Gracias. Está iniciada. Yo creo que sí, yo creo que sí. Venid aquí, venid un poquito más para adelante, que no os dé miedo, que no vamos a morderos. A los que yo no puedo ahora mirar, porque este es mi ordenador, este es mi ordenador. Puedo mirar lo que los estudiantes están viendo. Sí, pero no puedo. ¿Alguno de vosotros tiene un ordenador aquí? Ah, que hay doce cincuenta. Sí, para comprobar si están los estudiantes. Sí, pues compróbalo por favor, para saber si podemos empezar. ¿Sabes cómo compartir? ¿Sabes cómo compartir o ya te comparto yo? Para que los estudiantes puedan ver tu presentación. Vale, esto se ve. Vamos ahora a dejar de compartir porque voy a presentarte. Espera un poquito. No, no, sí, sí, sí, por supuesto. Pero vamos a ver si nos pueden ver. Te dejo aquí. No, o nos movemos un poquito. Bueno, ¿nos escucháis ahora? Es que estamos solucionando problemas logísticos de última hora. ¿Qué pasa? ¿Nos escucháis ahora? ¿Tengo algo? Vamos a silenciar un momento. Si alguien tiene algún problema. ¿Qué están llamando? Centro de Teruel. Sí, pero tú tienes que entrar. Entra como... No entres por Gmail. Ahora voy. Sí, ahora voy y te digo. Porque lo estoy viendo aquí, pero porque me está haciendo una pregunta. Perfecto. Venga, pues estupendamente. Entonces, si os parece, comenzamos. Pues muy buenas tardes a todas y a todos. Este curso de verano va a hablar durante tres días de estos objetos con poder que, de alguna manera, se encuentran en distintos ámbitos. Por eso hemos puesto en el título palabras tan amplias como arte, religión, antropología y memoria. Forma parte este curso de la escuela de verano que tenemos en Alcañiz. En Instituto de Investigación, Humanidades y Patrimonio UNED Alcañiz, en colaboración con el Centro de la UNED Teruel. Están ahí, están probando el sonido. Están moviéndose por la sala. A ver, ¿escucháis bien desde casa o de los lugares en que estéis conectados? La primera persona que va a intervenir en este curso es Manuel Gutiérrez Estel. Manuel Gutiérrez Estel es catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado toda su vida en la antropología americana, en ámbitos muy cercanos a la religión, pero también a la poesía y otros muchos. Para nosotros es un privilegio comenzar el curso con él porque ha sido maestro. Y ha sido maestro de muchas de las personas que participamos en este curso. Y sin más, le doy la palabra a Manuel. ¿Ya te pongo la...? Voy a pasar ahí. Sí, vas a pasar ahí, pero ¿te pongo a compartir ya? Sí. Vale. Vamos a compartir. Espero que podáis ver la pantalla sin ningún problema. La presentación desde el positivo. Sí, sí, sí. Estamos, estamos. Vale. Y con él, estos dos, estupendamente. Y los otros no se pueden quitar la ventanita. Es que ellos no lo ven. O sea, como es el ordenador de control, ellos ven la pantalla solamente con su diapositiva. Buenas tardes. Muchas gracias, María, por... No tanto por invitarme. No tanto por invitarme, sino por incitarme, por meterme en general es que me gusta este tema de curso tan absolutamente imposible. Muchas gracias a todos también por estar aquí en esta hora. Como han visto, el título de mi intervención se titula Los fetiches de mi cuarto. Y algunos de los que están aquí... conocen mi cuarto, pero otros muchos no, y tampoco me conocen mucho a mí. Por tanto, pueden pensar que los fetiches son una cosa targada de erotismo, pero no es así. Siento decepcionarles, pero no son objetos al servicio de fantasías divinales. La palabra fetiche. Desde luego que tiene una acepción, que se refiere a determinados usos del juego amatorio. Los psicoanalistas clásicos consideraban el fetichismo como una perversión. Esa palabra es una calificación que hoy no nos impresiona tanto como nos impresionaba a los viejos. En ese del siglo pasado. Algo parecido ha ocurrido con la acepción marxista del fetichismo. Ya sea el fetichismo de la mercancía, del dinero o del tiempo de trabajo, se ha vulgarizado hasta tal punto esta concepción del fetichismo que hoy ya no produce ningún escalofrío. No podía producir... El fetichismo es un pensamiento crítico de hace 50 años. Desde luego que Marx, al usar el término fetiche, el fetichismo, tenía en mente los esquemas evolucionistas de Conte, en los que el fetichismo era la primera etapa previa al politeísmo y dentro de ese estadio que llamó teológico o ficticio. Para Conte, los fetiches eran... La cosa primitiva, principalmente africana. En África portuguesa, que es donde se habían atestiguado los primeros idolillos de madera utilizados para hacer el mal. Es decir que desde tanto desde una perspectiva psicoanalítica, como marxista, como etnológica evolucionista, los fetiches y el fetichismo están connotados con un halo, con un halo despectivo. Es frecuente por eso que los críticos tachen de fetichistas a las modas de cualquier tipo. Y en consecuencia hablen del fetichismo de los viajes, del fetichismo de los iPhone, o de cualquier otro artilugio tecnológico. Pero fetiche tiene otros usos. Y algunos de ellos están más en consonancia con el fetichismo. Con el tema del que voy a hablar. Fetiches pueden considerarse esos objetos que principalmente en la infancia, pero también en la adolescencia y casi en cualquier edad de la vida, son utilizados a modo de sostenedores de una identidad precaria, amenazada o simplemente con necesidad o deseo de un poco de exhibición. En estos casos, el campo semántico es concorde o limítrofe con el del amuleto, el talismán o la mascota. El osito de peluche, en el que no puede conciliarse el sueño. La sortija, cuya pérdida provoca desasosiego en las relaciones sociales. El libro bajo el brazo, para mostrar públicamente cierto estatus. La pipa, para acentuar la singularidad con un toque de esnovismo. Todos esos objetos, muchos más, que cada uno sabe, son en algún sentido fetiches. También en el ámbito colectivo hay emblemas como la bandera, la cruz o la estatua del Sagrado Corazón, cuya contemplación produce emociones fuera de lo común. Un incremento del valor, por ejemplo. Una sensación de pertenencia a cualquier tipo de comunidad. A veces se les llama símbolos, pero también son fetiches. En la medida en que su profanación o su pérdida desorganiza en mayor o menor medida a la persona y a su articulación social. Antes de mostrar y describir va a ser una descripción minuciosísima algunos de los fetiches de mi cuarto. Me gustaría hacer algunas consideraciones generales, unas relativas al cuarto y otras al método o forma de describir las cosas. Sobre el contenido de una estancia, la obra pionera que yo sepa es la de Javier de Meso Viaje alrededor de mi habitación de 1794. No sé si alguno lo ha leído pero que lo hayan leído quizás recuerden que un joven oficial que es el propio autor a causa de haber participado en un duelo es condenado a permanecer durante 42 días encerrado en su habitación. Durante esas seis semanas sólo tuvo la compañía no es poco, de su criado y de una perrita para distraerse y disimular el sedentarismo se propone hacer un viaje con distintos recorridos por la habitación en la que vive y describe lo que ve como si se tratara de una expedición por territorio poco conocido y así cuenta cómo es su cama y las mantas que la cubren o el sillón o la mesa y sobre todo los cuadros que tiene en las paredes porque él era pintor también. Ante cada cuadro, describe la escena representada y se deja llevar con las fantasías que le evoca. La obra de Javier Demest tuvo un gran éxito y suele ser considerada como una anticipación paródica de los libros románticos de viaje. El otro libro que he tenido como estímulo reciente de hace cinco o seis años se titula Autorretrato en el estudio de Giorgio Agamben. Aquí no se trata como en el libro de Demest de vocaciones sino de reminiscencias de recuerdos a partir de las fotografías que en las estanterías o en las paredes de los varios estudios de Agamben le permiten no tanto un autorretrato es el título sino unas memorias y reflexiones fragmentarias que vienen a colación de maestros, amigos o colegas académicos. Apenas se citan objetos solamente imágenes cargadas como siempre de recuerdos. El objetivo en cambio de estas páginas que voy a leerles esta tarde es muy diferente del de estas dos obras. No habrá o al menos eso espero ni evocaciones fantasiosas ni remembranzas egotísticas aunque es inevitable que haya pequeñas dosis de ambos ingredientes sin que entorpezcan espero la intención primordial hacer una descripción ajustada de algunas de las cosas que tengo en mi mesa o en las estanterías de mi biblioteca lo que he llamado fetiches. Esta es una vista general enfatizada de mi cuarto. Al optar por el término fetiche en lugar del término más neutro de cosa estoy decidiendo marcar aunque sea de modo táctico su componente afectivo quizá incluso su vinculación con el deseo aunque no sepa a qué clase de deseo se refiere cada cosa quizá al deseo de soñar vidas ajenas e improbables. Esto implica que la descripción que intento hacer de cada fetiche de mi cuarto no puede limitarse de modo estricto a una descripción etnográfica frente a la relación étnica conmigo ¿Por qué es esta relación dicha la clara razón de su presencia en mi entorno en la luz white de mi forma de vida? El reconocimiento de la dimensión afectiva de los fetiches tiene unos límites que no deben ser rebasados tanto por motivos morales como estéticos En ningún caso la descripción que se haga puede implicar la exclusión del otro o los otros que miren o toquen el mismo objeto Es decir la descripción que vaya a hacerse no puede ser una indagación de zonas oscuras del yo sino una simple referencia de las posibilidades de aprehensión de la cosa por algún otro Pero esta posible aprehensión no llega a configurar el significado de la cosa solamente remite a un campo de sentido entre varios posibles y ese campo esa capa del hojaldre que constituye toda significación carece de privilegios e incluso de jerarquía respecto a otros sentidos que pudieran ser inicial Otro límite en la tarea descriptiva que me propongo está referido a la posición espacial Los fetiches de mi cuarto están ahí delante Es este delante esta exhibición la que les proporciona su condición de fetiche Esto excluye a las cosas que puedan estar guardadas en cajones o en el trastero pero no en cambio aquellas que solamente están reservadas o resguardadas de la mirada curiosa Por ejemplo es lo que sucede con la lapa que llevo siempre en el bolsillo de la chaqueta o con el ojo de una máscara de alvarado que llevaba en la cartera con los papeles de clase que tanto le gustaba a Julián y que perdí ambos La lapa y el ojo del cristal aunque no sean accesibles normalmente a la mirada y al tacto ajeno son fetiches cosas que están embestidas por algunos de sus rasgos característicos la vertiente afectiva la aptitud para proporcionar un plus de seguridad en las relaciones sociales pero los fetiches de los que hablamos son cosas los que vamos a hablar son cosas que están siempre delante que han sido elegidas para mostrarse a la vista y es precisamente esta mostración la que constituye la demostración de su condición fetichista las cosas que aún existiendo no son accesibles a mi percepción sensorial están puestas entre paréntesis y mi vida transcurre como si no existieran de un modo intelectivo sé que existen igual que sé que existen los elementos subatómicos o las tormentas cósmicas pero configuran objetos de fe que pueden ser que de hecho son determinantes de mi vida pero hoy no toca hablar de ellas no están en mi cuarto delante de mí los fetiches en cambio además de estar delante son una pieza fundamental en la construcción de un mundo propio su cometido es proporcionar familiaridad hacer que el entorno esté colmado de elementos significativos y no neutros o vacíos al tenerlos delante hago explícita su dimensión afectiva y les despojo de su valor de uso y de su valor de cambio y les confiero en cambio un valor de signo un valor en el que intervienen sus cualidades sensoriales y las asociaciones que puedan conservar que pueda conservar de su propia historia sea conocida o solo impactada tanto su sensorialidad como su historia son accesibles a los otros y por tanto y en esa medida los fetiches son accesos abiertos a mi mundo familiar de esta manera se quedan a medio camino entre lo propio y lo ajeno ese es su privilegio eso es lo que les convierte en una buena materia para pensar el mundo pero para que puedan cumplir con esta función estimuladora de la reflexión es necesario que el estilo descriptivo cumpla con determinadas condiciones tiene por supuesto que ser preciso ajustado lo más posible al objeto pero a la vez tiene que ser evocador de escenarios circunstancias rasgos y entidades que están más allá de lo simplemente visto quiero decir de lo mirado rutinariamente puede pensarse que un buen modelo estaría en baselar por ejemplo su obra la poética del espacio pero ahí apenas hay descripciones precisas lo que hay son asociaciones con textos literarios que tratan el tema de que se trate sea la guardilla la taza sea un cajón sea un armario más cercano a mis gustos está la obra de un poeta de Francisco en especial su libro tengo que dejar las palabras ahí repartí pidesos reparte las cosas pero Pons cuando escribe sobre el guijar o sobre el caracol de un modo admirable en mi opinión escribe sobre el sentido profundo de esas cosas lo que está en mi cuarto en cambio no es nada general no es el guijar no es el caracol son cosas particulares en el doble sentido de la expresión particulares porque me pertenecen y particulares porque son ellas y no otras parecidas o de la misma clase Heidegger escribió no hay una cosa en general sino sólo cosas particulares y las cosas particulares son además en cada caso estas toda cosa es en cada caso esta y no otra así pues puesto que no me sirven las descripciones generales me resigno por mi cuento y riesgo a decir algo sobre cada cosa algo que sea a la vez preciso y evocador quizá pueda servirme como modelo la máxima paradójica la máxima paradójica que Nabokov durante su curso de literatura europea en Cornell les comentó a los estudiantes hay que combinar la precisión poética y la intuición científica lo que se complementa con la frase que le dijo a uno de sus estudiantes cuando le dijo acariciad los detalles los divinos detalles lo voy a intentar y veamos lo que sabe pequeño paréntesis que no está escrito tuve la sospecha la intuición de que podría encontrar algún modelo que en la fenomenología Husserl no lo encontré miré también Heidegger hay un artículo al cual intenta describir una zarga pero no es suficiente era también la zarga curiosamente no era esta zarga y a Husserl en la filosofía la también en la filosofía de Husserl que le escrito un librito que leí con provecho sobre la filosofía Husserl y el leí en la filosofía de Husserl que dice que la filosofía de Husserl es la filosofía Husserl que es una filosofía de Husserl la filosofía que es la filosofía Husserl que dice que la filosofía de Husserl es el fin de mismo carcado. Pero no se trata de contar aquella vieja historia, sino de la descripción del objeto que ahora he sacado, escondido detrás de mí y he puesto delante de mí sobre la mesa. Intentaré su descripción, pero al ser un objeto funcional será difícil no recaer en una tediosa relación de su uso, de su usoar. Tendré que intentar, tendremos que intentar, cuando queramos hacer esto, que la etnografía nos sofoque los aspectos estéticos y emocionales que tiene. Aunque es bien cierto que desde una perspectiva etnográfica este cartaznio es un objeto insuficiente, fragmentario, falto de los elementos que tendría en su contexto de uso. Constituye con la expresión de Man Ray un objeto manque, una cosa manca. El carcaje está manco porque le falta su principal, aquello de lo que es complemento, la cervatana de casi tres metros a la que proporciona su munición de dar. Así, al estar solo el carcaje acentúa, duplica una orfandad que ya le había sido dada por su destierro desde la selva hasta un mar. Un mueble auxiliar de mi cuarto, medio escondido entre papeles. Doble orfandad. Pero su manquedad no afecta al valor de signo que tiene para mí. Un valor desde luego vinculado a la historia de su llegada a mis manos, pero también a sus cualidades sensoriales. Sus cualidades no pueden ser enumeradas y closadas. Son, perdón, son cualidades que pueden ser enumeradas y cerradas. Por tanto, que pueden ser apreciadas sin necesidad de referirse a las circunstancias que le acompañaron hace 50 años. Puede considerarse que la primera cualidad que destaca a la vista es su naturaleza vegetal. Es su naturaleza vegetal. Todo en el carcaje procede de plantas, de bambú, palma de chonta, calabaza. Algodón silvestre, pajas y lianas secas. Esta heterogeneidad de materiales, hojas, troncos, frutos, no convierte el conjunto en un objeto híbrido, sino al contrario, en algo que se presenta a la mirada como un hecho consumado de la única manera que podría haber sido hecho. Como si cada fragmento vegetal hubiera sido creado para llegar a unirse con los restantes hasta convertirse en carcajo. Pero si los vamos considerando aisladamente, uno a uno, exhiben la propia perfección de su correspondiente hechura. El de mayor tamaño y que tiene la función principal de alojar los bardos, es un trozo de bambú que perdió su verde brillante y ha tomado el color terrosco que le permite compaginar con los demás que como él han perdido la vida. Quizás sean estos los tonos que corresponden a su condición de instrumento de caja y muerto. Uno de sus extremos, su boca podríamos decir, está abierto y acoge a las flechas. El otro está cerrado, taponado por un círculo perfectamente ajustado y medido, hecho con una madera blanda, porosa, que muestra en su circunferencia exterior las señales de la piedra afilada con la que fue cortada y dado forma. La pieza está abrazada, quizás sería mejor y dado forma. Uno de sus extremos, su boca podríamos decir, está abrazada, acogida por dos entrelazados de lianas que los tercios superior e inferior le sirven para formar como un asa a la que se suqueta la calabaza excreta. La calabaza, a lo que pronto parece como un bulto anómalo, no es crecencia patológica que le hubiera salido el bambú. Su color pardo contribuye a esa impresión. Pero sin embargo, con un poco más de atención, el dibujo que circunda su orificio lo desmiente. No hay nada indeseable en esta bola firmemente adherida al almacén de las flechas. Al contrario, es su complemento femenino. El carcaj no lleva adorno alguno, pero la calabaza agujereada está embellecida por las líneas quebradas que resaltan su orificio. Y esto es lo que nos hace sentirnos como si fuera una casa. Si fuera un cuerpo humano, las alusiones sexuales convierten al carcaj de improviso y por sorpresa en un verdadero fetiche onanista, sin necesidad de acudir a fantasías vienesas. Basta con recordar este mito de los caliñabos. La calabaza está hueca y rellena de algodón. En este caso no está el algodón. Tuve que tirar. Cogió bichos hace 30 años. El algodón silvestre queda flojo en el interior y asoma por el orificio para ser más fácil agarrar un copo con el que preparar el dardo. Cuando se va a disparar, se toma un pellizco de algodón y se coloca en la barra. Se coloca en la base de la flecha para que se ajuste lo mejor posible al ancho de la cerbatana. En nuestro vocabulario técnico, a esto se le llama pluma o ala. Está bien llamado así porque es lo que hace que la flecha pueda recoger las fuerzas propulsoras del soplo y cuele hasta su ojero. Las flechas miden unos 25 centímetros y están hechas del raquis de las hojas de una panzera. Las de mejor calidad proceden de la palmera llamada Maximiliana Regia o Atala Maripa. Y aunque sea discutible que los nombres propios tengan significado, estos dos términos son suficientes. El nombre de Atalea conmemora a Atalo III, rey de Pérgamo, en el siglo III a.C. Se interesó por las plantas. La denominación Maximiliana está como es obvio, mida los Asburgo, la dinastía austrohúngara. Me hace gracia también que la materia prima de las flechas amazónicas lleve este marchado aristocrático que se corresponde bien con la actividad de la caza, aunque sea una actividad practicada por unos indios perdidos en las selvas amazónicas. El carcaje de mi cuarto está sin flechas. Pero sí tiene el manojo de vainas que las protegen de una rotura accidental. De por sí, las flechas no son quebradizas, de poder altura, y no se ha debilitado por el afilado de su punta ni por la impregnación del veneno, pero tienen un punto débil que se hace con intención. La experiencia ha mostrado al cazador que si una flecha envenenada le da falta una de esas flechas, la podremos desmontar con menos detalle. La experiencia ha mostrado al cazador que si una flecha envenenada le da falta una de esas flechas. Alcanza, por ejemplo, un modo, este cuando siente el pinchazo, intenta arrancarla, la parte, si la consigue, si está bien cerrada la flecha, la parte y entonces el veneno hace efecto. Pero si no, la arranca y el veneno no hace efecto. Es decir, que la función de la mandibla de piraña es cerrar cuidadosamente la parte anterior a la punta para que se rompa ante cualquier tento del picado. El carcaj, este carcaj de un cuarto, en realidad como todos es ligero. La cereza es lo que permite llevarlo colgado. Al hombro o al cuello, sin que el cuerpo experimente el más leve desnivel que entorpezca las tareas principales de vislumbrar la presa, cargar la cervatana, apuntar y soplar. Sin duda que la más crítica de estas actividades es la de apuntar. Serrano de Haro, que he citado antes en un interesante trabajo fenomenológico sobre la puntería, dice A diferencia de otros comportamientos del cuerpo, es esta, diría, una práctica que solo cabe realizar a sabiendas y a conciencia. Por lo que yo sé, por lo que he vivido, pienso que apuntar con cervatana es un poco especial. Sin duda que se realiza a sabiendas y a conciencia, pero todo es tan rápido. Transcurre en un lapso de tiempo tan breve entre el vislumbre y la presa. Es el nombre de un pájaro y el apuntamiento que parecería que se hace de una forma automática, sin interferencia alguna de la mente. Como si el cuerpo del cazador y la cervatana estuvieran formando un solo organismo que actúa instintivamente. Serrano de Haro dice El cuerpo es colocado, compuesto al servicio del órgano encargado del movimiento de proyección. Y con él, al servicio del enfoque visual que ha de regir el movimiento. Bueno, es de luego que la longitud de la cervatana facilita la puntería a un blanco que raramente está a más de 10 metros, pero que en cambio puede ser de pequeño tamaño, pájaro, de colores chillones, que resaltan los diferentes verdes de hojas indianas. Pero es bello, o casi, adivinar. Por su canto, y agarrar la cervatana, poner la flecha y soplar vigorosamente. Todo sucede en pocos segundos y el pájaro cae al suelo de las hojas putrefactas. La expiración del cazador y la expiración de la víctima son casi simultáneas. Sacar la flecha de un carcaj como el de mi cuarto, ponerle el ala de algodón, atacar la flecha en el tubo, apuntar y soplar con fuerza, son al menos cinco operaciones. Y cada una de ellas pone en juego distintas aptitudes corporales que se llevan a cabo con una sincronía perfecta. La vista o el oído que localiza la presa, la mano que agarra la flecha y la introduce en la cervatana, el pulso de los brazos que la sostienen en alto, la vista de nuevo para ajustar, la boca pegada a la cervatana, la nariz que inspira, los pulmones que exhalan con fuerza. Todo inmediato. Sin conciencia aparente. Y saber sobre esto hace que mire el carcaj de mi cuarto. No solamente con complacencia por su origen, sino con respeto, admiración podría decirse, por el cometido que desempeña. O mejor dicho, por el que desempeñó en otro lugar y hace mucho tiempo. Pero, ¿por qué no considero un fetiche? ¿Por qué? ¿Acaso? ¿No es un simple recuerdo? ¿Un viaje remoto? Podría pensar también que es algo más que un recuerdo. Que es como una prueba testifical de que la breve estancia con los Fouard fue real y verdadera, y no un sueño de una mente aventurera. Pero creo que es un fetiche, porque está atravesado de deseo. Del deseo de varias cosas. Del deseo de que me hubiera atrevido a hacer trabajo de casa, del deseo de que me hubiera atrevido a ir al campo con ellos, del deseo de haber sido capaz de aprender la lengua, de no haber tenido miedo a tomar la ayahuasca bajo el control de mangasas, o por lo menos de haber utilizado la acerbatana, quizá haber acertado en algún pájaro escondido. Todo eso está en el carcaj, y es lo que hace que mi cuarto sea algo más que un objeto exótico. Apoyado en el estante donde está la colección de mitos editada por Johannes Wilber, está el chicote. Lo tengo en mi poder desde la misma época que el carcaj, cuando hice mi primer trabajo de campo en los Andes ecuatorianos. Su látigo magnífico impresiona por su capacidad ofensiva, mortificante. Pero es algo cotidiano, acompañante obligado en la vestimenta de los varones, en la región de Cañar. El que tengo en mi cuarto tiene un mango o fuste de tres centímetros de diámetro y cincuenta y cinco de largo. Está hecho de madera oscura de Guayacán, la de mayor densidad y peso. El vergajo mide más de un metro, como casi siempre, es de cuero retorcido de pene de toro. Se une al fuste por un anillo de cuero que lo traspasa a través de dos orificios en la parte opuesta a la garrafa, La empuñadura, el aro, para entrar la muñeca es también de cuero enrostado. A lo largo del fuste, para su adorno, para aumentar su peso, hay once engastes de tres centímetros hechos con latón dorado fijados a la madera con clavillos y que se alternan entre los de borde liso y los de borde dentado. Y los dos engastes de los extremos son un poco más largos, un centímetro más, y ambos tienen el borde inferior con las herraduras. El chicote es un instrumento característicamente masculino. Se coloca terciado o en bandolera en el fuste de la espalda y el vergajo sobre el pecho y en los emperramientos a los varones se desinuma con un chicote entre sus manos. Todo el conjunto es pesado a la vista y al agarrarlo con las manos. Su pesadez está unida a su violencia contenida, su signo de poder, como si fuera un cetro rústico que además de su valor emblemático tuviera por sí mismo la capacidad de hacer justicia, de ser instrumento de sanción o de dominación. Así fue en los tiempos y lugares en que los castigos corporales fueron la norma. Las espaldas de los esclavos, de los delincuentes o de los rebeldes, recibieron latigazos con instrumentos de la misma categoría que el chicote delincuente. En los pueblos andinos los niños y sobre todo las niñas recibían chicotazos de su padre cuando cualquier conducta suya no cumplía las normas o las exigencias. También las esposas pueden recibir rotunda de chicotazo. El chicote que siempre lleva consigo el varón o su cuero de pene de toro constituye una metonimia de sublimidad, por tanto emblema de poder, instrumento de castigo, signo de masculinidad, lo que quiere decir terror para uno y atracción para otro. A diferencia de otros objetos preparados para ejercer la agresión o la cacería, el chicote no requiere entrenamiento ni aptitud técnica. Cualquiera puede dar un fatigazo. Solamente hace falta tener algo de fuerza en el brazo y sobre todo determinación de la voluntad y un ánimo encorado. Las batallas rituales andinas Cada bando es excitado por los gritos y los insultos de los vecinos que están en el contrario, porque son los de arriba o son los de abajo o los de la margen derecha del río o los de la orilla izquierda. Vuelan las piedras arrojadas con las ondas y cuando cae contusionado un enemigo ocasional, alguno del otro bando se acerca a golpearle o rematarle con su chicote. Claro está que muchas veces no se trata de batallas rituales sino de peleas o trifulgas por cualquier conflicto. La pelea puede empezar manteniendo a los contendientes cierta distancia en los dos metros que los vergajos salvan con facilidad. Los latigazos se suceden rasgando el aire y produciendo un chuchastido característico cuando rompe la barrera del sonido. La verga del toro muchas veces solamente yende el aire, pero si encuentra el cuerpo del adversario en el brazo que ha quedado sin la protección del poncho o en la cara congestionada por el esfuerzo, entonces sale la barca del reguero de sangre. Cuando el tiempo pasa sin que haya un vencedor claro el de mayor combatividad se lanza contra su contrincante para golpearle no con el nace sino con el durísimo palo del guayacano guarnecido con los engastes de metal y la lucha que empezó a chicotazo termina en pelea a garrotazo. Todo esto y la apariencia son una mezcla de recuerdos y ensoñaciones. Está mi conciencia cuando miro el chicote. Ya sé que son notas etnográficas, pero también constituyen mis relaciones con el objeto. Apuntes sobre su significado personal como fetiche, aunque hay más. En la mentalidad común de las poblaciones cañaris donde yo trabajé los incas que dominaron la región durante 50 años anteriores a la conquista española tenían poderes extraordinarios. Podían, por ejemplo, amarrar al sol y a la luna También en Perú. Y también para construir sus centros ceremoniales acarreaban las piedras a puro chicotazo y las piedras se movían obediente. Así me lo contó hace muchos años Rodrigo Montero aunque añadió un comentario que lo ponía a cubierto de mi posible burla ha de ser mentira porque las piedras no andan. No dudaba, sin embargo, de algo que todos los vecinos creían que el chicote servía también para revelar el peor pecado oculto. Las almas de los incestuosos se transforman en unos perrillos perrillos blancos que juguetean por los campos van haciendo y si cualquiera ve a esos perrillos y consigue darles con el chicote al día siguiente los culpables de ese incesto escondido aparecen con la marca del latigazo en su cara. Por todo esto miro con temor al chicote de mi cuarto y a veces cuando lo cojo entre mis manos me pregunto qué espaldas habrá azotado qué cicatrices habrá dejado en hombres desconocidos. Tiene detrás una historia de víctimas y en eso se parece al carcaj aunque el carcaj sea más noble con menos peso, con menos peso físico y alegórico al igual que el carcaj su condición de fetiche viene de que encarna el deseo de lo que no hice con él. Desde luego que no imagino el usarlo contra ningún ser humano pero sí en el caballo. A cinco lenguas de Incapírica donde yo vivía está la laguna de Culebrillas y la gente contaba que fue de allí de donde los incas trajeron las piedras de sus templos. Honorato Tenesaca con quien mucho quería decía el otro Honorato Tenesaca estaba dispuesto a acompañarme y alquiló los caballos para hacer el viaje yo compré el chicote pero nunca me atreví a subirme a caballo por esos caminos bordeados de precipicio el chicote posado entre los líboros ha quedado como el testimonio de mi cobardía. En los estantes de mi cuarto también hay objetos naturales un diente de cachalote una estrella del desierto un fósil apresado en ambas una piedra del rayo un trozo de cuarzo con incrustación de lapizazo una caracola gigante. Es posible, incluso probable según pienso ahora que una lógica oculta relaciona a todos ellos sea cual sea su origen del mar, de la tierra o del cielo. En todo caso aunque no sean tantos fetiches como para constituir un gabinete de curiosidades no puedo ahora hablar de todos ni tampoco de sus correspondencias íntimas así que voy a hablar solamente de dos o tres. Puedo empezar por la caracola que por su tamaño no está entre libre de más sino solitaria en el antepecho de la ventana siempre ante mis ojos. Tengo una historia exótica que yo conozco que fue regalada hace muchos años a Thierry por un amigo biólogo del Museo de Ciencias Naturales no sé de qué costa del Caribe procede como de casi todo hace muchos años puedo fantasear con que perteneció aquel caracol que me comí en Selja junto a Tulum en una época muy anterior al turismo de masas que según me cuentan ya me han contado ha arrasado con aquel paraíso Puedo pensar también nada improbable en la historia de las cosas que es la misma caracola que en mi infancia me enseñaba la tía Juana y que, oh extraña maravilla me acercaba al oído para que oyera el oleaje del mar guardado para siempre en su gran concavidad Tía Juana era viuda represaliada marido fusilado y no había tenido hijos sus fetiches sus muebles y sus bordados pudieron pasar a cualquier chamaridero donde mi amigo encontró la caracola ¿por qué no? así sucede en el eterno retorno de las cosas y de la vida desde luego es una caracola espléndida un buen ejemplar que lo da a tus hijas el reino de los caracoles puede pensarse que su reino el dominio que señorea abarca tanto a los demás caracoles marinos como a los terrestres esos más humildes que añoran las aguas de las que salieron prosperan en la humedad del jardín Francis Pons dedica unas páginas que he leído muchas veces a los caracoles dice que ellos son más bien héroes es decir seres cuya existencia misma es obra de arte antes que artísticas es decir fabricantes de obras de arte esta condición heroica la comparten con todos los seres de concha esa concha parte de su ser es al mismo tiempo obra de arte monumento permanece por más tiempo que ellos y he aquí el ejemplo que nos da son santos hacen obra de arte de su vida obra de arte de su perfeccionamiento su secreción misma se produce de tal manera que se convierte en forma esto ya no es de Pons nada exterior a ellos a su necesidad a su ministerio es su obra nada desproporcionado por otra parte de su servicio nada más nada que no les sea necesario obligatorio su manera de ser santos es ejemplar para los humanos enseñar la vieja doctrina estoica de obedecer a la naturaleza acéptate tal como eres en armonía con tus vicios en proporción a tu necesidad ahora la he puesto sobre la mesa para tenerla más cerca y ver mejor la rugosidad de su materia y los detalles de su arquitectura aunque ya sé que esto no me llevará a ninguna parte su forma está demasiado impregnada de misterio pero como hay que intentarlo empiezo la contemplación por su parte delantera por esta lo primero que me llama la atención de esta perspectiva es su asimetría armónica todavía está ligeramente cargada hacia la derecha desde el pedúnculo apical un punto más elevado hasta el canal sifónico el pliegue inferior del lápiz esta distorsión produce una impresión turbadora de movilidad como si la concha siguiera habitada por su propietario por el rey de los paracoles que podría en cualquier momento echarse a andar lentamente confundiendo la superficie de mi mesa con una pradera de posidonia la cual presión tampoco es simétrica su coloración la parte izquierda del labio se ve muy bien en esta foto otras que me hizo Jorge la semana pasada las que yo hice habían salido bastante mal la parte izquierda del labio está marcada a intervalos con unas franjas verticales de color orino mientras que el labio derecho tiene el color amarcillado que predomina en el conjunto sin embargo la última espira de ese lado tiene también las pequeñas cuadrictas de color orino pareciera que estuvo escondido entre los restos de algún naufragio y goteó sobre él la herrumbre de la clavazón la textura indescriptible en su delicadeza es variable de lo alto a lo bajo quizá había que hablar de un encaje tupido o de un recamado óseo quizá recamado óseo porque incluso a simple vista parece algo hecho pacientemente con aguja o punzón también como si una red se hubiera petrificado al caer sobre el inquilino desconocido tomando su forma haciendo parte de su ser son miles de incisiones cuneiformes organizadas en líneas y columnas agrupadas en vueltas espirales que van estrechándose hacia el labio y según se van acercando a él se arrugan se vuelven casi orgánicas para al final transformarse en una superficie lisa pulida como cansada de tanto adorno le doy la vuelta pongo ante mí su espalda que ahora me aparece claro, cargada hacia el lado izquierdo pero no es esto lo importante lo que atrae la mirada y nos seduce es su espiral las vueltas que van progresivamente ancheándose a partir del ápice central hasta llegar a la última la que forma el labio cada una con sus dientes que también se van agrandando de manera sucesiva cada espira terminando en un pliegue como una ola ósea que da lugar como si la pariera a la siguiente espira el conjunto tiene algo solar y algo genesíaco es la representación del proceso de su propia creación el ápice central la parte más antigua de la concha que a partir de ahí van formándose las capas que terminarían convirtiéndola en el monumento acabado que ahora es todas las etapas de su desarrollo están aquí representadas no conozco otros casos en los que la ontogénesis permanezca visible y se exhiba con este orgullo es como si un ser expusiera su historia corporal permitiera que fuera visible su nacimiento, su progresión y su culminación como si en una estructura arquitectónica se dejara a la vista la piedra angular las vigas, los travesaños todo el proceso el esqueleto es la figura esta es la dedicación de los caracoles construir su imagen imperturbable y esconderse dentro no es una máscara sino más crecencias y eso es lo que mejor aprecia en la parte trasera que está sobre mi mesa la imaginación es vencida por la realidad al comienzo de su disquisición fenomenológica sobre la cosa y eso es lo que acaba de suceder lo que acabó de suceder cuando la he girado para ver y descubrir su abertura y los comienzos de su interior al moverla con cuidado, ha sonado algo que se ha movido y ha chocado con las paredes de la concha, haciendo un ruido leve como si fuera alguna piedrecilla pesada en el laberinto muchas vueltas que le di no salió nada claro está que mi mano no puede acceder a lo hondo de su interior desde luego que podría haber intentado sacarlo con paciencia con algún alambre es mejor dejarlo así sea lo que sea es algo que no me pertenece está bien que la caracola tenga su pequeño secreto de asesorar la abertura ovalada está ligeramente dentada y sin exceso alguno de fantasía vienesa sería descrita como una imagen de una gran vagina los caliña que en hilo témpore copulaban con calabaza qué pensarían de estas mochas solamente pudo ver una pequeña parte de la concavidad porque el hueco grande probablemente espinforme en torno a la columna es inaccesible la parte mínima que puedo ver está sonrosada y muy punida nada que ver con la rugosidad del exterior ya sabemos que es imposible entrar en una concha ajena uno puede meterse en su concha pero no con la excepción de esos seres peculiares los cangrejos pagú que llamamos ermitaños y que ocupan las conchas vacías se puede pensar que la santidad que francis ponce atribuye a los caracoles es lo que invita a esos cangrejos con el abdomen vulnerable a buscar protección en ese espacio doméstico santificado por el propietario anterior me caben pocas dudas pero no es un gran caracola sea un fetiche como también creo que lo son el carcaje y el chicote cada uno por diferentes motivos y con diferentes enraizamientos en mi interior como corresponde a la diversidad de sus cualidades sensibles pero hay otras cosas aunque estén siempre a mi alrededor no estoy seguro de que lo sean puede ser que se trate de objetos más o menos curiosos a los que me gustan a los que tengo cierto apego los que no llegan a la categoría suprema de ser verdaderos fetiches ¿qué es lo que les falta? ¿no es la antigüedad? pues algunos están desde hace mucho en mi poder y a mi vista probablemente les falta capacidad para provocar alguna ensoñación distraída pero esto no es culpa de ellos sino mía porque cualquier cosa resulta apta para la contemplación en sí misma suposición tanto marginada creo que se debe a mi ignorancia sobre la cosa por ejemplo una piedra de sílex negro con dos fósiles que está en el estante donde tengo algunos libros de mitología vieja cuando voy a consultar el libro de Boccaccio sobre la genealogía de los diosos paganos cojo la piedra, la acaricio y la miro un momento antes de apartarla para sacar el libro es difícil, no hay más quizá hasta meses después no pienso en el gesto casi maquinal de acariciarla y aún menos en la identidad de los pequeños animales prehistóricos que han dejado sus siluetas en la piedra pero los vientos cambian y a veces soplan a su favor ha bastado con traer la piedra a la mesa para que el tacto de la piedra se haya vuelto intencionado y para que los fósiles hayan adquirido nombre e historia el sílex está tan pulido por el anverso que refleja la luz que casi lo convierte en un espejo negro aunque no llega a tener el brillo de la obsidiana está lejos de poder representar a tu casi poca espejo humeante la piedra de sílex esmargiendo un gris oscuro con trazos más claros pero que no impiden que destaque el perfil de la concha cónica de los rotoceras los rotoceras eran cefalópodos que vivieron en una abundancia extraordinaria hace 400 millones de años como entonces todavía no existían las ballenas ni leviatán siquiera claro no sé a qué otro animal se debían de alimento tampoco sé cuál sería la causa pero el perfil de sus conchas ha permanecido y su contemplación produce el vértigo de imaginar el tiempo cósmico en el que un día equivale a 37,8 millones de años y los 5 segundos de mi mirada al sílex son más de 2000 años como si hubiera empezado a mirar el sílex de mi cuarto cuando César Augusto fue entronizado le ha levantado la vista hace un momento la silueta de las conchas de los rotoceras sugiere diferentes cosas a cada uno desde luego recuerda a un estudo pero a mí también me parecen postestotémicos erigidos con el orgullo de representar a un pueblo viejo que desapareció a manos de enemigos que ya no se recuerdan ahora que ya sé algo sobre ella por la piedra del sílex siento algo parecido al respeto que el sentir transforma la piedra en fetiche y la caricia en signo de algo que es más que reconocimiento algo que está teñido de afectividad José Gaos último rector de la Complutense del año 36 José Gaos escribió unas páginas sobre la fenomenología de la caricia aunque se centró solamente y no a un animal o una cosa pero así y todo hay rasgos comunes a toda caricia la suavidad la lentitud la fugacidad el acto de acariciar a una piedra a esta piedra que siendo un trozo de roca ha sido pimentada por otras manos anteriores a la mía se encuentra tersura suavidad pero también un frío que siempre sorprende que contrasta con la natural tibieza de la caricia se pregunta Gaos para qué se acaricia dice que para calmar caricia de una fiebre enfebrecida para consolar para implorar cuando Príamo acaricia las rodillas de Aquiles en súplica del cadáver de Héctor también por placer de la caricia a la piedra de Silex no quepa esperar corresponder ni siquiera señal de aceptación pero el placer que concede su caricia es el de la verificación de su existencia totalmente ajena absolutamente otra y sin embargo mía si este posesivo intentara algo una caricia a un ser natural que no puede saberse acariciado que por tanto permanece en sí mismo sin la más mínima apertura hacia el sujeto que la caricia pero si no pudiera llamar caricia al gesto de pasar la mano lenta y suavemente por la piedra pulida cómo llamarlo quizá solamente tacto pero entonces desaparece la intencionalidad particular de mi acción si no fuera tan dura si fuera como arcilla o plastilina la mano podría darle una forma de albergar la ilusión de que la materia responde como si hubiera un diálogo no un soliloquio como sucede en el contacto con la piedra estas mismas consideraciones podrían haber sido pensadas y dichas respecto a los otros fetiches del cuerpo pero hay algo en el sílex que no hay en el carcá ni en el chicote ni siquiera en la caracola algo del sílex invita la caricia su tamaño que se acomoda a la palma de la mano esos son sus privilegios no vienen de la imaginación ni de la etnografía son puramente sensoriales Raos dice la caricia es una relación esencialmente entre vivo pero el fetiche silencioso como es lo desmiente en el instante donde está parte de los libros de antropología de México hay otro fetiche que muy pocas veces he tocado lo veo con frecuencia porque mi mesa está casi enfrente pero casi ni lo miro es un pequeño paquete hecho con hoja de maíz es alargado de un poco más de 10 cm con dos ataduras cerca a los extremos y no sé lo que tiene dentro si recordara como llegó a mis manos este fetiche probablemente no estoy seguro probablemente es de Guatemala quizá del año 73 pero no lo sé no creo que contenga algo de uso corriente porque no estaría así envuelto debe tratarse de una ofrenda pero ¿de qué? a veces he pensado que escondía un trozo de copal pero es absurdo porque no tendría esa forma alargada podría contener algún cigarro que tanto le gustan a Maximón o al San Simón de los clichés de Zulín pero ¿para qué envolverlo? si los devotos se lo hacen fumar durante el ritual de impensación además si lo aprieto con cuidado pero con fuerza cruje un poco la cultura de las hojas del maíz pero luego está duro será una piedra del rayo lo que guarda la vida de un rey deshaciendo el paquete pero no quiero hacerlo no por temor supersticioso alguno sino porque me gusta que esté así invariable y con la posibilidad siempre aplazada de ser violentado y roto esto le da una connotación de inestabilidad todo paquete está destinado a ser abierto y un paquete cerrado no es un objeto plausible solamente puede permanecer en esa condición transitoria si se supone que abrirlo encierra un peligro en todo caso la violación de un tabú así es el paquete que preparó Man Ray en 1920 y que tituló el enigma de Isidoro Dutras en él, en ese paquete está guardado para siempre el misterio impronunciable de los tantos de Man Ray así eran también los paquetes utilizaban algunos chamanes apaches igualmente los Sioux Lakota y los Cheyenne usaban un paquete que nadie podía ver pero que se sabía que contenía una pipa sagrada relacionada con el mantenimiento de los rebaños del horizonte pero ya me desmentiréis pero no hay referencia etnográfica alguna a que algo semejante pudiera haber en los pueblos amerindios de Guatemala o México así que sigo sin hipótesis alguna sobre su contenido qué importa sea lo que sea lo que encierra su presencia ante mí lo constituye en una alegoría del secreto y ese es su valor y también su enseñanza me aliestra a vivir junto a algo que ni sé ni sabré en mi infancia la psicóloga me enseñó eso mismo pero luego la ambición racionalizadora me hizo olvidarlo y el pequeño paquete de hojas de maíz que lo recuerda vía trascendente ahí está lo escondido pero lo primero a lo que se fijan los visitantes al entrar en la parte de la biblioteca donde trabajo es en las siete máscaras que marcan el ventanal de ellas sí que puedo hablar con soltura que corresponden a diferentes danzas rituales de los kichés del altiplano guatemalteco hay seis sobre el vintel de la ventana tres pertenecen a la llamada danza de la conquista hay una de tecún umán y otra de alvarado otras dos son del baile de mexicanos y una de la danza del venado además de estas seis hay otra colgada en un extremo que representa a un mono todas han sido bailadas es decir todas han sido usadas y algunas todavía conservan el olor al ajo o de que se untan para protegerlas de la envidia para que la envidia no las haga la rompa no tiene sentido ni es el momento para hacer ninguna etnografía de las danzas de las que intervienen pero voy a hablar algo ya estoy terminando de la danza, de la máscara del mono que está siempre mirando siempre con una media sonrisa que hace sospechar lo que extraña un atisbo de burla la figura de los monos es muy frecuente en los bailes de máscara de Chiapas y de Guatemala no voy a hablar de eso este esta que tengo en mi mano recuerdo bien la compré a un prendero de San Cristóbal Totonicapán la máscara pequeña para niños que son los que suelen hacer más frecuentemente, de modo tiene dos agujeros para que el danzante pueda ver que están encima de los ojos pintados del mono todo el rostro del mono está pintado de negro y sobre ese fondo destacan los dos ojos circulares bordeados de blanco tiene la esclerótica roja y la pupila blanca también el morro está pintado de blanco y en él destacan en rojo dos garabatos que simulan ser los orificios nasales y la línea roja ligeramente pulvada hacia arriba para esbozar la sonrisa que está también pintada de rojo es decir que los tres colores de la máscara cero, el blanco y el rojo probablemente muchos recordarán que son los mismos tres colores los que escribió Víctor Tarna en relación a los rituales de los Denbú esos tres colores los pone en relación con tres sustancias corporales la leche o el semen la sangre y los excrementos Víctor Tarna considera que los tres colores representan productos del cuerpo humano cuya emisión está asociada a alguna variación emocional algún incremento de las emociones los tres colores resumen a su parecer los tipos fundamentales de una experiencia universal dice Víctor Tarna entre los símbolos primordiales producidos por el hombre están los tres colores rojo, blanco y negro que representan productos del cuerpo humano cuya emisión, expulsión, producción se encuentran asociados a un incremento de las emociones así que si la hipótesis de Tarna fuera correcta la máscara del mono está representando metonímicamente una síntesis de las principales experiencias corporales de los humanos pero sin embargo es un mono y baila en unas danzas de origen colonial tiene por tanto otras significaciones que más saltan desde la esquina izquierda del ventanal los libretos que tengo estas danzas los monos representan invariablemente seres que viven en las montañas que son torpes para bailar por ejemplo una de las danzas dice soy el quinto mono, soy algo tonto otra de las danzas dice otro soy segundo mono y he salido de las montañas tengo un olor tan feo que nadie quiere bailar conmigo en las montañas de la alteridad de la barbarie los monos se mezclan entre los danzantes y les estorban en sus pasos también se acercan al público que está rodeándoles en corro para hacerles algunas bromas o decirles alguna palabra fea la máscara de mi cuarto con esos ojos fijos y su media sonrisa puede entenderse como una imagen de la picardía la máscara tiene sus ojos pintados pero encima de ellos tiene los dos orificios para que el danzante vea son como cuencas vacías nadie está mirándose otra vez y sin embargo son ojos ojos ausentes esta dualidad de unos ojos pintados que no pueden ver pero que lo parecen unos ojos que no están pero estuvieron y miraron creo que representa la condición duplice del fetiche un objeto que miro y puedo tocar pero que como una máscara esconde algo oculto a la mirada mía por otra parte tengo la sospecha de que su proximidad su vecindad de tantos años les ha dado a todos ellos al carcaj, al chicote a la caracola, al bulto de hojas de maíz al sílex y a la propia máscara de moda les ha dado digo una familiaridad tal que no necesitan ver para saber para conocer el transcurso de las horas y las tareas dentro de la celda sobre su conocimiento silencioso fundamentan su orgullo de fetiches como si supieran que no son simples cosas distribuidas por los estantes en las paredes de mi cuarto sino que son depósitos de sueños y afectos, de deseos y temores que son custodios de algunos fragmentos de lo vivido y lo conocido y esto a veces me hace pensar que antes de convertirse en cenizas ensayarán una apoteosis y les otorgará una cualidad sagrada y les volverá reliquias pero reliquias sin fieles ni devotos reliquias abandonadas a su fuerte de representar lo insignificante agradecer a tí Que además estabamos hablando sobre distintas maneras de hacer etnografía y metodologías esta descripción tan así tan sustentada, tan inteligente, tan emocional, es una de las maneras que hacen inteligible el mundo de los otros. Me parece que, mientras te escuchaba, me acordaba de una conversación que tuve con Francisco Echeverría, con el forense Paco Echeverría, que él decía, cuando yo empiezo un nuevo curso con mis estudiantes, lo primero que hago es llevar una bolsa llena de porquería. Una bolsa en la que hay un lápiz viejo, un trozo de hierro, un alambre, lo tiro sobre la mesa y los estudiantes eligen uno de esos objetos. Y hasta que no hagan una descripción. Cuando absolutamente pormenorizada, no empiezo a dar clase. Porque él dice que un verdadero forense tiene que saber transmitir con sus palabras lo que está viendo para que otros puedan interpretarlo. Y esto es. Entonces, pensaba, y bueno, ahora abrimos, ¿no? O sea, pensaba, qué poco estamos trabajando esto en nuestras clases. De antropología, ¿no? La descripción verdaderamente densa, que es la base fundamental del trabajo de un intérprete de pinturas. Hoy, cuando veníamos para acá, tuve la gran fortuna de venir con Jorge, que siempre me ha hecho placer. Y en un momento que estábamos hablando de algo que me cante a esto, recordé, cuando yo... Josep Pla, en Guadalajara, dice, lo primero que hay que hacer es a un joven que dice quiero ser escritor. Pues mire usted, ahí tiene unas nubes. Guadalajara, váyase los días que hagan falta. Las horas que sean, hasta que sea capaz de describir esas nubes. Que eso es, pero eso, claro... Muchas veces también nos estamos perdiendo en un marasmo de teorías, etcétera, etcétera, y estamos abandonando lo que es esencial en nuestro trabajo. Es esa capacidad de percibir, de percibir los detalles, de percibir las relaciones, de percibir, bueno, lo que es... Porque, claro, tu texto, por supuesto, habla de fetiches, pero habla de muchas otras cosas y es un texto etnográfico. O sea, es un texto filosófico, pero... Pero sí, de la pipa no has hablado. No, no, porque es demasiado. Y se mete en mi boca. Tengo que mantener... Hay fetiches y fetiches, ¿no? Fetiches como los que uno tiene una relación más íntima. No sé si queréis... Voy a hacer una pregunta. No sé si tenéis frío. ¿Está bien? No, ¿no tenéis frío? Está muy bien. Sí, pues yo voy a... Voy a coger algo para ponerme. ¿Va a traer? Sí. ¿Va a meter...? ¿Se acepa? No, no, se acepa. Tenía un... Ah, está aquí. Ah, todo bien. Bueno, algún comentario de la sala. Sí. No sé si quizás te puedes acercar aquí para que los estudiantes, que está indiferido... Es que se ha ido la persona que nos ayuda y el único micro que tenemos es este. Mirar a ver si están escuchando. Si la escuchan... Yo creo que es mejor... Bueno, ya me he cargado algo. Sí, sí, sí. Bueno, yo lo que quería decir era muchísimas gracias por una exposición tan, como diría francamente, estoy absorta. ¡Qué bien! ¡Sí! Estoy absorta. Sí, sí, realmente sí, porque yo que tengo también muchas cosas en mi casa, algunas parecidas a las que tengo en mi casa, nunca, jamás, o sea, las tengo como auténticos fetiches. Están conmigo siempre y las tengo presentes, pero no descritas de la forma que usted lo ha hecho. Según llegue a mi casa, tengo que hacerlo. Sin ningún... Sin ningún gesto de dudas, de verdad. Y es realmente un descubrimiento, de las cosas, no para convertirlas en fetiches que ya parecía que eran, sino para hacerlas realmente, con esa descripción tan exhaustiva, para hacerlas de uno. Las tiene uno delante. Muchísimas gracias. De verdad. Muchas gracias. Yo tengo una pregunta. Hay una pregunta en español para... De alguna manera, después, para vos que estabas hablando y la decías dentro de las manifestaciones, pero si es verdad, como si estuvieras, como si fuera alguien que está pensando como algo... O sea, ¿considiste algún tiempo de una manera que siempre se ha licitado en nuestro entorno de una manera... O sea, yo creo que nos da la sensación de que estabas... Estabas hablando... Cuando estabas hablando de esto, realmente, pero del tiempo tuyo, del tiempo de los sujetos, de cuándo fueron creadas, de cuándo acabaron de ser que pasaron a ser los fetiches de tu cuerpo. ¿Puedes enfocar? Sí. Podría... Que te voy a enfocar. No vas a enfocar. Ahí estamos. Sí, pero... Son... Se incorporan fetiches nuevos. No estos, pero bueno, la caracola, desde luego, desde hace ocho años, tampoco. Y... Cuando perdí el ojo de vidrio de la máscara de Alvarado, pues, luego cogí una lapa que también fue hace poco. La lapa la llevo ahí porque, bueno, aquí está. Me gusta tener las manos en el bolsillo cuando no puedo fumar. Lo usamos así, No sé, es decir, que no son cosas que... Es decir, que no son cosas de lo que he hablado. Tiene como... Vamos a ver. Pareciera de forma engañosa que tienen más importancia. Por eso he querido terminar con la insignificancia. Es decir, por eso van a ser reliquias sin fieles ni devotos. Van a ser reliquias de lo insignificante. Ahora, ahora todavía algunas de ellas pueden parecer que son objetos dignos, pero son indignos también. Por ejemplo, esa cosa que me gusta mucho que no he hablado de ella. No he hablado de ella porque a lo mejor tengo poco que decir, pero he ido poquísimas veces en mi vida, afortunadamente, he ido poquísimas veces a la televisión. Pero una vez que fui, resultados catastróficos, ¿cierto? Una vez que fui, me regalaron una pieza que no sé si os dais cuenta de cuál es, que es mi mesa, que es como finge ser oro. Es una cosa como de bronce con una escritura con un informe. Una tablilla con un informe sumeria en vez de ser arcilla como si fuera de oro. Eso me encanta. Me encanta el tacto, me gusta estar ahí. Pues, ¿qué puedo decir? Eso, puedo decir, puedo hacer una declaración íntima de amor hacia esa cosa. No puedo decir nada que interese mínimamente a otra persona. O sea, ya tú con esa esa cosa que te gusta. Pero no es lo mismo. O sea, no es lo mismo el cartaz que que te pone delante una vida posible. Sí, claro, claro. Algo que tiene que ver con el gusto del tacto. O sea, que lo usas. Solamente el tacto. Es que es una escritura con un informe. Yo puedo ponerme a fantasear. Fantasear una cosa que afortunadamente tiene unos ardotes fantaseando todo lo que sea. Es decir, que puedo fantasear sobre lo que está con esos signos uniformes que no tengo ni idea. Pero el toque así está... Claro, está bien. Pero no es por los uniformes solo. Es por la rayadito con... Sí, por la lijita. Sí, por el tacto. O sea, eso tiene que ver... Sí, también. O sea, no es igual la lapa que el carcajo. O sea, puede que... No es igual. Puede ser que las dos cosas las pongas... La piedra de Sinek se adapta a la palma de la mano. Esto se adapta al... Cada una, cada cosa merece siempre su caricia a su dimensión. Cada cosa debe ser acariciada según su dimensión. Claro, pero usas todos los días los tenedores, por ejemplo. Los tenedores. Sí, los cuchillos. O sea, quiero decir, ¿qué es lo que...? Estás haciendo... Tienes que percibirse. Los tenedores. Vamos a ver. No, no. Yo tengo una pregunta. Hay silla, ¿cómo se llama? La feria de casa y casi todos los tenedores son unos que ataban el mango en una especie de punta o lo que sea. Pero hay uno, hay uno solo que acaba cortado. Y ese... De tal forma que Ina a veces me pone los otros cubiertos y yo disimuladamente cambio el tenedor para coger ese. Por puro fetichismo. Porque ese no es igual que los otros, ciertamente. Es un poquito más corto pero me gusta. Me gusta que tenga que acabe así. Es una... Es una bobada que ya lo sé. No, no, no. No es una bobada. O sea, a mí me parece muy bien. Pero estoy intentando entender... Estoy intentando entender la categoría. Sí, yo también. Entonces, no me parece... A lo mejor es una cuestión mía de mi cabeza y no sé, ¿no? No me parece de la misma categoría tu lapa que la tocas tanto porque además te... Cuando... Todos tenemos alguna cosa que cuando nos tiene nervioso le damos ahí para no... Sí, pero tienes... Esa que yo no soy nerviosa. No, pero quieres fumar. No, porque sé que voy a fumar. Sí, no, pero tienes ganas de fumar. No, no, no. No te creas. Bueno, pero que es diferente. En el cuarto y no en el estudio. Que porque tu título es Los fetiches de mi cuarto y no los fetiches de mi estudio. ¿Por qué no duermes ahí? Sí, porque... Sí, lo dudé pero creo que en la lengua castellana normal la palabra estudio es un poco un poquito de la vida. ¿Eh? Es un poquito así decir mi estudio. En el cuarto no voy a decir tampoco mi biblioteca. No, en el cuarto sí, que en la biblioteca ciertamente que en mi estudio ya. Bueno, pero... No sé. O sea, que cuando hablas normalmente pues dices mi cuarto. Dices te pasas el día encerrado en tu cuarto. Dice tu compuerta compañero o compañera de convivencia. Pues ya sabes a qué se refiere. A que tienes ahí la puerta cerrada y estás fumando todo el día pa, pa, pa. Te dice tu cuarto. Estás en tu cuarto. Igual que de pequeños te podían decir vete a tu cuarto. Exacto. No salgas de tu cuarto. No sales de tu cuarto hasta que no termines con deberes. Esa frase que oímos cuando teníamos seis años ahora que tengo ochenta sigue. Existiendo la vida. No puedo salir de mi cuarto hasta que no termine con deberes. Y no los voy a terminar por lo que vea. No, es imposible. Afortunadamente. Gracias. Es imposible que lo termines porque... Claro. Bueno. Es mi cuarto. Eh... Aquí hay... Sí. Ahí... ... Es interesante dos cosas ahí. Tres. Me resulta sugestivo pensar por un lado el que tiene desde luego un aire sacral pero lo tiene más en la exposición que en la realidad. La realidad es una biblioteca que es que no tiene aire de altar para nada. Hombre, hay algún santito también así popular un Santiago que pues sí hay alguna cosita un altarcito ayacuchano hay cosas que sí son realmente específicamente eh... altars sagrados pero el conjunto no. Yo creo que el conjunto es perfectamente profano ¿no? Me parece a mí que no tiene es decir, no tiene ningún carácter de santuario tan santuario ni de oratorio ¿bien? ¿eh? Claro. Aspecto secular. Ahora, la otra observación es en común con muchos antropólogos. Algunas cosas sí pero otras no. Es decir, si un carcaj si un chicón si quizá unas máscaras pero no normalmente ni una caracola ni otras muchas cosas de las que no he hablado que están por ahí en eso que me regalaron en Antena 3 es decir, que hay muchas cosas hay cosas que son comunes como es normal ¿no? ¿verdad? Y otras que no lo son es decir, que o quisiera extenderme demasiado pero si por ejemplo pues un crucifijo que tiene un escapulario enrollado a su alrededor no suele estar en los cuartos de las bibliotecas ni en los estudios de los antropólogos. Un compás compás de construcción de este tamaño si toda la foto de la infancia de mi mujer niña pues tampoco suele estar en el cuadro y otras muchas cosas que están por aquí trozos de hierro así cogidos de la calle es decir, hay otras cosas que sí carcás como las máscaras claro es decir, que es lógico si es un espacio secundario y personal pues tiene las marcas personales para cada quien aunque haya otras claro que son colectivas oficios por favor me parece a ver, hay algún comentario en el foro te preguntan si los objetos más contemporáneos o más civilizados así decirlo te despiertan tantas sensaciones yo creo que es parte de esto que se ha estado hablando si te despiertan tantas sensaciones como estos que has descrito o sea me imagino que también está hablando bueno, no solamente de del tiempo sino de yo creo que por eso he metido solamente al filo dos imágenes de objetos de mal raíz precisamente porque muchos de los objetos contemporáneos digamos si no son si son si son objetos artísticos es decir si no son objetos y son cosas que realmente no se agotan en una mirada lo que necesita son cosas que necesitan ser mirada durante mucho tiempo entonces si pueden estar perfectamente y están de hecho están de hecho en otra de las salas de la biblioteca cuatro habitaciones grandes otra tiene un guijar la piedra guijarro negro con una veta blanca y detrás del la representación el dibujo la pintura hecha de esa piedra porque tuve un amigo que hace ya mucho que no es amigo pero que fue mi amigo que en una discusión la de siempre sobre la capacidad de reproducir la naturaleza dijo yo soy capaz de pintar esa piedra y entonces está la piedra y el cuadro de él que no es la piedra que no puede ser la piedra es que aunque fuera la misma que fuera un clon de la piedra no sería la piedra hay bueno te preguntan si podrías repetir el título del libro que mencionaste que habla sobre la persona que tiene que permanecer cuarenta días encerrada en su casa claro se llama viaje alrededor de mi cuarto son unas producciones viaje alrededor de mi habitación es un libro pequeñito y que además que se está en la tea está en pdf de red no no no digas eso pero si javier de mestin es un autor de mil setecientos sí bueno va lo puedes decir tilo julia ven para acá que si no no se te va a ver ya para nada yo creo que eh no sé si me estaba conformado en estar en la en la, bueno, está también acompañado y en esto que dices hay una cosa curiosísima y es que son relaciones secretas es decir que compra algo pone algo le regalan algo o planta y y van secretamente desarrollando es una relación con eso de repente se hace pública es decir sí pero tú me también puedes decir si ha sido mi novia no me acuerdo pero no a veces porque no solamente es o sea no solamente como digo esto porque esto tiene que ver con lo que luego voy a hablar claro tú decías que cuando tú decías que vamos hablando de la religión de las reliquias que que son como reliquias que no van a tener fieles etcétera pero qué pasa cuando eso que tú imagínate que dentro de no sé 30 años deciden hacerte de acto eso bueno no lo sé pero bueno ya veréis algunos de los ejemplos que traigo los que zapatillas de andar por casa son utilizadas para curar enfermedades cuando la persona pues no tenía ni idea cuando se estaba usando de que eso mucho tiempo después sería un objeto religioso sí porque es que si no no se escucha para las personas que están hablando he escrito formas fantásticas sobre cosas y sobre mujeres sí muchas gracias por la información de la distribuida me parecía como que los objetos se empezaban a molestar que se iban extrañando y es que entramos en esa situación inocioso entonces como que estas fetiches me parece que son súper tensos en muchos aspectos en este aspecto de que son accesos familiares pero se familiarizan conforme te prometes y otros alucinados al tiempo geológico o tiempo fósil se están moviendo constantemente me preguntaba entonces si este movimiento que los aproxima y los aleja constantemente no puede ser también una animación qué relación hay entre tus fetiches y el alucinado y el alucinado cambia cómo hablar de algo cambia la relación con ese algo por tanto como a veces cosas a las que aprecias tanto que solamente el silencio puede hacerles puede hacer justicia a esa persona es decir y al hablarla cuando hablas de esa relación o hablas de esa persona o hablas de ese objeto entonces lo estás exteriorizando lo estás paradójicamente lo estás alejando mientras que en cambio si solamente guardas silenciosamente al lado es una persona mejor es decir que esto esto que has planteado es una cuestión para hablar también sobre la preparación la palabra profanadora la palabra que estás necesitando eso bueno muchísimas gracias a Nolo y a todos los que habéis intervenido vamos a dejar diez minutillos para etcétera y continuamos