterior y el déficit en las balanzas de pago crecían a un ritmo análogo como consecuencia de un dólar –de nuevo, muy caro– que permitía comprar barato en el exterior y hacía muy difícil exportar en condiciones competitivas. Y esto va a ser lo que promovió o provocó el hundimiento de la borsa de Nueva York en octubre del año 1967, de efectos sociales multiplicativos por los escándalos financieros producidos por los tiburones picoactivos de Wall Street. En su política exterior, en cambio, la presidencia de Reagan estuvo caracterizada por el endurecimiento de la posición estadounidense tanto en sus relaciones con la Unión Soviética como en su proyección hacia el resto del mundo, un posicionamiento que era fundamentalmente negociador y estratégico, sin necesidad de llegar nunca hasta las últimas consecuencias, salvo lo que ocurrió en la invasión de la Isla Granada y el raíz aérea de castigos sobre Libia. Las relaciones con otras superpotencias partieron de la constatación de que, a finales de los años setenta, era evidente que en aún no había perdido ni un ápice su influencia, incluso había reducido la estadounidense en amplias zonas del planeta. El objetivo marcado fue invertir esa dinámica e imponerse de modo definitivo a su contrincante mundial. Los medios empleados para lograr este objetivo fueron la negación de concesiones en marcha y, posteriormente, su cierre con motivo de la invasión de Afganistán en diciembre de 1979, como vimos en el capítulo sobre Rusia. El despliegue en territorio europeo de un nuevo sistema de misiles balísticos, los misiles Pershing II y Kuiz, y también el incremento sustancial del gasto militar multiplicándolo los medios adicionales y desarrollando nuevas capacidades, como la bomba de neutrones, la iniciativa de defensa estratégica, etcétera. La Unión Soviética primero intentó responder a estos avances y, posteriormente, acabó reconociendo su capacidad para su respuesta y que no podía ser ni presupuestaria ni técnicamente a la par de los Estados Unidos, por lo cual se vio necesidad de negociar un desarme efectivo tanto de armas intermedias como estratégicas. Proceso de negociación que la desmembración de la Unión Soviética paralizó ya en el periodo presidencial de George Bush Padre. En Washington se interpretó como una victoria en la guerra fría por la destrucción del enemigo. La política exterior hacia el resto del mundo complementó este endurecimiento pretendiendo convertir a los Estados Unidos en un garante de todo proceso de cambio o sostenimiento, en cualquier caso, impedir que se produjese si va en contra de los intereses de su país. Tal política exigió un denodado esfuerzo de financiación y subsecución de la exigencia sobre derechos humanos mantenida por cárcel en favor de una presión sobre la pacificación, el control del gasto y la lucha contra los sectores filocomunistas, en ocasiones sosteniendo dictaduras de corte militar, particularmente en América Latina y en Asia. El apoyo a los movimientos anticomunistas hizo que la situación del ejército soviético en Afganistán se volviera insostenible y comenzaran a retirarse, como ocurría con los vietnamitas en Camboya y los cubanos en Angola. Las maniobras desestabilizadoras de Libia desaparecieron y Centroamérica hizo fracasar la iniciativa guerrillera y muy especialmente, aunque poco de ello podría ser atribuido a su gestión, el Nuevo Berlín había desaparecido y el Bloque del Este se encontraba en un proceso de disolución. Pero este triunfo conllevaron un enorme coste económico imposible de sostener en el tiempo por un Estado con crecientes dificultades fiscales. Sin embargo, esto nos produjo un descenso de la popularidad de Ricán que acabó su mandato con la prestigia del devuelto del orgullo y la seguridad a su país. Para bien o para mal, la herencia de Ronald Ricán se hizo sentir durante la presidencia de su sucesor George Bush, quien había sido vicepresidente durante los ocho años de su mandato y que se dio favorecido por la gran popularidad del presidente saliente. Y eso favoreció que en el año 1988 pudiera triunfar fácilmente. La presidencia de George Bush estuvo caracterizada por la constatación de la crisis económica y los enormes desafíos de adaptación a un nuevo escenario internacional. Los excesos cometidos por los sectores públicos y privados, especialmente en la segunda mitad de los años ochenta, hicieron que los Estados Unidos acabaran la década en una delicada situación económica que se fue agravando en los años posteriores. El origen del problema radicaba en el déficit público generado durante la presidencia anterior, al que se unía la baja productividad de la industria norteamericana y el incremento de los principales competidores comerciales, en particular países europeos y Japón. Con un importante exceso de producción, la bajada de las ventas en exterior o incluso la pérdida de una importante cuota en mercado interior, los gestores empresariales denunciaban el alto costo social de las industrias y los servicios. El ritmo comparativamente trascendente de su producción y, en consecuencia, la pérdida de competitividad de sus productos. Frente a estas acusaciones, los sindicatos denunciaban la astronómica ganancia que los ejecutivos habían acumulado en los últimos años, vinculando sus salarios al incremento de las cotizaciones bursátiles o adjudicándose el jugoso dividendo con relación al monto de las sanciones realizadas. De forma conjunta, directivos empresariales y representantes sindicales criticaban la pasividad gubernamental y la escasa capacidad de reacción del poder federal. Toda esta crítica minaba la confianza de la economía estadounidense, al tiempo que denunciaba la falacia del dogma neoliberal que insistía en la capacidad autoreguladora del mercado. El resultado final fue la peor crisis económica desde el año 1973, que se produjo por la subida de los hidrocarburos. Veinte años después, en el año 1992, los Estados Unidos alcanzaban la psicológica cantidad de 10 millones de desempleados multiplicándose el cierre de empresas y negocios, la baja del valor de las propiedades inmobiliarias y la quiebra de algunas sociedades financieras. De forma muy significativa, la crisis afectó en mayor medida a los profesionales especializados y directivos empresariales, que más que a los trabajadores industriales o a los agricultores, víctimas comunes de las anteriores reflexiones y reestructuraciones productivas. Esta crisis obligó a reconsiderar la promesa reiterada por el presidente de la campaña electoral de no subir los impuestos. En el año 1990, el déficit de la hacienda federal exigió un aumento de ingresos fiscales, lo que se consiguió por una parte elevando los impuestos directos y haciendo desaparecer una gran parte de las exenciones tributarias que durante los años 80 se habían establecido, y por otra aumentando los impuestos indirectos sobre el consumo. La incapacidad para frenar esta crisis económica y la ruptura de la promesa electoral de intangibilidad fiscal precipitaron la popularidad de Bush a unos índices bastante bajos. La presidencia de George Bush debió ser frente al mayor cambio de operaciones en la escena internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y a la desaparición del núcleo central del programa exterior que había mantenido los Estados Unidos en las últimas cuatro décadas. Nos referimos a esa lucha indirecta contra la Unión Soviética. Cuando George Bush fue invencido presidente, el 20 de enero del año 89, la fotografía geopolítica mundial, salvo la emergencia del Tercer Mundo, era muy semejante a las existencias a finales de los años 40 y cuando dejó el cargo en el año 93 todo había cambiado. El arquitecto de la política exterior de George Bush fue su secretario de Estado James Baker, quien había sido jefe de gabinete de la Casa Blanca durante el mandato anterior de Ronald Reagan y que lo volvería a ser en los últimos meses del George Bush. Podemos destacar los siguientes acontecimientos a nivel internacional. En primer lugar, las relaciones con la Unión Soviética estuvieron precedidas por la prudencia y la continuidad. Bush apoyó el proceso de reforma llevado a cabo por Gorbachev, manteniendo con el presidente soviético ese hecho vínculo, por considerarlo una oportunidad para esa reorientación de las relaciones este-oeste hacia el cauce de un menor antagonismo competitivo y fruto de ello será la firma del Tratado sobre la Reducción de Armas Estratégicas, el Stat-91, que preveía una reducción de un tercio del arsenal de armas nucleares de largo alcance. Pero la continuidad de las relaciones con la Unión Soviética no puede evadirse de lo que estaba sucediendo en el bloque del Este. En este ámbito, el objetivo fundamental era mostrar el apoyo a la autonomía y posterior transición en los países de Europa oriental, manteniendo un clima de colaboración con Moscú que evitaría cualquier utilización de la violencia. Los momentos más delicados se produjeron con la aprobación de la independencia de los Países Bálticos y en el proceso de reunificación alemana, utilizando un discurso ajeno al triunfalismo y dando vehementes pruebas de apoyo a la presidencia de Gorbachov. Una semejante continuidad respecto a la Administración anterior se mantuvo en los asuntos relacionados con América Latina, si bien en este escenario su aplicación se redujo en un tono mucho menos moderado. Bush mantuvo el apoyo estadounidense a contra en Nicaragua, sostuvo el bloqueo económico durante el Gobierno sandinista de Daniel Ortega y respaldó el esfuerzo de unificación de los sectores antisandinistas, dotándolos de una dirección política. Este apoyo alcanzó su activo con el triunfo de las elecciones de 1990 de la candidatura de Violeta Barrios Chamorro, lo que dio el paso a un cambio de régimen en el pequeño país centroamericano. En esta misma línea se saca la no aceptación de los tratados de Esquipulas, la culminación del plan de paz propiciado por el presidente costarriqueño Óscar Arias para poner fin a los conflictos en Centroamérica motivados por distintos grupos guerrilleros basados en la promoción de regímenes democráticos representativos y en proceso de negociación nacional. También tenemos que ver cómo en Manuel Antonio Noriega, antiguo colaborador de los secretos estadounidenses, que había contado el apoyo con Washington para hacerse con el poder, endureció su régimen y desarrolló un discurso populista que tenía como principal objetivo la reivindicación nacionalista de recuperación de la soberanía del canal. La reacción de Bush, siguiendo esa línea intervencionista que recordaba los peores episodios de Estados Unidos en la región, se basó en la desestabilización del régimen Noriega denunciando su corrupción e implicación en el tráfico de drogas y blanqueo de dinero. La dependencia económica de Panamá respecto a los beneficios de la presencia estadounidense en la zona del canal lo hacía especialmente delicado en ese flanco y, en consecuencia, Bush directó un bloqueo económico del país que redujera el apoyo popular que mantenía el dictador. La escasa eficacia de esta medida empujó a Washington a decidir intervenir militarmente en diciembre del año 89. Las propias tropas acantonadas en la zona del canal, reforzadas en las últimas semanas, invadieron el territorio soberano panameño y provocaron la huida de Noriega, que acabó refugiándose en el Vaticano y se entregó en enero del año 1990, siendo deportado a Estados Unidos donde fue juzgado y condenado. Significativamente, el nuevo presidente de Panamá juró su cargo en la instalación en el canal y, sin embargo, el proceso de evolución de la soberanía sobre la franja territorial y la gestión del canal transoceánico no fue detenido, entrando en vigor el 31 de diciembre del año 1999. La decisión exterior más trascendente llevada a cabo por la Administración Bush fue el liderazgo de la respuesta internacional ante la invasión de Kuwait por Irak de Saddam Hussein el 2 de agosto de 1990. Ante la posibilidad de que Saddam Hussein acabase controlando buena parte de la reserva petrolera del Oriente Próximo, Estados Unidos comenzó un despliegue de soldados en la preparación de una gran operación militar, operación defensiva escudo del desierto. Mientras en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se solicitaba el mandato de intervención, Irak no abandonaba de inmediato el territorio kuwaití. La política dilatoria de Hussein y los esfuerzos diplomáticos hicieron que durante meses se fuese barajando distintas opciones, comenzando por las sanciones económicas. Dentro de la región se iban sumando fuerzas militares de muy distintos países occidentales, sobre todo de Almercania y Francia, también países islámicos como Arabia Saudí, Siria y Egipto, hasta alcanzar las cifras de unos 700.000 soldados pertenecientes a 34 países. Era el mayor ejército reunido desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la mayor parte del contingente fue estadounidense, unos 450.000 soldados, así como el mando de las operaciones, el general Norman Swarkov y la comunicación de estas. Lo que el propio Saddam Hussein denominó la mar en todas las batallas comenzaría el 17 de enero, la denominada tormenta del desierto evidenciando una nueva era bélica donde la tecnología y los medios de comunicación alcanzaban una importancia decisiva. Y dado a esta superioridad militar, pues el conflicto acabaría rápidamente el 27 de febrero y para los Estados Unidos la guerra fue un conflicto nacional. Su opinión pública fue excesivamente informada, lo que generó una enorme expectación y la victoria fue celebrada con los laureles de 1945. Pero el auforio se evaporó tan rápido como había cerrado la guerra. El mantenimiento del régimen de Saddam Hussein, el elevado coste económico, la participación estadounidense, la aparición de denuncias sobre montajes informativos, etc., hicieron que la población local fuese reticente. La campaña presidencial de 1992 estuvo marcada por un enfrentamiento entre los triunfos en la política internacional y la crisis económica interior frente a los laureles triunfales del presidente Bush, el Partido Demócrata encontró dificultades para elegir un candidato de peso que pudiese enfrentar con unas mínimas garantías al presidente saliente o, bueno, candidato. Y el elegido fue un gobernador sureño de Arkansas quien no tenía mucha formación política internacional pero basó su campaña en asuntos domésticos. Este candidato sería Will Jefferson Clinton, que fue investido presidente con número 39, creo que era, como presidente de los Estados Unidos el 20 de enero de 1993, ganando una reelección y gobernando hasta el año 2000. Él va a prometer la salida de la crisis y también sentó las bases de la más larga y justífera etapa de crecimiento económico desde los años 50. Una gran capacidad de trabajo y de motivación, Clinton va a desarrollar con inteligencia un nuevo estilo de comunicación mucho más directo, persuasivo, que se basaba en su brillante oratoria y también en su empatía. En un principio se utilizaron para el mismo con John Fisher Kennedy, incluso se le dio un papel importante a la viuda del mismo, a Jacqueline Kennedy. Pero la senadora Hillary Rodham Clinton tuvo una influencia mucho mayor, de hecho más que cualquier otra primera dama desde Eleanor Roosevelt, siendo la consejera y especialmente en políticas internas y llegando a defender iniciativas presidenciales hasta el Congreso. Clinton había basado su campaña en la necesidad de que América volviese a pensar en sí misma, la delicada situación interna unida al fin de la Guerra Fría hacían recobrar fuerza el tradicional aislamiento estadounidense y lo que va a hacer Clinton es optar por lo que se denominó un liderazgo selectivo en política internacional, también en la defensa de políticas sociales que históricamente enlazaban coherencias kennedianas y el apoyo a nuevas fórmulas empresariales de creación de riqueza. La agenda doméstica de la administración Clinton estuvo dominada por temas fundamentales como superar la delicada situación económica heredada de Bush, alcanzar un consenso sobre las políticas sociales, así pues el histórico déficit público que arrastraba a los Estados Unidos mermaba extraordinariamente sus capacidades para superar la crisis económica. Reducción fiscal que había aplicado la administración republicana que había dejado más efectivo en posiciones particulares a costa de dejar exaustas las arcas federales se fue evidenciando como una losa cuando el dólar dejó de ser una moneda de refugio internacional y el gasto de amortización de la deuda ascendió hasta porcentajes muy gravosos. La pérdida de competitividad de la economía estadounidense, especialmente los sectores más tradicionales de la industria de agricultura, se vio agravada por la salida de inversiones al exterior y el comienzo de la deslocalización productiva que llevaba emparejada la globalización. La solución encontrada se materializó en un paquete de medidas que pueden agruparse en dos grandes bloques, por un lado en el recorte de los gastos federales con el objetivo de reducir a la mitad el gran déficit público del conjunto de administración fue reestructurado y reducido a un número de trabajadores federales mientras año tras año se fue reduciendo el gasto militar, reduciendo significativamente el número defectivo y sobre todo frenando las grandes inversiones en dotación de equipos y el segundo eran tres iniciativas, la más importante fue la puesta en marcha de un sistema fiscal mucho más equitativo subiendo ligeramente los impuestos de forma general especialmente a las grandes patrimonios al tiempo que se incentivaban las inversiones públicas y sobre todo las privadas produciéndose un incremento de creación de empleo. Se creó el Consejo Económico Nacional encargado de coordinar todas las políticas sectoriales y de velar por la positiva inserción en el panorama económico internacional, significó la institucionalización de una apuesta por superar los dogmatismos presupuestarios del neoliberalismo pero dejando amplia autonomía a la iniciativa privada, fundamental agente de creación de riqueza. El resultado para todo este conjunto de reformas pues sería la rápida reducción del déficit federal durante el primer mandato y también la acumulación de un superávit histórico a lo largo del segundo. De este modo Estados Unidos recuperará el liderazgo crediticio mundial y el dólar volvió a ser una moneda de refugio en el agitado mercado financiero global. Con estas sólidas bases la economía estadounidense desarrolló nuevos sistemas de creación de riqueza basados no tanto en el número de trabajadores industriales sino en la dotación de grandes capacidades tecnológicas que multiplicaran los índices de producción de cada uno de los trabajadores. Esta fue la revolución de una nueva economía, esta presión se sintetiza en la aplicación por parte de las empresas de unas nuevas tecnologías de la información a su proceso de producción y comercialización. Esta aplicación permitía aumento considerable de la producción en todos los sectores sobre todo en el de servicios y en los servicios financieros sobre todo afectando positivamente al aumento de la competencia en el control de la inflación también y la reducción de la prima del riesgo en los mercados financieros. Un factor fundamental de la nueva economía será la utilización de nuevas tecnologías para la compra y la prestación de servicios, el llamado e-business, bien entre empresas, business to business o entre la empresa y el consumidor, business to consumer. Tres efectos más destacados de esta aplicación fueron la realización de las transacciones comerciales o financieras en tiempo real y las 24 horas al día, la supresión de la mayor parte de los intermediarios incluida instituciones estatales y en tercer lugar la posibilidad de acceso del consumidor ya sea privado ya sea corporativo en igualdad de nivel y de oportunidades independientemente de su localización. El éxito de el éxito de esta nueva economía tuvo repercusiones directas en la economía estadounidense. En primer lugar su expansión se basó fundamentalmente en la disposición del nuevo sistema de producción y comercialización en función de las continuas mejoras de equipos informáticos y su aplicación a la red, a internet. Estados Unidos se va a convertir a lo largo de los 90 en el principal país suministrador tanto de hardware como de software. Aún más importante fue en segundo lugar la repercusión que su masiva difusión tuvo en el mundo empresarial, de tal forma que si a finales del año 80 la aplicación de la informática había revolucionado el sector financiero la expansión al resto del mercado y al interior de los hogares más el desarrollo creciente de internet pues posibilitarán la creación de nuevos sectores empresariales multiplicando la productividad del resto. Durante todos los años 90 el incremento de las empresas en este sector, las llamadas punto com y la enorme concentración de financiación produjeron una masa crítica que concentró el 90% de la inversión mundial de los Estados Unidos lo que permitió posicionarlo de forma privilegiada aprovechando al máximo las capacidades de la nueva tecnología y haciendo de esto un importante sector de creación de riqueza. El saneamiento a las arcas federales y la socialización de los beneficios del incremento de la economía hubieran podido ser utilizados para desarrollar la amplia reforma de las políticas sociales que en la migración Clinton pretendió introducir pero la verdad es que Clinton encontró la oposición férrea del partido republicano que moderó e incluso frenó drásticamente la mayoría de sus reformas. De tal forma que desde la mitad del mandato de 1994 el partido republicano contó con mayoría en las dos cámaras del congreso lo que no sucedía desde 40 años antes y que esto se va a utilizar para obstaculizar la ejecución de las principales iniciativas presidenciales. A pesar de la enorme trascendencia que por sí misma tenía la reforma en cobertura de desempleo, enseñanza o protección del medio ambiente el paquete más legislativo más que más esfuerzo motivó por parte de la Casa Blanca y más reacciones provocó por parte del Congreso fue el vinculado a la reforma sanitaria que pretendía crear una cobertura básica para la parte más desfavorecida de la población estadounidense sin cuestionar la pervivencia del sistema sanitario privado y tampoco los muy generosos sistemas de las sociedades médicas y farmacéuticas. Contando con la mayoría en ambas cámaras el partido republicano no solamente rechazó esta reforma sino que levantó todas las argumentaciones descalificatorias hacia la Casa Blanca y tildaba al matrimonio Hilton de radical, socialista, filocomunista que para los Estados Unidos después del macartismo pues son insultos bastante duros y eso llevaría a forzar a Clinton a una reducción de los gastos sociales incluso bloqueando durante meses la aprobación del presupuesto del año 96. Este era el año de final de mandato y debían cerrarse nuevas elecciones presidenciales por lo que los republicanos decidieron utilizar la presión legislativa para visualizar su fortaleza pero fue precisamente esta radicalización de su discurso y también la inflexibilidad de sus posiciones lo que acabó facilitando la estrategia de Clinton. Un moderado programa que conjugaba la exhibición de sucesos económicos junto a su promesa de política social y redistributiva, el respeto a los esenciales principios de los estados junto a la incorporación necesaria de nuevos valores hicieron que la candidatura de Clinton pues se visualizara como la más centrista y abierta al consenso. Y esto provocó un nuevo triunfo demócrata en las elecciones del 96 por lo que Clinton pudo renovar su mandato, lo que no conseguía ningún candidato democrata desde Rubel en el año 94. El segundo mandato de Clinton estuvo caracterizado por el sostenimiento de crecimiento económico, la moderación de los programas reformistas en las políticas sociales y de forma creciente por los escándalos de todo tipo a los que tuvo que hacer frente el matrimonio Clinton. Los tres asuntos más espinosos fueron relacionados con la financiación de la campaña, algunas operaciones inmobiliarias realizadas con anterioridad a la ostentación de cargos públicos, el llamado caso Whitewater y sobre todo las relaciones exaconjugales del presidente, el denominado escándalo Lewinsky. La presión de los medios conservadores se incrementó entonces y en el año 99 el Senado inició un proceso de destitución, el impeachment, por perjurio y obstrucción a la justicia aunque este intento fracasó al no conseguir la iniciativa los dos tercios de apoyo requerido pero es verdad que sí consiguió oscurecer los últimos años del mandato. La presencia de Clinton fue la primera que articuló, o la presidencia de Clinton perdón, fue la primera que articuló una política exterior que conscientemente pretendía superar la herencia y esquemas interpretativos de la Guerra Fría, la promoción de la democracia en todo el mundo, el apoyo al desarrollo económico basadamente en el capitalismo y el libre comercio y la articulación social, el control de armas de destrucción masiva y la confianza en organizaciones internacionales, la población y el multilateralismo serán algunas de sus bases estructurales de su actuación exterior. Mientras sus antecesores habían tenido como objetivo prioritario la articulación de respuesta ante un enemigo soviético, Clinton estuvo al frente de una superpotencia sin antagonistas. Fue una etapa que propició el crecimiento de la expectativa de la acción internacional multilateral apoyando la actuación de las Naciones Unidas donde Albright fue embajador estadounidense entre los años 93 al 97 y los procesos de pacificación en conflicto heredado de la etapa anterior. Clinton se esforzó por recortar los gastos dedicados a defensa, la necesidad obligó a seleccionar aquellos ámbitos y circunstancias en las que la intervención estadounidense debía ser aplicada, ese fue el llamado liderazgo selectivo, la renuncia a desempeñar el papel de un gendarme universal pero la aceptación de una responsabilidad que llevaba consigo el mantenimiento del estatus de superpotencia única. No hubo áreas prioritarias de intervención aunque desde Washington se siguió de forma constante la evolución de la nueva Rusia, se priorizaron los aspectos de estabilidad política y desarrollo económico entendiendo que eran los medios más adecuados para mantener asegurado el arsenal atómico de la heredera de la Unión Soviética. También Europa vio disminuir la tensión que durante décadas le había prestado los Estados Unidos, caído el muro y desaparecida la Unión Soviética en procesos de ampliación y profundización institucional de la Unión Europea. Europa ha perdido la importancia que había mantenido hasta ese momento. Lo que sí es verdad que va a destacar importante papel de Estados Unidos en la fragmentación de Yugoslavia, primero consiguiendo la pacificación de Bosnia con los acuerdos de Dayton del año 95 y luego limitando la agresiva política serbia, culminó en la acción militar sobre Belgrado y la ocupación de Kosovo en el año 99. La degradación de las condiciones políticas en África, la aparición de fenómenos de ingobernabilidad, lo que después se llamó los estados fallidos, requirieron un incremento de tensión sobre el continente y en esta región se explicitaron las dudas existentes entre las necesidades de intervención y las políticas de actuación. Al comienzo de su mandato Clinton decidió apoyar con medidas militares los programas de ayuda humanitaria hacia la población somalí, que padecía las consecuencias del conflicto civil entre señores de la guerra. El derribo de dos helicópteros Black Hawk en Mogadisco en el curso de una batalla urbana con gran repercusión mediática y a consecuencia de este hecho los Estados Unidos decidieron retirar todos sus soldados sobre el terreno y mantener tan solo un apoyo logístico. También actuó en el año 94 en Ruanda con exterminio que no se sabe muy bien entre 600.000 y 800.000 personas, una limpieza étnica ejecutada contra la milicia turci por las milicias paramilitares UTU armadas y entrenadas por el ejército regular ruandés y agitado de los medios de comunicación público. También va a hacer Clinton todo su programa para la resolución del conflicto israelí-palestino. Él apoya las conversaciones secretas entre los delegados de ambas partes, lo que se conoció como los procesos de Oslo, que culminó en septiembre del año 93 con la firma de un acuerdo de principio entre el primer ministro Rabin del Partido Socialista y el líder palestino Yasser Arafat, que vimos en el capítulo hace dos sesiones. Y aunque el año siguiente Rabin fue abatido por un termista judío y en el bando palestino crecía la presidencia de Hamas, el proceso fue siguiendo adelante a lo largo de la década, teniendo como principal albacea al presidente Clinton. Y en el año 2000 se celebró una nueva cumbre en Camp Davis que estaba llamada a ser la culminación de este proceso, pero que a pesar de las concesiones realizadas por ambas partes y la presión que ejerció el anfitrión para conseguir este principio de acuerdo, pues no se llegó a alcanzar. En América Latina también podemos destacar cómo el crecimiento de los montos económicos encontró una institucionalización potenciadora en la ampliación de los tratados bilaterales que ya habían sido comenzados a elaborarse durante la presidencia de George Bush. De este modo, se profundizó en la iniciativa para las Américas. Entraría en vigor en enero del año 94 el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica, que supondría el estallido del levantamiento zapatista en la Sierra Lacandona, en el sureste de México. También la creciente importancia de la Cuenca del Pacífico ha sido contemplada por Washington como una oportunidad de reforzar su crecimiento, además de contemplar con bastante preocupación también por cómo van subiendo las economías asiáticas que hacen cuestionarse la hegemonía estadounidense. Uno de los campos más innovadores introducidos en la política de Clinton fue la medioambiental, aunque las campañas ecologistas llevaban décadas alentando sobre el proceso de degradación planetaria, pues no será hasta finales de los años 90 cuando los gobiernos nacionales comenzaron a plantear su interés por el asunto, coincidiendo con los primeros informes científicos sobre las causas del agujero de ozono, la atmósfera y el incremento del calentamiento global. Destaca la figura del vicepresidente de Al Gore, que va a hacer incluso después de su etapa vicepresidencial una campaña para combatir el cambio climático. La ratificación institucional de esta preocupación fue el apoyo de los Estados Unidos al protocolo de Kioto, el último acto significativo llevado a cabo por Clinton antes de abandonar la Casa Blanca, puesto que sabía que el Senado no lo iba a ratificar. A Bill Clinton le va a suceder George W. Bush entre los años 2001 y 2009. El periodo presidencial de George Bush estuvo marcado por la enfática respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, del que ya hablamos en capítulos anteriores. Bush ocupó la Casa Blanca para gobernar un país en la cima de su poder, ejerciendo una hegemonía pacífica y con el mayor superávit fiscal de la historia, y al final de su mandato los Estados Unidos estaban empantanados en dos guerras simultáneas. Era exteriormente considerado su liderazgo mundial, con el mayor déficit fiscal que nunca había tenido la Hacienda Federal y debiendo aceptar la ayuda crediticia de países directamente competidores, y habiendo hecho desaparecer una parte de las políticas públicas puestas en marcha desde décadas anteriores. La llegada de George Bush no estaba exenta de debate, ya que las elecciones presidenciales del año 2000 fueron las más reñidas de la historia de los Estados Unidos. La derrota de las primarias del partido a senador John McCain, el gobernador del estado de Texas e hijo de George Bush se tuvo que enfrentar durante casi ocho años al vicepresidente Al Gore. Este consiguió en la mayoría de los votos populares el 48,4% frente al 47,9%, pero Bush es verdad que ganó en el número de estados y votos electorales, 221 frente a 266. Junto a estos apretados resultados se produjo la impugnación del recuento de votos en algunos lugares del país y de forma más amplia en el estado de Florida, cuyo gobernador era el hermano del candidato George Bush. La Corte Suprema de Florida ordenó el recuento manual de todos los votos del estado, que ante la multiplicación de impugnaciones extendió su orden al conjunto de todos los estados de la Unión. La Corte Suprema de Justicia revocó esa orden paralizando el recuento manual de votos, lo que podía haber alargado la aprobación del nuevo presidente en varios meses. Con apenas una diferencia de 500 votos populares, todos los electorales del estado de Florida le fueron adjudicados al candidato republicano, lo que le permitió ser elegido como cuadragésimo tercer vicepresidente de los Estados Unidos. Sería, por tanto, la primera vez desde el año 1876 en la que la Corte Suprema debía tomar partido por un candidato. De igual forma, desde la elección de Benjamin Harrison en el año 1888 no era programado un candidato que no había conseguido la mayoría de los votos directos. Algo más que una anécdota, que por segunda vez en la historia el hijo de un presidente conseguía ser elegido para la máxima magistratura de su país desde John Quincy Adams en el año 1825. El programa electoral de Bush fue el compendio de todas las tendencias que el conservadurismo estadounidense había generado durante los años noventa y podemos encontrar mucha variación en cuanto a orientación ideológica, a referencias sociales y a programas económicos y del exterior. Durante la campaña se sintetizó su posición como conservador compasivo y lo que quería ser era un programa que integraba el récord de impuestos y gastos federales, la reducción de presencia militar en exterior o la participación de organizaciones religiosas en el reparto de nuevas ayudas. En cuanto a la política interna, Bush pretendió caracterizarse inicialmente por una vuelta a los planteamientos neoliberales del periodo Reagan, aprovechando las ventajas que la globalización económica había mostrado la década anterior con un ambicioso recorte en los impuestos, apoyo a la actividad empresarial de regulación de los mercados laborales y financieros y eligió para ello a un gabinete marcadamente conservador. También se pudo ver una oposición aceptar la presión de los grupos liberales que van a marcar su política social. Sus puntos más sensibles fueron el endurecimiento frente a la inmigración, el recorte de las ayudas a los sectores más desfavorecidos y el apoyo al sector religioso. Sin embargo, los ataques terroristas del 11-S hicieron que la seguridad fuera el tema este día durante su mandato. El ataque al corazón territorial nacional, a su centro económico, político y militar, además hecho desde el interior del país, hizo que se necesitase un reforzamiento de la seguridad y esa seguridad iba a ser una prioridad gubernamental. Entre las medidas adoptadas desde la Administración pueden agruparse principalmente en dos bloques, por un lado el institucional con la creación del Departamento de Seguridad Nacional, un nuevo ministerio que se encargaría de coordinar la actuación del gran número de agencias y cuerpos de seguridad, sobre el que va a recaer la responsabilidad de hacer frente a nuevas amenazas. Se creó la Dirección General de Inteligencia, encargada de facilitar la interacción o integración de las muy variadas y escasamente colaborativas instituciones anteriores que, de hecho, no fueron reformadas ni variaron su trabajo. Aún más van a tener, más calado del segundo paquete de medidas que fueron en el ámbito legislativo, donde se introdujeron nuevas leyes que permitían la actuación de los organismos federales con una amplitud y profundidad que motivaron protestas de los grupos defensores de los derechos humanos. Por ejemplo, el Estado federal se interrogaba, se arrojaba la facultad de interferir todas las comunicaciones corporativas e individuales, visitar todos los movimientos, tanto ciudadanos como inmigrantes, o controlar todo producto introducido en el país. El segundo campo prioritario de actuación durante la administración de George Bush fue el económico. Durante la toma de posesión en el 2001, el nuevo presidente recibió un superávit fiscal de 236.000 millones de dólares, el más amplio de toda su historia, ejecutando inmediatamente la promesa electoral que, de hecho, le había opado a la máxima magistratura y era la de recortar los impuestos en un valor de 726.000 millones de dólares, aunque el Congreso finalmente aprobó 558.000 que favorecía especialmente a los sectores de menores ingresos y sobre todo a la grande fortuna. El plan contemplaba con el anuncio de un sostenido recorte impositivo durante toda la década que alcanzaría los 1,2 billones de dólares, mientras se pretendía cancelar un tercio de las deudas públicas, que se valoraban en dos millones de dólares. Estas condiciones de crecimiento económico sostenidos –este recorte– habrían podido tener resultados positivos, pero se puso en marcha coincidiendo con dos procesos que los condujeron al fracaso. Por un lado, el agotamiento del ciclo de crecimiento de la nueva economía y el incremento de los gastos federales ocasionados con la Guerra Santo de Afganistán, como dirá. El resultado fue que, tres años después del comienzo de su gestión, la Hacienda Pública no solo había enjuzgado todo el superávit, sino que el déficit fiscal alcanzaba los 374.000 millones de dólares, que era la peor situación en tiempos. En el año 2003 fueron otra vez elecciones en unas circunstancias muy diferentes y volvió a recibir el apoyo ampliamente mayoritario del electorado estadounidense. El segundo mandato presidencial resultó una prolongación crecientemente desfavorable del primero. La economía estadounidense sufrió una dislesia pronunciada. Entre las cuentas públicas sumaban rendimiento negativo, empresas y particulares se beneficiaban del mejoramiento de la situación y del incremento del consumo, todo ello favorecido por un precio del dinero históricamente bajo que permitía endeudarse prácticamente gratis. Y para combatir los efectos de la economía a través del abaturamiento de crédito también se unió el recorte de impuestos que dejaba en manos de las empresas y particulares mayor efectivo para la inversión y consumo, y al mantenerse durante más de cinco años esta situación provocó un creciente recalentamiento de la economía estadounidense desincentivando el ahorro y promoviendo la adquisición de créditos cada vez mayores. El escaso rendimiento de los ahorros adicionales tuvo dos consecuencias principales, por un lado los grandes bancos vieron recortar su margen de beneficio contemplando la constitución de hipotecas como el principal medio para incrementar sus cuentas y los bancos de inversión desarrollaron nuevos productos con rendimientos más atractivos como fueron las hipotecas subprime. Los créditos baratos tuvieron en el mercado inmobiliario un efecto muy positivo promoviendo la construcción y permitiendo el ascenso o mejora de la vivienda a buena parte de la población, pero el efecto más negativo se produjo con el incremento sostenido del valor inmobiliario por encima del valor real del mercado lo que ponía en riesgo la garantía crediticia y en consecuencia la posibilidad de los bancos de recuperar los créditos realizados a los clientes menos solventemente. Aunque las primeras señales de la crisis se mostraron en agosto del 2007, fue un año más tarde cuando se evidenció la gravedad de la crisis. El incremento del interés bancario, la bajada de precios de la vivienda, pincharon simultáneamente las burbujas infladas artificialmente durante años y la combinación especulativa de los créditos subprime y de los bonos de alto riesgo pusieron en muy grave riesgo la estabilidad de todo el sistema financiero estadounidense como la crisis de 1999. El crédito se contrajo hasta niveles de inexistencia, las empresas vieron cortadas sus oportunidades de inversión y los particulares sus posibilidades de adquisición. Se declararon en quiebra las dos principales empresas hipotecas del país mientras los grandes bancos de inversión declaraban la suspensión del pago e incluso los grandes bancos veían comprometida su supervivencia. El resultado fue una crisis económica que a consecuencia de la inoperatividad de la economía internacional rápidamente se tendió por todo el mundo. Para intentar solucionarlo pues el Congreso aprobó la apertura de una línea de crédito extraordinario de unos 700 mil millones de dólares a disposición de los grandes bancos. Posteriormente se acogió también las grandes empresas afectadas por la reducción del consumo y el incremento de intereses. Estas grandes ayudas públicas a la iniciativa privada debieron verse completadas con la adopción de mayores niveles de regulación sobre los sectores financieros y empresariales, y de este modo al cierre de su presidencia Bush aprobaba un giro de 180 grados respecto al neoliberalismo que le había llevado a la Casa Blanca, haciendo participar al Estado no solo de las grandes políticas económicas, sino también de la dirección de las grandes empresas. En política exterior el hecho que marcó para mal la marcha de esta política exterior de Estados Unidos será las consecuencias del 11-S, llegando incluso a resignar su concepción de las relaciones internacionales y del papel que debería ocupar Estados Unidos en la escena global. En la campaña electoral del año 2000 la candidatura republicana prestó una atención muy secundaria a la política exterior, a diferencia de su padre, que era buen conocedor de la escena internacional. George Bush, que adhesió a toda competencia y experiencia en este campo, su principal asesora del tema durante la campaña y posteriormente consejera de Seguridad Nacional fue la secretaria de Estado Condoleezza Rice, y lo que van a hacer es priorizar los intereses sobre los principios, la utilización del liderazgo estadounidense para reforzar su continuidad, el aprovechamiento de las oportunidades abiertas para la revolución informática, la vinculación con las potencias emergentes que pudieran alterar el equilibrio internacional y la disposición de unas Fuerzas Armadas con capacidades de disoción e imposición. Las tres principales líneas de actuación en política internacional serán la composición y despliegue de las Fuerzas Armadas, reduciendo su dimensión, mejorando su tecnología y recortando su presencia exterior al tiempo que se anunciaba la recuperación de la iniciativa de defensa estratégica de la época Riga. En segundo lugar, la recomposición del mapa estratégico, priorizando el seguimiento de potencias asiáticas emergentes como China o con armamento nuclear como Rusia, otorgando a Europa una atención singular exclusivamente en los ámbitos económicos y apuntando un incremento de las relaciones con América Latina. Y por último, afianzar una idea singular, consciente de su liderazgo incuestionable, basado en su superioridad militar y hegemonía económica. En consecuencia, lo que pretendía era mantener el status quo que se presentaba como el mejor instrumento para preservar de forma indefinida la privilegiada situación que tenía Estados Unidos a nivel mundial. Bien, Barack Obama venció en las elecciones presidenciales del año 2009. Va a generar una enorme expectación con una campaña electoral, tanto dentro de Estados Unidos como fuera de Estados Unidos que le va a marcar como una personalidad referente en el mundo del Partido Demócrata y va a significar un cambio de la política no solo de Estados Unidos sino del resto del mundo. Va a tener que hacer frente a dos guerras abiertas, a una crisis económica de dimensiones desconocidas y a profundos conflictos sociales internos, así como el programa de gobierno que tenía el anterior presidente. La crisis de carácter internacional, las variaciones de la geopolítica global y, de forma especial, la mayoría republicana en el Congreso, limitaron los grandes programas transformadores propuestos por el presidente Barack Obama. Tras la crisis exterior e interior heredada del periodo de George W. Bush, la entrada de Obama en la Casa Blanca fue interpretada desde una perspectiva refundacional. No solo había que cerrar guerras y superar la depresión económica sino que el conjunto del sistema debía ser profundamente modificado, haciendo que los principios democráticos se impusieran sobre los intereses minoritarios. Y comenzó todo en la campaña electoral del año 2008 con un lema Yes We Can, donde un joven e inexperto senador de Linoles, que era desconocido por la mayor parte de los estadounidenses, consiguió ganar con una campaña muy original. Va a utilizar las herramientas del siglo XXI frente a otras campañas más tradicionalistas y así fue como ganó. La campaña de Obama se va a centrar en presentar la necesidad de un cambio profundo, realizando una llamada no a los partidarios sino a la ciudadanía, utilizando una capacidad de movilización con las redes sociales, con motivación y convención y contestables por el candidato republicano. En política interior, la prioridad fundamental del nuevo gobierno se encontraba en hacer frente a la grave situación económica, motivada por la crisis financiera y la crisis del mercado hipotecario. Obama mantuvo y amplió el paquete de ayudas a las grandes instituciones bancarias, pero variando sustancialmente sus complementarias medidas en la reforma del sistema, aumentando la presencia del Estado y los niveles de regulación. Incrementó también los sistemas de control de las direcciones empresariales y financieras, tanto por sus accionistas como las autoridades gubernamentales. De forma paralela a la superación de la crisis en la agenda doméstica, el segundo gran triunfo de la administración de Obama fue sacar adelante la reforma sanitaria, el famoso Medicare, demandada socialmente pero que, sin embargo, fue frenada durante décadas por las poderosas compañías farmacéuticas y médicas y que entró en vigor en el año 2013. De igual envergadura, también fue la reforma del régimen de inmigración. Gracias a ser un país de inclusión y haberse convertido desde su fundación en el mayor polo de atracción de la inmigración de la historia, los Estados Unidos lograron un dinamismo demográfico muy diferente al del resto de países desarrollados. También tenemos que unir su alta movilidad geográfica y un sistema que favorece la integración y el ascenso social, pues todo ello va a permitir al país general sostener niveles de riqueza sin precedentes. En los Estados Unidos se calcula que había 40 millones de inmigrantes, 45 millones según un informe de la Nación Unidad del 2013, incluyendo a los indocumentados. Y se estimaba que en el país había unos 12 millones de personas en situación de residencia ilegal. Más de la mitad serían mexicanos y muchos de los cuales ya habían estudiado y estaban trabajando. Por lo tanto, abordar este complejo tema era necesidad de justicia social. Pero también tiene una incidencia evidente en el mercado laboral, en las relaciones exteriores y también de una manera directa en el debate sobre la identidad nacional. Todo esto hace que la tramitación de las leyes fuera excesivamente lenta y que en la mayoría de los Estados se aprobaban más de 150 leyes sobre asuntos migratorios entre los años 2012 y 2013. La política doméstica de Barack Obama contó a lo largo de toda su presidencia también con el handicap de una minoría parlamentaria del Partido Demócrata, el control republicano de la Cámara de Representantes y en ocasiones también del Senado hizo que el empuje popular del presidente se viera contrarrestado por el ejercicio de oposición del Capitolio, lo que a menudo fue interpretado como una lucha entre el Ejecutivo y el Legislativo. Especial grave fue este enfrentamiento con la tramitación más trascendental cada año del presupuesto federal ya que la mayoría republicana utilizaba esta negociación para oponerse a iniciativas presidenciales dejándolas sin financiación o exigiendo su retirada para la aprobación del presupuesto. Esta política confrontacional, utilizando los fondos federales como arma de presión, el sequestration, llevó a necesidad de prórrogas presupuestarias ocasionando el cierre parcial, el furlough e incluso la parálisis que completa la Administración federal shutdown. Obama no vio aprobado de forma ordinaria el presupuesto federal en la mayor parte de su año de mandato. También debemos señalar importante cómo apareció durante el mandato de Barack Obama la facción que se denominó Movimiento Tea Party, que era un conjunto ideológicamente heterogéneo nucleado alrededor de una idea de una necesaria reducción de los poderes federales y una explícita oposición a la clase política profesional, lo que se denomina el Establishment de Washington, que surgió en los primeros meses del año 2009 al poco tiempo de la elección de Barack Obama. En respuesta sobre todo a la aprobación de ayudas federales a las grandes empresas y bancos con dificultades por la crisis, y en el momento se fue conciliando a través de su capacidad de movilización, alcanzó su mayor dimensión en las elecciones legislativas a mitad del mandato en la fecha del 2010, cuando lograron introducir candidatos propios en las cámaras del Capitolio. Lo que pasa es que esta estrategia tuvo un efecto contraproducente, ya que en las elecciones de 2012 el candidato republicano Mitch Rooney no pudo despegarse de este ámbito radical, dejó el centro a Barack Obama quien pudo revalidar su mandato. Paradójicamente, este fracaso aumentó la fortaleza del movimiento dentro del republicanismo, que ante la elección legislativa del 2014 incrementó su número de candidatos en una situación de crisis de identidad partidista y frente al discurso refundacionista de Obama, el Tea Party aumentó sus seguidores alrededor de la idea de los orígenes constitucionales y las limitaciones legislativas y presupuestarias del gobierno federal. Conservadores en general, racionarios en ambos campos sociales, el movimiento se enriqueció con visiones libertarias y liberales, demandante de menores y más sencillos impuestos, menos controles, menos introvisión gubernamental y recibió el respaldo del sector religioso fundamentalista y el aplauso de grandes capas sociales desde trabajadores agrícolas rurales hasta grandes empresarios internacionales con una visión muy reducida de la política. Las tendencias de continuidad y cambio fueron paradójicas y simultáneamente conjugadas en las políticas exteriores y de defensa bajo la presidencia de Obama. La doble idea motriz que articuló todo su mandato fue el de pacificación y reorientación exterior. Lo primero que se materializó sería la apuesta del punto final a las guerras de Irak y de Afganistán, aunque no fue una cosa ni sencilla ni fácil. La segunda conformó un conjunto aún más amplio y ambicioso de programas que, de forma armónica, buscaban responder al ascenso a nuevas potencias globales, redimensionar los presupuestos de defensa, responder a las demandas exteriores de responsabilidad multipolar, ejercer un liderazgo selectivo en la zona máxima de singularidad y, en el fondo, mantener la defensa de los intereses estadounidenses en un mundo no solo globalizado sino crecientemente disputado. Al comienzo de su mandato, Obama se prendió a proponer la continuidad del ex secretario de Defensa Robert Gates, quien tuvo la misión de reducir la presencia militar estadounidense en Irak y acabar con la pacificación de Afganistán para proceder a un repliegue completo de una década después del comienzo del conflicto. Recomponer el consenso, recuperar liderazgo y posicionarse de forma positiva en los grandes temas globales fueron los tres objetivos que se le encargaron a la secretaria de Estado Hillary Clinton. El cambio de estrategia se visualizó en ámbitos tan significativos como la lucha contra el cambio climático adhiriéndose al protocolo de Kioto, la reducción de las armas nucleares, la firma con Rusia del tratado SALT III y la cumbre de seguridad nuclear en abril del año 2010. También se mejoraron las relaciones con los aliados tradicionales como la Unión Europea, una reformulación de las relaciones bilaterales con otras potencias como China, la India, Rusia y Japón, y también una mejora de la visión de Estados Unidos en el exterior. Por último, llegamos a la presidencia del presidente Donald Trump que había sido el que se enfrentó primero en unas elecciones primarias a la nueva promesa del Partido Republicano como serían los gobernadores John Kasich y Jeb Bush o los senadores Ted Cruz y Marco Rubio con un discurso rupturista que provocativamente rompía con lo políticamente correcto y a pesar de no contar con el apoyo de la dirección del partido acabó imponiéndose en la nominación republicana y se enfrentó en las elecciones presidenciales a la candidata de democracia Hillary Clinton aunque ganó ésta en votos populares 48,18 frente a 46,6. Trump lo hizo en los votos con la elección electoral 306 frente a 232 y se fue proclamado el 45º presidente de los Estados Unidos tomando posesión el 20 de enero del 2017. A nivel global podemos destacar como en política interior Donald Trump ha estado marcado por desmantelar los grandes programas implementados por Barack Obama especialmente el sanitario que hemos aludido anteriormente como Medicare o llamado también Obamacare y expandir la inmigración como un problema nacional. La promesa que más importancia tuvo fue la creación de un muro de miles de kilómetros por la frontera de México así como las reformas fiscales rebajando impuestos especialmente a los sectores con más ingresos y financieras relajando el control federal a los grandes bancos. La política industrial ha denunciado los efectos de la deslocalización y la comercialización a consecuencia del déficit exterior respecto a ciertos países, el colorario de ambas iniciativas ha conducido a un replantamiento de libre comercio y a una fuerte apuesta por el proteccionismo lo que ha desencadenado una batalla arancelaria con China y la Unión Europea de imprevisibles consecuencias y mientras tanto los resultados macroeconómicos de los Estados Unidos bajo su administración han sido positivos. El PIB creció una media del 3%, la inflación ha permanecido en mínimos, el desempleo se ha reducido al 4% y los salarios han subido por encima del IPC. Ya por último y para terminar la política exterior de Trump se caracterizó por un ejercicio de unilateralismo creciente en la ruptura de consenso y sacrificio de alianzas históricas sin determinar unos objetivos claros ni mucho alcanzar los logros específicos. La multiplicación de enfrenta ha sido constante, por ejemplo los comerciales con China, los nucleares con Irán y el Norte, los migratorios con México y Centroamérica, geopolíticos con la Unión Europea y sobre todo con Rusia. Y para él había llegado la hora de que se produjese una reconcentración de los Estados Unidos en su propio asunto, el neoaisolacionismo pero aún está a la espera de la reducción de tropas en exterior y la administración de Trump ha intervenido sin después en Venezuela, Cuba e Irán. Ha apoyado el Brexit, ha endurecido la política contra países de izquierda, ha apoyado a Bolsonaro, Salvini, Orbán, Duterte y el elemento más significativo y efectivo del cambio de rumbo en la política exterior es la apuesta por un mayor desarrollo de las fuerzas militares como instrumento determinante de imposición, lo que tuvo fortificación en el aumento del gasto de defensa en el año 2019 o también la recuperación del desfile militar el 4 de julio día nacional en los Estados Unidos. Bien pues hasta aquí la sesión de hoy. Recordad que en la próxima sesión abordaremos el último tema de manos de la asignatura, la Unión Europea. Hasta aquí la sesión de hoy. Muchas gracias por vuestra asistencia y ya sabéis que si tenéis cualquier tipo de duda podéis escribirme a mantamahon arroba sevilla punto unet punto es. Un saludo y hasta pronto. Un saludo y hasta pronto.