La transcripción. Vale, volvemos al chat. Bueno, pues tenemos que continuar, si os parece, con una de las partes más interesantes de la filosofía moderna, que era el descubrimiento del cogito. Tenéis que, por favor, recordar esta manera de referirnos a esta frase. Piénsalo, existe. Descubrimiento del cogito. Nuestra clase del viernes. El viernes tuvimos también una clase añadida. No lo he podido subir aún al repositorio de contenidos digitales y mañana por la tarde lo subo y os mandaré también inmediatamente la dirección, el enlace a la grabación de ayer. Pero bueno, voy a resumir ahora muy rápidamente lo que estuvimos viendo ayer, porque se trata de un asunto central en la filosofía moderna y, por supuesto, mucho más aún en la filosofía literaria. Vimos cómo Descartes se propone la reforma radical de la filosofía. Él cree que la filosofía estaba en crisis. Desde luego, si la comparamos con otros saberes emergentes como era la física, lo que ya podemos llamar física moderna, a partir principalmente de las investigaciones de Galileo, en las ciencias emergentes, en los nuevos conocimientos emergentes, como la física, repito, encontramos que hay avances y que hay avances. Hay acuerdos y si lo comparamos con la filosofía podemos ver que hay un claro contraste, porque en la filosofía todo parece que es dudoso, los filósofos no se ponen de acuerdo, no parece que haya más conocimiento que en otras épocas. La filosofía está en crisis y Descartes va a considerar que esa situación no es adecuada, no está bien, por varias razones. La principal, bueno, pues ya la habíamos comentado el otro día también con esta metáfora que tenemos aquí. Con la metáfora del árbol del conocimiento. Todo el conocimiento humano forma un sistema de verdades, en donde unas verdades están trabadas unas con otras. Y se parece ese sistema en cierto modo a un árbol. En el árbol encontramos una parte muy principal que son las raíces, es donde toman los sustratos y el sustento y el agua, el árbol, luego está el tronco que descansa en las raíces y después las ramas. Y si las raíces no están bien, el tronco y las ramas pues tampoco van a ir muy bien. Lo mismo pasa con los saberes humanos. Las raíces del saber humano son o es la filosofía y exactamente la metafísica. De tal forma que si la metafísica está mal, el resto de conocimientos humanos son vulnerables, se pueden cuestionar, van a ser también frágiles y no van a estar bien. Bien. Esto quiere decir, por ejemplo, que incluso hasta de la matemática uno puede plantear algunas objeciones que la matemática no puede resolver. Algunas objeciones que tienen que ser resueltas en el escenario de la propia filosofía. Por ejemplo, el posible carácter relativo de las verdades matemáticas. Como el otro día vimos y que ahora voy a insistir un poquito cuando hablemos inmediatamente de nuevo de la duda metódica. Bueno, pues ¿qué es lo que hay que hacer? Lo que hay que hacer es renovar la metafísica, renovar la filosofía. Para sanarla y permitir que ya no esté en crisis y que pueda servir, por tanto, de un fundamento adecuado del resto de los conocimientos humanos. ¿Y cómo lo podemos hacer? Bueno, pues un poco tratando de imitar en cierto modo el método de la matemática. Una disciplina, una ciencia que practicó Descartes y que admiraba muchísimo Descartes. En matemáticas tenemos siempre una construcción racional. ¿Verdad? Tenemos siempre verdades racionales. Verdades racionales porque son verdades a las que llegamos con el ejercicio de la razón deductiva, como es el caso de los teoremas. Los teoremas son afirmaciones que no se ve inmediatamente que son ciertas pero que se pueden demostrar. Y a esas demostraciones llegamos mediante actos de deducción. ¿Verdad? Y de un modo como mucho más primitivo o básico y más fundamental, tenemos también axiomas. Que son verdades muy elementales. Que no se pueden demostrar y que están a la base de toda la demostración. Nosotros captamos que los axiomas son ciertos porque nuestra mente, nuestro intelecto, tiene la capacidad también de ver, de captar de un golpe con una mirada inmediata la verdad de ciertas afirmaciones. Yo os puse el otro día el ejemplo del principio de no contradicción. Ese principio que nos dicen dos proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas. Ese principio no se puede demostrar. No llegas a él a partir de actos de deducción. Se capta inmediatamente como cierto. Y todas las mentes humanas, parece que, todos los seres humanos, parece que captamos que es verdad ese principio y por eso tendremos más bien a respetarlo. Bueno, pues ¿qué tenemos que hacer en filosofía? Tratar de reproducir un poco este esquema, ¿no? Este esquema consiste en partir de verdades muy elementales, muy básicas, muy básicas, que el intelecto o la mente humana vea de manera inminente. Que son ciertas y equivaldrán a los axiomas en matemáticas. Y a partir de ese principio, de esos principios absolutamente fundamentales, tirando del hilo, mediante actos de deducción, de razonamiento, llegar a afirmaciones más complicadas, ¿no? O, por ejemplo, que Dios existe o que el alma humana es inmortal. Bueno, ¿qué es lo que quiere hacer Descartes? Bueno, encontrar justo los axiomas de la filosofía. Encontrar los principios o el principio fundamental de la filosofía ¿eh? Absolutamente cierto y evidente, y a partir del cual se pueda fundamentar el resto de la filosofía. Ya el otro día adelantábamos que el principio en el que se va a apoyar la filosofía cartesiana, la filosofía de Descartes, es la frase, pienso luego insisto. Esta es la primera verdad, que se llega a ella mediante un acto de intuición. Intuición intelectual, mediante un golpe de la vista del intelecto, cuando el intelecto se capta a sí mismo como existiendo, ¿no? Enseguida lo vamos a ver. Entonces, por favor, recordad también este esquema. Esto lo vimos el viernes, ¿no? Disculpad también Vanessa y Eduardo, estuvo Isabel. Entonces, no sé si voy un poquito rápido para los demás, ¿se va entendiendo? Yo creo que sí, ¿verdad? Se entiende por ahora sin demasiada dificultad, ¿no? Bueno, ¿y cómo tenemos que actuar? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Qué tenemos que hacer para descubrir una primera verdad? Pues lo que tenemos que hacer es... Emplear la duda metódica. Este recurso bien curioso e inteligente que va a emplear Descartes. ¿En qué consiste la duda metódica? Consiste... Mirad, por favor, este esquema que os pasé, porque creo que está contado también con bastante claridad. Naturalmente lo tenéis también en el libro, a partir de la página 185. ¿En qué consiste la duda metódica? Pues dijimos que consiste en dudar sistemáticamente de todas nuestras nuestras convicciones, de todas nuestras creencias, ¿verdad? En no aceptar como verdadero más que aquello que nosotros veamos como absolutamente indudable, como aquello que no se puede poner en cuestión. De tal manera que vamos a tomar una afirmación o vamos a tomar un principio del conocimiento y si podemos ponerle alguna objeción a esa afirmación o a ese principio del conocimiento, la tenemos que dejar de lado. Tenemos que dejar de lado el principio del conocimiento. El principio del conocimiento, la afirmación y pasar a otra. No tenerla en cuenta en la medida en que se ha podido presentar alguna duda sobre su legitimidad, ¿vale? No exactamente rechazarlo como falso. No se trata de decir que una creencia es falsa porque puedes dudar de ella. Simplemente no la tienes en cuenta. Y esta actitud, fijaros que es una actitud bastante radical. No se trata tampoco de rechazar aquello que tú veas que es falso. Esto es obvio que hay que hacerlo si uno tiene cierta honestidad intelectual, ¿no? Se trata, además de rechazar las afirmaciones o creencias que vemos que son falsas, se trata de rechazar aquellas otras afirmaciones o creencias de las que se puede plantear alguna duda. Y tampoco podemos examinar una a una todas nuestras creencias porque son no infinitas, pero muchísimas, muchísimas las que tenemos. Lo que tenemos que hacer es, eh, cuestionar los fundamentos de nuestras creencias y los fundamentos de nuestras creencias son dos, los sentidos y la razón. Todo lo que captamos, todo lo que creemos, lo creemos porque lo hemos visto o oído tocado, porque se han dado por tanto a los sentidos o porque lo hemos razonado. Por lo tanto, la tarea de Descartes en la duda metódica será examinar la legitimidad de los sentidos y la legitimidad de la razón. Fijaros en este esquema e intentar, por favor, recordarlo muy bien, porque lo que nos cuenta Descartes es en cierto modo una historia, una historia intelectual. Y en toda historia hay algo al principio, luego hay cambios, hay algo en el medio y luego hay algo al final. ¿Vale? Y lo que vale al principio no vale en el medio ni vale al final, sino que se van produciendo cambios también en cuanto a la validez. Lo mismo pasa aquí. Yo le decía al otro día a Isabel en la clase del viernes que este esquema que puse igual lo teníamos que ampliar un poquito más, un poco antes de perder el mundo, puesto entre comillas. Dijimos claro, se trata de la situación espontánea y original y natural que tiene todo el mundo. Todo el mundo antes de empezar la duda metódica, y este era el caso de Descartes, pues cree en los sentidos, lo fundamental, te parece que los sentidos te dan información adecuada acerca del mundo, ¿no? Que lo que ves es que existe en el mundo, que lo que oyes, si has escuchado bien y has oído bien, pues también existe en el mundo. Que lo que estás tocando existe en el mundo, ¿no? Crees en la legitimidad de los sentidos y crees también que la razón es un buen instrumento para alcanzar conocimiento. Todos nosotros antes de la duda metódica y el mismo Descartes también creía en la validez de los sentidos y la validez de la razón y creía en la existencia del mundo físico y del mundo intersubjetivo, el mundo social, etcétera. Creía también en la validez de las ciencias. Bueno, fijaros que con la duda metódica se va a poner en cuestión todo esto. Se va a poner en cuestión la legitimidad de los sentidos y la legitimidad de la razón. Y la legitimidad de los sentidos, ¿a partir de qué? Pues a partir del hecho de que a veces los sentidos nos engañan. Este argumento no es del todo bueno. Disculpadme también aquí, ¿verdad? Porque ya vimos esto el otro día. Y entonces ahora no puedo entrar en el detalle. Eduardo y Vanessa, otra vez para no repetirlo. Y bueno, pues como os decía antes, en la grabación de la clase del viernes lo podéis ver un poco con más detalle. Ahora estoy haciendo algo así como más bien un resumen. ¿Vale? Bien, pues decía que claro, los sentidos nos engañan, nos dice Descartes, pero este argumento él mismo reconoce que no es aún, no es aún bueno, como suficientemente definitivo o radical. Porque es verdad que nos engañan cuando vemos un objeto lejos. Nos pueden engañar, vamos. Entonces tal vez lo que este argumento primero nos pide es que seamos un tanto prudentes en la confianza que podemos depositar en nuestros sentidos. Pero claro, respecto de cosas donde las condiciones perceptuales son adecuadas, cómo vas a dudar? Cómo voy a dudar yo de que tengo aquí una mesa delante, de que tengo un jersey, que tengo manos, que estoy en una habitación, que hay un ordenador delante de mí. Parecería una locura dudar de esto. Pero como dice en el texto de la página 186, Eduardo y Vanessa, este texto es muy importante. Lo leímos el otro día y os pediría que lo utilizarais también para vuestro comentario de texto tomado de las meditaciones metafísicas. La obra fundamental de Descartes. Bueno, pues en este texto se presenta un segundo argumento mucho más radical que el primero. Este argumento de que si miramos bien las cosas con atención, en realidad el sueño es indistinguible de la vigilia y podría ser que aunque ahora nos parezca que estamos despiertos y ante un mundo físico y un mundo social, en realidad estuviéramos dormidos. Esto lo tenemos que hacer además en primera persona. Si no nos ponemos en primera persona no funciona muy bien. No es que no funcione, es que no vamos a comprender bien el alcance que tiene el descubrimiento del cogito, pues yo me pongo en primera persona y puedo decir aunque a mí me parece que la mesa existe porque la estoy tocando y la estoy viendo y oyendo, en realidad también en sueños puedo ver o tocar una mesa. Y eso es lo que me ha pasado en algunos sueños y sin embargo no existían esas mesas en mis sueños. No podría ocurrir que ahora ocurriera lo mismo. Que pasara lo mismo. Que aquello que a mí me parece que es cierto porque lo estoy viendo fuera una construcción de mi mente. Y esto lo puedo plantear porque en realidad, dice Descartes, no hay signos o señales que te permitan distinguir de un modo definitivo y verdadero el sueño de la vigilia, de un modo absolutamente preciso. No hay señales. Los sueños son muy semejantes a la vigilia. Hay algunas diferencias, por ejemplo, que parezca que en los sueños todo es como más caótico, pero también en la vigilia podemos también tener experiencias como de caos. Por otra parte, hay también sueños en donde las cosas se presentan como ordenadas. E incluso hasta podríamos decir que la vigilia es un sueño ordenado, un sueño que no es totalmente caótico. Sentir dolor es una diferencia. No, Eduardo, porque también en sueños sentimos dolores. En sueños puedes estar muy triste, en sueños puedes sentir dolor y placer. Bueno, puedes tener pesadillas o sueños totalmente placenteros. Los puedes tener. O sea que eso tampoco sería un criterio adecuado. La razón fundamental por la que en realidad podemos plantear la duda de que ahora mismo yo esté delante de una mesa y que no sea la mesa una construcción de mi mente, es que cuando digo que estoy viendo la mesa en el acto de ver, la mesa no entra en mi mente. Esto parece también bastante obvio. Cuando yo percibo el mundo, el mundo no entra en mi mente. Percibo el ordenador y el ordenador no entra en mi mente. Percibo mi mano y mi mano cuando la veo no entra en mi mente. Lo que tengo del ordenador y de la mesa de mi mano son sensaciones, sensaciones visuales, que es un contenido psíquico. Entonces lo que hace mi mente es arriesgar la interpretación de que a las sensaciones que estoy experimentando les corresponde en el mundo una cosa, les corresponde algo exterior a la mente, un objeto. Pero esto es una presunción de la percepción. Es algo que arriesga nuestra mente. Fijaros en este detalle ahora. Esta forma de hablar ya sugiere que podemos distinguir el dentro del fuera, lo interior de lo exterior, se puede hacer esta distinción. El mundo está en lo exterior, está fuera. Fuera de qué? Pues fuera de la propia mente. Y porque está fuera de la propia mente, pues en realidad puedo dudar de él. Vale, entonces. Fijaros que ya en este momento la duda es inmersa, es tremenda. Si yo entiendo que tal vez esté dormido y aún es más radical si cuestiono la razón, no? Y es lo que va a hacer Descartes, aunque sea racionalista, por favor tener en cuenta este detalle, aunque sea racionalista, él también en este momento de la duda, en este momento, no después, va a cuestionar también el papel de la razón o la legitimidad de la razón con dos argumentos, el primero no muy bueno, pues porque puede ocurrir que también ocurre. No puede ocurrir, sino que ocurre que también a veces nos equivocamos al razonar. No es un argumento tampoco demasiado potente, porque podríamos decir eso vale para las argumentaciones complicadas o muy largas, pero respecto de cosas racionales, de asuntos racionales muy elementales, como que tres más dos son cinco o que el triángulo tiene tres ángulos, decíamos el otro día, pues eso no parece que se pueda cuestionar, pero aquí presenta un argumento bien, bien curioso. Lo tenéis en la página 187 y en mi grabación del otro día lo podéis encontrar. Por cierto, en mi página web también presenta la llamada hipótesis del genio maligno. Dice Descartes Oye, pues es verdad que hasta en sueños tres más dos son cinco. Pero claro, podría ocurrir que a mí me pareciera que son dos, que es cinco porque estoy hecho como estoy hecho. Pero si resultara que me ha hecho un ser maligno, no digamos un dios, pero sí un ser todopoderoso que construye las cosas del mundo y que me ha hecho a mí, me ha creado a mí, pero me ha creado mal. Me ha creado dándome un instrumento, que es la razón que no funciona del todo bien. De la misma manera que me puede crear alguien con piernas con las que no puedo andar, no funcionan bien. O un estómago que no hace bien la digestión o unos ojos con los que no se puede ver bien, o que tiene una visión distorsionada de la realidad. También me ha podido crear con una razón que distorsiona la realidad, que a mí me hace creer que acierta, que me lleva ante la verdad, pero que tal vez no me pone ante la verdad, sino ante el error. ¿Por qué no podemos pensar eso? Claro que se puede pensar. Y dice Descartes ampliando un poco el argumento. Modificándolo un poquito y en cierto modo acercándolo a nuestra época, dice él. Y si uno no cree en Dios, no quiere pensar en Dios, en una causa suprema superior que crea el mundo y cree que hemos sido creados o que estamos aquí por causas inferiores, no tan perfectas, pues con más razón aún. Y aquí decíamos el otro día que había que meter la teoría de la evolución desconocida por Descartes, por supuesto. Desconocida, pero que en cierto modo señala Descartes para decirnos bueno, pues hay gente que cree que es la naturaleza, no Dios, el que nos ha creado, pero si es la naturaleza que es más imperfecta, que es imperfecta, entonces nos ha podido crear muy perfectos. Y en el caso de la evolución se podría plantear que nuestra mente, nuestra razón, nuestra mente y nuestro cerebro es una consecuencia de una línea evolutiva determinada que se ha dado a la Tierra, pero que fuera de la Tierra hay líneas evolutivas en otros planetas que puedan estar habitados. Donde haya seres vivos que hayan sufrido una evolución distinta a la nuestra, que tengan un cerebro distinto, una mente distinta, una razón distinta y una matemática distinta. Es también, por tanto, fijaros qué hipótesis más atrevida, pero bien interesante. Es también dudoso, dudable, mejor es también dudable hasta la matemática. En este momento de la duda es lo que nos está presentando Descartes. Ya no puedo confiar en la matemática, porque puede que la matemática sea relativa a nuestro cerebro, nuestra mente. Valga para nosotros, pero no para todos los seres que pueden hacer matemáticas. ¿Quién nos asegura? ¿Quién nos está asegurando en este momento que la matemática tiene una validez objetiva? Por ahora no. Pues ¿qué ha pasado? Que hemos perdido el mundo. Esta es la pérdida del mundo. Ya no sabemos si existe mesa, si existen calles, casas, árboles, si existe el mar, si existen los cielos. No sabemos. ¿Qué existe en el mundo de las personas? Porque también se nos ofrece a la percepción. No sabemos si existe nuestro cuerpo, que también se ofrece a la percepción. Fijaros qué importante es este punto. No sabemos si existe nuestro cuerpo. Esto es fundamental, por favor, porque ya nos está poniendo delante una circunstancia un poco peculiar que se expresa en la pregunta ¿qué tengo que ser yo o qué soy yo para que pueda dudar de mi propio cuerpo? ¿Puedo identificarme completamente con mi cuerpo si yo puedo dudar de la existencia de mi cuerpo? ¿O habrá otra cosa más profundamente que mi cuerpo que me permita dudar de mi cuerpo? La respuesta de Descartes es que sí, que habrá algo más profundo. Y justo eso es el descubrimiento del cogito, esta parte nuclear, central. Esto de cogito viene de cogitare, que significa pensar. Después de estas dudas, tenemos el texto de la página 187 que ya leímos el otro día, casi al final de la clase, ¿verdad Isabel? Y ahora si me permites lo voy a leer de nuevo para tus compañeros también. Que es muy interesante y fundamental para el entrenamiento en los textos, el comentario de textos. Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo, ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpo. Esto tiene que ver con la dual metódica. Aquí en el comentario de texto que hagáis tenéis que decir, claro, esto dice Descartes en este momento, en este párrafo, porque antes había utilizado la dual metódica. La dual metódica que le lleva a cuestionar la legitimidad de los sentidos y la legitimidad de la razón. Y que le lleva a perder el mundo. Estoy persuadido de que nada hay en el mundo. No sé si existe el mundo. Y el mundo social tampoco sé si existe él. Ni siquiera los espíritus, las almas de los demás, las otras personas. Yo no sé si existe. Y no estoy a sí mismo persuadido de que yo tampoco existo. Puedo ampliar la duda hasta a mí mismo. El otro día le decía aquí a Isabel, que en este momento Descartes parece que ha caído en el esceticismo. En este momento, justo en este momento, Descartes está en el esceticismo. Porque no sabe si hay verdades. Pero cuidado, cuidado con esto. Va a superar el esceticismo. ¿Por qué? Porque va a encontrar una primera verdad. Fijaros cómo lo cuenta. Pues no, el esceticismo no es correcto. Dice, si yo estoy persuadido de algo o meramente si pienso algo es porque yo soy. Siento que hay no sé qué engañador todopoderoso y astuquísimo que emplea toda su industria en burlarme. Y aquí decíamos el otro día que se está refiriendo al genio maligno. Esto lo tenéis que desarrollar en esta frase. Aunque exista eso, dice Descartes, aunque exista ese ser todopoderoso que me quiere construir sistemáticamente mal, me quiere construir mal de tal manera que sistemáticamente llegue yo al error y no a la verdad. Pero entonces, con esta hipótesis del genio maligno, no cabe duda de que si me engaña es que yo soy. Si me está engañando es que yo soy. Para que yo pueda vivir en el engaño, ¿qué tiene que ocurrir? Que yo exista. Y esto no es una argumentación exactamente. No se trata de que haga él un argumento. Para dudar hace falta existir. Yo estoy dudando, luego tengo que existir. No se trata de que haga este argumento. Lo que está haciendo Descartes es algo un tonto como más sutil. Descartes está invitándonos a que dirijamos nuestra mirada en una determinada dirección. Nuestra consciencia normalmente está dirigida hacia el exterior. Miramos hacia el exterior, por ejemplo mediante actos de percepción. Pero nuestra mente puede hacer otra cosa absolutamente fascinante. Puede hacer nuestra mente y que sepamos ningún otro ser animal lo puede hacer. Se podría discutir con algunos primates si también lo tienen. Que es la autoconsciencia. Nosotros somos capaces de darnos cuenta de nosotros mismos. De tal manera que, en vez de dirigir la atención hacia afuera, hacia el exterior, podemos volver la mirada atencional hacia adentro. Hacia nuestro interior. Hacia un lugar extraño. Hacia un ámbito extraño en donde está el qué. En donde está el dudar, el recordar, el pensar, el querer, el desear. Cuando yo estoy deseando puedo darme cuenta de que estoy deseando. Puedo darme cuenta del objeto de mi deseo y eso es dudable. Pero puedo darme cuenta de que estoy deseando y eso es indudable. Cuando estoy recordando puedo atender al objeto recordado y eso es cuestionable. Pero puedo también observarme o estar recordando y eso es indudable. Para todo acto mental cabe esto, ¿verdad? Que yo lo esté iluminando, lo esté mirando con la autoconsciencia. Entonces cuando yo miro con mi autoconsciencia los contenidos de mi mente ya sé sin ninguna duda que soy. Entonces no cabe, pero entonces no me cabe duda de que si me engañas que yo soy. Y engáñeme cuanto quiera, nunca podré hacer que yo no sea nada mientras yo esté pensando que soy algo. Esto es el cógito, por favor. Lo tenéis que recordar, ¿eh? El cógito. La mente propia autoconsciente, ¿no? Mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición, esta frase, yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu, en mi interior. Ya tenemos entonces esta primera verdad que es como el axioma de las matemáticas, lo que decíamos antes, ¿no? Es la verdad más absolutamente fundamental. La primera verdad que se capta, repito, por un acto de intuición. Vamos a verlo de manera un poquito sistemática. Fijaros en este esquema, el cógito, ¿verdad? ¿A qué nos referimos con esto? Bueno. Con esta palabra, cógito, nos queremos referir a dos cosas. En primer lugar, a una primera verdad, a una frase que se presenta teniendo una calidad epistémica, una calidad en relación al valor de verdad altísima, ¿no? Extraordinaria. Y es la frase que todos sabemos. Pienso luego existo, ¿vale? Pienso luego existo. Pero además también, cuando hablamos del cógito, nos estamos refiriendo a la realidad a la que se refiere esta frase. ¿De qué habla esta frase? ¿De qué escenario, a qué ámbito de lo real se refiere esta frase? Pues a la mente, ¿no? A la mente. ¿Pero qué mente? Pues a la mente propia autoconsciente. Mente propia, apuntando aquí, había que añadir autoconsciente. Mente propia autoconsciente. Eso es el cógito, ¿verdad? Si no estuviera esta capacidad de la mente, fijaros en este detalle. Si no estuviera la capacidad de la mente de atenderse a sí misma, de mirarse a sí misma, de darse cuenta de su existir, entonces obviamente no tendríamos el cógito, no tendríamos la primera verdad y todo tendría que ser o podría ser cuestionable. Todo sería dudoso. Ocurre que no todo es dudoso, porque hay una realidad que es capaz de captarse a sí misma cuando está existiendo. Y esa realidad es la mente propia autoconsciente. Y es indudable, porque ni siquiera la hipótesis del genio maligno la puede hacer. Bueno, nos la puede cuestionar. Ni siquiera él. Si nos damos cuenta, ¿no? Si nos dejamos llevar por esta sugerencia de Descartes de no atender al mundo, sino hacer un giro con la capacidad atencional y mirarte hacia adentro. Si sigues esta recomendación, descubres un territorio magnífico, maravilloso. Que es el de los contenidos de tu autoconsciencia. Con una palabra mesecilla descubres tu mente. ¿Y cómo se capta? Como os decía antes, por un acto de intuición. Un acto de intuición. No por un acto de razonamiento o de deducción. Insisto, que no es por un razonamiento o una deducción. Es por un acto de ver. La intuición es el acto de ver. Es un acto de ver. Pero fijaros que con esa frase o a esa frase podríamos... Mejor, lo voy a decir mejor. De esa frase podríamos decir que es cierta de tres maneras. Por ejemplo, si se lo contáis a un amigo o a un familiar, le contéis a un familiar esto que hace Descartes y le decís pues Descartes piensa que la frase pienso lo que he visto es cierta. Vuestro familiar puede decir ah, vale, lo hice. Descartes y lo dices tú. Pues de acuerdo. Yo no veo que sea cierta, pero si lo dices tú tengo confianza en ti. Será verdadero como de todas las frases. Tú puedes tener fe en su verdad. Puedes tener simplemente fe. Esa es una posibilidad. No es lo que hace Descartes. Obviamente él no defiende la legitimidad de esa frase por un acto de fe. O podrías argumentar. Podrías hacer un razonamiento que te llevará a concluir que esa frase es cierta. Esa sería otra posibilidad que fuera consecuencia de la razón, pero de la razón deductiva. Fijaros en la sutileza del asunto. Descartes tampoco hace eso. Lo que hace Descartes es, repito, ofrecernos cierto tipo de reflexiones, de meditaciones, dice él. Meditación significa aquí esto, reflexión pausada, despacio. Cierto tipo de meditaciones o reflexiones que te invitan a mirar en una determinada dirección. Repito, a mirar. Es como si te cogiera de la cabeza y que te pusiera delante de algo de un territorio y te diría mira, mira, mira, mira esto. Pues eso es lo que nos ha hecho a la duda metódica. Y hacia dónde hemos mirado? Hacia el interior. Otra vez esta palabra interior y exterior. Miramos hacia el interior. Y cuál es nuestro interior? Nuestro interior no es los pulmones. Es el interior de nuestro cuerpo, pero no estamos mirando el interior de nuestro cuerpo. Nuestro cerebro es el interior de nuestro cuerpo, de nuestra cabeza también. Ahí está una cierta forma de interioridad, pero esa es una interioridad física y no es esa interioridad en la que está pensando Descartes y a la que él nos invita. Es una interioridad más extraña. Y todos tenemos acceso a esa interioridad y nadie distinto a nosotros mismos tiene acceso. Tú no te puedes meter en la mente de la otra persona. Puedes deducir sus estados mentales. Pero no la mente de la otra persona. La otra persona, sin embargo, tiene acceso directo, directo, inmediato a ella misma y a ese acceso directo o inmediato se le da el hombre de autoconciencia. Es también la introspección, como quieras llamarlo. Y es una consecuencia de la intuición. Bueno, primero a ver esto. Ya Isabel no lo vimos el otro día. Eduardo, Vanessa, Isabel. Me seguís? Se entiende esto? Este asunto? Fijaros que es fascinante, porque como dijimos el otro día, la propuesta de Descartes tiene que ver con dos grandes asuntos. Primero, la investigación acerca de la verdad. Esto es lo que más claramente se ve, que está investigando la verdad y al encontrar una verdad absoluta, ya tenemos aquí una verdad absoluta. Es absolutamente cierta, aunque todo lo demás sea cuestionable. La verdad absoluta es, pienso lo que insisto, pero luego la investigación es más rica, porque también le lleva a investigar cómo tiene que ser un sujeto para que pueda reconocer una verdad absoluta. Es este el asunto. Y esto es bien interesante porque nos compromete. Tiene que ver con una pregunta que yo me puedo hacer. Yo me puedo hacer la pregunta y me la hago, que me interesa cuando filósofo, por decirlo así. Me interesa muchísimo este asunto. ¿Qué soy yo? Haceros esta gran pregunta. Y no desde el punto de vista psicológico, sino desde el punto de vista como más radical que el de la psicología. Desde el punto de vista, podríamos decir, metafísico. ¿Qué tipo de realidad profunda hay en mí? Yo soy cuerpo, soy una apariencia, soy un sueño de un genio que puede estar soñando en mí, o de otro ser que puede estar soñando en mí. ¿Cómo es mi realidad? Bueno, aquí ya tenemos la respuesta de Descartes. Va a decirnos Descartes. Lo que yo soy de verdad no es el cuerpo, no soy cuerpo, soy mente. Sí, soy sujeto, pero ¿qué tipo de sujeto, Isabel? Bien, ¿no? Pues un sujeto psíquico, mental. Soy una mente. Claro, también podemos... Eso es, un sujeto pensante, muy bien. Una res cogitans. Una sustancia pensante. Eso es lo que yo soy. ¿Vale? Hola, Beatriz. Tenemos también a Beatriz por aquí. Estupendo, ¿no? Una sustancia pensante. Por tanto, fijaros, esas dos cuestiones son absolutamente fundamentales. Y vamos a ampliar un poco más la noción de pensamiento. Cuando Descartes dice pienso, luego existo, no se está refiriendo con lo de pienso al pensar en sentido estricto. No se refiere únicamente al pensar en sentido estricto, al razonar. Esa palabra es una palabra que tiene un uso de un uso genérico, ¿no? Beatriz, no te preocupes. Estamos viendo ahora este esquema que tienes delante y habíamos descubierto el cogito, la primera verdad para Descartes, que se expresaba en la frase pienso, luego existo, ¿vale? Y decimos que con lo de pensar se está refiriendo a todo contenido mental, de tal forma que puedes encontrar frases equivalentes a la frase pienso, luego existo y que tengan la misma calidad epistémica. Esta palabra es un poquito técnica. El epistémico es lo relacionado con la verdad, ¿vale? ¿Qué otras frases tienen la misma calidad en relación a la verdad? Pues la frase recuerdo, luego existo, deseo, luego existo o incluso para ponernos un poco dramáticos, ¿verdad? Y esto, Eduardo, en relación a lo que decías tú antes. Sufro, luego existo. Eduardo, en relación a eso. Tengo dolor, luego existo. Siento dolor, luego existo. Esa frase vale igual que la frase pienso, luego existo. Sin embargo, si yo digo me duele la muela, luego existo, ¿vale lo mismo? A ver, venga, vamos a profundizar un instante en este asunto con esta pregunta. La frase me duele la muela, luego existo, ¿vale lo mismo que siento dolor? ¿Luego existo? Sí, Eduardo, vale igual. ¿Tú crees? Pues siento deciros no. No vale lo mismo, ¿no? ¿Por qué no? No, porque la frase siento dolor de muelas está hablando de las muelas. Si digo me duele la muela. Me duele la muela, luego existo, estoy hablando de mis muelas. No solo que esté hablando de una cosa concreta. Estoy hablando, Isabel, de algo físico. Las muelas es algo físico. Y como es algo físico, me puedo equivocar. Y de hecho, puede que haya otra persona, hay otra persona más cualificada que yo para decir si esa frase es verdad. En cierto modo, esa frase que es el dentista. Porque cuando voy al dentista y le digo que me duele la tercera muela que tengo por aquí en el lado izquierdo, me puede decir el dentista no, no, no. Usted se equivoca porque no tiene, no tiene muela. Me puede corregir como el otro día decíamos también. No, si tú dices me duele el riñón izquierdo. Te puedes equivocar, aunque suene raro. Esto hay personas que les pasa. Te puedes equivocar porque puede que no tengas, aunque suene raro, no tengas el riñón izquierdo, te falte un riñón y tú no lo sepas. Y el médico te va a corregir esa afirmación. Y esto por qué? Porque estás hablando, estás hablando de algo físico. Sin embargo, si tú dices realmente tengo dolor, sin hacer una atribución a tu cuerpo de ese dolor que tú tienes, el dentista no te puede corregir. No te va a decir el dentista no, no, usted no tiene dolor. Tú le puedes decir hombre mejor que yo no lo vas a ver. Usted podrá saber mejor que yo si tengo una muela o no, como es mi muela, pero si tengo dolor, eso no me puede corregir. Igual que con el deseo, Isabel. Tú puedes, se puede dudar del objeto de tu deseo, el objeto de tu deseo. Puedes cuestionarlo. Puede que no exista el objeto de tu deseo, verdad? Y hay gente que tiene deseos y de muy distintos tipos, deseos hasta sexuales, de objetos que no existen, que son producto de su fantasía. Entonces puedes dudar del objeto o puedes desear. Puedes desear, por ejemplo, esta tarde ir a la tienda a comprar el pastel de chocolate que has visto. Estaba llenando y vas luego por la tarde a la tienda porque tienes el deseo de comprar. No vas a la tienda a comprarlo y ya no existe ese pastel de chocolate porque alguien lo ha comprado, ya no está el objeto de tu deseo. Se puede cuestionar, pero tu deseo no. El deseo no es exacta, no es físico. Lo físico lo puede promover, pero es también algo de la mente. Algo que está en el interior de tu mente. Vale. Entonces, por favor, fijaros también en este hecho. Que la palabra pienso ahí está utilizado de un modo ambiguo y genérico, como cuando te pregunta alguien Oye, ¿qué estás pensando? Si te hace esta pregunta, ahí la palabra pensar no se refiere solo al razonar. Le puedes decir Joder, pues mira, es que estoy ahora acordándome de una cosa que me pone triste. Entonces lo que haces es contar tu vida mental. Me pone triste y deseo quitarme este acuerdo, por ejemplo, que hablas ahí también del deseo. Estás contando tu interior, tu subjetividad, el interior de ti, tu mente. De acuerdo? Bien. Además, también con el cogito. Fijaros en este punto y lo vamos a ver en el texto siguiente, que es muy importante porque Descartes no dice, no dice simple, no dice el pienso, luego hay pensamiento y ya está. O uno no dice. Recuerdo, luego hay recuerdo. No dice Descartes hay pensamiento, dice hay una sustancia pensante, porque además de existir, le queda una tarea muy importante a Descartes. Muy importante. Él sabe que existe y tiene que investigar en qué consiste. Son dos cosas distintas, verdad? El existir y el consistir en una cosa es el existir y otra cosa es el modo de existir. La realidad que existe. Y Descartes investiga esto. Qué realidad tiene el pensado? Lo investiga y aquí, claro, esto ya se puede cuestionar un poquito más lo anterior. Yo creo que es indudable, no? Indudable. Pero aquí lo que le pasa a Descartes es que se le introduce ahí casi de tapadillo. Yo creo que es insuficiente, me parece a mi, es un poco atrevido decirlo y cuestionar a gran Descartes, pero es insuficiente como apoyo y reflexión. Introduce nociones tradicionales que él había aprendido, nociones filosóficas en categorías filosóficas que él había aprendido con los jesuitas en el Colegio de la Fe, es que le enseñaron, los jesuitas le enseñaron filosofía y qué filosofía le enseñaron? La filosofía aristotélico otomista. Y la filosofía aristotélico otomista. A ver si me decís, me contestáis esta pregunta. Qué categoría filosófica fundamental? Utilizaba para entender la realidad? Qué categoría filosófica, qué concepto filosófico fundamental utilizaba la filosofía aristotélico otomista para etiquetar la realidad, para comprender la realidad, la naturaleza? No, no, no exactamente otro. Estudiaba la naturaleza, pero también otras entidades y en el caso de. Pero qué concepto metafísico era un concepto fundamental? Qué concepto metafísico? Era absolutamente fundamental. Lo recordáis? No? El concepto, bueno, antes de que lo diga yo, sí. A ver, decídmelo, por favor. Sí, Isabel, Eduardo, Vanessa, Beatriz. Cuáles empiezan por ese que sirve el concepto de que una cosa tiene un color, no la realidad en la que descansan los colores. La realidad en las que descansan los accidentes y las propiedades. Cómo se llamaba en la terminología filosófica de Aristóteles? Tenemos dos niveles de la realidad, el nivel de las. Eso es Isabel, ahí está, no? Sustancia. Esa es una categoría propia de la filosofía aristotélico otomista. Aristóteles cree que en el mundo hay sustancias y Santo Tomás también. Esto se puede criticar Nietzsche, por ejemplo, no niega Hume, del que vamos a hablar enseguida, el siguiente autor. Hume lo va a rechazar y vamos a ver un poco por qué. Pero Aristóteles y Santo Tomás no. Y ahora Descartes la va a emplear, emplea esta noción. Y cuando se pregunta ¿qué soy yo? Ha descubierto que existe y cuando se pregunta ¿en qué consisto? Descartes va a decir pues consisto en ser una sustancia, pero pensante, una res cogitans como he puesto antes, verdad? Res cogitans. Esto significa una expresión latina. Res significa cosa, no? Soy una cosa pensante, una sustancia pensante. ¿Vale? Fijaros cómo lo dice el texto de la página 188. Pertenece también a las meditaciones metafísicas. Cuando veis el comentario, insisto que tenéis que decir algo también del título. Es la obra fundamental de Descartes, la más importante. En ella se ve la duda metódica, se ve el cogito, se ve también la concepción del hombre como ser fundamentalmente. Psíquico, mental, como teniendo mente, como siendo una res cogitans, quiero decir. En esta obra también Descartes demuestra la existencia de Dios. Bueno, es una obra muy, muy, muy, muy importante. Y tenemos este texto en la meditación segunda. Dice ¿qué soy entonces? Ya sabe que existe y se pregunta ¿y qué soy? Una cosa que piensa, subrayadlo bien, por favor. Y ponéis a un lado res cogitans, sustancia pensante. ¿Y qué es una cosa que piensa? Y ahora viene lo que hay en la mente, ¿no? Isabel, Eduardo también, Beatriz y Vanessa. Es una cosa, ¿qué es una cosa pensante? Una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también. ¿Y qué siente Eduardo? Lo de sentir le pertenece a la mente. Isabel, lo de querer, lo de querer y desear también le pertenece a la mente. Claro, repito que igual la palabra más cómoda que nosotros tenemos para traducir este título de res cogitans o una cosa que piensa, pues es la palabra mente. Soy básicamente mente, sobre todo soy mente, esa es mi identidad. Y por mente entendemos una entidad capaz de autoconsciencia. Esta nota o característica es fundamental, autoconsciencia. Sin duda no es poco. Si todo esto pertenece a mi naturaleza. ¿Y por qué no habría de pertenecerle? ¿Acaso no soy el mismo que duda casi de todo, que entiende, sin embargo, ciertas cosas, que afirma ser esas olas las verdaderas, que niega todas las demás, que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas aún contra su voluntad y que siente también otras muchas por mediación de los órganos del cuerpo? Esto es lo que yo soy, una mente autoconsciente. Pero fijaros también que el descubrimiento del cogito no sólo supone el descubrimiento de una verdad. La frase pienso lo existo y otras análogas que hablan de la mente propia. No sólo consiste o además consiste también, decimos, en el descubrimiento de que uno es mente autoconsciente, sino que además también le sirve a Descartes para descubrir el criterio de verdad, un criterio de certeza. ¿Qué es un criterio de certeza? Es un criterio que tú puedes utilizar para distinguir lo verdadero de lo falso. Hay distintos criterios de verdad. Por ejemplo, los niños pequeños tienen como criterio de verdad el pensar que es cierto lo que dicen los papás. Ese es el criterio de verdad de los niños. No es como muy buen criterio, porque los padres son falibles y a veces no saben todo y están equivocados. A veces engañan, como cuando cuentan las historias de los Reyes Magos. O otro criterio sería decir es cierto, es verdadero lo que cuenta la tradición, la costumbre en la tradición. Tampoco es muy buen criterio. La tradición puede estar equivocada. Han creído tanta gente, tantas cosas falsas nuestros antepasados que luego has tenido que corregir. Otro criterio es la autoridad de muy distintos tipos. El profesor, profesor también se puede equivocar. Un libro de texto también se puede equivocar. La autoridad religiosa, también ahí vemos que se puede equivocar y ahí tienes fe propiamente fe. No tienes propiamente convicción. Otro criterio de verdad sería el afirmar que algo es verdadero cuando se puede demostrar. Ahí estaría Descartes. Descartes acepta ese criterio de verdad. Será verdadero lo que tú puedes demostrar. Pero aún hay algo como mucho más básico y más fundamental como criterio de verdad. La evidencia, la evidencia. Lo teníamos también puesto por aquí antes. Descartes, cuando hablábamos de las reglas del conocimiento, esta regla que tenemos aquí, la regla de la evidencia. Regla de la evidencia es fundamental y esta regla Descartes la descubre como siendo muy válida, siendo legítima, siendo legítima porque ve qué es lo que le ocurre cuando experimenta la verdad, pienso o no insisto. Y se observa a sí mismo y dice a ver qué es lo que hay en mi mente cuando yo estoy experimentando, estoy viendo, estoy viendo que es cierta la frase pienso o no lo insisto. Cuando estoy viviendo esa verdad, por decirlo así, cuando yo vivo esa verdad, qué hay en mi vivencia, en mi mente en ese momento? Pues él ve que hay dos. Bueno, eso es la evidencia que es evidente. La evidencia es el ver directamente la verdad de algo. De acuerdo, no indirectamente, solo es ver. Es afirmar que algo es cierto porque lo tienes delante. Eso es tener evidencia, afirmar que algo es cierto porque lo tienes delante y no porque lo digan otros o etcétera, etcétera. Y cuando tienes delante, cuando tienes delante al objeto, entonces puedes decir de él que es claro. Fijaros en estas dos características. La claridad y la distinción son las notas de la evidencia. Las características propias de la evidencia. Lo tenéis en la página 185 del libro también. Se habla de las reglas del método. De acuerdo, la primera regla, la regla de la evidencia. Y ahí se habla de la claridad y la distinción. Insisto que esto de la claridad quiere decir el tener delante un objeto. Olvidaros un poco del significado bueno, no filosófico que tiene la palabra claridad. Ahora es simplemente esto que llama Descartes claro a lo que ocurre en tu mente cuando tú estás viendo un objeto con tu percepción o con tu intelecto. Podríamos distinguir igual la evidencia física. Bueno, mejor la evidencia sensorial sensible. Es decir, así podríamos distinguirlo. Voy a poner aquí no evidencia sensible y evidencia intelectual. Estas dos formas de evidencia son dos formas de ver. La evidencia sensible es ver con los ojos físicos. Entonces, como yo tengo la mesa delante, la mente, la mesa se me presenta con claridad. Vale. Y luego hay un ver también intelectual que se puede mostrar muy claramente con el cogito. Entonces, cuando yo estoy mirando hacia adentro, veo lo que hay en mi mente, tengo una evidencia intelectual. Y es lo que ocurre también con los primeros principios. De acuerdo. Esa sería la claridad y luego la distinción. Pues una evidencia es, decimos, distinta. Cuidado también con esta palabra que es un poco un falso amigo. Y puede inducir un poquito al error. Es distinta cuando el conocimiento describe exactamente y nada más que lo que se está observando, que lo que se ofrece a la experiencia. Vale. Si yo voy por la calle y veo a una persona y digo policía porque veo a alguien con un informe. A ver, estoy ofreciendo un conocimiento distinto. No, porque ahí hay interpretación. Porque puede ser. Puede ser que alguien esté disfrazado de policía y no seas policía de verdad. Haces tú como una interpretación. Estás añadiendo más. El ideal de evidencia es que cuando tú cuentas algo sobre lo que estás viendo, estés diciendo únicamente nada más que lo que ves, que lo que se te muestra. Y no aquello que tú deduces que acompaña a lo que se te muestra. Aquello que tú interpretas. Se trataría de un conocimiento sin interpretación, sin que se te cuelen otras ideas o pensamientos preconcebidos. Cuando te pasa esto y Descartes creía posible, Nietzsche lo va a negar. Habrá algunos autores que van a negar esto. Pero Descartes sí cree posible tener evidencias. Tener conocimientos en los cuales el objeto al que te refieres lo tengas delante y que además digas tú solo lo que tú estás viendo y nada más que lo que se te está ofreciendo en el acto de intuición. ¿Vale? Por tanto, claridad sin distinción. ¿De acuerdo? Has ganado también esto. Bien. Bueno, pero ¿qué tenemos que hacer ahora? Fijaros lo que tenemos que hacer. Algo muy, muy importante, porque mirad otra vez el cuadro. ¿En dónde estamos ahora? Estamos aquí, la mente propia y las ideas. Nos hemos quedado aquí aún. Pero Descartes en este momento, ¿eh? Porque dijimos que esto es una historia que nos está contando Descartes. Algo que él vivió y que tiene distintos momentos en el tiempo. Hemos perdido el mundo. Estamos aquí, ¿eh? Hemos perdido el mundo. Hemos descubierto la verdad fundamental. Piénsalo o existo. Hemos descubierto también qué es lo que nosotros somos. Lo que uno es, lo que yo soy. Me tengo que poner en primera persona. He perdido el mundo. He descubierto una verdad, la verdad. Piénsalo o existo. He descubierto qué es lo que yo soy. Mente autoconsciente. He descubierto un criterio de verdad, que es la evidencia. Pero aún no sé si existe el mundo. Estoy aún solo. He perdido el mundo. Fijaros en esta palabra solipsismo. Es la teoría filosófica según la cual sólo existe uno mismo y el resto de realidades es cuestionable, es dudosa. Esto es tremendo. Esta teoría es tan tremenda. En cierto modo, podríamos decir así tan triste y tan alocada o enloquecida que ningún filósofo la ha defendido. Han tanteado, se han acercado algunos filósofos a esta tesis y han dicho cosas bien diversas los filósofos. Pero es una especie de soledad filosófica tan radical que resulta imposible de aceptar prácticamente desde el punto de vista. Casi esta moral. Yo tengo hijos y si defendiera el solipsismo tendría que creer. Que no existen mis hijos. Y esto es terrible. Como todos los padres, las personas a las que más quiero en el mundo, las que más quiero en el mundo y que no exista. Es muy duro eso. Cómo puedo aceptar esta teoría filosófica? Choca contra mis convicciones más elementales. A ver, Isabel, contesta tu pregunta. Contesta esta pregunta. Lo defendió Descartes. Qué tendrías que decir? A ver, mira el cuadro. Mira todo esto. Qué dirías si estás mirando todo este esquema? Qué dirías? Yo lo voy a contestar, pero arriesga un poco una respuesta a esta pregunta que haces. Qué dirías? Si quieres te puedes poner el micrófono para contestarlo como lo has dicho antes. Qué dirías? O los demás también. Los demás también, por favor. Eduardo, Beatriz, también Vanessa. También lo podríais contestar. Diría que no es muy bien Isabel. Eso es, eso es en este momento de la duda metódica. Fijaros que estamos aquí en este momento ha caído en el solipsismo, pero es una posición filosófica tan extrema y tan contraria a las condiciones absolutamente elementales y básicas de las personas que tiene que superarlo. Descartes hace algo para superar el solipsismo. Lo hace algo. Recupera el mundo. Eso es, recupera el mundo. Y como ahora viene también algo que parece como arte de magia por arte de magia. Cómo recupera el mundo? Cómo es posible recuperar el mundo que has perdido con la duda metódica? A partir de la idea de que existes tú, de que existe la mente propia autoconsciente. Bueno, pues examinando el interior, esto lo dice. Lo dice Descartes también en la meditación. Tienes metafísicas en otros textos, no? A ver un momentito. Estoy buscando textos. Bueno, me voy a saltar ahí en la página 192. Hay también un texto bueno, tiene importancia menor, menor. Entonces casi no lo voy a leer para leer otro que viene a continuación y lo cuento con mis palabras. Verdad, entonces Descartes tiene que mirar a ese interior. Tiene que mirar. No le queda otra. Porque sólo sabe que existe él y lo que hay en su interior, no? Y hace un examen de lo que hay en su interior. Reflexiona sobre lo que hay en su interior. Y qué encuentra? Encuentra contenidos en su mente para referirse a los contenidos en su mente. Utiliza la palabra idea. Idea es todo lo que hay en la mente. En particular lo que tiene contenido objetivo, lo que sirve para representar cosas. Pero bueno, en general podríamos decir. Que es todo lo que hay en la mente. Y se trata de darse cuenta de que las ideas, en particular de los contenidos de la mente, aquellos que tienen carácter representacional, que aspiran a ofrecernos verdades sobre el mundo, sensaciones, recuerdos, fantasías, pensamientos, conceptos, imágenes, verdad? Todo eso se engloba bajo la palabra idea en la jerga, en la terminología filosófica de Descartes. Y dice voy a examinar mis ideas, a ver cómo son. Y encuentra que algunas son construcciones suyas, productos de nuestra imaginación. Yo ahora cierro los ojos y me estoy imaginando una casa con un tejado azul. Verá esta idea? Esta imagen que tengo es una creación de mi imaginación y recibe el nombre de facticias. Son las ideas facticias, productos de nuestra imaginación. Vale? Claro, estas ideas no me garantizan que exista el mundo. Por mucho que yo tenga la imagen de una casa con un techo azul, eso no quiere decir que exista en el mundo una casa con techo azul. No me sirve para salir de mí al mundo, ¿no? Luego hay otras ideas que parece que vienen del mundo, que advienen, que advienen del mundo, no que han sido fabricadas por mí, sino que advienen del mundo, que vienen del mundo. Por ejemplo, ahora tengo la sensación de verde, porque estoy percibiendo la mesa. Tengo la percepción de la mesa, tengo la sensación visual de verde y digo bueno, es que la percepción, esos contenidos sensoriales me vienen del mundo. Tienen un origen empírico, son consecuencia de la experiencia, ¿no? Como la idea de mesa. Pero estas ideas tampoco son legítimas para recuperar el mundo. A ver, una pregunta, no sé si es un poquito difícil. ¿Por qué nos sirven las ideas adventicias, como las sensaciones que tenemos? Cuando miramos el mundo para salir de mi mente y poder afirmar que existe el mundo. ¿Por qué? En este momento de la duda metódica, ¿eh? ¿Por qué no? ¿Por qué yo no lo puedo afirmar? Venga, si os ocurre. Yo estoy viendo la mesa. ¿Y por qué el hecho de ver la mesa no me puede garantizar que en el mundo haya mesas? El que yo diga que es verdad que en el mundo hay mesas. ¿Qué contestaríais? Venga. Beatriz, Eduardo, Vanessa, Isabel. ¿Qué diríais? Repito otra vez la pregunta. ¿Por qué? Por el hecho de que yo ahora digo veo una mesa. Puedo decir también existe la mesa. Eso no es correcto. Por el hecho de percibir la mesa. Eso no es garantía de que en el mundo exista mesa. Por el hecho de tener la idea adventicia mesa. Que parece provenir de la... Se necesita que sea evidencia. Eso es. ¿Y qué pasa con el ver la mesa? ¿Se puede cuestionar el ver la mesa? ¿Me contestáis? ¿Descartes ha cuestionado el ver la mesa? Mirad el esquema. Sí se puede cuestionar, Isabel, ¿no? Se puede cuestionar. En este momento aún Descartes puede cuestionar que exista la mesa porque podría... Fíjate en el esquema. Fijaros en el esquema. Estamos aquí aún y por tanto aún sigue variando esto, ¿no? Se puede cuestionar. Porque puede ser que esté soñando que hay una mesa. Que en realidad estas sensaciones, aunque yo no me dé cuenta, sean una construcción de mi mente. Recordad lo que hemos dicho antes. Cuando yo veo la mesa, la mesa no entra en mi mente. Yo tengo sensaciones de mesa. Pero ¿quién me garantiza que a esas sensaciones de mesa le corresponde una mesa? Puede ser que no exista, que no exista el mundo, que no exista la mesa y que sea una construcción de mi mente, Eduardo. Esto puede ser. ¿Quién te garantiza que aunque tengas sensaciones de mesa, exista la mesa? Porque las sensaciones de mesa tú las puedes tener sin que existan mesas, como cuando sueñas en una mesa. Pero viene por intuición sensible. La intuición... Fijaros en este detalle. La intuición sensible es falible. Esto es muy importante. Voy a ponerlo aquí para que quede de atrás. Intuición. Lo digo, lo voy a poner aquí. La intuición sensible es falible. Dudar de ella, ¿vale? Es la percepción. La intuición intelectual no, ¿vale? La intuición intelectual no es falible, pero la sensible sí. Porque podría ocurrir que todo fuera un sueño. Por tanto, no nos sirven las ideas adventicias. No valen las ideas adventicias para recuperar el mundo. Tampoco valen las ideas facticias. Y si en mi mente sólo hubiera ideas de este estilo, si en mi mente sólo hubiera ideas creadas claramente por mí, ideas que parecen venir del mundo pero que no está claro si vienen del mundo, entonces no podríamos recuperar el mundo. Pero Descartes cae en la cuenta de que hay algunas ideas muy raras, muy, muy extrañas, en particular la idea de infinito. Ideas muy raras como esta. La idea de infinito. Y se pregunta, ¿de dónde me viene a mí esta idea? La idea de infinito. ¿De dónde me viene? ¿Cómo es posible que esté en mí? Un momentito. A ver. Sí, bueno, lo tenemos por aquí. Enseguida paso para este esquema. Pero vamos a quedarnos con este concepto. ¿Cómo es posible que yo tenga en mí? Haceros esta pregunta, que es tremenda. Yo tengo la idea de infinito. Todos tenemos una idea de infinito, de algo que carece de límites, que tiene absoluto poder y es desmesurado. ¿Y de dónde nos viene esta idea? Dice Descartes cuando la investiga, no puede ocurrir que sea una construcción de mi mente. No es una construcción de mi mente, porque mi mente es finita y sé que yo soy finito, limitado, porque me equivoco. Fijaros qué noticia tiene él de su contingencia para utilizar una noción tomista, ¿verdad? Descartes se da cuenta de que es contingente, pero no porque pueda enfermar o morir. Sino porque se da cuenta de que duda, muy propio del racionalismo. Dice yo me doy cuenta de que soy limitado porque dudo, porque no vivo en la verdad plena, ¿no? Si no fuera ilimitado, sino que fuera infinito como un dios, entonces no tendría dudas ninguna, ¿verdad? Viviría en el conocimiento absolutamente pleno. No vivo en el conocimiento absolutamente pleno, sino que me puedo equivocar. Luego soy limitado y si soy limitado no puede ni descansar obtener en origen la idea de infinito. En mí no se puede originar la idea de infinito. Y tampoco la puedo obtener del mundo exterior. No es una idea adventicia. La idea de infinito no es una idea adventicia. No puede tener un origen empírico. ¿Por qué? Porque el mundo que yo creo ver es limitado. En el mundo no veo nada. No tengo de nada experiencia como siendo infinito. Todo lo que yo tengo experiencia, de lo que yo puedo hacer y tocar, etcétera, y que tal vez ni exista, es limitado. Luego tampoco es una idea adventicia. Es una idea innata. ¿Qué significa idea innata? Idea con la que nacemos, que está desde el nacimiento ya en nosotros. Que viene de serie en nuestra mente. Está en nosotros de serie, ¿verdad? Las ideas innatas las rechazan los empiristas, porque para los empiristas la mente es como un papel en blanco. Esto es muy importante que lo recordemos. Es como un papel en blanco, ¿vale? La mente para los empiristas, pero para los racionalistas no. No es como un papel en blanco. Hay algo dentro de nuestra mente cuando nacemos. Todos los filósofos racionalistas defienden esta tesis, cada uno a su manera. El mismo Platón, si recordáis, cuando decía que conocer es recordar, estaba diciendo que ya hay ciertas verdades dentro de nosotros, en nuestra alma. ¿Verdad? Y que cuando las actualizamos y las recordamos, pues tenemos el conocimiento del sentido estricto. Descartes va a hablar algo parecido. No es exactamente lo mismo, pero habla algo parecido. Señalando que, por ejemplo y sobre todo, esta idea, aunque no sólo esta. Las ideas matemáticas fundamentales son también innatas. Pero este es el ejemplo más claro, más rotundo, podríamos decir, más satisfactorio de idea extraña que no se puede explicar como creada por nuestra mente ni tomada del mundo. Y, por tanto, como ya estando en nosotros desde siempre. ¿Vale? Con lo cual, ¿qué es lo que hace Descartes? Fijaros, para recuperar el mundo, esto es muy importante. Continuamos con el esquema. Para recuperar el mundo, ¿qué hace? Lo tenéis a partir de la página 192. La página 192 y 193. ¿Vale? Bien. Lo que hace Descartes es demostrar la existencia de Dios. Utilizando varias pruebas. Las podéis ver también un poco en el libro, yo las voy a citar y bueno, ¿no? La idea de un ser absolutamente perfecto. Dios como el ser absolutamente perfecto. Y si Dios es el ser absolutamente perfecto, pues tiene que ocurrir también que exista. Pero bueno, las que se presentan en el libro son estas dos. La imperfección y dependencia de mi ser y sobre todo el argumento ontológico, ¿no? Que lo tenéis explicado. De nuevo en la página 192, 193, perdón, ¿no? Simplemente las cito un poquito, ¿no? Dice, recuerda un poco a la tercera vía de Santo Tomás. Este argumento de la imperfección y dependencia de mi ser. Dice Descartes, yo me doy cuenta de que soy imperfecto porque dudo, ¿no? Y entonces me tengo que preguntar, ¿y quién ha creado mi ser? ¿Quién ha creado mi ser? Porque si yo soy imperfecto, soy contingente, soy dependiente. No puede ocurrir que me haya dado a mí mismo el ser. Mi ser me tiene que venir de otro lado, ¿no? Claro. Y el ser que me ha creado, ¿cómo tiene que ser? El ser que me ha creado, que me ha dado el ser, el existir a mí, no puede ser a su vez otro ser indigente porque le pasaría lo mismo. Habrá que buscar el responsable de ese ser que me ha creado al ser que me ha creado a mí. Y así podríamos ir exigiendo un fundamento que fuera fundamento de sí mismo y que no estuviera fundado, ¿no? Y ese fundamento que tiene que existir para que se expliquen los otros fundamentos que están fundados es Dios. Esto insisto que recuerda a la tercera vía de Santo Tomás. Si yo soy imperfecto y existo, tiene que ocurrir que exista algo que no es imperfecto para entender mi propia existencia. Porque si todo fuera finito, no podríamos entender qué hubiera ser. Esto es la tercera vía también de Santo Tomás. No lo cuenta exactamente igual, no podemos entrar en detalles. Hay algunos cambios, ¿verdad?, respecto de la tercera vía de Santo Tomás. Pero suena un poco a la tercera vía. Y luego tenemos el famoso argumento ontológico, ¿verdad? Que ya estaba en la Edad Media, como lo tenéis ahí también, en San Anselmo de Cáncer. Es un argumento típicamente racionalista porque va de el concepto a la realidad. Frente a las cinco vías, a las cinco vías de Santo Tomás, ¿no?, que son argumentos a posteriori y que tienen como base la experiencia, tomar nota de una característica del mundo, meter un principio metafísico, luego llegar a la conclusión argumentando de que Dios existe. Frente a esos argumentos a posteriori, el argumento ontológico es un argumento a priori, típicamente racionalista, insisto, porque parte de un objeto de la razón, de un contenido racional, ¿no?, de el concepto de Dios, de la idea de Dios. Si partimos de la idea de Dios como el ser infinitamente perfecto, infinitamente perfecto, y la existencia es una perfección, entonces tiene que ocurrir que Dios exista. Si pasara que la existencia no fuera una perfección, no podríamos concluir que Dios existe. Pero Descartes, y esto un poco se podría llegar a cuestionar también, en todo el mundo suena como muy razonable el afirmar que la existencia da perfección a aquello que es simplemente pensado. Un filete pensado es menos perfecto que un filete real. Un billete de 100 euros real es más perfecto que un billete simplemente imaginado. La existencia parece que da un plus de realidad a lo simplemente imaginado, recordado o pensado. Por tanto, no suena muy descabellado afirmar que la existencia da perfección. Y si resulta que cuando hablamos de Dios nos estamos refiriendo al ser infinitamente perfecto, entonces unimos las dos cosas. Aquí está argumentando, ¿eh? Ahora aquí sí está argumentando. Esto no es exactamente que se capte por intuición, se capta por deducción, la conclusión a la que llega Descartes. Se puede deducir que Dios existe si afirmamos que Dios es el ser infinitamente perfecto, que tiene todas las perfecciones pero sin límite, la existencia es una perfección. Luego entonces tienes que decir que Dios existe. Y es tan absurdo negar la existencia de Dios como negar una montaña sin valle. Si hay montaña, tiene que haber valle. Si no, no tiene sentido el concepto de valle y el concepto de montaña. ¿Vale? Esto ya lo había dicho de una manera también un poquito distinta a San Anselmo cuando San Anselmo, si recordáis, en la Edad Media definía a Dios como el ser mayor que el cual nada puede pensarse. ¿Vale? Bueno, pues recordarlo porque es fundamental el argumento ontológico, rechazado por los empiristas, pero defendido por los racionalistas. ¿Qué es lo que tenemos ahora? Pues que ya podemos decir que no estamos solos. Ahora Isabel y los demás también podemos decir que Descartes ha superado el solipsismo porque puede decir que hay dos seres. ¿Qué dos seres puede decir ahora Beatriz, Eduardo y Vanessa? ¿Qué dos seres puede decir en este momento Descartes? Puede decir que existen, puede decir que existen dos seres. ¿Cuáles son? En este momento. ¿Me contestáis? ¿Qué dos seres en este momento puede decir que existen? Venga, eso es, muy bien, Dios y él, eso es, los dos. No sabe si existen los árboles, los ríos, su familia, su gente, ni siquiera su cuerpo. Pero sabe que existe Dios y que existe él. Y ahora fijaros lo que va a hacer. Yo lo digo así como muy rápidamente. Y aquí muchos dicen que Descartes se ha apresura y esto lo trata de manera flojita, filosóficamente hablando. Pero mira, fijaros en esto. Después de demostrar la existencia de Dios, veis el esquema? Tras la demostración de la existencia de Dios tiene que demostrar la existencia del mundo. ¿Y cómo lo hace? Pues señalando que Dios no sólo existe, sino que existe como siendo el ser infinitamente bueno y veraz. Dios es bueno y es veraz. Y todopoderoso. Y me ha creado a mí. Entonces, ahora vamos a examinar estos argumentos en contra de los sentidos y en contra de la razón. Si resulta que Dios me ha creado a mí y Dios es bueno, es infinito y es veraz. No quiere engañar. ¿Qué podemos pensar de estos argumentos que hemos empleado antes en la duda metódica? Que no valen. Fijaros, tiene este carácter un poco temporal en la argumentación de Descartes. Ahora que estamos aquí, ya estamos aquí, al final de la duda metódica, después de haber demostrado su existencia, la existencia de Dios, la bondad y veracidad de Dios, retoma estos argumentos para negarlos, para cuestionarlos y decir bueno, yo no puedo pensar que todo sea un sueño. Sería una barbaridad. Ni puedo pensar que me haya construido el genio maligno, que me ha dado una razón que me conduce sistemáticamente al error. A ver, ¿qué tendría que pensar del ser que me ha creado? Si me hubiera creado radicalmente mal y me hiciera creer que es real lo que realmente estoy simplemente soñando, como en matriz. Si pasara eso, como en matriz, tendría que decir que el ser que me ha creado, no que no existe, tendría que decir que es un canalla. Es un monstruo. Si resulta que a mí me ha hecho creer que yo tengo hijos, que existen las personas, me ha hecho creer que existen las personas que para mí son objetos muy importantes, absolutamente importantes. Y que existe mi cuerpo también es importante. Yo en este momento no sé aún si tengo cuerpo. Fijaros también este detalle. Yo de mí digo que tengo mente, pero no puedo decir que tengo cuerpo. Pero si resulta que me ha creado un ser que me engaña de esa manera, me hace pensar, creer de verdad que existen mis hijos, que existe la gente, que existe mi cuerpo. Cuando en realidad todo eso, mis hijos y la gente y mi cuerpo es una construcción de mi mente, yo le diría al ser que me haya hecho así, diría es que eres un canalla. Te desprecio, ¿no? No, no puede ser, no puede ser bueno. Tú no puedes ser bueno haciéndome así, ¿verdad? Creer que el holocausto no existe, que las matanzas que estamos viendo ahora en Gaza no existen, en la injusticia y el dolor. El dolor físico del cuerpo también no existe. Todo eso, ¿verdad? Ese ser que me ha creado me haría pensar que existe cuando no existe. Entonces eso es incompatible. Estos argumentos que tenemos aquí son incompatibles con la bondad y veracidad de Dios. Por favor, esto Isabel lo tenemos que recordar. Y Vanessa también, Eduardo, Beatriz también. Lo tenemos que recordar. Estos argumentos que nos permiten dudar de los sentidos y dudar de la razón. Y por tanto, también la hipótesis del genio maligno la rechaza. Ahora ya la rechaza Descartes. ¿Vale? La rechaza. Y por tanto, ¿qué hace? Recuperar el mundo físico. ¿Veis el título? Ya ha recuperado el mundo físico, incluido el propio cuerpo. Puede decir existen los árboles, existen los ríos, la tierra, el sol, las casas, los coches. Existen los cuerpos, existe mi cuerpo, existe la gente, existen mis hijos. Todo eso existe. ¿Y cómo lo hace? Pues mediante la demostración de la existencia de Dios. Hay una fundamentación, fijaros en este detalle, hay una fundamentación teológica, en cierto modo se puede hablar así, una fundamentación teológica de la objetividad del conocimiento. Excepto de la frase pienso y luego existo. La frase pienso y luego existo tiene tanta calidad que no necesita ni siquiera de la existencia de Dios. Para que pueda uno ver que es cierta. Fijaros, es tal la calidad de esa frase que aunque Dios no existiera, yo podría seguir diciendo y existo cuando Dios. Pero el resto de verdades, las verdades a las que se llega mediante deducción, las verdades de las ciencias y la verdad de lo que se nos ofrece a la percepción dependen de la demostración de la existencia de Dios y de su bondad. ¿Vale? Porque la existencia de Dios y su bondad desacredita los sentidos anteriores en contra de los sentidos y de la razón. Esto podemos decir que es una fundamentación teológica, de tal manera que si uno negara la existencia de Dios, entonces no podría salir de la mente. Casi pasa eso con la filosofía moderna y contemporánea, que ya va a negar la existencia de Dios, va a cuestionar la existencia de Dios y por cuestionar la existencia de Dios podrá cuestionar también la existencia del mundo externo. ¿Vale? Pero esto aún no le pasa a Descartes. Esto le pasará en cierto modo al idealismo alemán, ¿verdad? Pero no le pasa a Descartes. ¿De acuerdo? Descartes cree, mirad la estructura de la realidad, cree que existe el mundo, existen las sustancias, sustancias. Este es un término tomista, ¿verdad? Sustancia, bueno, aristotélico-tomista, es aquello que no necesita de otras cosas para existir. Y hay varios tipos de sustancias, la sustancia infinita, que es Dios, y luego las sustancias finitas, que son las mentes y los cuerpos. ¿Vale? Las sustancias tienen un atributo fundamental, un rasgo fundamental. Vamos, tienen un rasgo fundamental que recibe el nombre de atributo. Es la característica absolutamente fundamental. Todo esto lo tenéis a partir de la página 193 también, ¿no? 193 del libro. ¿De acuerdo? Bien, decía que hay un atributo fundamental que sirve para definir a una sustancia. ¿Cómo definimos a Dios? Como siendo el infinito. ¿Cómo definimos las mentes? Casi también podríamos utilizar la palabra alma, ¿eh? Aunque Descartes no utiliza la palabra alma en el sentido tomista, pero en cierto modo también nos puede servir. La característica fundamental de las mentes es la consciencia. Res cogitans, el pensar. Entendiendo por pensar, el darse cuenta de, ¿vale? La autoconsciencia. ¿Y cuál es la característica fundamental de los cuerpos? Pues es la extensión. La extensión, el estar en el espacio. La característica básica de todo lo que es cuerpo, de todo lo que es físico, es el estar en el espacio, ¿vale? Longitud, anchura y profundidad son las dimensiones del espacio, de la extensión. Y luego hay algunas características que se pueden modificar en una cosa. En las mentes, pues puede ocurrir que tengas un acto de memoria. No siempre estás recordando, ¿no? No siempre estás teniendo una emoción, un sentimiento, no siempre estás pensando en sentido estricto. Estos son los modos, las modificaciones variables que están y pueden no estar de las sustancias, ¿vale? O en el caso de los objetos físicos, pues existen, cuidado, esto hay que decirlo así, existe en el mundo físico sólo aquello que se puede cuantificar, sólo aquello que se puede cuantificar. Esto es una influencia de Galileo o al menos participa del espíritu de Galileo también. Matematizante del mundo físico. Sólo aquello que tiene rasgos geométricos y matemáticos existe, porque todo lo demás es más bien como subjetivo, ¿vale? Pero el movimiento, la figura y el tamaño son realidades objetivas. El que los caracoles sean ricos o malos al gusto, eso es algo subjetivo. Pero el que los caracoles se muevan, que tengan un tamaño o una figura, son rasgos objetivos de los caracoles y son rasgos variables si reciben el nombre del modoso, ¿vale? Y en el caso del hombre, ¿qué tenemos en el hombre? A la pregunta, ¿qué somos nosotros?, dirá Descartes. Pues una realidad dual. Defiende Descartes el dualismo antropológico radical, un poco al estilo también de lo que había hecho ya Platón, que también defendía el dualismo antropológico y también bastante radical. El hombre consta de mente y cuerpo. A partir de Descartes, en vez de utilizar la palabra alma, podemos emplear la palabra mente. Mente y cuerpo casi tienen un valor indistinto, sirve para lo mismo. Mente y cuerpo son sustancias radicalmente distintas, totalmente distintas. La mente, los contenidos de la mente no miden nada. El pensamiento de un metro no mide un metro. El pensamiento de un kilo no pesa un kilo. Todo lo que hay en la mente no ocupa un lugar, no está en el espacio. Las características de los cuerpos no se pueden trasladar a las mentes. Y las características de las mentes no se pueden trasladar a los cuerpos. ¿De acuerdo? Bien, Descartes va a rechazar la noción tomista de alma. El alma como principio de vida ya no le sirve a Descartes. Esto es también un detalle importante. Él ya rechaza esta concepción tomista tradicional del alma aristotélico-tomista como principio de vida, porque la vida se puede explicar en términos de la materia organizada, como hace el biólogo ahora que explica la vida de los animales sin hablar del alma. ¿De acuerdo? Y porque además tenemos que entender por alma la actividad del sujeto consciente. Dos sustancias distintas. Bueno, tenemos que dejarlo aquí y nos queda muy poquito. El próximo día continuamos y vamos a pasar a Hume. Entonces leed de Hume todo lo que podáis. Todo lo que podáis hasta la página 209, por ejemplo. A ver si podéis leer de Hume hasta la página 209, hasta el apartado de la crítica a la metafísica. ¿Vale? Muy bien. Bueno, pues lo dejamos aquí y que tengáis muy buena semana. Intentad leer los textos, por favor. Y si podéis hacer algún comentario de texto, pues estupendo. Isabel, tengo unos cuantos comentarios tuyos que te tengo que enviar. A ver si mañana por la tarde te los puedo mandar. Y los demás también enviadme comentarios. Eduardo, tienes que hacer comentario de texto, que hay que entrenarse Beatriz también. Hay que entrenarse más seguidos. ¿Vale? Bueno, Isabel, Vanessa, Beatriz, Eduardo. Pues muy buena semana y lo dejamos aquí. ¿Vale? Bien.